El cortijo (4: el baile del pueblo)

De nuevo con todos vosotros dispuesta a haceros pasar un buen momento de placer con mis aventuras; esta vez os cuento lo que ocurrió durante las fiestas del pueblo. ¡No tiene desperdicio!

EL DESPERTAR DE SANDRA. CAPITULO IV. EL BAILE

Aparcamos el coche a la salida del pueblo. El ayuntamiento había habilitado una gran esplanada y prohibido el acceso al casco antiguo a todo vehículo no autorizado. Recorrimos a pie los doscientos metros que nos separaban de la plaza mayor donde iba a desarrollarse el evento. Aurelia, mi prima, caminaba a mi lado sujetándome por la cintura :

Sandra, cariño... Lo que te he visto hacer en el coche me ha parecido extraordinario. Pero la próxima vez, las bragas me las regalas a mí, ¿vale ?. ¡Mamá ! – Lola andaba algunos pasos más adelante cogida del brazo de su marido y de su hijo- ¿Dónde has metido las braguitas ?

No grites tanto que se va a enterar todo el pueblo. En el coche, ¿dónde iba a meterlas ? Me hubieran dejado el bolso hecho un asco.

¿Sabes que me apetecería ahora, primita ? – dirigiéndose de nuevo a mí.

A ver... Déjame adivinarlo... Ya sé. ¡Te gustaría comerme el conejo !

Sí, pero... Me gustaría estar en casa, en mi habitación, los cinco... No soporto estas fiestas multitudinarias con tanta gente borracha como cubas. Además siempre acaban igual...

Quieres decir que al día siguiente ni te acuerdas con quien has estado fornicando toda la noche, ¿no es eso ? – le dije metiéndole mano descaradamente en su imponente trasero.

¡Joder, niña, lo adivinas todo ! – y me correspondió con el mismo apretujón de nalgas.

Llegamos a la plaza mayor en la que había instaladas un montón incalculable de mesas, todas iguales, largas y rectangulares. En el otro extremo habían preparado un entarimado, justo delante de la rústica fachada del ayuntamiento, que deduje serviría de escenario para los músicos. De hecho, la orquesta ya estaba preparando el tinglado. Jacinto e Ismael nos pidieron que les esperaramos un momento que iban a ver en qué mesa debíamos sentarnos. ¡Qué organización ! Todas las mesas estaban numeradas. No me extrañó nada, ¡con tanta peña !

Nuestra mesa era la 36. Nos dirijimos a ella. Tardamos un buen momento en llegar pues a cada mesa que pasábamos había gente conocida y no paraban de intercambiarse saludos. Por fin la alcanzamos y enseguida vi que estaba ocupada en parte por una pareja y un niño, un mocoso adolescente y pelirrojo como el que debía ser su padre :

¡Hola, familia Dicenta ! – se exclamó mi tía.

¡Hola, familia Menéndez ! – nos contestó la mujer con una voz de pito increible. - ¡Qué placer volveros a ver a los cuatro ! Bueno, a los cinco...

Esta monada es nuestra sobrina, Sandra. Está de vacaciones en el cortijo para respirar los buenos aires del campo - ¡ya ! pensé, quieres decir que ni me dejáis respirar-

¡Hola ! Encantado de conocerles – me acerqué a ellos y les tendí la mano para saludarlos.

¡Uy ! ¡Qué educada ! ¡Ven pa cá, que te demos un par de besos ! – agarrándome de los hombros, primero ella y después su marido, me estamparon dos sonoros besazos en cada mejilla. El niño, sin embargo, parecía ajeno a tanta efusividad- ¡Tú, zopenco ! ¡Dale un beso a la niña ! – a malas, el zopenco, me dio un beso, uno solo.- Hay que ver que eres soso, Dani, con lo bonita que es ... Porque es verdad, eres un sol de niña, tan rubita, tan mona... ¡Calla, calla ! Uy, uy, uy... Déjame ver, déjame ver... ¡Tú debes ser la hija de la Merche ! – me miré a mi tía con ojos interrogantes :

¡Anda, Sole, para el carro ! Qué cuando te pones a hablar, ¡no paras ! Pues claro que es la hija de la Merche, de quién iba a ser, si es como una fotocopia de su madre.

¡Qué gracia ! Sí, sí... Tenéis la misma carita de pillina – Hum, hum, de putita, querrás decir, vieja urraca ! - ¡Ala, sentaros aquí ! Tú a mi lado, Lola, que tenemos que hablar un montón. La niña – Sandra, me llamo Sandra- que se siente al lado de Dani que seguro que tienen mil cosas que contarse – pero qué estará diciendo esta arpía-.

¡Qué mal que empezaba la noche ! Pero bueno, seguro que la velada iba a depararme alguna sorpresita y si no era así al menos disfrutaría de la música – me encantaba bailar- y del ambiente festivo de la velada.

Los hombres, tras intercambiar algunos comentarios sobre la asamblea de la tarde, se levantaron diciéndonos que iban a ocuparse de la carne y de traer las ensaladas. Nosotras debíamos ir a buscar los cubiertos, las bebidas y poner la mesa. Pregunté a mi tía qué íbamos a comer y me explicó que ya habían reservado la carne – costillas de cordero- y que normalmente los hombres se ocuparían de hacerla en un asadero colectivo situado algunos metros detrás de la kilométrica barra donde se servían las bebidas, los cafés y se daban los cubiertos. Mientras se alejaban, me los miraba pensativa preguntándome cuál de ellos iba a desflorarme. Cualquiera de los dos tenía experiencia suficiente para hacerlo como Dios manda. Quizás yo prefería que fuera Ismael, mi primo ; más joven, más viril, más extraño... O mi tío, menos tosco, tal vez más suave... Francamente, lo que no quería es que fuera el padre de Dani, ¡qué horror !, viejo, medio calvo y pelirrojo, barrigudo... ¡No ! Yo me merecía algo mejor.

Mientras estos pensamientos cada vez más obsesivos me atravesaban la mente, observé que Lola y Sole se habían puesto a charlar animádamente pero quedamente como si la conversación debiera quedar entre ellas. Agudicé mi escucha y sólo pude captar algunas frases inconexas :

... no puedes dejarmelo ? ... Tintín ... inútil

¿Ya has ... todo ... te dije ? Has probado con...

Interrogué a mi prima con la mirada. Se me acercó y me susurró a la oreja :

Están hablando de Bruto. La Sole quiere que se lo presté porque el suyo no le ha dado el resultado esperado – y terminó la frase dándome un suave lametón en mi orejita.

Me miré a mi tia como si la regañara a lo que ella respondió guiñándome un ojo y sacándome la lengua :

Después hablaremos tú y yo. – me dijo burlona - ¡Que me has dejado sin mermelada de moras !

