El cumpleaños
Mi primer relato
Era el cumpleaños de Marcos y quería festejarlo con algunos compañeros de trabajo y algunos de sus amigos en un restaurante de Nueva Córdoba.
Yo estaba muy contenta. Hacía mucho tiempo que no salía sola, y aproveché que mi novio viajó para visitar a sus padres y mi hijo iba a pasar el fin de semana en lo de sus abuelos.
La noche era cálida, corría una briza fresca de verano, así que elegí una blusa suelta un jean elastizado que resaltaba (y favorecía) mi figura.
Me apuré a salir, la puntualidad nunca fué mi fuerte y no quería perderme ni un momento de esta salida, por lo que me sorprendí mucho cuando fui la primera en llegar. Mientras esperaba a los demás invitados, elegí matar el tiempo con un cerveza bien helada.
De a poco iban llegando los invitados, Belén con su novio, Sabrina y una amiga de ella, algunos que conocía de vista y luego los amigos y amigas que fueron a la facultad con él llegaron juntos. Ya estábamos casi todos, solo faltaba el agasajado que aún no llegaba.
Sabrina, impaciente y controladora como siempre, especialmente con Marcos, comenzó a dar vueltas con el teléfono en la mano para preguntarle al cumpleañero por qué se demoraba. No entiendo por qué se empeña en actuar como si fuese su dueña…
-¿sos mi regalo?
Mi corazón se detuvo un segundo, la piel de mi cuello se erizó excitada con el aliento tibio que desprendía la voz profunda y suave que me dejó inmóvil y atónita por unos segundos.
Los demás invitados comenzaron a acercarse para saludar al cumpleañero y darle sus obsequios y muestras de afecto, había perdido mi oportunidad de saludarlo debido a la sorpresa y ahora tenía que aguardar pacientemente que se disipe la muchedumbre de saludos.
La oportunidad no se hizo esperar, un momento después, Marcos me reclamaba su saludo con una sonrisa pícara y una mirada encendida. Lo saludé como es debido y antes de que pudiera volver a mi vaso de cerveza Sabrina estaba colgada de su cuello, llenándolo de besos y abrazos, marcando territorio, tratando de llamar la atención.
La cena estuvo deliciosa, y la cerveza helada refrescaba la velada. Alguno de los invitados ya se habían retirado, pero todavía estaba el agasajado, Belén y Sabrina, de la oficina y un par de compañeros de la facultad. La conversación era animada. Yo recorría la mesa con la mirada: Belén sonreía, como es ella, siempre de buen humor y mostrando una gran sonrisa. Uno de los invitados revisaba su celular, presumo que buscando concretar algo para más tarde, mientras otro movía exageradamente las manos enfatizando alguna anécdota que yo no alcanzaba a escuchar. Sabrina se acariciaba disimuladamente los pechos tratando de llamar la atención de Marcos que me miraba fijamente a los ojos y me tumbaba sobre la cama con una sonrisa dulce. Sus labios recorrían mi cuerpo mientras se deshacía de mis jeans, con su nariz iba empujando mi blusa, haciéndose camino para lamer mis pezones mientras su miembro duro y caliente rozaba suavemente mi vientre, deslizándose hacia abajo…
-Que los cumplas feliz. Que los cumplas feliz...
El desafinado coro del feliz cumpleaños me rescató de mi fantasía. Mi corazón palpita frenéticamente. Me refugio en mi vaso de cerveza helada, para despabilarme y unirme al festejo. No puede ser, volví a fantasear con Marcos. Me prometí que ya no lo haría.
Tomo otro vaso de cerveza para ahogar mis deseos mientras pretendo seguir la conversación grupal. Cuando levanto la vista nuevamente me encuentro con su mirada penetrante, sus ojos negros me sostienen la mirada mientras una sonrisa lasciva le adorna la cara. Se va acercando lentamente, sin apartar la mirada. Yo retrocedo tímida, hasta que el frío de la pared choca con mi espalda. El se acerca aún más, presionando su pecho contra mí. Me acaricia los glúteos y me levanta. Mis piernas rodean su cuerpo mientras la punta de su pene roza mi clítoris y baila entre mis labios húmedos buscando refugio.
La camarera retira mi plato y deja la carta de cokteles.
Mierda. Lo hice de nuevo… Siento la bombacha mojada y los pezones endurecidos. Me gusta, desde hace mucho tiempo Marcos me gusta, lo deseo, pero no tengo el valor para encararlo…el pudor, el temor a ser rechazada y la culpa de ser infiel a un hombre que ya ni me mira siempre me ganan, y además nunca estamos solos, Sabrina siempre está pegada a él, siguiéndolo a todos lados, refregándole las tetas.
