El Culo de Mariam (4)

Comienza la perversion maxima de Mariam en la cuarta entrega de esta historia.

Antes de que amaneciera, nos despertamos de nuevo. Estábamos cachondos perdidos los dos. Yo porque tenía a aquella tía buenísima desnuda en la misma tienda de campaña, y ella porque había perdido el virgo a lo grande, por su coñito y por su boquita. Me agarré la polla y le susurré "vamos, nena, chúpamela un poquito". Esta vez la muy puta no puso pegas. Sonrió golfa y engulló mi polla, que yo sostenía agarrada por la base. Me la chupó unos minutos. No llegué a correrme, me dormí y ella se echó a dormir de nuevo hasta el día siguiente.

El sol traslucía a través de la tela de la tienda. Me desperté. Me sentía pegajoso, especialmente en mi entrepierna, por los fluidos de los dos. Había un agradable aroma, mezcla de nuestra carne, sudor y fluidos corporales. Mariam dormía como un angelito. ¡Pero qué buena estaba! Decidí dejarla descansar. Asomé la cabeza al exterior. Eran las 10:00 y había ya cierto movimiento en el camping, aunque nadie madrugaba demasiado. Me volví a meter en la tienda. Ella estaba ya despierta, de rodillas, mirándome con simpatía y satisfacción.

  • Buenos días...-le dije.
  • Buenos días...
  • ¿Has descansado bien?
  • Sí....

¡Qué demonios! Alargué las manos y cogí aquellas tetazas otra vez. Me lo pedía el cuerpo. Mariam reaccionó fulminantemente. Abrió su boca en una mueca de placer y se dejó sobar. La besé en el cuello con ansia. Mi polla se endureció de nuevo.

  • Te voy a dar el desayuno...-le dije, malicioso.

Me agarré la polla y la sacudí frente a su cara. Ella entendió enseguida lo que yo quería. Yo estaba de pie intentando no pegar con la cabeza en el techo de la tienda, ella de rodillas tragando de nuevo mi cipote. Chupó mansamente mientras yo la guiaba, sujetándola con ambas manos.

  • Vamos, manona, vamos... que sé que esto te gusta...

Ella soltó un gemido "mmmmm" que parecía significar "sí". Tras unos minutos de lengueteo, se la saqué y le pregunté:

  • Esta vez te vas a tomar la leche, ¿vale?
  • Vale...-me contestó con una sonrisa.

Se la volví a meter en la boca y la animé "dale, nena, que ya viene lo bueno, dale, vamos Mariam..." Ella me agarró el culo estrechando la mamada más. Enseguida solté los cinco chorros de rigor, que uno a uno desaparecieron en su garganta. Dejé que me sorbiera bien la polla para limpiar hasta el ultimo resto de esperma.

  • ¿Te ha gustado el desayuno, nena?
  • Sabe salado...-dijo, maliciosa.
  • ¿Te gustaría que te diera el "biberón" todos los días?

Se rió, vergonzosa, pero contestó con perversa mirada "sí"

  • Y eso que no te gustaba -le dije, propinándole un azote en las macizas nalgas.

"Ahora quiero que desayunes tú...", me dijo, y se tumbó, abriéndose de piernas y mostrándonme un increíblemente jugoso coño rubio. No tengo que deciros que me "desayuné" a gusto y a conciencia. Le estuve comiendo el coño más de 20 minutos, porque sabía que estaba disfrutando como loca. La pobrecita se corrió al menos 3 veces. Buen desayuno.

Bien desayunados los dos, salimos de la tienda, yo desnudo y ella con la parte inferior del tanga, que la hacía furiosamente atractiva pues apenas tapaba su rico pubis y la tira de las nalgas desaparecía del todo entre las lunas de carne.

