El culto secreto 1
Géneros: Hetero,voyerismo,amorfilial,sexo con madur@s, misterio.
Me llamo Alberto, tengo 45 años y soy gerente de un comercio en una ciudad de la costa mediterránea española. Quiero contaros la extraña historia que ha surgido de mi relación con las mujeres que me rodean. Lo que era una vida corriente, incluso confieso que bastante mediocre, especialmente en lo que respecta a la sexualidad, se ha convertido en muy poco tiempo en algo fuera de lo común, por no decir que me ha llevado a una situación de la que difícilmente podré volver atrás. No obstante, antes de entrar en materia quiero presentaros a las principales protagonistas de esta historia. Para situaros os daré la idea que tenía de ellas hasta hace muy poco, la cual ha cambiado drásticamente en estos momentos, pero eso ya lo veréis vosotros a medida que os cuente mi al torbellino sexual.
Mi esposa Adriana es dos años más joven que yo. Es una mujer aun en todo su esplendor femenino, muy guapa, con un cuerpo que hace volver cabezas allá por donde vaya. Su pelo es castaño y rizado. Aunque ella es tendente a estar entrada en carnes no podría decir que esté gorda, ni mucho menos, más bien diría que tiene un culo y unas tetas que despertarían a un muerto. Es bastante alta, sus piernas son largas y con unos muslos contundentes y apetecibles. Nuestra relación es en general buena, aunque últimamente algo apagada en lo sentimental. En la cama no nos va mal, ella es fogosa, pero no tanto como me gustaría. Por lo general nuestras relaciones sexuales son bastante ordinarias, aunque de vez en cuando me permite algunos “caprichos”, pero poca cosa. No puedo decir que esté insatisfecho, pero sí necesitado de emociones más fuertes.
Patri es nuestra hija de 18 años. Me recuerda algo a su madre con esa edad, es igual de guapa, pero más rubia que castaña y la supera en altura (y de hecho a mi también). Su cuerpo, esbelto y bien proporcionado, es ya el de toda una mujer. Aunque soy su padre no puedo evitar fijarme en lo buena que está. Cuando hace buen tiempo siempre va por casa en braguitas y con una camiseta minúscula, sin sujetador, lo cual me pone muy nervioso, aunque procuro disimularlo lo máximo posible. Tiene un novio y por lo que veo se quieren muy formalmente.
La madre de mi mujer se llama Concha. Tiene 63 años y conserva mucho de la belleza que le caracterizaba de joven. Debo admitir que cuando mi mujer me la presentó, allá cuando éramos novios, no supe quien me gustaba más, si la madre o la hija. Con el paso de los años ha ido envejeciendo y ha engordado bastante, es algo muy normal con las mujeres de su edad, pero ya sea porque la miro con buenos ojos o ya sea porque realmente se trata de una señora mayor de esas de “buen ver” el caso es que aun me gusta, y mucho. A lo largo de los años, estando muchas veces en plena faena con mi mujer, me he imaginado que estaba con Concha. Ellas dos se parecen bastante y hacer este jueguecito privado no resultaba demasiado difícil. Todavía me permito hacerlo de vez en cuando, me encanta follar a mi mujer a cuatro patas y figurarme que se la estoy metiendo a mi suegra, me tengo que morder la lengua para no soltarle guarradas llamándole con el nombre de su madre. Concha es viuda desde hace unos años y aunque de vez en cuando ha tenido algún “amigo” se ve que su vida sexual está muerta, lo que es un auténtico desperdicio. Ella es una mujer bastante simpática, alegre, muy coqueta y hasta cierto punto diría que en su mirada y en sus gestos se adivina una sensualidad reprimida a duras penas. Suele vestir de forma bastante desenvuelta, aunque sin resultar provocativa. Siempre he pensado que sospecha de mi atracción por ella, pero evidentemente eso nunca ha significado nada. De vez en cuando me ha sorprendido mirándole las tetas o las piernas, era inevitable, son cosas que pasan.
La hermana menor de mi esposa se llama Luisa, tiene 38 años. Por decirlo de alguna manera: es el bicho raro de la familia. Es artista y no se qué más. Después de llevarse viviendo un tiempo fuera del país, creo que en Francia y Estados Unidos, volvió hace poco. Aunque no tiene mala relación con su madre o con nosotros (de hecho se muestra siempre muy cariñosa y amable con mi hija y mi mujer) es bastante reservada y yo diría que incluso esquiva. Resulta menos agraciada que mi mujer, aunque tiene un buen cuerpo. No es precisamente guapa e incluso diría que es algo fea, con una mirada extraña, pero hay que admitir que tiene una cara resulta muy interesante, es de esas mujeres que te hacen pensar que sexualmente deben ser atrevidas e incluso perversas. Quizás por eso a veces fantaseo con mi cuñada y en mis invenciones le obligo a protagonizar todo tipo de guarradas y tropelías sexuales. Por alguna razón Luisa se ha convertido en mi imaginación en toda una cerda sin limitaciones morales de ningún tipo.
