El Culo de Mariam (5)

Quinto y ultimo relato de la historia de Mariam, de virgen a puton en menos de una semana.

Ella me miró asombrada.

  • No, eso si que no...
  • Vamos, Mariam, ¿acaso te he hecho algo que no te haya gustado ?
  • Eso es distinto, eso no está hecho para follar...
  • Hasta que te follan.
  • No quiero que me des por el culo.

Me eché sobre ella y apresé sus tetas, chupándolas con cuidado.

  • Mariam, escúchame. Comprendo que te de miedo, que es un sitio muy estrecho y mi polla es gruesa. Créeme que si pudiera privarme de encularte lo haría, pero no puedo. Tu no tienes un culito normal, nena, tu tienes el mejor culo que he visto en mi vida, así de simple. Mariam, no me pidas, no me digas que no me vas a dejar follármelo...

Mariam dudó.

  • No será para tanto -dijo.
  • Mariam , si tu estuvieras en mi lugar, me entenderías. He soñado con jodértelo desde la primera vez que te ví. ¿Te acuerdas cuando hablábamos de Yoga en tu vagón? Pues yo lo único que pensaba, lo único que deseaba, era cogerte por detrás y metértela por el culo hasta que no pudiera más. Tu no sabes lo que tienes ahí detrás. No te das cuenta del culazo que tienes, de todas las erecciones que provocas simplemente andando por la calle. Sobre todo cuando llevas esos pantalones de pana negra que se te meten por la raja hasta... Dios sabe donde, y que parecen que van a reventar con tus nalgas de un momento a otro... Joder, Mariam, déjame follarme tu culo..., te aseguro que vas a gozar como una puta.
  • No sé...
  • ¿Sabes que me hice 6 pajas a la salud de tu culo en mi vagón? Imagínate cuantas veces seguidas podría follártelo si me dejaras.
  • ¿Y me vas a dar muy duro?

Yo no sabía qué decirle. Pensé "Todo lo que te lo mereces".

  • Seré suave, no te haré daño, Marianita.

Mariam dudaba. Sabía que yo era un "chico malo", aunque sabía que en su fuero interno aquello la "ponía".

  • No sé..., nunca me ha llamado la atención..., nunca he deseado que me dieran por el culo.
  • Hasta que lo pruebes... Te va a gustar más que chupar polla, ya verás...

Le propuse que se sentara sobre mi polla y se enculara ella misma con cuidado. Tras muchas dudas, aceptó. Yo estaba tumbado boca arriba y ella se sentó a horcajadas, dándome la espalda. Primero quiso apoyar las rodillas a ambos lados de mis caderas, pero yo tenía un perverso plan. Le dije que se apoyara en las plantas de los pies y con las manos en el suelo. Mariam obedeció confiada. Mi polla, ante semejante perspectiva estaba de nuevo como un ladrillo. El culo de Mariam flotaba majestuoso sobre mi tranca. Puse las manos sobre sus suaves e imponentes nalgas y las separé. Las dos lunas de carne se separaron bastante, y pronto apareció el lugar donde presumiblemente (yo no lo veía) estaba su esfínter. Mariam descendió temerosamente, hasta que notó mi glande tocar su ano. Se estremeció. Yo me había embadurnado un poco la tranca con leche bronceadora para facilitar la acometida. Al principio estaba completamente cerrado. Sus nervios impedían la necesaria relajación para que el ano se dilatara lo suficiente para absorber, al menos, la cebeza de mi cipote. Durante unos minutos Mariam subía y bajaba tímidamente, intentando absorber parte de mi gruesa polla. Lo cierto es que ella tenía razón: su esfínter era diminuto (sobre todo en comparación con sus nalgazas) y mi polla causaría estragos al entrar..., pero, madre mía, aquella visión y aquella perspectiva hubiera animado a cualquiera. Estaba tan cerca de conseguir mi más ansiado deseo: encular a aquella puta maciza, a aquella madrileñita que, sin saberlo, había venido a Andalucía a que se la follaran a fondo por el culo.