Aunque nuestro plan inicial era disfrutar de un convencional día de camping, aprovechando las numerosas actividades que se iban a desarrollar, la calentura que teníamos los dos nos hizo cambiar rapidamente de idea. Después de pasear una media hora por el camping nos alejamos de la zona más transitada y llegamos a una zona verde y arbolada bastante solitaria. Íbamos cogidos de la mano y debo reconocer que ya sentía algo más que deseo por Mariam, aunque me daba miedo confesárselo. Apoyé mi espalda contra un árbol y la estreché contra mí.

  • Espero no haberte hecho sentir muy violenta ayer...
  • En absoluto...
  • Es que me pones muy cachondo...
  • ¿De verdad?
  • No dejo de mirarte y no puedo creerme lo buena que estás...
  • Exagerado...
  • Es verdad, Mariam, te deseo muchísimo.

Ella me miró con ternura.

Tú también me gustas -me dijo. - ¿Si? - La tienes muy grande... -dijo, algo avergonzada. - ¿Te gustan grandes?

Su mirada lo dijo todo.

  • Ponme cachondo. Háblame de eso.
  • ¿Qué quieres que te diga? Me da vergüenza.
  • Venga, díme lo que te gusta...

Después de insistirle un poco, Mariam empezó a conmtarme sus deseos más picantes. Me demostró que sabía calentarme simplemente hablando.

  • Claro que me gustan grandes..., cuanto más mejor..., más carne dentro...
  • Pero te he desvirgado yo...
  • Me encanta tu polla...
  • Pues la vas a tener todo lo que quieras, nena.
  • ¿Y el señor, qué es lo que quiere el señor?
  • Tengo muchos planes para tí... Quiero que cuando dejes el camping estés muy, pero que muy bien follada.
  • Eso me gusta...
  • Bueno, debo anticiparte que sobre todo me la vas a chupar hasta que te canses. ¿Te gusta chupar, nena?

Mariam me echó una mirada indescriptible. "Oooh...ssiii", musitó.

  • Pues estás de suerte, porque a mí me gusta mucho que me la chupen. De hecho estaba buscando una puta que me la chupase a conciencia cuando y como yo le diga. ¿Quieres presentarte a la plaza vacante?
  • Sí...- me contestó, llena de morbo.
  • Muy bien, putita... ¿Te importa que te llame putita?
  • No... me gusta. -dijo con su ya habitual expresión golfilla.
  • Vale, porque de ahora en adelante, además de llamarte por tu nombre, te voy a llamar lo que eres: guarra, zorra, puta, pendón... y tú contestarás sumisamente. ¿De acuerdo?

  • Ssssiii...

  • Muy bien, guarra... Déjame que vea esas tetas -y la aparté de mí un poco.

Sus soberanas ubres colgaban magníficas. Las sobé con fuerza, las cogí por los pezones y los estiré hasta hacerle daño. Estaba alucinado.

  • Tienes las mejores tetas que he visto en mi vida...
  • ¿Qué me vas a hacer? -me preguntó con una mezcla de temor y morbo.
  • Tengo tantas cosas en mente que no sé ni por donde empezar.

La apoyé contra el árbol y le chupé las inmensas mamas un buen rato. Mi polla quería ya coñito de Mariam. Emboqué la vagina con mi endurecida polla, dispuesto a dar a mi nena lo que se merecía.

  • ¿Cómo la quieres, poco a poco o de un tirón, nena?
  • De un tirón...-me contestó, llena de morbo.
  • Si serás puta...

De un violento movimiento de caderas, la ensarté hasta la matriz. Mariam profirió un grito mitad dolor mitad placer. Agarré sus nalgas para sujetarla y bombeé con furia. La polla entraba y salía hasta el fondo de su mojada vagina con absoluta comodidad. El frotamiento la volvía loca, gemía y suspiraba como una perra en celo. Yo estaba intentando no correrme enseguida.

-¡Dame, dame! - ¿Quieres más, puta? - ¡Ssssiiiii!

