El Culo de Mariam (3)

Tercera parte de la historia.

Continuara...

Llegamos agotados a la noche y decidimos acostarnos. No quiero cansaros más mencionando cosas intranscendentes, porque sé que todos estáis deseando que os cuente lo que realmente os interesa: si me follé a esa puta. Mariam cayó, ¡y cómo cayó! Aquella noche me permitió darle un masaje en la espalda que la dejó frita. Allí quedó ella, con sus trenzas, bajo la luz de la linterna, tumbada, exponiendo su inmenso cuerpo boca abajo. Pude deleitarme comiéndome con la mirada el tremendo culo con el minúsculo tanga, casi inexistente, los muslos... Me armé de valor y, echándome con discreción sobre ella, le besé un hombro. Se sobresaltó.

-¡Qué haces! -se dió la vuelta dándome la cara. Los melones se balancearon masjestuosamente.

  • Te quiero....

  • ¿Qué ?

  • Te quiero, Mariam

La besé en la boca y apenas opuso resitencia. Se derritió en mis brazos.

  • Oh, Antonio... Yo...

  • Te gusto, lo sé.

Se ruborizó. La volví a besar. Minutos más tarde estábamos enredados en apasionados besos. Jamás pensé que resultaría tan fácil. Era obvio: el calor, la calidez de los cuerpos, la privacidad, la juventud... y yo le gustaba.

Despegué los labios y le eché por primera vez una descarada mirada a las tetas. Decidí romper la baraja.

  • Quiero follarte, Mariam...

Ella se tapó la boca, escandalizada. Ver aquella yegua rubia, con trencitas, tapándose la boca como una niña de 10 años, resultaba de lo más provocador. Me dije "¡qué polvazo te voy a meter!."

  • No, no, no puedes... Soy virgen.

  • Todo tiene remedio, cariño.

Me quedé estpefacto. ¡Virgen !. No podía ser. Aquella hembra, virgen. Pero, aunque no tenía experiencia en desvirgar chicas, la idea de ser el primero en penetrarla...¡buuufff!

Le cogí las tetas y fue el no va más. Una erección olímpica se despertó en mí. Mariam gimió como una niña. Era obvio que le gustaba que se las cogieran.

  • Por favor... No estoy preparada.

  • Estás preparadísima, amor -dije, mientras le exprimía las tetas con fuerza.

Mariam respiraba agitada. Era obvio que aquello "la ponía", aunque sea adelantaros algo. Os diré que a Mariam le pone muy cachonda que se las cojan bien cogidas.

A Mariam se le escapaban contínuas miraditas a mi polla, que estaba tiesa como un garrote.

  • Quítate las bragas -le dije con descaro.

  • Por favor...

  • Seré delicado, Mariam. Venga, quítatelas -le dije con cariño.

Como no se decidía, yo mismo cogí las tiras y tiré hacia abajo. Ella ayudó alzando su trasero del suelo. Es obvio que si una chica colabora en que le quiten las bragas aunque te esté diciendo que no, es que le apetece que se las quites, ¿no creéis?

Animado por esto, le saqué la parte inferior del tanga completamente. Ahora estaba completamente desnuda. En la penumbra, con su expresión avergonzada, las piernas cerradas y sus grandes globos, me parecía la mujer más deseable del mundo.

  • Abre las piernas -le dije-. Ella me miró asombrada por mi descaro. Puse mis manos sobre sus rodillas y las separé sin mucho esfuerzo. Una vez abiertas, vi su hermoso chocho rubio. Era abultado, con dos gordezuelos labios, como pequeños michelines. Estaban cubiertos de un poco espeso vello dorado. Tenía un aspecto realmente suculento. Nunca he sido muy aficionado a comer coños, pero debo reconocer que me entraron muchas ganas de hacerlo.

  • Por favor, no me folles...

-Voy a darte mucho gusto, nena.

  • Pero es que soy virgen...

  • ¿Crees que hay mejor momento para perder la virginidad que este?

La empujé por los hombros hacia atrás, hasta tumbarla sobre su espalda. Sus tetas vencieron a los lados ligeramente.Me situé entre sus grandes muslos morenos.

Me incliné sobre ella y mi glande rozó los labios mayores de su coño. Ella se estremeció. "Tranquila, todo irá bien...", le susurré. Con el fin de que no se me escapara, la agarré por los muslos. ¡Qué suaves y tersos eran! Empujé ligeramente y mi capullo entró con suavidad. Casi enseguida topé con resistencia. Estreché el abrazo a sus muslos y la alcé ligeramente. Empujé varias veces, pero me había topado evidentemente con su himen.