Finalmente me decidí a consumar mi plan. Cuando Mariam, después de varios intentos, hubo conseguido introducir mi glande en el esfínter (cuán cálido era...), me dí cuenta de que si le quitaba las manos, su único punto de apoyo, de un manotazo, ella caería con todo el peso de sus 75 kilos sobre mi polla, y ésta obviamente, entraría hasta el fondo de su culo. Literalmente se sentaría sobre mi polla de un tirón, de una "sentada", y nunca mejor dicho.

Así lo hice. De improviso, de un manotazo, le retiré las dos manos, y ella cayó con todo su glorioso peso sobre mí, ensartándose mi miembro hasta los huevos, hasta los mismos huevos. Ella gimió de dolor (¿o fue placer?) y se quedó unos momentos sin respiración. Me imaginé que la visión de aquel panorama desde delante sería fantastica: Marianita sentada sobre una polla que le entraba hasta el fondo de su macizo culo, con una cara mitad sopresa, mitad susto, mitad dolor/placer.

Su culo, su ojete, era estrecho y cálido como un horno. Entró con relativa facilidad, y enseguida me dí cuenta de que era tan delicioso y calentito que me costaría horrores no correrme enseguida. Sentía la fantástica presión de sus nalgas de diosa oprimiendo, ordeñando mi afortunada polla. La cogí por las caderas y la hice subir y bajar un poco. Ella, traspuesta todavía, se dejaba hacer. En unos momentos ya la tenía bien aferrada por las caderas, haciéndola cabalgar levemente, horadando aquel imponente trasero.

  • ¡Jodeeeeerrr, qué culoooo! -no pude reprimir.

Ella gimoteaba y suspìraba, sin acertar a decir nada. La hice rodar de tal manera que quedó debajo de mí. Mi polla, por supuesto, aún dentro.

  • ¡Vaya polla!, ¿eh? -le dije, fanfarrón, sin creerme aún del todo que, al fin , se la había metido.

Seguí empujando. Cada vez era más facil entrar y salir de su ojete. Ella suspiraba, y no de dolor precisamente. La puse a gatas, yo detrás de ella, en la posición más clásica para dar por el culo. Ahora no sólo podía penetrarla a conciencia, sino que tenía ante mí una maravillosa perspectiva: su enorme trasero, su hermosa espalda, su cabecita rubia, sus trencitas meciéndose al vaivén del bombeo al que la sometía. Empecé a darle con creciente fuerza, con decreciente compasión. La polla resbalaba hacia dentro con relativa facilidad. Pensé que si la primera enculada era tan sencilla, las posteriores serían tan habituales como metérsela por su chocho rubio.

Menudo culo tenía la niña.

Se la metía hasta los huevos, la sacaba hasta la mitad y se la volvía a clavar inmisericordemente, así una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. Sus gemidos eran ya claramente orgiásticos. Gozaba como una puta barata. Mi polla desaparecía una y otra vez en el interior del culazo de Mariam. Ella gemía roncamente, absolutamente ida, incapaz de oponer alguna resistencia. Chicos, ojalá hubiérais estado allí para sentir aquel ojete madrileño.

Para estimularla, le azotaba el culo. Saboreaba el "plas" del sonido de sus macizas nalgas, una y otra vez. La pobrecita se llevó una buena azotaina, pero se lo merecía por tener aquel indecente culo. Además la animaba con mis comentarios, que la ponían más cachonda.

  • ¡Vaya culo tienes, zorra! ¡Pero qué cacho de culo! ¿Te gusta que te den por el culo?
  • Sssiii.sssii...ssiii....-gemía, indefensa.

Dentro-fuera, inmisericordemente, como debe follarse un buen culo de maciza, enseñándole para qué se lo dio la naturaleza. Creo que a Mariam le quedó bastante claro. Yo sentía mi carne perderse allí dentro, volver a salir amoratada por la presión, volver a clavarla sin miedo, confiando en mi propia dureza, en la elasticidad de su recto. Lo que más me animaba era oírla gemir obscenamente, sin recato. Saboreaba pensar que 4 días después de haber visto aquel imponente culo en el tren, por fin, me lo estaba follando, y cómo me lo estaba follando, sin piedad, sin compasión.