Marcos es un hombre serio, inclusive un poco hosco a primera vista. Su porte elegante y su elocuencia genera una primera sensación de distancia, pero una vez que establece un vínculo es amable y considerado, un verdadero caballero, muy fiel a sus convicciones e ideales. Esa mezcla justa de ternura y fuerza que moviliza lo más profundo de mi ser y despierta mis deseos.
Busco mi vaso de cerveza para refrescar mis pensamientos, pero ya no hay. En el centro de la mesa hay un “José Cuervo”, mi interruptor de inhibiciones predilecto. Me sirvo un shot y lo tomo de golpe con los ojos cerrados. Me sacudo para asimilar el alcohol y para espantar los malos pensamientos, pero cuando abro mis ojos siguen ahí. Inconscientemente me relamo los labios mirandole la boca. Otro shot de tekila. Ahora soy yo la que mira fijamente… me gusta, me excita, lo deseo. Le sonrío mientras tomo mi tercer shot. Está decidido: Hoy lo encaro. Busco coraje en un cuarto tequila, mientras hacemos planes para continuar festejando en un club.
El boliche está a un par de cuadras así que decidimos ir caminando. Parece que mientras cenábamos llovió un poco: las veredas están mojadas y un poco resbalosas. Como son amplias caminamos todos juntos. Las chicas están a mi lado. Sabrina aprovecha para bambolear la cola delante de Marcos. Los muchachos van un paso más atrás. Mientras reviso la cartera buscando mis cigarrillos me resbalo en un charco. Mil pensamientos inundan mi mente mientras me precipito al piso. Cuando ya acepto mentalmente el bochorno de pasar el resto de la noche con la cola mojada, siento la mano de Marcos que me agarra en plena caída y me levanta.
-Epa! no te caigas! - me dice mientras termina de levantarme y con su brazo envuelve mi cintura y me aprieta contra su cuerpo.
- Entonces agarrame bien - respondo con una mirada pícara y una sonrisa provocadora.
Ya en el club, Belén se despidió del grupo porque estaba muy cansada y los compañeros de la facultad se quedaron besándose apasionadamente en un rincón.
Ahora solo éramos Sabrina y yo en una competencia tácita por llamar la atención de nuestro compañero de trabajo, que iba y venía de la barra con bebidas para compartir. Cuando tenía la oportunidad, Marcos acariciaba mi cintura o mi espalda por debajo de la blusa, presionaba mi cadera contra su pelvis y hasta tironeo un poquito mi pantalón; bajándolo desde la presilla de atrás. Luego tomó mis manos y con mis pechos apretados contra su espalda bailó un rato con Sabrina. Nos tomó a ambas de las manos y nos enredó sobre su pecho.
- Voy a buscar algo para tomar… sigan un ratito sin mí, cuando vuelva las quiero ver juntitas...
Era el momento de la batalla final por la atención de Marcos y ninguna estaba dispuesta a dar marcha atrás. Mi guerrera y mi diosa interior planifican los movimientos más provocadores. Era una pelea de gatas y las dos sacamos las uñas.
Cuando volvió con los tragos, mis pechos y los de Sabrina se refregaban furiosamente mientras nuestras caderas se movían circularmente y nos acariciábamos con suavidad por encima de la ropa.
Él estaba claramente excitado y se detuvo un minuto a disfrutar del espectáculo que habíamos improvisado para su disfrute.
Mientras saboreamos el último cóctel de la noche, comprendí que esta era mi última oportunidad para ganarle a Sabrina y mientras miraba fijamente al cumpleañero, acaricié los pechos de mi enemiga, apretándolos y levantándolos entre mis manos.
Salimos del club y nos subimos en el auto. Como yo gané, me senté en el asiento del copiloto y Sabrina quedó relegada en el asiento trasero.
Al llegar al primer semáforo, Marcos desabrochó mi jean e introdujo su mano debajo de la bombacha. Unos segundos antes de que la luz verde comenzara a brillar, retiró su mano de mi entrepierna y se chupo los dedos… En el siguiente semáforo fue el turno de Sabrina, que al sentir la mano entre sus partes se retorció de gozo y suspiró de placer. La guerra aún no había terminado, y yo no estaba dispuesta a perder. Otro semáforo detuvo momentáneamente nuestra marcha. Esta vez, se desprendió su propio pantalón, dejando en libertad un enorme y duro miembro. Se acarició unos segundos y luego tomó mi mano. Comencé a mojarme, anticipando su pene en mi mano… se me hacía agua la boca pensando en lamerlo… Guió mi mano adentro de mi pantalón y con una mirada le indicó a Sabrina que haga lo mismo. Nos masturbamos hasta llegar al hotel.
