El culebrón del Peregrino Negro
El peregrino negro se aloja en una albergue y recibe una paliza en el cipote, lo que desencadena toda una orgía...
El “culebrón” del Peregrino Negro
Ya de regreso de mi peregrinación fui retornando a mis viejos predios monacales, no sin antes ir vitando a unos a y otros, más bien otras que otros, que de todo hubo en la vieja peregrinatio jacobea .
Visité a Doña Virginia, que, aunque no quiso reconocerme en público, bien la barragana viuda se dejó seducir con un polvo en la trasera de su casa, y donde me vengué dejándole el ojete como un bebedero de patos, que se dice por estas tierras.
Me dejé caer por los terruños de mi preciosa preñada, que ya tenía el churumbel tirando de sus anisados pezones con los que compartí alguna que otra chupada mientras la hacia gozar con mis largos dedos, y dejándola extasiada y satisfecha entre pollazos y lametones.
Sin embargo no me atreví a dejarme ver el Monasterio de San Bartolo Pellón ni por la Venta Adosinda , no fuera ser que recibiera algunos palos, pero en cambio antes de dejar la Gallaecia, me refocilé con Doña Florinda unos buenos dias pues la consolé como pude de la pérdida de su querido cornudo esposo D. Anselmo, y agradecidas quedaron de verme las Vilariño, donde Manoliño, ya triunfante me enseño como se tiraba a algunas mozas del lugar,
En fin muchas aventuras que he ido dejando escritas en este gran tablón de relatos: https://www.todorelatos.com/perfil/1452487/?sb=5&nh=1 .
Ya estaba a punto de salir de las tierras de España, cuando recalé en un viejo albergue de la Vasconia, donde encontré un camastro para pasar un par de dias, pues estaba exhausto de tanta correría y vagabundeo, y necesitaba reponer fuerzas.
Me recibió la regente del lugar, una señora ya entrada en años y en carnes, que se extrañó de encontrar un peregrino negro, y de talla y envergadura, pues el examen radiográfico fue intenso y profundo. Tras ello me instaló en una vieja cama al fondo del albergue, que ya estaba cerrado pues la temporada se había agotado, pero viendo mi estado y previendo ganarse unos duros, y un alivio para sus cargas, ya que me ofrecí para ayudarla a cambio de comida durante unos días, pudiendo satisfacer por mi parte la parte pecuniaria del alojamiento.
Me acosté a la siesta , tras una buen garbanzada y unos buenos tragos, y al poco me desperté con el vergón en vela, al cual dí tregua en unos instantes con una buena corrida que se quedo esparcida por el suelo, como el cansancio era grande, pronto me relajé cara al sueño, quedando medio despatarrado en el camastro.
En el sueño del Valhala estaba, cuando me cayeron sin saber como un montón de palos en el vergón, pues cuando pude abrir los ojos vi a la señora Remigia armada del palo de la escoba dándole buenos escobazos a mi pollón al que la buena señora había confundido con una culebra que me estaba sorbiendo los higadillos.
Cuando me destapé y cogí mi dolorido vergón , morado de los palos recibidos, la señora Remigia no daba crédito a lo que yo tenía en esos momentos entre las manos, y se hacía cruces , no sé si por el tamaño y gordura, o por el color morado que había quedado tras la rápida paliza que atizó a tan caliente culebrón.
Me dejó por unos momentos enfrascado en i dolorida estima y polla, para regresar pronta con un aceite y emplasto de hojas para evitar males mayores. La verdad es que los manejos de Doña Remigia fueron pese al dolor, de buen cuidado, tal que, al poco el “culebrón” como ella lo llamaba, parecía querer revivir y recibir más mimos.
