El cumpleaños de mi cuñado 1º
Mi cuñado monta una fiesta de cumpleaños y el principal regalo es mi esposa
Mi cuñado Pepe cumplía 40 años el 15 de agosto y quería una gran fiesta. Su mujer, Laura, y la mía, Eva, eran hermanas y compartían una propiedad heredada de sus padres, yo me llamo Leo y tengo 38 años. Era una gran casa señorial con un montón de habitaciones situada en la costa andaluza. Ambas decidieron que podríamos celebrar allí el cumpleaños durante un fin de semana largo, invitando a los amigos de mi cuñado.
Mi cuñado se mostró encantado e invitó a varios compañeros del trabajo, sin embargo, al final el largo viaje (nosotros vivimos todos cerca de Barcelona) supuso que sólo se apuntaran dos compañeros jóvenes y nosotros. De todas formas nos decidimos a pasar un buen fin de semana y olvidarnos de problemas. Pepe, el fin de semana antes me llamó para ir de compras, quería comprarle ropa a su mujer. A él le gustaba comprarle a menudo ropa atrevida, al principio a ella le costaba decidirse y apenas se ponía la ropa que él le regalaba, a mi me pasaba algo parecido. Al principio le había comprado lencería sexi y ropa atrevida pero a Eva tampoco le gustaba alardear de su físico y decidí no gastar dinero de forma inútil. Pepe era todo lo contrario, inundaba a Laura con pequeños regalitos de lencería y ropa, y aunque está no solía ser atrevida, en los últimos tiempos había notado una evolución en su forma de vestir. Hay que decir que tanto su mujer como la mía tenían un buen cuerpo, la mía con 36, dos años mayor y con las tetas un poco más grandes aunque las dos estaban muy bien dotadas, ambas medían 1.60 y gozaban de un buen trasero.
Pepe me llevó a unos grandes almacenes y eligió un par de bikinis para su mujer que apenas dejaban sitio a la imaginación, yo asentí diciéndole que Laura estaría preciosa con ellos si era capaz de conseguir que se los pusiera. Él se sonrió y a continuación cogió un par de modelos más aún más atrevidos y mirándome a los ojos me dijo: “estos te los regalo a ti para tú mujer”. Yo solté una carcajada y le dije, si consigues que tú mujer se los ponga será un milagro pero si lo hace la mía el mundo habrá dejado de girar. Él se rio y me dijo que quería que ese fin de semana fuera especial, estaríamos todo el fin de semana en la piscina y no quería estar harto a las dos horas. Según él sus dos amigos que venían eran muy divertidos y lo pasarían muy bien todos. Además, había comprado unos afrodisiacos para dárselos a nuestras mujeres y que nos hicieran pasar un fin de semana inolvidable. Yo no creía mucho en la eficacia de los afrodisiacos pero me preocupaba que les diera algún medicamento peligroso a las chicas y además, le señalé la presencia de sus amigos pero él me dijo que eran de su confianza y que desaparecerían en cuanto vieran que eran una molestia. Puse algunos “peros” más sin embargo Pepe acabó convenciéndome sobre la historia que tenía preparada. Seguimos comprando y eligió un par de vestidos también muy sensuales para su mujer y viendo mi indecisión eligió otro para la mía. Pasó la semana lentamente y el viernes por la mañana Eva y yo cogimos el coche para dirigirnos a la calurosa costa del Sol.