Cuando entramos a la habitación, aprovechando nuestra evidente rivalidad, propuso una competencia: la que logre hacer que su oponente tenga un orgasmo primero, será la que tendrá su mayor atención. Sabrina estuvo de acuerdo con la prueba y yo estaba decidida a concretar mi anhelada fantasía, por lo que ambas nos pusimos manos a la obra…
Las dos pensamos lo mismo, e inmediatamente nos paramos frente a frente y comenzamos a rozarnos y a acariciarnos mutuamente, dejándonos llevar por el instinto y el deseo de ganar. Sabrina cerró los ojos, creo que no quería ser consciente de que era mi mano la que le brindaba placer. Yo, en cambio, mantuve mis ojos abiertos, no podía arriesgarme a fantasear con Marcos mientras mi rival intentaba excitarme. Sabía que si cerraba los ojos y dejaba volar mi imaginación ella obtendría la victoria y el trofeo duro y caliente que Marcos escondía en su pantalón.
Podía sentir mi victoria, escurriendo y chorreando caliente entre mis dedos.
Con mi mano menos hábil tomé a Sabrina por la cintura y lentamente comencé a caminar, empujándola contra la pared, apresándola, acorralandola para lograr mi victoria. Mi boca recorría su cuerpo, besando su cuello, jugueteando con la punta de la lengua entre sus pechos o mordisqueando su pezones que se endurecían al contacto con mi boca mientras desprendía lentamente el cierre de su vestido, que quedó colgando de su cintura, dejándola expuesta, vulnerable, desnuda sentí una mezcla de poder y excitación que se apoderaba de mi cuerpo.
Sabrina se sacudía de placer entre mis manos mientras mi dedo se abría camino hacia lo más profundo de su ser. La bombardeaba de placer, sin darle oportunidad a componerse, a tomar el control. Mi mano acariciaba apasionadamente sus pechos, apretándolos, amasándolos y pellizcando suavemente sus pezones. Mi boca estimulaba cada milímetro de su cuello, mi vientre desnudo y mis caderas rozaban su piel y mis dedos le ofrecían un concierto de sensaciones que ningún hombre había podido darle jamás.
Cuando comenzó a gemir, me sujetó del cabello y me forzó a arrodillarme frente a ella, ofreciéndome una vagina jugosa y caliente.
Enterré mi cara entre sus labios y comencé a besarla apasionadamente, como me gustaría que me lo hagan.
Sabrina rasguñaba la pared mientras mi lengua recorría su intimidad, tratando de prolongar los cosquilleos que le recorrían todo el cuerpo y la obligaban a retorcerse de placer, hasta que no pudo aguantar más y se corrió en mi boca y sobre mis pechos.
Extasiada, sujetó suavemente mi cara, levantándome para poder besarme agradecida.
Sin admitir la derrota, me desnudó lentamente, y me empujó hacia Marcos mientras ella se recostaba a observarnos desde un sillón, completamente rendida.
El momento que tanto había deseado se erguía imponente frente a mi. Un escalofrío recorría mi columna mientras caminaba lentamente hacia Marcos, que me esperaba sonriente en la silla desde donde nos había estado observando, con una verga dura que se colaba por al bragueta apuntando al techo.
Con cada paso, mi corazón y mi mente se revolucionaban. ¿y si no es como esperaba?.
El juego previo con Sabrina me había llevado al límite, nunca antes había estado tan excitada.
Un calor abrasante y un fuerte palpitar nacían en mi sexo y se extendía por todo mi cuerpo.
Detuve mi avance por un segundo, cerré mis ojos y respire profundamente. Éste es mi momento y voy a aprovecharlo.
Continue mi camino hasta llegar a él mirándolo fijamente a los ojos. Cuando solo me faltaba un paso para encontrarlo, una sonrisa pícara invadió mi rostro y mi pié se posó en el pedacito de silla libre que quedaba entre sus piernas. Continuando con el impulso, di un último paso, apoyando mi otro pié en el respaldo de la silla , ofreciendole, para comenzar, un primer plano de mi vagina.