Mientras me curaba la buena señora, se lamentaba de la grave confusión, pues ver colgar aquello y el charco, pensó en esa en un culebrón de las leyendas que le habían contado tantas veces, mientras me contaba su pena por el confusión, iba yo evaluando las carnes ya magras de Doña Remigia, que me decía que su nuera tenía que ver aquella maravilla del señor, ella que se quejaba de que su señor marido, o sea el hijo de la Remigia, la tenía pequeña y tanto era así, decía la Remigia que no solo no llenaba el brocal carnoso de su nuera sino que esta era ignorante de que hubiera pijones de este tamaño. A Remigia se le ponían ojitos hablar de su nuera.
Me despidió la buena señora Remigia, con su apesadumbrada molicie y me invitó a instalarme en el anexo del albergue, o sea en su propia casa, donde podría estar más caliente y cuidado si algo necesitaba. Por lo cual como pude porque el dolor del vergón era importante, me vi hundido en una buena y nacha cama con colchón de lana, donde me rebujé bajo las mantas para pasar la noche como mejor pudiera.
A la mañana siguiente aquello amaneció dorado como los paños de Semana Santa. Llegó Doña Remigia con un buen tazón de humanate chocolate y unos churros que pronto fue todo ello devorado, mientras Doña Remigia manipulaba el “culebrón” con sumo cuidado, pues aparecía flácido y gordo y morado tornando a rojizo. No le gustó a la buena señora el asunto y las trazas que se fue a la cocina a un cacharro donde metió mi vergón a remojar un buen rato, en cálida leche de cabra remojada con algún tipo de aceite, y allí tuve la polla a remojo y sobeos, hasta que la buena de Remigia dio por terminada la sesión de remojo, pasó a la del sobeo con ungüentos varios dejando el vergón reluciente, aunque sus callosas manos no eran lo más apropiado, y de eso se dio cuenta la Remigia que volvió a hablarme de su nuera Soledad de sus manos y de sus cuerpo, entre los manejos y la conversación y mis cabales de hacerme con la Soledad, se nos fue la mañana. Y aunque quise levantarme Remigia me obligó a seguir encamado, y me atizó unas pastillas para dormir relajado.
Y así me debí quedar porque entre sueños creí percibir que la Remigia se acercaba a mi cama y levantaba el hatillo de sabanas y mantas y le enseñaba el “culebrón” a alguien, mientras manoseaban el vergón…me pareció que se desvestían y se daban al placer lésbico mientras me chupaban de ven en cuando la polla y así cai en un largo sueño, hasta el día siguiente.
La Sole.. se da un festín
pareció Remigia cantarina y revoltosa, y pronto dio cuenta de mi pollón quitando las frazadas, y se hizo yo creo la sorprendida de verlo tan reluciente, aunque algo amoratado todavía, pues viendo que aquello daba sus buenos resultados, en la madrugada me había atizado una buena paja y unos intensos retorcijones para que los cuidados fueran más y mejores.
Se quedó pensativa la Remigia, pues algo no le cuadraba, olio el cipote e incluso se atrevió a darle una chupadita, y sentenció que se debía prolongar los cuidados una semana más, pues aquello no pintaba mal, aunque el cañoto ya echaba sus buenos líquidos, que la Remigia, ya sin cortarse se atrevió a lamer pija abajo, mientras sopesaba mi abultados cojones y los apretaba para tragarse más tranca, pues según ella era la manera más efectiva de sacar el pues que hubiera dentro, la dejé hacer hasta que tuve una leve corrida de la cual no quedó ni rastro, pues la hábil Remigia dio cuenta de su festín, lo cual ya nos hizo cómplices en el disfrute de los apetitos de la carne.
Mientras ella sorbia mi mamandurria , yo le sobaba la tetas y hacia algún escarceo por los refajos bajeros de la doña, pero no parecía muy interesada en tener más allá de mis largos dedos por su chumino y ojete, este último si que respondía mejor las caricias.
