El culo de Araceli

Este relato está dedicado a Samyforce de el distrito federal de México. Una tarde me contó su historia y me pidió que la escribiese. Accedí encantada y aquí está. Espero que os guste y disfrutéis leyéndola, un saludo!

Araceli llegó nueva a mi clase al inicio de aquel curso en el instituto, cuando yo tenía 16 recién cumplidos. Como era la chica nueva, enseguida atrajo la atención de todos nosotros, y no sólo por ser muy guapa y con buen cuerpo, lo que más llamó mi atención y la de todos mis amigos fue su tremendo culo.

Pensaréis que exagero, pero no, el culo de Araceli era perfecto, absolutamente increíble, y ella debía saberlo porque siempre aparecía en clase con prendas de ropa que realzaban aún más esta cualidad. Solía vestirse con pantaloncitos de tela fina y ajustada que se pegaban a sus nalgas como una segunda piel realzándolas y marcándolas como un milagro de la naturaleza.

A mí concretamente me volvía totalmente loco aquel trasero, a penas si podía mantener la mirada lejos de su espalda más de un minuto seguido. Siempre buscaba el mejor modo de situarme detrás de ella para poder contemplarla y disfrutar con la visión celestial de aquel culito precioso y perfecto.

Mis amigos también la miraban, pero lo suyo era distinto, les gustaba sí, pero no era obsesión como lo mío. Buscaba cualquier momento, la seguía, me situaba siempre en el mejor lugar para no perderme ni un solo movimiento de sus nalgas, hasta que empecé a pensar que tenía que hablar con ella, hacerme su amigo, y después conquistarla de alguna forma para poder tocarla, sólo imaginar el tacto de aquel trasero me volvía loco y se me aceleraba el corazón.

Así fue como a la semana día de empezar el curso, cuando las clases y los horarios se normalizaron y empezó la rutina, en un descanso entre una asignatura y otra, me acerqué a ella para presentarme y hablar. Ese día llevaba un pantalón negro que le marcaba el trasero como ningún otro, me mordí el labio inferior antes de llegar hasta donde ella estaba.

-Hola- dije- Soy Fernando, aún no me he presentado, tú eres Araceli ¿verdad?

-Sí, hola, encantada.

Así comenzamos a hablar y a llevarnos bien. Era muy simpática, no parecía tímida, y eso me gustaba porque mi obsesión por ella y por su trasero era cada vez mayor, y cada vez me costaba más disimular las erecciones que me producía mirarla en clase e imaginarme besándola y recreándome en su culo maravilloso.

Pasaron los meses y Araceli y yo no pasábamos de ser más que amigos, ella ya tenía un buen grupito de amigas de nuestra clase y de otros cursos, y ya no me hacía tanto caso, o eso me parecía a mí, pero yo seguía estando loco por tocarla y no iba a desistir en mi empeño.

Un día, estábamos en clase de gimnasia y toda mi clase formaba un círculo alrededor del profesor que estaba explicando alguna chorrada sobre las técnicas de baloncesto. Recuerdo que Araceli llevaba un pantalón de chándal que se ajustaba muchísimo a sus nalgas. Ya nos tenía a todos acostumbrados a aquello, y casi nadie comentaba nada de su culo, pero yo seguía situándome siempre detrás para poder contemplarla y no dejaba de pensar en tocarla. Ese día en gimnasia no fue distinto, estaba justo detrás de ella, con su trasero a escasos centímetros de mí, cuando no pude resistirlo más, y le toqué las nalgas con ambas manos.

Al segundo siguiente de haberlo hecho, me arrepentí, pero ya era tarde. Araceli se giró para mirarme y yo supe que me gritaría o algo peor, quizá me abofetease delante de todos, y lo tenía bien empleado, pero en lugar de eso, se limitó a girarse, me miró y sin decir nada se dio la vuelta otra vez y continuó escuchando al profesor.

