El cumpleaños 38 de Susy. El final corregido.

Llegaron a “El Venado” todo estaba oscuro y sintió cierto temor, sin embargo el calorcillo que sentía subir a lo largo de sus piernas para entretenerse en sus labios más hermosos y que lucían perfectas con el corte con el que se había depilado su lindo pubis, la hacían olvidarse de aquellos temores.

El sol ya alcanzaba bastante altura y bañaba con su luz toda la casa, era casi verano y el nuevo horario adelantaba una hora más a las manecillas de todos los relojes, y mientras Carlos servía el jugo de naranja en el vaso medio vacío de su esposa, le preguntó sin ocultar sus sentimientos, y mirándola fijamente a los ojos:

¿Quién te vino a dejar anoche?

Ella le sostuvo la mirada, tenía demasiado camino recorrido y vasta experiencia para dejarse amedrentar ante una pregunta, aunque fuese su marido quien se la estuviera haciendo.

“Jorge, un amigo de Sylvia” le contestó, y en un ademán para restarle  importancia tanto a la pregunta como a la persona a quien se refería su marido, que estaba muy lejos de sentir, le devolvió la palabra a Carlos envuelta en una tierna pregunta:

¿Cómo estuvo mi nena ayer por la tarde? y con un grácil movimiento acarició suavemente la barbilla de Dana, su hermosa beba de solo 5 años, mientras sus ojos se posaron en los oscuros ojos de Carlos.

Estuvo muy bien, contestó él, de hecho creo que me extraña más a mí que a ti; remató.

Susy solo sonrió, y se dirigió al lavatrastos para dejar su plato y vaso, sucios.

Él retomó el tema de la noche anterior, “Sí él es amigo de Sylvia, ¿por qué no venía ella con ustedes?” preguntó sin desear ocultar su molestia y aquellos celos que lo carcomían; “además tú no me habías dicho que Sylvia iría a tu comida, me habías dicho que iría Viky, no Sylvia” terminó la frase con un dejo de desagrado.

Susy se volteó, descansando parte de su cintura en la barra de la cocina, aquella delgada y suave cintura que una noche anterior fue estrujada y manoseada por las manos extrañas de aquel caballero maduro; miró fijamente a Carlos, su marido, mientras sus manos expertas anudaban la cinta de la bata que traía encima, como queriendo ocultar aquellas partes que habían sido deliciosamente profanadas, solo unas horas antes, por las palmas ardientes de Jorge, pero dejando al mismo tiempo parte de su muslo izquierdo descubierto por donde los labios lujuriosos de aquel furtivo amante la habían recorrido, escalando peligrosamente hasta la unión íntima de sus extremidades inferiores y hurgar en su íntima y caliente cavidad. Se acercó lentamente a su marido sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos al tiempo que movía graciosamente su cabeza, como quien no cree lo que está escuchando y en compañía de una sonrisa irónica y tierna le dio un beso suave a su marido mientras le decía:

¿Acaso estás celoso, bebé?, no puedo creer eso .

Sylvia no vino con nosotros -continuó sin dejar espacio para la respuesta de Carlos- porque tenía que ir muy temprano por su hijo y quería descansar un rato, le dijo, además, prosiguió , sí te dije que Sylvia iría, solo que como siempre no prestas atención a mis palabras … es más, asintió fingiendo una molestia que estaba lejos de sentir, se supone que tú ibas a ir con tu mamá y al final te regresaste cuando ya ibas en camino.

¿O sea que estuvieron ustedes tres nada más?, pensé que su hijo estaba en casa, pero ya veo que no; dijo Carlos con cierto enojo que ya se notaba en sus palabras, a pesar de ser él, un hombre ecuánime.

Susy lo escuchó, y mientras su perversa mente ideaba qué responderle, el solo recuerdo de Jorge fue suficiente para encender su piel mientras su memoria evocaba las horas anteriores…

Dejaron a María a la puerta de su casa, esperaron a que la abriera y desapareciera tras cerrarla. Sylvia era muy celosa con su auto, no dejaba que nadie lo manejara, aunque Jorge se había ofrecido para ello, como todo un caballero, ella simplemente lo mandó al asiento de atrás. Susy tuvo toda la intención de pasarse con él, pero Sylvia con la mirada se lo impidió.

