El cortijo

¿Os acordáis de mí? Soy Sandra, la de La fiesta. En este nuevo relato os voy a contar cómo se produjo mi despertar sexual durante unas vacaciones en el cortijo de mis tíos.

LAS AVENTURAS DE SANDRA EN EL CORTIJO. CAPITULO 1

Cuando tenía 15 años mis padres decidieron mandarme de vacaciones al campo, en un pueblecito de Extramadura donde vivían mis tíos Lola y Jacinto. Eran agricultores y ganaderos y tenían un pequeño cortijo en el que vivían y trabajaban con sus dos hijos : Ismael, el mayor, de unos 30 años de edad y Aurelia, que tenía 23 años por aquel entonces. La perspectiva de pasar todo un mes encerrada en aquel lugar perdido y olvidado de la mano de Dios, producía en mi espíritu quinceañero y esencialmente urbano una gran congoja y una tristeza casi infinita.

El objetivo de mis padres era, sin duda, alejarme por un tiempo de las malas compañías, decían ellos. Lo que pasaba, en realidad, es que temían que perdiera mi virginidad con cualquier desconocido. Y ese temor nacía del hecho de que en más de una ocasión mi madre me había sorprendido tocándome, masturbándome y debía considerar que eso no era lo ideal para una « niña » de mi edad. Y digo niña porque ellos así me veían y no se lo puedo reprochar pues anatómicamente estaba muy poco desarrollada : no tenía apenas pecho y muy poco culo, aunque bien puesto y respingón.

Lo que mis padres desconocían era que en mi interior crecía a velocidad vertiginosa y desde hacía muchos meses una trepidante y calentísima sexualidad y que eran ellos, indirectamente los culpables. Ahora os explico el porqué...

Era hija única y desde pequeña, Merche, mi madre y en menor medida Paco, mi padre, me habían acostumbrado a ver como algo natural la desnudez de las personas. En casa no había ninguna puerta cerrada con llave, ni siquiera la del baño. En múltiples ocasiones había entrado en su dormitorio y los había encontrado vistiéndose o desvistiéndose sin que me pidieran de salir. O en el cuarto de baño, duchándose o simplemente haciendo sus necesidades... Todo parecía natural.

El cuerpo de mi madre, lo conocía perfectamente de tantas veces como habíamos tomado un baño juntas. Era una mujer esbelta, bastante delgada, guapa –yo la encontraba muy guapa- , con una larga melena rubia, con muy poquito pecho pero con unos pezoncitos que despuntaban siempre erguidos y duros, un vientre liso y una hermosa y triangular pelambrera dorada que cubría su sexo. Tenía unas piernas largas y muy bien contorneadas y un trasero firme y respingón, como el mío. De hecho, mi padre siempre decía que yo era una auténtica fotocopia de mi madre y era cierto. Pero además había heredado, empezaba a darme cuenta, otra característica muy particular : la lubricidad.

A los trece años –es mi primer recuerdo claro y preciso- una noche bochornosa de verano, me levanté acalorada para refrescarme un poco y beber un vaso de agua cuando, al pasar por delante de su habitación escuché unos ruidos a los que antes mi mente infantil no había prestado atención. La puerta estaba entreabierta y había suficiente luz como para que, asomándome, pudiera ver lo que pasaba en su interior. El ruido que escuchaba era la voz gutural y entrecortada de mi padre que no paraba de decir : « ¡Dios, Dios, no pares ! ¡Qué boooca, qué leeengua ! » Sólo veía los pies de mi padre, estirado en la cama, porque mi madre me lo tapaba estando como estaba de rodillas entre sus piernas con el culo en popa y su cabeza moviéndose de arriba abajo... Mi vista quedó como hipnotizada ante aquel espectáculo y gracias a un involuntario efecto de luz el culo de mi madre me aparecía en todo su esplendor : las nalgas abiertas mostrando su arrugado ojito y más abajo escondido bajo una fina capa de vello rubio la voluptuosa vulva de la que sobresalían descomunales labios como violáceas alas de mariposa.

De pie, detrás de la puerta, disimulando mi presencia tanto como podía, observaba la escena sin comprender demasiado qué era lo que estaban haciendo pero intuyendo que fuera lo que fuese se lo estaban pasando en grande.

De repente mi madre detuvo su bombeo particular e irguiéndose vino a sentarse sobre... sobre el sexo de mi padre. Lo vi apenas unos segundos pues en un abrir y cerrar de ojos se perdió engullido por el coñito de mi madre que se puso como una autómata a cabalgar sobre esa montura con movimiento y ritmo crecientes a la vez que empezaba una larga letanía de quejidos agudísimos, de gemidos lancinantes, de onamatopeyas nunca antes oidas por mis primaverales oidos...

