El Culito de Andreina (5 y final

Esta historia cuenta como logré controlar a mi sobrina Andreina, incluyendo disfrutar de su culito. Conclusión. Les recomiendo leer primero las partes previas para tomar el hilo de la historia

El Culito de Andreina (5)

Luego de esa primera vez de Andreina en el motel pasaron cosas que impidieron que nos viéramos nuevamente. Tuvo problemas en su casa con un noviecito y le controlaron el tiempo sola. Eventualmente la enviaron a una escuela internada, donde me resultó imposible contactarla. Esto hasta estos días, cuando nuevamente la vi convertida ahora en una nena bella y aparentemente, muy segura de sí misma.

Lamentablemente, por razones que no vienen al caso, perdí el contacto con María Eugenia. Pero el presente con Andreina prometía mucho.

En el presente

Salimos de la casa rumbo a un centro comercial cercano. En el carro Andreina tenía cara de susto, pero yo sabía que en realidad estaba excitada.

Como era de esperar, cambie el rumbo hacia un motel. Andreina estaba cada vez más nerviosa. Para hacerla pensar en otra cosa, le pregunte,

  • Dime, y todavía eres virgen

  • No. Tuve un novio con el que hicimos el amor

  • El amor? Dime, y tu culito?

  • Ay, tú si eres. No, no lo hicimos así

  • Bueno, hoy es un buen día para eso – le sonreí – voltéate en el asiento y bájate los pantalones

  • Para?

  • Quiero ver si todavía tienes mi regalito en su sitio

Andreina se volteó y efectivamente, vi el juguete en su sitio. Se lo empuje y Andreina suspiro. Toque su cuquita, la cual estaba totalmente encharcada

  • Me gusta perrita, que mantengas afeitada tu cuquita. Te acuerdas cuando te afeitamos la primera vez?.

Andreina no dijo nada. Se volteó y se subió el pantalón sin cerrarlo. Ya no podía negar que le excitaba el encuentro. Mi mano se mantuvo tocándola bajo su pantaleta y Andreina se dejaba hacer, suspirando.

Al cabo de un rato llegamos al motel y luego de los tramites respectivos, estacioné, baje del carro y cerré la reja respectiva.

  • A ver, desnúdate, - le dije

  • Aquí? No, no quiero

  • Vamos, aquí estamos en privado. Además, ya estuviste desnuda en el estacionamiento del motel.

Andreina no siguió discutiendo y procedió a quitarse la franela y pantalón.

  • Ahora el sostén y la pantaleta. - Andreina poco a poco fue cumpliendo – el juguete puedes dejarlo por ahora.

Andreina estaba roja de la pena, pero acerque mi boca a su cara y le di un beso de lengua completo.

  • Ponte de rodillas y comienza a mamar. Yo sé que tú sabes hacerlo.

A pesar de estar sobre el piso de concreto del estacionamiento, Andreina se arrodillo y busco mi cierre, sacando mi guevo.

  • Así, perrita, ya sabes mamar, dale.

Andreina metió mi guevo en su boca. Esto si es vida, pensé, tener a esta carajita en pelotas de rodillas frente a mí, mamándome el guevo.

Antes de que me llegara el momento de terminar le saque el guevo de la boca, le pedí que se incorporara y entramos a la habitación. Recordando viejos tiempos la coloque de espaldas contra la pared y empecé a saborearla. Mis manos recorrieron sus téticas (considerablemente más grandes ahora), su cuquita y lleve mis dedos a donde estaba su juguetico. Luego de jugar un rato, mientras Andreina suspiraba, la voltee contra la pared.

Su culito quedo frente a mí y me dedique a mover su juguetito mientras le decía al oído

  • Te gusta, perrita – Andreina solo suspiraba – Responde!

  • Si

  • Si, que?

  • Si me gusta

  • Eres mi perrita nuevamente?

  • Si, si soy tu perrita

Ya la tenía como quería. Su resistencia se había quebrado. La hice caminar hacia un escritorio en la habitación y colocar las manos sobre el escritorio. Con mis pies le indique que abriera las piernas, quedando con su culito y su cuquita a mi disposición. Le saque el juguetito y lo deje sobre la mesa. Rápidamente me quite la ropa y me volví a colocar detrás de Andreina. Apunte mi guevo a su cuquita y de un certero movimiento, llegue hasta el final, pegándome contra ella.

Allí, empecé un bombeo suave al principio, pero fui incrementando la velocidad. Andreina se vino ruidosamente, yo aguante un poco más hasta que finalmente le llene la cuquita de mi leche.