En fin, pasemos a la historia. Todo empezó hace unas semanas y desde ese momento los acontecimientos se han ido sucediendo y acelerando como si de un relato erótico muy pasado de rosca se tratara. Lo que parecía una vida sexual normal, incluso mediocre, sin demasiados sobresaltos ni peculiaridades, se ha desvelado de pronto como un cajón repleto de sorpresas que me sitúa entre el vértigo de lo prohibido y la excitación permanente.
Recuerdo que era sábado, mi esposa estaba fuera, había quedado con su hermana, yo me disponía pasar un rato tranquilo, quizás leyendo y escuchando música. Mi hija estaba arriba en su cuarto con una amiga, una de esas chiquillas que vienen por casa de vez en cuando y que siempre me alegran el día. Siempre es agradable para un cuarentón como yo estar rodeado de jovencitas guapas (estoy seguro que los lectores en mi misma situación lo comprenderán perfectamente). Pues bien, como decía, mi hija estaba en su dormitorio con su amiga, la cual se llama Laura, una compañera de clase, una muchacha preciosa. Yo había subido a buscar un libro que tenía a medias y que suponía había dejado sobre mi mesita de noche. Al pasar al lado de la puerta de mi hija no pude evitar escuchar un retazo de conversación y el alcahuete que hay en mi me impulsó a pegar el oído, a ver si me enteraba de algo. Y vaya si me enteré:
-Lo hace a posta, el muy cerdo.– Estaba diciendo mi hija- No puede ser que cada vez que vaya a dar clase se le marque tanto la polla, quiere que todas las tías del gimnasio se la veamos.
-¿Tu crees? - Le contestó su amiga, parecía entre divertida y escandalizada.
-Estoy segura. Yo pienso que justo antes de comenzar la clase se toquetea en los vestuarios para salir con el rabo preparado, para que se le note bien en el pantalón de chandal y así provocarnos.
-Ja ja ja. Quien sabe, sea como sea hay que decir que la tiene bastante grande y gorda...
A esas alturas de la conversación yo me había quedado de piedra. Ya suponía yo que mi hija no era tan inocente como para no hablar de esas cosas, pues está en la edad de interesarse en el sexo, pero escucharla así en vivo y hablando de forma tan soez fue poco menos que un shock para mi. Pegué aun más la oreja a la puerta para no perderme un detalle.
-El otro día volvió a rozarse conmigo, ya sabes, aprovechando que me explicaba no recuerdo el qué. Comenzó a pegarse a mi y en cuanto pudo se me plantó bien en el culo, el muy cabrón. – Dijo mi hija.
-Si, también se refregó conmigo. No dejaba de darme puntazos. Ni escuchaba lo que me decía, me puse muy nerviosa.
-Pues a mi lo que me puso es muy caliente. Acabé apretando hacia atrás y creo que se quedó un poco cortado, pero siguió frotándose. Si seguimos así un rato más acaba metiéndome la polla delante de toda la clase.- Las dos chicas rompieron a reír.
-Somos unas guarrillas, Patri, unas guarrilas. El profesor de gimnasia es un pureta más bien patético y nosotras nos dejamos manosear y acosar... ¡será porque nos gusta!
-Si, ya se que el profesor no vale mucho, por muy gorda que la tenga. Pero bueno, hay muchos puretas que están buenos, no me importaría enrollarme de verdad con uno de esos. A decir verdad, estoy segura que un tío mayor nos dejaría más a gusto que los gilipollas que nos solemos enrollar. Mira mi novio, te confieso que a veces pienso que es un pichafloja... jajaja.
-Que mala eres, no es mal chaval Antonio, es guapo además. Aunque admito que últimamente me fijo más en los tíos puretas que en los de nuestra edad. Con solo imaginar que me folla un tío experimentado... ummm.
-Y que lo digas, yo me dejaría hacer cualquier cosa, te lo aseguro. Ya tengo ganas de dar con un tío que me enseñe todas las cerdadas del mundo.- Le contestó mi hija con entusiasmo.
-Por cierto, ya que estamos hablando de esto... no es que sea un cachas precisamente, pero cuando vengo a tu casa suelo fijarme bastante en tu padre.
