El cumpleaños de mi tia

El sobrino lleva un regalo a su tia que està de cumpleaños pero ella le hace uno mejor entregandose a la pasión con su sobrino.

Autor: Salvador

Dirección: demadariaga@hotmail.com

Experiencias familiares

1: El cumpleaños de mi tía

"¡Desgraciado, me tienes solamente para satisfacerte!"

Sus reproches resonaban en mis oídos con fuerza mientras sus labios apretaban el lóbulo de mi oreja buscando de esa manera reprimir los gritos que pugnaban en su pecho. El dolor que me producía ello no lo sentía en esos instantes, demasiado preocupado por levantarle la falda y hacer a un lado su calzón, mientras con la mano libre sacaba mi instrumento, ansioso por recorrer las intimidades de mi tía. Cada frase suya me inundaba las orejas de quejidos apagados y suspiros humedecidos por la saliva que emanaba de su estado de excitación extrema, en tanto intentaba subir una pierna para facilitar la penetración.

La fiesta seguía animadamente en casa de mi tía Cecilia, que ahora se encontraba escondida en una alacena ubicada bajo la escalera que conduce al segundo piso, con la falda negra levantada, sus calzones en enredados entre sus piernas y abrazada a mi, esperando que la penetrara. Me agarro de sus nalgas, turgentes como senos, las que acerca a mí mientras mi verga penetra la húmeda cavidad de su sexo, lo que le provoca inmediatos espasmos de placer, en tanto sus grititos apagados y apegados a mis oídos se hacen ininteligibles.

Me toma la cabeza entre sus manos y me cubre de besos. Yo sigo mis movimientos mete y saca, hundiendo mi rostro en su pecho para cubrirlo de besos.

Cecilia iba de la cocina al comedor a dejar una botella de vino cuando la sorprendí y la metí en la alacena. Nadie se percató de mi maniobra y mi tía, feliz por lo que sabía que vendría, se dejó sorprender por su amante-sobrino. Si, pues soy su amante desde hace un par de meses, en que hemos descubierto diversos vericuetos en nuestra relación incestuosa, una relación que estalló repentinamente cuando fui a visitarla con ocasión de su cumpleaños. Desde ese día pasé de ser su sobrino favorito a su amante.

"¡Felicidades, tiita!"

"Gracias, mijito, muchas gracias"

"Espero que cumplas muchos más y te sigas manteniendo tan hermosa"

"Gracias, pero ¿por qué viniste tan temprano?"

"Es que no podré venir esta noche con mi familia y aproveché este ratito libre para saludarte"

"Te lo agradezco, pero me hubiera gustado que cenaras con nosotros"

"Es que tengo examen mañana y debo estudiar mucho para sacarme el ramo"

"Bueno, tú sabes mejor qué es lo que debes hacer. Te comprendo, cariño"

"Tiita, te ves hermosísima con esta falda"

"¿Te gusta?"

"Me encanta. Vas a entusiasmar a todos los hombres, te lo aseguro"

"¿Tu crees?"

"No me cabe duda de ello".

Algo en lo que nos dijimos o quizás el hecho de estar a solas. No lo sé, pero algo en el ambiente cambió y ambos sentimos que nuestra relación tía – sobrino estaba adquiriendo otra dimensión. No era nada palpable, ni evidente, pero ambos sabíamos que el énfasis de las últimas frases encerraba mensajes implícitos, que nunca antes se nos hubieran ocurrido ni pensarlo siquiera. Eramos los mismos tía y sobrino pero algo en nosotros nos decía que esa relación había adquirido otros tonos.

"¿Me ayudas con esta botella?"

Me levanté y tomé la botella de vino que me ofrecía para que la destapara. Estabamos en la cocina y ella se dio vuelta a buscar las copas. El cuerpo de mi tía, empinado buscando las copas en la parte superior del mueble, se interponía entre el descorchador y yo, por lo que alargué la mano a la altura de su cintura para alcanzarlo, pero en eso preciso momento ella alcanzó las copas y su cuerpo tomó la posición de descanso, con lo que terminó apretado al mío.

Sus nalgas quedaron apretadas a mi ingle, con lo que pude sentir la suavidad de su vestido contra mi pantalón y ello me transmitió la calidez de su cuerpo. Mi reacción fue inmediata y mi verga se endureció casi al instante, apretándose a las nalgas de mi tía, hecho que estoy seguro no pasó desapercibido para ella. Pero ambos hicimos como si nada hubiera pasado.

