El culo de mi cuñada

Los destinos de un muchacho de 18 años y de su cuñada (unos años mayor), se cruzan en fatal reencuentro, arrastrados por el irresistible deseo que ambos sienten. (Ilustrado)

El culo de mi cuñada.

Tenía yo 19 años. En ese tiempo, sufría un largo período de encierro, por la profesión que aspiraba alcanzar: la milicia. Mi abstinencia sexual forzada, pasó de ser un simple inconveniente a una obsesión, pues me encontraba privado de toda oportunidad de salida y por supuesto de placer sexual. Mi voluntario sometimiento a tal sacrificio y tanta soledad eran coincidentes con la situación de otra persona: mi hermosa cuñada. Bella mujer unos años mayor, que por razones de trabajo de su esposo (mi hermano mayor), desperdiciaba sus días (y sus noches) también sola. Y qué relación tienen ambas situaciones? Es simple: mi cuñada y yo habíamos compartido la cama en anteriores oportunidades.

En las largas noches de mi cárcel auto impuesta, el solo hecho de pensar que tenía las llaves de la casa de mi hermosa cuñada (facilitadas por ella misma) y que sólo bastaba cubrir la distancia en taxi para disfrutarla a mi antojo, me hacía temblar del puro deseo. Pero todo quedaba lastimosamente trunco, las medidas de seguridad del lugar y las normas internas de comportamiento eran tan determinantes que cualquier falta, significaría mi automático despido; por lo que, al momento de tomar algún riesgo, sobraban los temores sobre mi futuro.

Mi adorable cuñadita por su parte, pasaba la vida al lado de su recién nacido hijo al que aún amamantaba. Vía teléfono, me confesaba que disipaba su soledad en el trabajo de los cuidados del niño (que no eran pocos). Coincidíamos siempre en la urgente necesidad de vernos y tenerlos el uno para el otro.

Me atormentaban los deseos sexuales, la abstinencia era inhumana, los recuerdos de los jaleos sexuales con mi cuñadita no me dejaban en paz, necesitaba hacer algo, de lo contrario, mis planes de alcanzar una profesión se vendrían abajo. Y el milagro se produjo, una tarde de jueves, tras una bien pensada excusa, obtuve un permiso casi imposible. Mientras recorría la distancia a bordo del taxi, mis cavilaciones sobre mi reencuentro con Sarita no dejaban cabida a ninguna otra consideración. A Dios gracias, llegué al lugar sin ningún contratiempo. Todo parecía perfecto, garantizada la ausencia de mi hermano; asegurada la presencia de mi amada; mi permiso concedido hasta el día siguiente; solo un detalle, no alerté a mi cómplice de mi inesperada presencia.

Las primeras sombras de la noche caían sobre el apacible y alejado barrio de la ciudad. Con algo de sigilo usando las tan preciadas llaves me deslicé al interior, con el corazón a ritmo de locomotora y los ojos llenos de la imagen del cuerpo desnudo de mi amada. En el living, el sonido del televisor a medio volumen llenaba el ambiente, al lado del sofá, la cuna con el niño presumiblemente dormido.

Con mucha cautela, intentando una verdadera sorpresa, estudié el espacio, tratando de determinar la ubicación de mi ansiada presa, los nervios parecían traicionarme y a punto estuve de tropezar con un florero. Traté de escurrirme hasta la cocina dejando de lado la entreabierta puerta del dormitorio principal. Pero un leve gemido al parecer de mi cuñada me paró en seco, aguzando el oído, con zozobra pude reconocer las inconfundibles murmullos de mi bella pareja haciendo el amor, era una especie de canto de sirena que ella emitía al ingresar mi miembro en su coño, el corolario sónico de nuestros tantos encuentros sexuales, algo que realmente amaba como símbolo de nuestra sensualidad, nuestro goce, nuestra entrega y nuestro amor.

Sin embargo, en la hora de los hechos, aquello suponía lo contrario, ella estaba haciendo el amor con otra persona, me estaba traicionando, ¡¡¡¡¡Estaba culeando!!!!!!, pero con quien???????

Me asaltaron los celos mas terribles. A punto estuve de irrumpir en el dormitorio y como loco amante engañado, mandar al otro mundo a quien osaba tomar lo mío. Un feliz momento de reflexión me llevó a preguntarme ¿Tengo algún derecho de reclamar algo? ¿No soy acaso un usurpador en toda la extensión del término? ¿Y si es su propio marido quien está con ella, cómo explicar mi presencia y mi reacción?