Eran las once de la noche cuando Sylvia les dijo: voy a descansar, mañana debo ir muy temprano por mi hijo y quiero estar en condiciones de hacerlo; se quedan en su casa.

Susy se alegró enormemente de ello, no lo había pedido ni siquiera se lo insinuó, posiblemente su amiga lo dedujo o era realidad lo que planteaba, sin embargo le rogó -falsamente por supuesto- que no fuera así, que se quedara un rato más pero Sylvia era como ella, cuando algo estaba decidido no había marcha atrás. Jorge solo estaba a la expectativa, y finalmente dijo: Sylvia, si no te molestas prefiero invitar a Susy a cenar y de ahí la llevo a su casa y volviéndose hacia esta, le preguntó:

¿Podemos dejar tu carro acá? Pido un taxi, vamos a cenar y después te llevo a tu casa, ¿te parece?

Sí, excelente ; dijo Susy quien solo estaba esperando una invitación como esa para escaparse con aquel hombre que la subyugaba enorme y ardientemente. Sylvia, dijo Susy, si te llama mi marido dile que estoy dormida y que ya llegaré a casa más tarde.“Claro amiga!” respondió aquella y mandando un beso a través del aire, se despidió de ambos.

Llegaron a “El Venado” todo estaba oscuro y sintió cierto temor, sin embargo el calorcillo que sentía subir a lo largo de sus piernas para entretenerse en sus labios más hermosos y que lucían perfectas con el corte con el que se había depilado su lindo pubis, la hacían olvidarse de aquellos temores que desechó rápidamente. Imágenes se agolparon en su cabeza… tenía escaso 20 años, Rojas, su profesor de Economía ya la había compartido con uno de sus amigos de él, y esa noche la iba a servir  como cena…

Aquel, el de hacía casi 20 años, no era un restaurante grande. Cerca de 10 a 12 mesas. Esta era la primera vez que ella iba. El dueño, amigo de su profesor, un caballero alrededor de los 55 años, hombre pulcro, formal, que si bien no era guapo, para su edad estaba muy conservado y, era del tipo de hombre que agrada a las mujeres, simpático y muy agradable en su plática. Susy se veía a sí misma…Él se acercaba a ella, y como un caballero le ofreció su mano y la condujo al centro del restaurante. A la distancia que ellos estaban, el profesor Rojas quien no veía con mucha claridad, distinguía las siluetas, pero la luz no era lo suficientemente fuerte para dejarlo ver con nitidez… la música era suave, él la atrajo hacia su pecho, con una mano en la de ella y la otra entre su cintura y su cadera, estaba seguro que los cinco tequilas que ella había tomado y la cercanía de su profesor como espectador, la tenían muy inquieta. Ella se dejó tomar de la cintura, recargó sus pechos en él, y su cabeza quedó reclinada entre el pecho y el hombro del dueño del restaurante.

Rojas tomó un cigarro, lo encendió y se dispuso a tomar un tequila más. Susy lo tomó de la nuca y lo acercó a sus labios, fundiéndose en  uno solo. Él la levantó suavemente, ella se sentó en la silla quedando frente a frente. Separó un poco sus piernas, para que entre las suyas cupieran las de…no recordaba el nombre... en un momento se paró frente a él, aquel hombre tomaba ahora su lugar en la silla, con las piernas abiertas Susy se dejó tomar de la cintura, en tanto que ella repegaba su vientre en su boca.

Poco a poco fue levantando su blusa, para sentir con sus dedos el calor y la humedad de la piel de ella. Él también se paró, volvió a fundirse en sus labios. Susy caminó hacia atrás hasta que sus nalgas chocaron con la mesa donde unas horas antes habían cenado. Se fue sentando poco a poco. Sus labios no se separaban, eran dos labios fundidos en uno sólo. Se separaron dulcemente.