Mi boca se abrió un poco más. La puerta ya estaba más que mojada por mi sudor y lo que antes era un hormigueo en mi abdomen ya se había trasladado hasta mi polla. Seguí escuchando...
-Vaya con la Laurita... ¡mi padre!
-Si tía, supongo que para ti será algo inimaginable, pero te admito que algo de tilín sí que me hace tu padre. Además, por la forma en que me mira cada vez que vengo por aquí creo que lo tendría fácil.
-Pues la verdad es que cada vez que vengo con alguna amiga noto que se la come con los ojos. En fin, si quieres que te confiese algo, y por favor no se lo digas a nadie ¿eh?, pero de vez en cuando me gusta provocarle...
-¡¿Como?!- El grito de la amiga de mi hija fue considerable.
-Shisssht, no grites. Joder tía, no me jodas, simplemente me gusta andar con pocos trapitos por casa. He notado que me mira y que se pone bastante nervioso. En realidad es algo muy inocente la cosa, me hace gracia y por eso lo hago.
-Ya veo, vamos, que haces de calientapollas con tu padre.
-Que exagerada...
-Jajaja Si, si, ya. Oye...¿Te imaginas que las dos nos liamos a calentarlo?
-¿Cómo? ¿Que quieres decir?
-Pues no se, imagina que nos exhibimos un poco. Solo para comprobar algo.
-¿Lo qué?
-No se ¿Que la tiene igual de gorda que el profe de gimnasia?
-Hostias tía...
-Venga mujer, si tu misma has confesado que te gusta calentarlo. Vamos, será un secreto entre nosotras, en el fondo estoy segura de que te gusta la idea. Además, es un momento perfecto, tu madre no está.
-Laura, es una locura...
-Vamos Patri, de solo pensarlo ya me estoy poniendo cachonda ¿De verdad no te da morbo?
- Insistió con tono pícaro.
Hubo una pausa, la suficiente como comprender que mi hija se lo estaba pensando. Y esa pausa ya hizo que se me pusiera bien dura ¡Mi hija se lo estaba pensando! Presté toda mi atención:
-Joder tía, eres una guarra contagiosa. Si, admito que algo de morbo me da. Pero por favor, será un secreto entre nosotras. Y además no debemos pasarnos, simplemente vamos a calentarlo un poco, para reírnos y nada más. Pero que la cosa que no se nos vaya de las manos. Mi padre podría tomarse muy mal comprobar que su única hija es una pervertida.
- jejeje... Bien. ¿Cómo lo hacemos?
-Con alguna excusa le llamamos y que nos pille en ropa interior. Mi madre me regala últimamente ropa interior muy provocativa, así que tengo por aquí unas cositas que le van a volar la cabeza. Y después le decimos cualquier chorrada, te aseguro que digamos lo que digamos el solo va a estar babeando. Pero será una cosa rápida y se acabó...¿OK?
Yo me despegué de la puerta y rápidamente bajé al salón. El corazón me palpitaba a mil por minuto. En ningún momento me planteé la inmoralidad de la situación. Cegado por el calentón solo tenía claro una cosa: dos jovencitas preciosas querían ponerme cachondo. Lo que ellas no sabían era que ya estaba muy caliente y que solo me faltaba un empujoncito para correrme directamente. ¡De un momento a otro iban a llamarme! Sin embargo, lo que sonó de pronto fue el teléfono móvil. Di un respingo, no me lo esperaba. Lo cogí, era mi mujer:
-Hola Alberto, recuerda que hoy es lo de mi madre.
-¿Como?- Yo no tenía ni idea de lo que me estaba hablando, solo pensaba en las dos chavalas que me esperaban arriba.
-Espero que no te hayas olvidado. Hoy iban a montarle los muebles en el salón, se suponía que ibas a estar allí para que ella no esté sola con los obreros, por si surge algún problema.
De pronto me acordé, maldita sea. Era verdad, le había prometido a mi suegra que iba a ir esa tarde para acompañarla mientras le terminaban de instalar los muebles del salón. No tenía excusa.
No obstante, esta llamada de mi esposa fue como un jarro de agua fría. De pronto se me presentó toda la situación en su verdadera dimensión. La escena que había presenciado (o más exactamente: había escuchado) arriba era una auténtica locura. Decidí que tenía que hablar con mi hija muy seriamente en cuanto pudiera. Pero antes debía solucionar lo de mi suegra, ya hacía varias horas que tendría que haber ido a su casa.