Casi no pude creerlo. ¡Se quedó como si nada! Eso me animó mucho, y aunque yo tampoco dije nada ni me atreví a tocarla otra vez por miedo a parecer desesperado, esperé ansiosamente la siguiente ocasión para poder recrearme con el tacto increíble de su maravilloso culito.

El momento perfecto llegó pocos días después en clase, el aula estaba casi vacía, ella llegó y me saludó con un "Hola", se colocó delante de mí y se agachó para dejar la mochila. No lo pensé dos veces y prácticamente la sujeté con las dos manos bien abiertas para cubrir ambas nalgas e hice un poco de presión con los dedos. Aquel gesto si fue totalmente descarado, vamos, una declaración de intenciones en toda regla. Esperé para ver qué hacía o qué decía ella, pero de nuevo, Araceli se limitó a hacer como que no había pasado nada, y se sentó tranquilamente en su pupitre.

No puedo explicar lo que sentí en ese momento, una mezcla de excitación, placer y frustración. Quise hablar con ella, preguntarle qué pensaba de mí, de todo aquello, pero en ese momento entraron mis amigos en el aula armando un gran barullo y mi gran ocasión y mis intenciones volvieron a irse al carajo. Resoplé y fui a sentarme a mi pupitre haciendo lo posible por disimular la erección que crecía en mi entrepierna.

Durante todo el resto de la jornada estuve pensando en por qué Araceli se comportaba de aquel modo tan extraño. Estaba claro que a ella le gustaba que yo la tocase y que quería que lo hiciera puesto que lo permitía sin quejarse, entonces ¿Por qué no me lo decía claramente? En realidad admití que aquel juego que nos traíamos me gustaba bastante, era muy excitante, así que no me importó dejarlo todo así entre nosotros de momento.

Dos días después aproveché que un compañero no había asistido a clase para sentarme en un asiento justo detrás de ella. Verla tan cerca de mí me ponía frenético, estábamos los últimos en el aula y nadie nos miraba, así pues me lancé y con una mano le acaricié la parte baja de la espalda por debajo de la camiseta. Enseguida noté que se le erizaba la piel por el contacto. Eso me encantó, y animado por su reacción, seguí hacia abajo hasta que noté el principio de sus nalgas y luego un poco más abriéndome paso a través de la tela de sus pantalones. Me excité tanto que sólo el roce de mi ropa hizo que casi me corriese, por suerte, sonó el timbre y la clase terminó. Esperé a que todos se marchasen, delante mía Araceli recogió su material, se echó la mochila al hombre, mi miró a penas dos segundos y se marchó contoneando su trasero. Esperé un momento hasta que me el bulto bajo mi pantalón remitió, y entonces sí, salí del aula, uno de mis colegas me esperaba allí.

-Eh tío, ¿Por qué has tardado tanto?- Me preguntó dándome un empujón. Sentí que tenía que contárselo a alguien o iba a reventar, así que le cogí del brazo y le dije.

-Si te cuento algo, ¿prometes guardar el secreto?- él me miró y se rió.

-Prometo hacer como que me lo creo, ¿Te vale? A ver ¿qué historieta me vas a soltar?- bromeó sin hacerme mucho caso.

-Araceli me ha dejado que le toque el culo, y no una vez, sino varias. Tío, yo creo que le gusta, ¡y mucho!- Mi amigo me miró frunciendo el ceño y luego soltó una carcajada bien grande.

-¡Anda ya! ¿Pretendes que me trague que esa nena te a dejado sobarle ese pedazo trasero? ¡Ni en tus mejores sueños húmedos! Jajajajajaa.

Me fastidió mucho que no me creyese, pero me fastidió aún más lo que ocurrió a continuación; cuando llegamos a la puerta de salida, se nos unieron tres amigos más.

-Eh, atención- dijo riéndose mi colega llamando la atención de los otros, estaba claro que iba a soltarlo todo y yo me moría de vergüenza- ¿Sabéis lo que dice Fer? ¡Que Araceli le ha dejado tocarle el culo! Jajajajaa.

