El cuadro. 3ª parte
Historia donde se mezcla disciplina, azotes y el texto oculto de un cuadro muy especial
La cena pasó y el tiempo voló. Estuvimos casi dos horas pero me parecieron unos pocos minutos. Nos bebimos una botella de un vino que estaba muy rico, no recuerdo el nombre ni me interesa, pero que cayó junto a la comida que había. La conversación fue estupenda, no como si fuéramos amigos de toda la vida, pero si con mucha complicidad. Hablamos de todo, de aquello y de lo otro, de lo de más allá...
Ya se me había olvidado el azote de advertencia, tampoco di motivos ni los hubo, para que tuviera que volver a darme más. Para serte sincera, se me había olvidado en ese rato la razón verdadera por la que estaba allí.
Me senté en el sillón frente a la chimenea y él me sirvió una copa de licor. Yo no estoy acostumbrada a beber mucho, y entre el vino de la cena, el licor (que estaba fuerte pero sabía muy bien a café y caramelo) el cansancio de la semana, el calor de la chimenea y el silencio roto por la leña ardiendo, me dormí.
¿Qué piensas, que a ti no te hubiera ocurrido? Pues a mi sí. Supe que me dormí porque me desperté de un duermevela abrazado al cuello de J, que me llevaba en brazos subiendo por las escaleras. Sentí cuando me posó en la cama, abrí los ojos ligeramente y vi como se iba.
Y no sé qué me pasó por la cabeza, pero supongo que me cansé de tanta tontería… ¿pero de qué iba esto? ¿Quién se creía este tipo que era? ¿a qué jugaba?
De mi boca salió un improperio, por decirlo de forma suave. Estaba saliendo J por la puerta y no pude evitarlo.
Se dio la vuelta, se quedó quieto unas décimas de segundo, me miró fijamente y sus ojos me adelantaron lo que ya era inevitable.
En un abrir y cerrar de ojos me encontraba en sus rodillas, boca a bajo, sujetándome a su tobillo derecho e intentándome no caer de su rodilla. Él estaba de pie y tenía la pierna derecha subida a una silla. Y yo encima de esa rodilla. Y escuché antes el ruido que la punzada de dolor del primer azote.
Comenzaron a caer uno detrás de otro. Eran muy fuertes. ¿pero con qué me estaba azotando? Dolía muchísimo, aunque es cierto que tenía en culo muy frío. Además no me había dado tiempo ni a prepararme ni a nada.
El ritmo era continuado y acompasado. La cadencia parecía cronometrada.
Estuve unos segundos sin saber qué decir. Pero pronto mi boquita linda comenzó a lanzar lindezas.
J no decía una sola palabra. No podía verle, mis esfuerzos se centraban en no caerme, ya que aunque la altura al suelo no era mucha, no me apetecía comerme la alfombra.
Cada vez sentía el culo más caliente, aunque ya había visto, que con lo que me azotaba era su mano. Si hubiera sido una pala de Pádel no habría dolido tanto. Y J seguía sin decirme una sola palabra.
En un momento dado, llevaría más de cien azotes, me bajó las bragas en la posición en la que estaba. Y ahí si que empecé a arrepentirme de ser una bocazas.
Alternaba en ambas nalgas, pero lo peor era cuando se me escapa de mi boca alguna palabrota. Ahí me azotaba cinco azotes seguidos justo en el comienzo de mi muslo con el culo. No me di cuenta de que me azotaba por mis improperios hasta que ya asomaba alguna lágrima por mis ojos.
Para cuando dejé de quejarme e insultarle, ya me ardían las nalgas. No recuerdo cuánto tiempo sería, pero la posición empezaba a ser muy incómoda, sin contar cómo me molestaba el culo.
Fue rápido y muy intenso, así como doloroso y humillante.
¿Algo qué decir, Bel? Me dieron ganas de decirle muchas cosas, pero no lo hice. Aunque alguna lágrima se me había escapado (me las limpié rápidamente para que él no las viera), más por la rabia y la vergüenza de la situación, no quise darle el gusto de abrir mi boquita. Y tampoco quería darle más motivos para seguir zurrándome.
Veo que no te has quedado sin palabras, aunque parecía imposible que eso ocurriera. ¿Crees que ha sido correcta y educada?
¿Así que en vez de agradecerme que te haya subido a tu habitación para que descanses, reaccionas de esa manera?
Mejor no digas nada.
Ahora ponte el pijama y a dormir. No quiero oír una palabra. Mañana hablaremos.
Me posó en el suelo con sutileza. Después de la rápida azotaina, ¿ahora iba de delicado? Será …. Uuuuffffff aún no se me había pasado el cabreo, aunque no sé muy bien porque estaba así. Menos mal que fui capaz de cerrar el pico.
No quise mirarle a la cara. Quería mostrar indiferencia, y por que no, mi enfado. No sé qué quería mostrar. Estaba con una amalgama de sentimientos y sensaciones muy intensa. Todo ocurrió muy rápido y no había pasado nada ni ligeramente aproximado a lo que había podido pensar.