Aun continuaron la charla unos instantes. Era más bien un monólogo de Sole. La amiga de mi tia era una mujer delgada, de facciones algo desagradables, la cara más arrugada que la de Lola, unos ojos negrísimos pero hundidos, una nariz aquilina y unos labios casi inexistentes y pintados de un color rojo sangre que aumentaba su vulgaridad. No obstante tenía un pelo negro azabache, una espesa melena que le caía hasta media espalda, que le daba un aspecto de mujer de tragedia griega que contrastaba curiosamente con el aspecto frívolo y desenvuelto de mi tía.

¿Cómo es que estas dos son tan amigas ? Si no se parecen en nada... – pregunté a mi prima devolviéndole el sorbete de oreja.

Las apariencias engañan, primita. Además, mi madre y la Sole han compartido tantas cosas, taaaantas, que los lazos que las unen son indestructibles...

Seguían hablando entre ellas y esta vez sólo pude comprender que hablaban de un doctor, de algo relacionado con esta noche, de si estaba o no estaba, de si sería cómo con Aurelia, o cómo con Ana...

Y ahora ¿de qué están hablando ? ¿Quién es Ana ? ¿De qué doctor hablan ? – los músicos se habían puesto a afinar sus instrumentos y el ruido de fondo se hacía casi ensordecedor.

Ana es la hija de Sole y Braulio y nació casi el mismo día que yo. Tienen cuatro hijos. Los mayores ya no viven aquí. Dani es el pequeño – lo miré y vi que él también me miraba, de arriba abajo, como si yo fuera un bicho raro- Tiene trece años y... Bueno, que te lo cuente él. Ah, el doctor es el doctor Torres, el médico de la familia, de la nuestra y de la suya... y también el ginecólogo... Debe tener unos setenta años, pero los lleva muy bien... Es un hombre muy atractivo... ¡Y tiene unos dedos !

Otro que se os ha pasado por la piedra... ¿Eh ? – le dije a la vez que le mordía el lóbulo de su oreja.

¡Ay ! ¡Que me arrancas la oreja, bruta ! – chilló poniéndome la mano sobre mi vestido a la altura de las ingles. Dani no se perdía detalle, los ojos le salían de sus cuencas. - ¡Ja, ja, ja ! Lo adivinas todo, primita, todo... – sus deditos dibujaban el contorno de mi vulva sobre la fina tela de mi vestido y yo separaba ostensiblemente las piernas para facilitarle la tarea. El niñato nos miraba al borde del colapso :

¡Son tortilleras ! ¡Son tortilleras ! – se puso a gritar el zopenco, dirigiéndose a su madre.

Divertidas, las dos marujas, dejaron de hablar y se nos quedaron mirando a los tres :

¡Dani ! ¡Deja de molestar a la niña ! ¡Que te doy un tortazo que te vas a enterar !

Déjalo al pobre niño. Todavía es muy pequeño para comprender según qué cosas. –mi tía iba camino de ser beatificada. – Vamos chicas... Vamos a buscar las cosas para poner la mesa. – yo hice ademán de levantarme – No, Sandra... Tú quedate con Dani...

¡Oh ! – es todo cuanto podía decir.

Bah ! Venga... Enseguida estamos de vuelta.

Se levantaron las tres y mi prima antes de alejarse me dijo :

No te pongas seria, Sandrita... Si lo miras bien puede ser muy divertido – y me besó en los labios ante la mirada atónita del niñato que de inmediato se puso a mirar a su madre como diciéndole : ¡lo ves, mamá, lo ves !

No hacía ni diez segundos que nos habían dejado solos que Dani se envalentonó y poniendo su rubicunda y pecosa mano en el mismo lugar que mi prima minutos antes, me lanzó :

¿Te gusta que te metan mano aquí, eh ? – como una centella, reaccioné a su gesto arreándole un guantazo con todas mis fuerzas.

Pero.. ¿tú que te has creido, niñato de mierda ? – le dije pensando que en este puto pueblo eran todos muy pero que muy prematuros.

Retiró la mano rapidamente. Se quedó mirándome y en sus ojos se dibujaban mezclados, el dolor y la humillación. Se notaba que apretaba fuerte los labios, que se controlaba para no llorar. Eso me enterneció. Pensé que quizá me había pasado y para remediarlo le hablé en un tono dulzón, de hermana mayor :

¿Cuántos años tienes, Dani ?

... – ni me miraba, ocultándose la cara con las manos.

Venga, no seas tonto – le cogí una de sus manos y la deposité, a pesar de su oposición, sobre mis piernas. Mi gesto le hizo reaccionar positivamente :

¡Tengo catorce ! – dijo orgulloso, activando su mano y dirigiéndola hacia mi entrepierna. Esta vez le dejé hacer.

Pues Aurelia me ha dicho que tenías trece...

¡Jo ! Sí... pero pronto cumplo los catorce. – a pesar de su torpeza manual empecé a sentir mi querido hormigueo en el chochete.

Y ¿ya has visto desnuda a alguna mujer ? – le agarré la mano y le indiqué cómo debía tocarme. Mi vulvita agradecida humedeció la fina tela del vestido.

¡Sí, sí ! – se estaba excitando más él que yo misma- A mi madre, muchas veces. Y a mi hermana Ana, una vez... – Dani seguía acariciándome concentrado y dio un pequeño bote cuando sintió mi mano agarrándole con fuerza el paquete.

Y ... ¿ya has hecho cosas con ellas ? – le pregunté apretándole su infantil pene contra la palma de mi mano.

No, no, no ... – había dejado de tocarme y con los ojos cerrados se mordía el labio inferior.

Y cuando las ves desnudas... ¿Tú qué haces ? – le bajé la bragueta y le agarré los huevecillos por encima de los calzoncillos.

¿Quééé... ? ¡Aaaaiii ! – con el pulgar y dos dedos le presionaba el glande.

¿Te tocas viéndolas ? ¿Te corres pensando que te la maman ? Pero igual todavía eres demasiado pequeño para tener lechecita... – miré a derecha y a izquierda para comprobar que nadie nos mirara. Nadie. Sólo me pareció percibir como Aurelia, Sole y Lola terminaban de llenar unas bandejas en la barra. Había que darse prisa. Aceleré el intenso sobeo al que le estaba sometiendo.

¡Ahhhh ! ¡Yaaaaa ! ¡Ffffff ! – el niño se me corrió en la mano ; y ¡sí que ya tenía lechecita el cabroncete ! Suerte que se lo hice por encima de los calzoncillos que si no...

Seguí sobándole la tela pringosa de los calzoncillos al mismo tiempo que la turgencia de su pollita iba desapareciendo :

Si señor... Tenías razón. Tus cojones estaban bien llenitos – le decía mientras veía que las tres mujeres se acercaban a nuestra mesa.