A la hora de la siesta Remigia vino trayendo de la mano a su neura la Sole, una bella aldeana que rozaba los cuarenta, rolliza y jamona, con cara de no haber partido una uña, la cual me saludó muy amablemente, y tras las indicaciones de su suegra Remigia, tras dejar el “culebrón” al aire, esta recomendó a su pupila ponerse a la tarea de poner el “culebrón” a tono, ya que según Remigia esta tenía mejores manos, y maña para algunos manejos.
Se quedó la Sole casi que en cueros, pues salvo las grandes bragas todo se fue al montón de ropas, pues hasta la misma Remigia se deshizo de frazadas y prendas, para poder actuar más libremente. Me sentaron desnudo en un alto y cómodo sillón, del cual entre mis piernas pendía la gran morcilla, ante la cual sabiamente la Sole. Se arrodilló y con suaves manos, sin callos se dio al masajeo con aceites de caléndula y ruda.
Con el aceitoso sobeteo el vergón fue tomando forma y se puso enhiesto, lo cual aprovechó la Sole para colocarse entre su buenas tetas más aceite y procurarme un nuevo masajeo de mayor suavidad e intensidad subiendo el culebrón por entre ellas, así estuvimos un tiempo, hasta darme cuanta que detrás de la Sole estaba Remigia comiéndole el nalgatorio a su nuera, mientras que con las mano furaba por entre la entrepierna de susodicha haciéndole la pinza entre el ojete y el chichi, y con la otra me apretaba el vergón, sobre el cual ahora la Sole se agachaba para introducirse en su boquita de piñón , la inflamada cabezota del cipote, que fue devorada llegando con sus apretados labio a la mitad del cañoto.
Chupadas largas y profundas, pues como decía la Remigia la Sole era una experta con la boca y las manos, pues tenía que hacer creer lo de su hijo para poder hollar tan espléndido brocal, en cuya postura me era imposible catar.
Tanta apretura y tanta chupada hizo que la manguera dejara paso a un rio de esperma que ambas mujeres fueron prontas a regarse con él para sus buenos afeites corporales. Ya la Remigia estaba en pleno desenfreno.
Desenganchó a la Sole de mi estacón que iba decayendo, y la puso de rodillas mirando hacia sí, y dándome la espalda, así podía comerle la Remigia desde la boca al chichi a su nuera, sin dejar de lado las tetorras de la parienta que a la Remigia la atraían por demás. Mientras la Sole hacia lo mismo con su suegra, amorrando aquello que podía. Estaba claro que aquella no era su primera vez, y el espectáculo hizo que pronto el “culebrón” se pusiera empinado y más viendo como Sole se inclinaba sobre su suegra, mostrando un culo y un chichi perlados de una espesa mata de vello.
Con el residuo de aceites y esperma, y para de escupitajos pasé la pasta por la canal del culo dejando un dedo a la puerta del ojete y con el otro me fui a la grieta del brocal de la Sole, el cual ya había puesto en solfa la Remigia, digamos que estaba encharcado de jugos, y para colmo estaba en pleno sobeteo del brocal cuando sentí por entre los dedos la larga lengua de la Remigia buscando los gruesos labios del chichi de la nuera, que dijo: Ahí os va¡ y dejó caer un estruendosa meada que fue el deleite de la Remigia.
Entre tanta euforia no pude insertarle nada a la Sole, pues pronto fue acaparad por la Remigia, para ella sola, aunque me guiño el ojo, para decirme tranquilo que te la dejo para ti solo y apunto caramelo.
Mientras se enfraguaban en tales manejos, no hice otra cosa que sobarlas por aquí y por allá, metiendo de por medio el culebrón para deleite de ambas, que lo utilizaban a modo de rodillo de cocina.
