El cuarto tiempo

En el rugby, como muchos sabéis, existe un tercer tiempo, en que los rivales confraternizan, comen, beben y ríen hasta decir basta. Pero, algunas veces, el destino depara un inesperado cuarto tiempo a algunos afortunados. SI tenéis dudas sobre algunas expresiones del texto no dudéis en escribirme.

Dejadme hacer una pequeña loa de un deporte absolutamente fascinante. Se trata del rugby.

Si un endocrinólogo quisiera hacer acopio de muestras clínicas de varios tipos de neurohormonas, cortisol, testosterona, endorfinas y muchas más, le invitaría a realizar sus analíticas siguiendo a los equipos del seis naciones o la copa mundial, o simplemente a tomar muestras de la sangre de este grupo de treinta hombretones que esperaban, cerveza en mano, la llegada del autobús junto al cauce del Turia, en aquella calurosa y húmeda tarde valenciana.

Aquella sección de tipos duros, magullados y felices, recién duchados y con varias cervezas y una suculenta paella entre pecho y espalda, se disponía a regresar a su ciudad de origen. ¿Barcelona? ¿Murcia? ¿Zaragoza? Tanto da...Considerando la naturaleza del relato, mejor no citar el origen de los pecadores y centrarnos en describir el pecado, que fue a todas luces, mortal.

El conductor, un tipo silencioso que por cierto no era el que habitualmente trasladaba al equipo en sus desplazamientos, abrió los gigantescos maleteros laterales y los viajeros depositaron allí su carga. Subieron a la cabina entre risas y bromas. La liga estaba en su punto álgido y ellos habían ganado aquel partido matinal. Esto los situaba en un lugar destacado en la clasificación. Aunque habían pasado una noche de perros durmiendo en el autobús por los recortes presupuestarios, era primavera, se sentían fuertes y saturados de vida y esa noche dormirían como troncos y muy bien acompañados. El polvo post-partido era una experiencia cósmica, siempre que no llegaras a casa con una costilla fisurada o cinco puntos de sutura en la cara. Las novias y esposas esperaban con ilusión el momento. Recibir a su guerrero particular y colmarlo de atenciones, lamer sus heridas y, ya puestas, todo lo demás, y sentir dentro de sí toda la energía acumulada, que se vaciaba generosamente a través de aquellas gordas y duras mangueras de riego.

El autocar enfiló la autopista después de unos cuantos vericuetos que permitieron realizar una minigira turística, con la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en el mismo cauce del viejo río en el que acababan de disputar su partido, como principal atractivo visual.

Las charlas decayeron dos horas después de la partida y los chicos dormitaron con rostros de felicidad.

Algunos se despertaron desconcertados cuando el autobús hizo una parada inesperada. ¿Qué pasaba? ¿No habían quitado los peajes? No. No era eso. La pesadilla de los peajes no era la explicación. El vehículo se detuvo en una estación de servicio y alguien subió a bordo. ¡Y vaya alguien! Aunque la mujer era menuda, los ojos de los treinta machos se abrieron con rapidez al verla. Era una monada, realmente. Traía el cabello recogido y caminaba con una gracia especial. Empezó a dirigir sonrisas a los viajeros, que no pudieron evitar un oh de coral  admiración cuando la nueva pasajera se quitó la cazadora  descubriendo un pequeño y revelador top a lunarcitos. Sin duda era a la vez sujetador, ya que se evidenciaba la ausencia del segundo por la nitidez con que los pezones se mostraban a través del primero. El ombligo era un escándalo, tan chiquito y bien dibujado en una brevísima cintura. Cuando la muchacha se inclino a recoger algo del suelo del pasillo, un segundo coro de asombro y alborozo acompañó el gesto. Su culito perfecto y redondo se mostró pujante bajo el pequeño short y las nalgas saludaron a la concurrencia asomando descaradas bajo las deshilachadas perneras.

Se pudieron contemplar a placer, nunca mejor dicho, las delgadas y fibrosas piernas de la chica. Había concentradas en aquellas ligeras columnas muchas horas de gimnasio, estudio de danza o  pista de baile.

Los negros zapatos de tacón elevaban a aquel bombón de señora a la categoría de Diosa, así con mayúscula, como mayúscula era ya la agitación de la horda salvaje en que se estaba convirtiendo el grupo de aguerridos deportistas.