Esperaba a que se fuera de la habitación, pero sentí que J no se movía. Estaba de espaldas a él esperando.
-Bel, no tengo toda la noche. ¿o quieres que sea yo el que te desnude como si fueras una niña pequeña?
Esto si que me encendió. Noté como mi cara entraba en ebullición y la sangre me subía a la cabeza. Estaba a punto de estallar. Me fui a mover y me di cuenta de que tenía aún las bragas a la altura de los muslos.
Tuve un movimiento un tanto torpe por culpa de las braguitas al intentar caminar hacia el cuarto de baño y vi como J hizo un amago de sonrisa.
Imbécil… No pude evitarlo. Aunque no supe si lo había dicho en voz alta hasta que J se puso en movimiento, me volvió a poner en sus rodillas y comenzó de nuevo a azotarme. Si la primera vez pensé que me azotaba fuerte, me di cuenta de que estaba muy equivocada. Muy rápidos y seguidos fueron cayendo una marabunta de azotes. Ahora sí que no puede ocultar mis más que doloridas nalgas. Gritos, quejas y sollozos se mezclaban con el ruido de las palmadas.
Aquí volví a soltar alguna lágrima, pero también logré, o eso creo, que no me viera. Y durante esta segunda tanda de azotes, no volvió a decir nada.
Me volvió a dejar en el suelo.
Ahora no puede evitar tocarme el culo.
En silencio, solo oía mi respiración agitada, J me desvistió. También me quito el sujetador y las braguitas. Me dejo desnuda. Yo me tapé como puede con mis manos, pero J me susurró al oído que dejara las manos colgando al lado de mis caderas.
En los pies de la cama había un pequeño banco acolchado. Me hizo arrodillarme en el suelo, me dobló por la cintura y apoyó mi cabeza en el cojín del banco. Las manos me las entrelazó en mi espalda un poco por encima del culo y me dijo que no me moviera de ahí hasta que él me lo dijera.
Fue todo como en un sueño. Fue rápido. Aunque no era un sueño. El culo me palpitaba. No recordaba yo que fuera así. Me dolía. No sabía muy bien qué pensar. Aunque sentía mucha vergüenza.
Estaba desnuda en el suelo de rodillas, con el culo ardiendo y castigada sin moverme y sin hablar.
No me atreví a moverme, ya que no quería ganarme otra zurra. Muchas emociones para una sola tarde. Pero quería tocarme el culo para aliviarme.
J salió de la habitación y oí como trasteaba en la suya.
No sé el tiempo que pasó, pero se me hizo muy corto. Noté como por el lado contrario al que estaba mirando pasó J y se sentó en la cama, por lo que pude apreciar según los ruidos. ¿me iba a seguir zurrando?
Bel, levanta y ven aquí No me hice esperar. Me levanté y me fui delante suya. Mi sexo quedaba un poco más debajo de mi cara. Que vergüenza. No le quería mirar a la cara. No quería que me hablara. Quería que acabara eso ya.
Pero en ese momento me di cuenta de lo excitada que estaba. Me daba un corte horroroso que J se diera cuenta. Era ilógico, habíamos hablado de todo y muchas veces… pero el momento y a la hora de la verdad… uuuffff
En el lado derecho había un cepillo de pelo muy grande. Era de madera. No tuve que ser muy avispada para saber el uso que quería darle. No, no podía volver a azotarme. Tenia el culo muy dolorido. En la última de las dos zurras no había vuelto a abrir la boca, me había portado bien. No, no, no…
Y en el lado izquierdo había un pijama de dos piezas. Me miró intensamente y siguió callado. Sin decir nada me puso el pantalón de pijama. Creo que oí como su respiración se aceleraba mientras se agachó para meterme las perneras por la pierna y subía junto a la cinturilla del pantalón. Se paró una milésima de segundo a la altura de mi flor… Pero no ocurrió nada.
Y después se levantó para ponerme la parte de arriba. Era una camiseta. Noté, y el también, creo, como los pezones arañaban la tela del pijama según bajaba una vez que metió la prenda por mi cabeza. Si, los pezones estaban duros, como habrás imaginado. Muy duros. Tanto que me dolían.
Después cogió el cepillo y me lo dio.
Péinate un poco y a dormir. ¿Seguía jugando conmigo? ¿de qué iba? Pero cogí el cepillo, le di varias cepilladas y me acosté tal y como me dijo.
Me arropó y se dio la vuelta después de otra de esas miradas intensas.
Si necesitas cualquier cosa, ya sabes donde está mi habitación. Buenas noches Bel. Hoy dormirás bien... Mañana trataremos como es debido lo que ha ocurrido esta noche en tu habitación.
Ya no te voy a contar mucho mas de lo que pasó por mi cabeza en ese momento, pero si sabía lo que iba a hacer a continuación. ¿Quién dijo que la vida es para los valientes?