Mi mano, casi inconcientemente, se había deslizado bajo el camisón y buscaba entre mis piernas algo que tocar y que calmara ese cosquilleo naciente. Y mis dedos encontraron mi abultado clítoris que como el botón que se aprieta para llamar a los bomberos, empezó, al primer contacto, a lanzar manguerazos para apagar mi primer incendio. Estaba asistiendo al orgasmo de mi madre que me parecío eterno y brutal al mismo tiempo que yo alcanzaba con una rapidez fulgurante mi primer clímax, tapándome la boca para no gritar al aire todo el placer que me recorría el cuerpo.

Más tarde descubriría con enorme satisfacción que no fue uno sino varios los orgasmos que alcanzó esa noche y cientos de noches como esa y que ese maravilloso privilegio – el de ser multiorgásmica – lo había heredado yo también.

Turbada, avergonzada pero completamente ebria de placer, me volví sigilosamente a mi habitación perdiéndome, por esa noche, el final de la fiesta de mis padres.

Desde entonces, asistí a decenas de escenas como esta. Algunas veces sólo podía escucharles pero otras muchas pude observarles y descubrir que tenía unos padres muy pero que muy cachondos y que a pesar de los casi veinte años que llevaban juntos seguían follando a la mínima ocasión que se les presentaba. Les vi hacer de todo y siempre con la sensación de que ambos se lo pasaban en grande. Aprendí a distinguir los orgasmos de mi madre y a contarlos - en una ocasión hasta trece fueron. A conocer sus gustos y perversiones : a mi padre le volvía loco que ella se tocara delante de él y cuando no podía más eyaculaba sobre su chochito hirviente, o mejor aún en su boca o en su cara y mi madre en lugar de hacer una mueca de asco, sonreía y se relamía recuperando con sus dedos y su lengua tanta leche como podía.

En otra ocasión, volví algo más pronto de lo habitual del instituto y los descubrí en la cocina sin que se hubieran dado cuenta de mi llegada. Mi madre preparaba la cena y mi padre por detrás de ella le levantaba la falda y le sobaba el culo. Ella en lugar de protestar ante ese acoso inoportuno se dejaba hacer y él proseguía quitándole las bragas, masajeándole sus redondeces y susurrándole al oído palabras que yo no acertaba a comprender pero que parecían encender de manera elocuente la lujuria de mi madre. Entonces vi a mi padre coger la aceitera y derramar entre sus glúteos un chorrito de lubrificante virgen de oliva e introducir en su agujerito un dedo que movía con especial maestría, en pequeños círculos concéntricos. Podía ver la cara de mi madre, de perfil sólo pero era suficiente para comprender que aquello le gustaba cantidad y que se estaba preparando física y mentalmente al asalto anal de su marido. Mi padre la penetró por detrás de manera delicada pero firme. Pude ver con claridad como su impresionante palote desaparecía por completo entre las nalgas de mi madre. Esta abrió los ojos desorbitados y soltó un impresionante alarido que se tornó en breves segundos en un gemido gutural que provocó en mi un sentimiento de excitación incalificable. Todo fue muy rápido y me pareció que se habían corrido al mismo tiempo pues no acertaba a distinguir cual de los dos chillaba, gritaba o gemía más que el otro. Temiendo ser descubierta volví sigilosamente a la puerta de entrada y salí sin hacer ruido. Cuando entré de nuevo, minutos más tarde, estaban los dos en la cocina charlando tranquilamente como si nada hubiera pasado.

Todo esto os lo cuento para que veáis qué educación he recibido y para que comprendáis que si una ya es caliente de nacimiento con estos ejemplos sexualmente super educativos – y como podéis imaginar, hay cientos de ellos – la calentura interior no hizo más que desarrollarse en progresión geométrica. Y siempre, siempre con la impresión de que el sexo, en todas sus facetas, era algo tremendamente lúdico, sano y bueno para la salud física y mental. Lo que no me enseñó la escuela me lo enseñaron sin querer mis padres : ¡donde hay sexo, hay alegría y felicidad !

Vaya, me he desviado un montón del motivo de esta historia : mis vacaciones con mis tíos Jacinto y Lola. Pero pronto comprenderéis porqué ya que fueron esas semanas pasadas en su compañía las que me sirvieron para completar, y de qué manera, mi educación sexual.

Fui hasta su cortijo en tren ; un viaje odiosamente largo y aburrido. Aurelia, mi prima, vino a buscarme a la estación. Era una chica muy simpática, siempre sonriente a la que veía una vez al año cuando con su familia venían a pasar las fiestas de Navidad en nuestra casa. Era la primera vez que yo iba a su casa. Y os aseguro que eso iba a ser muy diferente. Pero no adelantemos acontecimientos.

Primero os describo a mi prima. Un poco más bajita que yo y mucho más rellenita ; de hecho, en ella, todo eran redondeces : una carita redonda, unos ojos saltones, una nariz pequeñita y una boca de labios carnosos y siempre muy rojos – sin maquillaje-. Yo siempre decía que tenía cara de cerdita, bueno, lo pensaba pero no lo decía.

