El Crucero de la Excitación

Crucero con encuentros inesperados, en una travesía llena de sensualidad y deseos lujuriosos entre dos jóvenes parejas

Aquel año, por su aniversario Luis decidió sorprender a su novia Sara, nada más y nada menos, que con un crucero.

El regalo se lo dio con bastante antelación, para que así poder celebrar convenientemente el aniversario a bordo.

Los meses pasaron, y finalmente llegó la fecha del embarque. Se desplazaron, con las maletas a reventar, hasta el puerto de salida, llenos de ilusión y un poco asustados, por el tema del mareo en la travesía.

Nada más pasar los controles de seguridad de rigor, les sorprendió el lujo y decoración sobrecargada del crucero. Llegaron hasta su camarote, y otra vez volvieron a sorprenderse, ya que era más grande que muchas habitaciones de hotel en las que habían estado. Gracias a la anticipación con la que contrató el viaje, y la oferta conseguida, pudieron hacerse con una habitación de categoría superior con terraza que daba al exterior.

Se leyeron los documentos de rigor, y fueron a una charla donde les explicaron un poco el funcionamiento y rutina de los pasajeros, excursiones y medidas de seguridad. Aquella sala estaba bastante vacía ya que al parecer eran pocos españoles. No pudieron quedarse mucho con las caras, ya que nada más acabar, se fueron a inspeccionar el barco.

Volvieron al camarote, se ducharon y vistieron para su primera cena. Según les habían indicado, se sentarían con otras personas afines, en cuanto nacionalidad al menos, que habían elegido el mismo turno de cena. “¿Cómo podrían saber quién era afín con quién?”, se preguntaron. Llegaron a la mesa 279, y vieron que estaba prácticamente llena: sólo faltaban ellos.

-          Somos Sara y Luis – se presentaron.

Casi todos los compañeros de mesa eran mayores. Mayores sólo porque tuvieran más edad que ellos, sino que más bien estaban en el selecto club de la tercera edad.

-          Nosotros somos Jose y Miriam.- Se presentó otra pareja.

Sara y Luis se miraron aliviados, sin decir palabra, ya que estos dos chicos debían rondar su edad; quizás un poco más entrados en los treinta, pero sin duda más próximos en nacimiento que el resto.

La espera y principio de la cena fue un poco tensa, ya que nadie se conocía y la gente hablaba de lo único que se podía comentar en común: el barco.

Poco a poco la gente se fue soltando y comentando cosas de sus vidas y sus viajes.

Tras el postre, algunas de las parejas de edades avanzadas se quedaron hablando en la mesa y el resto se dispersó. Luis y Sara se fueron directos a sacar partido al pack de “todo incluido en bebidas”.

Acabados dos cocktails cada uno, se fueron a la habitación,  echando un polvo rápido de inauguración y durmiendo desnudos.


El día siguiente era una jornada de navegación en la que no se hacía escala en ningún puerto.

Jose, uno de los españoles treintañeros del crucero, decidió aprovechar la mañana para ir al gimnasio del barco.

Se despidió de Miriam, su mujer, y se encaminó a la cubierta en la que estaban las máquinas. Se sentía extraño al ir vestido con pantalones y camiseta de deporte en aquel lugar tan lujoso, pero tampoco iba a ponerse a hacer pecho con un traje.

El gimnasio resultó ser más grande de lo que se esperaba. Lo que no le sorprendió es que estuviera tan vacío. Estaba claro que la gente prefería invertir sus vacaciones en el ocio y servicios del barco a sufrir un poco sudando la camiseta.

Tras calentar un poco, se acomodó en una máquina para hacer piernas poniendo poco peso para empezar. Con la misma picaresca que tenía al ir a su gimnasio habitual, se colocó justo en frente de una chica que estaba haciendo ejercicios de espalda. Ya que iba hacer ejercicio, al menos que fuera con buenas vistas, pensó, sonriendo inconscientemente.

La joven, de piel clara y melena morena anudada en una especie de moño estaba de espaldas a él con los brazos en forma de “W”.