"Permiso"

Dije mientras me apartaba y alcanzaba el descorchador, procediendo a destapar con manos temblorosas la botella de vino, hecho del que ella se dio cuenta por lo evidente de mi estado de excitación.

"Salud, cariño"

Me dijo mientras se sentaba frente a mí y posaba sus negros ojos en mí, con un destello mezcla curiosidad y malicia, mientras cruzaba sus piernas como al descuido, regalándome de paso el espectáculo de uno de sus blancos muslos, que insinuaba lo que habría al final de los mismos.

"Salud"

Mis ojos no podían apartarse de sus piernas, que ejercían en mí una atracción irrefrenable. Con manos temblorosas seguía con la copa en mi mano, sin lograr disimular el efecto que me había producido esta nueva situación con mi tía. A mis 20 años descubría que mi querida tía Cecilia, de 41 años, separada desde hacía un par de años, era una hermosa mujer, de cuerpo deseable y en la plenitud de sus formas. Dicho simplemente, una mujer deseable. Es más, una mujer a la cual me gustaría poseer.

Sus piernas se abrieron poco a poco y mi tía, mi querida tía, me empezó a regalar el espectáculo del interior de sus piernas. Su falda le tapaba medio muslo, por lo que lo que se me regalaba a la vista era exquisito: un par de albos muslos cubiertos por medias negras transparentes, lo que los hacía de una sensualidad extrema. Yo intentaba fijar mi vista por si lograba ver su calzón al final de sus extremidades, pero debía hacerlo con disimulo para no ser tan evidente, ya que no quería que ella se diera cuenta de mi excitación, aunque por el bulto que se había formado en mi pantalón ello era indisimulable.

De pronto apareció frente a mi vista la negrura de la seda de sus calzones, al final de sus piernas completamente abiertas. Era un espectáculo increíble: sus piernas enfundadas en las medias oscuras y luego un par de muslos albos que terminaban en el manchón negro de sus calzones, del que sobresalían algunos pelitos por el costado. No podía creerlo. Esto era mucho más de lo que esperaba. ¿Cómo podría haberse descuidado tanto mi tía y no darse cuenta que tenía las piernas demasiado abiertas delante de mí? Fue entonces cuando comprendí de golpe lo que estaba sucediendo y levanté mi vista, para encontrarme con el rostro de mi tía serio y con una semi sonrisa bailando en sus labios, mientras sus ojos me decían todo lo que no nos habíamos dicho.

Deseo. Puro deseo. Indisimulado, potente, ansioso.

Comprendí que ella me deseaba, tanto como yo a ella. Que nuestra relación no sería nunca más la misma. Que desde ahora seríamos solamente macho y hembra, buscando satisfacerse el uno con la otra, sin tregua, completamente.

Y fue ella quien dio el primer paso.

"¿Te gustan mis piernas?"

Terminó de abrirlas, quedando completamente expuesta a mi vista ambas piernas, cubiertas en medias de seda negra, sus blancos muslos y al final el objeto de mi deseo: el bulto formado por su calzón negro cubriendo su sexo.

Me levanté sin decir palabra y me puse entre sus piernas, arrodillado. Pasé mis manos bajo sus nalgas y hundí mi rostro entre sus muslos, mordiendo el bulto que había al final de los mismos. Ella, en tanto, echó su cabeza atrás, cerró los ojos y se aferró a mi cabeza, hundiéndola entre sus piernas.

"¡Qué ricooooo!"

Gritó descontrolada al sentir cómo mordía su paquete, en tanto mis manos apretaban sus muslos.

Al cabo de un rato me detuve, bajé su calzón y dejé expuesto su sexo, grande, húmedo, de pelitos ensortijados y labios carnosos. Las gotas que salían de su cueva indicaban el estado de excitación de mi tía. La miré y la ví como lo que era: una hembra en celo, dispuesta a entregarme todo lo que le pidiera con tal de que la poseyera.

Me levanté y me desprendí de mi pantalón, dejando expuesto ante sus ojos mi verga, completamente dispuesta para el combate. Ella no apartaba sus ojos de la herramienta que esperaba la hiciera feliz. Daba la impresión que hacía mucho tiempo que no veía uno por la ansiedad con la que la miraba.

"¿Hace mucho que no tienes una de estas dentro tuyo?"

"Después de Gabriel tú eres el primero"

"¿Dos años que no has tenido sexo?"