Como cuando venía a mi casa dormía en mi habitación había tenido muchas ocasiones de verla desnuda ; tenía unas tetas impresionantes aunque algo caídas, un poco de vientre, unas caderas muy anchas, unas piernas rechonchas de campesina que sostenían orgullosas unos muslos que hacían dos de los míos. No, no se puede decir que estuviera gorda pero sí que era muy macizorra. Tenía el pelo castaño oscuro y, cosa que a mí al principio me sorprendió mucho, no se depilaba, ni las axilas ni, por supuesto, el coño que aparecía cubierto de un espeso y oscuro matorral triangular. Sin embargo, como era de piel muy blanca, lechosa – a mi modo de ver, única herencia de mi familia (mi padre y el suyo eran hermanos), pues para todo el resto era una copia exacta de su madre- apenas tenía vello en las piernas, lo cual es siempre estéticamente difícil de digerir en una mujer.

Recuerdo que la última vez que nos vimos al desnudarse ante mí y ver que le miraba fijamente su impresionante felpudo, me dijo entre risas :

¿Qué, primita, no es como el tuyo, eh ? ¡Anda, ven ! Puedes tocarlo que no muerde – y cogiéndome la mano la llevó hasta su pubis.

Mis deditos acariciaron su pelaje y mi sorpresa fue comprobar que era muy suave, sedoso, tanto o más que el mío. Me ruboricé y al darse cuenta de mi turbación y riendo a carcajada limpia me dijo :

No pasa nada, Sandrita... Pronto aprenderás el gusto que da acariciarlo – y yo pensando que la pobre Aurelia no tenía ni idea de la de veces que yo ya había explorado esa zona y otras más y disfrutado del « gusto » del que me hablaba.

Sí, es verdad, es muy diferente... Y esto también... – le dije acariciándole los senos con mucha suavidad.

¡ Vaya ! ¿Y te gustan ? – me preguntó presionando con sus manos las mías contra sus tetazas, sin dejar de sonreirme.

Sí, mucho... Mucho – contesté sintiendo ese picorcito tan agradable en mi juvenil coñito.

Bueno... – terminó diciéndome condescendiente – Todavía eres muy pequeña – otra vez con lo de que soy demasiado niña – Pero, tiempo al tiempo...

Y con estas misteriosas palabras se acabó nuestro primer acercamiento erótico. Y ahora, unos meses más tarde, la tenía de nuevo ante mí abrazándome y besándome efusivamente.

Hola, Sandra. ¡Qué contenta estoy de verte ! y ¡ qué guapa estás ! – me miraba de arriba abajo – Pero, ¡ si ya estás hecha una mujercita ! – aquel recibimiento me supo a gloria- ¡Venga ! Vamos rápido a casa que todos tienen unas ganas locas de verte.

Subimos al coche e hicimos en un abrir y cerrar de ojos los 15 kilómetros que separaban la estación del cortijo. Aurelia conducía un pequeño todoterreno descapotable a toda velocidad. De vez en cuando se giraba para mirarme y sonreirme y yo le correspondía contenta : mi desasosiego por pasar mis vacaciones en aquel lugar perdido había desaparecido por completo. Lo que vale una simple sonrisa, ¿no ?

Yo llevaba un vestidito corto color salmón que enseñaba mis delgadas piernas generosamente. A mi madre no le gustaba en absoluto que hiciera un viaje tan largo vestida así, vete a saber porqué, porque la verdad es que en el compartimento en el que viajaba no tuve la impresión que nadie me lanzara miradas indecentes. Bueno, miento un poquito ; si que había un viejete que no paraba de mirar entre mis piernas hasta que le dije : « ¡si que llevo y son blancas ! », se levantó ofendido y ya no lo vi más.

Aurelia llevaba también un vestido muy escotado y corto de algodón con motivos florales y tonos turquesa. Sentada a mi lado podía ver perfectamente que no llevaba sujetador y que sus protuberantes senos y sus impresionantes muslos seguían igual de blancos que en pleno invierno.

¿No te pones nunca sujetador ? – le pregunté como quien no quiere la cosa

Sí, sí... Pero hoy he pensado que como venía a buscarte te gustaría poder verme así... – y sin quitar la vista de la carretera, se desabrochó un botón más de su vestido.

Con el aire torrido de aquella tarde de verano, el vestido se le abría provocadoramente y me era muy fácil observar el seductor contorno de su teta izquierda :

Tampoco me he puesto bragas – y se levantó la falda del vestido hasta la cintura dejando que el vientecito le cosquilleara el chumino ; y, claro está, para que yo lo viera – Anda, ¡ tócame un poco ! Me encanta conducir caliente...

