El culo de la madre de mi amigo Julio
La madre de mi amigo Julio me hizo la ventosa con el culo, algo que nunca me había hecho nadie. Ella, tan elegante y sofisticada no quería entregárseme por delante, por prejuicios de fidelidad y, a cambio, me entrego su culo; ¡no una vez!, sino muchas veces.
La madre de mi amigo Julio me hizo “la ventosa” con el culo, algo que nunca me había hecho nadie. Ella, tan elegante y sofisticada no quería entregárseme por delante, por prejuicios de fidelidad y, a cambio, me entrego su culo; ¡no una vez!, sino muchas veces.
Siempre que voy al pueblo visito a mi amigo Julio, mi amigo desde la niñez, y, cuando estoy en su casa no puedo dejar de fijarme en su madre; por su belleza, por su simpatía y por su culazo perfecto; me gusta desde hace años. Ella tiene cuarenta y cuatro años, veinte más que yo. Tiene una profesión de prestigio y es muy valorada en el pueblo. El padre de Julio es un hombre importante de la localidad, es apuesto, de unos cincuenta años; pero es un pillo que tiene varias amantes (lo sabe todo el pueblo, aunque es "un secreto" a voces). La madre de mi amigo se llama Julia, se maquilla elegantemente, sin excesos. Julia me mira de un modo distinto desde hace un par de años, mi cuerpo desarrollado no es el que ella conocía, siento que me desea; como yo la he deseado a ella desde que comencé a hacerme pajas. Al comienzo del verano que ha pasado recientemente, Julio me contó cuánto sufría su madre por culpa de las aventuras de su padre; ella no es capaz de dejarlo, tampoco de engañarlo y cuando estamos todos juntos lo trata con cariño, aparentando ante él que no sabe nada de sus aventuras. La madre de mi amigo es tan elegante que no se permite discutir con nadie y aparenta no saber nada de cualquier asunto cuándo no cree que lo mejor sea no saber nada. Si entra en una tienda, no saluda ella, la saludan los que allí están, no por soberbia, es solo que su personalidad y saber estar imponen respeto; incluso sabiendo la gente que su marido se ha tirado a muchas mujeres del pueblo, con cornudos consentidos y todo.
El verano pasado, cuando volví al pueblo a pasa parte de las vacaciones, mi familia hizo una comida por todo lo alto, a la que vinieron todos los familiares que tenemos en el pueblo; por la tarde fui a ver a Julio, su madre nos puso café y pasteles; Julia me miraba con deseo, su rostro me decía que estaba excitada, llevaba una camiseta larga en la que se dibujaba perfectamente su culazo respingón y sus grandes pechos con los pezones duros. Deseé penetrarla, le miré las tetas y luego, sin ocultar mi deseo, la miré a los ojos. Julio se dio cuenta pero miró a otro lado disimulando. Cuando su madre nos dejó solos me dijo Julio:
—Antonio, dice mi madre que eres muy guapo, el otro día me dijo que se pone nerviosa cuando sabe que vas a venir, hace un rato, antes de llegar tú, se le cayó la cafetera de porcelana.
—Joder Julio, como me dices eso, que es tu madre.
—No pasa nada amigo, yo lo veo como algo normal, mi madre aun es joven y mi padre no le presta "atención" porque solo tiene ojos para sus conquistas, siendo mi madre más guapa y más elegante que las otras. No se atreve a dejar a mi padre aunque la engaña, cosa que a mí me agrada porque no deseo un divorcio entre ellos, pero no me gusta saber que la engaña.
—Sí, algo he oído de eso Julio.
—Antonio, ¿a ti te parece guapa mi madre?
—Pues sí, siempre he pensado que es preciosa, sin maldad, además es muy elegante.
Todo quedó en esas palabras entre amigos, pero al pasar el verano y saber que yo le gustaba a ella y que su hijo no lo veía mal; cada vez que iba a aquella casa me empalmara como un borrico. No me cortaba en mirarla, incluso delante de mi amigo. Ella no hablaba del tema, yo tampoco; pero tras una semana sintiendo esa tensión me dijo mi amigo Julio mientras se duchaba su madre:
—Antonio, no te pongas nervioso ni te lleves las manos a la cabeza, veras, le he contado a mi madre que a veces trabajas dando masajes, y mi madre me ha pedido antes de meterse en la ducha, que te pida que vayas y le des un masaje, le daba vergüenza decírtelo a ti por si decías que no, ¿serás tan amble de dárselo amigo?, cóbrame lo que acostumbres a cobrar.
Al decirme aquello mi pene, que ya estaba inflado, se me puso duro como un tronco y no pude decir que no, solo dije:
—De acuerdo Julio, pero se lo daré gratis, siempre es muy atenta conmigo y no le quiero cobrar.
—Antonio, se cariñoso con ella, yo os aviso si viene alguien, que aunque mi padre está de viaje, puede venir mi abuela, mi hermana Rosa o suspender el viaje papá. Y no lo entenderían.