Delgada, vestía solo con un pequeño culot deportivo fucsia, y un corto top negro que ocupaba prácticamente el mismo área que debía ocupar su sujetador deportivo.

Jose estaba concentrado en una perla de sudor que corría lentamente por la espalda de la chica, cuando esta se levantó. Le quedó claro al instante la belleza del pequeño y perfecto culo de la muchacha, no obstante, ésta se dio la vuelta rápida para hacer ejercicios abriendo y cerrando los brazos.

Mirándola con descaro, escaneó sus pequeñas pero turgentes pechos, que ajustados, formaban un pequeño escote en aquel top.

-          Hola – le dijo ella pillándole por sorpresa. El chico la miró con urgencia a la cara.

-          Ho.. hola, ¿cómo estás? – improvisó.

-          Bien. ¿Eres Jose verdad?

-          ¡Sí!

-          Soy Sara, compartimos mesa en la cena.

-          ¡Ostras es verdad! Sin ir vestidos de gala no te conocía, je, je.

-          Ja, ja. Sí, no era ropa muy cómoda para venir aquí.

-          Lo mismo he pensado yo esta mañana.

-          No sé si hago esto bien. Hace mucho que no voy al gimnasio.

-          Cualquiera lo diría, pero sí, lo haces bien. – elogió él.

-          Ja, ja, ja. Gracias.

-          Pues ya me estoy cansando de esto. Creo que voy a correr un poco en la cinta. ¿Sabes cómo funciona?

-          ¡Claro! – minió él – vamos.

Jose manipuló un poco el panel de control de la máquina, y esta empezó a funcionar.

-          Ahora sujétate de estos soportes, y empieza a correr como si lo hicieras al aire libre. ¿Lista?

-          ¿No me caeré?

-          Tranquila, estoy yo aquí.

La chica siguió las indicaciones, pero la cinta iba más rápida de lo que se esperaba. Sólo Jose evitó que se callera cuando ella perdió el equilibrio. La cogió por la espalda, apoyándose esta en el cuerpo de él sin poder evitar el roce entre ambos cuerpos.

-          No te preocupes, vamos a hacerlo al revés – Argumentó quitando hierro al asunto y parando la cinta – Súbete e iré subiendo la velocidad poco a poco.

Esta vez Sara no perdió el control y al poco tiempo estaba trotando sobre la cinta.

Su nuevo amigo se aseguró que asumía el aumento de ritmo con seguridad al tiempo que no quitaba ojo de ella. Sus lisas y finas piernas trotaban en la máquina al ritmo que sus pequeños pechitos intentaban saltar, comprimidos como estaban, en aquellas prendas deportivas.

El culito de aquella chica delgadita era proporcional al resto del cuerpo, y se movía de forma muy sexy con aquella carrera.

-          ¿No corres? – preguntó ella jadeante.

-          Sí, me estaba asegurando que estabas bien.

Ambos intercambiaron sonrisas y Jose se puso a hacer sus propios ejercicios sin quitarle ojo a Sara. Imaginó aquellos labios carnosos en su cuerpo, y aquellos pequeños pechos en su boca; seguro que le cabrían enteros en la boca, pensó. Aquellos pensamientos lujuriosos le excitaron, y le impulsaron un chute de adrenalina para hacer ejercicio.


Mientras tanto, Luis, el novio de Sara disfrutaba de la paz y el relax de estar con los ojos cerrados en el jacuzzi al aire libre de la cubierta superior.

Pese a estar lleno de gente, intentaba olvidarse de ello y desconectar.

El jacuzzi estaba por encima de su aforo, y los roces y pequeñas patadas estaban a la orden del día.

Una chica se acercó a la escalera para entrar, pero realmente no había muchas posibilidades. De piel morena, melena con mechas y rostro tranquilo y agradable. Luis se quedó mirando el pequeño bikini amarillo, en el cual se marcaban descaradamente los pezones de unos pechos mayores a los de su novia. Uno siempre desea lo que no tiene, y Luis tenía una especial predilección y obsesión por los pechos grandes. Aquella joven no le decepcionó, más bien lo contrario.

