El cuarto de blsncos

A veces el morbo surge de forma espontánea y otras es algo más trabajado, perfectamente premeditado, que solo dos personas con un exquisito sentido del morbo serían capaces de tramar.

Conocí a María Jose a través de un chat de internet, una noche en que lluvia hizo que se suspendiera el concierto en mi ciudad y me quedé en casa.

Me pareció una mujer diferente, normalmente chateaba con chicas más jóvenes que yo esas que te suelen llamar tío y otras veces colega. Me divertía con ellas, yo las llamaba troncas y pasaba un buen rato cuando ellas se explayaban contándome historias más o menos creíbles en función de los porros que se abrían tomado hasta ese momento.

María Jose es muy diferente, inteligente, audaz, buena conversadora, inteligente y extremadamente morbosa.

A veces les decía que tenía una edad aproximada a la suya, para que ella se sintiera más afín a mí.

Enmascarado por el anonimato me hice fuerte, pensé por qué no, y le dije toda la verdad cuando me pidió que me describiera, ella me contestó:

  • 65 años y casado que interesante y además nudista y amante del mar. Eres casi perfecto Armánd , dijo María José.

-Casi ? Mi abuela siempre me dice que lo soy y me haga valer por las chicas.

  • Jajaja, qué graciosa tu abuela.

La conversación fue muy amena y casi se nos hizo interminable y digo casi porque chateamos hasta el amanecer. Mi mujer dormía desde las once y su marido estaba de viaje, así que no tuvimos que dar explicaciones a nuestros coyuges.

Ninguno de los dos estábamos allí para ligar, pero nos bastaron unas horas de conversación para engancharnos el uno al otro.

Al cabo ya de tres meses de conversaciones diarias, la mayoría de las veces por correo, puesto que chatear era algo peligroso para no levantar sospechas de nuestros respecti vos.

María Jesús en aquel correo me insinuaba que le gustaría conocerme, pero elevó el morbo al máximo grado.

Le dije que eso sería muy difícil por no decir imposible.

Me dijo que lo había planeado al mínimo detalle y que lo enviaría a través del correo electrónico.

A primerísima hora del día siguiente vi que tenía un correo suyo el título lo delataba.

El Plan, era maquiavélico y perfectamente realizable, por lo que el morbo cocía ya a borbotones.

Ambos sabíamos que hacemos vacaciones en el mismo mes y que coincidiriamos en un hotel el próximo mes de agosto.

Teníamos que hacer la reserva el mismo día y la misma hora con el fin de que el hotel nos diera habitaciones cercanas.

No intentaríamos tramar conversación entre las dos parejas solo sería miradas, escuchar nuestras voces al escucharles hablar con otras personas o incluso Oler su perfume al cruzarnos por el pasillo.

El plan era concienzudo y minucioso y a la vez era bastante pormenorizado, aunque dejaba partes muy abiertas que deberíamos de descubrir abiertamente, a través ds correo que se escribirían diariamente.

Llegó aquel dos de sgosto ellos venían procedentes de Madrid y nosotros desde Bsrcelona, Al llegar a la isla puse un correo que decía estamos ya en la isla nos dirigimos en taxi hacia el hotel y la respuesta no tardó en llegar, diciéndome que ellos ya estaban instalados en la habitación 203.

Al cabo de un momento oí ruido en la habitación de al lado era la 202 y justo compartíamos terraza aunque separada por una mampara de cristal traslucido.

El correo decía

  • habitación 202, hemos tenido suerte? La respuesta era escueta

  • salgo a fumar un piti

Yo no fumo, pero me fui al minibar y cogí una coca-cola y el móvil,

salí a la terraza y me senté en la silla enfrente de la mampara.

Me quedé pensativo mientras miraba la mampara y una silueta que se movía de un lado a otro.

La sensación era de morbo puro y duro.

Recibí otro correo de María José diciendo

  • nos vamos a la playa.

El hotel es un hotel boutique de 20 habitaciones, el servicio es impecable y tiene su playa partícular y exclusiva para los huéspedes del hotel.

No se oía ningún ruido, en la habitación de al lado, parece que se habían ido ya.

-Vamos a la Playa?

pregunto mi mujer

Y cogimos lo mínimo y nos dirigimos hacia la arena .