"Tres, a decir verdad. Por eso nos separamos"

"Entonces vamos a tener que bautizar nuevamente tu cosita, tia"

Volví a mi posición original y hundí mi lengua en su sexo, mientras mis manos se aferraban nuevamente a sus nalgas, buscando llegar con disimulo a su culo. Cuando ella sintió que mi lengua la penetraba se soltó totalmente y agarrándome la cabeza me regaló su primer estremecimiento de placer, acompañado de pequeños espasmos. Continué sin parar y muy pronto sentí que el placer volvía a apoderarse de mi tía, la que ahora acabó con más intensidad, entre grititos de placer.

"Bueno tiíta, ahora estás lista para la penetración"

Ella seguía con la cabeza echada atrás, con sus ojos cerrados y el cuerpo sudoroso, con una expresión de felicidad producto de los dos orgasmos que le había brindado. De su sexo se asomaban restos de líquido seminal. Mis experiencias anteriores me habían preparado para dar completa satisfacción a una mujer, por lo que estaba seguro que mi tía quedaría totalmente feliz después que probara a su sobrino. Si jugaba bien mi papel de macho la tendría dispuesta a darme todo lo que le pidiera, y a esa edad siempre estaba necesitando penetrar a una mujer.

Sabía que el componente incestuoso en nuestra relación le daba a esta un plus que mi tía apreciaría en toda su erótica dimensión.

Me situé entre sus piernas y puse mi verga a la entrada de su gruta de amor. Empecé a empujar lentamente, viendo como la cabeza de mi instrumento iba desapareciendo entre los labios vaginales de mi tía, en tanto esta seguía con su cabeza echada atrás y sus ojos cerrados, disfrutando plenamente la satisfacción de tener sexo nuevamente. Cuando la cabeza de mi ariete desapareció entre los pliegues de su vagina, di una estocada final con fuerza, hasta que la penetré total y completamente. Nuestros cuerpos se juntaron y empecé a mover mi pelvis, para que mi verga entrara y saliera de su sexo. Ella reaccionó y empezó a secundar mis movimientos, aferrándose a mi espalda y levantando sus piernas para facilitar la copula.

Pronto sentí que mi tía se ponía rígida, su cuerpo se envaraba y soltaba sus fluidos vaginales entre espasmos y grititos de placer, alcanzando otro clímax, más intenso que los anteriores. Yo me aguantaba para no acabar tan pronto, ya que mi objetivo en ese momento era darle a ella el mayor goce posible antes de tener mi primer orgasmo, pues suponía que si ella se satisfacía plenamente, la tendría dispuesta en el futuro a volver a darme sus favores, segura de que en mí encontraría buen sexo.

Pasado un instante, volví a la rutina del mete y saca, a lo que ella volvió a unirse con entusiasmo renovado. Ahora sería mi turno de acabar junto con ella, por lo que puse todo mi empeño en lograr hacerla feliz nuevamente.

"¡Qué rico, mijito!"

"Y tú, mijita, eres exquisita"

"¿Te gusta lo que hacemos?"

"Si, tiíta, es rico"

"Y yo, ¿te gusto?"

"Eres lo máximo, mijita"

"Eres ricooooooo"

"Y tu, mijita, tienes una cosita exquisita, amor"

"¿Te gusta mi cosita?"

"Siiiiiiiiiiiii, es ricaaaaaaa"

"Empuja más, mijito, maaaaaaaaaaaaasssssssssssssssss"

"¿Asiiiiiiiiiii?"

"Siiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiii"

"¿Te gusta culiar conmigo?"

"Siiiiiiiiii, mijitoooooooo"

"¿Te gusta mi verga?"

"rica, amor, ricaaaaaaaaaaaaaa"

Y de pronto nos llegó a ambos, al unísono, el orgasmo. Entre gritos de placer, nuestros cuerpos se tensaron y sentimos fluir nuestros líquidos seminales para quedar finalmente exhaustos abrazados y sudorosos. Ella feliz, abrazada a mi y yo satisfecho de haberla hecho gozar como nunca antes, pues la intensidad de su acabada y el entusiasmo con que se entregó a nuestra copula así me lo demostraban.

"Tia, debo irme pues tus invitados van a llegar pronto"

Se lo dije con pesar, pues nuestros deseos eran continuar dándonos sexo sin descanso, pero no podíamos correr el riesgo de echar a perder esta nueva relación entre ambos el mismo día en que empezaba. Ella lo comprendió así y me despidió después de acordar volver a vernos el día siguiente, a la misma hora y en el mismo lugar.

Ambos sabíamos que iniciábamos una relación duradera, en que nuestras confidencias le pondrían sal a una relación de por sí erotizada por el componente filial. Es que los dos desconocíamos el pasado incestuoso del otro, en el que hubieron casos en que ambos tuvimos sexo en el pasado con la misma persona. . . y también en el futuro.