El cumpleaños 38 de Susy

Acababa de cumplir 38 años, se sentía más sexy, más guapa y más deseada que antes; ahora sólo deseaba sentirse poseída y penetrada por una virilidad que la llenara, imaginaba en su caliente mente lo que podía pasar en la tarde después de la comida, pero esa mañana iba a tener un ardiente encuentro

El último movimiento de su mano surcó por el aire para deslizarse entre su cabello canoso y así delinear perfectamente, como a él le gustaba, la partitura y no dejar un cabello fuera de su lugar;  al tiempo que decía:

-          Me hubiera gustado mucho no salir este fin de semana mi amor, pero ya ves; mi madre y tú no se pueden ver y cumplen años el mismo día.

-          Lo sé mi vida, dijo melosamente Susy, pero bueno, en realidad mi cumpleaños fue ayer pero como tu madre sabe cómo “amolarme” mi fin de semana se le ocurre celebrarlo mañana.

-          Pero, bueno, dijo Carlos, también tiene su lado bueno, si lo hubiera celebrado ayer me hubieran puesto entre la espada y la pared, así ayer la pasé bien contigo y mañana con mi madre, pero ya sabes que el trayecto es largo y prefiero manejar de día, así duermo allá y mañana estaré fresco para la fiesta.

-          Si es mejor mi amor que manejes de día. Lo que me entristece mucho es que te lleves a mi niña, pero bueno, dijo al tiempo que exhalaba un suspiro, entiendo que tiene que ver a su abuela. Sabes? Le dijo Susy a Carlos de manera muy cariñosa como buscando no despertar en él ningún asomo de sospecha, voy  a comer con mis amigas, Mary y Viky también quieren festejar mi cumple.

-          Y a dónde irán? Preguntó Carlos, un poco para descubrir si había alguna intención de su esposa por disfrutar su cumpleaños de otra manera, quizá alguna no muy convencional, ya que, además, ambas compañías no le gustaban, Viky estaba separada de su marido y se le conocían varias andanzas , y en cuanto a Mary, pues aún cuando tenía marido, algunos de los amigos comunes se ufanaban de haberla llevado a la cama.

-          No lo sé, dijo Susy, me dijeron que me llevarían a comer a un restaurante muy bonito, dicen que me gustará mucho… mientras en su imaginación recorría palmo a palmo los espacios de aquel bello restaurante que días antes había conocido centrándose en la varonil figura de Jorge y que la hacía estremecer en su interior, sintiendo al mismo tiempo humedecer su depilada concha como si un chorro de fluidos ardientes bajaran para bañar  esa divina vulva.

Tomó su bata de seda roja y envolviéndose en ella para cubrir así su cuerpo pues acababa de levantarse y sólo vestía el short de su pijama ya que le chocaba dormir con ropa, puesto que decía le incomodaba mucho,  y claro, al mismo tiempo buscaba provocar en su marido el deseo de poseerla, pero tal parecía que a Carlos, eso no le importaba mucho.

Salió acompañando a su esposo llevando a su nena en sus brazos, se despidió de ella llenándola de mimos y besos, la depositó en el asiento trasero colocándola en su silla de seguridad. Volvió con Carlos y de manera amorosa se despidieron.

El carro desapareció y cuando estaba a punto de volver al interior de su casa vio una figura juvenil acercarse por la esquina de la calle. Era Manuel, quien aprisa se acercaba por la calle. Manuel vivía al fondo de la calle Brisas. La casa de doña Susy la marcaba el número 29. Cubriéndose con las manos cruzadas alrededor de sus pechos. Susy esperó a que Manuel llegara junto a ella; lentamente bajó un poco los brazos para mostrarle al joven el surco que marcaba el nacimiento de sus hermosos y mamables pechos, aquellos que meses antes habían sido saboreados y mordisqueados tanto por Manuel como por “el chino”.

-          ¿a dónde vas corriendo “m’ijo”? Le dijo doña Susy.

-          Hola doña, le contestó el muchacho, buen día, pues mi mamá, dijo, como quejándose, que me pidió unas cosas, y las quiere rápido, y ya ve usted como es ella.

-          ¿regresas? Le dijo doña Susy, tengo un trabajo que necesito que alguien me ayude, remató, y que al ver al chico y recordar el tamaño de su virilidad así como la dureza que en su momento la penetró fuertemente, sintió que el calor bajaba desde sus pechos hasta su depilada entrepierna para juguetear con su clítoris durante unos segundos y bañar en chorros calientes su, ya de por sí, jugosa vulva.

-          No lo sé, dijo el chico, causando con ello el desencanto de la señora, mi mamá está insoportable ahorita y cuando se pone así no hay quien la aguante, remató el muchacho.

-          Bueno, dijo con sumo pesar doña Susy, me hablas o me mandas un mensaje si puedes o si no, para saber, si? Y abrió un poco más la bata para mostrarle al chico lo que le esperaba.