Aquello era tan inesperado para mí que tardé unos segundos en reaccionar. Acababa de llegar que mi prima ya me estaba pidiendo guerra y, a pesar de mi evidente inexperiencia, era tal mi excitación que dudé un instante en tocarla a ella o tocarme yo. Pero opté por la primera opción y acercándome tanto como pude le sobé la teta que tenía más a mano, pellizcándole el pezón – mucho menos puntiagudo que los míos pero de tamaño doble – como tenía costumbre de hacerlo con los míos.

Uau, primita, que me parece que tú no eres tan inocente como aparentas – su sonrisa dejaba paso a una elocuente mueca de placer – Tócame un poco aquí, ahora – prosiguió, separando ligeramente las piernas.

¿Aquí ? – le dije deslizando mi mano entre sus muslos.

¡Mmmm ! ¡Sí...aquí, aquí ! – y le hundí un dedito en su empapadísima vulva mientras otro buscaba su clítoris que respondió de inmediato hinchándose como una pequeña aceituna.

De hecho, yo no hacía más que aplicar mi propia experiencia en el cuerpo acogedor y receptivo de mi querida prima y viendo la cara que se le ponía debo admitir que tan mal no debía hacerlo.

¡Oh, mierda ! ¡Ya llegamos ! – me dijo lastimosamente entre gemido y gemido. Efectivamente, a lo lejos se veía dibujada en el anaranjado horizonte extremeño la silueta rectangular del cortijo.

En lugar de sacar mi mano, aceleré el movimiento penetrante y la caricía lúbrica sobre su clítoris pensando al mismo tiempo que si fuera yo el objeto de tales caricias ya me habría corrido tres veces. Pero Aurelia no iba a tardar. Cuando nos acercábamos a menos de 100 metros, noté como se concentraba para no perder el control del coche y, de repente, gritando como una posesa se corrió salvajemente :

-¡Síiiiiiii ! ¡Sandriiiiiiita ! ¡Ahhhhhh !

En la puerta del cortijo, esperándonos impacientemente, estaba toda la familia –Jacinto, Lola y el hermano de Aurelia, Ismael -que al vernos se pusieron a hacer ademanes de bienvenida. Antes de parar el coche y bajarnos, Aurelia aún tuvo tiempo de decirme al oído :

Esta noche me ocupo de ti, primita.

Después de numerosos abrazos, besos y frases alagadoras – sobre todo de Lola, mucho más efusiva y extrovertida que los dos hombres que se les veía un poco forzados por sonreir – me dejaron entrar en la casa y me ofrecieron un refresco aperitivo que me sentó de maravilla.

Qué curiosa que es la genética, pensaba yo viéndolos los cuatro entorno mío. Aurelia y Lola, gorditas, rechonchas y siempre de buen humor. Jacinto e Ismael, delgados, fibrosos y de rostros y modales un tanto ásperos pero cordiales. Jacinto era diez años mayor que mi padre y tenía la cara curtida por el sol y surcada de arrugas ; con unos ojos oscuros y de mirada penetrante. A pesar de su delgadez se notaba en sus brazos y en su cuello que era un hombre fuerte y no pude evitar imaginármelo desnudo como a mi padre ; estaba segura que aunque fuera mayor que él debía tener un cuerpo más musculoso y atractivo. Ismael estaba algo más lleno que su padre pero parecía todavía más reservado ; sin ser guapo, tenía un misterioso atractivo y enseguida me fijé que no me sacaba los ojos de encima - me miraba sobretodo el pelo y mis ojos claros – pero sin que me sintiera agredida ni ofendida por su furtiva mirada.

Jacinto y su hijo desaperecieron unos minutos y Lola los excusó diciendo que tenían que ocuparse del ganado antes de que se hiciera de noche. Lola pidió a su hija que me enseñara la casa y que me instalara en su habitación mientras ella preparaba la cena. Yo me ofrecí para ayudarla pero me contestó que ya tendría ocasión para hacerlo. Aurelia me cogió de la mano y me hizo visitar las diferentes dependencias del cortijo. Yo estaba realmente encantada con la acogida que mi familia me brindaba y a la vez maravillada de ver lo bonito que era todo aquello, tan grande ,tan rústico y tan distinto a mi casa de la ciudad.

Una vez en la habitación de Aurelia llegó mi primera sorpresa. Había una sola cama, de matrimonio. Aurelia se dio cuenta enseguida de mi cara atónita y me dijo acariciándome con ternura la cabeza :

Sandrita... Ya verás, tesoro, qué vacaciones que vamos a pasar... – y me abrazó por la espalda recorriéndome todo el cuerpo con sus agradables manos hasta depositarlas mansamente a la altura de mi sexo que se estremeció sólo de imaginar lo que le esperaba en aquella habitación, en aquella casa.

Le pedí si podía ducharme y me acompañó hasta el cuarto de baño. Todas las habitaciones estaban en el primer piso y había un solo cuarto de baño, pero enorme, con una ducha, una bañera que parecía una piscina, dos lavabos, un váter y un bidet.