El conductor farfulló una explicación confusa sobre el motivo de la turbadora aparición. Era una amiga que le había pedido aquel favor o algo parecido. El entrenador, el delegado y el fisioterapeuta, que eran los componentes del convoy de más edad, no se mostraron tampoco disgustados por la intrusión de la bellísima moza, que era además dicharachera y salada con ganas.

De hecho se sentó a platicar con el fisio, que era bastante "echao p'alante" y pronto la risa de mujer,  cristalina y escandalosa inundó el autobús, descartando cualquier posibilidad de reanudar la siesta.

Eran ya las seis y el sol iba declinando tras las colinas lejanas, pero aún ofrecía suficiente luz como para que todos observaran atónitos cómo, sin ningún pudor, la jovencita coqueteaba entre risas y toqueteaba provocativa al sanitario, que empezaba a dar muestras de estar seriamente afectado por su presencia tan próxima. Los más cercanos a la primera fila creyeron ver visiones cuando la mujer atrajo la experta mano del hombre hacia su pecho, instando a la caricia y el pellizco. Las risas cesaron y un silencio reverencial se adueñó del reducido espacio cuando las preciosas tetas quedaron expuestas y la boca masculina empezó a homenajearlas  arrancando dulces gemidos a la propietaria de aquellos preciados tesoros.

Un medio de apertura que se sentaba a menos de un metro observaba atónito la escena y su asombro devino estupor cuando la dama lo miró fijamente con aquellos negros y turbadores ojos impregnados de excitación, invitándole a sumarse a su compañero. La muchacha se situó con medio cuerpo en el pasillo para ofrecer sus senos al recién incorporado, mientras el fisio masajeaba su vientre y su espalda desnuda y besaba su cuello con experta pasión. Los gemidos se intensificaron y un murmullo de desconcierto y excitación recorrió la cabina, como un coro de acompañamiento de aquellos.

¿Era una broma? ¿Una despedida de soltero? ¿Simplemente, era una perturbada mental? O, más sencillo aún ¿ Era el día de suerte del equipo?

Por lo menos al diez de la formación le pareció que así era cuando la chica se inclinó sobre su bragueta y dejo al aire la endurecida polla. ¡ Aquella si que era una buena apertura! En un santiamén, el miembro desapareció en la pequeña boquita de la viajera misteriosa y el muchacho, uno de los mas jóvenes de la expedición, manifestó ruidosamente su bienestar, provocando las risas de sus compañeros.

Pronto estuvo la joven completamente desnuda, sostenida eso sí por sus negros zapatos de tacón, en medio del pasillo, inclinada sobre uno y recibiendo una deliciosa lamida del otro en toda la extensión de sus nalgas, mientras dos dedos exploraban su vagina. La humedad de ésta se evidenció por los sonidos que producía el tratamiento.

La mujer detuvo de pronto el pas a trois con el fisio y el fly-half y sacó de su bolsito de mano una caja de condones. Era de las de doce unidades. Sacó dos y los entregó a sus amantes. Por si alguien se había sentido frustrado, extrajo dos cajas más y las lanzó con gesto magnánimo hacia el fondo. Las manos expertas en atrapar balones no tuvieron dificultad en recepcionar con éxito los estuches. Pronto todo el equipo estaba debidamente pertechado con sus protecciones profilácticas y dispuestos a entrar en el juego en cuanto fuera su turno de intervenir.

El fisio abordó por detrás a la chica en medio del pasillo. Ella seguía chupando la verga del diez, mientras otros miembros de la linea defensiva se disponían a dar su apoyo a la jugada.

El bombeo de uno ponía en peligro la integridad del pene del otro, así que ella detuvo la felación y se limitó a besar y masturbar al segundo mientras el primero acababa de correrse con gran estruendo dentro de ella.

Con gracia incomparable se dio la vuelta, ofreciendo su grupa al jovencito, mientras extraía la polla del fisio, pringada de semen, del preservativo y la limpiaba a conciencia con largos y húmedos lametones.

El talonador y los piliers ocupaban la fila siguiente. Estos eran tipos grandes y pesados. Uno de ellos, el 3, un maorí que estudiaba español y se había incorporado al equipo esta temporada, no bajaba de los 120 kg.