Durante unos 20 minutos machaqué sin piedad su coño. La muy zorra parecía no tener bastante, le diera lo que le diera. Casi me sentí frustrado por no poder hacerla sentir que estaba a punto de reventar. Entre respiración cortada y agotada, la obligué a decirme lo que sentía:

  • ¿Te gusta mi rabo, guarra?
  • ¡Sí, sí, siiiii¡
  • ¡Joder, pues dímelo, quiero oírlo!
  • Me gusta tu polla, está muy duraaa...
  • ¿Te gusta en el coño?
  • ¡SSSIIIIIIIIIIIII!. Dame, por favor, dame hasta el final, hasta el final, llévame hasta el final...
  • ¿Hasta el final, puta?
  • ¡Ooh, Diossss, sssiiiiii, por favor!
  • ¿Te gusta que te llame puta?
  • ¡Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí!
  • Te voy a llenar de leche...
  • ¡Quiero tu gran rabo!
  • Joder, puta, qué coño tienes...¡Me corro, tía!
  • Suéltala, suéltala, suéltala.

Flossshhh, flossshhh. Solté el lechazo en el interior de su gruta. Simultaneamente Mariam se estremeció en un relámpago de placer que le recorrió todo el cuerpo. Se corrió con desesperación, gimiendo de tal manera que creí que estaba llorando... Resbaló hasta caer sentada en el suelo, casi asfixiada. Me parecía verla con lágrimas en los ojos.

  • ¿Estás bien? -le pregunté, un poco preocupado.

Me miró, sentada, con lágrimas en los ojos y expresión desencajada...

  • No he estado mejor en mi vida... Quiero que me folles todos los días... Prométemelo, prométemelo -me dijo, gimoteando.
  • Te voy a follar todo lo que quieras, te voy a follar tanto que no habrá puta en el mundo que haya tenido más rabo que el que vas a tener tu...
  • Prométemelo...-dijo, gimiendo.
  • Te lo prometo.

El fragor de la follada le había deshecho las trenzas. Ahora estaba con su largo y sedoso pelo rubio cayéndole sobre los hombros, con las bragas del tanga por las rodillas y su jugoso coño rubio goteando leche. Me miraba con gratitud. Quién me iba a decir que aquel culazo que había visto en el tren 3 días atrás acabaría allí sentado en tan "lamentable" y morbosa situación.

  • ¿Te ha gustado, eh? -me miró con vicio.
  • Quiero que me conviertas en la más puta de todas...
  • Por supuesto, zorra, te vas a comer más rabos de los que te hayas imaginado nunca...
  • ¿De verdad?
  • Empieza por este... -y le sacudí la polla delante de la cara.

No hace falta que os cuente la mamada que me hizo. No me corrí en su cara porque quería que aquello fuera algo especial, algo más preparado. Quizás os estéis preguntando acerca de su culazo... Tenía planes para él, quería que fuera algo grande. Pero no os preocupéis, antes de que acabara el camping aquel ojete se llevó todo lo que se tenía que llevar y algo más.

Aquel día descansamos -de sexo- el resto de la jornada. Nos sentíamos felices. Ambos teníamos la sensación de haber encontrado un tesoro, una mina de oro, de ser muy afortunados. A pesar de que en nuestros encuentros sexuales las obscenidades y la provocación abundaban, yo me daba cuenta de que algo estaba empezando a despertarse dentro de mí acerca de Mariam. La echaba de menos en cuanto desaparecía un minuto para ducharse, y no ya porque tuviera ya de nuevo ganas de follármela, sino porque poco a poco aquella niña se había convertido en algo muy entrañable para mí. Una vez calmadas las ganas de sexo, Mariam se me aparecía como la amiga, la compañera, alguien a quien quería cuidar y proteger. Pero al mismo tiempo me sentía como el Dr. Jekill y Mr. Hyde, bastaba que empezara cualquier escarceo sexual para que quisiera convertirla en la más sucia de las putas.

