El cumpleaños 38 de Susy. 2a Parte
La juvenil, dura y ardiente verga era albergada por la rica y caliente vulva de doña Susy mientras el dedo índice, previamente ensalivado iba profanando aquel agujero que invitaba a la perversión...
“Nunca he sido bueno para la escuela. Mi mamá habló con mi maestra de Química para que me ayudara en los estudios, eso fue hace unos meses, yo iba en tercero de secundaria. Fui varias veces a su casa, hasta que un día estuvimos solos. La verdad nunca pensé ni me imaginé que algo así podría suceder, pero esa tarde creo que ella estaba muy caliente, y las cosas se fueron dando o ella las fue provocando, no lo sé, hasta que terminamos en su cama” Concluyó el escueto relato de Toño. Susy hubiera deseado más detalles pero al final de cuentas ese relato tan simple daba pie para más, si ella quería y sabía cómo llevar eso hasta otro punto:
- Y te gustó? Fue la pregunta de doña Susy, mientras sus ojos se posaban por varios segundos, tal vez ya un poco descarados, en la fuerte erección que tenía el muchacho, primero por las imágenes que se seguían sucediendo en la película, y otra por los recuerdos que, seguramente, llegaban a su mente mientras narraba la aventura con su madura maestra.
- Sí, la verdad, me gustó mucho. Pues… titubeo un poco, una mujer madura tiene mucha experiencia, y la verdad fue muy distinto, yo lo había hecho antes con alguna amiga, pero esa vez fue muy distinto, muy padre, y…
- Muy rico, dijo doña Susy interrumpiéndolo
- Sí, dijo Toño, muy rico para que lo niego.
- Y la sigues viendo, le preguntó la señora sin dejar de ver el falo que apuntaba un poco hacia su rostro, en esa curvatura natural hacia la izquierda.
- Hace como quince días, su marido salió de viaje y su hijo andaba con sus amigos. Y aprovechamos el tiempo, dijo Toño con una risa un poco socarrona mientras su mano derecha tocaba discretamente, pero sin ocultarlo, la base de su duro pene.
- Te ha hecho el sexo oral? Le preguntó
- Los ojos del chico casi se pusieron en blanco, como si en ese momento lo estuviera experimentado, al tiempo que respondía “Sí, muchas veces, y la verdad lo hace muy rico.
Susy no aguantó más, y sabiendo que el chico estaba demasiado caliente al igual que ella, acercó su mano izquierda sobre la cabeza de la verga de Toño, por encima de la tela, y observó un ligero sobresalto en las caderas del joven. Se inclinó un poco más, dejando caer su cuerpo sobre la virilidad del “negro”, al tiempo que con ambas manos liberaba la gruesa y negra verga del chico al bajar la delgada tela del short deportivo y ésta al caer por debajo de los huevos de él, empujaban el pene un poco más hacia arriba como apuntando hacia su objetivo: la boca de tan bella dama.
Susy fue acercando sus labios empezaban a formar una casi perfecta “O” hacia la palpitante y caliente cabeza que con un solo ojo la miraba desafiante. Había visto muchas vergas pero esta especialmente estaba bastante gruesa, no era muy larga a lo mejor llegaba a los quince centímetros, pero si era gruesa, bastante gruesa. Rodeó con sus dedos pulgar e índice por en medio de tan gordo falo; no alcanzaba a rodearlo. Lo miró a los ojos con una sonrisa muy provocativa y con su mirada llena de lascivia tomó la base del duro tronco, sintió las gruesas venas latir en sus finos dedos. Se metió a la boca solo hasta donde termina el glande, apretó fuertemente con sus lindos labios, esos mismos que en la mañana habían despedido con tierno beso a Carlos, su marido, su cornudo marido. Mordió suavemente con sus dientes el glande en tanto su lengua iniciaba un movimiento circular acariciando la punta de la juvenil verga que ya empezaba a brillar por sí mismo; probó el sabor del líquido preseminal. Le excitaba ese sabor que era una mezcla de todo: juventud, deseo, pasión y sexo. Toño lanzó la cabeza hacia atrás para recostarse en el sofá, con sus manos tomó el short y alzando un poco sus nalgas lo bajó hasta sus tobillos, después tomó, suavemente, la cabeza de la señora Susy con sus gruesos dedos, y fue acariciando los cabellos recién teñidos, para empujarla un poco e indicarle así que deseaba que se lo mamará más, que se metiera toda su verga a la boca. Susy entendió claramente el mensaje y fue descendiendo un poco su mano izquierda para permitir que sus labios bajaran un