Nos levantamos temprano, Pepe y su mujer habían llegado el día antes y sus amigos llegarían a lo largo del día. Después de un largo viaje llegamos pasadas las 6 de la tarde. Laura y Pepe nos recibieron en traje de baño, ahí pude observar que no era ninguno de los bikinis sexis que había elegido. Ambas hermanas se pusieron a hablar de sus cosas y Pepe me trajo una cerveza y me dijo: “ya he visto como mirabas a mi mujer, cabroncete, ya sé lo que piensas, que no he conseguido que se pusiera el bikini, tranquilo tio que acabamos de empezar.” Yo me sonreí y le dije: “ok, lo que tu digas Pepe”. El respondió: “¿no me crees eh?, ya verás”
Cuando entramos Eva nos dijo que fuéramos a las habitaciones a descansar y después iríamos a cenar. Antonio y Luis, los dos compañeros de trabajo de Pepe todavía no habían llegado. Mientras yo me duchaba Eva comenzó a deshacer la maleta y encontró los trajes que le había comprado, mejor dicho, que Pepe había elegido. Ella se acercó al baño y con sonrisa picara mientras agarraba uno de los tangas con dos dedos me preguntó: “vaya, ¿cómo piensas ponerte esto?”. Yo saliendo de la ducha comencé a empalmarme y le dije que era un regalo para ella. Ella me dio la espalda mientras se reía a carcajadas. Yo salí desnudo del baño y le dije que era con la mejor intención, ella se giró y viendo mi erección me dijo:”Veo que se te pone dura sólo con pensarlo”. Yo sonreí y me fui hacía ella y comencé a besarla en el cuello, ella se dejó hacer mientras soltaba la ropa. Le dije:”me apetece follarte ahora.” Ella volvió a reírse y me dijo que era tarde y que ahora no. Yo le señalé que si pensaba dejarme salir así a la calle, ella me miró con una media sonrisa resignada y me dijo: “Venga, te hago una paja rápida y nos vamos”. Yo me eche en la cama y ella se sentó a mi lado agarrándome la polla. Me empezó a masajear el miembro durante un par de minutos, yo sé perfectamente que ella no aguanta mucho tiempo haciéndome una paja sin acabar metiéndosela en la boca, y dicho y hecho. Comenzó a darle besitos y se la zampo de un bocado. Yo estaba muy caliente pues hacía una semana que nada de nada y acabé corriéndome muy rápido. Cuando notó que llegaba, dejó que me corriera en mi tripa, me limpió y cuando yo traté de recompensarla me apartó suavemente y dijo que luego.
Me volví a duchar rápidamente, me vestí y salí fuera. Pepe estaba conversando al lado de la piscina con dos hombres, eran Antonio y Luis que tras una breve presentación me parecieron simpáticos y legales. Ambos rondaban los 35 años, Antonio era medio portorriqueño, de 1,70 y su piel era un poco mulata. Luis era el típico catalán de interior, rubio de 1,75, espigado y con las cosas muy claras. Ambos se cuidaban, al menos más que Pepe y yo, se notaba que eran asiduos al gimnasio. Pepe me tendió una cerveza y me dijo que Luis y Antonio se iban a duchar y nos íbamos corriendo a cenar. Cómo es normal, ambos salieron de ducharse y las chicas todavía no estaban listas. Yo fui hacía la habitación para avisar a Eva de que llegábamos tarde, en ese momento vi a su hermana entrar en la habitación. Me acerque a la ventana y las escuche.
Eva: “¿has visto lo que me ha comprado el cabronazo de mi maridito?” mientras le enseñaba el vestido blanco de tirantes con un buen escote y una falda de vuelo un pelín corta. Laura se rio y le dijo: “pues no has visto lo que Pepe me ha traído, más o menos igual”. Eva le contestó: “pues yo no me pongo esto ni de coña, que se habrá creído este”, a lo que Laura le dijo: “tengo una idea, ¿qué te parece si nos ponemos estos vestidos y les damos una lección?”. “¿A qué te refieres?” respondió Eva. Laura continúo: “pues que nos ponemos estos trapitos y nos pasamos la noche poniéndolos cachondos y luego nada”. Eva sonrió tristemente y dijo: “creo que yo ya he fastidiado tu plan, pero tienes razón pongámonoslos y que se arrepientan.” Yo me giré y me volví en silencio hacía el exterior de la casa, 10 minutos después aparecían las dos con sus modelitos. La verdad es que estaban impresionantes. Laura llevaba un vestido de tubo con el que tendría que hacer esfuerzos para evitar que se le saliera nada y Eva llevaba el vestido blanco descrito antes el cual era obligado llevarlo con tanga blanco y sin sujetador. Ambas se habían recogido el pelo, lo cual incrementaba el atractivo de sus facciones y las hacía más irresistibles. Los cuatro hombres nos quedamos con la boca abierta. Pepe me giño un ojo y Antonio y Luis casi se abalanzaron sobre ellas para presentarse.