Pensando un poco, se avergonzó al reconocer a la chica: era la joven de la cena del día anterior.

-          ¡Hola Miriam!

-          ¡Hola Luis! Creo que no voy a caber…

-          Sí mujer, espera que hago sitio.

Luis se retiró un poco incomodando al resto de bañistas que le miraron con mala cara. Miriam, entró en el agua, y pidiendo perdón, se colocó junto con su vecino de cena.

-          Perdón – dijo ella al sentarse.

-          No creo que te entiendan, creo que son todos giris.

El cuerpo de la joven rozaba el suyo, provocando con el primer contacto un escalofrío que le perturbó.

-          ¿Y tu marido?

-          Está en el gimnasio.

-          ¿En serio? No fastidies, Sara también ha ido allí.

-          Pues igual se han encontrado. Aunque el barco es grande, hay muchas posibilidades de encontrarte con alguien que conozcas.

-          En ese caso me alegro de haberte encontrado a ti. Imagínate el jacuzzi lleno de las señoras mayores de la cena.

-          Ja, ja, ja. ¡Gracias!

En aquel momento un hombre de apariencia oronda quiso salir del jacuzzi. Todo el mundo se movió un poco para dejarle salir, y Luis pudo notar la presión del bikini de su amiga en el costado.

Las personas se reorganizaron en el jacuzzi y los amigos quedaron algo más separados.

De vuelta al camarote, Luis no se podía quitar de la cabeza a aquella chica. Esperó a que esta saliera primero del jacuzzi sólo para admirar como la pequeña braguita de su bikini casi casi desaparecía entre sus nalgas. De carácter tranquilo y afable, le había caído bien al momento. Si a eso se le suma el hecho de la atracción que sentía por ella, en aquel jacuzzi se coció una mezcla picante y explosiva.

Mientras se duchaba, oyó como entraba su novia en el camarote. Se saludaron y se contaron cómo habían pasado la mañana.

-          ¡Qué casualidad! – exclamó Sara cuando se contaron el uno al otro a quién habían visto.

-          Seguro que el tal Jose no te quitaba ojo.

-          No te voy a engañar, la verdad es que no, ja,ja,ja. ¿Y tú? Te habrás puesto las botas mirando a su chica, ¿cómo se llamaba?

-          Miriam.

-          ¡Eso! ¿qué dices?

-          Sí que está bien sí. Parece una chica muy maja.

Ella le miró con desconfianza, y se preparó la ropa para después. Una vez duchados y vestidos, bajaron de su camarote.


El día transcurrió sin incidentes. Por la tarde las dos parejas coincidieron en uno de los bares del barco, y compartieron unos cocktails, reafirmando su relación de  incipiente amistad.

Ya en la cena, Sara llegó tarde, pero se presentó con un vestidito ajustado de una pieza, color negro, que llegaba hasta casi la altura del cinturón. En la parte superior, un escote en “U” era el polo opuesto a los taconazos que se había puesto.

-          Joder Sara, ¡vaya vestidito!

-          ¿Te gusta? – dijo coqueta.

-          A mí sí, y a todo el barco también – dijo mirando en derredor.

La chica captó las miradas procedentes de otras mesas y sentó no sin esgrimir una sonrisita.

Miriam parecía estar celosa y sonreía divertida.

-          Estás muy guapa, tú di que sí – le dijo.

-          Total, estamos de vacaciones.

-          ¡Eso mismo!

-          Bueno Miriam, que no se diga, que tú también has venido muy guapa – intervino Luis.

Todos se quedaron mirando su top anaranjado con corte palabra de honor y la faldita blanca que se intuía en aquella posición sentada.

-          Gracias Luis, aunque nada comparado con tu chica.

El aludido le contestó con una sonrisa sin poder evitar mirarle los pechos, que aunque no formaban un gran escote en aquel top, se intuían grandes. Luis recordó los momentos vividos en el jacuzzi e inconscientemente se excitó pensando en aquellos pechos.


