El Cortijo de la Encina (3)
Los muchachos han llegado al cortijo. es domingo y todavía les queda día de descanso para disfrutar.
Fernando el segundo de José el Capataz, llevaba ya cinco años trabajando con éste. Desde la primera vez que le vio, el corazón le dio un vuelco. La timidez de Fernando, tan duro para otras cosas, le impedía decirle lo que sentía por él. En un mundo tan masculino, aunque se permitieran ciertas licencias en ocasiones, no estaba bien visto el demostrar la atracción, o mejor dicho los sentimientos, hacia otro hombres. Por eso, Fernando permanecía en silencio durante todo este tiempo. Mientras tanto suplía la falta de contacto físico con él, disfrutando de su compañía y dejando vagar sus pensamientos más ardientes a la hora de dormir.
No había pasado todavía la hora de la comida del domingo y Tomé y El Rubio ya estaban llegando a la casona del cortijo. Ya desde lejos, la primera vez que la vieron, les parecía grande. Pero, al encontrarse frente a frente con ella, se dieron cuenta de lo enorme que era.
La Encina tenía dos plantas y abarcaba todo lo que la vista podía acaparar. De un blanco inmaculado, gracias a las manos de cal que le daban, tenía ciertas zonas que estaban fabricadas en piedra. Sencillamente era grandiosa. Ambos muchachos miraban absortos y con la boca abierta. José ya estaba acostumbrado a estas reacciones, a él todavía le seguía maravillando.
A un lateral, separado varios cientos de metros, se encontraba una pequeña plaza de toros, habilitada para el recreo de los señoritos. Se celebraban corridas todos los domingos y festivos. Según les comentó Fernando, que también les acompañaba en la cacharra, detrás de la casona, a un kilómetro de distancia, se encontraba la bodega. En la Encina no se recogía la uva, se limitaban a comprársela a otros y se dedicaban al proceso de la elaboración del vino.
El Cortijo de la Encina era grande y majestuoso, era imposible percatarse a simple vista de los hermosos rincones que escondía.
Se bajaron de la cacharra cerca de la esquina de la casona, donde se encontraba una puerta de madera, que sin duda era la del personal.
-Bien, ahora os enseñaré vuestras habitaciones. Descansad lo que queda de domingo y mañana os asignaré un puesto a cada uno.-indicaba José.
Los dos estaban nerviosos, no por el trabajo en sí, sino porque no les habían aclarado en que consistía eso de "dejar el pudor con los señoritos"
-Si no le importa Don José, el chico moreno dormirá en mi habitación- dijo un muchacho que acababa de salir por la puerta.
Tomé reconoció la voz desde el primer segundo, se giró ciento ochenta grados y miró a Alfredo, su hermano, de frente. Se abalanzó hacia el y los dos se fundieron en un abrazo. Alfredo estaba, si cabe, más guapo que la última vez que le vio. Aunque Tomé era el hermano menor, le sacaba unos centímetros de altura a Alfredo. Ambos hermanos tenían un parecido espectacular, aunque Bartolomé era quizás, de constitución más fuerte.
-Bien, ya tendréis tiempo de hablar con más tranquilidad. Ahora es hora de dejar las cosas en la habitación.-A José se le dibujó una sonrisa, porque apreciaba mucho a Alfredo.
El Rubio no salía de su asombro. Tomé tenía un hermano en el Cortijo y no le había comentado nada.
Los cinco se dispusieron a entrar en la casona. Lo primero que uno se encontraba nada más entrar, era una cocina de azulejos, presidida por una enorme mesa de madera, donde podían acomodarse por lo menos, a diez personas. Tenía una cocinilla de gas y un horno de piedra, que mostraba su interior negro, oscurecido por el uso.
Pasaron un pasillo largo y estrecho que estaba flanqueado por distintas puertas, que según observaron eran los dormitorios. Al fondo, una puerta de cristal, dejaba entrever un patio enorme lleno de macetas con plantas de todas las formas y colores.
Fernando indicó a El Rubio cual era su habitación.
-Deja tus cosas ahí. Todas las habitaciones tienen un cuarto de baño. A las ocho se sirve la cena en la cocina. Por cierto, si te apetece dar una vuelta, no se te ocurra entrar dentro de la casa principal. A estas horas estarán todos allí- dijo refiriéndose al dueño y a sus amigotes de los alrededores.
El Rubio asintió y entró a la habitación.