Dani también se dio cuenta y ruborizado al máximo me apartó la mano cerrando la bragueta precipitadamente, tanto que se le trabó con la tela blanca del calzoncillo :

¡Mierda ! – gritó justo cuando su madre delante de él dejaba una de las bandejas en la mesa.

¿Qué te pasa a ti ahora ? ¿Así es como tratas a los invitados ?

Qué va, señora Sole – me interpuse para calmarla – charlábamos tranquilamente y le estaba dando una manita para después de la escuela secundaria, para orientarlo – Aurelia, sentada de nuevo a mi lado, me lanzó una mirada relampagueante y le tendí mi mano mojada por debajo de la mesa.

¡Eres un sol, criatura ! ¡Sí ! ¡A ver si le das algunas luces a este ceporrón !

Aurelia tomó mi mano entre las suyas y con disimulo se la llevó a la cara :

  • Si que es un sol... ¡Y qué manos tiene ! – exclamó pasándome su lenguecita por toda la palma de la mano. Y quedamente en mi oido, añadió : - Y ¡qué bien sabe, mi putita !

La cena se desarrolló con suma normalidad. Bueno, es un decir... Las costillitas de cordero estaban buenísimas y el vinillo de la región, pues, deliciosamente embriagador. Y a medida que el alcohol iba haciendo mella, la conversación fue tomando decibelios y calorias. Dani, el zopenco eyaculador precoz, había desaparecido y Braulio, su padre que se había sentado entre mi tía y Sole, su mujer, no paraba de explicar chistes verdes y entre chiste y vaso de vino que se trincaba, añadía alguna que otra historieta en la que Sole era la protagonista. Todo ello metiendo mano, de vez en cuando, a las tetazas de Lola, la cual protestaba tan suavemente que comprendí enseguida que ese sobeo no sólo le era permitido sino que era más que deseado. Aurelia, a mi lado, iba observando a unos y a otros y me iba explicando cosillas :

Ya verás como ahora nos explicará lo de Cancún – Y Braulio que se envalentonaba :

¿Os he explicado ya lo que hizo mi Sole en Cancún ? – no pude evitar partirme de risa, a lo que Braulio me respondió con una mirada de incomprensión, perdida en litros y litros de alcohol-

Nos lo has contado mil veces... Pero Sandrita no la conoce, la historia... ¡Y deja de sobarme las tetas que me las vas a gastar ! – le decía Lola sin hacer gesto alguno para retirar su manaza de ellas –

¿No es un poco jovencita, la niña, para escuchar según que cosas ? – comprendí enseguida que Braulio era el único que no estaba al corriente de mi verdadera personalidad-.

Pero miras que eres tonto... Si esta niña sabe más que tú y yo juntos... ¿No es cierto, Sandrita ? – me dijo Sole mirándome de una manera que confirmaba las palabras de Aurelia minutos antes cuando me dijo que entre ellas dos no había secretos.

¡Cuenta, cuenta ! – le respondí con una sonrisa entre coqueta y burlona – Aunque mi Tata siempre dice que las cosas no se cuentan... ¡Se hacen !

¡Ay, carajo ! – de repente, Braulio se puso a mirarme de otra manera, pero estaba demasiado borracho para prepararme una respuesta adecuada. Así que prosiguió :

« Estábamos en Cancún, Sole y yo sin los niños, celebrando nuestro décimo aniversario de boda. Un hotelazo... Cinco estrellas... Habíamos acabado de cenar y ya íbamos puestos los dos...Pero eso no me impidió pedir que nos subieran a la habitación otra botellita de champán. »

¡Ostia, Braulio ! ¡Ves al grano ! – Jacinto se impacientaba.

«  Montamos a la habitación con unas ganas de follar insoportables. En las escaleras no parábamos de morrearnos y de tocarnos sin pudor alguno. Al entrar en la habitación, nos desnudamos el uno al otro y echándonos sobre la cama nos ofrecimos el sesenta y nueve más caliente de nuestras vidas... Yo me corrí muy deprisa... Te lo tragaste todo y seguías chupandomela, frustrada por mi precoz corrida - ¿Veis ? Una vez más la genética dicta su sentencia, digo yo : tal palo, tal astilla-

Yo continuaba comiéndote tu coño completamente depilado de esa misma mañana por el servicio de peluquería y masaje del hotel... »

¡Ji, ji, ji ! – Sole se reía tapándose la boca con sus manicuradas manos- Me depilaron ... Ji, Ji ... Y ¡cómo me depilaron ! Un par de esteticiens mejicanitas, monas ellas... Y ¡qué manos ! ...

¡Déjale continuar, Sole ! Ya sabemos muy bien que te hicieron algo más que depilarte... – le dijo mi tía a la que ya no le veía las manos... Seguro que les estaba amasando el paquete, a su marido y a Braulio.

Sí, pero la niña no lo sabe – dijo dirigiéndose a mí y como todos se pusieron a mirarla de través, añadió : - Bueno, bueeeno... Luego te lo cuento a ti sola, y si quieres te enseño mi panochita, ji, ji, ji... La llaman así por esas tierras ...ji, ji, ji ...

Porque... ahora ...¿La tienes depilada ? - otra que empezaba a caerme bien... Mmmm !

¡Cómo un alboricoque ! ¡Maduro y jugoso ! – y me lanzó un beso con la mano.

Bueno, sigo... – dijo Braulio que empezaba a perder la concentración, la suya y la del auditorio :

« Decía que yo seguía dándote lengua al alboricoque, como dices tú, pero me faltaban las ganas suficientes para hacerte gozar hasta el final... Y en eso... – Braulio nos miraba a todos con cara de suspense- Y en eso que oímos llamar a la puerta y una voz masculina que nos dice « Servicio de habitaciones ». Y mi Sole, aquí presente, más caliente que una puta mula, que le responde, sacándose mi pingajo de la boca : « ¡Pasa, pasa ! ». Yo me levantó acojonado y ella que se queda en la misma posición, a cuatro patas y con el culo al aire. El camarero –un negrazo escultural color café- abre la puerta y entra con su carrito y ...

¡Un negro, Sandra, un negro acojonante ! – el pelirrojo y la urraca estaban consiguiendo ponerme a cien.- Todo vestido de blanco él, con la camisa bastante desabrochada y de manga corta marcando músculo...¡Qué brazos ! ¡Qué pectorales ! ¡Un portento !

Ya...ya... Y lo que no se veía... ¿qué ? – Aurelia se había cambiado de lado y ahora estaba en el lugar que antes había ocupado el desaparecido Dani.

... cuando levanta la vista ve a esta zorra con el coño abierto como una granada y a mí de pie, en porretas pero destrempado, y se queda clavado, sin saber qué decir ni qué hacer...

Nunca te había visto así, Sole – dirigiéndose solamente a ella, que lo miraba con aires altivos.