-Muy bien Adriana.-
Re
spondí a mi mujer. - La verdad es que se me había olvidado totalmente lo de tu madre, lo siento.
-Bueno, no te preocupes, no creo que los obreros hayan terminado, vete para allá en cuanto puedas.
-Si cariño, ahora mismo. Hasta luego.
Colgué el teléfono y justo en ese momento escuché a mi hija llamarme desde su dormitorio.
-¡Papá! ¿Puedes venir un momento? ¡Papá!
Subí las escaleras con un talante muy diferente al que tenía cuando las bajé, decidido a ser severo si era preciso, pero sobretodo cortante. Este tipo de cosas solo se le pueden ocurrir a los jóvenes con sus hormonas descarriadas, me sentía ridículo por haber caído en el juego. Abrí la puerta de mi hija y me dispuse a hacer mi papel de padre de la forma más convincente posible.
-A ver Patri, dime...
En dos segundos todo mi discurso moral y paternal se fue al garete. Mi hija estaba mitad de su cuarto en bragas y sujetador, era un modelo de ropa interior terriblemente sexy. El sujetador, de color blanco y semi transparente, permitía que se le vieran los pezones con toda claridad. Sus pechos redondos no excesivamente grandes, pero muy bien formados, eran maravillosos. Las braguitas, hechas con encajes muy finos, dejaban a la vista la sombra de su pubis. En el suelo estaba su amiga, con medio cuerpo metido bajo la cama y con el culo en pompa apuntando hacia mi. Laura llevaba un tanga rojo, con lo cual se le veía perfectamente el agujero del culo, pues en esa zona expuesta la prenda solo contaba con una tira muy delgada y por si fuera poco creo que la chica se lo había echado un poco hacia un lado para que se le viera más claramente el ano. Mis ojos no podían despegarse de ese agujero oscuro situado en el centro de tan deliciosas nalgas. El coño no se le veía bien del todo, pero se adivinaba con toda claridad entre sus piernas.
-Papá.- Dijo mi hija con palpable nerviosismo, sus pechos se movían al ritmo de su agitada respiración.- Nos estábamos probando ropa interior nueva y a Laura se le ha caído un zapato detrás de la cama. No puede cogerlo y quizás tu pudieras mover la cama para llegar a él... Es que la cama pesa mucho.- Mi hija me miró y en su cara vi que comprendía lo poco creíble que resultaba la escena. Era una improvisación pésima, por no decir patética, pero había que admitir que en todo lo demás habían dado en el clavo. Las dos estaban para comérselas. Salí de mi aturdimiento inicial y mecánicamente me acerqué a la cama. La separé de la pared sin ningún esfuerzo, cogí el zapato y les dije:
-Ea, pues ya está. Laura... aquí tienes tu zapato.
Laura se arrastro hacia mi a cuatro patas, muy despacito, contoneando el culito en pompa. Tomó el zapato dándome las gracias. Aunque se le veía también muy nerviosa su cara reflejaba diversión. Me miro a los ojos y después bajó la vista disimuladamente hacia mi bragueta. Estaba guapísima, el sujetador rojo que llevaba rebosaba de sus pechos, los cuales eran algo más grandes de los de mi hija. En su boca había una sonrisa de triunfo y me pareció ver también una perversidad en estado puro, pero seguramente aun no consciente del todo para una chica de sus edad. Su cara estaba justo a la altura de mi polla, miré hacia abajo y vi que tenía una erección impresionante, con solo moverme un poco hacia delante podría rozarme con ella. Decidí que era el momento de largarme, porque si no...
-Bueno Patri, esto... me voy a casa de la abuela, he olvidado que tenía que ir allí esta tarde. Supongo que tu madre llegará en un par de horas.
-Vale papá.- Estaba claro que Patri recibía mi anuncio con cierto alivio, me daba la impresión de que aquello no le estaba gustando demasiado. Laura mostraba, en cambio, una clara desilusión, se había metido en el papel a fondo. Y más a fondo que le metería yo el rabo...
Me permití pegarles un último vistazo antes de salir pintando, eran dos bellezas jóvenes, frescas y allí estaban ofreciéndose para mi. Laura está un poco más rellena que mi hija, con unas caderas más pronunciadas, de esas que son perfectas para agarrarse al follar. Mi hija es de una belleza más elegante, parece una modelo. En todo caso las dos hacían una pareja explosiva y llena de posibilidades para un tío necesitado de amor como yo. Salí de la habitación a duras penas.