En la playa había muy poca gente y al llegar solo estaban dos parejas en el agua y ellos que estaban en una cama balinesas, los dos tumbados en pelotas.

Mi mujer también quería tomar el sol y solo había otra cama a dos metros de la de ellos, así que nos dirigimos hacia la única cama vacía.

Los dos estaban pefectamente depilados, salvo el chochito de ella que mantenía una pelusilla de pelitos cortitos, el daba la impresion de practicar culturismo se le marcaban perfectamente la tableta de chocolate.

Al llegar a la cama nos saludaron, devolviéndoles el saludo levantando tímidamente la mano.

Se fueron a bañar y a la vuelta a María José se le marcaba los pezones ahora más redonditos y duros al haber tenido un contacto con el agua fría. Mi mujer hizo un comentario sobre el pene del marido, indicando que parecía la trompa de un elefante.

Clara me preguntó si nos íbamos al agua y nos levantamos a pesar de que mi miembro ya hacía un rato que se había levantado antes que yo, vi como María José me miraba y se mojaba el labio superior con la lengua lo que provocó un arreon a mí polla y tuve que acelerar el paso para llegar al agua.

En el agua Clara me comentó que le gustaría tirarse al vecino, indudablemente estaba cachonda y el agua fría la tranquilizó un poco. Alargamos la jornada de sol hasta las 4 de la tarde y nos dispusimos a comer algo rápido en la terraza de la cafetería. No tomamos postre pero si un café con hielo, dirigiéndonos acto seguido a la habitación para descansar.

Al llegar abrí la balconera y estaban hablando en la terraza y por lo que pude oír estaban tomando una pizza y bebiendo una cerveza. Me acerqué para desearles buen provecho. María José leía un mensaje en el móvil, cogí el teléfono y me fui al baño, mientras mi mujer desnuda estsba tumbada en la cama casi dormida. Tal y como imagine me había mandado un correo en el que me confesaba que desde que estaba en aquel hotel tenía su chochito empapado. Yo le hice una foto a mi polla erecta y se la envíe por correo. Salí del baño y vi como clara estaba ya dormida, Salí a la terraza y ella estaba sola con los pies en la mesa las piernas abiertas y la mano metida dentro de unas bragas rojas, masturbándose a placer mientras contemplaba la pantalla del móvil. La erección era descomunal y me fui a la cama

María José gemia y la mesa donde apoyaba los pies hacia un ruido acompasado a sus gemidos, me levanté para observar aquella escena mucho más de cerca y miraba por hueco que quedaba entre la mampara y la pared, por dónde puede ver cómo empapaba sus bragas mientras se tocaba por encima. Ella sin duda me vio pero no dijo nada.

Tras aquella primera sesión me fui a la cama y dormi una buena siesta, despertándome cerca de las ocho cuando oí la ducha que Clara se estaba dando. Salió desnuda y podía verse la rojez que tenía en el culito sobre todo por no haber tomado el sol sin braguitas, le puse crema after sun, en su culito, notando el alivio del frescor que parecía gustarle por los sonidos guturales que exclamaba, aproveche la ocasión para untarle bien el ojete, normalmente nunca me dejaba hacerlo. Me pidió que no me animará y que teníamos que bajar a cenar.

Al llegar al comedor nos acomodaron en una mesa contigua a la del vecinos, ella llevaba una faldita muy corta y yo sentado frente a ella podía verme perfectamente aquellas braguitas blancas que resaltaban aun más el color de sus morenitos muslos. Nos cruzábamos miradas y su marido de espaldas a nosotros no podía vernos como tampoco lo hacía Clara, igualmente colocada. Luego fueron sonrisitas, mordidas de labios, hasta llegar a los cruces de piernas. Yo llevaba unas bermudas vaqueras que marcaban paquetorro, nos sirvieron los postres y al salir les saludamos y note como Clara suspiraba al ver al ver al marido de María José, que con una camiseta ajustaba dejaba adivinar las onzas de chocolate.

