El cumpleaños

Sexo interracial

EL CUMPLEAÑOS

"Pero ¿Que es una mujer? -Uno de los más agradables errores de la naturaleza"

Cowley, Malcon H. (1763-1847)

El barco que hacía la travesía Almería-Nador  empleaba unas seis o siete horas en hacerla si el tiempo acompañaba.  Desde la proa un pasajero dejaba que los aires frescos de la madrugada le hiciesen olvidar los terribles calores pasados solo una horas antes. Mientras, se tomaba una naranjada fría traída del bar del transbordador.  Faltaban unas tres horas para que amaneciese. Maximiliano precisamente aquel día cumplía treinta y ocho años.  Para celebrarlo no se le ocurrió otra cosa que llamar a un antiguo socio que vivía en Nador para decirle que allá lo celebrarían los dos como lo hicieron otras veces.  Las celebraciones que hacían en el país magrebí siempre se trataba de lo mismo. Tirarse a alguna de aquellas moritas que la mayoría de las veces no tenían más de dieciocho años. Tantas habían que era muy difícil el escogerlas de tan bonitas como eran.  En su mayoría al estar muy cerca de Melilla, casi todas hablaban castellano.  Lo que para su amigo y ex-socio era una gozada.  El tener amantes tan jóvenes para Maximiliano no lo era tanto.  A este le gustaba más las mujeres con cinco o diez años más que él. Pero su amigo, siempre le decía que las de aquella edad en estos países islámicos eran ya viejas.

cuando el transbordador atracó en el muelle su amigo acompañado por tres preciosas criaturas lo esperaba tan solo al pasar la aduana. Las chicas le saludaron efusivamente aunque en público se guardaron las formas.  Todas ellas vestidas a la europea. Todas ellas unos bomboncitos.

El apartamento en dónde vivía su amigo no tenía nada que envidiar a los del mundo occidental. Allí aunque hubiese gente que no comía ni lo imprescindible,  los que tenían dinero vivían como dioses.  Aquellas chiquitas sabían que al lado de los europeos no les faltaría nada. Ellas solo tenían que poner sus rasurados chochito o bien sus culitos, los cuales ya tenía preparados para recibir visitas, aunque a veces les hiciera daño.  Ellas pobrecitas, si querían casarse con un nativo siendo vírgenes no tenían otra solución que dejarles su culito para que gozasen.  En las que ya no les importaba lo de la virginidad, eran las que trataban con los extranjeros, a éstas les era igual por qué cueva les entrasen.  Todo y con ello a la hora de la oración todas se arrodillaban encima de la alfombra rezando a Alá, fuese en casa o en cualquier otro sitio.

En un supermercado cercano dejaron que ellas hiciesen las compras de lo que más les apeteciese.  El tenerlas contentas era muy importante para que después follasen más y a gusto.

La celebración cómo fue al gusto de ellas consistió en un surtido de pizzas que según el ticket venían de Italia. El queso que dijeron que les gustaba mucho era el "capricho de los dioses", este francés.  El champán allí no se vendía pero el amigo de Maximiliano en casa tenía varias cajas. No que también compraron unos bistecs que no cabían en la mano. En aquel país,  estos solo los compraban los más adinerados, que eran minorías.  Los demás y no todos, pollo y pavo.  El comer aquellos bistecs para ellas si fue una fiesta. El Champán muy a regañadientes lo fueron tomando hasta que tanto les gustó que se pusieron cachondas.  Tan pronto como llegó la hora de la cama Maximiliano con una de ellas ya tenía bastante.  Con ella se fue a la habitación dejando a su amigo con las otras dos hijas de Alá.

Entre recesos el bueno de Maximiliano le dijo a su pareja que él prefería a mujeres mucho más mayores.  Qué con ellas tenía la impresión de tirarse a una hija. La chica le dijo que en cuanto se fuesen lo llevaría a su casa y conocería a su madre. La chica le dijo que esta era viuda que tenía cuarenta y tres años y desde hacía más de diez que la pobre en aquel país difícil tenía encontrar quién la follase.  Así claramente la oferta de jovencitas era tan grande que las mujeres mayores ni encontraban con quién casarse, ni incluso llevarse a la cama, aunque fuese por una noche.  Claro que el motivo estaba en qué cualquier vecino podía complicarte la vida si lo denunciase.

Cuándo a las 10 de la noche acabó la fiesta Maximiliano se despidió de su amigo diciéndole que se iba con la chica y que ya lo llamaría.  Para llegar a la casa de ella tuvieron que cruzar la parte antigua que se componía de cientos de estrechos callejones con olores de lo más variado y a aquellas horas cruzándose con los más extraños personajes de aquella parte, que en muchos casos, daban un cierto miedo.  Por una estrecha escalera de un edificio que debía de tener cientos de años, llegaron al segundo piso en donde la chiquita vivía.  La madre que ya sabía, por qué la había llamado por el móvil, les abrió la puerta haciéndolos pasar.  La chiquita los presentó. Todo y siendo gente humilde, su trato era exquisito.  Según le dijeron ellas tenían además del idioma, la cultura francesa. Se les notaba. Sentados en una mesa, fue la hija quien trajo una tetera con un té más que caliente. Allá dijeron que era la costumbre.  Sí la chiquita era preciosa y bien proporcionada, la madre muchísimo más. Al estar en casa y llevar menos ropa se le podían ver unos prominentes pechos y un trasero robusto y saliente como las mujeres del otro lado del atlántico. Para el gusto de Maximiliano aquella Hembra era lo que siempre había soñado. Cálida, con cabellos negrisimos y largos y unos labios como fresones.  Sus ojos parecían sacados de un diamante, su cintura más bien algo ancha pero en consonancia con su hermosísimo y relleno culo.