Bajé, cogí las llaves del coche y salí de la casa sudando, aun muy caliente, pero recuperando otra vez la cordura. Tenía que hablar con mi hija antes de que hiciera más tonterías de ese tipo. Monté en mi coche y me dirigí a casa de mi suegra.
Concha vive en un barrio residencial en las afueras de la ciudad. Su marido había sido militar y su nivel adquisitivo era bastante alto, le había quedado una buena pensión al quedarse viuda. Llegue a su casa y comprobé que el frente estaba todavía ocupado por el camión de la tienda de muebles, así que decidí aparcar en la calle de atrás y entrar por la puerta de la cocina. La puerta estaba abierta así que entré. La cocina da a un amplio salón, separadas ambas estancias por una puerta acristalada. Me disponía a pasar cuando a través de esa puerta cuando vi algo que me extrañó. Mi suegra estaba hablando con los obreros. Eran cinco hombres, de los cuales dos eran jóvenes y los otros tres bastante más maduros. Todos tenían un vaso en la mano, se ve que habían acabado y mi suegra les había ofrecido una bebida y algo de picar. Pero lo que me había extrañado era la vestimenta de Concha. Llevaba una falda ajustada y bastante corta de color negro, puede que de cuero, sus muslos robustos y con algo de celulitis estaban bien al aire. Arriba llevaba una camiseta de tirantes roja, también muy ajustada, hasta tal punto que sus grandes pechos se marcaban con toda claridad pujando por escapar por el amplio escote. Ella hablaba alegremente y los obreros la miraban, o más bien debería decir que se la comían con la mirada.
Me ladeé para que no me vieran y abrí un poco la puerta para escuchar.
-Si, chicos, habéis hecho un trabajo estupendo.
-Gracias señora. - Dijo uno de los trabajadores, el que parecía más viejo. Debía ser el que dirigía la cuadrilla.
-Gracias a vosotros. - Dijo mi suegra mientras tomaba los vasos vacíos y los volvía a llenar de cerveza. Llevaba unos tacones altísimos, al moverse de acá para allá su gran culo se contoneaba de forma hipnótica, algo que los 5 hombres habían percibido sin lugar a dudas, alguno incluso señalaba a los demás con la cabeza en la dirección del apetecible trasero.
-Claro que sí, han quedado los muebles muy bonitos.- Continuó Concha mientras examinaba los muebles nuevos, la mesa y las sillas. Al agacharse un poco para mirar la tapicería de una silla su falda se le subió justo casi al límite de las bragas, mostrando enteros los muslazos. A los tíos se le abrieron los ojos de forma palpable. Sin pudor de ningún tipo, a mi suegra se la veía radiante rodeada de hombres que claramente babeaban por ella. Se paró un momento ante ellos y los examinó uno a uno. Se dirigió lentamente a uno de los jóvenes, un tipo alto, fornido y de pelo muy claro. Le miró a los ojos y le dijo:
-Da gusto ver trabajar a un hombre que sabe lo que hace. Tu, por ejemplo, me ha encantado ver como usas el taladro, me imagino que hay que estar muy fuerte para eso.- Y sin pensárselo le puso la mano en el musculoso brazo y comenzó a acariciarlo. Ella le miró sonriendo, pero en su rostro había algo más que simpatía.
Yo no podía salir de mi asombro. Aquello se salía de todas mis expectativas.
Los tíos se miraron entre si, con cara de no creerse del todo aquello. Concha seguía acariciando el brazo del hombre con una mano y con la otra comenzó a pasársela por el plano abdomen. El más vejete carraspeó, se le veía algo apurado al hombre, aunque seguro que estaba igual de caliente que los demás:
-Esto... señora, Andrei no sabe más que cuatro palabras del español, lo justo para trabajar. Lleva muy poco tiempo en el país.
Concha le miró y la sonrisa se convirtió en una expresión abiertamente obscena y provocadora.
- Pues estoy segura de que ésto lo va a entender muy bien.- Dijo burlonamente y acto seguido tomo de la mano al tal Andrei y se lo llevo hasta una de las sillas. El tipo se sentó sumisamente, su cara era todo un poema. Concha se puso de rodillas entre sus piernas y sin más preámbulos comenzó a desabrocharle los pantalones. El hombre se dejó hacer, entendía poco el español, pero no era ni mucho menos gilipollas. Con el vaso de cerveza en la mano miraba a mi suegra, cada vez más envalentonado comenzó a tocarle un poco las tetas por encima de la camiseta roja. Concha le bajo del todo los pantalones y metió resueltamente la mano dentro de los calzoncillos. Con cara de júbilo sacó una polla de tamaño considerable que ya iba camino de ponerse dura del todo. Mi suegra miró una vez más a Andrei y le guiñó un ojo muy coquetamente, después se metió la cabeza del nabo en la boca, la relamió un poquito y finalmente se metió el miembro entero. Comenzó a bombear la cabeza con decisión. De vez en cuando soltaba gemiditos, sacaba la polla de su boca y miraba al joven con cara solícita. Después le daba besitos a la polla con cariño e incluso se la refregaba por toda la cara, como queriendo impregnarse bien de su olor y se la volvía a meter en la boca. Se veía que la mujer estaba disfrutando de lo lindo... y Andrei no digamos.