Tíos, no sé cuánto tiempo me la estuve follando, pero fue mucho. Solté una primera descarga, pero enseguida se me puso dura, tanto deseaba follarme así a mi Mariam. Me corrí dos veces más antes de sacarla de aquel, para mí, sagrado lugar. Mariam cayó rendida y satisfecha, no digamos yo. Era el hombre más feliz del mundo.

Antes dejarla dormir, le propiné un nuevo azote en las cachas, y le dije "a partir de ahora gozarás también por el culo, amor..."

Continuara...

Al día siguiente, de mútuo acuerdo, decidimos hacer actividades "normales", en parte por aprovechar un poco el camping, en parte porque la sesión anal a la que había sometido a Mariam había sido tan intensa que ella tenía molestias. Le ardía el esfínter, un leve dolor en el recto que le incomodaba al andar o al sentarse.

Yo me puse un bañador y unas zapatillas deportivas, y ella las bragas del tanga y una camiseta de tirantes sin nada debajo, además de zapatillas. Os la podéis imaginar. No iba desnuda de manera estricta, no se le veía ninguno de sus abultados encantos pero, ¡cómo estaba ! El tanga le sentaba como no se lo he visto a ninguna otra chica, en realidad era una débil excusa para enseñar el enorme culo a todo el mundo; el triángulo del pubis era tan pequeño que parecía que en cualquier momento asomariían los dorados rizos de su jugoso chochito; y la camiseta de tirantes, a pesar de ser amplia, no conseguía ocultar la gloriosa realidad de aquellas dos enormes, poderosas, fantásticas tetas. Mientras íbamos camino de la pista de tenis, yo la dejaba andar delante de mí, regodeándome al pensar en cómo me la había follado los días anteriores, y más contento aún al pensar en lo que me quedaba por hacer con mi Mariam.

Estuvimos jugando al tenis como dos aficionados buena parte de la mañana. Enseguida tuvimos bastante público, especialmente masculino, que obviamente no había acudido a ver el partido sino al pedazo de hembra que había en la pista. Os podéis imaginar cómo la jaleaban cada vez que ganaba un punto, y no digamos cuando se agachaba a coger alguna pelota y mostraba el desaforado culo al público. Muchos desaparecían repentinamente, me imagino por qué.

  • ¡Coge las mías!-gritaba el ingenioso de turno.

Cada vez que sacaba, los melones se sacudían notoriamente entre aplausos del público, casi exclusivamente masculino. Lo más gracioso era que en una pista cercana un conocido tenista estaba jugando un buen partido, pero el público de allí prefería, evidentemente, a la "top-ten" Mariam, que tenía "el mejor saque" del circuito... Aunque la mayoría se conformaban con llenarse los ojos con ella, alguno que otro soltaba de vez en cuando una patochada realmente grosera.

  • ¡Te iba a dar candela, tía buena!
  • ¡Eso es carne y no lo que le echa mi madre al cocido!
  • ¡Ten cuidado con el mango de la raqueta!
  • ¿Quieres que te sostenga las bolas?

Para qué deciros, amigos, yo me sentía muy incómodo. Ser pareja de Mariam no sólo tenía cosas buenas. De alguna manera me sentía responsable de que a ella no la hirieran. Cuando se dio cuenta de mi incomodidad, decidimos dejar el partido, y abandonamos la cancha en medio de una salva de aplausos que evidentemente no iban dirigidos al juego.

Aquella tarde Mariam acudió a uno de los talleres del campamento y yo decidí quedarme leyendo en la parcela. Los chicos que había visto el primer día se dirigieron a mí resueltos, y se presentaron. Como os podéis imaginar, enseguida me preguntaron por Mariangeles.

  • ¿Es tu novia?
  • Sí...
  • Déjanos decirte que está buenísima...
  • Ya, ya...

En realidad eran 5 golfillos de apenas 20 años que, al parecer, estaban completamente salidos desde que la vieron. Al principio no sabía muy bien qué pretendían, pero empecé a intuir algo... ¿Me seguís?