Sobrepasado por las dudas no dilucidaba qué camino tomar: Quedarme a por lo menos disfrutar de lo que ella gozaba? (No olviden que tenía una calentura tremenda) O iniciar una retirada humillante, con mi defraudado miembro a cuestas, que a decir verdad en el momento se mostraba impaciente de acción entre mis piernas? Pero algo no encajaba en el cuadro. Si era cierto que estaba cogiendo con su marido, en su propia cama, en su propia casa, porqué no lo hacía con las ganas de siempre? Porqué no lanzaba sus alaridos después de unas pocas metidas de la verga en su peludo chocho desvaneciéndose en su primer orgasmo como era su estilo? Porqué no pedía a gritos mas y mas como me lo pedía a mí? Porqué no decía que le griten lo hermoso que era su culo y que le llenen de nalgadas mientras se la tiraban? Que le digan fuerte y claro lo lindo que se movía y le llenen de halagos por su maestría a la hora de culear? Que le digan de frente que era una perfecta putaaaa!!!!!!!!??????

¿¿¿¿Porqué estaba disfrutando a medias??????

Era una especie de farsa, un fraude, un nuevo despilfarro? (qué lástima). "Si está con su marido es quizás por cumplir" (pensaba a manera de consuelo, esperanzado en que me amaba y solo disfrutaba conmigo) …….y por lo tanto no debía sentirme engañado y menos sentir celos. Pero mi corazón no entendía razones y sentimientos cruzados en extremo se agolpaban en mi mente. Por razones que no puedo explicar, con nerviosos movimientos logré atisbar a través de la entreabierta puerta. Lo que alcancé a ver terminó de confundir mi mas íntimos instintos:

Mi querida cuñada, recostada sobre la cama de espaldas a la puerta, con los pantalones a media pierna, se propiciaba caricias en el pleno cocho que hacían que su tembloroso culo se muestre moviéndose al ritmo de sus propias caricias…... se estaba masturbando!!!!!!. Aquel tremendo culazo que tantas veces en mis manos había saltado de placer penetrado por mi verga, estaba ahora vibrando al son de los propios dedos de mi amor. (Qué alivio!!!!!).

La imagen era simplemente bella. Una Diosa disfrutando de su placer (divino), entregándose a sí misma y satisfaciéndose con caricias de su propia autoría, pretendía disipar las calenturas inimaginables producto de tanta soledad.

Por simple instinto llevé una mano a mi entrepierna e intenté traer a escena mi sufrida polla, mi hambrienta y deseosa verga. Pero ya sea por la esperanza de sentirle gozar sola, (del morbo que siente todo hombre al ver una mujer en la práctica de hacer el amor con ella misma), el amor hacia ella o no sé por qué; me quedé quieto y en silencio, no tenía el derecho de interrumpir aquello tan íntimo, menos de reclamar nada. Pero pronto despertó mi sentido del honor y la responsabilidad, debía satisfacer sus prisas sexuales, estaba claramente insatisfecha por la desatención de mi hermano y de remate, por mi forzada ausencia. Mi latente miembro, reclamaba ser liberado de entre mis pantalones para participar en aquello que ella estaba tomando por "mano propia".

Como un rayo, el llanto del niño irrumpió en el confuso cuadro y de seguro interrumpió también la feliz faena de mi querida cuñadita, me alejé de la puerta perseguido por los ruidos en el dormitorio que me hacían suponer sus ágiles y nerviosos movimientos tratando de vestirse y presurosa salir a ver qué acontecía. Me sorprendió pretendiendo sacar de la cuna al niño, al levantar la vista, me topé con su rostro bellamente sonrojado, quizás por la sorpresa de verme, el temor de haber sido descubierta, la excitación del momento sexual interrumpido agravada por la angustia de no haber alcanzado lo que estaba a punto; o mejor, la alegría de verme!!!!! (Tamaña presunción mía!).

  • Hola -me dijo- no sabía que estabas.

  • Hola –respondí mintiendo nervioso- acabo de entrar, oí el llanto del bebé desde la puerta y acudí presuroso a levantarlo.

Con la misma energía con la que apareció, la vi desaparecer en el baño para tomarse una rápida ducha saliendo ataviada con una cortita falda. Sentándose frente a mí, me pidió le entregue al niño, sonriente y mas tranquila me preguntó:

  • ¿Qué tiempo llevas aquí?

  • No mucho, ya te lo dije, apenas entré y tomé al niño en brazos cuando tú apareciste. –Respondí lo mas convincente que pude-.

Había caído la noche, la luz de una tenue lámpara y alguna proveniente del exterior iluminaban en forma muy hermosa el bello cuerpo de mi cuñada sentada en el amplio sofá, amamantando al niño en brazos, una pierna cruzada sobre la otra, con la respiración entrecortada, todo un hermoso cuadro que me dejaba ver el esplendor de su cuerpo de madre joven y de hembra insatisfecha. Mi nerviosismo me impedía hilar ideas para sostener la conversación, al parecer eso era mutuo ya que apenas lográbamos entre los dos, un breve intercambio de frases incompletas, pendientes al milímetro de lo que decíamos, sin correr el mas mínimo riesgo de delatarnos en los respectivos secretos respecto de qué había logrado yo ver y de cuanto ella me había descubierto.