Aurelia me dio una toalla limpia y me pidió si podía quedarse mientras me lavaba. Le contesté que sí, que no había problema, pero justo en ese momento escuchamos la potente voz de Lola llamándola para que bajara a ayudarla. Haciendo una mueca de disgusto, Aurelia me dirigió una centelleante mirada y sin decir nada más me dejó sola en el baño. Agradecí en silencio su oportuna intervención pues aun siendo yo muy jovencita comprendía pefectamente que aquello estaba degenerando a marchas forzadas y tampoco quería que así de entrada ni mi prima ni mis tíos se pensaran que yo era una golfa quinceañera. Así que me metí en la ducha y me lavé a conciencia pensando sin querer en Aurelia y su rollizo cuerpo pegado al mío en su enorme cama y... ¡Joder ! ¡Cómo se puede ser tan golfa ! me exclamaba mientras mis manos enjabonaban mi chochito juvenil. Y claro, en menos de lo que canta un gallo me procuré un agradabilisimo orgasmo que me dejó lista para afrontar serenamente la cena con mis parientes.

Cuando bajé, media hora más tarde, la mesa ya estaba puesta y mi tía y mi prima charlaban animadamente en la cocina. Al verme las dos soltaron un « Ohhh ! » de admiración que me alagó sobre manera. Me había puesto unos vaqueros ceñidos y una camisa blanca bastante escotada que resaltaba mi bronceado y mi larga cabellera dorada caía sobre mis hombros en hermosos tirabuzones. Como no llevaba sujetador, mis pezoncitos siempre duros y erguidos resaltaban de manera sensual :

¡Santo Dios ! ¡Pero qué guapa estás ! Igualita, igualita que Merche... ¡Qué hermosura ! – me soltó Lola cogiéndome las manos y observándome como si diera su aprobación a una top model.

¿Has visto mamá, cómo se nos ha puesto la Sandrita ? Mañana por la noche iremos al baile del pueblo y vas a causar sensación – añadió Aurelia guiñandome un ojo.

Esperando que regresaran Jacinto e Ismael, estuvimos un rato charlando y bebiéndonos unas cervecitas fresquitas. Me preguntaron un montón de cosas sobre mis padres y me explicaron muchas más sobre su cortijo, su trabajo, los habitantes del pueblo y qué sé yo... La verdad es que sonreía beatamente entre el efecto del alcohol de las cervezas y la mirada caliente de mi prima, sin prestar demasiada atención a todo cuanto me decían. Estaba, simplemente, muy a gusto.

Fue una cena pantagruélica. Aquella gente comía como ogros pero imagino que era normal con el trabajo que hacían. Los dos hombres hablaban poco pero sí que tenían tiempo para mirarme con un cierto descaro, sobre todo mi tío que parecía embelesado y que no paraba de echar ojeadas furtivas a mi escote. Ismael se mostraba mucho más taciturno ; había en él algo muy extraño, primitivo, animal ... pero muy atractivo a la vez.

La cena duró un montón. Bebí un poco de vino lo cual unido a las dos cervezas me dejó en un estado vaporoso en el que me sentía como muy cariñosa... Sentía un calorcillo super agradable que me recorría el espinazo... Ellos, todos, hablaban y hablaban, reían y me lanzaban miradas que multiplicaban la calentura que se estaba apoderando de mí... Imágenes lujuriosas danzaban en mi mente y notaba como mi cuerpo se convertía en un volcán en erupción. Sentía sin tocarlos la dureza punzante de mis pezones, la humedad rebosante de mi sexo empapándome el pantalón... Me imaginé despojada de toda ropa, tendida sobre la mesa, y ocho manos acariciándome, tocándome, cuatro lenguas lamiéndome, chupándome, dos pollas enormes follándome frenéticamente...

La voz de Lola me devolvió a la realidad :

¿Estás bien, Sandra ? Me parece que te nos estás quedando frita...

Sí... Y un poco borrachita, también – añadió Aurelia provocando risitas colectivas.

Anda, hija, acompañala a dormir que mañana será otro día. – dijo Jacinto.

Me levanté, les di las gracias por aquella agradable velada y les di un besito de buenas noches. Aurelia me tomó la mano y me condujo a su habitación. Quizá fueran imaginaciones mías, pero os juro que al subir las escaleras sentí el calor abrasador de sus miradas en mi espalda, en mi culo, en mis piernas. Aurelia, que no perdía una ocasión me soltó al oído :

Los tienes a todos locos por follarte, primita... Pero yo voy a ser la primera.