poco más e irse introduciendo cada vez más aquella verga juvenil, dura y gruesa como a ella le gustaba. Pero también sabía por experiencia que los jóvenes tienden a correrse muy rápido si no se controlan las mamadas que ella le podía proporcionar, y aquella verga estaba tan buena que no quería correr ese riesgo. Deseaba sentirla dentro de ella, hurgando cada milímetro de su húmeda vagina; deseaba sentirla profanar cada pedazo de su caliente intimidad, de aquella que se suponía sólo le pertenecía a su marido, y que años atrás le había jurado fidelidad ante el altar; por un tiempo fue fiel pero la vida misma la fue arrojando a brazos de extraños y conocidos, pensó y se dijo para sí misma que la vida era muy injusta, tratándose de justificar sus actos de infidelidad. Fue introduciendo un poco más la gruesa y venosa verga de Toño, cada vez un poco más, sin dejar de mover su lengua alrededor de la cabeza de aquel cuerpo caliente, como si tuviera vida propia, enrollándose en el miembro de aquel chico. Bajó más hasta que sintió sus labios chocar con el vello púbico de Toño, sus arregladas uñas empezaron a acariciar suavemente los huevos que también estaban muy duros. Todo esto lo hacía con suavidad para no perder la calentura del momento. Con mayor fuerza fue succionando cada pedazo de esa suave piel que envolvía el miembro duro de Toño, lo sacaba de su boca hasta llegar a la punta y con fuerza volvía a sumir su cabeza entre las piernas del joven, para sentir como llegaba a tocarle la campanilla de su garganta. Era capaz de mamar si sentir arcadas, era toda una experta en ello. Siguió así por un momento y debido a la incomodidad de estar de lado, se puso de pie, tomó el cojín marrón del love seat, lo puso en el piso, hundió sus rodillas en él y colocada entre las piernas del “negro” continuo con su ardiente y fascinante trabajo.
Toño bajó sus manos para acariciar sobre la tela del blusón de doña Susy aquel par de hermosas y duras tetas. Sus dedos jugueteaban con los duros pezones que desafiantes se erguían y se ponían duro al sentir el contacto de las manos del joven. Toño alternaba entre tocar las tetas de Susy y posar sus manos en la cabeza de la señora para sentir como la boca de esta dejaba penetrarse por su dura verga al tiempo que embadurnaba cada centímetro de aquel tronco con su saliva. Susy soltó la verga con sus manos, tomó ambas manos del joven y las colocó en los extremos de su delgada blusa, alzó sus brazos por encima de su cabeza para indicarle al chico que deseaba la desnudara. Toño entendió perfectamente el mensaje, ella separó los labios de la juvenil verga y sintió cómo la suave tela de su blusa fue rozando su cuerpo lentamente hasta salir por encima de su cabeza. Los ojos del joven se abrieron motivados por la lujuria que le daba aquel par de hermosos, níveos y redondos senos que se mostraban ante él. Susy volvió a su tarea metiéndose lentamente la gruesa y venosa verga en su cavidad bucal. Las manos de Toño volaron hasta posarse en aquel par de aurolas obscuras, y acariciándolas entre torpe y apresuradamente, lograron el objetivo de poner caliente a la señora.
Susy entendía que era el momento pero quería disfrutarlo aún más. Se sacó el miembro de la boca, se puso de pie ante el chico, y mostrándole su suculenta y encamable humanidad, lo observó coqueta , y así, completamente desnuda, fue subiendo lentamente abriendo sus piernas para hincar sus rodillas en el mueble de la sala y bajar lentamente sus caderas hasta sentir que la verga de Toño encontrara el húmedo y caliente camino de su vagina. Sintió como aquel pene duro, más duro que una roca, se fue introduciendo en su intimidad. Un “aaaaaaaaaaaaa” se escuchó en el silencio de aquella casa, de aquel hogar que hacía apenas unas horas que experimentaba su tristeza de quedarse sola. “Qué ricooooo” dijo la señora, y cerrando los ojos echó su cabeza para atrás para luego, en un fuerte movimiento, hacerse hacia adelante y abrazándose con intensidad al cuello de Toño se levantó y se dejó caer con toda la delicadeza pero al mismo tiempo con la fuerza que da la lujuria y el placer. Abrazada a Toño, restregó su rostro con el cuello del joven, mordiendo suavemente su piel morena y gimiendo de placer al sentir entrar y salir de ella aquel falo caliente y duro como un palo.