  • Por favor, me vas a hacer daño... No me gusta..

  • Todo irá bien...

  • No me gusta, no me gusta...

  • Te gustará...

  • No, me duele, no quiero, no me gusta...

Mariam me miraba bastante asustada, pero se dejaba hacer. Yo intentaba aparentar una seguridad que no tenía. Nunca había desvirgado a una chica. Pero la visión de Mariam allí, abierta de piernas para mí, sus rubias trenzas, su expresión de indefensión, sus tetazas..., me hacían sacar ánimo. Decidí que ese era el momento, que ahora o nunca. Si debía hacerle algo de daño, merecía la pena, porque después vendría lo bueno.

Aferré con firmeza sus macizos muslos y decidí clavársela hasta el fondo de una estacada. La pillé desprevenida; en un violento movimiento de caderas la ensarté hasta los huevos. Noté cómo algo cedía definitivamente. Mariam soltó un gritito agudo y se tensó. Estuvo gimoteando unos instantes, pero casi enseguida se relajó. Me moví suavemente dentro de ella. Su chocho estaba increiblemente caliente, casi hirviendo. Estaba, además, muy mojado. Jugué un poco con mi miembro dentro de ella, intentando no tener prisa, aunque aquello me resultó de veras difícil, porque estaba supercachondo.

Unos minutos más tarde ella estaba de nuevo relajada. Empecé a bombear normalmente. No se puede describir cuán delicioso era sentir resbalar mi polla en aquel coñito rubio. Mariam se mordía los labios con los ojos cerrados. Bombeé progresivamente más rápido, gozando como un animal. Antes de que me diera cuenta, Mariam gemía también. ¡La estaba haciendo gozar! No soy un egoísta y quería que ella disfrutara al máximo. Me excitaba verla gemir. Animado por esto, bombeé más rápido y más duro. Mi polla entraba facilmente en aquella ardiente y mullida caverna, entraba con tal facilidad que hubiera deseado tener mucha más polla para metérsela. Minutos más tarde, la estaba jodiendo con lujuriosa violencia. Metiendo mis 20 cm duros como el acero hasta el fondo de su vagina, una y otra vez, una y otra vez. Resultaba increíble pensar que sólo hacía unos minutos aquel elástico y poderoso coño era virgen. ¡Menudo coño tenía Mariam! Me parecía tan grande que podía imaginarla ensartada por un caballo; pero no, no era un caballo quien se la estaba follando, era yo. Al fin me la estaba follando a fondo, y además como yo quería, sujeta por los muslos para que no pudiera escapar.

Mi gran polla entraba y salía frenética y despiadadamente en su caverna. Mis huevos golpeaban sonoramente contra su carnosa pelvis: plap plap plap plap. Ella ni siquiera abría los ojos, invadida por toda clase de sensaciones. Gemía agitadamente, con gritos agudos, mascullando cosas que yo no entendía. Pero sí sabía que estaba disfrutando.

  • ¿No decías que no te gustaba? ¿Te gusta o no? ¿Te gusta o no?

  • Sssí...- musitó.

  • Dílo más alto. ¿Te gusta mi polla ?

  • Ssí..ssí

Yo estaba cachondo perdido. El bombeo iba in crescendo, cada vez más rápido, cada vez más duro. Pensaba que me correría enseguida. ¡Era tan delicioso!. Su coño era el lugar más confortable y cálido del mundo, y realmente hervía.

Mariam empezó a hacer ostensibles muecas de placer, torciendo la boca, frunciendo los labios, moviendo la cabeza de un lado a otro. Mis 20 cm horadaban, ya sin piedad, la gruta del placer. Paré un momento y noté, con toda claridad, cómo su coño... ¡succionaba poderosamente mi polla! Los movimientos de sus músculos vaginales se asemejaban a una ansiosa boca chupadora. Su coño me estaba, literalmente, ordeñando la polla. Era flipante.

Yo sentía que no podría aguantar tanto tiempo la excitación. Resolví follarla con más ahínco para darle al menos un orgasmo antes de correrme. Cabalgué sobre ella sin descanso, con pasión, frenéticamente, dispuesto a arrancarle un violentísimo orgasmo. Poco después, de improviso, Mariam arqueó la espalda, se estremeció de arriba a abajo, clavó sus uñas en mi pecho y brazos, y soltó un profundo y largo gemido, gritando: "¡Diiiioooosssss, ssssiiiiiiiiiiiii!!

