El Culito de Andreina (1)

Esta historia cuenta como logré controlar a mi sobrina Andreina, incluyendo disfrutar de su culito

El Culito de Andreina (1)

Andreina es una sobrina (aunque en realidad es hija de unos viejos amigos) que es estudiante universitaria. Esta buena como para comérsela en un solo bocado. Tiene unas tetas amplias y paradas (ayudadas por una cirugía, por supuesto), una cintura esbelta, caderas amplias, y piernas bellas y bien torneadas. Mantiene la figura usando extensamente el gimnasio. Gasta horas arreglando su figura, peinándose y maquillándose aunque sea solo para salir a la esquina. Sin embargo, y dados mis gustos, su amplio pero bien formado culo es para mí su mayor gancho. En la piscina usa unos tangas minúsculos que dejan poco a la imaginación. Está como decimos los venezolanos, podrida de buena. Y lo peor es que sabe que esta buena y usa su belleza para tratar de lograr lo que quiere. Es también inteligente y ambiciosa… Todo un personaje.

Pero no siempre fue así…

Recordando

La conozco desde hace ya unos cuantos años. En particular la parte interesante de esta historia comienza hace unos cuatro años, cuando con motivo de una fiesta de cumpleaños vinieron a la casa sus padres, su hermano y ella. En esa época, Andreina era una niña flaquita, morena que pasaba a su pubertad. Su forma comenzaba a estilarse. Sus pechos estaban creciendo y tenía esos cambios de humor típicos de su edad. Además, era bastante insegura…

Por alguna razón siempre me miraba con admiración, pero sin hablarme apenas. Yo no le paraba mucho. En esta ocasión, aumento su atención a mí. Me seguía con la mirada en todo momento. Era difícil no atender a su insistencia sin palabras.

Una noche, estábamos jugando domino, tomando cerveza y luego whiskey por largos rato. Ya estábamos alegres, aunque no pasados de tragos. En una pausa, cuando iba al baño de mi cuarto, la vi en la entrada del cuarto donde dormía esos días. Como había bastantes personas en la casa esos días, compartía el cuarto con dos primas mayores, que ese día habían salido de parranda. Como siempre esos días, Andreina se me quedo mirando intensamente. Entonces, sin pensarlo mucho (el alcohol ayuda en no pensar) me acerque y le di un beso de lengua profundo. Ella no lo rechazo, pero note un suspiro y sus piernas flaquearon. Aproveche para sujetarla. Una mano fue rápidamente a sus nalgas sobre el pantalón de pijama y la apreté contra mí. Sentí sus pezones duros contra mi pecho. No llevaba sostén y su piyama era de material suave y delgado. Sin dejar de besarla, la empuje al cuarto y cerré la puerta suavemente con el pie. Luego la lleve contra la pared y así mi guevo, ya duro quedo apretado contra su cuquita, ambos todavía cubiertos con ropa.

Mi mano derecha mano subió a cubrir sus pechitos por debajo de su piyama. Le toque primero un pezón, luego el otro y me mantuve frotándolo. Ella solo suspiraba. Entonces le pregunte:

  • Te gusta?

Ella no respondió, pero su cara decía que sí. Procedí a quitarle la parte superior del piyama, descubriendo sus pechitos y puse mi cabeza sobre su tetita derecha sin soltarle la tetita izquierda. Metí su pezón en mi boca y comencé a lamerlo, mojándolo y luego suavemente a morderlo. Andreina suspiro profundamente

Manteniéndola siempre contra la pared, metí mi mano izquierda debajo de su piyama y pantaleta, bajando encontré unos pelitos y luego su botoncito. Seguí bajando hasta que mis dedos encontraron su entrada apretadita mojada, muy mojada. Humedecí allí dos dedos y entonces subí un poquito y coloque su botoncito entre mis dedos y lo apreté lateralmente. Todo esto lo hice sin dejar de saborear y morder suavemente su pezón. Mis dedos bajaban a mojarse en su cuquita y subían a apretar el botoncito.

Andreina empezó a agitarse cada vez más y entendí que estaba a punto de tener un orgasmo. Para evitar ruidos inconvenientes subí mi mano derecha a su boca y se la tape, justo a tiempo cuando comenzó a gemir. Su orgasmo duro treinta segundos, un minuto, no sé cuánto, pero durante todo el tiempo me mantuve apretándola contra la pared, tocando su cuquita y mordiendo sus téticas.

Finalmente, Andreina se tranquilizó y saque mi mano de su cara, subí y la mire a los ojos diciéndole:

  • Te gusto, perrita?

Andreina nuevamente no respondió. Me miraba con ojos que pasaban de susto a gusto. Entonces le dije

  • Quieres más, perrita?

Aquí si espere su respuesta y me dijo

  • Si

Todo pasó en el transcurso de unos rápidos minutos, pero era peligroso seguir allí, por lo que rápidamente le dije que me tenía que ir, que me estaban esperando, pero que volvería, siempre y cuando se quedara tranquila en el cuarto. Finalmente me dijo

  • Te espero.

Con esto la dejé, abrí la puerta suavemente y salí rumbo al baño que era mi objetivo inicial. Allí tarde unos segundos mientras se me bajaba el guevo y así pude orinar. En ese intervalo y mientras regresaba al juego, estuve pensando y calculando las posibilidades abiertas esa noche.

En el presente

Mientras recordaba este primer encuentro con Andreina, me crucé con ella en la casa de unos amigos comunes, con quienes pasaríamos unos días por una fiesta incluyendo el fin de semana. Habría mucha gente e incluyendo largos ratos en la piscina, mientras cocinaban parrilla y se amenizaba la reunión con whiskey y cerveza y música.

Andreina pretendía ignorarme, ahora era yo quien la seguía con la mirada.

Al final de la tarde tuve oportunidad de hablar a solas con ella en la cocina. Le dije:

  • Hola perrita, como estas?

  • Epa, que dices – respondió sorprendida, y mirando nerviosamente hacia los lados.

  • Que pasa?, no te acuerdas de los ratos que pasamos juntos?

Andreina se agito visiblemente y salió rumbo a la sala, donde había varias personas. Sonreí para mí mismo. A pesar del aparente rechazo, calculé que podía volver a las andadas con ella.