Me encaminé hacia el baño nervioso, me sudaban las manos y el pene me dolía dentro del pantalón. Toqué a la puerta y me abrió Julia envuelta en una manta de baño blanca y con las mejillas muy rojas. Al abrirme me dejó pasar sin decir palabra. Ya dentro el vapor en el ambiente me humedeció la cara. Julia se sentó en un taburete de madera banco y me dijo al tiempo que se bajaba la manta de baño hasta la cintura, de espaldas a mí:
—Antonio, gracias por venir; le he dicho a Julito que te lo pidiera porque yo no me atrevía a dar el primer paso, nunca me han dado un masaje, mi marido no lo ve bien.
—Julia, aunque me da vergüenza, me hace ilusión darle un masaje, lo haré gratis señora.
—Eres un cielo Antonio, dámelo en la espalda.
Cogí un gran bote de crema de marca cara y me eché un chorro en la palma de mi mano derecha, yo de pie, me acerqué por detrás de Julia; admiré sus espaldas fuertes y de forma triangular, de una atleta algo mayor. Restregué la crema entre mis manos y empecé a embadurnarle la espalda, su piel caliente quemaba mis manos, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, tocarla era algo que no creía que pudiera lograr. Agachó la cabeza exponiendo su cuello desnudo a mí, antes de untárselo la besé en la nuca; me dijo:
—Antonio, eres una delicia; tus labios son unn.
Le besé los lóbulos de las dos orejas, luego los mordí, ella gimió suave. Unté su cuello con crema y al echarme hacia delante vi como sus pechos hermosos tenían los pezones retorcidos de duros que estaban. No pregunté, pasé mis manos delante de ella y giré los dedos aceitosos de mis dos manos apretando sus pezones como aceitunas.
—Antonio, que me haces.
—Nada señora, solo acariciarla.
—Debería detener tus manos pero no puedo, me encanta que me toques como quieras.
Le magreé las tetas con intensidad, sus pezones miraban en todas direcciones como los ojos de un camaleón mientras apretaba sus pechos. Gemio con fuerza, le dije:
—Señora Julia, póngase de pie por favor.
Se puso de pie pero tapando su sexo con la toalla, le quité la toalla de las manos y la tiré al suelo, su coño era alto, sus labios le llegaban hasta el pubis, estrechos pero gruesos, el vello recortado a medio centímetro, castaño suave. Unnnnnn. Me miró avergonzada y sonrió. Me acerque a ella y desde delante le eche mis dos manos hacia su espalda y las bajé hasta agarrar sus firmes y grandes nalgas. Que buena estaba; le bese los labios, se los mordí y la apreté contra mí; me dijo:
—Antonio, jovencito; desnúdate tú también que quiero sentir el roce de tu piel.
—Sí señora, voy.
Me quité la camiseta azul marino de algodón, después las zapatillas de deporte y los calcetines deportivos; me desabroché los vaqueros y me los bajé, saqué un pie y al sacar el otro me caí...
—Te has hecho daño Antonio.
—No Julia, he caído bien.
—Me alegro, pero que tienes entre las piernas Antonio, ¡qué barbaridad!, quién lo habría imaginado.
Al caerme de culo de mis slip "se escapó" mi pene, lo tenía duro y vibrante, zarandeándose en el aire, un miembro muy robusto y muy grueso en la punta, un miembro casi grosero. Pegué mi cuerpo al suyo nuevamente, pero ahora los dos desnudos. Mi pene se aplastaba contra su coño de vello recortado, me quería morir de placer. Julia no separaba las piernas para dejar que mi polla se metiera en su raja como un perrito caliente, tenía los muslos muy juntos y apretados; se separó de mí y me dijo muy seria:
—Antonio, no soy capaz de dejar que me la metas en la vagina, no puedo, es algo superior a mí, no soy capaz de engañarlo como él me engaña a mí; chico, mi hijo cree que solo me estás dando un masaje, pero sin decirle nada a él, déjame que te la chupe, y chúpamelo tu a mí.
Puse la manta de baño blanca sobre las baldosas de mármol verde y tumbé encima a la señora Julia, de forma delicada; le dije:
—Separé las piernas por favor, que se lo voy a chupar señora Julia.
Sus muslos se alejaron el uno del otro y su sexo de color burdeos expandió sus pliegues más escondidos. Metí mi cabeza entre sus piernas y sorbí sus labios menores, jugando con ellos en mi boca... un sabor salado y algo agrio me inundó la boca, era un sabor agradable y muy deseado. Después de un rato comiéndoselo me tumbé yo y, puesta ella de rodillas, me chupó la polla muy despacio. Su lengua recorría mi glande alrededor, no dejaba de mirarme a los ojos mientras paseaba su lengua por mi miembro, se recreó en el frenillo que estaba muy tenso... bajó la cabeza y "atrapó" con la boca mi testículo derecho, ¡que bruta!, lo chupó como si fuera un caramelo, no contenta, tiró del hacia atrás apresándolo entre sus labios, el cordón que une mi huevo a mí se estiró tanto que me dolió el vientre por encima del pubis.