Se encontraba sumamente caliente. Ella no lograba explicarse porque un chico de esa edad, adolescente, podía ponerla así, minutos antes pensaba en lo que podía ocurrir en la tarde, con Jorge, el restaurantero, pero su calentura no era tanta, pensando en Jorge sentía que podía controlarse, pero al ver al chico se sumía en un profundo y oscuro laberinto de deseos insanos, sentía abrasarse cuando veía sonreir a Manuel y los dos “hoyitos” que en su mejilla se formaban, hacían que se derritiera. Tal vez, tratando de justificarse, pensaba, era la poca atención que le brindaba su marido. Ella hubiera deseado la noche anterior que la poseyera, pero él llegó muy cansado y se durmió muy pronto. Había dormido desnuda y tocando su ardiente intimidad se penetró con dos y hasta tres dedos, pero el fuego la seguía consumiendo. Nada era comparado con sentirse poseída por una virilidad gruesa y dura, no tanto como larga, le gustaban más bien gruesas, que rozaran cada centímetro de los pliegues internos de su vagina; sintiéndose amada y deseada, sentirse rodeada de unos brazos fuertes y varoniles, experimentar el placer cuando era recorrida por unos labios húmedos y calientes en cada milímetro de su también ardiente y temperamental piel.

Vio como el jovencito desapareció en el patio de su casa. Cerró tras ella el portón del garaje y se dispuso a tomar un baño al tiempo que se despojaba de su bata quedando únicamente en el short de su pijama. Se miró al espejo, lo que vio le gustaba. Sus senos aunque medianos tenían un tamaño bastante aceptable, además eran la parte más sensible de su piel. Los rayos cálidos del sol que penetraban por el domo de acrílico se posaban en su piel desnuda haciéndola sentirse viva y deseosa de experimentar en su cuerpo esa llama que la consumía poco a poco. Lentamente se quitó el short, se observó con detalle, se cuidaba lo suficiente para que a sus 38 años luciera mucho mejor que una jovencita de, quizá, 20 años. El tiempo que pasaba en el gimnasio mostraban que valía la pena. Se metió a bañar, sintió resbalar por toda la extensión de su voluptuoso y pecaminoso cuerpo el agua tibia que la reconfortaba pero al mismo tiempo la excitaba más al imaginarse junto a ella a algún hombre dispuesto a apagar esa hoguera de pasión que parecía enfermarla. Escuchó a lo lejos el timbre de su celular anunciando un mensaje de texto. Se tomó su tiempo mientras su corazón se aceleraba al imaginarse que era “Manú”, como ella le decía, y más se excitaba al pensar que este le escribía que pronto iría a su casa. Su cara denotó tristeza, cuando aun con la toalla en la mano izquierda y otra envuelta en su abundante cabellera, tomaba el celular para leer:

-           “no puedo ir, mi mamá sigue muy enojada”

-          Te puedo llamar?, le preguntó ella, mediante otro mensaje de texto

-          Sí,  me salgo al patio háblame, respondió el joven.

“de verdad no puedo ir” se escuchó del otro lado de la línea, “mi madre está muy molesta, no sé lo que le pasa”… “mmm, dijo Susy, si supieras como estoy, no te lo perderías” en un tono por demás cachondo y lleno de putería.

-          hay un amigo que puede ir a tu casa, si tú quieres, dijo Manuel.

-          ¿cómo? No entiendo, dijo Susy como no queriendo aceptar que Manuel sabía para qué lo quería ella en su casa.

-          Sí, le dijo él, Toño, vive en la otra calle, es de mi edad y una vez me platicó algo parecido, a lo que hubo entre tú, “el chino” y yo, me dijo que fue con una señora pero nunca me quiso decir quien fue. Tú dices si le habló.

-          ¿Y tú le dijiste algo de lo que pasó entre nosotros? le preguntó doña Susy, mientras su corazón se aceleraba a mil por hora mezcla de excitación y nerviosismo; sintió incluso que sus palabras temblaban.

-          No, no… afirmó el chico, a nadie le he comentado una sola palabra de lo que hemos hecho.

-          Mmm.. no ubico al tal Toño, no sé quien sea, y no me gusta meter desconocidos a la casa; dijo doña Susy buscando como justificar que lo había hecho con él por una cuestión del momento, pero que no era una mujer fácil que se acostaba con cualquiera.

-          Sí lo has de conocer, de hecho le dicen el “negro” igual que a su papá, luego juega fútbol con nosotros.

-          Está bien, dile que venga; y sólo acepto porque de verdad quiero que alguien me ayude con este trabajo, dijo la señora, mientras su mente ubicaba perfectamente al “negro” igual que a su padre, quien cada vez que tenía oportunidad no dejaba de devorarla con la mirada, aunque nunca le había dicho nada. La sola imagen de Toño hizo que se derramara más, de hecho le gustaba más que Manuel, se veía más hombre, más atrevido, más vivido.