Sus nalgas chocaban con los huevos del jovenzuelo que se sentía en la gloria. Cuántas veces había visto pasar a la señora pasar hacia la tienda y sus ojos se le iban tras las nalgas que se movían rítmicamente al paso cadencioso de tan bella, hermosa y suculenta dama. Nunca, ni en sus más locas y calientes fantasías se imaginó que un día la iba a poseer. Era la doña de la colonia; su marido sin llegar a ser “chocante” era un tipo muy serio, respetuoso y respetado por los colonos; qué lejos estaba de imaginar Carlos que en ese momento su distinguida esposa estaba siendo poseída por un chico que más de una ocasión él había saludado en compañía de sus padres, y éste le había respondido tímidamente, dejando ver en sus ojos cierta envidia por la tan apetecible mujer que tenía. Y ahora la tenía desnuda entre sus brazos, hundiéndose ella misma en su verga y escuchando sus gemidos indicándole que aquella señora tan propia que veía en la calle era una ardiente y caliente puta en su cama.
Los cuerpos siguieron sus movimientos frenéticos propios de la calentura y la pasión que en ese instante se desbordaban en ese espacio que en otros momentos era el centro de reunión de su familia. Susy gozaba de una rica y delirante cogida en el sillón favorito de su esposo; esas cosas la prendían demasiado, hacían que perdiera la cabeza; el morbo que inundaba su cuerpo el saberse poseída y deliciosamente cogida en el lugar que su marido usaba para descansar o simplemente leer un buen libro, y que ahora era usado por ella para coger con aquel chico, hacían que su mente delirara de lujuria y placer. No era lo mismo que hacía casi 24 años, aquella vez era una inexperta, de hecho era su primera vez; Don Julio, el papá de su mejor amiga, la había poseído en la sala; ella también lo deseaba, y aunque lo había disfrutado no conocía mucho sobre el arte del sexo y el placer, pero el morbo que la calentaba en exceso era el mismo; saberse hace tantos años cogida por el papá de su mejor amiga, le daba un sabor muy especial. Hoy era diferente; realmente gozaba hasta el paroxismo aquella juventud que la hacía suya ardientemente, su cuerpo bailoteaba arriba de las fuertes y jóvenes piernas de Toño, quien entraba y salía fuertemente de su caliente, chorreante y aún apretada cueva, de una manera por demás gozosa. Toño la asía de las caderas para manejarla a sus anchas, la subía y la bajaba fuertemente; Susy sentía como la hinchada y dura verga del joven entraba hasta el fondo de sus entrañas, chocaba con sus húmedas y ardientes paredes, haciéndola sentir un placer indescriptible; se sentía dueña de la situación pero al mismo tiempo usada por el chico, esa mezcla de pasiones que no lograba distinguir lo empezó a sentir cuando el profesor Rojas invitó a uno de sus amigos y, casi la obligó, al principio, a tener sexo con él, mientras el profesor observaba en un rincón fumando un cigarrillo y tomando una copa de cerveza. Usar y ser usada, eran dos emociones que la llenaban; se sentía reina y esclava; dama y puta a la vez.
Los frenéticos y ardientes movimientos duraron un tiempo más; cachondamente al oído, Susy le dijo a Toño: “hazme tu perra”. La reacción de este fue muy evidente en su virilidad que se prendió y estuvo a punto de aventar su semilla dentro de la señora, pero Toño supo controlarla. Ella descendió suavemente mientras de su boca salía un “aaaaaa” prolongado y quejoso como muestra de lo que dejaba de sentir. Toño se puso de pie, ella inclinó su cuerpo, colocó sus rodillas en el borde del sillón favorito de su esposo Carlos, hundió su rostro y con ello alzó sus hermosas y espectaculares nalgas para apuntar hacia Toño, este con el miembro envarado, se acercó a aquellos labios que lo llamaban ardientemente y de un solo empellón metió hasta el fondo su palpitante y caliente verga. Otro “aaaaaaaaa” prolongado y lleno de placer emitieron los lindos labios de Susy, mientras su cabeza chocaba literalmente con el respaldo del sillón producto del fuerte empujón que el joven le daba por detrás.