Levantó a la ninfa en vilo con facilidad . Ella perdió los zapatos y sus pies desnudos se agitaron con algunos espasmos de los delicados deditos cuando el miembro más reciente de la formación se introdujo en ella con un "flop" ruidoso. Los dos compañeros del moreno se aprestaron a asir los pies de la muchacha para facilitar la penetración. Así pudieron acariciar y lamer sus pechos, mordisquear sus orejas y morrearla a placer mientras el oceánico la follaba con un vigor tan intenso como el que ponía en juego en las melés.

¿Pero iba a poder con todos aquella fiera de niña que les había asaltado?

De la primera línea pasó a la segunda. Si los primeros eran robustos, no te cuento de estos. Había un francés que se acercaba al metro noventa y cinco y un escoces bajito pero que apenas cabía en el pasillo. La muchacha llevaba ya varios minutos sin tocar el suelo del autobús, pasando de mano en mano, siempre bien sujeta y recibiendo las lenguas, los dedos y las vergas debidamente enfundadas, en todos los pliegues, orificios, colinas y llanuras de su menudo e hipnótico cuerpo.

El entrenador era un cincuentón muy bien conservado y no desmereció en sus prestaciones. Insistió en besar y acariciar amorosamente a la ninfa, recorrer su aplanado abdomen con la boca, a pesar de las cosquillas que su barba cana le hacía y las risas de excitación que arrancó de la garganta de la muchacha.

Finalmente, la penetró sujetando sus piernas bien abiertas, mientras su ayudante la sostenía por el culo y la volvía loca de placer con su lengua vibrando sobre el cuello y las orejas.

Llevaban una hora de viaje desde que la chica había subido al autobús y no parecía que ella se estuviera saciando después de pasarse por la piedra a medio equipo y el staff técnico.

Los de las últimas filas aguardaban expectantes su turno, mientras los de las primeras, invadidos por la culpa, enviaban whatsapps a sus parejas, asegurando que todo iba bien y llegarían a casa a la hora prevista. Y que no llamaban por no despertar a los colegas, que dormían. Y que sí, muy bonita Valencia y muy majos los del otro equipo, que les habían hecho paella en el tercer tiempo y que si tal y cual...

Los últimos de la fila, que casualmente se llamaban Manolo y Joaquim, eran dos reservas, que al no haber jugado conservaban intactas más energías que el resto del equipo. Al ser los últimos, la menuda muchacha insistió en ofrecerles una traca final. Se emparedó entre ellos con gran soltura y condujo sus pollas hacia los dos orificios del placer.

La verdad es que el arrière ya le había taladrado a conciencia el posterior minutos antes y no hubo mayor dificultad para recibir simultáneamente las dos pollas en su interior. Los dos muchachos, apenas con la edad legal para participar en las historias de TR, se portaron como veteranos, prolongando la cópula hasta hacer que la chica se corriera dos veces, coincidiendo con cada uno de los orgasmos de ellos. Sin embargo, después de la explosión de placer, sus penes permanecieron suficientemente duros como para procurarle a ella un tercer éxtasis.

Las despedidas siempre son tristes, y mas en un autobús, que tiene no sé qué de deprimente comparado con los aviones o los trenes.

Todos se acercaron a besar amorosamente a la chica exhausta a medida que salían. Ella estaba ya vestida y con la cazadora puesta y con el móvil en la mano chateaba con ágiles dedos, interrumpiendo el aleteo de los dedos sobre la pantalla, para responder con simpatía al beso de cada jugador.

Por fin el último abandonó con un suspiro la cabina. Y la muchacha se pudo concentra en su móvil

Lo has visto todo bien?

CLARO, NIÑA. PERFECTAMENTE

Y te ha gustado? Es lo que querías que pasara?

BASTANTE APROXIMADO, SÍ

Ja! Desde luego... Con lo que se esfuerza una...

PERDONA, ES BROMA. HAS ESTADO COLOSAL

Qué le doy al conductor?

HAY UN SOBRE PEQUEÑO PARA ÉL

Dentro del grande?

SI. QUINIENTOS PARA TI Y DOSCIENTOS PARA ÉL

Y al que ha montado las cámaras en el autobús?

DE ESE NO TE PREOCUPES, QUE YA LE HE PAGADO POR ANTICIPADO LA FAENA

Eres un viejo verde asqueroso, pero te adoro

HAS DISFRUTADO?

Tú qué crees?