El cubo: Punto de Quiebra

Por fin Ella se rinde ante su captor... ¿qué seguirá después?

El cubo: Punto de Quiebra

La chiquilla se fue calmando poco a poco, pero todavía no terminaba de reponerse cuando la pelirroja la obligó a levantarse y comenzó a acariciar sus pechos con manos suaves y gentiles, a la vez que le plantaba otro beso, pero, en un arrebato, comenzó a morder el labio inferior de la chica con tal fuerza que llegó a sangrarlo, en medio de los gritos de la joven.

-¡NOOOOOO! ¡Por favor, no te vayas! ¡No quiero volver a estar sola!-

Al permanente silencio de su prisión se agregó ahora la oscuridad, una negrura tan impenetrable, que bien podría haber estado enterrada en alguna gruta perdida en el fondo del infierno, con los ojos vendados y la cabeza cubierta por una capucha.

Sola y desnuda, un remolino de emociones giraba en su cabeza, pero dos destacaban por encima de todos: el terror de verse otra vez abandonada y el arrepentimiento por no haberse dejado besar.

-Sólo era un beso ¡Tonta, tonta, tonta!- se repetía en medio de amargos sollozos, mientras sus ojos intentaban taladrar la pesada cortina de oscuridad que la envolvía. El tiempo se volvía interminable; con las claraboyas abiertas por lo menos tenía alguna noción del paso del día, pero ahora, ni siquiera eso podía hacer, la habían dejado sorda y ciega.

Cuando la desesperación del aislamiento amenazaba con volverla loca, el olor a comida invadió la habitación, no obstante, sin una referencia visual, tardó una eternidad en localizar el cubo, pero cuando por fin lo hizo saboreó cada bocado como si fuera el último, nunca una simple comida le había parecido tan exquisita como aquella...

Abandonada en medio de la impenetrable noche artificial, ni ella misma se dio cuenta de cuándo empezó a hacerlo, sin embargo, de repente se escuchó a sí misma gritar con desesperación...

-¡PERDÓN! ¡PERDÓNAMEEEE! ¡Por favor, perdóname! Lo siento, de verdad lo siento-

-Eso es lo que El quiere, quiere romperte-

Ella se sobresaltó al escuchar aquella voz tan nítida a su espalda y cuando se volvió a ver quién le hablaba se encontró a Frida Kahlo sentada a la orilla de la cama con las piernas cruzadas, la legendaria mujer llevaba un vestido rojo ceñido que dejaba ver unas hermosas piernas, sin rastro alguno de la poliomielitis que la había afectado en su juventud.

-Estoy alucinando-

Ella lo sabía, sin embargo, dejarse llevar por la fantasía era mejor que volver a aquel mundo inerte donde El la había castigado.

-Tienes que seguir luchando, combatirlo, no puedes dejar que tu voluntad se quiebre-

-Pero ya no puedo más, no quiero estar sola-

-Lo sé, pero tienes que combatirlo... lucha niña, pelea...-

Y lo hizo, luchó contra las paredes que la aprisionaban, pero aunque las golpeó con todas sus fuerzas no conseguía nada, ni siquiera hacerse daño a sí misma; sin importar con cuanta violencia arrojara su cuerpo contra los muros, el grueso acolchado absorbía todo el golpe, dejando apenas una quemadura de fricción en su piel o una leve conmoción cuando su cabeza golpeaba las distintas superficies.

En medio de su desesperación, intentó rasgar el acolchado con las uñas, pensando que podría confeccionar alguna especie de cuerda con la cual suicidarse (aunque no había ningún lugar donde atarla) pero no pudo, la tela era tan resistente y tan correosa que nunca logró asirla y mucho menos romperla.

Al final su fuerza se agotó y se derrumbó en el suelo, en posición fetal, sin emitir sonido alguno y así se quedó dormida. Sus sueños, entonces, se llenaron de color, de luz, de espacios abiertos y de hermosos sonidos, sin embargo, cuando despertó, se encontró otra vez en medio de la nada y un alarido de desesperación escapó de su garganta.