Esta dualidad de deseo es frecuente por lo que sé, en muchos chicos. Lo uno no quita lo otro, diversión y ternura alternándose. Pero, poco a poco, me dí cuenta de que me había enamorado de aquella chica, de que la quería con ternura, de que sentía una intensa gratitud, no sólo porque me entregara con generosidad su inconcebible cuerpo sino por la bellísima mujer que había detrás de él.

Si yo tenía algún reparo en experimentar con ella, en explorar todas las posibilidades, ella me animaba a hacerlo sin reservas. Así, la tercera noche, le planteé el tremendo deseo, la febril excitación que me producía la idea de correrme abundamente en su cara. Ella, lejos de escandalizarse, me miró con expresión maliciosa -ya había aprendido cómo calentarme- y me dijo:

-Te gustaria verme llena de semen, ¿eh? - Buuufff, nena... No sabes cómo me pone... - Pensé que te satisfacía metérmelo todo dentro...-contestó con falsa ingenuidad. - Vamos, Mariam, sabes que me gustaría tenerte como a las japonesas.

"Las japonesas" había sido un tema de conversación que yo le había sacado previamente.No sé si sabéis que en Japón son muy populares unos vídeos porno consistentes en faciales multitudinarios sobre alguna joven japonesa. Si no los conocéis, de veras os lo recomiendo porque es de lo más morboso que he visto jamás. No se las follan, no se las enculan, pero más de 100 nipones aguardan en cola para descargar su lechazo sobre la cara de alguna joven y linda japonesa. A todo este increíble proceso se le llama "Bukkake".

Cuando a Mariam le comenté esto, lejos de escandalizarse, se divirtió mucho y enseguida comprendió, aunque yo no se lo dije, que aquello era una especie de sueño imposible para mí. Me estrechó en su brazos y me habló, susurrando:

  • Te gustaría que fuera una de esas putitas japonesas, ¿verdad?
  • Me volverías loco, Mariam...
  • Creo que me gustaría sentir tu leche corriendo por mi cara. Mmmmm.

Aquella noche acordamos hacer un ensayo de facial. Yo estaba tan cachondo que, como un niño que cena deprisa para que los reyes magos le traigan antes los juguetes, enseguida acabé mi cena. Mariam me miraba divertida, consciente ya de que tenía poder sobre mí, un poder que ella utilizaba agradablemente.

Ya dentro de la tienda, Mariam se quitó las bragas y se tumbó boca arriba. Abrió las piernas enseñando su jugoso coño. Yo estaba erecto y me incliné sobre ella.

  • Fóllame un rato antes de que te la chupe... -me dijo, con entera confianza.
  • Por supuesto, amor...

La penetré después de acariciar su tierno chocho dorado. Ella era la imagen de la felicidad. La follé despacio, profundamente, mientras chupaba sus inmensas tetas, sus endurecidos pezones rosados. Durante un cuarto de hora, la follé con ternura y delicadeza. Ella gemía, transportada a otro mundo mucho mejor. De vez en cuando me comentaba cosas que me ponían caliente. En muy poco tiempo había aprendido a hablar sucio y excitante.

  • ¿Te gusta mi coño? -me preguntaba con fingida voz infantil.
  • Oooh... Me vuelve loco...
  • ¿Está rico?
  • Sssssiiiiiiii. ¿ verdad?
  • ¡Ssiiiiii!

Con mi polla a punto de reventar, la saqué y, a horcajadas, me senté con cuidado sobre su tetas, de tal manera que ella pudiera chupármela bien. Ella me miró con malicia. Sacudí la polla sobre su carita y, mientras me miraba, la introduje, dura y chorreante en su boca. Mariam comenzó a chupar despacito, con fruición, con sabiduría, sin prisa, sin prisa... De vez en cuando la sacaba de la boca y pasaba su carnosa lengua en círculos a lo largo de mi afortunado glande, que parecía a punto de estallar. Lo sorbía ruidosamente, lo engullía, lo frotaba malévolamente con la boca y no quitaba ojo de mi expresión, deleitándose con mis gestos de ansia y deseo.