Cinco pollas, cinco, para Mariam. La sóla idea de verla atravesada por cinco pollas me hacía empalmar como un desgraciado. Al principio fui remiso, pero debo reconocer que la idea me ponía cada vez más cachondo, e intuía que a mi nena le iba a encantar...¡Qué demonios! Hasta ahora le había gustado todo. Les dije que me dejaran pensarlo.

Durante el día siguiente la idea se apoderó de mí. ¡Cómo disfrutaría ella!, y qué excitante perspectiva verla penetrada, no ya sólo por una polla distinta, sino por 4 ó 5 a la vez... Buuuffff.

Aquella era la última noche en el camping. Debia ser entonces o nunca. Yo le había dicho la tarde anterior que tenía una sorpresa especial para ella. Ella me miró maliciosa. Sabía qué clase de sorpresa le solía dar, aunque supongo que se preguntó qué agujero suyo quedaba por desflorar.

Los muchachos se llamaban Javi, Quique, Pepe, David y Borja. Estaban completamente pendientes de mis instrucciones, desde el momento en que les confirmé que lo intentaríamos. Al parecer, la noche anterior dos de ellos ni siquiera pudieron dormir, pensando que al día siguiente se iban a follar a "la tetona", como decían ellos.

Mariam y yo acabamos de cenar. No sabía cómo decirlo. Sabía que a ella la ponían cachonda los golpes de efecto, así que, después de imaginar posibles situaciones, decidí hacerlo de la manera que os voy a narrar.

  • ¿Cuál es mi sopresa? -me preguntó, cariñosa. - No sé si te gustará... - Mmm... Seguro que sí. Eres un encanto.

Amasé una de sus tetas por encima de su camiseta.

  • ¿Te ha gustado lo que te he dado en este camping?
  • Tú que crees, ¿nene?
  • Pues de eso va la sorpresa. Cogí aliento y proseguí.

  • Te has llevado rabo casi por todas partes, pero... sólo uno...

Me miró extrañada.

Di un silbido y los cinco zagales se acercaron en bañador a nuestra parcela, ténuemente iluminada por una linterna halógena.

  • Te presento a Javi, Quique, Pepe, David y Borja. Esta es tu sorpresa.

Mariam no entendía lo que pasaba.

  • No entiendo.

Miré con complicidad a los chicos y les hice una señal qu habíamos acordado previamente aquella tarde. Los cinco, al unísono, se bajaron los bañadores mostrando cinco pollas de buen tamaño, la mayoría completamente erectas.

  • Esta es la sopresa Mariam...

Mariam se tapó la boca, llena de sopresa.

  • No te la tapes que te la voy a meter por ahí -dijo Borja descaradamente.

Yo no las tenia todas conmigo, pero me dí cuenta de que había acertado cuando ví cómo los hermosos pezones de mi chica se marcaban a través de la camiseta.

  • Pero..., pero..., yo...m yo no... -tartamudeó Mariam.

  • Métete ahora mismo en la tienda, que te vamos a follar entre todos, cariño. Quítate las bragas y pórtate bien con estos chicos, que van a ser muy buenos contigo.

Mariam, completamente ruborizada, y sin mucho control sobre sí misma, me obedeció, metiéndose en nuestra tienda, que debo explicar, era bastante amplia. Los chicos me miraban con asombro, por lo fácil que había resultado. Incluso para mí fue asombroso. Con el tiempo, cuando conocí más a Mariam, comprendí mejor su manera de actuar en esas situaciones: se trataba de una exótica mezcla de timidez, morbo, sumisión, y, por supuesto y lo más importante de todo..., le gustaba más un rabo que a un tonto un bote. Yo creo que ella, en los días anteriores, había estado fantaseando diversas situaciones, y se dio cuenta de que aquella era la oportunidad de su vida.

Los cinco chavales se apresuraron a acecarse a la tienda andando torpemente, con los bañadores por las rodillas. Era un espectáculo morboso y divertido.