A penas habíamos cruzado el umbral de la puerta que mi prima me estampó un morreo de campeonato. Su lengua se movía en mi boca como una culebra y sus manos me sobaban lascivamente. Yo me dejaba hacer, me sentía completamente sumisa y caliente como nunca antes lo había estado. Aurelia me desnudó, sin dejar en todo momento de besarme, de tocarme... Me tumbó en la cama y se quitó el vestido. Una vez más la visión de sus increibles tetas me dejó anonadada. Se pusó de rodillas sobre mí y me acercó uno de sus jugosos melones a mi boca :

Ahora mi bebita me va a hacer una buena mamada – su voz mostraba a la perfección el grado de calentura que la embargaba. Mi lengua lamió golosamente el caramelillo rosado y empecé a succionarlo con devoción sintiendo como doblaba su volumen entre mis labios. - ¡Ohhh, qué boquita, qué boquita ! Toma, ahora el otro... – y me ofreció su otra teta con la que repetí la operación- ¡Aggg ! ¡Cómo mama mi primita ! ¡Muérdemelo, cielo, muérdemelo ! ¡Así, así... No... Más fuerte, maaassss, maaaasss !

No se cuanto rato estuve comiéndole las tetas ; la verdad es que había perdido toda noción del tiempo... Pero no me importaba nada ; disfrutaba un montón y veía que a mi prima aquello la estaba conduciendo a las puertas del paraiso. Para acelerarle el viaje mis manos se pusieron a recorrer su espalda hasta entrar en contacto con sus aparatosos glúteos ; los sobé lo mejor que pude y deslicé uno de mis deditos hasta que rozó su ojete :

¡Ohhh, sííí, primita ! ¡Metémelo, métemelo, métemelo !

Como no tenía aceite a mano le hundí dos deditos en su peludo coño sacándolos bien pringosos de su abundante manantial y sin más preámbulos le inserte mi dedo mayor hasta el fondo de su negro agujerito.

¡Saaaaannnnndraaaa, Diooooossss, qué bueeeeenooooo ! ¡Metéme otro, otro... Por favooooorrr !

La puta de mi prima estaba gozando como una auténtica cerda. Contra más fuerte le mordía los pezones, más gruñia de placer... Su culo empezaba a estar suficientemente dilatado como para insertarle un tercer dedito... y un cuarto... Sus jadeos, sus gritos eran impresionantes... De pronto, me entró pánico ante la idea que aquel berenjenal acústico llegará a oidos del resto de la familia...

Aurelia, porfa, no grites tanto que nos van a oir – dije casi a media voz. Pero mi prima ya estaba en otra dimensión y como si mis precavidas palabras atizaran aun más su desenfrenada lujuria clavó todavía más su culo en mi mano moviéndose como poseida por el propio Lucifer.

¡Arrrrrrrrggggg ! ¡Me corro, me corro, me corro ! ¡Mmmmm...Aaaaaaahhhh !

¡Qué pasada de orgasmo, la tía ! Le temblaban las piernas en unas convulsiones incontrolables y el coño le chorreaba tanto que podía sentir sus jugos calientes caer sobre mi vientre. Se desenganchó de mi mano y se dejó caer a mi lado extenuada :

Mmmm... primita ... ¿pero qué me has hecho ? Casi me muero de gusto... Déjame un pequeño respiro y enseguida me ocupo de ti, mi vida...

OK. Te doy dos minutos. Voy a hacer un pis y vuelvo enseguida.

Ya no podía aguantarme más las ganas de mear. Me levanté deprisa y sin tomar la precaución de ponerme algo, salí desnuda al rellano y entré en el cuarto de baño. Ahí estaba Ismael, desnudándose para tomar una ducha, supuse. Me quedé de piedra, inmóvil como una estatua, contemplando su torso bronceado, delgado, sin un gramo de grasa –parecía mentira que fuera el hermano de Aurelia, ella toda regordita, él pura fibra-. Sólo me faltaba ver eso para que mi calentura sobrepasara los límites permisibles. Pero aun tuve la decencia de decirle :

Oh, lo siento. No pensaba que estuviera ocupado – y él mirándo mi jovencísima desnudez con esa mirada abrasadora ahora multiplicada de lujuria, me dijo :

Entra, Sandra, entra... – y continuó desnudándose ante mi atónita mirada.

Sólo hago un pipi y te dejo tranquilo, ¿vale ? – ahora se sacaba los calzoncillos dejando en evidencia una hermosa polla que empezaba a enderezarse y un par de cojones de dimensiones más que considerables.

Claro, claro... No hay problema... – estaba claro que la conversación no era su fuerte.

Yo no podía aguantar más. Me senté en el retrete abriendo un poco las piernas y oriné con todas mis fuerzas. Ismael de pie a un metro de mí, observaba en silencio el surtidor dorado que brotaba imparable de mi coñito mientras que con una mano se pajeaba lúbricamente. Tenía unas ganas locas de meterme esa polla en la boca, de mamarla hasta beberme toda su leche... Entonces él me sorprendió preguntándome :

¿Eres virgen, todavía ?

