El crimen (no tan) perfecto

Una noche de tragos entre 7 amigos. Suena interesante hasta que los invitados caen por el alcohol. Y yo aun sobria...

Era de esas reuniones inesperadas. 7 amigos en el apartamento de Eduardo, terminamos disfrutando al sabor de unos rones y tequilas un viernes que no prometía mucho. De hecho fueron muchos tequilas que habían mandado a la lona a más de uno. Yo por mi parte no estaba ebria, pero estaba extenuada. Le había huido al tequila, eso sí, rindiéndome ante unos cuantos rones, porque sabía que el sábado me esperaban varios aterradores compromisos familiares. Me levanté del sofá donde departíamos y miré a Eduardo, quien se encontraba encantado besando y toqueteándose con su novia Sofía.

  • Eddy, estoy rendida y mañana tengo mil cosas que hacer...

  • Recuéstate en el cuarto de mi hermano -Dijo para asegurarse de tener libre su recámara para sus juegos con Sofía.

  • Ok -Respondí con una sonrisa de complicidad con Eduardo.

Me despedí de todos los que estaban en la sala, por cierto, bastante tomados. Me dirigí hacia el cuarto del hermano de Eduardo, quien no se encontraba en el apartamento. Abrí la puerta y la oscuridad era total, sin embargo noté a alguien en la cama. Me quité mis zapatos y en puntitas me dirigí a acostarme, no sin antes quitar con delicadeza mi suéter rosa y dejarlo en el espaldar de una silla con la que me tropecé. Levanté las sabanas y me metí en la cama. Estaba exhausta.

Al acomodarme, giré mi cuerpo a la derecha y confirme que sí había alguien más en la cama. Al acercarme, sentí la tibieza emanada por un cuerpo y el suave y cítrico aroma de perfume de mujer. Era Natalia. Había caído presa del tequila hacía un rato. Estaba completamente dormida, inconsciente, parecía una piedra. Me quedé fría como el hielo. Natalia era una mujer hermosa, que irradiaba sensualidad y belleza a toda hora. En otras palabras, me enloquecía. Duré petrificada un momento, que pudo ser un segundo, 10 minutos o incluso una hora... no lo sé. Solo sé que impulsivamente cerré los ojos y decidí hacerme la dormida. En mi papel de bella durmiente, abalancé mi cuerpo hacia su cintura y acerqué mi rostro a su hombro. Ella estaba dándome la espalda, así que mi nariz se deleitaba gustosamente de las frambuesas que en forma de sutil fragancia se habían colado en su pelo. Su cuerpo tibio era el imán perfecto para el mío, que inconscientemente se acercaba cada vez más al de ella. Mis manos tímidas y temerosas de despertarla, estaban estáticas alrededor de su cintura, pero inconscientemente decidieron recorrer el sur de su cintura apenas rozando la tela algodonada de su top. Mi corazón se detuvo cuando mis mano sintió la deliciosa textura de la lycra de sus braguitas que arropaban ceñidamente sus caderas. Era la prueba irrefutable que Nata no tenía sus pantalones puestos, sino que sus piernas aderezadas por su cremosa y suave piel estaban liberadas. Por un instante, una bocanada de sensaciones recorrió todo mi cuerpo.

Mis manos instintivamente empezaron a acariciar la delicada textura. Mi sexo convulsionaba en un torrente de humedad. Torrente que se frenó repentinamente cuando ella empezó a moverse lentamente y de su boca se escapó con voz lánguida y casi inaudible un: "Consiénteme Santi". Natalia creía que quien la abrazaba era su novio, Santiago, quien estaba evidentemente borracho en la sala. Mi respiración se detuvo. Tenía luz verde, por lo que mis dedos empezaron a acariciar la prenda que rodeaba su cuerpo. Mi respiración se enfocó en su cuello y lentamente, por encima de la tela empecé a rozar su conejito. Nata, en su inconciencia, soltaba pequeños gemidos y aceleraba paulatinamente su respiración, más como una respuesta fisiológica a mis estímulos que como un signo de su disfrute. Yo estaba en las nubes, devorando con mi nariz su aroma y frotando deliciosamente sus bragas, que lentamente se empezaban a inundar con una cascada de deliciosos jugos femeninos.