Él jaló una silla, se sentó, en tanto que ella abrió ambas piernas para descansarla en los hombros de… su nombre no importaba…él fue acercando sus labios para recorrer suave y ardientemente los labios inferiores de ella, sólo hizo a un lado su diminuta tanga, para rozar primero, y luego succionar en un ósculo las mieles de esa ardiente mujer, casi adolescente, y aspirar los aromas de Susy, estuvo deleitándose ahí durante mucho tiempo, y ella gozosa solo volvía la cabeza hacia atrás lo más que podía y emitía sonidos guturales e ininteligibles, gemidos a veces parecidos a sollozos, otras susurraba su nombre que hoy no recordaba, aquello había sucedido hacía casi 20 años… de pronto sintió que aquel hombre maduro, fuerte, formal y todo un caballero, se ponía de pie alejándose de sus ardientes labios vaginales, se soltaba el cinturón y de una estocada fuerte la penetraba con ardientes deseos y son un ritmo salvaje y frenético… ella no entendía ¿cómo diablos todo aquello excitaba a su amante profesor?

Sus pensamientos volvieron a la noche anterior.

El restaurante estaba bastante oscuro, la tenue luz de la luna iluminaba los jardines escasamente, Jorge le dio la mano y avanzando él por delante la llevó hasta el interior del lugar. Encendió solo ciertas luces y la invitó a sentarse en una mesa que daba hacia el jardín, así en penumbras tomó una vela y la colocó en el centro de la mesa. Descorchó una botella más de vino y sirvió una copa para Susy y otra para él, aún bajo la amenaza de ella de que sería la última copa y que el resto de la botella se desperdiciaría.

Por el gusto y placer de conocerte y de tenerte conmigo , brindó él.

Contra su costumbre Susy se quedó callada, lo miró embelesada, como subyugada de todas las atenciones que aquel fino caballero le ofrecía, ella sabía que en el fondo el fin era hacerla suya, pero le gustaba sentirse atendida como una dama, “eso no me lo dan los chiquillos ” pensó.

Él se acercó a Susy, cruzó su brazo derecho por medio del de ella, se acercó aún más, y así con los brazos entrelazados, se llevaron cada uno su copa hacia sus propios labios… “porque este momento sea inolvidable” dijo Jorge… “ ardientemente inolvidable” remató Susy, y dejando su copa sobre la mesa acercó sus labios, como hacía casi 20 años, a los de él, fundiéndose en un solo cuerpo; sus lenguas se buscaron como si ya antes se conocieran, se movían con su propia vida y hurgaban sus cavidades calientes como quien busca un gran tesoro.

Él se puso de pie y siguió besándola aunque tenía que agacharse demasiado, las manos de Susy acariciaban las piernas, las nalgas y el abdomen de Jorge, estaba demasiado excitada; él bajó su mano derecha y empezó a acariciar su seno derecho por encima de la fina tela de aquel vestido, hizo un movimiento y su mano penetró completamente por debajo del vestido, efectivamente, Susy no llevaba sostén, siguieron acariciándose mientras sus labios no se despegaban y sus lenguas jugueteaban ardientemente; las traviesas manos de Susy buscaron el cierre de su pantalón, lo bajaron de un solo golpe con la misma fuerza de la ansiedad que sentía, sus dedos desabrocharon el botón de aquel pantalón azul de gabardina, metió la mano como una niña que busca en el fondo de una bolsa su caramelo favorito, la verga de Jorge estaba a medio parar, lo tomó con su mano derecha y se introdujo más de la mitad de ella en su boca, cerró sus labios para apretar suavemente aquel trozo de carne palpitante, sin mover siquiera los labios hizo un movimiento de izquierda a derecha con su lengua rodeando la virilidad de su hombre, quien sintió llegar al paraíso por la maestría de Susy al mamársela; ella hizo su rostro hacia atrás para chupar aquel caramelo macizo y sintió, gustosamente, como iba creciendo y poniéndose dura.

Susy no despegó sus labios de la verga de Jorge y volvió a metérsela en la boca, ahora lo más profundo que podía, más de la mitad de esta desapareció entre los pliegues húmedos de su cavidad bucal, pues aún no estaba completamente parada. La tarea de Susy no era sencilla, pero gustosamente se empeñaba en hacerlo extraordinariamente bien.