La poca compostura que los demás habían mantenido se hizo añicos en un santiamén. Hubo una explosión de movimiento y voces. Habían salido de su asombro y ya comprendían que tenían allí una tía muy puta para ellos solos. Uno de los tipos mayores se acercó a Concha y comenzó a tocarle el culo, dándole cachetazos. La falda se le había subido, se le veía todo y lo cierto es que era una visión increíblemente seductora. El obrero metió la mano dentro de las bragas y empezó a manosear. En respuesta, mi suegra paró un momento de mamar la polla, miró hacia atrás y sonrió al tío que le estaba metiendo mano. Se levantó y comenzó a quitarse la ropa. Los tíos empezaron a silbar y a decirle guarradas mientras iba quitándose prendas. Ella se veía toda feliz, muy pronto ya no llevaba nada e incluso se dio una vuelta para que todos pudieran admirarla. Verla desnuda era todo un gustazo, con sus enormes tetas bamboleantes y un culo gordo pero aun bien prieto que pedía a gritos ser mordisqueado.
Se volvió a colocar entre las piernas de Andrei, pero esta vez a cuatro patas, exponiendo el culo y el coño totalmente, toda muy en pompa y con las piernas un poco abiertas. El obrero maduro volvió a la carga, aunque esta vez metiendo los dedos en el coño, el cual estaba ya muy mojado. Los demás hombres también se habían acercado rodeando a mi suegra. Le tocaban y apretaban las tetas, la espalda, los muslos...todo, aquella rotunda mujerona era un auténtico festín. Los comentarios soeces no tardaron en aparecer:
-Madre del amor hermoso, que buenas estás.
-Te gustan las pollas ¿eh?
-Que culazo tiene la cabrona, que culazo.
-Guarra...
Andrei le soltaba también lindezas, pero solo las comprendía él, aunque por la cara que ponía no era muy difícil de adivinar por donde iban. Tal y como había dicho Concha: hay cosas que se entienden en cualquier sitio. Tras un rato de mamada el joven comenzó a soltar bufidos y agarró fuertemente la nuca de mi suegra empujando hacia abajo, la polla se le metió hasta lo más profundo de la garganta. De la boca de Concha colgaba un hilo de saliva, pero lo que se dice semen no salió ni una gota, la muy puerca se lo estaba tragando todo. La cara de Andrei se relajó de pronto, había tenido un corrida de lo más intensa.
Mi suegra se paso la mano por la boca para limpiarse un poco las babas. Y aun en la misma posición miró a su alrededor y dijo:
-Venga, el siguiente, que tengo ganas de más.- Y en su cara se veía lo cerda que era. Jamás me había imaginado que iba a ver una expresión así en la cara de mi suegra.
El otro tío joven se sentó en el lugar que había ocupado Andrei. Ya se había quitado los pantalones y los calzoncillos, también llevaba el nabo bien preparado. Concha se lo metió en la boca sin preámbulos, dispuesta a extraer toda la leche que había en los huevos de ese tío. Mientras tanto el que tenía detrás dejó de meterle los dedos y procedió a follársela con unas embestidas desesperadas. Cada empujón que era como una cachetada en el culo de mi suegra, el cual vibraba al ritmo de la follada, marcaba el ritmo de la mamada. Pero no duró mucho la cosa, se ve que el tío iba muy quemado y se corrió casi inmediatamente, pero no parecía muy descontento según los gritos que estaba soltando:
-¡Toma mi leche pedazo de puta! Joder, pero que gustazo follarte el coño. ¡Más que Puta!
El hombre se levantó y se tiró directamente en uno de los sillones que el mismo había instalado hacía muy poco rato, aun con el plástico de la fábrica puesto por encima. Su cara era la de alguien que estaba en la gloria.