Marcos no flaqueo. inmediatamente enterró su cara entre mis piernas, imitando lo que me había visto hacer con Sabrina, mientras sus manos acariciaban y amasaban mi cola y mis piernas, presionando más aún mi cuerpo en su rostro. Mi cuerpo producía una sustancia caliente y viscosa, que mi amante comía con deleite, saboreando cada trago, relamiéndose. Podía sentir sus labios, su lengua y sus dientes recorriendo cada milímetro, recogiendo celosamente el néctar que emanaba de mi interior.
Él estaba completamente compenetrado en disfrutar de mi cuerpo, y el personaje duro, frío y distante que mostraba habitualmente se caía a pedazos mientras besaba tierna y apasionadamente mi clítoris.
Después de unos minutos de gozo, bajé cuidadosamente de la silla y me fundí en un largo y deseado beso. Su boca era como la había imaginado, Sus labios gruesos y firmes se presionaban contra los míos. Mientras nuestras lenguas jugaban a perseguirse y enredarse, o mientras mordisqueabamos suavemente nuestras labios, me dispuse a desabrochar su camisa y aflojarle el pantalón.
Marcos se paró un segundo, para dejar caer su ropa al piso, y luego se sentó, completamente desnudo y expectante, intentando adivinar cuál sería mi próximo movimiento.
De pie frente a él, lo observé desde arriba un momento. Es hermoso. La expresión de su rostro, una mezcla de lujuria y sorpresa, me excitó aún más.
Lentamente me senté sobre él, disfrutando milimetro a milimetro su pene caliente y duro entrando en mi cuerpo. Sus brazos me rodearon en un tierno abrazo y se hundió un poco más en mi.
El juego previo con Sabrina había dejado al límite mi habilidad de postergar el orgasmo. La respiración calma y tibia de Marcos que bañaba suavemente mi hombro, sus labios en mi cuello, sus manos en mis caderas, marcando un movimiento suave, rítmico y profundo y el roce de mi clítoris en su pelvis terminaron de sobrecargar el centro de placer de mi cerebro y poco a poco comencé a perder el control de mi cuerpo. Una explosión de placer inundó todo mi ser y quede completamente rendida entre los brazos de mi amante.
Luego de abrazarme suavemente por algunos minutos, me levantó con ternura entre sus brazos y me llevó hasta la cama. Se recostó a mi lado un instante y recorrió mi cuerpo desnudo con las yemas de sus dedos.
Miró a Sabrina, que se acercó a la cama y con un ademán le indicó que se coloque de rodillas junto a la cama, y sujetándola suavemente de la nuca, colocó la boca de mi rival en su pene.
Ella comenzó a lamer, chupar y succionar profundamente el falo duro del homenajeado con gran empeño y yo recuperaba el aliento mientras las manos, algo frías de Marcos recorrían suavemente mis muslos, mi vientre y mis pechos.
Unos minutos después, mi respiración había vuelto a la normalidad y ya estaba lista para continuar. Me acomode de costado sobre la cama, dejando caer mis tetas sobre el cumleañero, que soltó un pequeño gemido de placer en reconocimiento al arduo labor que Sabrina estaba llevando a cabo.
Mientras Marcos besaba apasionadamente mis pechos, los stenía entre sus manos, los juntaba para morder simultáneamente mis pezones, los apretaba y los disfrutaba de todas las maneras posibles, fui cambiando de posición en la cama y terminé en cuatro sobre su cabeza dejando caer mis senos en su cara. Extendió los brazos y sujetándome de los muslos colocó mis rodillas justo sobre sus hombros.
La lengua de Marcos ingresaba profundamente llenándome de placer, mientras yo observaba con un poco de envidia la cabeza de Sabrina que subía y bajaba recorriendo repetidamente el pene erecto de nuestro amante, lamiendolo y besándolo desde la base hasta la punta.
La idea de quedarme mirando y no participar no me gustaba nada, por lo que decidí tomar la iniciativa y comencé a acariciar, rozar, lamer y mordisquear las zonas erógenas que Sabrina estaba descuidando. Nos turnábamos para comerle la verga y en algunos momentos nuestras lenguas se cruzaron mientras recorríamos el imponente pedazo que nos ofrecía el cumpleañero.Marcos soltó un gemido profundo cuando Sabrina mordisqueaba sus glúteos y yo recorría su glande suavemente con mis labios calientes.
Mirándome profundamente a los ojos, puso su mano en mi nuca y me beso apasionadamente, robándome el aliento por el tiempo suficiente para indicarle a nuestra compañera (sin pronunciar una palabra) un cambio de posición: Ahora estaba sentada al borde de la cama con él entre sus piernas que le indicaba que se recueste.