El día siguiente comenzó bien temprano al son de una excursión. El pequeño grupo de españoles se congregó en la zona designada, y las dos parejas amigas se saludaron con entusiasmo.

Miriam, esta vez sí lucía un escotazo con su top rojo claro con topitos, y su minifalda vaquera. Luis estaba encantado con aquella vestimenta, y en un momento dado su novia le tuvo que pedir que se cortara un poco y no le mirara tanto las tetas.

Sara, pese a no ir escotada con su top rojo pasión anudado a la espalda, sí llevaba puestos unos shorts que dejaban poco culo a la imaginación.

Al salir del barco, Jose conversaba con Luis mientras que sus respectivas mujeres hacían lo propio unos pasos más adelante. El hombre tropezó y se rió.

-          Joder, ¿sabes por qué casi me caigo no?

-          ¿Estabas concentrado en la conversación?

-          Ja, ja, ja, ¡no! No puedo quitar la vista de tu chica. – Dijo descarado.

-          Ya le dije yo que iba muy corta. “Así iré más cómoda y fresquita” me dijo ella. “Más fresca seguro” le contesté.

-          Pues no te voy quitar la razón. Sí que va fresca sí. Tu chica tiene un buen culo.

En aquel momento de sinceridad Luis se dio cuenta que su nuevo amigo debía de estar tan salido como él, si no más. Su desvergüenza dialectal no era sino un reflejo de sus mismísimos propios pensamientos.

-          Gracias. Ya que estamos tan sinceros… ¡vaya tetas tiene la tuya!

-          Ja, ja, ja. Ya me he dado cuenta que no le quitas ojo.

-          Cómo tú con la mía, ¡no te jode!

El guía les interrumpió en una parada para dar unas explicaciones.

Aprovecharon para hacerse fotos de pareja, los unos a los otros. El guía les propuso una foto los cuatro juntos.

Sara sintió como una mano que no era la de su novio le agarraba de la cintura con más soltura de lo que las formas aconsejaban, acercándose peligrosamente al culo. Jose le sonrió tras la foto y le guiñó un ojo.

La excursión continuó sin más sobresaltos que las miradas inquitas de los transeúntes hacia aquellos dos bombones andantes.

En el barco, cada uno en su camarote, se empezaron a desnudar para darse una ducha antes de comer.

-          ¡Mira cariño!

Sara se acercó a la cristalera de la terraza del camarote y se subió el top y el sujetador, dejando sus tetitas al aire.

-          ¡¿Qué haces?!

-          Ja, ja, ja. Total, de aquí a que volvamos a esta ciudad, nadie se acordará. Además, estamos en la cubierta número nueve, bien alto. ¿Tú crees que me verán?

-          Yo desde luego que no distingo las caras de la gente del puerto.

-          Pues entonces…

La chica se terminó de desnudar. Hizo un bailoteo entre cómico y provocativo, y entre risas, se fue a la ducha.

Mientras esperaban el turno del restaurante para entrar a comer, las dos parejas conversaban en un sofá. Luis contó lo que había hecho Sara en el camarote ante la estupefacción de sus amigos.

-          Ahora que lo dices, cuando embarcamos me pareció ver algo en una de las terrazas… - dijo Jose picarón.

-          ¡¿En serio?! – se alarmó Sara.

-          Ja, ja, ja, ¡es broma! Ya me hubiera gustado a mí…

-          ¡Jose! – le increpó su mujer, junto con un golpecito en el hombro.

-          Vale, vale, me comporto. Eso sí, los de las oficinas del puerto seguro que te han visto.

-          Bueno, no creo que les vuelva a ver yo a ellos, así que no pasa nada.

Jose se imaginó la escena, y apuró su bebida rápidamente. Vaya golfa estaba hecha aquella chica; justo como a él le gustaba.


La cena de aquel día era especial, ya que se trataba de la cena de gala en la que la comida era supuestamente mejor, y se hacía un brindis con el capitán.

Sara, fue vestida más sexy que elegante, con minifalda blanca y una torera negra anudada por encima del ombligo dejando a la vista un enorme escote.

Miriam en cambio fue más formal. Lució un ceñido vestido blanco, muy escotado y corto.