La verdad es que ellas también se mostraron sorprendidas por los dos amigos de Pepe, Laura los conocía de una cena de trabajo pero habían pasado varios años y era invierno en aquella ocasión. Eva se sonrojó al conocer a aquellos dos amigos de Pepe que no le quitaban los ojos de encima del escote. Tras una breve charla, Pepe nos indicó que nos fuéramos a cenar que se hacía tarde. En el coche de Pepe fueron su mujer Laura y los dos amigos, mientras que en el mío fuimos Eva y yo. Nada más subir le dije: “Vaya, no esperaba que te lo pusieras” mientras intentaba poner una mano en su muslo desnudo, ella me apartó la mano y me dijo; “se mira pero no se toca”. Yo no me di por aludido y volví a ponerle la mano en el muslo, mientras le daba un beso en la mejilla. Ella volvió a apartarme la mano y me dijo: “no me pongas más caliente de lo que me he quedado antes y arranca ya”. Yo no sabía si esa calentura era por la mamada que me había dado o por las miradas de Pepe y sus amigos.
Sin más charla llegamos al restaurante. Era el típico restaurante de costa en el que lo fuerte son los pescados y el marisco. Pepe había encargado una mariscada y una mesa frente al puerto deportivo. La cena transcurrió de forma amena y tranquila. Eva y Laura primero un poco incomodas por las miradas pero con el vino blanco se fueron relajando. Cuando estábamos en los postres fui al baño, Pepe vino detrás de mí y mientras orinábamos me dijo: “¿sabes qué? He echado en los platos de las chicas un poco del afrodisiaco que te dije”. A mí se me cortó la meada y le dije: “¡estas chalao! ¡Cómo se te ocurre!” “No te preocupes, tengo una amigo en el local y le dije que le echara en los platos de ellas.” Yo me quede con la boca abierta, para él la única preocupación era como echarlo y no el hecho en si. Me callé y volví a la mesa sin decirle nada y con cara de cabreo, me paró de camino y me dijo: “Leo, no me vengas con tonterías ahora, te dije que lo había comprado y que lo iba a hacer y tú no me dijiste que no lo hiciera.” Yo lo miré a los ojos y le dije: “espero que sepas lo que estás haciendo y que eso no sea peligroso o te vas a enterar.” Él continuó: “es completamente seguro, lo más grave que puede pasar es que no se enteren de nada” Volvimos a la mesa mientras los dos amigos de Pepe les daban charla a las chicas que estaban muy simpáticas. Terminamos de cenar y Antonio y Luis propusieron ir a una discoteca, sin embargo, las chicas dijeron que estaban muy cansadas y que mejor al día siguiente. Pepe estuvo de acuerdo y señaló que podíamos ir a la piscina de casa ponernos en bañador y tomarnos unas copas relajadamente. Todos estuvimos conformes.
Llegamos a casa y en la habitación mi mujer se soltó un lacito en la espalda y el vestido cayó entero al suelo, quedándose en tanga y tacones. La visión era impresionante, esos melones y ella mirándome traviesa, me lance a por ella y me metí un pezón en la boca mientras le echaba mano al pubis. Ella me pegó un empujón y con la respiración entrecortada me dijo que me olvidara. Se metió en el baño y salió al poco con uno de sus bañadores de una pieza y no con ninguno de los que Pepe había comprado. Me miro altiva con una sonrisa, cogió una toalla y salió por la puerta.
En la piscina ya estaban todos. Laura si que se había puesto uno de los bikinis y estaba impresionante. El tanga apenas la tapaba el pubis y se notaba que lo tenía bien depiladito, mientras la parte superior le abarcaba un poco más que los pezones. Yo con mis bermudas apenas pude contener la erección, sin embargo, cuando vi a Antonio y Luis me quede blanco. Ambos llevaban el típico farda-huevos y se les marcaba un buen pedazo de carne. Mi mujer a pesar de no enseñar tanto como su hermana también estaba muy apetecible y debía estar bastante caliente ya que se le marcaban los pezones. Mi cuñado con otro farda-huevos nos preguntó qué queríamos de beber. A ambas hermanas les preparó unos Martini y los debió regar con afrodisiaco por el guiño que me lanzó. Lo que yo no sabía en ese momento es que también nos estaba poniendo afrodisiaco a todos.
La piscina era la típica de casa de veraneo con una parte profunda y el resto de apenas un metro de profundidad. Las chicas decidieron bañarse pues hacía mucho calor a esas horas, las 12 de la noche. Debo reconocer que ver a mi cuñada meterse en el agua y notar como los pezones se le ponían duros fue una sensación impresionante y pude notar que al resto de los hombres nos pasaba lo mismo.