Concluida el festín lésbico de nuera y suegra. Esta última nos llevó a todos hasta la amplia cama donde se recostó sobre las almohadas, con las piernas encogidas y abiertas para que su Sole le pudiera lamer su chumino, haciendo que Sole se pudiera a cuatro patas, la vista era más que excelente, un nuevo repaso de los bajos de la Sole, con abundancia de saliva , y teniéndola a cuatro patas se la fui ensartando en el chumino, poco a poco , no porque el brocal no llevase tanto recorrido, sino por sentir como el culebrón iba furando aquellas recónditas y vírgenes paredes.
Que delicia sentir entrar todo el culebrón buscando lo más oscuro del chumino, y como se apretaba la Sole para que le cupiera todo, cuando ya hube trasegado todo el pollón sobre el brocal de la Sole, empecé con el mete y saca, a modo de alternativo bombeo, a cada embestida la Sole decía ¡ Dios me rompes hijo de puta¡ Pero dale fuerte cabrón¡
Sentí a hora a la Remigia debajo, tirando de mis cargados huevos para que entrara el cipote más a la vez que chupaba los caldos que el brocal de su nueva iba destilando, las embestidas eran ya tremendas, medio de pie sobre aquel nalgatorio, pillando la grupas y cuando las colgantes tetas de la Sole, cuyos pezones retorcí a placer cuando sentí que me venía dentro, la avisé, pero nada de ello valía. ¡Preñame hijo deputa. Hazme un barrigón del quince ¡
Y allá fue toda la gran lechada, que fue limpiando y sorbiendo a gusto y placer la Remigia, mientras la Sole daba hipidos de placer tras mis bufidos de descarga. Ahora ya recostados en `plan cuchara quería sentir el culebrón dentro y como este se iba amorcillando, pero siempre dentro. ¡Que bien ¡ le sugería a la suegra que me contratara para la temporada pues tenía mucha labor por delante!
Así quedamos, hasta la hora de la cena, donde conocí al rapazón de la Remigia, grande pero bastante tontorrón.
Durante la cena ambas arpías, porque al fin y a la postre eran eso, pusieron morado al mocetón de morapio, tras lo cual le propusieron jugar un juego tras el cual el buen mozo quedó en pelotas y atado a una silla y con las piernas abiertas mostrando unos buenos cojones pero un pito pequeño aunque de desmesurada cabeza
En esa posición le pidieron que las ayudase a llevarle a la habitación, medio dormido como estaba, pero le despertaron para el juego lésbico entre suegra y nuera, lo que hizo que a Pelayo se le saltaran los ojos de las órbitas al vez aquellas arpías en pleno jolgorio, luego más extasiado quedó cuando vio mi vergón frente a su cara pues la Remigia puso a chupar a su nuera el morcillaco de Pelayo, y mientras esta lo ponía tieso le enseñaba el estacón que se iba a tragar el ojete de su mujer. Gritaba y berraba el Pelayo, no se si por el placer que le daba la situación y la enfurecida mamada de sus mujer, o porque en unos instantes Remigia con saliva y unos enjuagues bucales me aceitó el ariete que enfiló al ojete de su nuera, también muy aceitado y haciendo guiños de ser penetrado, y sin pensarlo más allá me fui por la inercia que me dio la Remigia, y se la clavé de una estocada no en el ojete sino en el chumino, lo que ponto la hizo correrse y dar bramidos mientras se la chupaba a si marido y le clavaba las uñas en las tetillas.
Estaba en medio del delirio , cuando la Remigia dirigió la operación normanda de perforarle a la nuera el ojete con el culebrón, el cual tras entrar la cabeza con gran gusto de la Sole, se tragó el espadón hasta los mismos pelos del capullo, pidió a voz en grito, tras un pausa de aclimatación, para que hiciese un buen bombeo sobre su ojete tragón, el cual la jodida manejaba de carajo, pues notaba como el esfínter apretaba de madre mi estaca.
Alternando chichi y ojete, me fui corriendo en tandas hasta que caí rendido, yendo a la cama con las dos hembras, y dejando que el Pelayo durmiera la mona a los pies de la cama.
Gervasio de Silos