El champán corrió por cuenta del capitán, y las conversaciones de aquella noche eran muy animadas.

En aquella ocasión, cogieron el turno anterior de cena para así poder ir tranquilamente después al espectáculo que había en uno de los teatros.

-          Perdona. – dijo Jose tras un golpecito sin querer con el pie a Sara.

-          No pasa nada.

La chica volvió a notar un pie que estaba en contacto con el suyo. Miró a Jose, y este sonrió. Los dos hablaban sobre las excursiones que habían hecho cuando Sara sintió un contacto en su rodilla. Jose le guiñó un ojo, a lo que ella respondió mirando a ambos lados. Nadie les prestaba atención. La mano bajó un poco por la parte lateral del muslo provocándole escalofríos.

Los camareros empezaron a hacer un espectáculo, cada cual con sus habilidades, y todo el mundo se puso en pie a aplaudir.

Sara notó una mano que presionaba ligeramente su cintura. La mano de Jose, que miraba el show como si nada.

-          ¿Qué haces? – le dijo a Jose bajito para que nadie se diera cuenta.

-          Estaba imaginándome…

-          ¿El qué?

-          Lo que debe ser cogerte de la cintura mientras te tengo a cuatro patas.

-          ¡Jose!

-          No seas cínica, que a ti también te gustaría – dijo dándole un cachete en el culo.

La chica le sonrió, y justo en ese momento el show terminó y todos se sentaron en sus sitios.

Terminada la cena, se dirigieron hacia uno de los teatros para ver el espectáculo de la noche.

-          Qué rabia, me he dejado la cámara. – Dijo Jose.

-          ¿Para la qué la quieres, no dejan hacer fotos? – contestó su mujer.

-          Vídeos o fotos sin flash no se enterará nadie, je, je, je.

-          ¡Buena idea! – te acompaño, y así cojo también la nuestra.

Miriam y Luis fueron a la puerta del teatro y esperaron.

La espera se prolongó más de la cuenta, y quedaban escasos 15 minutos para que abrieran las puertas.

-          Se me hace que tardan mucho – dijo Miriam.

-          Igual se han parado en las tiendas.

-          No sé… vamos  a ver.

Cogieron el ascensor más cercano y fueron al camarote de Luis y Sara. Nada, estaba vacío.

Abrieron la puerta del otro camarote y lo primero que vieron fue la cámara sobre la cama. Después, justo a su lado, a Jose sentado en el borde, y a Sara encima de él, ambos besándose con pasión.

-          ¿Qué coño está pasando aquí? – dijo Luis furioso.

Sentía traicionado, con un agujero negro en el estómago que iba absorbiendo la materia y la luz. No sabía qué hacer, y estaba muy nervioso.

-          Venga Luis… - contestó sonriente Jose.

-          ¡¿Cómo que “venga”?!

-          Luis – dijo Miriam tras dar un suspiro. – Mi marido lleva todo el crucero salido pensando en tu mujer. ¿No te has dado cuenta?

-          Bu.. bueno, sí, pero ¡¿esto?!

-          Tienes razón, se merecen un castigo…

Miriam se sentó a la izquierda de Sara.

-          Así que me la estabas pegando con mi maridito, ¿eh?

-          Sí…

-          No me extraña. No veas la de fantasías que me ha contado que tenía contigo.

-          ¿Ah sí?

-          Sí… ¡y yo también!

Miriam alargó la mano para acariciar la nuca de su amiga de viaje y la atrajo hacia sí. Sin darle tiempo a reaccionar, estampó sus finos labios en aquellos tan carnosos.

El otrora nervioso joven estaba ahora más bien sorprendido. Aquella chica de pechos redondos, en apariencia tranquila y razonable, estaba siendo el detonante de algo que escapaba fuera de su control, algo que se le estaba escapando de las manos.

“Me dejaré llevar”, pensó.

Se sentó a la izquierda de Miriam mientras que ambas féminas entrelazaban sus lenguas en un baile pasional. Jose besaba el cuello de Sara al tiempo que acariciaba los brazos de la joven.