Justo en ese momento, cuando creía que los últimos vestigios de cordura escaparían de su mente, el ya familiar zumbido de la puerta rompió el silencio y una luz proveniente de una esclusa, que comunicaba con el mundo exterior, se abrió paso poco a poco hasta iluminar su mundo y El entró.

En cuanto lo vio, la chica se arrojó a sus pies y comenzó a besarlos entre sollozos de alegría, mientras El acariciaba su cabeza; al sentir el cálido contacto, una oleada de gratitud recorrió su alma, se levantó del piso y se colgó de su cuello, comenzó a besar sus mejillas y, por último, sus labios encontraron la boca de El y se fundieron en un beso que le pareció delicioso.

El simple hecho de sentir el contacto humano después de casi dos semanas de aislamiento le provocaba sensaciones exquisitas y deseó con toda su alma corresponder a ello, de modo que ella misma comenzó a jalarlo hacia la cama; al llegar, ella se quedó sentada en la orilla y el se mantuvo de pie frente ella, de modo que la chica le quitó la camisa, dejando al descubierto un abdomen perfecto y un pecho firme que acarició con verdadera devoción, al mismo tiempo que los besaba y lamía.

Acarició los hombros musculosos y bajó las manos hasta encontrar las de El; para ese momento ella ardía en deseos de ser correspondida e intentó que El acariciara sus senos, sin embargo, no lo hizo, por más que Ella intentó llevar sus manos a su cuerpo, no se lo permitió; al notar su resistencia, la pelirroja levantó la cara y lo vio a los ojos con mirada suplicante, pero no encontró nada, sólo aquellos ojos muertos y el gesto inexpresivo que la pusieron al borde del llanto.

Al notar que la pelirroja se detenía, El amenazó con marcharse y eso la aterró, presa del pánico volvió a acariciar su torso con una mano, mientras con la otra desabrochó el pantalón y al tiempo que besaba y lamía su ombligo, con ambas manos le bajó la prenda hasta los tobillos, con lo que lo tuvo completamente desnudo frente a ella.

Por un segundo vio como hipnotizada el miembro flácido que se encontraba frente a su cara sin estar del todo segura de lo que debía de hacer, pero al sentir que El intentaba retirarse, de inmediato lo metió a su boca y comenzó a chuparlo con gran delicadeza, conforme lo lamía y acariciaba, sintió como aquel trozo de carne (que ahora le parecía incluso bello) comenzaba a crecer dentro de su boca, cada vez más caliente y cada vez más firme.

De forma inconsciente, ella llevó una de sus manos a su vagina y comenzó a acariciarse, frotando con firmeza los labios exteriores y el delicado clítoris, sin embargo, cuando El se dio cuenta, la tomó con fuerza por los brazos y la obligó a levantarlos, sujetó sus muñecas y la hizo colocar las manos sobre la nuca, al mismo tiempo que le jalaba la cabeza contra su ya hinchado miembro.

Ella lo entendió y siguió chupando, aunque por momentos se detenía, lo sacaba de su boca y con la punta de la lengua recorría las venas dilatadas que se entrecruzaban en la piel del enorme pene, enseguida, con gran delicadeza mordía el rojo glande y, por primera vez, sintió como El se estremecía con la caricia y, sin saber por qué, eso la hizo sentirse feliz.

Pero su cuerpo también demandaba ser acariciado y como El no tenía intención de hacerlo, además que le mantenía las manos bien sujetas contra la cabeza, ella cruzó las piernas lo más apretado que pudo y comenzó a frotarlas entre sí, con lo cual rozaba también su clítoris. Sin embargo, El se dio cuenta y con sus piernas la obligó a separar las de ella, forzándola a centrar toda su atención en su verga, la cual ya había comenzado a soltar su líquido lubricante, salado y resbaladizo, que a ella le pareció una delicia.