... tus ojos centelleaban de deseo, tu lengua no paraba de lamer tus labios, tus caderas se movían lascivamente imitando el gesto fornicador. Yo tampoco sabía qué decir ; era como si no te conociera. Entonces le llamaste con una voz que parecía el maullido de una gatita : « Ven, acércate guapote –y llevó el carrito hasta la altura de la cama-... Abrenos la botella que tengo mucha sed... Y tú –dirigiéndote a mí, claro- cierra la puerta que a éste le voy a dar yo la propina » El chico procedió a descorchar la botella y a llenar las dos copas. Entretanto, te giraste un poco de tal manera que te quedó la cara a la altura de su pantalón y todo tu trasero se podía ver reflejado en los espejos del armario situado en el otro lado de la cama.

El negrito te acercó una copa y me tendió la otra sin dejar de mirar como yo la imagen que nos devolvía el espejo. « Si los señores no desean nada más... » nos dijo timidamente... Y tú, con una habilidad y una rapidez increibles, te bebiste de un trago el champán, le diste la copa, le bajaste la bragueta y le sacaste su negra polla antes de que pudiera decir esta boca es mía. A tu lado, presenciaba la escena con una mezcla de celos y de excitación. Celos porque el camarero se gastaba un pollón que era dos veces el mío y excitación porque te veía tan sumamente cachonda y me hacías tan feliz –y otra vez mirándola a ella sola- que me dije « ¡Pues que lo disfrute ! » Y, joder si lo disfrutaste... »

¡Oh, cariño ! ¡Qué bien que lo estás contando hoy ! – Sole puso su mano sobre la mano de Lola incitándola a redoblar la presión sobre su polla. No sé porqué pero me puse a pensar de qué color tendría el tío ése los pelillos de... su zanahoria... Ja, ja, ja- Pues sí, sí... Tenía un morcillón... Os juro que nunca he visto nada igual... Bueno, sí... El de tu Tronco – dijo mirándose con malicia a mi prima que reaccionó al igual que su madre al oir el nombre de Bruto, su perro :

Ufff... ¡Qué calor que me está entrando ! – soltó Aurelia desabrochándose un par de botones del vestido.

«  Primero le hiciste una mamada que al pobre se le salían los ojos de sus orbitas y eso que sólo te cabía una cuarta en la boca – Sole al decir eso miró a Aurelia de una forma bien curiosa... las fotos... el burro... y ahora, el negro- Cuando viste que lo tenías a punto de correrse le mordiste el capullo y le dijiste : « ¡Negro cabrón ! ¡No te me vengas todavía !...

¿Sandrita ? – Sole me despertó de mis alocados e hirvientes pensamientos - ¿Tú ya te has comido una buena polla ?

Sí – contesté rápida y orgullosa – Bueno, sí pero no...

¿Cómo que sí pero no ? – prosiguió escéptica Sole – Las pollas o se comen o no se comen...

Bueno... Lo que pasa es que he chupado dos, pero ya se habían corrido antes... Y no estaban tan duras como las de tu negro... – Ismael me miraba con curiosidad : una de las dos era la suya... pero, ¿y la otra ?

Pero sí que has tenido otra de bien dura metida hasta la campanilla... ¡Anda ! ¡Cuéntaselo ! – dijo mi prima metiéndome en la boca uno de sus rechonchos dedos para que se lo chupara, lo que hice con suma aplicación Aurelia añadió : ¡Esta chica es puro vicio ! – me reí y conté como si se tratara de una travesura :

Esta tarde, en el río, el pobre Bruto ...

¡¿Quéééé ? ! – gritaron al mismo tiempo Sole y Lola dejando sus actividades manuales respectivas ; y mi tía, medio en broma, medio en serio : - ¿Tú le has chupado la polla a mi Bruto ?

¿Qué pasa Lola ? – Sole intentando sacar hierro al asunto – A la niña le gusta probar cosas nuevas... ¿No es verdad, Sandrita ?

Sí...Tata... No te enfades... Bruto quería metérmela y para evitar que me montara –arreglé un poco el escenario para que mi versión pareciera más creíble- le di unos cuantos chupetones..

Y ... ¿se te corrió en la boca ? –preguntó Braulio devolviendo las manos de Sole y Lola a su posición preferida.

¿Qué si se me corrió... ? ¡Fue bestial ! Me dejó la garganta llena de lefa... Tanta que me pensaba que se estaba meando en mi boca.

Una vez más, el demonio que llevo dentro se estaba apoderando de mí. Algo tremendamente violento convulsionaba mis entrañas. Veía la mirada de Braulio, de Sole, de mi tía, perforarme toda entera. Jacinto intervino a tiempo para enfriar momentaneamente los ánimos del personal :

Sandra, estás consiguiendo ponernos a todos a mil... Y Braulio no ha terminado de contarte sus aventuras mejicanas... ¿Sabes ? La noche es muy larga y creo que habrá tiempo para que nos demuestres a todos tus habilidades bucales... Venga, Braulio, termina de una vez para que podamos tomarnos el postre y el café...

Por dónde iba... Ah, sí... Mi Sole tenía al negro a punto, como agua para chocolate...

«  Entonces le dijiste, girándote ciento ochenta grados y dejándole tu culo en popa a su libre disposición : -¡ Métemela, reviéntame jodido cabrón !... Y sin más preámbulos te la insertó con violencia hasta el fondo. Creo que te corriste con esa primera embestida animal porque empezaste a gritar como nunca antes te había oido hacerlo... Era un grito profundo, continuo, que te nacía de las entrañas... Y el negro estuvo bombeándote el coño como un taladro mecánico durante ... Pfff ! ... una pasada ! Mi polla empezaba a empinarse de nuevo y ya me preparaba para que te la merendaras otra vez, cuando el mandinga ese empezó a resoplar como un búfalo y a decir : - Mamita, mamita... Me viene... Pero tú no querías que se te corriera dentro, no... Tú querías volver a tragártala... Tú querías beberte toda su leche... Y me sorprendiste una vez más por tus reflejos de pantera. Sin saber cómo te las arreglastes te volví a ver con su polla apoyada en tu lengua, la boca abierta al máximo y tus manos, una estrujándole los huevos y la otra ordeñándole la verga... Hasta que soltando un grito desgarrador el pobre muchacho soltó una potentisima eyaculación que te dejó la lengua completamente blanca... »

¡Dios, cariño ! ¡Es como si lo hubiera vivido otra vez ! – dijo Sole, agradecida y excitadísima. – Déjame darte un beso cómo te mereces. Y le estampó un morreo de película al que su marido correspondió con gran fogosidad.

Me puse a aplaudir espontáneamente y mi gesto pueril despertó a mi alrededor eufóricas muestras de entusiasmo que hicieron que decenas de miradas curiosas convergeran hacia nuestra mesa.