Sí – y se quedó un instante pensativo.

Bueno... Vamos a remediarlo... Pero esta noche no. Esta noche eres de mi hermana. Vuelve a su habitación... No, no hagas eso – yo iba a secarme el sexo con un trocito de papel higiénico – creo que le encantará lavarte con su lengua... -¡ qué cabrón ! pensé a la vez que mil pensamientos obscenos me recorrían la mente.

¿Me dejas... ? – y levantándome empecé a tocarle su miembro que me pareció duro como debían serlo sus músculos...

Mmm... Bien, bien... Así... Con tu manita de niña mala...

¿Lo hago bien, Isma ? – le dije con voz y cara de pilluela – Es que es la primera vez que toco una verga...

Sí, niñita... ¡Sí... Síiii ! ¡Dale, dale fuerte ! – y cogiéndola con todas mis fuerzas aceleré el pajeo mientras con la otra mano le sobaba sus espectaculares huevos.

No sé cuánto tiempo pasé masturbándolo ; sólo sé que fue mucho rato y que yo pensaba que ese tío tenía un aguante de mil demonios comparado con lo que había visto hasta ahora... bueno, quiero decir comparado con mi padre. Ya me estaba empezando a doler el brazo de tanto darle al manubrio, cuando de repente, me apartó con brusquedad haciéndome sentar en el váter y agarrándose la polla se la meneó ante mis narices hasta hacerla explotar violentamente :

¡AAAAAAAARRRRRRRRRGGGGGGGGG ! ¡Toma leeeeeeeeecheeeeeeeeeee !

Y un torrente impresionante de lefa caliente se estrelló sobre mi cuello y mi pecho, deslizándose como ríos de lava blanquecina a través de mi vientre para terminar muriendo enredados entre los pelillos de mi vello púbico.

Me sentía sucia ; sucia y guarra. Hasta hacía unas pocas horas sólo había sido espectadora de las guarradas de los demás y en apenas medio día estaba empezando a ser actriz principal y, por lo que parecía, con mucho talento. Pero ahora estaba tan caliente que necesitaba apaciguar con urgencia el fuego que me consumía las entrañas. Por eso, comencé a tocarme delante de mi primo que seguía sujetándose el mamporro y acerqué mi boca abriéndola para demostrarle que era una buena chica y que quería dejarle la polla bien limpia. Le lamí los restos de semen que me parecieron algo insípidos, una pizca salados con un toque de acidez que me pareció apreciable y gustoso. Como mi otra mano jugueteaba sabiamente con mi botoncito, no tardé nada en correrme con mucho entusiasmo... Quiero decir, gritando como la perrita cachonda que soy... Y es que estaba descubriendo que lo de chillar, aullar, maullar y gritar como locos era un asunto de familia.

Cansado de que le comiera el cipote sin que éste pudiera reaccionar por el momento y sin tener en cuenta que yo seguía acariciéndome el chochito en busca del segundo de la noche, se apartó de mí y me dijo muy serio :

¡Anda, vuelve rápido a la habitación ! La puta de mi hermana te va a demostrar de lo que es capaz de hacer con su lengua.

Como estaba toda pringada de la corrida de Ismael, hice el gesto de lavarme un poco antes de volver con ella...

De eso, ¡ni hablar ! A Aurelia le va a encantar hacerlo...

Y sin decir nada más se metió en la ducha dejándome con la excitante sensación de que se trataba de una familia muy pero que muy unida.

Al volver a la habitación vi que Aurelia, en posición fetal, dormía como un bebé. De entrada, me sentí profundamente frustrada. Tenía una necesidad imperiosa de sexo. Mi coñito continuaba sin cesar fabricando juguitos lubrificantes reclamando a gritos que se ocuparan de él. Mis pezones seguían duros como piedras al igual que mi clítoris hinchadito y saliente como un pequeñísimo pene. La leche de Ismael me envolvía con su olor de macho cabrío. Toda yo exhalaba un intensísimo aroma sexual. En segundos, cientos de imágenes poderosamente eróticas recorrieron mi mente y me sentía tan, tan caliente que me hubiera dejado poseer por cualquier macho o hembra que se me hubiera puesto a tiro. Pensé que lo mejor que podía hacer era volver al baño y hacer que Ismael me desvirgara sin tardar. Ese pensamiento, la visión del cuerpo elástico y fibroso de mi primo, su verga impresionante recubierta de venas hinchadas con ese par de cojones que ahora debían estar recargándose de esperma, su mirada abrasadora, animal... su brutalidad... Todo, todo me suplicaba que volviera con él... De pronto, Aurelia se despertó y abriendo lentamente los ojos me descubrió de pie ante ella, masajeándome las tetitas y el vientre con la leche de su hermano...