-          Vamos Luis, no tengas reparos – le dijo Miriam, acompañando sus palabras de una caricia en su paquete.

El chico le hizo caso, y apoyó su mano en el muslo, deslizándolo como una cosechadora hacia arriba y abajo, recolectando la textura de aquella fina piel a través de su sentido del tacto. Un sentido mucho más profundo empezó a despertar en la intersección de sus piernas.

Sara fue absorbida por los labios de Jose, y su mujer se giró hacia Luis. Sus labios se encontraron, y Luis, excitado lanzó sus manos hacia los pechos de la mujer. Los apretó en aquel vestido blanco, formando olas de excitante carne en el escote. Todos aquellos días soñando con aquellas tetas estaban ahora mismo, literalmente, al alcance de sus manos.

-          Miriam, qué tetas tienes. No me las he podido quitar de la cabeza desde el día del jacuzzi. – Las juntó y apretó por encima de la ropa como si quisiera hacer masa de pizza.

-          Ja, ja, ja. Pues aprovecha. – De un magreo casi las sacó del vestido - Veamos las de tu novia…

Le desanudó el top lentamente, y lo retiró, dejándola en sujetador. Ella misma se quitó su vestido y el sujetador. Las dos chicas volvieron a besarse con pasión mientras que sus chicos no perdían el tiempo y les acariciaban las tetas. Jose desarmó el sujetador de Sara, y sin parsimonias, lo tiró a un lado.

-          Mmmm, qué tetitas más ricas. Chiquititas y duritas, me encantan.

Miriam besó a su marido, y ambos se lanzaron a chupar los pequeños y rosados pezones de Sara; cada uno en un pecho.  Jose absorbía con ansia el seno que le tocaba, el cual le cabía prácticamente entero en la boca.

Las chicas se tocaron los pechos una a la otra, y Miriam susurró:

-          Venga guapa, cómele la polla a mi chico, que lo está deseando.

Sara se rió, y se apresuró a desnudar al aludido.

-          Vamos zorrita, ven a por tu caramelo. – le dijo salivando y deseando aquellos labios carnosos.

El hombre dio unos golpecitos con el pene en la mejilla de la chica mientras se acercaba. Ésta, empezó lamiéndole el grueso cirio arriba y abajo.

-          Venga putita, que ya me tienes bastante cachondo. ¡Chúpamela!

-          ¿No le dices nada? – intercedió la otra chica.

-          Vas a querer no haberlo deseado tanto. ¡No vas a aguantar ni dos minutos!

Reclinada de lado, se metió aquel miembro en la boca. Se la mamó con movimientos de cuello, y la ayuda de una mano. Notaba excitada entrar y salir de su boca aquel pedazo de carne empapado en su propia saliva.

Sentía una mano que intentaba llegar hasta su sexo. Podría ser cualquiera de los otros tres. Concentrada como estaba no podía averiguarlo.

Notó un tirón en su cabeza que la desenganchó de su felación.

-          Joder Sara, tenías razón. ¡Qué bien la chupas! Para un poco… - le suplicó metiéndole la lengua en a boca.

Mientras se besaban, ella no dejó de masturbarle. Abrió un ojo y pudo ver a Miriam espatarrada en la cama con la cabeza de su novio entre las piernas. Con una cara de intenso placer, la chica le sonrió y alargó más su mano llegando, esta vez sí, hasta su sexo.

-          ¿Quieres ver cómo se la chupo a tu novio? – Sara se separó del beso y asintió.

Sara se levantó y Jose le quito el tanguita rápidamente. Mientras se reclinaba en la cama para recibir el cunnilingus de su amante, pudo ver cómo su novio se sentaba a su lado y Miriam se la chupaba lentamente.

La joven pareja, reclinada en la cama, se besó mientras que aquellos, hasta no hace mucho “extraños”, les chupaban el sexo respectivamente.

-          ¿Te gusta, cariño?

-          Mmmm, sí. Déjate llevar y disfruta.

Luis apoyó su mano en la nuca de Miriam y la “ayudó” a chupársela.