A los Menéndez y a los Dicenta les cuesta mucho pasar desapercibidos... – sentenció con su ironía habitual, mi tío.

Y en eso que las luces del escenario se iluminaron y un foco de luz envolvió la figura de un hombrecito, pequeño, tripudo y con un bigotito ridículo, vestido de negro y con la banda roja atravesándole en diagonal la chaqueta...

Es nuestro alcalde... – dijo con tono lúgubre mi primo.

¿Eso tan feo es el que le robó a la novia ? – comenté por lo bajini a mi prima.

Sí, hija mía, sí... Pero lo que son las cosas... Un día vas a aprender de lo que somos capaces las mujeres para conseguir el poder...

Justo cuando el alcalde comenzaba su discurso de bienvenida y de inauguración de las fiestas, apareció a su lado una mujer, un palmo más alta que él que le cogió del brazo.

¿Es ella ? – pregunté a mi prima – Desde aquí parece muy guapa... Y está embarazada, ¿no ? – la pregunta era tonta pues el barrigón era más que evidente.

Se llama Juani... Sí, Sandrita, esa zorra es muy guapa...

Ismael se levantó de mala manera. Su cara reflejaba una mezcla de enfado y de determinación. Su padre intentó retenerlo pero mirándole fijamente nos dijo :

Perdonádme... Debo ir a solucionar un asunto. – y se alejó entre las mesas dirigiéndose hacia el entarimado.

Me picaba un montón la curiosidad. No me corté un pelo y pregunté a la asamblea :

¿Alguién va a explicarme qué pasa aquí ?

Las mujeres se levantaron sin contestarme y dijeron que se iban a buscar los postres y los cafés. Me quedé pues con Jacinto y Braulio, mudos e intranquilos. Braulio, comprendiendo que estaba de más, se levantó y dijo que se iba a buscar a su hijo que seguro que se la estaba cascando en algún rincón. Una vez solos, mi tío me habló :

Es más fuerte que él... Cada vez que la ve se pone ciego... Creo que nunca lo superó y el hecho de verla así, cogidita del brazo del rompetechos ese... Pues, le produce úlceras...

Pero, tío... La chica parece feliz ... Y además está embarazada...

Ya... ya... Eso es lo peor...

Ahí lo comprendí todo. Juani estaba embarazada de Ismael. Eso explicaba su reacción tan visceral.

No me digas nada más. El niño que espera es suyo... Ismael ha seguido viéndola, ¿no ?

Sí, bonita... Al menos una vez por semana... Ella al principio dejó de verle pero enseguida comprendió que el Señor Alcalde – dijo haciendo una mueca de asco- no le daría ni una centésima parte del placer que mi hijo le daba... ¡La muy puta !

Y ahora... ¿qué va a hacer ? – pregunté ingenuamente.

Pues qué va a hacer... Va a esperar que él esté ocupado con cualquier chorrada para follársela...

La conversación quedó interrumpida por la vuelta de las mujeres y también porque el alcalde terminando su discurso dio paso a la orquesta que obsequió al auditorio con una primera canción al más puro estilo pachanga. Hubo un gran movimiento colectivo en las mesas y decenas de personas se levantaron dirigiéndose a la parte que había sido habilitada como pista de baile.

En mi pequeña cabecita aparecieron pensamientos eróticos que como luces de bengala me decían : Sandrita, Sandrita, tú no debes perderte eso... Debía seguir a mi primo y ver de cerca qué es lo que iba a hacerle a la preñada Juani.

Me comí el postre a toda velocidad, le eché otro traguito al vino peleón y le pedí a Aurelia que me acompañara al baño :

¿Qué, primita, ya tienes ganas de marcha ? – respondió Aurelia a mi sugerencia metiéndome mano con alevosía.

¡No puedes ni imaginártelo ! – le correspondí tocándole las tetas como si fueran dos bocinas. - ¡Estoy que ardo !

Cuando nos habíamos alejado lo suficiente de la mesa para que nadie nos oyera, le conté lo que me había explicado su padre y le hice saber cuáles eran mis auténticas intenciones :

Desde luego, Sandra, eres una viciosa de cuidado...

Ya... No me digas que a ti no te excita la idea de ver a tu querido hermanito follándose a la alcadesa...

Claro que sí...

¿Sabes dónde podemos encontrarlos ?

Eso es fácil. Ismael es de costumbres fijas. Siempre se la tira en el despacho del señor alcalde, con la foto de boda de los dos pichoncitos delante de las narices.

Y es evidente que tu hermanito te lo cuenta todo con todo lujo de detalles...

Me lo cuenta y yo los veo, si quiero... Ya verás cómo... ¿Quieres que te explique las guarradas que hacen, no ?

Lo que quiero es verlos en acción... ¡Ahora ! Las guarradas me las imagino sin problema y me imagino también las que hacéis vosotros dos cuando te las explica.

No creo, listilla. Para empezar, Juani es una cerda ninfómana capaz de tirarse al Papa de Roma si se le brinda la ocasión ; pero sobretodo es una puta sumisa, una esclava capaz de soportar las más horrendas vejaciones con tal de salvaguardar su estatus social...

Veo que a ti también te cae muy bien – le dije sonriendo para que no pensara que me tomaba en serio su diatriba contra la señora alcaldesa.

¿No me crees, eh ? – reaccionó pellizcándome la nariz – El enano cabrón que tiene por marido se sirve de ella para obtener todo cuánto desea : los mejores contratos, los mejores acuerdos, los mejores resultados electorales... Ella, después se lo cuenta todo a mi hermano pidiéndole de rodillas que la castigue por ser tan puta...

Habíamos pasado cerca del escenario y confirmado lo que más me esperaba : el alcalde charlaba animádamente con un grupo de personas y no había rastro de

Y tu hermano la castiga a golpe de polla, ¡ji, ji, ji ! – pero Aurelia en lugar de reir mi gracia, añadió :

No. Esta guarra despierta en él sus instintos más bajos. Ismael me explicó, que la primera vez que Juani le contó cómo su marido la utilizaba (en aquella ocasión se trataba de seis energúmenos granjeros de una de las cooperativas más importantes de la región que le habían hecho de todo durante toda una noche), y que quería que mi hermano la castigara como se merecía, Ismael la ató de pie y desnuda al sillón de su puto marido y estuvo azotándola con su cinturón durante diez largos minutos hasta dejarle la espalda, las piernas y el culo del color de los pimientos del Padrón. Y lo que es peor...

¿Mmm ? ¿Síii ? – a esas alturas yo ya estaba al borde del orgasmo.

Lo peor es que la tía en lugar de berrear pidiendo que cesara el martirio, lo increpaba para que golpeara más fuerte entre gritos de placer inhumanos.