Salimos del hotel a pasear por la playa y vimos a lo lejos un grupo de chavales tocando la guitarra sentados en corro en la misma arena, eran chicos y chicas bailando y cantando sevillanas y salían a bailar al centro de corro una pareja tras otra, nos sentamos a su lado mientras les acompañanos tocando las palmas. Al finalizar la canción el chico que estaba sentado junto a Clara le pregunto dónde vivíamos y ella le dijo que estábamos en el hotel y Clara pregunto dónde vivía el también , señalándole un pequeño poblado gitano que iluminaban las farolas más resplandecientes por el reflejo del blanco de sus paredes encaladas. Les agradecimos los minutos que habíamos pasado con ellos y volvimos caminando por la orilla hasta llegar al hotel. Habíamos andado un buen rato, unido al día de playa y una siesta movidita hizo que rendidos cayeramos

en la cama, despertandonos el sábado con los albores del día, entrando la luz del sol por aquella balconera.

Conecte el móvil y fui a la terraza a leer las noticias del día, mientras sentado en la terraza oí ruido de los vecinos. Vi a María José agitar las toallas de playa, al verme no me dijo nada y se metió para adentro y al minuto vi que entraba un correo. Y en la bandeja de entrada había cuatro más de ayer noche y que no vi hasta ese momento.

El de hoy me daba los buenos días y me preguntaba qué tal fue ayer y adjuntaba una foto haciendo pipi en el baño, cosa que conocía me ponía muy cachondo. Los otros de anoche eran algo más desesperados, me vio como ponía crema en el culito de Clara y se excito, luego la cena termino de calentarla y otro mensaje más tarde citándome en las camas de la playa y en el último de madrugada explicaba como tres gitanos que pasaban por la playa de la habían follado uno tras otro hasta dejarla extenuada.

Despertó mi mujer y bajamos a desayunar, me había calentado de tal manera que me costo abrochar los pantalones y subir la cremallera de la bragueta a duras penas.

Nos dijeron que teníamos la misma mesa durante todos los días de estancia. Nos sentamos y al poco rato llegaron ellos, Maria José llevaba una camiseta y un pantalón de deporte de esos que son más anchos de abajo y apertura lateral, solo sentarse, me di cuenta de que no llevaba bragas, lo hizo a conciencia para excitarme, estaba molesta conmigo por no acudir a su cita y contra más cabreaba más caliente se ponía y abría el pantalón para mostrarme con más detalle su chochito, viendosele con todo el detalle, el vello con su rajita. Ella miraba mi pantalón y el bulto que se veía, mientras se mordía los labios y restregaban su culo en la silla. Nos levantamos de la mesa y nos fuimos a recepción a pedir champú puesto que se había acabado, indicándonos que se lo pidieramos a la camarera de pisos dado que eran ellas las que provenían a las habitaciones y que ahora estaría con el carro por el pasillo, limpiando habitaciones. Me acerqué a ella, llevaba un uniforme celeste y muy amable me dio varios sobres de champú, indicándome que si necesitaba alguno más podría cogerlo del cuarto de blancos, que era donde almacenaban la ropa blanca y los amenities de perfumería.

Al ver aquel pequeño cuartito, se despertó mi mente, sería un sitio ideal para un encuentro furtivo. Tome los frasquitos de champú y los dejé en el baño.

Alguien se estaba duchando en la habitación de al lado, le oí cantar y por su voz varonil ya supe quien era.

Cogí las toallas de playa y fui en busca de Clara, ella ya estaba en la arena, junto a la cama limpiando unas manchas que allí había, pensé en María José y maldije a los gitanos.

Nos desnudamos los dos y nos tumbamos en las camas y no tardaron en llegar María José y su marido se desnudaron delante nuestro sin el más mínimo recato, cuando el se quitó el pantalón la polla dio un salto como si de un resorte se tratara, Clara cerró los ojos y los pezones se erizaron, María José esbozaba una sonrisa en sus labios como diciendo esta es la mía, mira que ejemplar!!!

No acepte el reto de ver a quién se ponía más tiesa y me fui al agua para evitar una afrenta.

A la vuelta, el se acercó a mí ofreciéndome un cigarrillo, a pesar de no fumar desde hacía años se lo acepte, lo entendí como fumar la pipa de la paz. Nos presentamos dijo llamarse Jorge y hablamos de a que nos dedicábamos y dónde vivíamos, María José me indico su satisfacción por la complicidad con su marido, abriendo sus piernas y enseñándome el chochito que a pesar del sol, cada vez se le veía más jugosito.