Durante unos instantes se contorsionó ferozmente, hasta que cayó rendida y agotada. Le había dado su primer orgasmo a Mariam, y parecía de los buenos. Mariam jadeaba con una amplia sonrisa en su cara de golfa. Abrí los ojos y me miró con malicia. Cómo contaros... Verla allí tumbada, con sus trencitas, sus tetones, su vientre, sus muslos, esa cara de puta satisfecha... Su mirada denotaba cualquier cosa menos inocencia. Noté que me iba. Ella también lo notó, pero en vez de pararme para correrme fuera me cogió por el culo y me aferró para que no se la sacara. "¡Mme corroo!", le advertí, pero ella sonrió, golfa, y me dijo "lo quiero dentro".

Solté un largo y espeso chorro en su gran coño, una, dos, tres, cuatro, cinco veces... Ella no me soltaba, quería que me vaciara entero dentro de ella. No me soltó hasta que le dije que había acabado.

Yo aún tenía energía y me quedé sobre ella observándola. Me miraba con aquella sucia sonrisa, con gratitud. Un poco respuesto, solté los muslos y agarré las tetas que tanto deseaba. Se las amasé con fuerza y ganas. No podía apenas abarcarlas. Las estiraba, las aplastaba, pellizcaba los duros pezones con malicia, las juntaba..., buuuuffffff. Mariam parecía gozar lo indecible con aquel repaso que le estaba dando.

  • ¡Oh, tía, pero qué tetas tienes, qué melones! Tienes las mejores tetas que he visto en mi vida... No he visto nunca unas tetas tan increíbles... Me voy a poner las botas...

  • ¿De verdad ? -me preguntó, complacida.

  • Joder, niña, te las voy a ordeñar, dalo por seguro -se rió infantilmente.

Jugué con aquellos globos a placer durante un buen rato. Mariam gozaba, cerrando los ojos, concentrándose en la sensación de ser manoseada y amasada. Soltaba gemidos y suspiros. Era obvio que le encantaba que le metieran mano. Con el material que tenía entre manos estuve rapidamente preparado para volver al ataque. Mariam, no sé si por falta de experiencia, me acariciaba con fuerza el pecho, mientras yo me ocupaba de su pechos, quizás por correspondencia. La veía con ganas de aprender y yo la enseñaría.

Se alzó y se sentó junto a mí. Continué amasándole los pechos, intentando creerme mi suerte, aquella calentísima situación. Mariam me miraba ahora la polla con descaro, que ya estaba casi lista para la batalla, para darle lo suyo. Yo me sentía orgulloso de mi polla, me gustaba que me la mirara, sabía que era de buena talla.

  • ¿Te ha gustado ? -le pregunté. Me miró maliciosa.

  • ¿Tú qué crees? -su expresión era ahora completamente perversa y golfa.

  • Creo que tú y yo nos vamos a entender muy bien...-le dije, cargado de intención.

  • ¿Sí? ¿Por qué?

  • Porque te gustan las pollas grandes y duras y yo tengo una... ¿O no?

Ella me aferró el miembro con evidente satisfacción y empezó a menearlo lentamente de arriba a abajo. Era delicioso.

  • Es la primera vez que estoy con un hombre... Tendrás que enseñarme muchas cosas.

  • Te lo voy a enseñar TODO...

Comtemplé su carita regordeta, las graciosas trenzas doradas cayendo a ambos lados de la cara, los hombros morenos y redonditos... Enseguida la imaginé con una enorme polla en la boca, la mía. Quería ver cómo aquella zorra se comía una polla.

Me eché un poco hacia atrás con el miembro mojado y enhiesto, apuntando, mira por donde, hacia su cara.

  • Chúpame la polla....-le dije, resuelto.

Me miró pasmada, llena de sorpresa, casi indignada.

  • ¿Pero, qué dices? ¡No pienso hacer eso!

  • ¿Por qué no?

  • Es una guarrada.

  • Sí, eso dicen todas hasta que se la comen -dije, fanfarrón.

  • Eres un cerdo...

El haberla hecho gozar tanto anteriorermente me daba una pasmosa seguridad en mí mismo.

  • Mira, niña, no vas a salir de la tienda hasta que me hagas una buena chupada en la polla. ¿Entiendes?

Ella me miraba indignada, pero sus pezones estaban duros como tornillos en aquel instante. Sabía que la tenía en la palma de la mano. Una chica normal se habría puesto algo encima y huído de la tienda. Incluso probablemente me habría dejado allí solo, abandonando el camping aquella misma noche. Pero Mariam, a pesar de sus palabras y gestos, no se movía de allí...

  • Eres..., eres...-musitó con falsa indignación.

  • No sé lo que soy, lo que sí sé es que tú te vas a meter la polla en la boca hasta los huevos. ¿Entiendes, puta?