Maximiliano intuyó que aquella hermosa mujer sería suya. cuando sus miradas se cruzaron en los de ella creyó ver el deseo de pertenecer.

-¿Se quedará con nosotras esta noche?-le preguntó la dama.

-Si ustedes lo desean si que lo haré. -contestó este.

-¿Preferiría quedarse con mi hija, o en mi cama?-Le dijo sonriente está.

-Sin duda madam que usted lleva todas mis aspiraciones.

-Las chicas jóvenes las siento como si fuesen hijas.

-La habitación sin ser grande estaba exquisitamente amueblada, se notaba la mano de una persona con gusto y personalidad.

Cuando ella quedó totalmente desnuda frente a Maximiliano éste no dudó en decirle que era la mujer más bella que nunca había conocido.  Ella acercándose a este también desnudo le  Confío que no creyese que era una cualquiera.

  • Aquí no es como en el mundo occidental. -Le dijo ella mirándolo amorosamente. -  Si mi hija hace lo que hace es porque el salario que generalmente  cobran en un supermercado no supera los ciento cincuenta euros al mes y las cosas aquí son igual o más caras que en Europa.  Yo solo trabajo tres días a la semana y aún así gracias.  Chicas jóvenes para trabajar las hay a miles. Yo ya no soy tan joven. En realidad casi una vieja. -  Le dijo ella con los ojos húmedos por la tristeza.

Maximiliano la abrazó tiernamente queriéndola consolar. Al abrazarla comprendió que aquella mujer necesitaba mucho... Muchísimo amor.

Ya debajo de las sábanas ella lo abrazó con ternura como si quisiera amar y ser amada.  Sus labios se posaron en los de él con un casto beso de seres enamorados.  Después ronroneando como una gatita feliz se subió encima y cogiendo su príapo se lo encaró en el rasurado chocho.  Maximiliano muy lentamente se fue introduciendo hasta que le quedó enteramente dentro. Fue ella la que sintiéndolo en sus entrañas empezó a mover su culo en un principio muy suavemente.  Maximiliano la dejaba hacer por qué el poco que ella sentía se lo transmitía a él.  Poco a poco ambos fueron subiendo de revoluciones hasta plantarse a un galopado sin freno.  El estremecimiento de ella le indicó que había llegado a un profundo orgasmo.  La noche acababa de empezar, ambos abrazados entraron en un profundo sueño. Ella de cuando en cuando lo apretaba un poco como si temiese que la dejase.

Ya de madrugada y antes de que Maximiliano despertase ella bajó su mano hasta su príapo para después bajando su cuerpo se lo puso en la boca.  Maximiliano despertó cuando este se puso en erección. La mamada que ella le pegó no recordaba que nunca nadie se la hubiese hecho. Con sus labios y su lengua lo pusieron al borde del clímax.  Ella esperó a que le llenase su boca.

Cuando ya amanecía fue ella quien puso su chocho en la boca de él mientras otra vez la emprendía con su príapo.  Esté poco tardó en ponerse tan duro como el mármol. Mientras maximiliano mentía sobre ngwa al fondo de su vagina hurgando la ella bajó un poco su cabeza llegó a ponerle la lengua en su cueva trasera. Sí el bueno de Maximiliano gozo inmensamente, ella con la lengua de él dentro del chocho se corrió como una colegiala.  La guinda del pastel llegó cuando ya eran las ocho de la mañana. La Dama se puso de rodillas encima de la cama para que el macho le clavarse en su exuberante culo su dura polla.  Durante los dos siguientes días, de aquella habitación no salieron ni para comer. La pasión los devoraba. Fue al tercero cuando la puerta se abrió y aquella gozosa hija de Alá le dio a su hija que se irían para españa con su invitado.   Un mes después y ya instalados en la península tanto la madre como la hija además de hacerle caso a Maximiliano en quitarse las largas ropas del mundo islámico se dejaron crecer sus vellos púbicos.  Sabían que a éste le gustaba muchísimo. El día que la hija de Alá y madre de aquella preciosa hija, se fue de compras al mercado, tanto Maximiliano como la chica aprovecharon para inaugurar el peludo bosque de ella.  Quizá fuese una coincidencia que en aquel momento la madre con una preciosa zanahoria en la mano, casi tan grande como la de Maximiliano, preguntar al tendero a cómo las vendía.

FINE