El cumpleaños de Olga
Una gran amiga mia cumplio 50 años...
Con la expresa autorización de la autora, una de mis mejores y más queridas amigas, reproduzco la carta que me envió para agradecerme la organización de su fiesta de cumpleaños número 50.
Gracias Olga por ser la extraordinaria amiga que sos y que, vos bien lo sabes, ocupás la mayor parte de mi corazón.
Pedro W. Quintana
Buenos Aires, diciembre 27 de 2003
Querido Pedro
Nunca olvidaré todo lo que hiciste por mi durante todo este tiempo que llevamos de conocernos, creo que 28 años ¿no?.
Recuerdo cuando te conocí en tu papel de serio profesor de Visión Fotográfica en la entrañable sede del fotoclub Buenos Aires en el pasaje Barolo. Me fascinó tu prestancia de hombre mayor, aunque en realidad no lo eras tanto, todavía no habías cumplido los 40, y me fascinaron tus conocimientos y la manera tan amena, divertida y profunda que tenías de transmitirlos, tus clases me marcaron cultural y humanamente, aunque por circunstancias de la vida y fundamentalmente, por falta de talento, rumbié por caminos alejados del arte fotográfico.
Como imaginarás, menos olvidaré aquella tradicional primera salida a la Boca para plasmar en fotos concretas los conocimientos adquiridos y que por suerte y gracias a Dios, fue un total fracaso de asistencia. Recuerdo que después de una prudencial espera, emprendimos solos, vos y yo, una larga caminata que terminó en tu estudio y en una gloriosa tarde de sexo como nunca había tenido en mis 22 años de vida.
Menos olvidaré las innumerables veces que repetimos esas sensacionales e inenarrables cogidas. Con vos aprendí todo, ya que hasta ese momento sólo había tenido sólo olvidables experiencias frustrantes. No conseguiste formarme como fotógrafa pero si lograste formarme como una mujer amante del sexo dandomé todos los elementos para disfrutarlo plenamente y hacerseló disfrutar a mis eventuales compañeros.
Siempre recuerdo con una sonrisa todas las palabras que utilizaste para hacerme entender que chuparse una pija o que te chupen la concha no era un acto sacrilego sino un regalo divino para embellecer aún más el sagrado placer que produce hacer el amor.
Supongo que estarás satisfecho por los resultados que tus enseñazas consiguieron, ya que vos mismo me diste ese pomposo certificado, con sello de lacre y todo hecho con tus manos y tu cariño(¡¡que loco Pedro!!), que me acreditaba como Honorable Maestra Experta Mamadora cuando logré hacer parar, mantenerla dura, y extraerle toda su contenido a tu pija, que servía como campo de experimentación, sólo con la acción de mis labios y mi lengua. Recuerdo con emoción como me tragué todo tu semen y como me divertí en la entrega del diploma. ¡Hay! Pedro que don y que arte tenés para hacer de cada mínimo hecho, una fiesta!
Atesoro como uno de los recuerdos más gratos para mí, la paciencia y denodado tensón que dedicaste a enseñarme a dilatar y contraer el ano para poder ser penetrada con todo placer. Aún siento la primera vez que tuve tu pija enterrada en el culo, la suave fricción que ejercias sobre él al entrar y salir con toda tu extensión y la inigualable presión que ejercieron en mis intestinos los borbotenes de semen que me obsequiaste en una interminable acabada que acompañó, magicamente, a uno de mis tantos orgasmos. Y lo que es imborrable es verte aplaudiendomé y gritandomé ¡¡¡Bravo, Bravo!!! cuando, en una poco elegante situación, evacué toda tu carga en el inodoro mezclando los chorros de semen con confusos ruiditos que vos llamabas cantos del cielo para alivianar mi verguenza.
No recuerdo con tanta alegría el momento en que abriste tus amorosas manos para que yo remontara vuelo por mi misma y encarara mi propia vida, no entendí tu actitud como el gesto de grandeza que en realidad fué sino como el simple hecho de hacerme a un lado de tu vida.
Recién lo entendí cuando seguiste estando a mi lado todas las veces que te necesite y de la forma en que fuese necesario, como velador en mi enfermedad, como consejero en mis decisiones, como hombre y sabio amante todas las veces que, libre y placenteramente, nos volvimos a unir en todos estos años y no como el posesivo dueño de una en que se convierten muchos hombres con el paso de los años.
Enfrenté mi vida propia, en todos los terrenos tuve exitos y fracasos, entre estos un matrimonio, pero en todas las ocasiones actué inspirada por tus enseñanzas, desdramatizando todo y agregandolé un toque de humor, para sobrellevar de mejor forma los malos momentos. Esto no es necesario que te lo recuerde porque estuviste siempre allí, con tu presencia física o con tu espíritu. Si tengo que ser sincera, estoy plenamente satisfecha del camino recorrido
De más está decir que nunca, pero nunca, olvidaré (al contrario siempre estará presente para causarme un gozo especial) el genial y absolutamente gratificante, no podía ser menos con tu capacidad creativa, festejo que imaginaste y concretaste para festejar mi cumpleaños número 50 (me pareció genial el cotillón alusivo a la fecha en que nací).
Gracias, adorado Pedro, por hacer de una circunstancia a veces dolorosa para una mujer, como lo es el hecho de cumplir 50 años, un maravilloso encuentro de entrañables e importantisimos amigos pleno de cariño, vitalidad y diversión que me demostró que el peso de los años el que quiere, lo lleva en el alma, y el que no sigue siendo vitalmente joven por siempre.
Pedro querido te mando las fotos del encuentro, porque como vos me enseñaste, una imagen vale más que mil palabras, y te vuelvo a agradecer no sólo la inolvidable velada sino fundamentalmente, tu entrañable y activa presencia.
Tu amiga que te amó, te ama y te amará por el resto de su propia vida.
Olga