Fuerte como era, Toño, se asió de sus tersas y lindas caderas, sintiendo que la tenía dominada completamente, y mediante fuertes movimientos entraba y salía de aquel maravilloso agujero de la linda señora. Uno tras otro empujón se sucedían con increíble rapidez no importándole que la cabeza de su linda dama se arrinconara en el sillón, pues los gemidos que emitía sólo indicaban que Toño no se detuviera y que le diera más fuerte, indicando con ello que disfrutaba salvajemente de la cogida que le estaba propinando aquel suertudo jovenzuelo.
Un ojo oscuro apuntaba hacia el pecho del chico, como en una invitación abierta a ser usado, Toño se ensalivó el dedo índice de su mano derecha fue tocando aquel agujero tan prohibido como deseado. No hubo resistencia de parte de ella, un quejido “jmmm” más de gusto que de dolor, le indicó al chamaco que iba por el camino correcto. Los movimientos de las caderas juveniles se aceleraban cada vez más y la verga del chico se hinchaba cada vez más, anunciando que pronto explotaría en sus simientes de placer, todo ello producto del éxtasis que le producía de tocar aquel agujero caliente y que se veía muy apretado. Oscura cual noche sin luna empezaba a palpitar como si tuviera vida propia ya que Susy al ser una experta en ello, le mostraba a Toño que ansiaba que fuera el conducto del paroxismo. Toño siguió con su trabajo, ensalivándose un poco más el dedo fue introduciéndolo en ese ojo ardiente. Ella lo fue guiando… “despacio”, “detente”, “un poco más”… “siii… asiiiii!!!” “maaaaasssss”… hasta que el chico sintió como su dedo era devorado por aquel agujero negro. Su dedo era aprisionado mediante contracciones que voluntariamente la señora hacía derivado de la práctica que se notaba tenía para ello. Sin dejar de mover su pelvis de manera endemoniada, Toño salía y entraba con furia loca de las entrañas de Susy, mientras su dedo jugaba con el agujero travieso y caliente de la señora. Por un momento Toño sintió que se podía tocar su verga a través de la pared del recto, llevándolo ello a un placer infinito que hizo que su verga se hinchara un poco más que ya era imposible detenerse. Los movimiento de ambos de volvieron infinitamente rápidos, ella movía circularmente sus amplias y redondas caderas, en tanto que el jovencito movía, ya de manera arrítmica su pelvis, una por que sentía que de un momento a otro explotaría como nunca antes lo había hecho, y otra porque no podía controlar ambas sensaciones de placer; tener su verga clavada en la vulva caliente de Susy y sentir su dedo apretado intensamente por las paredes del culo de la señora, junto con tocar a través del recto su propia verga lo volvían loco. Sólo ruidos ininteligibles se escucharon, mezcla de gemidos y gritos de placer se oyeron en la sala de aquella casa ubicada en aquel barrio tranquilo y solitario, donde cualquiera que pasara en ese momento por la calle, ignoraba completamente que adentro dos seres habían dado rienda suelta a sus más bajas pero placenteras pasiones.
Sacando al mismo tiempo: verga y dedo, Toño fue exhalando e inhalando profundamente con deseos de recuperarse pronto de aquel esfuerzo tan rico como desgastante. Ella se quejó mientras la juvenil verga y el dedo índice del chico se fueron retirando de su ser; era un quejido de dolor, ella hubiera preferido permanecer con ambas cosas adentro, pero aún para ese muchacho el desgaste había sido tremendo. Ella lo entendió. Se quedó un momento así como estaba, en cuatro, apuntando con sus preciosas y redondas nalgas a Toño, sintió chorrear el semen del joven por sus piernas y un sobresaltó le llegó al corazón; había sido tanta su calentura que se había olvidado de usar preservativo, se quedó fría por un instante, era como si la ardiente Susy desapareciera como por magia para dar paso a la señora Susy; más orgullosa como era, no dio muestra de ello, se volvió sobre ella para sentarse sólo unos instantes en el sillón favorito de su amado esposo, se levantó, le dio un par de besos en los labios al joven, y caminando rumbo al baño, le dijo “voy a bañarme… por si gustas”. La putería se había vuelto a apoderar de la dama, de la señora Susy.
... continuará...