—Pare, ¡coño tía!, que me va a capar.
—Perdona, me he entusiasmado.
Lo soltó y abriendo mucho la boca se tragó media polla, y movió su cabeza, hacia adelante y hacia atrás con pasión devoradora, la cogí por la nuca y apretándola contra mí, yo tumbado aun y ella de rodillas echada sobre mí, se la metí hasta la garganta; sentí como mi pene se apretaba contra su garganta... no podía más, no aguantaba; me corrí intensamente, liberando la tensión de todo el día dentro de su garganta, con su cara aplastada contra mis huevos; Julia tuvo una arcada y se desenvainó mi pene de la boca, al liberar su garganta un chorro de mi propio semen me chorreo sobre el pubis. Nos duchamos juntos, me vestí y me fui; pero antes de salir del baño me dijo Julia:
—No le digas a mi hijo que te la he chupado, vale.
—Nunca, será nuestro secreto Julia.
Después de ese día repetimos cada día durante una semana, yo solo pensaba en follármela y cada vez que mi pene rozaba su sexo sufría por no dejarme que se lo metiera, el domingo, al final de esa semana, le dije a Julia:
—Señora, respeto su decisión, pero yo tengo tantas ganas de follarla que no puedo seguir así, mejor lo dejamos, vale.
—No, no quiero acabar, no sé, estos días he estado pensando que por detrás no me importaría, mi marido no me la mete nunca por el culo y no lo siento del mismo modo que mi coño. Antonio; no me dan por detrás desde que era muy jovencita, te apetece.
—Claro que me apetece, a falta de coño, valga su culo Julia.
—Pero que jamás se entere mi hijo de que me has dado por detrás, me daría mucha vergüenza Antonio.
—Su culazo será nuestro secreto Julia.
La puse en pompa, puesta ella de rodillas sobre la esterilla de la bañera y sus antebrazos apoyados en el borde de la bañera. Le acaricié las nalgas y al roce de mis manos alzo más el trasero. El ojete de su culo se relajó mostrándose algo oscuro, cogí el bote de aceite corporal y derrame un chorro sobre su ano. Sin demora le apreté mi grueso glande contra el culo, entró bien, di varios empujones y mi pene se acopló a su colon perfectamente, empecé a meter y a sacar como un perro, con intensidad, su culo hacia ruidos. Ver a la madre de mi amigo en pompa y con mi polla clavada en el ano me ponía a mil por hora. Justo antes de correrme aquella primera vez que le follé el culo, me dijo Julia:
—Antonio, estoy muy excitada, pero sobre todo muy emocionada, desearía tenerte siempre dentro de mí.
Me excitó su deseo intenso y le seguí dando por detrás pero con más ímpetu aún. Mis huevos saltaban en el aire, sentí como se tensaba mi miembro y, al venirme el orgasmo, en ese justo momento, Julia apretó el culo y mi polla sintió su apretón, di un tirón hacia atrás y al sacarla de golpe, estando ella con el culo muy apretado, la boca de su ano hizo… ((Plof)), como una ventosa y me corrí en sus muslos y en sus posaderas.
Más de veinte días después de aquel primer día, cada vez que me encerraba con ella en su habitación para darle un masaje, con su hijo de vigía por si venía alguien; todas esas veces me hizo Julia la ventosa con el culo, ella se sentir feliz al hacerlo tan bien, y yo me obsesione con ese culo que me apretaba la polla en su interior como un cepo; muchos de esos días ya me esperaba desnuda en su habitación para que se la metiera por detrás. Me sentía, vulgar, poderoso y muy excitado. Mi amigo Julio me preguntó cómo iban los masajes y le dije que eran algo cariñoso y superficial. Julia se sentaba primero de un lado y después del otro, le dolía detrás, no estaba acostumbrada a que "le cabalgara el culo un jovencito bien armado".
El último día de aquel verano apretó tanto su ano que no pude sacarla a tiempo y me corrí dentro, algo que no deseaba hacer y, no contenta con eso, después de correrme, me pidió julia que se la dejara dentro hasta que se me desempalmara, los dos quietos, acariciando ese culo que tenía ensartado. Aquel día me sentí como un perro de los que se quedan pegados en la calle después de joder y, al salir de la habitación doliéndome la polla, tuve que esquivar la mirada de mi amigo Julio, me sentía mal, me daba no sé qué.
Después de ese último día no quise volver a casa de Julio, le puse excusas. A los pocos días regrese a la ciudad. Muchas veces, al recordarla, no puedo dejar de verla en pompa y con el culo muy abierto, siempre la recuerdo así.
En mi mente es como si la señora Julio siempre estuviera en pompa y con el culo muy abierto.
©Antonio Alexilo 2017