Casi en silencio y con los nervios a punto de romperse, mi amada se dedicó a las atenciones del niño para llevarlo a descansar. Por mi parte, fingía vanamente ver televisión, solo tenía una idea y bien clara: debería poseerla.

En cierto momento y en el intento de acomodar al niño en el sofá, me ofreció el espectáculo que esperaba: su hermosa cola levantada apenas cubierta por aquella sensual vestimenta que dejaba libre a mis deseos todo su cuerpo, sus largas y torneadas piernas, su estrecha cintura, sus protuberantes tetas apenas cubiertas por una simple blusa y por supuesto, su bellísimo culo, el mas preciado tesoro. No pude mas, la atrapé por detrás aferrándome a tan bella parte de su cuerpo (su culo), con mucha fuerza apegué mis caderas haciéndole notar mi virilidad incontenible, mi dura verga que clamaba por dejarla libre para ingresar a su ya usual cueva, el refugio de mis ardores que tantas veces había tomado como propio (el chocho de mi amante).

Ella sintió mis apuros, pues acomodando las nalgas para aprisionar mi miembro entre ambas (a pesar de las ropas), apenas ladeando el rostro, me dirigió una mirada cómplice seguida de un tímido beso, lanzando a modo de sentencia su decisión de entregarse totalmente a mí y cuanto antes:

  • Ay mi amor, si pudieras saber cuánto comparto tus ansiedades! Espera un poquito, no seas impaciente.

El pacto había sido sellado y fatalmente rubricado, puesto que un insufrible sentimiento de culpa rondaba el ambiente. Un halo desdichado coronaba el espectáculo. Una tristeza inmensa invadía mi ser al saberme autor de lo mas prohibido por la iglesia y la sociedad. Por otra parte, mis apuros eran prioridad y contraponían todo intento de lucidez y cordura. Culpa y placer entremezclados en una salsa digna de locos.

Tomándome de la mano, sin pronunciar palabra y solo a través de una pícara mirada sugirió el camino al dormitorio principal. Como consumados cómplices dirigimos los pasos a ese ambiente dejando al niño un tanto a su suerte, en el corto trayecto, pasé los brazos por su cintura, con cadenciosos movimientos de nuestros cuerpos fundidos, sintiendo yo el contorneo de sus nalgas bajo la corta faldita y ella mi apurada verga a punto ya de estallar; nos dirigimos al lugar que el destino nos tenía preparado: la cama matrimonial, amplia e impecable, (de esas mas que un lugar de descanso, parecían un campo del honor; buena inversión la del dueño). Sin tiempo para cerrar la puerta apoyó las manos en el cómodo lecho, y doblando sensualmente el cuerpo, me ofreció aquello que tanto deseaba (su tremendo culo).

  • Ya. Tómalo de una vez, hagamos realidad nuestro tan esperado reencuentro. - casi me ordenó-

Levanté la frágil y corta falda y me llevé la mas hermosa sorpresa de la noche: no llevaba los calzones puestos. No llevaba protección alguna (Estaba lista para mí?????). Apenas un penacho de negros y ensortijados pelos parecían guarecer la lujuriosa conjunción de las piernas de mi bella consorte, y asomaban el ingreso del cochito a manera de curiosos centinelas, como queriendo adivinar lo que se venía.

  • Es que tengo tremendo apuro –me dijo con su usual picardía- Y esas "cosas" solo perjudican.

Apenas alcancé a quitarme los zapatos y los pantalones junto a mi ropa interior, ella simplemente esperaba el momento de ser penetrada por detrás, con las manos bien apoyadas en la cama y con las piernas con una abertura suficiente para mantener el equilibrio y facilitar el ingreso de mi verga en su interior. En un intento de incrementar sus ansias, acaricié con la mano extendida el enorme y peludo chocho de mi amada y al retirarla deslicé mi dedo índice por el canal que divide sus nalgas, rozando levemente su bien cerrado ano, al tiempo que ella estremecía todo el cuerpo.

La penetré suave, primero solo la puntita, ella empujó el culo a mi encuentro logrando que otro tanto de mi verga ingrese en su peluda concha, poniendo de manifiesto sus ardientes deseos de ser penetrada del todo. El espectáculo era placentero por doquier, el enorme culazo de mi cuñada que terminaba en sus bellas piernas, su abultado cocho con los pelos mojados de nuestras "humedades" y …, todo para mí, sólo para mí.