Mientras ambas se bañaban y hablaban entre ellas, nosotros nos pusimos a arreglar el mundo mientras no parábamos de beber. Las dos hermanas salieron de la piscina y se sentaron a nuestro lado con unas toallas para secarse. Mi mujer estaba radiante y parece que se le había pasado el mosqueo pues se arrimaba a mí bastante. Estuvimos así media hora hasta que ellas decidieron darse el último baño e irse a la cama. Mi mujer me insistió en que me bañara con ellas pero Pepe y yo declinamos la oferta a mojarnos. Las dos se arrojaron al agua y desde allí nos invitaron a unirnos a ellas a los cuatro. En principio los cuatro dijimos que no, pero para mi sorpresa, Pepe dirigiéndose a Luis y Antonio les dice: “va chicos id vosotros con ellas y enseñarles como se nada”. Antonio se levantó y se lanzó al agua sin pensárselo dos veces, Luis me miró y me dijo: “¿no te importa, verdad?”, a lo que yo le hice un gesto de asentimiento. Pepe y yo nos quedamos sentados mirando la escena. Luis se acerco a ellas y diciendo que el agua estaba muy buena les lanzó agua. Antonio se puso a hacer un largo y cuando volvió empezaron a charlar entre ellos. Apenas se oía la conversación pero mi mujer levantando el tono le dijo a Antonio: “Jo chico, debes tener que ir mucho al gimnasio para que se te marquen así las abdominales”. Antonio le respondió que él y Luis intentaban ir al gimnasio y a la piscina tres o cuatro veces a la semana y que gracias por el piropo. Mi mujer se puso a hablar con Antonio y a preguntarle por sus orígenes, mientras mi cuñada hacía lo propio con Luis. Mientras Pepe me hablaba de cosas triviales aunque yo no podía dejar de mirar a la piscina. En un momento dado, Laura les preguntó por qué seguían solteros siendo tan buenos partidos: “Luis le soltó que tendrían que esperar a que aparecieran otras chicas tan buenas como las presentes, aunque dudaba que las hubiera”. Acto seguido le lanzó agua a Laura y esta respondió, comenzaron una batalla de lanzamiento de agua al que se unieron mi mujer Eva y Antonio. Mi mujer se fue desplazando hacia la zona profunda, se resbaló y se hundió totalmente. Antonio se sumergió y la sacó a la superficie mientras mi mujer resoplaba el agua. Este la pegó contra su pecho y la acercó a la escalera ayudándola a subir. Yo me había levantado y acercado a ayudar a Eva a salir de la piscina, en ese momento vi que mi mujer apoyaba su pie en la entrepierna de Antonio que en ese momento se le notaba bastante crecidita quizás por accidente, no lo sé. Mi mujer se apoyó en mí, le di la toalla y bastante agitada me dijo que nos fuéramos a dormir. Con un saludo me despedí de todos y la acompañe hacía la habitación. Me giré un poco y vi como Laura salía de la piscina ayudada por Luis.
Nos metimos en la habitación y mi mujer salió corriendo hacia el baño y cerró la puerta tras ella. Yo me acerque a la puerta y le pregunté que si estaba bien. Me dijo que si y que no me preocupara que ya salía. Me senté en la cama y me desvestí esperando a Eva. A los cinco minutos salió del baño completamente desnuda y se lanzó a por mí diciéndome, quiero que me folles, necesito que me folles ya, necesito una polla. Comenzó a besarme de manera loca y desordenada y a bajar por mi pecho buscando mi polla, me quitó los pantaloncitos del pijama y se la metió en la boca. Sin embargo, yo había bebido tanto y con la mega corrida de la tarde no se me levantaba. Viendo que necesitaba ayuda, hizo algo que a los dos nos gusta mucho, mientras me la chupaba se sentó sobre mi, colocando su vulva sobre mi rodilla derecha, así mientras me la chupaba se movía sobre la rodilla y se masturbaba. Sin embargo, después de un rato chupando y lamiendo me miro enfadada y dijo: “¿No se te va a levantar esto o qué? Bueno, al menos déjame que me corra yo.” A mí se me estaba viniendo todo el alcohol a la cabeza en ese momento, y me dieron ganas de vomitar. Me levanté bruscamente casi tirándola de la cama, salí corriendo hacia el baño y abriendo la taza del wc metí la cabeza para vomitar. Después de un rato salí del baño muy mareado, mi mujer estaba tumbada dándome la espalda, yo casi me derrumbe en la cama y me quedé dormido.