Mientras, Jose emergió con la cara mojada de entre las piernas de Sara y jugueteó con sus tetitas.

-          Sara, te voy a follar como la putita que eres – dijo el hombre.

-          Mmm – respondió ella.

-          ¿Te parece bien, Luis?

-          Sí, reviéntale el coño, que le encanta.

-          Ja, ja, ja. Tú puedes hacer lo que quieras con mi mujer… ¡te lo agradecerá!

Jose apoyó su pene en la pequeña y depilada vagina de Sara. Le dio unos golpecitos con su dura vara. Sara abrió sus labios inferiores con las manos, y su amante empezó a empujar.

Sara apenas gemía hasta que Jose la cogió por ambas piernas y comenzó a bombear con más fuerza.

Desde aquella postura, la chica podía ver a Miriam a cuatro patas, y a su novio follándola con ahínco mientras le estrujaba las dos tetazas.

-          ¡Toma polla, toma! – gritó Jose. – Seguro que has soñado con ella desde que te rocé con ella en el gimnasio.

-          Mmmm, sí, ¡dámela! – respondió su amante.

Jose y su mujer se besaban, cerrando así un círculo de placer.

Luis propinaba algún que otro azotito sobre el culo de Miriam, a quien se le movían las tetas al son de cada embestida.

-          Para un momento Luis – le sorprendió Miriam.

Esta se levantó y se agachó sobre Sara. Se acercó a la maquinaria activa del pene de su marido, y subió un poquito más arriba, llegando al clítoris de la muchacha. Danzó con la lengua sobre aquella bolita, para terminar comiéndoselo. El aire del cuerpo de su marido embistiendo era la amenaza de que le diera algún golpe.

De repente Miriam gimió, cuando Luis le pilló desprevenida y se la metió por el coño.

Desde aquella posición el chico podía ver perfectamente como aquella pareja se estaba follando, mano a mano, a su chica. Le dio fuerte a Miriam de pura excitación.

-          Sara, ¿cómo te gusta que te follen?

-          ¡A cuatro patas! – consiguió decir.

Jose la ayudó a levantarse y la guió hasta el sofá de la habitación. Haciendo presión con la mano sobre su espalda, hizo que la chica se apoyara en el respaldo del mueble. Le agarró de las caderas y se la metió de golpe.

-          Así me lo imaginaba cuando te lo dije en el restaurante – le susurró al oído.

-          Mmmm, fóllame…

Con un estacazo de cadera,  sin soltarla, se la metió hasta el fondo a gran velocidad. Ella gemía fuertemente y sin parar, mientras que de fondo se escuchaba el “plas, plas” de los dos cuerpos al chocar. Las pequeñas tetitas de la chica danzaban con los pezones duros como cascabeles.

Mientras tanto, Luis y Miriam no habían perdido el tiempo. La chica estaba cabalgando dándole la espalda sin perderse detalle de las acciones de su marido.

Ella saltaba sobre la polla dura de Luis, y este la sujetaba fuertemente el culo, apretándoselo con las manos como si su vida dependiera de ello.

-          Para un momento Luis – dijo la chica con la voz entrecortada.

-          ¿Qué pasa?

-          Quiero probar una cosa…

El chico sonrió con lujuria, pero su cara cambió cuando su amante se alejó de él.

-          Cariño, ponla bocarriba – le dijo a su marido.

-          ¿Así? – dijo tras cambiar de postura.

-          Sí, sí, tú sigue, a lo tuyo…

Jose comenzó un lento mete-saca observando los próximos pasos de su esposa. Esta, ni corta ni perezosa, maniobró por el cabecero de la cama hasta, con mucho cuidado, colocarse en cuclillas sobre la cara de Sara. Pasando una pierna por cada lado, se asentó lentamente sobre la cabeza de Sara.

-          La que se me viene encima – dijo la chica antes de que su boca entrara en contacto con el grueso y húmedo sexo de su amiga.

-          Ja, ja, ja – rió Jose.