No pude mas, como niño malcriado me aferré a sus nalgas ayudado por su delgada cintura y empecé el mas lujurioso mete y saca del bien lubricado coño de Sarita. Mi verga, orgullosa de su aspecto y brillante de su lubricación propia, ingresaba atropellando el sensual pelambre que circundaba su ingreso celestial. Y salía cubierta de un blanquecino líquido que yo lo identificaba como la señal con la que los dioses del amor y del pecado, "saludaban" aquel reencuentro. No podría durar mucho, sentía los primeros cosquilleos del feliz orgasmo rondando mis inquietas bolas. El espectáculo de mi Sarita doblada sobre la cama recibiendo mis embestidas, sus gemidos de placer, sus brillosos ojos al borde del llanto mirándome con ansias, su entreabierta boca que clamaba por un beso, sus llenas tetas peleando por ser liberadas de la frágil blusa y moviéndose al ritmo de mis embates, su largo pelo caído a modo de cascada a un lado del bello rostro de mi bien amada (y bien cogida) cuñadita; todos estos detalles solo apuntaban a un objetivo: minar mi resistencia.

Los ansiosos dedos de su mano derecha aparecieron en escena abriéndose campo entre nuestras piernas, peleándose con el cocho algún pedazo de mi verga cada vez que ésta entraba y salía del interior, dándome un masaje sin igual; mientras emitía gritos y gemidos que parecían provenir desde lo mas profundo del sentimiento, al estar por alcanzar el placer tantas veces reprimido. Tuvo que renunciar a la batalla de las caricias dado que mis apuros no le daban la tregua necesaria para palpar mi duro nervio, pues yo insistía en el mete y saca con violencia y rapidez, arrastrado por la vorágine del placer. Mi cuñada, conciente de que yo llegaría al final antes que ella, se dedicó a un frenético manoseo de su chochito ayudándose a ser una "mujer feliz" y ayudándome a ser "bien hombrecito". Con absoluta naturalidad, todos nuestros movimientos perseguían ahora un propósito común: llegar juntos al orgasmo.

  • Voy a terminar lo que empecé esta tarde y tú lo interrumpiste, -me dijo-.

  • Fue sin querer mi amor, le contesté, solo quería verte disfrutar aunque fuese sin mí.

Estaba claro que ella sabía lo que yo sabía, vio que la vi, y ambos ahora buscábamos completar aquello, yo metiéndole mi verga por detrás y ella empujando el culo hacia mí y acariciándose alocadamente el cocho.

  • ¡Métemela mas adentro, dame mas duroooooo!, -me imploró mordiendo el cubrecama y respingando aún mas el culo-.

  • ¿Te gusta?, -alcancé a preguntarle-, ¿Es esto lo que quieres?

  • Esto es lo que quiero papito, quiero culear asiiiiii, disfrutar como sólo contigo puedo hacerlo. -me contestó-.

Fue esa la señal que esperaba y acabé….. llegué a un sublime orgasmo en su interior, empujando mi verga con la mirada fija en la imagen su peludo chocho comiéndoselo hasta su base, mientras éste descargaba todo su contenido en el interior de mi bella amada.

Y ella acabó, lanzando gritos de placer ahogados por el contacto de su rostro en la cama.

Sin poder soportar por mas tiempo mi peso, se dejó caer suavemente sobre el amplio lecho, llevándome consigo bien prendido a sus espaldas y sin permitir que mi verga abandone su interior, con los músculos de su entrepierna y de sus nalgas, aprisionaba mi ya decadente falo, en una especie de esfuerzo último de exprimirle la última gota del vital líquido…, quería quedarse con todo. Por mi parte, no deseaba perderme ni un milímetro del contacto con su cuerpo, empujaba mi verg con todas las fuerzas como queriendo perpetuar aquel sublime momento en el que mi amor se complementaba en el deleite carnal. Pretendía dejar mi semilla en el territorio mas profundo y fértil de mi amor. Quería sentirme dueño absoluto de aquello que bien sabía era de otro, mi hermano; pero por el momento ella me lo daba en propiedad plena. Estaba yo perdidamente enamorado, debo confesarlo.

  • Te amo, -le susurré muy suave al oído, esperando con ansias ser correspondido-.

Eso no ocurrió, permaneció en silencio, sólo una fugaz lágrima se hizo presente resbalando por su mejilla y perdiéndose entre las almohadas, a pesar de sus esfuerzos por evitarlo.

Otra vez, el sentimiento de culpa ocupó todo, tanto que me sentía imposibilitado de lograr movimiento alguno.

La noche era aún tierna, había mucho por decir, festejar y hacer……… Pero eso podrá ser en otro relato. Mientras tanto, les regalo con esta foto nuestra: