El cortijo (5: último)

Y llegó el momento tan deseado: perdí mi virginidad... Pero gané el descubrimiento de mi verdadera naturaleza: caliente, insaciable... siempre dispuesta!

EL DESPERTAR DE SANDRA – CAPITULO V (y último) – MI DESVIRGUE.

Dejamos pues al alcalde encerrado y en pelotas en el cuarto colindante a su despacho y nos fuimos corriendo con la intención de volver al cortijo lo más pronto posible ; de ninguna de las maneras queríamos estar presentes cuando le abrieran la puerta. Ya veríamos al dia siguiente lo que iba a pasar ; aunque mucho me temía que aquella historia no podía tener un final feliz.

Como decía al final del capítulo anterior, mis tíos y su pareja de amigos –Soledad y Braulio- bailaban animadamente en la parte de la plaza habilitada como pista de baile. Nos dirigimos hacia ellos. Ahora el problema era saber cómo íbamos a volver al cortijo puesto que habíamos venido con un solo coche.

¡Ah, estáis aquí ! ¿Dónde os habías metido, pendonas ? – nos preguntó mi tia alegremente. Iba completamente puesta, borracha como una cuba y con el escote de su vestido aún más abierto que la última vez que la había visto.

Por ahí, mamá... Dime... No me encuentro muy fina y me gustaría volver a casa – en estas que Sole y Braulio se acercaron a nosotras.

Míralas... ¿Qué ? ¿Os marcáis unos pasitos con nosotros ? – Braulio me cogió de las manos con la mirada encendida. Este también lleva una buena trompa encima, pensé.

No, no... Otro día. Estamos muy cansadas y queríamos volver a casa. – le interrumpió Aurelia.

Braulio que no me había soltado las manos, me apretujaba contra su vientre simulando un paso de baile.

Yo os puedo acompañar. Pero antes, Sandrita tiene que concederme un baile. –dijo el pelirrojo calentón.

Aurelia me miró suplicante, de tal manera que comprendí en el acto que debería aceptar que Braulio bailara conmigo o lo que iba a ser lo mismo, que durante unos minutos me dejara magrear, sobar y vete a saber qué más, con tal de que estuviera lo suficiente satisfecho para acompañarnos a casa.

En estas la orquesta acabó su pasodoble y tras unos segundos de silencio musical y de enfervorizados aplausos se pusieron a tocar una lenta, Hey Jude de los Beatles, lo cual dio alas a Braulio para agarrarme todavía más fuerte.

Mientras bailas con él voy a buscar a Juani – dijo mi prima.

¿A Juani ? ¿Para qué demonios quieres ver a esa... ? – su madre le replicaba.

Tengo una cosa que darle. – la llave, pensé yo enseguida. - ¿La habéis visto ?

Sí. Está hablando en la barra con el doctor Torres – respondió Jacinto, mi tío.

OK. Me voy para allá y cuando vuelva nos acompañas, ¿vale ?

Estaba un poco mosqueada. Allí nadie me consultaba nada. Empezaba a sentirme como un puro objeto sexual. Pero, a decir verdad, no me disgustaba tanto. Desde que había llegado ahí, me sentía deseada por todos los hombres y mujeres que se cruzaban en mi camino. Y eso, estimados lectores, eso es algo que a toda mujer encanta y excita en cantidad.

Jacinto y Lola se volvieron a abrazar y empezaron a bailar muy pegados. Yo le pasé los brazos en torno al cuello y dejé que su camisa empapada de sudor se pegara a la tela de mi vestido. El me cogió por la cintura con poca delicadeza. Sole nos miraba con los ojos entornados por los vapores del alcohol :

¡Tú, pendejo ! No olvides que estás en pleno centro de la plaza mayor...

Tranquila, vieja... Luego me ocupo de ti.

Y dicho esto, Aurelia se alejó acompañada de Sole y Braulio empezó a recorrer toda mi espalda con sus manazas calientes a la vez que iniciaba un lento vaivén rotatorio de sus caderas contra las mías comunicándome sin más tardanza toda su calentura.

Sole es una mujer fantástica. Llevo treinta años con ella y no ha cesado ni un momento de ponerme cachondo...

Podía sentir su aliento de borracho llegarme a todos los orificios y su olor penetrante, mezcla de sudor y aftershave barato bañarme todos los poros de mi piel. A pesar de que mi mente no estaba para esos lances pues seguía pensando en lo que acabámos de vivir con el alcalde, mi cuerpo, maldito traidor, empezaba a reaccionar agradablemente al contacto adiposo y húmedo de Braulio y a las caricias impúdicas de sus manos.

Si tan fantástica es... ¿Por qué te has empeñado en bailar con una mocosa como yo ?

Me pegué a él tanto como pude. Mis pezoncitos, siempre los primeros en activarse, rozaban y rozaban la tela de nuestra vestimenta enviando punzantes descargas a mi coñito que las recibía contentísimo, mojándose instantáneamente. El me correspondió sobándome las nalgas sin vergüenza ni disimulo.

Tú eres especial...

¿Especial ? ¿Qué tengo que tu mujer no tenga ?

Como éramos más o menos de la misma altura, esto último se lo dije cara a cara, tan cerca de él que nuestras narices se tocaban. Aquello provocó en él una reacción para mí inesperada y comenzó a besarme y a intentar abrir mis labios con su lengua pastosa. No quise acceder a su ataque y le dije con una gran sonrisa lasciva dibujada en mis labios :

No creo que sea una buena idea, abuelete... ¿Qué iban a pensar las buenas gentes de este pueblo ? Una niña de quince años inocente y cándida siendo morreada por un viejo verde...

Sin dejar de bailar mirándole fijamente, le saqué la puntita de mi lengua y se la acerqué a medio centímetro de su boca.

Esto es lo que tú tienes de más que todas las mujeres que he conocido...

¿El qué... ? – le susurré frotando mi entrepierna en la suya.

¡El vicio !

Esta vez le dejé hacer. Abrí los labios, los pegué a los suyos y dejé que su veterana y experimentada lengua se entretuviera en todos y cada uno de los rincones de mi golosa boca. Su lengua sabía a vino y a cubata, un gusto dulzón que excitó soberanamente mis papilas.

Yo ya había besado a varios chicos en el instituto y también a Aurelia y a Lola, pero ese beso era distinto a todos... Quizás por lo inesperado, quizás, simplemente porque era la primera vez que me besaba un hombre de verdad... Años después y tras haber morreado infinidad de bocas pude llegar a la conclusión que Braulio era un auténtico maestro del beso, que su lengua tenía vida propia y que químicamente había algo en su saliva que era para mí un detonante increible de placer.

Estuvimos así un buen rato. La canción era larguísima. Nuestro beso me estaba calentando a marchas forzadas. Podía percibir como mi clitoris se endurecía reclamando una pronta atención... Como mi sexo se inundaba sin cesar, se abría, se dilataba, se contraía en espasmos cada vez más acelerados. Las manos, el vientre, el torso de Braulio me transmitían un calor sofocante. Y yo seguía bebiendo de su boca, chupándole la lengua, mordiéndosela como si fuera una polla...

Cuando estaba a punto de correrme la canción llegó a su fin. Al abrir de nuevo los ojos, me encontré rodeada de Jacinto y Lola, de Aurelia y de Sole... y de un hombre al que no conocía pero que pronto me iba a ser presentado. Sole fue la primera en hablar :

¡Joder, cariño ! Te había pedido que fueras con cuidado...

Es culpa mía, Sole – le dije con cara de arrepentimiento- Le he pedido que me enseñe a dar un beso y Braulio – lo miré guiñandole el ojo- me ha enseñado... muy bien.

¡Venga ! No podemos perder más tiempo – dijo cortante Aurelia- Ya le he dado eso a Juani y...

¡Ala ! ¡Pues vamos ! – Braulio bien contento de poder pasar otro ratito caliente conmigo.

Antes de que os marchéis quisiera presentarte, Sandra, al doctor Torres. – Lola intervino con mucha diplomacia.

Me fijé en él. Era un hombre alto, delgado, elegante... Guapísimo... A pesar de que se veía que no era ningún jovencito, no aparentaba ni mucho menos los setenta años que me habían dicho que tenía. Le tendí la mano y la cogió entre las suyas –unas manos de largos dedos y uñas perfectamente recortadas ; unas manos de pianista, que diría mi abuela que en Gloria esté- besándola a la manera aristocrática.

Te he cogido hora para mañana a las doce – prosiguió mi tía.

¿ ... ? – me la miré con mirada interrogativa.

El Doctor ha sido muy amable y va a abrir su consultorio expresamente para ti...

¿Para... ? – yo seguía, tonta de mí, sin comprender.

El Doctor te va a hacer un reconocimiento completo. Le he dicho que tomabas la pastilla y quiere ver si es la más adecuada para tu naturaleza. Tiene muchísima experiencia y ya antes se ocupó de Aurelia y de muchas otras...

Y de nosotras también, ¿verdad Doctor ? – dijo Sole sin dejar lugar a dudas que ese hombre era el Casanova del pueblo.

Todas ustedes – contestó con voz de actor hollywoodiense- han sido y son encantadoras y me place ofrecer todo mi saber medical altamente profesional al servicio de tan noble causa...

¡Corte el rollo, Don José ! ¡Que medio pueblo lleva cuernos gracias a su saber medical ! – le soltó Braulio que no dejaba de enlazarme por la cintura para mostrar a todo quisqui que esa niña le pertenecía.

No sea usted bruto, Don Braulio...

Aurelia, impaciente me cogió de la mano y dirigiéndose a Braulio :

Bueno, ¿qué ? ¿Nos llevas o qué ?

Nos despedimos apresuradamente no sin que antes Sole se acercara a mi para decirme al oído :

No te preocupes, pequeña. Este hombre es un ángel y todo lo que te hace... ¡divino !


Nos dirigimos hacia el aparcamiento. Aurelia caminaba con paso acelerado delante nuestro. Braulio marchaba junto a mi cogiéndome por la cintura. De hecho, se apoyaba en mí ya que la cantidad de alcohol que llevaba en las venas le impedía caminar derecho.

¿Dónde has dejado el coche ? – preguntó mi prima.

Cerca de... ¡Ostia ! ¡No me acuerdo !

Aurelia... Creo que « Don Braulio » no está como para conducir – añadí preocupada.

Tiene razón, la niña... No estoy para conducir pero... para otras cosas... – dijo esto tocándome descaradamente el culo.

Fue Aurelia la que divisó el coche de Braulio. Le pidió las llaves y nos dijo que iba a conducir ella. Abrió las puertas con el mando centralizado y cuando iba a ponerse al volante Braulio le dijo cogiéndola del brazo :

Tu madre tiene unas tetas que me vuelven loco... Pero las tuyas...

Braulio empezó a sobarle los globos a mi prima. Esta se veía que no estaba por la faena.

¿Qué pasa ? ¿Qué nos has tenido bastante con meterle mano a mi madre durante la cena ?

Si no he podido... con tanta gente mirando... Anda, no seas mala y déjale mamar un poquito a tu padrino querido...

Braulio estaba muy borracho pero no lo suficiente como para no aprovechar cualquier ocasión para llevarse un buen par de tetazas a la boca. Le desabrochó el vestido y el par de melones de Aurelia aparecieron opulentos. Mi prima se los cogió entre sus manos y dijo :

Anda, padrino... Chúpalos, mámalos...Pero sólo un poquito... un poquiiitooo...

Y ahí, en medio del aparcamiento, ante mi mirada excitada y quizás la de algún otro pueblerino desprevenido, Braulio se puso a succionar sin mesura ni discrección los pezonazos generosos de mi primita.

¡Hummm ! ¡Pero que riiiicos ! ¡Qué bueeenooosss !

Me acerqué para ver más de cerca aquel amamantamiento entre ahijada y padrino. Mi prima cerraba los ojos y su lengua recorria la comisura de sus labios en signo de puro placer. Una de las manos de Braulio se había deslizado bajo su falda y alcanzado su objetivo pues mi prima empezó a jadear ostensiblemente.

Tras unos segundos de pajeo manual y sin dejar de chuparle las tetas, Braulio sacó la mano y mostrándome dos de sus dedos empapados de zumo de coño, dijo con tono orgulloso :

Ves, Sandrita... Yo no soy el doctorcito ese de los cojones, pero también sé hacer cosas divinas...

Estaba tan caliente que mis reacciones estaban ya fuera de todo control. Le agarré la mano por la muñeca y me llevé sus dos dedos pringosos a la boca, lamiéndolos, chupándolos como si fueran una buena polla y reconociendo en el acto el sabor inconfundible del chocho de mi prima. Esta, fuera de sí, miraba al uno y a la otra, con la boca entreabierta y jadeante. Sus tetas brillaban a la luz de luna como faroles de feria y sus pezones enrojecidos e hinchados de tanta succión parecían titilear como puntas de metal candente.

Aurelia se levantó la falda, la sujetó entre sus dientes y separando las piernas se puso a gritar :

¡Comedme el coñooo ! ¡Que no puedo maaaassss !

Mi prima deseaba que le hicieramos una buena lamida de chocho. Por mi parte no tenía ningún inconveniente ; ya le estaba yo cogiendo el gustillo al conejo. Aparté con suavidad a Braulio y me arrodillé entre las piernas de mi prima. Levanté hacia ella la cabeza y le dije :

¿Qué lengua prefieres ? ¿La mía o la suya ? Que Braulio tiene una que hace maravillas...

Chupaselo tú, Sandrita que yo... – se bajó la bragueta y se sacó su miembro erecto y rosado y su par de cojones envueltos de pelirrojos pelillos - ... que yo me la voy a follar acto seguido.

¡Qué dilema ! Ante mí dos frutas hermosas listas para ser devoradas pero por una sola boca. Opté por una solución salomónica y le di, primero lengua a mi prima y mano al padrino y a continuación, mano a mi prima y lengua al padrino... Y así iba haciendo hasta que Aurelia – o fue Braulio, qué mas da- gritó :

¡Follame ! ¡Fóllame ! ¡Fóllame !

Yo había cumplido con mi trabajo a la perfección. La prueba fue evidente. Aurelia acostada sobre el capó del coche con las piernas abiertas a más no poder y Braulio sin siquiera bajarse los pantalones la penetró con una violenta embestida, una salvaje y única embestida que los catapultó a los dos directamente al orgasmo :

¡Aaaaaaaaaaaahhhhhh ! ¡Oh-oh-oh-oh-ooooooooh ! ¡Aaaaarrrrrrrr !

Braulio se derrumbó casi inconciente sobre mi prima y ésta buscándome, con la mirada perdida consiguió decirme :

¡Ay, Primita ! ¡Que nos vas a matar a todos !

Aurelia se sacó de encima al pobre de Braulio quien tambaleándose y sin guardarse el pajarín en la jaula fue hasta la parte de atrás del coche y se tumbó sobre el asiento sin mediar palabra. Mi prima se abrochó el vestido, se alisó la falda y se metió al volante. Me senté a su lado y cuando arrancaba le pregunté :

¿Ya no te duele el culo ?

Un poco... sí... me escuece... Al llegar me pondré una pomada que va muy bien para estas cosas.

¿Ya no quieres que te dé unas friegas ?

Sandra, por Dios... Que contigo las friegas terminan siempre en refregados...

Mmm... Cambiando de tema... Es el doctor Torres ¿no ?

No... ¿qué ?

El que va a desvirgarme...

Mmm...

¿Sí o no ?

¡Sí ! ¿Qué pasa ? ¿No te gustan los viejos ?

No es eso... No... Si lo encuentro muy atractivo... Y muy educado...Pero es que me pensaba que iba a ser Ismael... o tu padre... Incluso he pensado que iba a ser Braulio...

Me giré para ver que hacía éste en el asiento de atrás. Espachurrado y medio durmiendo la mona todavía le quedaba un mínimo de fuerzas para abrir un ojo y guiñármelo. Me fijé que seguía con la bragueta abierta y se tocaba el cipote como quien acaricia la cabeza de un niño.

¡Ja, ja, ja ! Mi padrino es un calentorro de primera que se folla todo lo que le cae a tiro pero, no es para ti... No es para la primera vez...

¿A ti también te desvirgó el doctor ?

Pues claro...

¡Cuenta... cuenta !

Ni hablar, golfilla... Dentro de unas horas lo vas a descubrir por ti misma... Mira, voy a decirte una cosa...

Y mi prima me contó brevemente la historia de Don José Torres, que había llegado al pueblo hacía treinta años, que acababa de enviudar y que la mitad de las mujeres del pueblo se ofrecieron para consolarlo. Cuando Aurelia tuvo la primera regla a los doce años, su madre la llevó a ver al doctor y le pidió que cuando lo creyera oportuno hiciera lo necesario para para que la niña estuviera lista para ser mujer adulta. Fue a los quince años que Don José se decidió a desvirgarla y aunque mi prima no me contó ningún detalle me dijó simplemente que le quedaba un recuerdo fantástico e imborrable de ese día.

Pero... durante esos tres años, de los doce a los quince, ¿qué te hacía cuando te examinaba ?

Mi madre me llevaba dos veces al año. Entraba en su consultorio, me hacía desnudar por completo, me hacía estirar en la camilla y me pedía que abriera las piernas... Fue él quien me ayudó a descubrir mi cuerpo, mis zonas erógenas... Tiene unas manos... Ya veras...

¡Primita, que me estás calentando... !

Resérvate un poco, cachonda... Aunque tú no tienes ni idea de lo que significa reservarse...

Braulio se había dormido. Roncaba ligeramente y seguía agarrándose el muñeco como un bebé el osito de peluche.

Y Braulio... ¿De dónde le viene la obsesión por vuestras tetas ?

¿Por qué lo preguntas ? ¿Te parece raro ?

No... ¡Qué va ! Pero estoy segura que detrás de todo esto hay una suculenta historia...

A ver si tengo tiempo de contártela que ya estamos llegando... ¿Te acuerdas, ayer, cuando mi madre le recriminó a mi padre que éste le sacara las tetas en público a la mínima ocasión ?

Sí, claro que me acuerdo... Calla... Ya veo adónde quieres venir...

Brevemente, mi prima me explicó que cuando nació fue cuando empezaron a frecuentarse con la familia de los Dicenta. Una noche, estos últimos los habían invitado a cenar a su casa y mis padres fueron con Aurelia que entonces sólo era un bebé y sin Ismael que por entonces iba a un internado. En un momento, en plena cena, mi prima se puso a berrear reclamando alimento. Su madre la tomó en brazos y sin dejar la mesa, delante de Soledad y Braulio, se desabrochó la blusa y sacó sin pudor alguno uno de sus descomunales pechos repletos de leche...

... parece que yo me puse a mamar desesperadamente durante varios minutos de una sola de aquellas mamas gigantes y que durante ese tiempo nadie pronunció palabra alguna. Finalmente me quedé dormida y mi madre me volvió a poner en la cunita...

Muy romántico, prima... Pero, seguro que la cosa no iba a acabar así...

En efecto ; sólo acababa de comenzar... Lola se sentó de nuevo a la mesa pero sin esconderse el seno cuyo pezón inflado y rojo como una cereza goteaba perlas de leche blanquecina...

... mi padre se la miraba orgulloso y Braulio y Sole, ambos boquiabiertos, la contemplaban llenos de admiración y deseo... Entonces, mi madre les dijo que le dolían un montón las tetas, que tenía demasiada leche y que si querían la podían...

... ¡ ordeñar !... Como a una buena vaca lechera...

Así fue... Lola abrió su escote de par en par y sacándose los pechos se los ofreció para que mamaran todo cuanto quisieran. Mis padrinos – porque desde ese día se convirtieron en mi padrino y mi madrina- se miraron sorprendidos y tras buscar el asentimiento de mi padre se agarraron cada uno a una teta y se las mamaron hasta que no le quedó ni una gota...

Ya llegábamos al cortijo. Aurelia quiso terminar su historia diciéndome que su madre con el embarazo y la maternidad lejos de perder el apetito sexual se había convertido en una auténtica ninfómana y que aquella sesión de mamoneo la había puesto tan cachonda que necesitaba que se la follaran enseguida. Retiraron los platos de la mesa, mi madre se desnudó por completo y tumbándose sobre la mesa les pidió que le calmaran como fuera el fuego que la devoraba por dentro. Sole comprendió que esa noche la protagonista no era otra que Lola y por eso se eclipsó llevándose al bebé a la habitación de al lado. Cuando regresó, los encuentro a los tres en el suelo ; Jacinto y Braulio le estaban haciendo un sabrosísimo bocadillo, el primero de su vida : su marido por el coño y Braulio por el culo. Lola tuvo un orgasmo rápido, impresionante... Y cuando vio que los dos estaban a punto de correrse les suplicó que eyacularan en su boca, que necesitaba beberse toda su leche para recuperar la que se le habían mamado...

Es Sole la que me lo contó todo... Me decía que ver a su marido dandole por el culo a su mejor amiga y después soltarle toda su lefa en la boca la había dejado tan caliente que no pudo evitar de masturbarse delante de ellos...

Ya hemos llegado... ¡Braulio ! – le chillé girándome y alargando el brazo le agarré el paquete.

¿Eeeh ? –respondió el padrino medio sonámbulo.

Dejemos que duerma un poco la borrachera... – dijo Aurelia- Después ya vendremos a despertarlo.

Después... ¿de qué ? ¿no íbamos a acostarnos ?

Sí, claro... Pero antes quiero presentarte a « Tronco » - me contestó mi prima saliendo del auto.


No creo haber sentido nunca después en mi vida una excitación tan extraña, tan intensa. Lo que había empezado a dislumbrar en aquellas fotos ahora lo podría ver con mis propios ojos.

Al llegar a las cuadras, Aurelia encendió las luces y cogiéndome de la mano me llevó hasta el lugar que servía de aposento a su « novio ». Un intenso olor a heno, a paja y a animal encerrado llenaba el aire. Me temblaban las piernas de nerviosismo y excitación. Mi prima abrió la puerta del vallado y el burro se acercó relinchando contento al reconocer a su querida ama :

Sandrita, te presento a Tronco – me dijo acariciándole la cabeza.

Nunca había visto un burro de cerca. Era un magnífico animal, de pelaje gris oscuro y reluciente. Por las fotos me lo había imaginado más pequeño pero ahora que lo tenía ante mí me pareció más grande, más impresionante. Me agaché para verle la verga pero ésta aún estaba escondida en su bolsita peluda. Sin embargo, dos impresionantes testículos daban muestra de su potencia de macho.

Ven... Acaricialo... – me decía mostrándome como debía hacerlo- Primero así, el hocico y las orejas... Le encanta... Sigue... Bien, bien...

Estuve acariciándole la cabeza un buen rato al burro. Mientras tanto, mi prima se había despojado de su vestido y poniéndose la cabeza del animal entre los pechos me pidió que siguiera acariciándolo por el lomo, con suavidad y siempre siguiendo la dirección del pelaje. Tronco parecía reconocer el olor de su hembra pues se puso a propinarle unos extraordinarios lengüetazos en las tetas que fueron acogidos por mi prima con gemiditos guturales de placer :

¡Hummm ! ¡Cómo le gusta a mi Tronco chuparle las tetas a su burrita ! ¿Eh que soy tu burra caliente ? – Aurelia se agarraba las tetazas con ambas manos mostrando a su Tronco dónde debía lamer.

¿Me dejas ? Quiero ver que se siente al ser lamida por una lengua tan ...

Desnúdate y lo compruebas tú misma.

Me desnudé deprisa sintiendo como la calentura me embargaba todo el cuerpo y como, a pesar del calor sofocante que reinaba en el establo, todos mis pelillos se erizaban ante los escalofrios placenteros que me recorrían el espinazo. Entretanto, mi prima, poseida por el diablo de la lujuria, le frotaba con sus tetas recostada sobre el lomo del animal.

Me puse como ella segundos antes pero el burro se limitó a olerme el pecho con su hocico humedecido sin obsequiarme con las tan deseadas lamidas :

Aurelia... ¡No hace nada !

Es que no reconoce tu olor... Espera... Vamos a probar esto.

Mi prima se metió dos dedos en su mojadísimo coño y con ellos me frotó las tetitas aprovechando la ocasión para pellizcarme mis erectos pezones. Tronco soltó un bufido cálido e intenso y se puso a lamerme con gula animal.

¡Qué pasada de lengua, Dios ! ¡Qué gusto !

Su lengua enorme era muy húmeda y un tanto rasposa. Mis sensibles pezones enrojecían y se endurecían cada vez más al contacto brutal de ese fenomenal ápice que me estaba procurando un placer exquisito.

¡Ven ! ¡Mira ! ¡Date prisa ! Parece que tus tetitas lo excitan...

Aurelia se había arrodillado a un lado del burro, cerca de sus patas traseras. Me arrodillé a su lado y contemplé extasiada como su verga salía de su funda y crecía y crecía y crecía. Mi prima le acariciaba el vientre y sus caricias se acercaban cada vez más a la base de ese miembro descomunal. El animal se puso a relinchar y yo me asusté...

Tranquila, tranquila... No pasa nada... Nos está diciendo que le gustamos mucho y que quiere montarnos...

Mis ojos se habían quedado fijos ante esa monstruosa polla. Era larga como más de medio brazo de los mios y gruesa como uno de los de Aurelia. Yo me esperaba algo gordo, pero no tanto... Algo más en consonancia con las dimensiones del animal :

Pero... ¿cuánto debe medir eso ? – pregunté perpleja

Y yo qué sé... ¿Qué importancia tiene ?

Es que me parece enorme para un burrito ...

Tronco es un semental – dijo orgullosa mi prima- y como tal está concebido para montar...

Aurelia se escupió en las manos y enseñándomelas me pidió que añadiera mi escupitajo al suyo. Se frotó las palmas de las manos con nuestra saliva y me dijo :

Fíjate bien... Ahora verás de lo que es capaz mi Tronco.

Con ambas manos le agarró el mamporro y se lo empezó a pajear, primero con suavidad y poco a poco acelerando el meneo. Tal como estábamos arrodilladas, la polla del burro estaba dirigida a mi cara y a mi pecho. Tronco parecía inmóvil, como si aquello no tuviera nada que ver con él.

¿Has visto, primita, que hermosura ? ¡Tócalo, anda !

Aquella verga negruzca tenía un capullo gordo como un puño y con una curiosa forma de corazón de alcachofa ; y en su centro un orificio del diametro de mi meñique por el que aquella bestia debía eyacular y orinar –claro, pensé, por dónde iba a ser si no-. Tímidamente le toqué la punta con las yemas de los dedos. Mi prima me incitó a no ser tan precavida :

¡Cójesela fuerte ! ¡Con las dos manos ! ¡Que sienta la fuerza de tu deseo por tener su polla clavada en tus entrañas !

Las palabras de Aurelia hicieron que mis temores y mi timidez desaparecieran. ¡Qué sensación más brutal la de sentir ese mástil de carne caliente y dura palpitarme entre las manos ! ¡Qué proeza de la naturaleza !

Acompasamos el movimiento masturbatorio de nuestras manos en una cadencia lenta, de una belleza plástica que me hubiera gustado que quedara plasmada en fotos como las que le hicieron a mi prima el año antes.

Sandra...

¿Qué ?

¿No quieres chupársela ?

¿Yo ?

Bien se la has mamado a Bruto, ¿no ?

Mi coñito era un auténtico manantial. Mi clítoris y mis pezones me dolían de tanta excitación. Acerqué mi boquita angelical a la verga del burro y empecé a darle besitos y a degustarla con la puntita de la lengua. ¡Qué olor tan penetrante ! ¡Qué sabor tan delicioso ! Me sentía embriagada, extasiada... Los cinco sentidos me decían que era la más guarra de las mujeres, la más cerda, la más caliente de las putas de aquel burdel...

Aurelia pajeó con fuerza la tranca del burro y yo abrí la boca con la intención de metérmela hasta la campanilla. Sin embargo, lo que recibió mi garganta con inusitada violencia fue una cantidad tal de esperma animal que creí por un momento que me estaban estragulando. Tragué en el acto buena parte de ese abundante caudal de semen sin apenas poder saborearlo. Instintivamente eché la cabeza hacia atrás y engullí el resto que me quedaba en la boca. Mi prima se reía satisfecha sin dejar de masturbar al animal:

¿No querías leche de burro, primita ? ¡Abre la boca, Sandrita !

Un segundo chorro de nata líquida espesa y caliente se estrelló contra mi cara. Mi prima dirigía aquella inagotable manguera regándome sin tregua. Me llevé las manos a la cara como para protegerme de otros ataques :

¡Santo cielo ! ¡Cuánta leche ! – con los dedos me sacaba como podía de los ojos pingajos de lefa que tenían la consistencia y el color de la leche cuajada.

El tercer chorro fue dirigido contra mi cuello y mi pecho. Mis tetillas se estremecieron complacidas y con las manos las masajeé con fruición. Después las deslicé hacia mi vientre y seguí acariciándome bañada toda entera como estaba de esa colosal corrida.

Aparentemente, Tronco no había hecho más que empezar la fiesta. Mi prima me empujó a un lado y me dijo :

¡Ahora me toca a mí !

Se metió rauda la punta de aquel surtidor en su boca y pude observar entre mis párpados medio pegados de esperma, como aquel animal seguía corriéndose entre rebuznos de placer. Aurelia con la cara desencajada, acogía en su garganta toda esa lefa profiriendo unos grititos guturales que como un mantra animal daban muestra del placer sexual que la inundaba.

Separé un poquito mis piernas, lo justo para poder acariciarme mientras contemplaba los últimos momentos de aquella increible felación. Grité con todas mis fuerzas al sentir la extraordinaria violencia del orgasmo convulsionar mis entrañas. Aurelia se giró para mirarme y pude ver como se relamía los labios y como de su boca salían regueros de blanco semen que goteaban cuello abajo.

¡Acércame esa banqueta ! – dijo, mostrándome un banco alargado y bajo que se encontraba detrás de nosotras.

Me levanté como pude. Me sentía completamente embriagada, agotada... las piernas me temblaban y podía notar y sentir la textura pegajosa y húmeda del semen de Tronco por todo mi cuerpo. ¡Y aquel olor ! ¡Todo el establo olía a esperma y a sexo de mujer insaciable !

Le acerqué la banqueta. Aurelia la puso bajo el vientre del burro. Por encima extendió su vestido y se estiró sobre ella :

Ahora vas a ver, Sandrita, porqué no necesito a ningún hombre... Pero primero debes hacer como antes... Acariciale la cabeza ...

Pero yo quiero ver como te folla...

¡Haz lo que te digo ! Sólo un momento y después ...

Tronco no tardó nada en reconocer el olor y el sabor de su leche y me deleitó con múltiples lametones por el cuello, por las tetas...

¡Así, mi Tronco ! ¡Asííí !

Aurelia gozaba como una burra. Su coñazo abierto acogía el poderoso miembro del burro que se había empalmado de nuevo con una rapidez sorprendente. Mi prima lo sostenía con ambas manos, en una posición muy incómoda pero que le permitía introducírselo como si se tratara de un consolador gigante.

¡Ooooohhh ! ¡Uuuuiiiihhh ! ¡Oaaahhhh !

¡Goza ! ¡Goza, prima, goza !

Le retiré las manos de la verga de Tronco para que pudiera dejarse follar con más comodidad y se la agarré con las mías metiéndosela aun más profundamente. Aurelia empezó a arquearse, a levantar el culo del banco y contornearse de atrás hacia delante. Yo estaba boquiabierta ante el espectáculo alucinante que se me ofrecía : la vagina de mi prima dilatada al máximo y una porción impresionante del falo del burro metida hasta el fondo...

¡Aaaaoooo ! ¡Aaaaiiiiioooohhhh ! ¡Quiero corrermeeee ! ¡Quieeeero coooorrrermeee ! ¡Daaaleee... Sandraaaa !

¡Si, amor mío ! ¡Te la voy a metar todaaaa !

Pero como si Tronco hubiera escuchado las súplicas de su ama, rebuznó un par de veces e hizo un movimiento brusco con sus patas traseras hacia el frente que propulsó su verga con fuerza hacia el interior del coño de Aurelia.

Me asusté tanto que solté el mamporro de golpe. Mi prima se había quedado con los ojos en blanco y su boca, completamente abierta y jadeante, sólo alcanzaba a emitir un quejido grave y lancinante :

¡Arrrrrrrrrrrrrrr... !

¿Prima ? ¿Estás bien ?

Temía que esa bestia le hubiera partido la matriz. Pero, nada más lejos de la realidad. Mi prima se enderezó y agarrando de nuevo la verga siguió clavándosela violentamente mientras gritaba, gritaba sin parar :

¡Troncooooooooooo ! ¡Me muerooooooooo ! ¡Soy tu puta burraaaaaaaaa ! ¡Tu burraaaaa !

Entonces vi como de las paredes de su vulva se escurrían grandes cantidades de leche. Tronco se le había corrido dentro y el pobre animal intentaba ahora salirse sin éxito, pues Aurelia seguía bombeándose su polla en el coño.

¡Me has llenadoooo ! ¡Noto tu leche en mi vientreee ! ¡Me cooorrooo... Oootraa veeezzzz !

Aurelia se tumbó hacia atrás soltando su adorada presa, la cual salió de su chocho soltando un gracioso ¡plof ! que como si se hubiera tratado de un tapón de champán dejó salir un torrente de esperma casi igualito al que se me había colado garganta abajo minutos antes.

Mi prima se dejó caer a un lado del banco sobre la paja sucia, maculada de orines y esperma. Soltó un gran resoplido :

¡Fffffff ! ¡Estoy muerta ! ¡Este pedazo de bestia me ha reventado el coño !

La ayudé a levantarse y nos miramos :

¡Vaya par de guarras que estamos hechas ! ¿Eh, primita ?

Estábamos asquerosas, llenas de briznas de paja y pegotes de una substancia marronosa que prefirimos no averiguar que la componía.

¡Vamos a lavarnos y a dormir !

¿Y Braulio ? – le pregunté pensando en él por primera vez desde que habíamos entrado en las cuadras.

¡Ostia ! ¡Es verdad !


El coche había desaparecido y Braulio con él. Tiempo después pude saber que el pobre viejo verde había asistido a nuestra aventura zoológica y que lo que vió le había sacado la borrachera de inmediato. Después se lo contó todo a la zorra de su mujer que insistió tanto en querer vivir la misma experiencia que su ahijada que terminaron por montarle un fin de semana zoofílico completo : por la mañana Bruto, por la tarde Tronco y por la noche... Pero eso es otra historia que quizás os cuente algún que otro día.

Nos bañamos juntas. Nos lavamos la una a la otra. Yo le pedí que me contara todo lo que sentía al ser penetrada por una polla tan descomunal. Por mi parte le conté la sensación vertiginosa que me procuró la triple eyaculación de Tronco. Hablamos del gusto que tenía su leche comparada con el semen humano o con el de los perros. Reímos como niñas traviesas con la ocurrencia de que intentar tragarse todo lo que eyecta el pollón de Tronco era como querer beberse de un trago una botella de litro de yogurt líquido...

Aurelia había subido al cuarto de baño una botella de whisky. Decía que la mezcla de este alcohol con la leche de burro produce un efecto afrodisíaco que te renueva en un periquete las ganas de follar :

No creo que a ti te haga mucha falta, un afrodisiaco – le dije burlona.

¡Anda que a ti ! ¡Que te corres en menos de lo que canta un gallo ! Si no... ¿Cuántos orgasmos has tenido desde que llegaste ayer por la tarde ? ...

¡Uy ! ¡Ni idea ! ¿Veinte... treinta ? ¡Yo qué sé !

¡Jo ! ¡Qué envidia !

Antes de irnos a la cama todavía tuve la inesperada ocasión de gozar de nuevo. Todo fue porque estando en la bañera me vinieron unas ganas irrefrenables de hacer pis – orinar ha sido, a lo largo de mi vida, un problema pero también una fuente inagotable de sensaciones placenteras y de encuentros inopinados-.

Tengo ganas de mear... ¿Lo puedo hacer aquí ?

Pues claro, tonta... No te vas a salir de la bañera toda mojada para sentarte en la taza... Pero... Espera... ¡Ponte de pie !

¡Oh, noooo ! ¿Ya estás caliente otra vez ?

¿Tú no, cachondita mía ? Mi madre me ha contado lo bien que reaccionaste cuando se te meó encima... – dicho esto me puse de pie y ella sentada acercó su boca a mi chocho y abriendo la boca añadió - ¡Mea, Sandrita ! ¡Lléname la boca con tu meada !

Por mi mente todavía adolescente pasó como un relámpago una idea confusa pero que se iría imponiendo poco a poco con el paso de los años : había algo en mí que volvía locos de pasión a quienes me conocían y esa locura les volvía seres sumisos y prestos a dejarse dominar y a cumplir cualquiera de mis demandas. Aurelia era así... Entonces : por qué no darle el gusto.

Me abrí el sexo separando los labios con mis dedos y en un segundo comenzó a brotar un chorrito de transparente orina que describiendo una perfecta parábola fue depositándose en la voluptuosa boca de mi prima. Me esperaba que lo escupiera a medida que le iba llenando la boca pero en lugar de eso se lo fue tragando y tragando hasta que la fuente que manaba de mi coñito terminó por cortarse.

¡Vaya meada, niña ! ¡Riquísima ! Y ahora, un poco de marisco fresco !

Sin cambiar de posición pero apoyando uno de mis pies en el reborde de la bañera, le ofrecí mi jugoso higo para que me lo comiera como ella tan bien sabía hacerlo. Como la noche anterior en su cama, como esta misma noche en la alcaldía, se extasió ante la visión de mi protuberante botoncito y se entretuvo lamiéndolo, succionándolo, chupándolo :

¡Mmm ! ¡Qué bueno ! ¡Qué lengua tienes, mamona !

Siguió un buen momento comiéndome el chochito y sus manos me recorrían los muslos y se deslizaban hacia mis nalgas amasándolas divinamente :

¡Méteme un dedo en el culo ! ¡Metémelo !

Paró un instante de lamerme para concentrarse mejor en la penetración anal que le pedía. Parecía que tuviera miedo de desvirgarme el ano porque no se decidía a meterlo e iba dando rodeos entorno al ojete que me estaban poniendo nerviosa :

¡Metémelo, yaaaa ! ¡Y sigue chupando, cojones !

Mis agresivas palabras le encendieron la lujuria y sin delicadeza alguna me introdujo no uno sino dos de sus dedos hasta el fondo :

¡Ahhh ! ¡Así, puta, así ! ¡Voy a correrme en tu cara !

Tuve un nuevo y extraordinario orgasmo. Lo deseaba interminable, que me agotará definitivamente para esa noche. Obligué a mi prima a seguir chupándome. Le asía la cabeza con mis dos manos y la frotaba contra mi sexo. Ella seguía jugando con su lengua, lamiendo, bebiendo mis juguitos... y sus dedos, entrando y saliendo de mi ano... Y lo consiguió... Y lo conseguí... Un clímax múltiple... Un extasis completo.

Ya en la cama, Aurelia apagó la luz y abrazándose a mí me murmuró :

Si te quedas a vivir con nosotros... Yo seré tu esclava.

No le contesté. Nos besamos tiernamente en la boca y nos durmimos.


Unos leves toquecitos en la puerta me despertaron.

¡Sandra ! ¡Baja a desayunar ! ¡Que son más de las diez ! – mi tía Lola era de nuevo la encargada de ocuparse de mí por la mañana.

Como pasó la mañana anterior, en la casa sólo estábamos mi tía y yo. La cama, a pesar del concienzudo lavado al que nos sometimos mi prima y yo, todavía olía a burro, a sexo... Deberíamos lavar las sábanas también, pensé. Me puse mi camiseta XXL que me servía de camisón y bajé a la cocina.

¡Buenos días, Tata !

¡Hola, bonita ! ¿Has dormido bien ?

¡Como un tronco ! – se me escapó.

Ya... ya... Si acaso me lo cuentas por el camino. Ahora quiero que desayunes como Dios manda y que luego te pongas bien bonita para ir a ver al doctor... Yo voy a ducharme y a vestirme mientras tanto.

Me dejó sola ante mi opíparo desayuno que devoré con unas ganas tremendas. La víspera, no había comido gran cosa en la cena del pueblo pero la corrida de Tronco me había dejado el vientre lleno ; debía estar llena de agentes nutritivos porque no recordaba que me hubiera acostado con hambre.

Subí al cuarto de baño. Todavía podía sentirse el calor húmedo, aunque mi tía ya no estuviera en la ducha. Los cristales y los dos espejos estaban empañados y flotaba en el aire un intenso aroma muy similar al que desprendían nuestras sábanas.

Me lavé los dientes. Hice mis necesidades como marca la norma, es decir, en la taza del váter y me metí en la ducha. Me enjaboné y froté todo el cuerpo... Me entretuve un buen rato con mi pelo y después me concentré en mi conejillo : quería que estuviera bien limpio para el doctorcito. A continuació, me puse un poco de jabón en la yema de los dedos y me hice un buen lavado del ano. ¡Ojalá estuviera mi primita aquí y ahora ! pensé.

Una vez en la habitación me vestí con unos tejanos claritos cortados a la altura de la rodilla y me puse una blusa blanca muy transparente. Evidentemente, sin sujetador y sin bragas. Me miré al espejo y me encontré super sexy y provocativa.

Me cepillé el pelo hasta que estuvo bien seco. Me lo até con una simple cola que resbalaba sedosa y dorada hasta media espalda. Al mirarme así, tuve la impresión que en dos días mi culito había tomado mayores proporciones : lo sentía tenso, duro y apretado bajo la tela del pantalón. Hum, estás más que buena, me dijé para mis adentros.

Seguidamente, me pinté las uñas de las manos de rojo sangre. Estaba muy orgullosa de mis manos y de mis uñas : eran delicadas y bonitas, muy femeninas. Y terminé con las uñas de los pies, del mismo color. Me calcé las sandalias y bajé.

¡Una auténtica diosa ! Eso es lo que eres. – me dijo mi tía en cuanto me vió.

Gracias, Tata. Tú también estás muy guapa. – le dije sinceramente.

¡Calla, calla ! ¡No digas tonterias ! Venga, vamos que ya son casi las doce.

Cojimos el mismo coche que la tarde noche anterior. Lola conducía con mucha más parsimonia que su hija.

Lo he lavado esta mañana... por dentro ¡Olía a fiera !

¿Por qué ? ¿Qué pasó ? – pregunté inocentemente.

¿Ya no te acuerdas de lo que les hiciste ?

Ya... Yo pensaba que quizás ocurriera algo más en el coche a la vuelta...

Oh... Pero que mal pensada que eres...

El consultorio del doctor Torres se encontraba a la entrada del pueblo. En un día festivo como aquel no tuvimos ningún problema en aparcar el auto justo delante de su puerta.

Estoy muy nerviosa, Lola...

Es normal, pequeña... ¡No se pierde la virginidad todos los días !

Pero... ¿por qué con él y no con Jacinto o con Ismael ?

Mira... Como quiero que entres ahí adentro con la conciencia bien tranquila, con serenidad te voy a decir rápido y clarito el porqué...

Mirándome a los ojos con una mirada llena de amor y comprensión, me explicó que la primera vez debe ser algo hermoso porque queda grabado en la memoria para siempre. Por eso, todos, incluidos mis padres – por eso me habían mandado de vacaciones al cortijo, mi madre, principalmente- creían que no era adecuado que el primero fuera un miembro de la familia, por mucho que todos, incluso yo misma, lo desearan. Además, ese hombre es un fuera de serie : miles de mujeres pagarían su peso en oro por haber sido desvirgadas por él.

Llamamos a la puerta. Unos pasos resonaron del otro lado. Y allí estaba él, como lo había visto la víspera, aún mejor : alto, delgado, guapo, moreno... Y vestido con una inmaculada bata blanca :

¡Buenos días, Doña Lola ! ¡Señorita Sandra ! ¡Pasen, por favor !

Lo seguimos con la sonrisa dibujada en nuestros labios ante tanta galantería. Fue entonces cuando me fijé que bajo la bata no llevaba nada : se podían ver sus pantorrillas desnudas –y depiladas- y además iba descalzo.

Nos abrió la puerta de su consultorio. Al entrar constaté que la decoración se correspondía muy bien con los modales anticuados del doctor : muebles rústicos y sobrios y en las paredes algunas láminas medicales que databan de una época bien lejana. La sala olía muy bien, no sabría decir, a hierbabuena, a tomillo. Las persianas de librillo medio bajadas dejaban entrar bastante luz a la vez que nos resguardaban de cualquier mirada furtiva del exterior.

Usted, siéntese aquí, Doña Lola... Cuando la necesite ya le pediré su amable colaboración – le indicó un sillón de estilo castellano situado a dos metros de la camilla que debía servir para las observaciones ginecológicas. – Y usted, señorita, puede despojarse de sus vestimentas...

Me miré a mi tía quien asintió con la cabeza. Se nos escapaba la risa a las dos. Pero aquel hombre hablaba muy en serio.

Me desnudé y le di la ropa a mi tía, la cual hizo un gesto de aprobación al ver que seguía sin llevar ropa interior.

Súbase aquí, por favor... Bien... Altura : 170 centímetros... Peso : 55.5 kilos

Luego me tomó la tensión, me midió el perímetro torácico, el diámetro pélvico... Comprobó mis reflejos, me miró la vista y el oído... Me examinó la garganta y me auscultó... Todo ello sin apenas tocarme, con un profesionalismo de lo más aséptico y desprovisto de cualquier forma de erotismo que pueda ir ligada a este tipo de « tocamientos ». No obstante, de vez en cuando, echando una ojeada a su bata a la altura del paquete, pude constatar con cierta vanidad que Don José Torres, médico y ginecólogo de todo el pueblo se estaba empalmando con sólo tomarme la tensión.

Está usted en perfecto estado de salud... Procedamos... Túmbese aquí, por favor.

Empezaban las cosas serias. Me estiré en la camilla sobre la que había dispuesto una sábana blanquísima y que olía a lavanda.

¿Así, doctor ? – decidida a provocarle abrí las piernas y apoyé cada uno de mis pies sobre los estribos dejándole bien a la vista mi reluciente chochito.

Sin perder su aplomo ni sus exquisitos modales retro, me contestó :

No, señorita Sandra. – accionó una palanca que hizo que la parte superior de la camilla (que estaba subida en posición de semi-asiento) descendiera suavemente hasta quedar horizontal – Por ahora, lo único que debe hacer es relajarse – me tomó las piernas por los tobillos y las dejó sobre la camilla un poquito separadas – y disfrutar del masaje que voy a efectuarle. Puede cerrar los ojos si lo desea...

Pero no los cerré. No quería perderme el más mínimo detalle de los preparativos que ese viejo casanova iba a realizar sobre mi jovencito e « inexperto » cuerpo. Lola nos miraba con los ojos brillantitos y una sonrisa satisfecha marcada en sus voluptuosos labios.

Don José se embadurnó las manos con un líquido aceitoso y transparente y empezó por aplicarme un delicioso masaje en los pies. Tomaba entre sus dedos cada uno de mis deditos y los sobaba como si hiciera pelotillas. Después me manipuló no sé cómo la planta de los pies y no pude evitar un reflejo de patada :

¡Me hace cosquillas !

Las cosquillas, señorita, excitan los sentidos... y provocan la risa... La risa es un poderoso estimulante... No olvide nunca este consejo : un hombre que la haga reir es un hombre que la hará gozar.

Decididamente ese doctor era extraño incluso en sus consejos, pensé. Pero el tiempo iba a darle la razón.

Tras los pies, siguieron las piernas, las rodillas... Me hizo descubrir cuan sensible tengo la parte posterior de las rodillas... Mi tía y mi prima tenían razón : ¡qué manos, por Dios, qué manos !

Cuando acarició mis muslos, solté un ligero gemido y en un reflejo inconsciente levanté un poco las caderas como para acercarle mi sexo a esos dedos de fuego :

¿Siente placer, señorita Sandra ? – me decía con su voz suave, grave y melosa a la vez.

¡Mmmmm ! ¡Sí ! Es muy agradableeee – sus manos se acercaban cada vez más a mi sexo.

Tiene usted un bellísimo cuerpo. Sus pies son delicados como los de una geisha. Sus piernas finas y elegantes como las de una bailarina del Bolshoi. Sus muslos esbeltos y duros... y su piel fina y suave como el terciopelo – sentía sus pulgares rozar apenas mis nalguitas.

¡Siii ! ¡Ohhh ! – la humedad incandescente de mi sexo me alertaba sobre la inminencia del orgasmo. Don José se percató de mi estado y su masaje se concentró en la parte superior de mis muslos.

Déjese inundar por el placer. Siéntalo en la piel. Siéntalo en el aire...

Cerré los ojos. Sentía una extraordinaria calor en mi vientre. Sus dedos, sus manos emanaban una energía erógena que colapsaba mis sentidos.

Señorita Sandra... Está usted a punto de alcanzar la cima. Sus órganos genitales están a su servicio. Todo su cuerpo vibra de placer. Mis dedos apenas la tocan pero es como si lo hicieran... La huelo, Sandra... Huelo el preciado perfume de su sexo en flor.

El doctor Torres apretó delicadamente mis muslos. Sus pulgares rozaban suavemente mi ano... Y exploté... En un espasmo de placer incontrolable cerré las piernas violentamente aprisionando entre ellas sus manos y me arqueé haciendo que éstas entraran en delicioso contacto con mi calentísima vulvita.

¡Siiiiiiiii ! ¡Dooooctoooorrrr ! ¡Qué placeeeeerrrr !

Mi tía rompió la magia del momento :

¿Lo ve, don José ? Ya se lo dije : la pequeña es multiorgásmica.

Doña Lola... por favor... Déjeme hacer mi trabajo...

Apartó sus manos de mí y me habló como si estuviéramos solos :

Mi joven señorita... Relájese y disfrute. Piense sólo en su placer...

Me cogió por la muñeca mi mano con la que había empezado a acariciarme el clítoris y la dejó pegada a mis caderas :

No se toque, por favor. La naturaleza la ha dotado de un sinfín de puntos erógenos y le ha ofrecido el don de obtener el maravilloso premio del orgasmo tantas veces como su mente se lo pida.

Vertió entonces un poco de aceite de masaje entre mis pechos. Y al igual que había hecho antes, me sometió a un intenso masaje sin llegar a tocar en ningún momento mis pezones, por arriba, ni sin llegar a mi vello púbico, por abajo :

¡Qué delicia, doctor !

Es usted quien es pura delicia, jovencita. Tiene usted un vientre maravilloso y unos senos de diosa griega.

¡Toquémelos, por favor !

Creo que el pobre doctor empezaba a tener ganas de pasar a otro tipo de acción. Tomó mis pezones entre sus dedos pulgar e índice y me los masajeó un buen rato aumentando paulatinamente la presión :

¡Mmmm, qué buenoooo ! ¡Apriete más fuerte... maaaasss !

Tiene usted la puntita de los senos muy desarrollada y sensible. Eso será para usted una fuente inagotable de placer.

La bestia lujuriosa, viciosa y pervertida que habita en mí me gritaba, me exigía que me dejara de monsergas y que me calmara como fuera la terrible calentura que embargaba mi bajo vientre. Intenté llevarme una mano a la entrepierna pero el doctor interrumpió el gesto con severidad :

¡No ! ¡Quédese quietecita !

¡Tataaaa ! ¡Ven a comerme el coño !

No sea soez, jovencita. La vulgaridad rompe el encanto del erotismo y lo convierte en pornografía.

Mi tía se levantó, se acercó a nosotros y dirigiéndose al doctor le dijo, agarrándole el paquete por encima de la bata :

La niña está más que caliente... ¡Está hirviendo ! Y usted tiene aquí lo único que le hace falta para apaciguar la fiera que tiene entre las piernas...

Doña Lola... Yo... Usted...

La experiencia de mi tía y su buen hacer puso fin a esa interminable sesión de masaje oriental y de paso, a los buenos modales del doctor.

Sáquese esta ridícula bata y prepárese para follarse a esta putilla quinceañera. Yo, mientras tanto, le voy a procurar una soberbia comida de coño para que se la pueda meter hasta el fondo sin que se entere.

Cunnilingus, Doña Lola... – se había sacado la bata... y aparecía ante mis ojos como un auténtico maniquí de piel tostada y lisa... completamente depilado, desde el torso a las piernas y luciendo un mástil derecho y duro como un palo que hubiera dado envidia a cualquier efebo veinteañero.

Mi tía Lola cambió radicalmente sus planes y ante la ofrenda que se le ofrecía no pudo más que arrodillarse y tomar en su boca aquel hermoso manjar :

Espere... Hummm... Espere... Deje que me ocupe del co... Perdón, del sexo de su sobrina...

Un día, doctor – le dijo mi tía - ... un día tendrá que contarme cómo se lo hace para tener el cuerpo que tiene a su edad... Y esta herramienta que se gasta – y se la metió de nuevo en la boca...

Vida sana, Doña Lola, vida sana... ¡Y mucho sexo ! ¡Ande, deje de chu... mierda ! Deje la felación para otro día. Vamos a ver que tenemos aquí. Señorita, ponga ahora los pies en los estribos.

¡Ya era hora ! Pensaba que este momento no iba a llegar nunca... –dije sonriéndole.

Me ayudó a colocar las piernas sobre los estribos. Me cogió por la cintura e hizo que me desplazara hacia la parte delantera de la camilla, quedándome así las piernas completamente abiertas y mi chocho a su entera disposición. Accionó la palanca y enderezó unos centímetros el respaldo permitiéndome observar sus manipulaciones sin que después me diera un ataque de torticulis.