Espero que contigo se comporte de otra manera – dije entre preocupada y excitada.

No te preocupes, mi vida... Entre nosotros hay mucho sexo, mucho más vicio del que puedas imaginarte, pero ante todo, hay muchísima ternura y respeto.

Hablando, hablando, habíamos llegado a la parte trasera del ayuntamiento. Aurelia me mostró una puerta de servicio por la que podríamos acceder al interior sin ser vistos. La puerta no estaba cerrada con llave, algo increible para una chica de ciudad como yo, pensé. Una vez dentro, mi prima me cogió de la mano y me dijo :

Deben estar en el piso de arriba... Pero antes debo echar una meadita... ¡Ven !

Yo no tengo ganas –mentí ; tenía la bufeta a punto de estallar- Ve tú... Yo empiezo a subir que no quiero perderme un segundo de la función.

No. Has de venir conmigo si quieres que te diga desde dónde podremos observarlo todo sin ser vistos.

Pero, qué chantajista que eres... ¿No me vas a hacer como tu madre esta mañana ?

¿Qué te ha hecho ?

Pues que se me ha meado encima mío, la muy guarra...

Pero seguro que después te ha limpiado requetebién con su lengüecita glotona...

¡Qué putas que sois, por Dios ! ¡Qué putas !

En la planta baja del ayuntamiento había un cuarto con las siglas « WC ». Aurelia abrió la puerta. Dentro había un exiguo lavabo y el clásico urinario vertical para hombres. La puerta adyacente donde debía haber una váter de taza para las mujeres estaba cerrada. Pero a mi prima eso no le importaba en absoluto.

¡Ven ! – de pie ante el urinario como un hombre dispuesto a orinar, se levantó el vestido por encima de la cintura quedándose con el culo al fresco - ¡Aguántamelo ! Necesito las dos manos para abrirme el chichi y dirigir el chorrito hacia delante...

Me puse pegadita a su espalda y le recogí el vestido por arriba aprovechando la ocasión para acariciarle sus esponjosas mamas. Como era casi un palmo más alta que ella pude observar por encima de su hombro como de su coño brotaba un potente caño amarillento que se estrellaba casi horizontal contra la blanca pared cerámica :

¡Oufffff ! ¡Qué alivio ! No podía aguantar ni un segundo más – mientras expresaba su gozoso descanso, yo le masajeaba con ganas las tetas y le mordisqueaba su cuellecito. - ¡Qué gusto, primita, mear así ! Lo malo es que aquí no hay papel... – y girándose me miró con tanta malicia que no pude evitar de soltar una sonora carcajada :

¿Te vale ésta ? – le pregunté sacando la lengua a lo Mick Jagger.

Apoyando el culo contra el lavabo, las piernas separadas, le abrí el coño espumoso y le procuré una docena de lametones a la manera perruna que la dejaron en estado catatónico :

¡Me encanta el olor de tu sexo ! – le decía sintiendo en mi saliva el salado y ácido gusto de su orina. - ¡Sabrosísimo !

¡No paaaares, cielitoooohhhh ! – pero yo no olvidaba mi misión y además con su meada se me habían quintuplicado las ganas a mí :

Si que paro... Ahora me toca a mí... – me puse como ella, de pie ante el urinario, me levanté el vestido y sujetándolo entre mis dientes me dispuse a abrirme la vulvita...

¡Tch, tch, tch ! ¡Déjame hacer a mí ! – pero en lugar de sujetarme el vestido, me abrió la vulva con uno de sus dedos, de abajo a arriba, rozándome con la yema mi clítoris, separó los labios menores (que en mi caso llevan muy mal su nombre) extendiéndolos hacia los lados, dejando mi vagina libre de todo obstáculo de piel y pelo para poder orinar como un hombre, de un solo chorro.

¡Qué meada, Señor ! Toda mujer sabe – y si dice que no lo sabe, miente- que cuando orinamos después de haber estado aguantándonos un buen rato, no sólo experimentamos alivio sino también placer. Los hombres también, supongo... pero no de la misma manera... Además, hay algo morboso y muy excitante cuando meas en un lugar público o que lo haces pensando que alguien puede estar viéndote. Al menos a mí me da un morbo impresionante. ¿A vosotros no ?

Pero volvamos al presente. Sentía la cara de Aurelia contra mi espalda. Casi podía sentir su respiración jadeante. Era obvio que le daba un gran placer cualquier cosa que hiciera conmigo :

Lo malo es que aquí no hay papel – repetí sus palabras como un lorito y ella, como un mono de repetición, se arrodilló para deleitarme con una corta pero soberbia y eficaz chupada de coño :

¡Siiiiii... Aaaaaaaaaa........Ssssss.... ! – me corrí lo más discretamente que pude, mordiendo mi vestido como si estuvieran cortándome una pierna sin anestesia y aplastando la cabecita de mi prima contra mi sexo como si su lengua fuera una vulgar compresa.

¡Oooorrrggg ! – con su boca pegada a mi chocho como una ventosa y su naricita porcina chafada contra mi matorral púbico, la pobre Aurelia se estaba quedando sin aire para respirar. La hice levantarse estirándola de los cabellos hasta tener su cara enrojecida ante la mía y su boca medio abierta brillante de mis juguitos...

¡La madre que te parió ! ¡Qué lengua tienes ! – le dije ofreciéndole la mía para intercambiar nuestras jugosas salivas.

El ruido de una puerta abriéndose y de unos pasos acercándose hizo que nos quedaramos estáticas, en silencio, nuestros cuerpos pegados y los cinco sentidos agudizados. Los pasos se alejaban escaleras arriba. Esperamos unos segundos y Aurelia dijo en voz baja :

Alguien más se une a la fiesta – y volvió a besarme con pasión desatada. La separé con suavidad y le dije :

¡Vamos ! ¡Subamos !

No. Espera un poco... Tú te has corrido... Ffff... Pero yo no... yo estoy hirviendo... tengo el coño tan...

¡Luego, primita ! – y cogiéndola de la mano la hice salir del lavabo.

¡Oh, mierda ! ¡Qué suerte tienes, cabrona, de correrte tan pronto !

Una suerte, sí... Pero tú tienes mucho mérito, golfa.

Subimos al primer piso sigilosamente. Aurelia me guió hasta una puerta colindante con la doble del despacho consistorial. La abrimos y penetramos en una sala más oscura que las fauces de un lobo. Aurelia, a pesar de la oscuridad, avanzaba con paso seguro y yo con la respiración cada vez más alterada la seguía pegadita a ella. Me pareció que retiraba una especie de cuadro de la pared y al hacerlo un fino rayo de luz atravesó la estancia. Se subió a un pequeño taburete que le permitía ajustar el ojo al agujerito de la pared por el que se filtraba la luz proveniente de la sala de al lado.