Se la sacó de la boca y con la lengua recorrió desde su base hasta la brillosa cabeza ensalivada, nuevamente bajó y mientras sus manos acariciaban las nalgas de su macho, su lengua llegó hasta los huevos de aquel hombre maduro, bajó un poco más y buscando el área perianal hurgó con la puntita salivosa y encantada, se recreó varios segundos ahí, mientras él le magreaba los senos por encima y por debajo de su blusa.

Ella metió sus manos por debajo de la playera tipo polo que usaba Jorge para acariciar lentamente aquella piel de hombre, él quiso que Susy tuviera mayor libertad, y mientas la boca de la bella señora no dejaba de succionar lentamente, muy lentamente, haciendo su cabeza hacia adelante y hacia atrás, cruzó sus brazos y tomando los extremos inferiores de su playera la haló hacia arriba para luego, con su mano izquierda aventarla un poco más allá de la mesa en la que estaban disfrutando. Susy hizo un poco su silla hacia atrás, sin levantarse nada, solo acomodando un poco sus nalgas, sopesó, sobo con las yemas de sus dedos los huevos duros de Jorge entre tanto sus labios seguían entrando y saliendo de aquel trozo de carne duro, color oscuro y grueso que ya casi alcanzaba su máxima longitud. Jorge de un solo movimiento tomó sus pantalones y los soltó hacia abajo, Susy dejó de hacer tan deliciosa tarea por ese instante mientras que sus ojos miraban el bamboleo suave que hacia la verga de este ante el movimiento de su cuerpo, cosa que a tan hermosa dama, solo servía para excitarse aún más. Lo tomó con su mano derecha y lo elevó hasta que el falo rígido y caliente quedó pegado al abdomen de Jorge, gustosa observó que le llegaba hasta el ombligo, se recreó con la mirada y pasando su lengua por sus labios, levantó sus ojos hacia los de Jorge quien la veía fijamente, le dijo:

Todo esto me voy a cenar hoy, ¿cuánto te mide?

No lo sé, dijo Jorge, pero creo que fácilmente llega a los 20 centímetros o 21, le dijo, ¿te gusta? le preguntó.

Me encanta,  le dijo ella, lo tienes muy bonito y huele  mmmm dijo, juntando los labios, al tiempo que lo rodeaba con su dedo índice y pulgar sin llegar a abarcarlo completamente, además de que tiene un sabor muy rico, me la voy a comer completa, remató.

Jorge se calentó aún más, la levantó suavemente de los brazos, se agachó un poco y se prendió de sus labios saboreándose a sí mismo; era delirante besar esos labios de señora mezclado con sus propios sabores. Estuvieron así breves minutos, tomándola de los hombros giró a Susy sobre sus pies y la reclinó, empujándola suavemente de su espalda, ella colocó sus brazos doblados sobre la mesa; él alzó el vestido hasta la cintura de Susy, dobló un poco sus rodillas y tomándose el trozo caliente de carne lo colocó en la cueva ardiente de ella, hizo a un lado el hilo de la tanga y de un solo golpe entró, profanando los pliegues húmedos y calientes de la vagina de tan linda y respetable señora; un largo “o” emitieron los bellos labios de Susy, seguido de un “a” que se prolongaba más de lo normal; “qué ricooooooo” dijo Susy, suave pero audible. Jorge se sintió en la gloria, su grueso y moreno palo era atrapado por los labios mayores y por los músculos internos de aquella dama que una semana antes había conocido, pero que no pensó que tan pronto la estuviera poseyendo. Pero así era Susy, cuando alguien le gustaba ella no se andaba con rodeos ni daba muchas largas. Simplemente así era ella. Jorge se sintió en el cielo, después de varios minutos de estar entrando y saliendo de las húmedas entrañas de Susy, cogiéndola ricamente, con ese sabor tan especial que le daba saber que estaba poseyendo a la mujer de otro, cuando esta se entrega tan fácil pero ardientemente, sin reparos, sin inhibiciones, cuando ella se entrega plenamente… Susy apretaba de repente, con sus bien entrenados músculos vaginales, la verga dura y gruesa de Jorge haciéndole sentir alcanzar el clímax, pero ella no quería eso, aún faltaba más: “dámela por el culito” le dijo ella; él creyó escuchar mal y preguntó para estar seguro ¿“lo quieres por ‘ahí’”? le dijo; “me muero por sentirte ahí” le respondió ella. No fue inmediatamente, Jorge sabía cómo tratar a una dama, aunque esa dama fuera una puta en la intimidad.

Siguió disfrutando de aquella ardiente vagina mientras sus labios espesaban su propia saliva y con el tino de un francotirador, dejaba caer exactamente en aquel agujerito negro que le llamaba a disfrutarlo; tres, cuatro…. seis escupitajos, luego uno más, fueron lubricando el ano de Susy, intentó dilatarlo metiendo el dedo medio de su mano izquierda, pero Susy lo detuvo,

No, tu dedo no, me lastima; mejor métemela poco a poco . Le rogó ella

Jorge sabía muy bien cómo, y mientras la seguía cogiendo, su mano derecha buscó el clítoris de ella, lo sobó suavemente, haciendo que Susy gimiera locamente, un escupitajo más, se salió de ella y colocó la cabeza de su verga en el culito de ella; empujó con firmeza al tiempo que con ambas manos separaba las nalgas de ella, sintió cómo ella aflojaba los músculos, entró la cabeza, él miró como aquel agujerito que parecía tan estrecho poseía la suficiente experiencia para tragarse aquel monstruo de verga negra que tenía vida propia, siguió empujando y pronto desapareció la mitad de aquellos 20 o 21 centímetros, “ detente ” le dijo Susy, pero no era necesaria la petición, él ya sabía, por experiencia, que ahora tenía que dejar que el esfínter de Susy se acostumbrara a aquel cuerpo extraño pero muy deseado por ella, no pretendía lastimarla, se detuvo varios segundos, Susy bufaba, él le acarició la espalda con dulzura, recorrió su columna vertebral desde la nuca hasta el nacimiento de sus nalgas apenas con la yema de sus dedos, de ida y vuelta, luego fue toda la espalda, se inclinó un poco más y la besó tiernamente hasta donde su cuerpo alcanzaba a doblarse, ello hizo que se saliera un poco por lo que Susy, le dijo “nooo, no te salgas, levántate! ” Jorge obediente se paró y empujo otra vez para ver desaparecer en esa cueva oscura y apretada más de la mitad de su virilidad; sentía como Susy lo apretaba bastante, sino se controlaba pronto eyacularía, y ni él ni ella querían eso. Susy inhaló y exhaló fuertemente, “uf” se escuchó en la soledad y quietud de aquel restaurante, “ya mi amor, le dijo, métemela toda” Jorge la tomó de su cintura, la observó, era perfecta, las redondeces de sus nalgas eran exactas, firmes, precisas, su cintura que se quebraba hacia adentro de su columna le daba un toque extremadamente lujurioso; empujó suave, firme sin detenerse hasta adentro, muy adentro de ella, instintivamente la mano izquierda de la señora se posó a la altura de la cadera de él, como queriendo detenerlo, sin ser esa exactamente su pretensión, solo quería indicarle que se detuviera nuevamente, así lo hizo Jorge, desde arriba él tenía una vista hermosamente magnífica, todo su fierro había sido tragado por el “agujerito negro” de ella, su pelvis y las nalgas de Susy trazaban una línea continua, sin espacio para el aire o para una gota de sudor. Se quedó embelesado, sentía que su verga crecía más, hubiera querido tener una cámara para inmortalizar ese momento, cuando escuchó “ya” entre los suspiros y gemidos de Susy.