Os parecerá increíble, pero vi perfectamente cómo un chorrito transparente salía de su rizado coño rubio. ¡Estaba cachonda perdida! Le puse la mano derecha en la nuca, agarrándola por la coronilla, y, sin brutalidad pero con firmeza, la obligué a inclinarse sobre mi polla. Mariam ofreció una resistencia tan ridícula, que era obvio que se la comía el morbo.

  • Abre tu puta boca y cómeme la polla -le dije con firmeza.

Mariam obedeció. Cerró los ojos con expresión de asco y abrió sus labios. Sentí cómo mi glande desaparecía en su cálida y húmeda boca. Instantes después sentí sus golosos labios jugando torpemente con mi capullo. Poco después intentaba engullir una mayor cantidad del pene. Yo la obligaba a bajar la cabeza más aún, sujetándola por la coronilla. Sus trenzas rozaban mi vientre haciéndome cosquillas. La mamada era evidentemente la primera que hacía, más bien torpe, pero tremendamente morbosa. Sujetándola ya con las dos manos, la obligué a engullir la casi totalidad del pollón. Cuando ambos nos quisimos dar cuenta, Mariam tenía su boquita de puta novel completamente ocupada por una soberana polla.

  • ¿No querías polla? ¡Toma polla!

Pronto me dí cuenta de que mis movimientos no eran ya necesarios. Mariam empezaba a subir y bajar a lo largo del grueso tronco por sí misma. Le había pillado el tranquillo al juego. La solté y me recosté. Podía verla engullir la polla en su totalidad. ¡20 cm! ¡Vaya nena!

  • Chupa, chupa, que se vea que te gusta. ¡Dale, nena!

Crucé mis brazos detrás de mi cabeza y me dispuse a disfrutar de la mamada. Oía los excitantes sonidos del ansioso chupeteo. Yo no podía creerme mi suerte. Allí estaba yo, tumbado cómodamente en la tienda de campaña, en la intimidad de la noche, disfrutando de una soberana mamada de la tía más buena que había visto nunca. Pero lo mejor de todo era que Mariam estaba ya chupando con verdadera ansia, con verdadera delectacion. Aquella no era la mamada de una niña intimidada, ni una mamada para salir del paso. Chupaba con fervor "mariano", con hambre, con lujuria, saboreando la carne de la polla, la punta del caramelo, chupando con un ansia que seguramete no había sentido nunca. Sus sonidos lo atestiguaban. Me dí cuenta con entusiasmo de que mi Mariam pertenecía a ese selecto club de auténticas mamonas, de nenas a las que les va la marcha de engullir pollas, cuantas más mejor, cuanto más grandes y duras mucho mejor. Había oído hablar a amigos de estas inusuales chicas obsesionadas con el mamoneo, ninfómanas del chupeteo, nenas capaces de hacer barbaridades con tal de mamarse una buena polla, pero eran escasísimas. Sin embargo, ante mi asombro, acababa de encontrame con una de ellas, con una chupapollas vocacional.

-¡Jooodeerr..., mamona..., mamona..., daledaledale...

Con semejante paisaje, como podéis suponer, no pude evitar correrme enseguida. No podía aguantar más. Se me ocurrió hacerle un facial, embadurnarle la cara con mi leche, pero me pareció excesivo para la primera noche y me apiadé de ella. Cuando noté que me iba, la saqué de improviso, haciendo sonar un "plop" al sacársela de la boca con un espeso reguero de saliva. A pesar de estar lejos de ella, el gran chorro la manchó ligeramente en el brazo y en los muslos. Ella me miraba mientras se reponía del esfuerzo bucal que acababa de hacer. Mis cuatro descargas, lo sé, la complacieron.

Agotados los dos por el esfuerzo, nos miramos satisfechos.

  • Joder, nena, qué mamada me acabas de hacer... Y eso que no te gustaba ¿eh?

  • Sí...-dijo, tímida, y soltó una risita avergonzada.

Aquella noche no volví a penetrarla, en parte por cansancio, en parte por no matar "la gallina de los huevos de oro". Decidí comportarme, al menos un ratito, de manera galante, ya que hasta ese momento la había tratado como a una puta barata. Saqué un bote de leche corporal y le dí un largo y profundo masaje en la espalda, brazos, muslos. Su culo desnudo también se llevó parte del masaje, que fue en esa zona más bien un descarado magreo. Tenía unas enormes ganas de enculármela, pero me dije que quizás era demasiado desvirgarle los tres agujeros la misma noche. Además, ella se había quedado frita. Pero ante la visión de aquel espectacular trasero, me juré a mí mismo que me la follaría hasta el fondo por aquel enorme, macizo y bellísimo culo.

Continuara...