¡Mira ! ¡Ahí los tienes ! –se bajó y me cedió la plaza de honor.

¡Uauuuu ! ¡Se ve de maravilla !

¡Chiiiittt ! ¡No hables !

Los grandes ventanales del despacho con sus cortinas descorridas dejaban entrar suficiente luz como para que no me perdiera detalle alguno de lo que pasaba allí dentro. Además al agujerito le habían insertado un ojo de buey de excelente calidad óptica que aumentaba eficazmente el ángulo de visión. Francamente, a estas alturas ya nada me parecía extraño en aquella Sodoma y Gomorra extremeña.

Mi primo estaba sentado, completamente desnudo, en el sillón del alcalde cornudo. Se veía sin problema que se estaba afilando la herramienta. Juani se contoneaba en el centro del despacho. Sólo llevaba un sujetador negro de estos que levantan el pecho y unas braguitas tanga de las que por detrás no tapan nada. Me quedé petrificada ante su belleza –unas tetas magníficas, un culo generoso y altivo, unas piernas largas y esbeltas... y ante su enorme barriga, hinchada, brillante y dura como estos balones de playa de la Nivea. En aquellos tiempos todavía no era conocida, pero diez años más tarde al ver unas fotos bellísimas de Monica Bellucci embarazada me dije que Juani era tan o más guapa que la magnífica actriz italiana.

Aurelia... – le dije bajito sin apartar la mirada del agujerito- Esta tía está a punto de parir, ¿no ?

A ver... déjame que calcule... De ocho... Sí, sí... De ocho meses y ...

¡Jodeeer ! Mira esto... Es increible...

¡Coño, Sandrita ! ¿Cómo quieres que vea algo si te has quedado enganchada a la mirilla ?

Ejem... Tu hermano se ha levantado y ahora ella le está... Uuuuh, ¡qué bestia !

¡Déjame ver, déjame ver !

Juani le está haciendo una felación ... Eso no es una felación... ¡Se la ha tragado entera ! Y tu hermano le tiene cogida la cabeza con las dos manos... ¡Qué bruto ! ¡La va a asfixiar !

Garganta profunda... Así la llama mi hermano... Aunque tú no debes saber ... ¡Va, déjalo estar ! – como veía que yo no iba a abandonar mi puesto de vigía, mi prima decidió ocuparse de otro agujerito, el de mi culín – Sigue contándome... pero habla flojito – me dijo situándose detrás de mí y remangándome la falda me dejó las dos nalguitas al fresco y prestas a ser masajeadas como bien se lo merecen.

Ahora se están besando... No... Ella le está diciendo algo... El asiente con la cabeza... Tu hermano se estira en el suelo... ¡Qué bueno que está ! ¡Espero que sea él quien me folle mañana ! – dejó de sobarme el culo y empezó a picotearme el ojete con su lengua y una que es muy agradecida ante tales muestras de afecto le facilité la tarea levantándole el culo y abriéndoselo con mis manos.

¿Y ahora... ?

Ahora tu hermanito le está haciendo lo mismo que tú a mí... Y ella... no puedo oirla pero parece que le encanta... ¡Aaaaaa ! ¡Como aaaa miiii !

¡Cuenta, cuenta ! – y ¡zas ! me metió un dedo hasta el fondo.

Ella se saca el sujetador... ¡Qué tetas más hermosas, por Dios !... Se las acaricia... Se acaricia el vientre... Tu hermano se masturba... Tiene la polla como un tronco...

¡Sigue, sigue... ! – y ¡zas ! otro dedo en el culo y mi manita que busca mi clitoris.

Ella se ha puesto sentada sobre su polla... El le abre el culo... ¡Oooohhh ! Se la ha clavado ! La está jodiendo por el culo... Ella tiene la boca abierta, grita... Pero no se separa... Se empala aun más... Se deja caer sobre él... Empieza a moverse como si estuviera haciendo un batido...

¡Déjame ver, por favor ! – suplicó pero sin dejar de follarme el culo con sus deditos.

¡Mmmm...Aaaaaaaaaaa...Ooooooohhhhhhh ! ... ¡Se estaaannnn corrieeeeeeeeeendoooo ! ¡Y yooooooo... Aaaarrrr....ffffff.... ! ! !

De repente hubo una gran explosión de luz. El cuarto donde estábamos se iluminó cegándonos la vista unos instantes. No obstante, pronto comprendimos quien había encendido la luz. Ante la puerta se encontraba el alcalde mirándonos con ojos encendidos de cólera pero también de vicio incuestionable :

¡Vaya, vaya ! ¡Mira a quien tenemos aquí ! – exclamó con voz pérfida, cerrando la puerta con llave y guardándosela en el bolsillo de su chaqueta.- Si es la puta de la Aurelia y la... –dudó unos instantes mirándome de arriba abajo – putita de su prima.

En un principio, mi prima y yo nos habíamos quedado paralizadas : ella con media mano metida en mi culito y yo con el orgasmo saliéndome por la boca... Aurelia retiró sus dedos de mi ano y bajándome la falda me giré mirándole a la cara sin bajarme del taburete.

¿¡Qué coño estabais haciendo aquí ! ?

¿Y usted, pedazo de cabrón ? – Aurelia le replicó en tono amenazador.

Aquí el que hace las preguntas soy yo... Estáis en « mi » alcaldía y ...

¡Venga, pare el rollo ! Usted ha venido aquí como nosotras a ver como se follan a la zorra de su Juani...

Poco a poco, so guarra... Veremos qué piensa la Guardia Civil cuando os denuncie por allanamiento ...

Sabe muy bien que usted es tan culpable como nosotras... – el tono de Aurelia se había aflojado al oir el nombre de los tricornios- Venga, abra esa puerta y déjenos salir...

De eso... ¡Ni hablar, muñeca ! Me habéis puesto como una moto con vuestros jueguecitos de tortilleras y ahora me toca a mí dictar lo que vamos a hacer... Mira, Aurelia, te lo diré bien clarito... Como he visto que la niña es más caliente que tu madre y tú juntas y que le has preparado como Dios manda el culito, pues...

¡Noooo ! A la niña ni tocarla... Haga lo que quiera conmigo... Pero a Sandra ... No...

Sandra... Mmmm... Bonito nombre – se acercó a mí y al ver que subida al taburete le pasaba más de un palmo me miró enrabiado y tomándome con fuerza del brazo me hizo bajar de golpe y caer a sus pies.

¡Suéltela, hijo de la gran puta ! – mi prima lo agarraba por los hombros y el hombre se giró velozmente y sin que ella pudiera evitarlo le arreó un tortazo que la hizo tambalearse hasta casi caer de espaldas.

¡No me provoques ! ¡No me provoques ! – y mirándome a mí de nuevo - ¿Cuántos años tienes... putita ?