Tras un último bañito los cuatro juntos decidimos irnos a comer a un chiringuito próximo, donde hacían unos riquísimos espetos.

La comida sirvió para conocernos los pies descalzos de María José jugaba con los míos y poco a poco la cosa fue a más, pero nuestras respectivas parejas no se percataron de nada. María José sin que nadie se diera cuenta me hizo una foto del paquete por debajo de la mesa que luego me enviaría por mail con un pie de foto, " te la habría comido allí mismo"

Nos fuimos los cuatro al hotel y seguimos hablando en el bar y entre copa, risas, insinuaciones, roces y sonrisas se nos fue la tarde. Quedamos para cenar los cuatro. Aquella sería la última noche y según " El Plan" aquella noche sería la noche "N" y todo estaba previsto.

Tras ducharnos y vestirnos para la cena y antes de salir de la habitación mando un mail en que me recordaba que cogiera las pastillas, y me mandaba besos húmedos.

Llegamos al comedor y Jorge había pedido que nos montarán la mesa de cuatro, nos sentamos las parejas frente a frente, y María José frente a mí.

Solo mirarnos sabíamos que era nuestra noche y al acercarse el momento, aquello se tornaba más excitante, tomamos dos botellas de vino y una tercera de cava que nos dio aquel puntillo que ambos necesitábamos.

Preguntamos al camarero si conocía algún sitio tranquilo para ir a bailar y nos recomendó que fuéramos al pub de hotel, que abría a eso de la medianoche y era un sitio tranquilo dónde tomar una copa y bailar música lenta de los años 70.

Nos pareció genial la propuesta y al apurar la botella de cava nos acercamos al pub.

Estaba ambientado en las discotecas de los años 70, María José estaba entusiasmada, le recordaba su juventud y la discoteca Showking, con la bola de espejitos de colores. Era mi ocasión para sacarla a bailar y llegó el primer gran calentón, lo primero por los roces de mi cuerpo con el María José y lo segundo por aquella canción de Jane Birkin, el conocido J'ai t'aime, que en la época elevaba los espíritus, la grabo aquella chica follando con su pareja y llegan a reproducir un orgasmo, cantando entre gemidos.

Mientras bailábamos y ella me preguntaba cómo estaba, retomamos el tono de los correos que nos mandábamos, lo que hizo que nuestros cuerpos más que rozarse se retregaran, diciéndome claramente que está noche no me escapaba, le dije que todo estaba preparado, las pastillas de dormir para mi mujer y el lugar para hacerlo.

Ella también lo tenía todo previsto unas pastillas relajantes y pensó en la cama de la playa era el sitio perfecto para tener nuestro encuentro.

Tras tomarnos el combinado, con los relajantes, empezaron a bostezar los dos y había síntomas del sueño y les llevamos a la habitación con aspecto de haberse pasado de copas.

Estaba desnudando a Clara cuando recibí el mensaje a la 1:30 en la playa. La metí en la cama y me vestí con ropa más comoda y al salir de la habitación y apagar la luz se oía un tranquilizador ronquido que auguraba una larga y excitante noche.

Cuando llegue a la playa no había nadie, me tumbe en la cama balinesas y no hizo falta esperarla apareció con su bata roja, la que describía el los correos que se ponía, para ponerme caliente. Al llegar se quitó el cinturón y la bata cayó a sus pies la abracé y nos besamos, nuestra mente recorrió todos aquellos meses de deseo y calentura y retozando en la cama y nos besamos muchas más veces, el deseo acumulado, las ganas de poseernos y la lujuria del momento

hizo que nos entregáramos el uno al otro como posesos del sexo y lo hicimos una y otra vez, penetrándola todas las veces, un orgasmo fue por un recuerdo, el otro por aquella primera foto desnuda, pero el último el más sosegado el más lento de ejecución y el que alcanzamos al unisono y al fondo de sus entrañas ese no tuvo paragon ese no fue por una follada ese fue por todo nuestro amor.

Volvimos de nuevo al hotel, nos despedimos con un mail por la mañana temprano y le pedí que saliera al rellano del ascensor y allí cuando llegó estaba yo en la puerta del cuarto blanco, donde en muy pocos minutos nos despedimos para siempre siendo nuestro último beso el broche de nuestra relación.