Concha ya estaba acabando con su segunda mamada. El tío al que se la estaba chupando comenzó a dar gritos de gusto y al poco mi suegra ya se estaba tragando una vez más toda la lefa. Mientras tanto, otro obrero se había colocado detrás y ya estaba follándosela a lo bestia. El lugar en la silla la ocupó ahora el más vejete, que se sentó con toda rapidez. Ya no se le veía tan apurado, más bien se le veía entusiasmado. Se bajó los pantalones y mostró un pene pequeñín y unos huevos rugosos, con una pelambrera toda canosa. El espectáculo era más bien nauseabundo, pero Concha no se mostró menos fogosa con él de lo que había sido hasta el momento. Se veía que la vejez del hombre no le causaba ningún escrúpulo, de hecho se entretuvo su tiempo acariciando y relamiendo bien los huevos del hombre, besando la parte alta de sus piernas y pasando toda la lengua por sus ingles. El viejo la miraba con devoción y soltaba suspiros de puro placer, estaba claro que no se podía creer su suerte.
-No entiendo como nadie puede insultar o despreciar a las mujeres como tu. - Le decía a mi suegra mientras le acariciaba la cabeza como a una perrita. Ella le miraba solo con los ojos, sin dejar de lamer y besar sus huevos, su polla y sus piernas raquíticas. Se la veía entusiasmada. -Eres como un regalo del cielo ¡Sigue, preciosa, sigue!- Decía el viejo muy feliz.
Desde mi sitio veía la escena con una mezcla de sentimientos. Por un lado estaba excitado al máximo, pero también me sentía terriblemente celoso, pues esos cabrones estaban usando a mi suegra como les daba la gana. Mis largos años de deseo por Concha me hacía aflorar una especie de sentido de propiedad sobre ella y me dolía quedar como un sencillo mirón cuando los demás se estaban poniendo las botas. Pero, por debajo de todo ello, me sentía estupefacto ante la actitud de mi suegra. Para mi era inconcebible que se prestara a lo que estaba viendo, tal grado de sumisión y emputecimiento no concordaba con su forma de ser, o al menos no a como yo había creído todo ese tiempo que era su verdadera forma de ser. ¿Que había ocurrido para que una mujer como ella actuara así? La verdad es que la escena era bastante escabrosa: Concha estaba a cuatro patas, con su imponente culo en pompa, sus tetazas colgando y meneándose con sus movimientos. Un cabrón se la metía por detrás rabiosamente, mientras tanto el viejo asqueroso se dejaba chupetear. Los demás tipos miraban, bebían cerveza, picaban algo, comentaban la follada, reían groseramente y de vez en cuando se acercaban para manosear a mi suegra o para soltarle obsenidades. En ese momento, el que estaba follándosela por detrás abrió las grandes nalgas de mi suegra, dejando a la vista todo su ano:
-¡Joder, pero que agujero del culo más rico tiene esta guarrona!- Dijo el tipo.
Uno de los hombres que estaban libres se acercó con curiosidad y viendo lo que se le ofrecía empezó a toquetear el delicioso ano. A continuación escupió sobre él y comenzó a meter lentamente un dedo, después dos y finalmente tres, sacando y metiendo sin parar al ritmo de la follada de su compañero. El esfinter de mi suegra se veía bien abierto, apretado contra los dedos del hombre. Ella aupó todo lo que pudo el culo, arqueando su espalda al máximo. Los otros dos hombres se acercaron y miraron como el culo de mi suegra era castigado, se reían y le decían suciedades a Concha, revolcándose en la pura lujuria de la situación. Mi suegra gemía de gusto y también decía cosas, pero con la polla del viejo en la boca no se le entendía nada. Pasado un rato el hombre le sacó los dedos del culo y dijo:
-Ahora me limpias, pedazo de puta.
Entonces mi suegra paró un momento de chuparle la polla al viejo y miró la mano que le ponían por delante. Solo en ese instante vi en su rostro una sombra de duda, quizás estaba pensando que eso era demasiado para ella. Pero fue algo muy breve, pues rápidamente se dejó meter los tres dedos llenos de sus propias substancias anales en la boca, repasando bien la mano con la lengua sin la más mínima señal de asco. Es más, se ve que esta situación le excitó sobremanera, pues se corrió de pronto soltando fuertes gemidos y gritos. Al parecer, verse tan degradada le había llevado al éxtasis. El que se la follaba por detrás y el viejo, cuya polla no había dejado mi suegra de pajear, también llegaron al clímax y se corrieron en ese mismo momento. La leche del viejo, aunque no era mucha, salió disparada manchando la mano de Concha, la cual, deseosa por lo visto de otra dosis de semen se relamió hasta dejarla limpia. Por su expresión parecía que estuviera sorbiendo el mejor elixir del mundo. Un vez hubo terminado se levantó entre suspiros y dijo a los hombres:
-Bueno chicos, voy a lavarme un poco, ahora mismo vuelvo.