  • Tranqui, colegas, que hay para todos... -les dije, riéndome-. Esperad -añadí-. Podéis follarla como queráis y por donde queráis, pero que quede claro una cosa, quiero que ella disfrute. Si ella os pide una cosa, lo hacéis, si no os largáis todos de aquí. ¿Queda claro?

Obvio decir que asintieron sin ninguna objeción, faltaría más.

Cuatro de ellos desparecieron en la tienda. El quinto debía esperar fuera. Yo estaba también excitadísimo y, bajándome el short, comencé a meneármela pensando qué estaría sucediendo allí dentro. Durante unos minutos oí comentarios, risas, suspiros, exclamaciones, gemidos... Poco después empecé a oír gemir a mi Mariam.

Me metí en la tienda. ¡Menudo espectáculo! Uno de ellos, creo que Javi, estaba entre sus piernas, bombeando en su rubio coñito. Se podían ver perfectamente sus huevos golpeando las pelvis de Mariam. Ella gemía rítmicamente con los ojos cerrados. Pepe se afanaba con sus tetas con expresión de incredulidad ante lo que estaba manejando. Borja, como había prometido, introducía rítmicamente su polla, de buen tamaño, en la boca de ella, que se esforzaba en engullir. David se la meneaba esperando con ansia el turno de joder a Mariam.

Yo tenía el rabo como os podéis imaginar. Recordé que tenía una cámara. La saqué e hice algunas fotos para la posteridad. David desplazó a Javi y penetró a Mariam por su ya chorreante coño. Mariam gemía y gemía.

  • ¿Te lo pasas bien, cariño? -le pregunté, algo celoso. - Mmmm...ssi..mmmmmsssiii...mmmm.. -me respondía como podía.

David la follaba con dureza. Entretanto, Borja y Pepe se repartían las tetas y la boca como buenos amigos. Esta desorganizada follada duró unos minutos más, hasta que, dándose cuenta del asunto, los chavales se organizaron. Pusieron a cuatro patas a Mariam, que se dejaba hacer en medio de gemiditos ansiosos. Con Mariam en posición de perrita, ellos disponían de tres agujeros, amén de sus poderosas tetas que colgaban casi hasta el suelo. Ella miraba a todas partes jadeando ansiosa, nerviosa por la interrupción de la follada.

  • Tranquila, nena...-le dije-. Ahora te follan.

En esta postura todo resultaba más fácil. Javi entró por su boca, Borja penetró su coño desde abajo -hasta el fondo-, y Pepe se afanó en meterla en su macizo culo. Poco después, a Mariam la empujaban desde todos lados, haciendo cimbrear su cuerpo de graciosa manera. David sustituyó a Javi en la boca de Mariam, que chupaba y chupaba. Yo tenía que hacer verdaderos esfuerzos por no correrme ante tal espectáculo. Veía el sandwich que le estaban haciendo: una polla entraba hasta el fondo del culazo de ensueño, mientras que Borja, que bramaba de placer, hundía su estaca hasta la matriz de Mariam. Ver el inmenso culo entre las dos pollas, follado por arriba, y el coño, follado hasta el fondo por abajo me puso a cien. Saqué varias fotos de aquel monumento. Le dije a Pepe que se quitara, lo que hizo de mala gana. Cuando sacó la polla del ojete, éste permaneció ampliamente abierto unos instantes y se cerró. Pero poco despues allí estaba yo introduciendo mi dolorida polla en el culo de mi Mariam.

La jodí con desesperación, castigándola, mientras la llamaba puta, guarra, y otras lindezas por el estilo. Noté perfectamente como ella se iba en una cascada de orgasmos simultáneos, proporcionados por el baile de pollas que entraban y salían de su cuerpo de diosa. Yo apresaba sus nalgas con desesperación, frotándolas, pellizcándolas, horadando su esfínter hasta el límite de lo posible. Ella jadeaba, gemía, gritaba, cuando su boca no estaba ocupada, lo que era verdaderamente extraño.