-          Ok, le dijo Manuel, yo le digo que vaya, cortando así la conversación, en tanto  a lo lejos se oía la voz de su madre llamándolo a los quehaceres de la casa.

-          Bye, dijo doña Susy, al tiempo que oprimía la tecla de “fin” para terminar la llamada.

Vio el reloj en su celular. Eran las 9:27 de la mañana. ¡¡¡Ufff!! Dijo, en voz muy baja, falta mucho para la comida y yo quemándome tan temprano, se sonrió. Buscó en su guardarropa un vestido corto, le llegaba a media pierna, se lo puso encima sin ponerse ropa interior. No sabía lo que pasaría pero estaba demasiado caliente. Se fue a la sala, y en una búsqueda rápida para pasarse ese calor que la sofocaba, oprimía con celeridad el botón de los canales de televisión sin que sus ojos, y mucho menos su mente, estuvieran concentrados en observar lo que las imágenes proyectaban. Sólo sentía el calor que le humedecía su depilada entrepierna, aprisionaba una pierna contra otra como deseando saciarse con ello, sabiendo que era imposible.

El “ding-dong” del timbre de su casa la sacó de sus fogosas cavilaciones, botó el control de la televisión sobre el sofá y prácticamente corrió a abrir la puerta. Ahí, parado frente a ella estaba “Toño”, moreno, muy moreno, pelo largo algo encrespado, traía una camiseta negra sin mangas y un short deportivo amplio pero no muy largo, de esos que son de tela muy delgada y que tienen un calzón por dentro, cuya tela es muchísimo más delgada; calzaba unos tenis de moda. Susy miró hacia ariba, era alto, incluso más alto que su marido, tal vez alcanzaría los 1.70 o quizá algo más, en tanto ella con sus 1.55 m, se sentía bajita comparada con él. Se quedó como embobada, sí lo había visto de lejos y aunque había, en algún momento puesto los ojos en él, no había logrado hacer contacto, ni siquiera visual, es más llegó a pensar que ni siquiera vivía por la colonia. Su cuerpo tapaba la entrada en tanto sus ojos recorrían los musculosos brazos, propios de la juventud y adolescencia de quien tenía enfrente. Sintió los ojos posarse en el valle de sus senos

-          Hola buen día, le dijo “Toño”  rompiendo con ello las evaluaciones que hacía del joven, quien al parecer aprobaba sin algún problema sus índices mínimos de exigencia.

-          Perdón, dijo doña Susy, pasa, tú eres “Toño” verdad? Lo dijo más para romper el hielo que para asegurarse, pues en cuanto lo vio confirmó que era el mismo chico que se reunía en la cuadra a jugar con los demás vecinos.

-          Sí, dijo “Toño” con voz grave, característico de la adolescencia y que denotaba el cambio en su timbre. “Me habló Manuel, que usted necesita que la ayude en algunas cosas de su casa” dijo como vacilante, pues veía que la señora como que no atinaba el motivo de su presencia.

-          Sí,.. sí… claro; perdón pero no te esperaba tan rápido. Necesito unos trabajos y como él me ha ayudado en otras ocasiones pues le pedí ayuda pero resultó que no podía, y me dijo que quizá tú me podrías ayudar en algo.

“Me llamo Susy” dijo extendiendo su mano derecha, “yo Antonio”, dijo el joven “aunque todos me dicen ‘toño’, bueno en realidad me dicen más ´negro´” dijo entre risas. Ella también sonrió, sin hacer más comentarios pues en ese momento ignoraba si dicho apodo molestaba al joven. “pasa.. pasa” repitió Susy un poco nerviosa aún. Pasaron a la sala. Se aseguró de cerrar bien tanto el portón que daba a la calle como la puerta de su casa. Puso seguro por dentro, sin disimular cierto nerviosismo que le daba la excitación que sentía. “qué curioso, pensaba, soy una mujer adulta y me pongo como adolescente, y él, uf! parece el adulto” y se sonrió.

-          Siéntate, el dijo, con voz de mando, necesitaba recuperar la confianza y seguridad en ella. Ella era la persona adulta.

-          Sí, gracias, dijo el joven. En tanto sus ojos se posaban en la pantalla de la televisión, doña Susy se sentaba en el seat love; ¿estaba viendo esa película? Le preguntó mientras sus ojos recorrían desde los muslos descubiertos de la señora hasta sus ojos para descubrir si la respuesta que le daría era cierta. Era un joven que a pesar de su corta edad mostraba mucha seguridad en él mismo.

-          No… no… tartamudeó un poco doña Susy, y cruzando las piernas afirmó, antes que llegaras estaba viendo qué había en la tele, y cuando tocaste se quedó en ese canal, no estaba viendo algo en especial.