Jorge empezó a entrar y salir, primero muy suave, sin sacarla toda, se retiraba un poco, sentía como los músculos de ella lo expulsaban pero luego se relajaban cuando él la volvía a embestir; salía un poco, luego volvía a atacar aquel fuerte agujero que no se resistía más que con las fuerzas de su naturaleza, pero que era obligado por su dueña a dejarse profanar. La asió fuertemente de la cintura, empezó a entrar y salir con fuerza, con violencia entre los “ayes”, gemidos y pujidos de Susy, entre el aire entrecortado que entraba por la boca de ella, no tenía piedad, pero ella no la pedía, al contrario, de repente se escuchaba un “así, así, así…” “sigue mi amor, sigue, sí, así... así…”

Los dedos de él bajaron a la ardiente vulva de Susy, la tocaron, su dedo entró fácilmente en aquella chorreante cavidad, le acarició nuevamente el botón íntimo, que era el punto de explosión de la señora, le dio una  nalgada, primero suave, luego más fuerte, luego fueron dos, tres, cuatro, hasta perder la cuenta mientras sus caderas se movían frenéticamente hacia atrás y hacia adelante, no podía dejar de ver el cuerpo perfecto de Susy, su fino talle, sus exquisitas nalgas, no aguantó más, y mientras sus dedos entraban y salían de la vulva de ella y tocaban su clítoris con locura, sus músculos se tensaban para arrojar sobre los intestinos de Susy, la bella señora, aquel chorro espeso, caliente y abundante de su simiente, en cantidades interminables, uno tras otro, y ella apretaba lo más que podía con sus esfínteres “todo aquello que se iba a cenar”.

Terminaron juntos, quedaron exhaustos, esperaron a que la verga de Jorge disminuyera de tamaño, cosa que no fue rápida. Ella recostada completamente sobre la mesa, y él, incansable, mirándola desde arriba, embelesado de esa belleza de mujer. Cuando al fin estuvieron listos se separaron, ella se volteó, le dio un beso suave en los labios, se quitó completamente el vestido y le dijo “quiero asearme” , él la acompañó hasta los baños, caminaron juntos, desnudos, alumbrados solo por la tenue luz de la luna que había sido testigo de todo aquel salvaje pero hermoso acto de sexo… los recuerdos se tornaron borrosos cuando Carlos le preguntó:

¿En qué piensas?

En nada ,  dijo ella,

Carlos iba a retomar una vez más el tema mediante otra pregunta, cuando el “ding-dong” de su timbre se dejó escuchar, cortando la molesta inspiración del marido. Él se asomó, y una voz de adolescente se escuchó tímida y lejana:

¿Está la señora?

Susy reconoció la voz, era  su “Manú”, se extrañó pero se asomó, sin darle tiempo a su marido a responder

¿Qué pasó m’ijo?, le preguntó.

Vio el brillo de alegría en los ojos del chico cuando este la recorrió completa con la mirada, se sintió un poco incómoda, a escasos dos metros estaba su marido.

Dice mi mamá que si va a querer su encargo.

Preguntó el chico sin poner el acento debido en sus palabras, por un momento Susy titubeó, aquel condenado chamaco estaba jugando con fuego y delante de su marido...

, dijo ella, pero dile a tu mamá que me la mande mañana por favor.

Y le cerró un ojo, gesto que fue muy bien interpretado por Manuel, y que para su marido pasó inadvertido, pues por su posición no alcanzaba a ver.

Si no se lo puedo traer yo, se lo manda mi mamá con el ‘chino’ , remató aquel escuincle.

Susy sintió arder, no era posible que un chamaco de esa edad fuera tan atrevido, y menos delante de su marido, pero eso le encantaba y la empezaba a prender;

Está bien , dijo ella, y también le dices que me mande mi cuenta, ya sea contigo o con el ‘chino.

Sí señora , dijo Manuel, mañana se lo traemos y a lo mejor también me acompaña el ‘negro’, remató; y aprovechando que su marido no veía el canijo chamaco hizo una seña en forma de “V” para decirle que serían dos, aunque inmediatamente tomó con su pulgar el dedo meñique para impedir que se levantara, y mostró sus otros tres dedos, cosa que fue magistralmente interpretada por Susy, quien le respondió inmediatamente y sin que su marido pudiera darse cuenta, con sus tres bellos y finos dedos…