La chica hacía todo lo posible por complacerlo, atenta a la más pequeña señal que El emitiera ponía en práctica todos los trucos que le venían a la mente y, mientras chupaba, succionaba con toda su fuerza, con lo cual lo lograba que el hermoso miembro creciera aún más y luego seguía mamando, con rítmicos movimientos de su cabeza lo hacía entrar y salir de su boca.

De repente, El comenzó a mover la cadera y cerró los ojos con fuerza, al notarlo, ella aumentó el ritmo, cada vez más rápido... más... más... y más... hasta que El explotó dentro de su boca, sin emitir sonido alguno, arrojando espesos chorros de semen contra su garganta, el cual ella intentó tragar a toda velocidad y aún así no pudo evitar que algunas gotas escaparan de su boca.

Poco a poco, ella sintió como el pene comenzaba a encogerse sin que El la soltara, sin embargo, también sentía su cuerpo ardiendo y un deseo desconocido quemaba en su mente, mientras su conchita dejaba escapar hilillos de líquido lubricante y una intensa sensación presionaba dentro de su vientre.

Pasados un par de minutos y mientras ella lamía el ahora flácido miembro hasta dejarlo limpio, sin previo aviso, El la hizo reclinarse de espaldas sobre la cama, pero con sus piernas aún colgando por un lado, colocó su cara entre ellas, al mismo tiempo que extendía sus manos y sujetaba con firmeza sus pechos, pequeños pero firmes.

Aquellas fuertes manos comenzaron a amasar sus delicadas tetas, pellizcando un poco sus pezones al mismo tiempo que una lengua ágil y caliente exploraba por primera vez sus labios vaginales, a veces insertándose tan profundo como podía y otras golpeteando y lamiendo el hinchado clítoris, que parecía a punto de estallar.

Ella no pudo resistirlo mucho, el tiempo en aislamiento y la falta de contacto humano habían vuelto su cuerpo y su mente ultransensibles a cualquier toque, de modo que un par de minutos de aquellas deliciosas lamidas, la llevaron a un orgasmo inmenso, indefinible y que le pareció casi infinito.

Su mente estalló en mil pedazos y su cuerpo se convulsionó en medio de aquella increíble sensación, mientras su cadera empujaba contra aquella indecente lengua que le había roto el alma.

El se mantuvo entre sus piernas sólo unos instantes, luego sin previo aviso se levantó y mientras lo hacía subió su pantalón, se acercó junto a ella y le susurró al oido "te portaste muy bien", el simple hecho de escuchar otra vez una voz humana era ya suficiente premio, pero ella no tenía fuerza para hacer ni decir nada. Incluso, cuando lo vio alejarse hacia la puerta se quedó acostada, tal como El la había dejado, por temor a ser castigada otra vez.

El entró a la esclusa y la puerta comenzó a cerrarse, ella sintió un nudo en el estómago al pensar que otra vez se quedaría en medio de la oscuridad, sin embargo, antes que eso sucediera, los tragaluces comenzaron a abrirse dejando paso a una luz clara y diáfana que la hizo entrecerrar los ojos.

Minutos después de que El se fue y cuando la chica ya se había acostumbrado a la luz... una suave música inundó el ambiente, ella conocía aquella canción y en medio de gruesas lágrimas de felicidad comenzó a cantar a voz en cuello y a bailar a lo largo y ancho de la habitación, llena de gratitud por el premio que El le había dado.

Ella dejó aquellos labios deliciosos y bajó su lengua por la delicada línea del cuello, sin dejar de acariciar los pequeños pechos, tan suaves y tan tibios pero mientras lamía con ternura y cuidado las orejas y la tersa piel de la garganta de la pequeña, quien comenzaba a suspirar ante la caricia, sus manos se convirtieron en garras que apretaron las preciosas tetitas y arrancaron un verdadero alarido de dolor de la boca de la japonesita.

Continuará...