Alfredo acompañó a su hermano, mientras José y Fernando daban la media vuelta y deshacían el camino. Los hermanos entraron y dejaron el bolsón que traía Tomé sobre la cama.
-¿cómo se te ocurrió venir hasta aquí?-preguntó Alfredo.
-Hacía tiempo que no tenía noticias de ti. Las cartas que mandabas, aparte del dinero que contenían no decían nada. Además, tu sabes que el pueblo se ha quedado muerto desde que hay sequía. En algo había que trabajar, y todos sabemos que en La Encina hay trabajo, debe ser de los pocos sitios que aún contratan gente.-argumentó Tomé.
-Bien, pero una cosa es estar de jornalero y otra bien distinta es venir hasta la finca. Si no me equivoco, José ya os habrá dejado caer que aquí no sólo se trabaja en las faenas del cortijo. Me sorprende que estés aquí y que hayas aceptado.
-¿Y que se supone que iba a hacer?¿volver al pueblo?!-Tomé lo podía haber dicho más alto, pero no más claro.-además, tu también estás aquí, y por lo que a mí respecta, nunca te imaginaría haciendo favores a señoritos finos!
-Bien, dejemos la conversación. Anda, dúchate y te enseñaré los alrededores.-cortó la conversación, pero Tomé quería saber más.
-¿a que te dedicas tu aquí? Se ve que tienes confianza con el capataz.
- Soy el encargado de personal dentro de la finca. Enseño a los novatos lo que tienen que hacer, ya sea en la Bodega, en la cocina, o en otros sitios de trabajo....-Alfredo no sabía si continuar, pero se decidió a hacerlo, al fin y al cabo, no tardaría en enterarse. Así que dio una larga bocanada de aire y continuó-También adoctrino a los jóvenes recién llegados de cómo deben comportarse con los finos-así los llamaba él-Pero esto me pone en una difícil situación, ya que tú no eres uno más. ¡Eres mi hermano, puñetas!
Bartolomé se quedó callado porque no supo que decir. Cogió una muda limpia y entró en el baño para darse una ducha.
-Te espero fuera.-dijo Alfredo.
La tarde pasó rápida. Había un montón de lugares que ver. Pronto dio la hora de la cena y los tres se reunieron en la cocina con el resto de los jóvenes, que hasta ese momento se encontraban jugando a las cartas en la bodega. Alfredo les presentó al resto y tanto Tomé como El Rubio, se acomodaron pronto a la nueva situación. Después de una copiosa comida, que superaba con creces a la que habían tenido la semana anterior, y después de un buen rato de charla, todos se dirigieron hacia los dormitorios. Unos a leer novelas de bolsillo baratas que les traían del pueblo, otros directamente a dormir.
El Rubio se dio cuenta de que tenía la habitación para él sólo, pero esto no tardaría en cambiar. Durante unos instantes pensó en Beltrán, le hubiese gustado que estuviera con ellos y disfrutara también de estas comodidades.
Bartolomé y su hermano ya se encontraban metidos en sus respectivas camas. Tras hablar un rato de la familia y de los cotilleos del pueblo, Tomé ya empezaba a dormirse.
-¿Te han dado alguna vez por culo?-dejó caer Alfredo como una bomba.
Tomé se sonrojó,<< ¿a qué viene esto ahora y tan directo?>>pensó.
-No!!por supuesto que no- No quiso decirle que deseaba que El Rubio se la metiera hasta lo más hondo.
-Bien.- Alfredo se levantó de la cama y encendió la luz- Sal de la cama y bájate los calzoncillos.
El joven no salía de su asombro.
-Haz lo que te digo.-insistió Alfredo.
Obedeciendo se levantó y se bajó los calzoncillos como había indicado su hermano. No hizo falta taparse los genitales porque ellos dos ya se habían visto varias veces desnudos.
-date la vuelta y separa las piernas. Quiero ver una cosa.
Así lo hizo Tomé. Al separar las piernas dejaba a la vista de Alfredo parte de los testículos que le colgaban. Aunque el culo fuerte y musculoso que tenía no dejaba ver lo que realmente quería observar Alfredo.
Éste le separó las nalgas y agachándose miraba con detenimiento. Se veía un pequeño agujero que debía defecar espagueti de lo cerrado que lo tenía. Era de un color sonrosado e innumerables grietas lo rodeaban.