Sus braguitas estaban muy mojadas, y mis dedos húmedos recibieron esa refrescante recompensa a su magnífica labor. Detuve mi mano y cometí la locura que fue el combustible del resto de esta historia: Dirigí mis dedos a mi nariz, que gustosamente inhaló cada partícula de los juguitos de Nata. Mi cerebro se enloqueció y el deseo y la lujuria tomaron posesión de mi cuerpo. En un instante, no sé cómo, mi nariz se encontraba entre las piernas de Nata. Mi lengua se extasió al acariciar la lycra empapada con el delicioso y almendrado sabor de Nata. Mi nariz se hundió en la tela y se empapó con la humedad de su deseo. Mis manos delicadamente se apresuraron a quitar lentamente la delicada prenda que saboreé como si fuese la envoltura del manjar más suculento. Puse la prenda en el bolsillo de mi pantalón, al q desapunté y bajé hasta mis rodillas. Nata apenas había notado mis movimientos. Seguía profundamente dormida sin el más mínimo síntoma de conciencia.

Con este delicioso manjar frente mío, tomé delicadamente mis manos y deslicé suavemente sus labios, pero mi terca lengua no resistió la tentación y apresuradamente se hincó en su rosada intimidad que en la oscuridad brillaba como lucero gracias a sus deliciosos jugos. Mi piel detectó una fina línea de finos vellos en su pubis cuidadosamente rasurado contrastando con su suave y delicada piel. Mi lengua golosa se entrometía en la jugosa hendidura de mi inconsciente amante, extrayendo cada gota de su condensada intimidad, para beberla como refrescante agua de manantial en mi sed de deseo. Poco a poco mi lengua se calmó, y mis oídos se aguzaron para poder percibir la reacción de Nata. Ella solo respiraba rápidamente y en su inconciencia balbuceaba palabrejas incomprensibles de las cuales solo pude filtrar un "Cómeme Santi, me encanta lo que me haces". Al notar su estado, mi lengua fue domada por la tranquilidad, y me dediqué a dar largos lengüetazos a sus labios, hasta que me tropecé con su clítoris, que envolví tiernamente con mis labios, mientras mis dientes y lengua lo acariciaban delicadamente, provocando una repentina bocanada de su acristalada ambrosía. Mi lengua juguetona se aventuró a saborear su ano, cuando sentí sus manos en mi cabeza. Rápidamente las alejé para evitar que sintiera que mi largo cabello no era el de su amado novio.

Su agujerito posterior entretuvo mi lengua, mientras que mis labios regresaron a su sexo y lo besaron hasta que fueron premiados por un espasmo que los balanceó levemente mientras q mi lengua quedó atrapada entre ese suculento canal del placer, mientras era refrescada con una bocanada de jugos orgásmicos que anunciaron el clímax de mi afortunada víctima. Mientras devoraba hasta la última gota de su miel femenina, mis dedos frotaron frenéticamente mi sexo que cayó rendido ante la excitación a los pocos segundos. Sin siquiera haberme tocado estaba a punto de llegar a la cúspide, pues mi braga estaba encharcada en mi torrentoso flujo que se desbordaba y escapaba acariciando la silueta de mis piernas. Fue un orgasmo distinto, dulce diferente. Un orgasmo desde adentro de todo mí ser.

Mi lengua se aseguró de dejar completamente seco el sexo de Nata. Rendida pero satisfecha, acomodé a Nata, la cubrí y me puse mi pantalón nuevamente. Salí del cuarto hacia el baño para asearme, cuando alcancé a ver a todos en la sala. Me acerqué y vi a Santiago completamente dormido en la sala. Le dije a Eduardo que lo lleváramos al cuarto a dormir junto a Nata. El me ayudó y entre los dos lo dejamos entre la cama. Luego, una vez se fue Eddy, los acomodé juntos, y al inconsciente Santi, le empapé sus dedos con el néctar de mi amante durmiente. El crimen perfecto.

No pude dormir de la excitación. Una vez amaneció, tomé mi suéter rosa de la silla del cuarto, lo amarré delicadamente a mi cintura y con sutileza espié a los "tortolitos" que seguían profundamente dormidos. Me esperaba compromisos familiares que no me dejarían desahogar mi necesidad de placer.