Has tardado mucho – me dijo entre bostezos estirando los brazos dejándome ver la oscura pelambrera de sus sobacos - He debido quedarme dormida... Y tú ¿ qué has estado haciendo, bribona ? – añadió fijándose en el líquido que acariciaban mis finas manos-.

A ver si lo adivinas... – le dije pícaramente acostándome a su lado.

Empezó a acariciarme con sus rechonchas manos y llevándose uno de sus dedos untados de semen a la boca, me espetó :

¡Serás puta ! ¡Esto es la leche de mi hermanito ! ¡Joder, no me digas que has ordeñado al cabroncete de mi hermano ? ?

¿Y tú cómo sabes que es su lechecita ?

¡Ay, primita ! Hay muchas cosas que tu no sabes aún... Pero me parece que estás aprendiendo muy deprisa... Venga, cuéntame lo que ha pasado y no te pierdas ni un detalle...

Y eso hice. Se lo conté todo, sin obviar el mínimo detalle mientras ella se puso a lamerme, a limpiarme como una perra lo haría con sus cachorrillos. Yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por esa ola de placer que me invadía. Sentía su lengua deslizarse por mi cuello, por mis hombros, por mis tetitas, por mi pecho, por mi vientre... Se acercaba cada vez más a mi sexo hirviente. Mi prima no hablaba, sólo emitía sonidos guturales, jadeos placenteros que mostraban a ciencia cierta que estaba disfrutando tanto como yo. Su lengua se perdió entre los trigales de mi monte de venus lamiendo y relamiendo los restos de su fraternal simiente...

Hummm... Qué rico... Qué gustoso... A ver, a ver... ¿qué tenemos aquí ? – dijo separándome las piernas tanto como pudo – Uaaauuuu... Qué olorcito tan bueno !

¿Sí... ? ¿A qué huele ? – le pregunté maliciosamente pensando si sería capaz de identificar el olor de mi meada.

Me abrió la vulva de par en par y me clavó su lengua en mi pringosa vagina arrancándome un estridente maullido de placer. Me dio unos cuantos profundos lametazos y me contestó con la boca y parte de su cara brillantes de mis calditos :

Eres una niña muy mala... Muy mala y muy guarra... Tu coño sabe a meados y a litros y litros de jugos de hembra caliente... Tu coño sabe a gloria ! ! !

Y dicho esto, se sumergió de nuevo entre mis piernas para deleitarme con toda la sabiduria de su golosa lengua. El primer orgasmo llegó rápido y violentísimo;  Aurelia me pellizcaba con fuerza los pezones mientras me chupeteaba magistralmente el clítoris :

Caray, te corres demasiado pronto... No me dejas ni tiempo para saborear este extraordinario chochito...

No te preocupes por eso, prima... Puedo correrme tantas veces como quiera...

¿De veras ? ¡Qué suerte, la tía ! Yo después de correrme me quedo como muerta... Bueno, ya lo has visto...

Yo también, no creas... pero lo que pasa es que resucito muy deprisa... ¡Je, je, je ! Sigue comiéndome y lo comprobarás enseguida...

En efecto, esa noche Aurelia pudo verificar por si misma que su primita Sandra era una mujer insaciable, capaz de encaminar una serie interminable de orgasmos... Y aún tuve ocasión de procurarle otros dos a la cerda de mi prima que terminó por rendirse agotada :

Sandrita, no puedo más... Me caigo de sueño y de cansancio... Pero te juro por todos los dioses que jamás he disfrutado tanto como esta noche...

Gracias, cielo... Tú también me has dado muchísimo placer – yo había perdido la cuenta de mis orgasmos ; siete... ocho – Es más, me hubiera gustado que fueras tú la que me desvirgase... – le decía esto porque a pesar de que estuve esperando a que me hiciera lo mismo que yo a ella : en un momento de increíble frenesí me pidió que le metiera la mano entera ; no lo hizo y se contentó con jugar con mi ano-

Ya lo sé, Sandrita... Pero no soy yo quién va a desvirgarte...

¿Quién entonces ? ¿Cuándo ? Si seguís calentándome así voy a terminar metiéndome un pepino...

Quién... No puedo decírtelo todavía... Cuándo... Quizás mañana... Tenemos tiempo... Ya te he dicho antes que están todos locos por follarte... Todos...

Está bien... Cómo quieras... Estoy a vuestra entera disposición... – y me puse de nuevo a toquetearla, a mordisquearle el cuello y a darle lengua...

Calma, calma, Sandrita... Durmamos un poco, ¿vale ?.

Y dicho esto, apagó la luz y girándose de espaldas a mi se puso de nuevo en posición fetal presta a dejarse mecer por los brazos cálidos de Morfeo. Resignada, pero extremadamente contenta, me pegué a ella, mi vientre contra su acogedor trasero y mi brazo y mi mano derechos envolviéndole sus voluminosos mamas :

Buenas noches, prima...

Pero ya no hubo respuesta alguna.

Continuará...