-es lo que me imaginaba.-dijo Alfredo-Lo tienes como lo tenía yo antes, bien prieto.
-¿y?...
-alguno de los finos intentará taladrarte y lo hará sin mucho cuidado. No me gustaría que lo pasaras mal.
-¿entonces?...- Tomé le preguntó.
-Normalmente yo me dedico entre otras cosas a que chicos como nosotros , no sólo no lo pasen mal, sino que procuren disfrutar lo máximo posible. Pero soy tu hermano y no me parece propio el hacerlo.
Tomé, que hasta ahora había pensado que fuera El Rubio el que le abriese por primera vez, cambió de opinión al escuchar a Alfredo.
-Pues yo me sentiría mejor que el que hiciera esto fueras tú, por lo menos así, tengo la certeza de que procurarías hacerme el menor daño posible- No podía creer que estas palabras estuvieran saliendo de su boca. Pero de verdad lo pensaba así. ¿Sería esto incesto?
- De acuerdo, al fin y al cabo es sólo trabajo. Túmbate en la cama boca abajo.
Mientras Tomé lo hacía , Alfredo volvió a apagar la luz y se desnudó. Entraba la suficiente luz de la farola de las afueras para que se viese con comodidad. Se acercó a su hermano con un pequeño bote que había cogido de la mesita. Lo abrió y saco una pequeña cantidad del líquido transparente para aplicarlo en el culo de Tomé. Este temblaba, no de miedo, sino de incertidumbre. Separó las piernas para que a su hermano le resultara más fácil. Los dedos húmedos de Alfredo se paseaban alrededor del agujero con la suavidad justa para que Tomé empezara a sentir un cosquilleo en la polla. Las manos de Tomé agarraban los barrotes de los extremos del cabecero de la cama.
Alfredo cogió su dedo índice y lo presionó contra las arruguillas del culo, intentado que venciera la resistencia y entrara. El culo de Tomé se contrajo a la presión del dedo, pero pasados unos segundos se volvió a relajar y ahí fue cuando Alfredo presionó con un poco más de fuerza hasta que el dedo se introdujo hasta adentro.
Para Tomé fue una sensación rara, y su mente no distinguía que el dedo era de su propio hermano, provocando que la polla se le pusiera dura y se sintiera presionada contra el colchón. Por un momento sintió un complejo de culpabilidad. Cuando el hermano mayor, con el dedo índice dentro del culo caliente de Tomé, comenzó a sacarlo y meterlo con suavidad, el menor cambió la culpabilidad por unos suspiros jadeantes.
Alfredo quería hacerlo con el menor daño posible y ponía todo el cuidado en todos sus movimientos. Este alumno era diferente a todos los demás, a este lo quería mucho ,era lo más importante que le quedaba en esta vida.
Deslizaba su dedo procurando placer a su hermano, que al fin y al cabo era de lo que se trataba. Junto a este , unió un segundo dedo que recibían la resistencia normal del agujero prieto. Cuando ya había metido un tercer dedo, Tomé que hasta entonces no había sufrido dolor alguno, empezó a mover las caderas suavemente, casi sin darse cuenta , al compás de los dedos de su hermano.
Alfredo ya también se estaba excitando, pero entendía que esto era normal, incluso aunque debajo de él estuviera su hermano. Se cogió la verga y se la meneaba con el objeto de conseguir una erección plena. Cuando la consiguió, se tumbó encima de su hermano, dejando la verga sumergida entre las nalgas del aprendiz. Tomé notaba la caliente herramienta que le presionaba el culo, desplazándose unos milímetros por el efecto del lubricante. Alfredo buscaba con su polla la entrada al caliente culo de Tomé.
Hizo varios intentos hasta que la cabeza de su miembro, enrojecida y ardiente por el roce, dio con el agujero que se ajustaba a la punta de su polla. Presionaba con cuidado, pero sin titubeos. El pequeño( de edad , que no de cuerpo), notaba la tirantez de su culo y la hinchazón de su polla arremetiendo contra el colchón. Ya más relajado dejó que su culo se abriera y dejara entrar el miembro de su hermano. La polla se deslizó hasta adentro, clavándose hasta los pelos de Alfredo. No había sido para nada doloroso, quizá un poco incómodo al principio.
Tomé con su cara pegada a la almohada y jadeando pedía más.
-ahhhhh!!!!!!continúa así!!!! estaba siendo transportado a otro mundo.