Todos me miraron y se echaron a reír, dándome empujones y haciendo bromas, lo cual me enfadó aún más, les dije que era verdad y que si no me creían, ellos mismos podían verlo.

-Mañana fijaos en lo que pasa cuando me acerque a ella- Dije rojo de ira- Ya veréis si se lo toco o no.

Aún siguieron riéndose un rato, así que me separé de ellos y me fui a casa por otro camino, el enfado me duró hasta el día siguiente. Como siempre, Araceli apenas habló conmigo si no era para saludarme o pedirme algún bolígrafo y la goma de borrar. Veía a mis amigos darse codazos entre ellos y reírse por lo bajo y me ponía frenético, así que cuando acabó la tercera clase del día, les dije que no perdieran detalle y me dirigí hacia Araceli que estaba leyendo un folio en el tablón de anuncios. Parecía tan concentrada que no se dio cuenta de que me acercaba a ella. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me aseguré de que todos mis amigos estaban mirando, le puse sin más contemplaciones las manos en el trasero y lo masajeé suavemente durante unos segundos. Ella se giró un poco para mirarme y sonrió, luego volvió a mirar el folio y siguió a lo suyo. Yo me alejé entonces y fui donde estaba mi grupo con la boca abierta, no podían creer lo que acababan de ver.

-Joder, ¡era verdad!- Dijo uno de ellos- La ha sobado ¡y a ella le ha gustado! ¡Se ha puesto cachonda!

Los demás empezaron a hacer comentarios parecidos dando voces, entonces me di cuenta de que había sido un tremendo error. Les pedí que bajasen la voz, pero no me hicieron ni caso, en lugar de eso, se pusieron a mirar a Araceli y a hacer todo tipo de comentarios, cuando ella nos miró vi como le hacían gestos bastante groseros, entonces la chica me miró a mí y pude ver que, si había algo entre nosotros, acababa de irse a la mierda gracias a mi gran estupidez.

Araceli se dio la vuelta enfadada y se metió en el servicio de las chicas y yo me quedé allí, pensando en cómo podía haber sido tan idiota.

Al día siguiente intenté acercarme a ella, pero fui inútil, ni siquiera me miraba, y me esquivaba siempre que podía. Yo quería hablarle, pero parecía que huía de mí, así que me resigné durante unos cuantos días, pensé que si le daba tiempo tal vez se le pasaría el enfado.

Un día en clase se giró y me pidió prestado un boli, pensé que era su forma de hacer las paces conmigo, así que, cuando salimos en un descanso, la seguí hasta las escaleras y me pegué a ella para tocarle el culo. Nada más hacerlo se giró y me dejó helado.

-¡TE ESTÁS PASANDO! ERES UN SOBÓN, ¡DÉJAME EN PAZ.!

Varias personas se giraron al oír la voz que dio, entre ellos, amigos míos y gente conocida, casi se me cae la cara de vergüenza allí mismo, no me dio tiempo a decir nada, ella se giró y se marchó rápidamente.

Después de aquello, no volví a intentar tocarla, ni ella se dirigió a mí si no era para lanzarme alguna mirada de asco, como si yo fuera un pervertido. Di por terminada nuestra corta relación, si es que alguna vez fue relación, y me sentí bastante apenado por ello porque la verdad es que Araceli me atraía muchísimo y tenía grandes esperanzas de poder perder la virginidad con una chica tan explosiva como ella. Pero todo se fue al traste por mi afán de presumir delante de mis amigos. Un error que nunca olvidaré.

Pensé muchas veces en como reconquistarla y volver a ser su amigo, pero al final desistí.

Cuando terminó el curso mis amigos decían que el culo de Araceli ya no era el mismo, que ya no era tan tremendo, bromeaban argumentando que de tanto tocárselo, se le había desinflado, pero yo sabía que no era verdad; el culo de Araceli seguía siendo fantástico, y aún lo sería más, y me mataba pensar que serían otros, y no yo, quienes disfrutarían de él en todo su esplendor.