  • ¿Le gusta al nene lo que le estoy haciendo? -me decía con aquella perversa voz infantil.

Yo era incapaz de responder. Al cabo de unos minutos de este sucio juego, que dudo que una profesional hubiera hecho mejor, Mariam empezó a mamar con creciente fuerza. No me quitaba el ojo de encima, controlando mi expresión para acelerar o decelerar, para oprimir o relajar. ¡Dios, qué mamada! Al cabo de unos minutos Mariam movía su rubia cabecita como un pistón, succionando como una auténtica puta, frenéticamente, sin concesiones. Yo la agarré por la cabeza con las dos manos, dispuesto a no dejarla hasta que todo se consumara. Sobrepasado por las sensaciones, la puse de guarra para arriba, estando ya fuera de todo control:

  • ¡Diooosssss, sigueeeee, sigueeee, no pares, no pareeesss, vamos putaaaaa, zorra, sigue hasta el final, hasta el final! Mama, mama, mamammam, mama.

La obligaba con ambas manos a engullir la totalidad de la polla, que no era pequeña. El tronco desaparecía completamente en su garganta una y otra vez, una y otra vez... Sentí el calor que precede a la explosión y saqué la polla de su boca de improviso, haciendo sonar un excitante plops.

La sensación en mis huevos era la que precede a un fortísimo disparo de semen. Le sujeté con firmeza la cabeza con ambas manos, acomodándola para que el chorrazo cayera en su totalidad en su cara. Sin que yo le dijera nada, Mariam abrió la boca y sacó toda la lengua, mirándome expectante. Afirmé la posición de la cabeza y estallé...

El primer chorro le cruzó la cara, desde la barbilla hasta la frente, dejando una viscosa huella; el segundo empapó su nariz hasta casi cubrirla; el tercero y cuarto cubrieron sus mejillas; el quinto casi en su totalidad acabó en su hábil lengua. Desparramé dos nuevas espesas descargas sobre la gordezuela cara de la rubita. La cantidad era ya importante. Mariam permaneció tumbada boca arriba, obediente, dejándome hacer. Revolvía el semen sobre la cara, lo estiraba, lo reunía, lo restregaba, hasta que su cara era irreconocible. Las risitas de Mariam descomponían el cuadro, dándole nuevas formas. Las burbujas explotaban, nacían, se rompían de nuevo. Tiraba de un grumo hacia arriba y lo lanzaba sobre la cara de nuevo.

Mariam abría la boca de par en par, intentando estar a la altura de las calientes circunstancias. Desde luego no parecía tener reparo alguno en mancharse con el esperma. Cuando se dio cuenta de que había terminado, cerró la boca, tragándose lo que había caído en ella y sonriéndome ampliamente. Su cara era un poema: reguerones de denso esperma la cruzaban, obligándola a mantener el ojo izquierdo cerrado, lo cual no era obice para que una satisfecha sonrisa de golfilla animara su cara.

  • ¿Te has corrido en mi cara, eh? -me dijo, maliciosa, y comenzó a relamerse tanto como pudo.

Blandí mi polla y restregué por su gordezuela cara todo el viscoso líquido, hasta que no hubo una parte de su carita que no estuviera pegajosa y llena de semen. "Haz espuma con la boca", le dije. Mariam se rió y babeó un poquito hasta conseguir formar un espeso grumo de leche y saliva derramándose por su barbilla. Le volví a meter la polla en la boca. Ella mamó con vicio mientras no me quitaba el ojo de encima para ver mi cara ansiosa.

Durante un buen rato mamó y mamó, así que enseguida tuve la polla lista para darle lo suyo otra vez. Llevaba días babeando como un imbécil por su enorme culo, de hecho era su trasero lo que me había empujado hasta allí. Hasta ese momento no veía la hora de zumbármelo de una vez por todas. Ya hacía tiempo que deseaba obsesivamente encularla, y decidí que aquel era el momento.

  • Date la vuelta, te voy a dar por el culo, nena...

Continuara...