Alfredo también ardiente se movía con agilidad, penetrando con la experiencia del que sabe hacerlo. Sus huevos chocaban con las nalgas de su hermano y esto le ponía a cien.
Las gotas de sudor de su pecho caían a la espalda de Tomé, también húmeda del sudor.
Cuando iba a correrse, la sacó y dejó que la leche cayera sobre el colchón. Normalmente se corría dentro de los otros, pero tratándose de Tomé, hizo lo que creyó más apropiado.
Tomé no se había corrido y tenía el culo dilatadísimo. Miró a su hermano, que se tumbó en su cama.
-Bien. Ya lo tienes más preparado para el que pueda venir.- Hablaba como si hubiese hecho un socavón en la tierra y no como si se hubiese follado a su hermanito.
No tardó en quedarse dormido, pero a Tomé no le pasaba lo mismo. Seguía teniendo la polla dura y el culo le ardía. Pensó que bebiendo un poco de agua se le pasaría.
Salió al pasillo desnudo con intención de dirigirse a la cocina, pero al pasar por el dormitorio de El Rubio, se detuvo. Estaba caliente y Alfredo le había facilitado la cosa.
No se lo pensó dos veces y entró en el dormitorio. El Rubio dormía como un tronco y su cuerpo estaba cubierto por una fina sábana. Estaba excitado sólo de pensar en la situación.
El rubio dormía de lado y Tomé se metió bajo la sábana también de lado apoyando su espalda sobre el pecho del Rubio y acercando su culo al pubis de éste. El durmiente no se había dado cuenta de que tenía un visitante nocturno.
El culo de Bartolomé rozaba a posta el grueso trozo de carne, que aunque fláccido ardía como una brasa. Haciendo movimientos con sus nalgas sobre la polla del Rubio, iba consiguiendo el objetivo que se había propuesto: ponérsela dura.
Al notar el cosquilleo y el flujo de sangre hacia sus partes, abrió los ojos y se encontró con Tomé al que reconoció al instante. Le echó el brazo derecho sobre el pecho y pegó su cuerpo más al de Tomé. Le besó el cuello y a la vez se movía para terminar de endurecer con roces su polla que estaba pegada al duro culo de Tomé.
El visitante ya sentía la grandeza de la verga del Rubio presionándole.
-¡¡¡¡fóllame!!!!- le decía susurrante.
El dotado por la naturaleza, cogió su polla con la mano y la dirigió entre las nalgas del otro, metiendo la punta gruesa en el dilatado agujero. Con cada presión, Tomé notaba que su agujero se estiraba al máximo, dando paso al pollón.
La cabeza ya estaba dentro, pero faltaba todo el tronco.
-¡¡¡métela toda!!! le decía.
El Rubio dio una estocada y la metió de un tirón. Ya con toda dentro se abrazó a Tomé y empezó a contonearse. A Tomé le dolió, pero no tanto como le había parecido que le dolió a Beltrán. Era inexplicable la sensación de tener toda esa carne ardiente dentro de él. Con cada movimiento del Rubio, se despegaba más de este mundo. Rodeado sólo de sensaciones placenteras.
Notó que la polla del Rubio estaba a punto de correrse y éste hacía un pequeño amago de sacarla. Tomé le presiono más hacia él, con la intención de que se corriera dentro.
Tomé se masturbaba a la vez que era follado y se corrió también cuando vio que El Rubio descendía el ritmo y jadeaba en su oreja. notaba el liquido caliente que se empezaba a deslizar por sus muslos.
El rubio volvió a besar a Tomé en el cuello, pero no sacó su polla de dentro de él, se quedaron abrazados un buen rato.
Llegó el lunes y Fernando se había dado una vuelta por donde se encontraban los jornaleros. Aunque enamorado de José el Capataz, no paraba de mirar a los jóvenes bronceados por el sol. Era un regalo para la vista. Los músculos de todos ellos tensos por el esfuerzo le provocaban más de una vez una erección. Pero especialmente esta vez se fijó en un muchacho que hasta ahora no se había hecho notar. El muchacho trabajaba como no lo había hecho los días anteriores. Y eso, junto al cuerpo que lucía, provocó que su verga se hinchara como pocas veces lo había hecho antes.
Beltrán al darse cuenta de que sus amigos se habían marchado, decidió que él no iba a ser menos, y se puso a trabajar como nunca lo había hecho antes.
El quería irse también para el Cortijo.
(fin de la tercera parte)