Desde mi posición, mientras daba y daba sin piedad, pude ver cómo David y Javi conseguían meterle sus dos pollones en la boca. Mariam podía chupar las dos a la vez. Ambos la sujetaban por la cabeza para que no las soltara. "¡Cómo debe estar gozando!", pensé, sabedor de lo muy mamona que era. Apreté las nalgas y me corrí espesa y largamente en su culo. Cuando saqué la polla del prodigioso orificio, ví la panorámica desde arriba: el esfínter se cerraba lentamente, las dos pollas desaparecían casi completamente en la chupadora boca de Mariam, Borja clavaba su estaca sin piedad ni misericordia en su coño. Recordé la primera vez que vi su culo en el tren, en aquel erótico pantalón de pana negra. Quién le iba a decir que acabaría asi...

Sali fuera para recobrar fuerzas y le dije a Quique "El culo está libre, estás de suerte". Quique desapareció dentro de la tienda y se sumó a la comunal follada de Mariam. Estuve un rato meneándomela, imaginando lo mucho que estaría disfrutando mi nena. Poco después, aprovechando que algunos de ellos se habían corrido varias veces ya, volví a entrar. Mariam tenía ya numerosos reguerones de esperma en el culo y los muslos. Me puse delante de ella y se la metí en la boca. Creo que ni siquiera se dio cuenta de que era yo. Se la comió y chupó y chupó y chupó... Bueno, ya sabéis cómo chupa ella. Desde atrás, Quique la follaba violentamente, tratando de correrse por segunda vez en su culo. Desde abajo, era David quien la ensartaba ahora. Borja me propuso que le metiéramos los dos nuestras pollas en la boca. Se la saqué momentáneamente y las dos pollas juntas desaparecieron en la boquita de Mariam, que sorbió ruidosamente.

Mientras Mariam recibía y recibí, su actitud era de sobrellevarlo todo como podía. No decía nada (tenía la boca ocupada) y empezaba a dar muestras de estar exhausta. Poco después alguien la cambió de postura y la obligó a sentarse sobre su polla, enculándola desde abajo. Sus tetas se balanceaban obscenamente y todos querían cogerlas. Mariam fue manoseada por todos así. Una docena de manos sobaban sus muslos, jugaban con su coño chorreante, estiraban, pellizcaban, amasaban aquellas ubres de vaca, magreaban el culo... Ella se corría periodicamente, profiriendo un gemido gutural y profundo, arqueando su espalda. De vez en cuando, alguien se la volvía meter en la boca. Ella se la comía sin ni siquiera mirar de quién era. El "chup-chup" resonaba en la tienda.

Antes de irse los chicos (eran las 5 :00 y ella estaba agotada de correrse), todos se la metieron brevemente una vez más en el rico chochito, sabedores de que nunca volverían a follarse una tía como esa.

Al día siguiente abandonamos el camping. Las mejores vacaciones de nuestra vida. Mariam volvía a Madrid y yo a mi Cadiz. Como el tren de ella salía por la tarde, le propuse estar en una pensión las horas que restaban. Le pedí que se pusiera aquel pantalón de pana que tanto adoraba. Así lo hizo, y le estuve sobando y magreando el culo a conciencia. Se lo bajé, descubriendo el culo. ¡No llevaba bragas! Y la enculé por última vez. Fue maravilloso.

Cuando ella se montó en el tren, ambos estábamos a punto de llorar, porque el hecho es que nos queríamos. No había habido sólo sexo, también amistad y camaradería, regalos picantes y diversión. Nos prometimos volvernos a ver. Ella tenía la fantasía de que yo la follara en su propio dormitorio, rodeada de sus muñecas. Por supuesto le dije que sí.

Mariam me escribiría muchas cartas, contándome sus aventuras sexuales, verdaderamente calientes y que dejaban en mantillas toda nuestra peripecia. Tengo muchas de ellas y os las iré transcribiendo. Os aseguro que leerlas rompe la bragueta. Una vez le dije, medio en serio medio en broma: "Mariam, con ese culo puedes conseguir lo que quieras". Tiempo después me escribiría diciendo: "Tenías razon, con mi culo consigo lo que quiero".