El cumpleaños de Andrea. Cap 1

He decidido basar la siguiente linea de relatos en el mundo de Dolcett; no apto para todos los publicos. ¿Como un cumpleaños puede reflejar esta linea de acontecimientos? Entra, lee y juzga tu mismo/a.

Andrea se sobrecogió al escuchar su nombre. Pronunciado directamente de los labios de su abuelo, quien ahora la miraba en una mezcla de estupor y alegría. Ella había depositado la papeleta de su nombre como una broma, no esperaba que saliera, eran tantos los nombres en la urna.

Allí plantada en su asiento, sintiéndose una tonta, rogó cerrando los ojos a que su madre la llamara. Le darían un castigo pequeño y la mandarían a la casa, si, tenían que hacerlo. Después de todo acababa de cumplir los 18 años y aun no había abierto regalo alguno ni probado su tarta.

- Levántate y ve junto a tus primas – escucho la severa voz del pater familia.

Echándose a llorar, Andrea se levanto y tras desnudarse fue a hacer compañía a sus primas, en la fila hacia la zona de preparación. Su rostro perdió color al contemplar el espetón que sus primos llevaban en las manos hacia una gran carpa azul tras la zona. Dentro esperaban cientos de ingenios para celebrar aquella fiesta por todo lo alto, tal y como se llevaba haciendo cada vez que una de ellas celebraba su 18 cumpleaños.

- Es toda una experiencia – escucho que decía su prima Mel. Era la mayor de las cuatro, que esperaba pacientemente su turno en la fila. Tenia un cuerpo menudo y suave, de rostro pueril y maneras graciosas. Se podía notar que todo aquello la excitaba, pues a pesar del calor sus pequeños pezones despuntaban sobre sus senos.

Su prima Trisha la abrazo y le acaricio el rostro, para calmarla. Las dos se llevaban muy bien y se parecían mucho. Su abuelo siempre decía que tenían los mejores culitos de la familia, bien firmes y rosados. Eran mas rellenitas que sus otras primas, generosas en senos y caderas.

- Aaaaah – el agudo grito sobrecogió a la joven. Sobre una mesa, su tío Sebastián penetraba a su prima Elisabeth. La dulce pelirroja daba pequeños gemidos, mientras su tío la sujetaba por las caderas. Introduciendo la mano bajo su vientre busco proporcionarle el doble de placer, deslizando y frotando su clítoris. Elisabeth intentaba en vano luchar contra la vergüenza del espectáculo que proporcionaba, escondiendo la cara entre los brazos.

Trisha le explico a Andrea el motivo de aquel espectáculo. Proporcionar a la familia una grata diversión mientras se iban preparando en los asadores aquellas afortunadas que salieran elegidas. - Ya veras como Mel tiene razón y es toda una experiencia – le dijo, mientras sonreía dulcemente, envidiando en secreto a Elizabeth.

Su padre era el mejor candidato para estrenarse y su prima Liz se estaba llevando todo el placer por el momento. Elizabeth se sentía tan llena mientras aquel miembro empujaba dentro de ella, con el infame cosquilleo de su vientre dejándola indefensa a sus húmedas caricias. Había tonteado y se había besado en el pasado con algún que otro chico, pero ninguno supo hacerla sentir como el tío Sebastián. Su mano ejercía una feroz presión sobre su clítoris, haciendo que su respiración se descompasara junto a cada golpe de cadera.

- ¡Se esta corriendo, ya no puede mas! - la cantarina voz de Mel era símbolo de la delatora verdad de Elizabeth. Su cabeza arqueada hacia arriba, sujetos sus cabellos por el tío Sebastián para que su cara fuera vista por todos. El sonrojo mas que evidente de la muchacha, mientras sus ojos cerrados y su boca muda aludían a un potente pero silencioso orgasmo que la dejaba temblando bajo el cuerpo masculino.

Sebastián se retiro, sonriente hasta la mesa de las urnas. Una distinguía a las chicas que participan, la otra urna servia para ejecutar los juegos. Introduciendo la mano, removió las papelinas azules y extrayendo una la leyó en voz alta.

- Guillotina y vela – dijo con una sonrisa, mirando a sus hijos. Christopher y Murray se dieron un conciliador abrazo. Acababan de ganar una apuesta de 300 $, por haber acertado sobre quien acabaría en ella.

Estupefacta, Elizabeth se puso en pie mientras sus primos aseguraban la hoja de metal a un poste bien clavado al suelo. Cerca de este, se dispuso una vela de un palmo cuya lengua de fuego ardería despacio. La pelirroja temblaba visiblemente mientras se acercaba a su destino, se arrodillo sobre la tarima de madera y dejó que sus primos asegurasen su cuello sobre el cepo y sus manos a ambos extremos de la tarima con grilletes de metal. Aun seguía temblando cuando su primo Christopher le hablo.

- Tranquila, voy a hacer esto mas fácil para ti – empezando a masajear sus nalgas, decidido a hacerse con su culito, mientras su padre hacia pasar a la siguiente chica.

Samantha levanto la vista despacio para contemplar a su tío. El hombreton le sacaba casi dos cuartas de su tamaño. Ella era como Mel, pequeña y esbelta, fibrosa de carnes, una deportista de fondo, con piernas fuertes. Su pecho apenas crecido y sus caderas poco provistas la hacían inmerecedora de estar en la urna, pero su madre no le había visto mejor uso que acabar siendo carne para aquellas fiestas. Su tío Sebastián sabia que era una buena atleta y le fastidiaba que su madre no valorase las metas profesionales de aquella idea, pero bueno, la fiesta era la fiesta y su nombre había salido en la urna, había que cumplir.

- Puede que tengas suerte y saque una papelina de carrera – dijo de manera afectuosa.

Le caía bien la pequeña Samantha y la meta de la carrera siempre tenía un indulto. Ella le correspondió con un abrazo. Y poco a poco fue descendiendo hasta quedar de rodillas ante él, sujetando su miembro entre sus manos. Samantha espera que cuanto mas complacido estuviera su tío mas oportunidades tendría ella de que él tuviera alguna pista sobre la papelina adecuada. A veces la tía Margaret, su esposa, le chivaba alguna cosa si las chicas se comportaban adecuadamente.

Samantha fue apretando suavemente, desplazando las manos arriba y abajo sobre el tremendo falo, dejando que los suspiros varoniles guiaran su instinto a medida que pulia sus caricias acercando su boca. Un pequeño sendero de besos cubrió el camino, subiendo desde la base de los testículos, por su tronco, hasta su glande. Samantha le sonreía desde su lugar en el suelo, haciendo dos veces mas agradable aquella sonrisa juvenil. Pronto la lengua acudió al juego, deslizándose enrededor del capullo, humedeciéndolo, hasta acabar por engullirlo despacio en su boca. Sebastián suspiro con alegría apoyando una de sus manos en la cabeza de la joven, sin dirigirla, solo eran meras caricias agradecidas. La joven se estaba esforzando e incluso en el momento de correrse, trago hasta la ultima gota sin que el tuviera que forzarla a hacerlo.

Aquel gesto mereció el aplauso familiar y las sonrisas divertidas de mas de un miembro del sector masculino. Llegado el momento de sacar la papelina, como habriase esperado, la tía Margaret le susurro a Sebastián por donde andaban las carreras, aunque la exclamación fue general cuando se leyó “Escalera”. El tío Sebastián había errado por unos centímetros.

Samantha protesto por aquella injusticia y volvió a protestar cuando su primo Murray se la llevo a la zona donde la esperaba la “Escalera”. Samantha se congeló cuando vio una esbelta y redondeada punta de poste de acero casi tan alto como su pecho, plantado en el suelo delante de ella junto a una escalera de mano. Sin inmutarse, su primo y su tío, agarraron un barreño con aceite especial y comenzaron a embadurnarla con el mismo, desde el cuello hasta los pies. Este aceite era costoso pues una de sus propiedades era mutar el dolor en placer, pero siempre se conseguían muy buenos resultados con el.

Luego ataron sus manos por delante de ella, y Samantha tuvo que subir los escalones con los hombres ayudándola. Una vez llegado a la cúspide se encontró con la redondeada punta justo debajo de su entrepierna. Sebastián tuvo que pedir la ayuda de un voluntario para ayudar a sostener las temblorosas piernas de Samantha, mientras él dirigía a la muchacha con suaves golpes en sus nalgas. Samantha coopero con vacilación y pronto sintió la pronunciada punta de metal justo contra sus labios vaginales.

- Mmmmph – Samantha gimió, nerviosamente al sentir la estimulación del clítoris. Su primo Murray pensaba que sería mas fácil si ella estaba excitada. - Siéntate, imagina que es mi miembro – le dijo. “ Es fácil para ti decirlo ” pensó ella, sintiendo el enorme tamaño de aquella pieza estirando su joven sexo, acomodándose hasta sentirlo entrar unos cuantos centímetros. Samantha agradeció la dedicación de Murray, mientras pequeños golpes de dolor se iban transformando en placer a medida que el tío Sebastián la rebajaba sobre aquel falo.

Cuando Sebastián considero que ya era adecuado, retiro la escalera. Samantha abrió los ojos como platos, aterrada al sentir el vació bajo ella, apenas las manos de Murray a las que se aferro, mientras sus pies intentaban en vano hacerse de apoyo contra la barra, fallando y resbalando bajo el efecto del aceite. Su cuerpo entero se sobrecogió cuando el asador al no encontrar resistencia se hundió dieciocho centímetros mas dentro de ella. Samantha gimió profundamente mientras sus dedos se aferrados a la mano de Murray transferían con cada pequeño temblor, el impacto del metal sobre su cuerpo.

Con el tiempo la barra fue desapareciendo dentro de ella y Samantha se sorprendió a si misma, mientras sus pies rozaban el suelo, medio empalada en el asador y todavía muy viva. Sentía el extraño objeto dentro de su cuerpo, creando pequeñas descargas de dolor que el aceite y las manos de Murray convertían en placer. No sin cansancio levanto la vista hasta la mesa de su familia y contemplo como todos estaban mirándola sonrientes, lo que la lleno de un extraño orgullo y felicidad. Consiguió devolverles la sonrisa, incluso mientras el tío Sebastián introducía una bayoneta con forma de falo en su aceitoso ano, fijándola luego al asador.

- ¿Ya estas lista para irte? - pregunto dulcemente su tío, colocando sus manos sobre su hombro y su cuello.

Cerrando los ojos ella se concentro en cabalgar la barra, retorciéndose y gimiendo, descubriendo que podía alzarse y deslizarse un poco en la barra, suavemente. El orgasmo retumbo dentro de ella, mientras su primo Murray lamia ávidamente su sexo y el tío Sebastián le concedía unos segundos de margen antes de empujar su cuerpo hacia abajo por ultima vez, logrando que abriera la boca justo cuando el asador coronaba la salida, junto a su ultimo aliento... CONTINUARA