-          Se llama “un embrujo”, dijo el joven, mientras en la pantalla el padre golpeaba a Eliseo de manera brutal y debido a la intervención de la madre del niño, éste salía corriendo. Yo la tengo en dvd, si la quiere ver se la presto, dijo Toño.

-          Está buena?, preguntó Susy, fingiendo así que no la había visto cuando en realidad sí sabía de qué trataba dicha película.

-          Sí, si… dijo toño, de hecho yo la veo seguido, la película seguía corriendo en la televisión y cuando Eliseo –protagonista de la película- llegaba a casa de la maestra, doña Susy se mostró algo nerviosa pues sabía que se avecinaba.

La película prosiguió y el silencio reinó ambientando un espacio entre incómodo pero cachondo, cuando la maestra y su alumno aparecían acostados juntos en la misma cama, y más aún cuando el chico de la película empezaba a secar, con sus dedos, las lágrimas de la maestra y empezaba a acariciarla de manera tierna pero más que evidente, caliente y con intención de lograr algo más. Ninguno de los dos dijo algo cuando el chico levantándose de la cama se fue acomodando entre las piernas de la madura maestra, quien se abría para recibirlo sin reparos.

Susy volteó hacia “Toño” quien mostraba una erección más que evidente y que debido al short deportivo que vestía, la tela no mostraba ninguna resistencia para dejar que su pene se levantara fuerte y alto, apuntando directamente hacia el techo de su casa. La señora sintió un leve pero ardiente cosquilleo en su depilada y húmeda vagina, un cosquilleo caliente, suave pero rico, muy rico. Toño se dio cuenta que ella, de manera disimulada, se había dado cuenta de su tremenda erección, realmente él estaba muy caliente. La película lo excitaba mucho. En diversas ocasiones la veía en su casa y casi nunca terminaba de verla porque era tanta su calentura que terminaba masturbándose justo ahí en la escena que acababa de verse en la televisión.

El tamaño que mostraba el pene erecto de toño estaba poniendo demasiado caliente a Susy. Ella tenía un plan para seducirlo, pero todo parecía indicar que ya no sería necesario. Era un plan, quizá un tanto ingenuo pero que ya le había resultado en otra ocasión. Susy se puso de pie y contoneándose más de la cuenta se dirigió a la cocina.

-          Te ofrezco algo? Le preguntó, tal vez un café, agua, refresco o algo que se te antoje? Dijo, insinuándose un poco para ir tomando confianza en ella misma. Necesitaba recuperarla. No era posible que ese joven la pusiera así. Caliente y deseosa de ser penetrada lo aceptaba, pero no insegura.

-          Un refresco doña por favor.

-          Ven, tómala toño, le dijo al tiempo que le servía en un vaso la refrescante bebida.

-          Mmmm… perdón doña Susy, pero no puedo pararme, le dijo, me lo puede traer? Preguntó con cierta pena, mientras su falo seguía apuntando de manera dura y directa hacia el techo de la casa de la bella señora.

-          Jajajaja… rió la señora, no me digas que esa película te pone así? Sin dejar de manera lujuriosa el bulto que se alzaba desafiantemente erguido por debajo de la delgada tela del short azul deportivo.

-          La verdad sí, dijo toño, con aplomo, a mi siempre me han excitado las mujeres maduras; y la relación entre ese chico y su maestra me pone a mil.

-          No olvides que es una película “m’ijo”, asintió, y eso no pasa en la vida real, afirmó para saber qué decía toño y no porque ella así lo creyera.

-          No se crea doña, dijo con seguridad el “negro”, yo podría decir que sí pasa, afirmó sonriendo de manera descarada y mirando fijamente el candente y hermoso cuerpo de doña Susy, quien de manera discreta caminaba rumbo a él con los dos vasos de refresco en sendas manos.

-          No me digas que tú tienes experiencia en esas “cosas”, preguntó Susy con cierta morbosidad, al mismo tiempo que quedada parada frente al joven extendiendo su mano para que este tomara su refresco.

-          Sí, sólo atinó a decir el chico, al tiempo que tomando el refresco, de manera instintiva se sobó su duro miembro para endurecerlo aún más, cosa que no pasó desapercibida para Susy.

-          Cuenta, le dijo la hermosa y deseable señora, quien tomaba asiento al lado de Toño cruzando una pierna debajo de la otra para quedar de lado viendo así al joven y con el vaso de refresco en su mano derecha, sus ojos se posaban sobre la cabeza del pene cubierta por el short y bajaban hasta los huevos que no veía pero se imaginaba igual de duros como lo que se insinuaba bajo esa tela, y que parecía saltar un poco más ante sus ojos cuando la mano izquierda del “negro” soltaba su dura verga.

... continuará...