Sentí bronca, mi turno había sido muy breve por culpa del juego previo y no quería que llegue el turno de Sabrina.
Los dedos de Marcos se sumergieron dentro de Sabrina, mientras la mano libre apretaba y pellizcaba sus pezones. Ella gemía extasiada, entregándose rápidamente al placer que le propiciaba nuestro compañero de trabajo. Me apresure a tomar entre mis manos el pene, todavía muy duro de mi compañero y me sorprendí al darme cuenta de que aún no había acabado. Podía sentir la sangre bombear entre mis manos, mientras la verga se mantenía hinchada, dura e imponente.
-Sigan un ratito sin mí - Ordenó el cumpleañero con una voz profunda, y nosotras, hipnotizadas y embriagadas en lujuria cumplimos inmediatamente con la orden
Mis piernas y las de Sabrina se enredaban, nuestros vientres desnudos se rozaban suavemente y nuestras vaginas húmedas y calientes chocaban rítmica y sonoramente mientras imitabamos los movimientos que deseabamos compartir con nuestro amante.
Luego de unos instantes, después de haber observado con éxtasis el bamboleo de nuestros cuerpos enredados, se acercó a nosotras con el miembro ya envuelto en latex, me puso boca abajo y arrastró mi cadera hasta de borde de la cama, beso profundamente mi ano y luego colocó a Sabrina en la misma posición, pero encima mio.
Ella enredó su dedos en los míos y apretó fuertemente sus manos cuando Marcos la embistió y la penetró y gimió de placer. La proximidad de nuestros cuerpos me permitía sentir el miembro erecto saliendo del cuerpo de mi compañera para luego recorre suavemente nuestras intimidades.
La respiración jadeante y tibia en mi cuello y el calor de los pechos de mi contricante presionados contra mi espalda me llamaron la atención. Marcos embistió nuevamente contra nosotras incrustando su miembro en mi vagina. La mezcla de sorpresa y placer me recorrió el cuerpo y él continuó alternando entre nosotras, rítmica y profundamente, manteniendo la excitación y la lujuria en su punto máximo.
Sabrina se corrió enseguida y se hizo a un lado, dejándome el resto para mi.
El cumplañero aun no había acabado y me propuse darle un orgasmo inolvidable. Tomé las riendas de la situación y lo tumbé sobre la cama, me coloque a horcajadas sobre él y comencé a cabalgarlo salvajemente, permitiendo que el mismo impulso del movimiento y la fuerza de gravedad logren una penetración profunda. El silencio de la velada se interrumpía por el rápido golpeteo de nuestros cuerpos y los gemidos de placer. El clímax iba aumentando paulatinamente . Marcos me sujetaba los hombros pasando sus brazos debajo de los míos, presionando hacia abajo, entrando más profundamente en mi. sus piernas comenzaron a tensarse mientras su respiración se volvía más sonora y entrecortada.
Sentí un leve temblequeo en las piernas, mezcla de placer y dolor por la falta de costumbre de ejercitar esos músculos y estuve tentada de bajar un poco a velocidad, pero deseche esa idea al ver la cara del homenajeado, completamente embriagado en lujuria y placer. Mi vagina, abundantemente lubricada por la excitación, recorría el pene hinchado desde la base hasta casi desencajarse. Mis pechos rebotaban contra mi cuerpo y golpeaban suavemente la cara y la boca de mi compañero, que cada tanto intentaba atrapar un pezón entre sus dientes.
Podía sentir el éxtasis creciendo rápidamente en mi, apoderándose de mi ser. Hice todo lo posible para mantenerme bajo control, mi objetivo aún no se había cumplido: todavía tenía la verga dura entre mis piernas y no había acabado.
Cuando creí que ya no sería capaz de contenerme y estaba a punto de estallar de éxtasis, las manos de Marcos apretaron mi cuerpo mientras dejaba escapar una sonora exclamación de placer. Pude sentir como su pene bombeaba dentro de mi cuerpo, y tuve otro orgasmo.
Nos quedamos pegados un rato más, acariciándonos y besándonos mientras podía sentir como su miembro iba menguando todavía dentro mío.
Sabrina se unió a los besos y caricias, y quedamos los tres tendidos en la cama, relajandonos luego de una noche intensa.
- Nos vemos el lunes! - La voz aguda de Sabrina y el golpe seco de la puerta al cerrarse me trajeron de vuelta a la realidad. Marcos movió la mano para despedirse de nuestra compañera y continuó la marcha para llevarme a casa.