El cuervo

La erótica versión femenina de la maravillosa obra de Allan Poe. El solemne cuervo hace enloquecer a la protagonista tal y como en la versión original, pero esta vez de lujuria.

El cuervo

(adaptación de la obra original de Allan Poe)

Cierta noche aciaga, cuando, con mi cuerpo desnudo y mente cansada,

me masturbaba con la ayuda de libros de anatomía informal

y llegando casi, al éxtasis, de pronto se oyó un rasguido,

como si alguien muy suavemente llamara a mi portal.

"Uno de mis tantos amantes –me dije-, que está llamando al portal;

sólo eso y nada más."

¡Ah, recuerdo tan claramente aquel desolado diciembre!

Cada noche de soledad horas de estimulación hasta casi muerta quedar.

Yo esperaba ansiosa el alba, pues no encontraba mi completa satisfacción

en mis dedos, ni consuelo a la perdida abismal

de aquella a quien los ángeles Leonor podrán llamar

y aquí nadie más de su sensual cuerpo gozará.

Con cada posición en las páginas de aquel libro

mis músculos vaginales se estremecían, pero ante una inesperada visita mi sobresalto era tal

que, para calmar mi angustia repetí con voz mustia:

"No es sino uno de mis tantos amantes que a solas hoy no quiere descansar;

un sonámbulo sexual, esperando desahogar entre mis piernas aquella necesidad.

Sólo eso y nada más".

Mas de pronto me animé, cubriendo mi desnudo cuerpo con una bata y sin vacilación hablé:

"Caballero -dije-, me tendréis que disculpar

pues en mi habitual sesión masturbatoria estaba cuando oí vuestro rasguido

y tan suave había sido vuestro golpe en mi portal

que dudé de haberlo oído...", y abrí de golpe el portal, con el viento descubriendo mis senos:

sólo sombras, nada más.

La noche miré de lleno, con mis erectos pezones asomándose,

y mis flujos absorbiendo la frescura del viento nocturno;

pero en este silencio atroz, superior a toda voz,

sólo se oyó la palabra "Leonor", que yo me atreví a susurrar...

sí, susurré la palabra "Leonor" y un sensual eco volvióla a nombrar.

Sólo eso y nada más.

Aunque mi cuerpo ardía por dentro regresé a mis aposentos

pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.

"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;

veré pues de qué se trata, cada vez me excito más.

Si mis estremecidas piernas responden, lo podré desentrañar.

¡Es el viento y nada más!".

Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,

casi despojándome de mi bata con sus garras, un cuervo muy solemne y ancestral.

Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,

con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,

en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;

fue, observó mi descubierto cuerpo, posóse y nada más.

Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,

una excitación tétrica en mi interior, pues ahora contaba con un observador.

"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser

osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;

¿te excitaría verme jugar con mis carnes mientras me doy placer?

antes dime, ¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"

Dijo el cuervo: "Masturba más, más".

Que una ave zarrapastrosa tuviera esa voz virtuosa

sorprendióme aunque en tremenda excitación, mi sentido fuera tan poco cabal,

pues acordaréis conmigo que pocos habrán tenido

ocasión de ver posado tal pájaro en su portal, incitando al pecado.

Ni ave ni bestia alguna en la estatua del portal

que se llamara "Masturba más, más".

Mas el cuervo, altivo, adusto, no pronunció desde el busto,

como si en ello le fuera el alma, ni una sílaba más.

No movió una sola pluma ni dijo palabra alguna

hasta que al fin musité: "La soledad me tiene desesperada;

desearía que tus garras rasgaran mi espalda e hicieran sangrar mi vientre".

Dijo entonces :"Masturba más, más".

Esta certera respuesta electrizó mis abultados labios vaginales;

"Sin duda - dije-, repite lo que ha podido acopiar

del repertorio olvidado de algún amo pervertido

que en sus noches de soledad dejó escapar como un refrán:

"Masturba más, más".

Como el cuervo mantenía la humedad en mi entrepierna

planté una silla mullida frente al ave y el portal;

y hundida en el terciopelo con mis piernas abiertas mostrando mis lampiños pliegues

me afané a satisfacer los perversos deseos de la funesta ave ancestral

al repetir: "Masturba más, más".

Esto, pensaba, mientras mi clítoris con un poco de saliva humectaba y miraba

al ave que ahora quemaba mis senos con su mirar y amacizaba mis pezones;

eso y más cosas pensaba, con mis dedos penetrando mi cavidad

derramando por mis glúteos los primeros flujos que el candil hacía brillar.

¡ Sobre aquel cojín purpúreo con el que ella se solía masturbar,

con ayuda de sus heterogéneas costuras y ya no usará nunca más!.

Luego el aire se hizo denso, como si en mi vientre ardiera incienso

estremecida por el movimiento de mis dedos sobre mi colorado capuchón.

"¡Aahh, aahh! –tremendas contracciones me dejaban sin aliento-. ¡Sus deseos aquella ave

dirigía hacia mí, obteniendo una enferma satisfacción con ello!

¡Bebe, bebe de mis dulces jugos, y a Leonor por un instante olvidaré!".

Dijo el cuervo: "Masturba más, más".

"¡Violador! -grité -, ser malvado, violador eres, diablo alado!

¿Del Tentador enviado o acaso una tempestad

trajo tu torvo plumaje hasta este insatisfecho cuerpo,

a este manantial de néctares prohibidos? ¡Mas te imploro, dime ya,

dime, te imploro, si existe alguna manera de por fin al éxtasis llegar!"

Dijo el cuervo: "Masturba más, más".

"¡Violador! -grité -, ser malvado, violador de cuerpos eres, diablo alado!

Por la gloria de tenerme a tu merced, por las contracciones que sin aire me dejan,

dile a esta desventurada si en el Edén del pecado

junto a Leonor , ahora entre criaturas ninfómanas, un día podré dormir".

Dijo el cuervo: "¡Masturba más, más!".

"¡Diablo alado, no hables más!", exclamé, con mis dedos retorciendo mis pezones;

¡Deja de violar mi frágil cuerpo, de una convulsión moriré!

¡Ni rastro de tu plumaje en recuerdo de tu ultraje

quiero en mi portal! ¡Déjame al orgasmo llegar!

¡Quita el pico de mis pechos y mi mente deja de controlar!"

Dijo el cuervo: "Masturba más, más".

Y el impávido cuervo osado aun sigue posado, manteniéndome eternamente estimulada,

en el pálido busto de Palas que hay encima del portal;

y su mirada perversa es la de un demonio que sueña mi cuerpo penetrar,

cuya sombra el candil en el suelo proyecta fantasmal;

y mis dedos, satisfaciendo la vista de mi fantasmal espectador,

de estimularme no dejarán... ¡nunca más!.