Excitado por la escena, Jose aumentó el ritmo de la follada. Miriam movía sus caderas hacia delante y atrás sobre la cara de Sara, quien sentía como si una máquina de asfaltar le estuviera pasando por encima.

Pararon un momento, y el matrimonio se besó con lujuria.

-          ¿Y yo qué? – intervino Luis.

-          ¡Ven!

Miriam le agarró el pene, y empezó a mamárselo en aquella postura.

-          Vaya tetitas tiene tu novia.

Se lanzó a chupárselas, dejando caer sus pechos sobre la cara de la joven.

-          Cariño, me pone muy cachonda verte follar. Házmelo a mí por favor. – Dijo Miriam poniéndose a cuatro patas e incitándole.

Sin miramientos, Jose abandonó a Sara ante sus protestas.

-          ¡Eh!

-          Tranquila cariño, ya estoy yo aquí -  dijo Luis – ponte tú también a cuatro patas.

Como si de dos yeguas se tratara, ambas chicas estaban en paralelo a cuatro patas siendo folladas por sus parejas.

Las féminas se besaban, mientras que los hombres lo daban todo como si de una competición se tratara.

-          ¡Cambio! – gritó Jose.

Al principio no sabía muy bien a qué se refería, pero en seguida captó la idea. En aquella postura, cambiaron parejas follándose a la del otro.

-          No vuelvas a hacerme lo de antes – dijo Sara con rabia.

-          ¿Vas a castigarme?

-          ¡Pues sí!

Sara se levantó como alma que lleva el demonio y empujó a Jose sobre la cama.

-          ¿Eso es todo? – dijo presuntuoso.

-          ¡No! ¡Ahora verás!

La chica se encaramó sobre él, y tras colocarse el miembro en el sitio correcto, empezó a cabalgarle.

-          Te voy a follar hasta que me corra.

La chica empezó a acelerar moviendo las caderas como un serrucho a plena potencia.

-          Para, para o me correré.

-          ¡No! ¡Aguanta!

Sara aceleró y gimió como si la estuvieran matando. Se apoyaba con las manos sobre el pecho de su amante, el cual ya tenía rojo del rozamiento.

Tras un prolongado gemido, Sara dio unos últimos coletazos intensos cuando le vino un potente orgasmo. Jose no pudo aguantar más, se sacó la polla como pudo, y se corrió sobre el sexo de la chica, quedando sus chorretones aplastados por el cuerpo de esta. Ella, dejó caer su peso muerto agotada.

-          Joder con tu chica – dijo sonriente Miriam.

-          Está hecha toda una zorrita – le respondió el novio.

-          Sara, preciosa, ven aquí un momento – llamó ella.

La aludida, agotada, se incorporó de mala gana y se sentó en la cama. Miriam se sentó a su lado.

-          Corazón, vamos a sacarle la leche a tu novio.

Le puso la mano en el sexo, y notó el semen de su marido. Se lo restregó masturbándole ligeramente mientras la besaba. Se llevó un dedo a la boca y saboreó aquella masa, mezcla de fluidos femeninos y el semen de su marido.

-          Mmmm, prueba – le dijo a la otra chica.

Sara le chupó el dedo lentamente sin dejar de mirar a su novio.

Luis comenzó a masturbarse rápidamente frente a la pareja de chicas.

-          Vamos Luis, llénanos con tu leche – dijo Miriam masturbando más rápido a su amiga.

El chico aceleró el ritmo de su mano inspirado por la escena que tenía enfrente. Miriam le chupó un poco la puntita, y acercó a Sara para que también se la chupara. Ambas chicas juntaron sus pechos implorando una lluvia blanca.

Las lenguas se entretejieron sobre su pene provocando oleadas de placer que terminaron en un gran orgasmo. El primer chorretón se lo llevó Miriam de lado a lado de la cara. El resto, Luis se apresuró a intentar que cayeran sobre la boquita de su chica. La leche calló sobre su cara y dentro de su boca. Se apresuró a lamer los restos que quedaban en el pene de su chico.

Las chicas se tumbaron en la cama besándose y acariciándose mientras que los hombres se duchaban por turnos.