Salió de la habitación dirigiéndose al baño que había en la primera planta. Los hombres comenzaron a vestirse y después recogieron sus herramientas y materiales de trabajo y las fueron cargando en la furgoneta. Comentaban lo ocurrido entre risitas y dándose codazos. En seguida apareció Concha con un sencillo traje y con el pelo recogido, parecía enteramente otra mujer, nada que ver con la furcia que hasta poco antes les había exprimido los huevos con total desvergüenza. Los obreros, los mismos que antes la habían jodido y manoseado, se mostraron de pronto tímidos y respetuosos, como sin saber donde mirar. Concha se dirigió al viejo:
-Tenga usted, para que se tomen algo.- En la mano llevaba un billete de 50 euros.
-Muchas gracias señora.- El viejo tomó el dinero con cara de no saber donde meterse.
-Nada, nada, habéis hecho un trabajo excelente. Estoy muy contenta con vosotros.
Los trabajadores recogieron las últimas cosas y salieron en tropel por la puerta, casi sin mirar atrás. Yo aproveché ese momento para salir por la puerta de atrás y montarme en mi coche. Di la vuelta a la manzana y llegué a la puerta principal de mi suegra justo cuando ésta se despedía con la mano de la furgoneta de los obreros. Aparqué y salí del coche. Concha me miraba desde la entrada:
-Pero bueno, mira quien está aquí.
-Hola, me temo que me he olvidado por completo, ya veo que los trabajadores se acaban de ir. ¿Ha surgido algún problema?
Intenté sonar natural, pero estaba bastante nervioso. Miraba a mi suegra y no podía evitar verla lamiendo la mano de ese hombre, la mano llena de sus propios fluidos anales.
-No, todo ha ido muy bien. Cuando la gente sabe lo que se hace da gusto.- Me dijo con total normalidad.
-Bien Concha, me alegro, entonces, esto... yo me vuelvo a casa.
-Hombre Alberto, ya que estás aquí tómate algo, no me seas así.
-Claro, claro.
Entramos y ella me dijo que me sentase. En el salón no había señales de la orgía que hasta hace unos instantes había tenido lugar allí. Mi suegra volvió de la cocina con dos vasos de bebida y se sentó en uno de los sillones nuevos enfrente de mi. Me miró con sus bonitos ojos, todo parecía muy normal.
-Y bien. ¿Como van las cosas? - Me soltó, se la veía relajada. Así que estuvimos hablando un rato de tonterías y al poco sonó su móvil:
-¿Si? Ah, hola.-
Noté como mi suegra se estiraba un poco, como si la persona que estuviera al otro lado fuera muy importante
. - Si, si, hace un momento. Todo fue como me dijiste.
Concha me miró, parecía que por un momento se había olvidado de mi. Me hizo un gesto de disculpa y se fue con el teléfono a la cocina. Pude deducir que esta llamada estaba relacionada con la orgía de hace un rato, así que me levanté de la silla e intenté enterarme de algo más de la conversación acercándome disimuladamente. Mi suegra estaba hablando muy animadamente, aunque con la voz bajita.
-Cinco tíos muy cerdos para mi sola. Tendrías que haberme visto, estarías orgullosa de mi. Que gusto me han dado... Si, efectivamente, me he sentido como una guarra, pero no me ha importado, al contrario, ha sido maravilloso... Si, tenemos que preparar eso. Patricia estará interesada, estoy segura, aunque hay que ir con tiento. Es muy joven, pero estoy segura de que lo va a disfrutar, tiene madera de puta, como todas nosotras. Luisa está preparándole el terreno también, me dijo que ya ha hecho algunos avances muy prometedores. Creo que va a ser algo estupendo que se una a nosotras.
¿De qué estaba hablando mi suegra? ¿Con quien? ¿En que estaban implicadas mi mujer y mi hija? De pronto todo mi mundo se tambaleaba. Después de haber visto a mi suegra follada y usada por cinco tipos como si fuera la más cerda de todas las putas escucharle hablar así de mi familia me turbaba mucho, solo podía estar relacionado con algo obsceno. Volví al salón y decidí hacer mi papel de yerno, marido y padre que no se entera de nada, a ver por donde salía la cosa. Concha volvió y estuvimos hablando de frivolidades un rato más. Después cogí el coche y tomé el camino a casa.
Estaba decidido a desvelar el misterio.
(Continuará)
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