Quedamos agotados. Nos acostamos en la cama mientras recuperábamos el aliento. Así estuvimos un rato, hablando de temas generales. Luego pedimos algo de comer y quedamos viendo la televisión.

Luego de un rato de descanso, le dije,

  • Te gusto?

  • Si, papi. Me gustó mucho.

Hablamos de cómo habían sido las primeras veces que estuvimos juntos hace varios años. Me confeso que sí, que le habían gustado mucho, pero que le daba mucha pena. Yo le recordé la vez que estuvimos con María Eugenia, donde ellas se habían dado gusto mutuamente.

Me acorde de su primita Anabel. Le dije que estaba muy rica y que me gustaría tener algo con ella. Andreina se sorprendió, me dijo que no se le había pasado por la mente. Le recordé nuevamente lo que había gozado con María Eugenia.

  • Bueno, vamos a ducharnos ahora. Me falta estrenarte por detrás.

  • Ay, no, papi, ve va a doler (siempre dicen lo mismo)

  • Nada de peros, vamos a ducharnos. – Ya mi guevo estaba de nuevo poniéndose listo para la guerra.

Efectivamente nos duchamos juntos. Fue muy sabroso enjabonarla completa y que ella me enjabonara. Luego de una larga escurrida, la saqué de la ducha y le di una toalla. Nos secamos y fuimos de nuevo a la habitación. Andreina empezó a ponerse nerviosa, sabía que se acercaba el momento.

  • Papi, vamos a hacerlo normal, te parece?

  • No, perrita, vamos a hacerlo por tu culito – le dije – esta vez no te me escapas.

La lleve a la cama y la hice colocarse en cuatro sobre el borde de la cama. Así quedaron enfrente a mi guevo su cuquita y un poquito más arriba su agujerito del culito. Busque el lubricante y le puse una cantidad liberal en mi dedo y lo metí en su culito, regando lubricación. Repetí varias veces la operación. Su culito estaba cerrado, aunque el juguetito había hecho parte del trabajo de abrirla. Como era su primera vez, decidí ir poco a poco. Primero metí mi guevo en su cuquita, que como yo sabía estaba muy lubricada. Le hice unos bombeos allí que pusieron a Andreina a suspirar.

Entonces saque mi guevo, duro al máximo, eche un poquito de lubricante y apunte a su asterisco e hice presión. Poco a poco fue entrando. Avance lentamente, mientras Andreina daba pequeños gritos de dolor. Para distraerla puse a trabajar mis dedos sobre sus téticas y sobre su botoncito. Al final, ya la tenía totalmente ensartada.

  • Mmm, que rico es cogerse un culito virgo – le dije, aunque en realidad estaba hablando para mi

Después de un rato sin movimiento de mi guevo, Andreina se fue acostumbrando a la sensación y me sorprendió diciendo,

  • Ay, papi, dame…

  • Quieres que te reviente el culito

  • Si, dale, se siente rico

Con esta invitación, ahora si comencé a darle con fuerza, bombeando cada vez más duro. En un momento determinado, se lo saqué y la voltee. Andreina me miro con cara de sorpresa. Le hice subir sus piernas  y me acosté encima de ella, haciendo que sus piernas quedaran sobre mis hombros. Allí nuevamente su culito quedo a disposición de mi guevo y esta vez se lo metí rápidamente.

Comenzó un bombeo rápido, mientras Andreina gemía

  • Así, rico

  • Te gusta, perrita

  • Si, papi, me gusta

  • Te gusta por el culito

  • Si, por el culito

Andreina tuvo dos orgasmos mientras yo seguía bombeándola. Costo un poco, pero no la deje soltarse. Después de un rato, ya no aguante más y me vine completamente dentro de ella coincidiendo con su tercer orgasmo.

Ahora si quedamos totalmente agotados. Creo que dormimos una hora, hasta que me despertó Andreina, diciéndome:

  • De verdad quieres cogerte a Anabel, mi primita?

  • Si, con tú ayuda, quiero que nos la cojamos.

  • Mmm, vamos a ver qué puedo hacer…

Andreina se quedó con la mirada perdida, pensando cuales serían sus próximos pasos.

  • Incluyendo su culito

  • Si, incluyendo su culito – repitió Andreina

Yo estaba todavía agotado como para pensar en otro round de sexo, pero preveía un futuro, una nueva etapa, interesante… pero esa es otra historia.


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