Mi tía se había puesto detrás suyo y con su rechoncha manita le estaba dando al manubrio del doctor :

¡Tata ! ¡Que me vas a hacer que se nos corra antes de metérmela !

No te preocupes por eso, niña... Este hombre tiene un aguante...

¿Cómo Ismael ? – pregunté con mucha alevosía...

Más, cielito... mucho más.

Ajeno a nuestra incestuosa conversación, Don José se inclinó hacia delante y apoyando su nariz sobre mi clítoris, me obsequió con un masaje lingual desde el agujerito de atrás al de delante :

Su vagina, señorita, sabe a gloria. Veamos de más cerca, su jardín secreto.

Separó delicadamente los rosados labios menores de mi coñito y se exclamó :

¡Oh, la, la ! ¡Madame Butterfly ! ¡Qué hermoso ejemplar de labios menores hipertrofiados !

No le diga eso a la niña, Don José, que suena fatal.

Todo lo contrario... Tiene usted, pequeña mía, un sexo que es una obra de arte... Lástima que con todo este vello que lo rodea no se pueda apreciar suficientemente... Y este clítoris...

¿Hipertrofiado, también ? – le dije provocando por primera vez en él un amago de sonrisa.

No, señorita... Simplemente desarrollado bastante más de lo que normalmente tengo ocasión de ver... Estoy seguro que conoce perfectamente cuál es su función ...

¡No ! ¡Dígamelo usted, porfa ! – y le arranqué el segundo amago de sonrisa.

A continuación me abrió con suavidad la entrada de mi vagina y dijo :

Veo que tiene usted el himen intacto aunque está ya bastante desprendido – sentía su dedo recorrer mi cuevita por fuera y otro de sus dedos masajearme el clítoris.

¿Es grave, doctor ? – sentía la llegada inminente de un nuevo orgasmo ; me acaricié los pezones, me los retorcí furiosamente – Por favor... ¡Siga tocándome !

Tengo la impresión, querida jovencita, que toque donde toque usted va a experimentar un gran placer... ¿no es cierto ? – me preguntó penetrándome con un dedo como si fuera un tampón. – Observo también que su vagina produce gran cantidad de lubricante...Una auténtica destilería...

¡Ese dedo, ooohhh ! – la punta de su dedo se deslizaba sobre las cavernosas paredes de mi vagina.

Mi tía cansada de masturbar al viejo sin obtener otro resultado que una rampa en su antebrazo, decidió ocuparse un poco de su sobrinita querida y se puso a chupetearme los deditos de los pies :

Don José... Métale un dedo en el culo... Creo que también lo tiene muy sensible...

Probemos, pues.

Y ahí llegó el segundo de la mañana : con medio pie metido en la boca de Lola, un dedo de Don José palpándome todo el interior de mi coño, otro adentrándose más y más en mi recto y mis manitas torturando deliciosamente mis pezones...

¡Me cooooooooorrrroooooo ! ¡Yaaaaaaaaaa ! ¡Me muero de guuuussstoooo !

Y mi tía, soltándome el pie y cogiéndole el rabo por los cojones al viejo :

¡Follésela de una puta vez, doctor ! ¡Métasela hasta el puto fondo ! ¡Hágala gozar !

¡Siiiiiiii... doccc ! ¡ Fólleme, fólleme, fóllemeeeeeeee ! – dejé estar mis pezones y desplegando las alitas de mi coño le ofrecí mi virginidad.

Me incorporé para observar ese gran momento. El experimentado doctor se untó la punta del cipote con saliva y la colocó justa a la entrada de mi cuevita, moviéndola en pequeños circulos para que quedara bien lubrificada y presta a penetrarme.

Mi corazón latía con una fuerza endiablada. Sentía como el aire entraba y salía por mis narices a ritmo acelerado. Mi cuerpo, todo él expectante, sudaba por todos sus poros. Sentía incluso los pliegues de mi ojete contraerse y distenderse como si mi culo se preparase también a ser desvirgado.

Mi tía percibió la excitación creciente en mi mirada orgásmica. Vino a mi lado y cogiéndome las manos en las suyas hizo un gesto afirmativo con la cabeza que Don José lo interpretó como el pistoletazo de salida de mi primera follada.

De un solo, único y poderoso embite esa portentosa verga me desgarró el himen y se alojó tan larga era llenando por completo mi hasta ese momento virginal vagina.

Sólo sentí un ligero escozor, breve y soportable. De inmediato, mi coñito palpitante se contrajo encerrando entre sus paredes rezumantes de mis jugos más íntimos aquel divino falo. E inicié el que ha sido el orgasmo más largo e impresionante de toda mi existencia.

¡Arrrrrrrrrrrgggggggggggggggg ! – gritaba, chillaba, maullaba, jadeaba como una bestia en celo.

El doctor Torres me contemplaba con mucha seriedad aunque en sus ojos leía una especie de orgullo y de admiración hacia esa hembra que estaba poseyendo. Sujetándose firmemente en mis caderas, comenzó un vaivén de varios minutos acompasado al ritmo de mis jadeos. Cada vez que me volvía a penetrar lo hacía con más fuerza y su pubis liso aplastaba deliciosamente mi hinchadísimo clítoris.

Seguía sujetando con fuerza las manos de mi tía que me miraba –los ojos abiertos, la boca babeante, mi lengua relamiendose los labios, mi respiración desbocada-, que miraba al doctor –su rostro casi impasible, concentrado, su bombeo incesante, su oscura polla saliendo empapada y brillante de mi coño para insertarse de nuevo, una y otra vez-...

El aire de aquella sala se estaba consumiendo. El calor se volvía insoportable. La humedad recubría nuestros cuerpos de una fina capa de transpiración...

¡Ooooooooohhhhh ! ¡Mmmmmm ! – seguía corriéndome, corriéndome, corriéndome.

De repente, acicalado por mis gritos, por las convulsiones cada vez más salvajes de mi pelvis contra su cuerpo, por las contracciones de mi coño sobre su polla, por el manantial inacabable que mi sexo vertía como aceite hirviente sobre aquel pistón que me taladraba... Don José, aquella extraordinaria máquina de follar, multiplicó por diez la fuerza y la frecuencia de sus embestidas, buscando sin duda el orgasmo liberador.

El consultorio quedó inundado de un ruido ensordecedor : mis gemidos, jadeos y gritos triplicaron su volumen (mi tía me dijo después que parecía que estuviera de parto), el doctor se puso a resoplar como un cetáceo, el flop-flop de nuestros sexos entrelazados tomaba proporciones de percusión africana, la camilla nos acompañaba con el rechinar metálico de sus castigados resortes...

Y entonces sentí con pasmosa claridad como mi útero era regado con tal fuerza –manguerazos de lava caliente chocando contra la entrada de mi matriz- que sentí que me moría, que perdía el conocimiento y decenas de imágenes satánicamente obscenas desfilaron durante unos segundos ante mis ojos...

Y el vaivén fornicador decelerando, su polla escupiendo las últimas gotas de esperma en mi coño, el peso de su esbelto cuerpo cayendo extenuado sobre mí, la voz inquieta de Lola preguntándome si me encontraba bien... Todo, todo fue desapareciendo hasta dejarme aislada y en un silencio absoluto.

Había atravesado una puerta hasta entonces inaudita. Había conseguido alcanzar el clímax total.


Todo lo que ocurrió después es historia pasada. Sólo os diré que tuve una larga conversación con el doctor Torres en la que me hizo saber que lo que me había ocurrido en su consultorio era algo que sólo pasa a un número muy exiguo de mujeres y que además, por los libros que había consultado, unicamente en situaciones de trance –como en algunas ceremonias vudú- y tras haber ingerido sustancias alucinógenas.

Hoy tengo treinta años. Hace quince años que busco en vano repetir esa experiencia.