Quince – dije con un hilillo de voz cargado de congoja.

Bien, bien... Os voy a explicar lo que vamos a hacer. En primer lugar os vais a desnudar las dos...

Mis padres nos van a echar en falta y van a venir a buscarnos – dijo Aurelia con tono poco convencido.

Mira, guapa... Tus padres son los primeros interesados en que lo que pase aquí dentro no se sepa...

¡No nos haga daño, por favor ! – dije sin levantarme del suelo.

Pero quién habla de haceros daño... Yo soy vuestro Alcalde, vuestro benefactor... Todo cuanto hago es por el bien de « mi » pueblo... ¡Va, dejémonos de charlas ! ¡Desnudaos ! ¡Ya !

Me levanté y me quité la única prenda de ropa que llevaba : el vestido. Aurelia hizo lo mismo. Nos quedamos las dos a pelo. Aurelia me dio la mano y apretándola me dijo para tranquilizarme :

Zzz... Tranquila... Pronto habrá terminado todo.

El alcalde nos miraba con lascivia. Se acercó a mi prima y magreándole las tetas dijo :

¡Vaya par de melones que te gastas ! – y le pellizcó ambos pezones con fuerza.

¡Ayyyy ! ¡Me hace daño, maricón !

La cogió por los pelos y la forzó a arrodillarse delante de su entrepierna :

¡Vuelve a decir eso y te muelo a palos ! – y sin dejar de agarrarla por el pelo : - Y tú, niñata de mierda... ¡Ven aquí y bájame los pantalones !

Obedecí sin rechistar. El alcalde llevaba unos ridículos calzones anticuados. No debía estar contento con lo que yo hacía porque me apartó violentamente :

¡Deja ! Y tú –dirigiéndose a mi prima- ¡Ponte aquí ! – la hizo apoyarse sobre una gran mesa de madera llena de polvo – Y por tu bien... ¡No te muevas !

Aurelia había quedado plegada en dos, en ángulo recto, con su prominente culo presto a recibir un castigo ejemplar.

¡Tú ! – me gritó- Ponte aquí delante y le coges las manos con fuerza.

¿Qué le va a hacer ? ¡No ha hecho nada malo !

Se desnudó completamente. Ese enano cabrón tenía un barrigón casi igual de gordo que el vientre de Juani pero peludo y asqueroso. No pude evitar mirarle sus genitales que practicamente eran invisibles bajo esa montaña de grasa. No había en su pollita el mínimo indicio de erección. ¡Qué bien que comprendía a Juani ! Además era paticorto y sus piernas arqueadas aumentaban la sensación de diformidad.

¡Le voy a enseñar lo que es el respeto a la autoridad !

Sacando el cinturón de su pantalón, se lo enrolló en la mano dejando casi un metro de cuero presto a ser utilizado como brutal látigo.

Repite ahora que soy un maricón...

El primer latigazo sonó cortando el aire siniestramente. Al contacto con la delicada piel de las nalgas de mi prima, ésta lanzó un alarido terrible y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Cógele las manos con fuerza... ¡Tssssssssiiiiiiiiiiizzzzzzzzzzzzz ! – un segundo cinturonazo –

¡Aaaaaaaaaa ! ¡Bastaaaaaaaa ! ... ¡Zaaaaaaaaassssssssssssss ! – un tercero, y un cuarto. - ¡Aaaaaaaaayyyyyyy ! ¡Pareeeee !

¡Sí, pare, se lo suplico ! – grité, dejando de cogerle las manos a mi prima y poniéndome de rodillas ante él.

Llorábamos las dos. Mi prima de rabia y dolor. Yo de rabia y miedo. Aquel bestia se excitaba haciendo daño, ahora lo comprendía : tenía su polla erecta, pequeñísima, pero bien dura, ante mis narices. No sé qué me cogió pero decidí actuar : abrí la boca y me tragué su verga enterita. No recuerdo ni el sabor que tenía. Sólo sé que se la chupé con todas mis ganas. El gesto pareció cogerle por sorpresa ya que soltó el cinturón y me agarró la cabeza con ambas manos exclamando :

¡Sois todas unas putas mamonas ! ¡Aooorrrg...mamoooonaaasss !

Su pequeño falo temblaba sobre mi lengua. Lo sentía endurecerse por momentos. Le agarré los huevecitos con una mano y se los apretujé con fuerza –seguro que a ese capullo le gustaba que se los retorciera- y con la otra mano en su asqueroso trasero lo empujaba hacia delante para que me follara la boca como el animal que era.

Aurelia aprovechó de la inadvertencia del alcalde fruto de mi conciencioso trabajo oral, para incorporarse y sigilosamente coger la llave del bolsillo de su chaqueta y recoger nuestros vestidos del suelo.

¡Chupaaaaaaaa ! ¡Oooooooo ! Voy a correeeeeeeeeeerme...

Pero no llegó a correrse. Al menos no en mi boca. Cuando Aurelia abrió la puerta y me gritó que saliera corriendo, tuve el reflejo de morderle el capullo con fuerza –pero no se lo arranqué, que era eso de lo que tenía ganas- y retorcerle los cojones – que tampoco, aunque como trofeo no hubiera estado mal- hasta hacerle aullar de dolor :

¡Esta me la vais a pagar, hijas de puta ! – gritaba al mismo tiempo que se sujetaba sus partes nada nobles.

Mientras Aurelia cerraba la puerta con llave, pero por fuera, aun me quedó tiempo y aliento para espetarle :

Alcaldito... No olvides que soy menor y que puedo acusarte de intento de violación...

Pero ya no dije nada más. Aurelia cerró la puerta y todavía desnudas bajamos corriendo las escaleras. Nos pusimos los vestidos y fue entonces cuando descubrí a la vez que oíamos los gritos y golpes del cabrón del alcalde, que mi prima se había llevado también su ropa.

Eres genial, prima – le dije besándola en la mejilla.

Tú si que eres genial, Sandra... Me has salvado de una buena – me contestó devolviéndome el beso.

Salimos a la calle y en el primer contenedor de basura echamos la camisa y los pantalones de aquel individuo que merecía seguir la misma suerte que su ropa.

De nuevo en la plaza mayor, la gente bailaba un alegre pasodoble ajena a la desaventura que acabábamos de vivir. Vimos a Sole y Braulio bailando animadamente y también a mis tíos haciendo lo propio. Ni rastro de Juani, ni de Ismael... ni del niñato pelirrojo.

Volvamos a casa, Sandra... Se me han pasado las ganas de fiesta.

Sí, volvamos... Que voy a hacerte unas friegas en ese culo que Dios te ha dado y que está rojo como pimentón moruno...

¿Sólo friegas, granujilla ?

Friegas... y lo que tú me pidas, primita...

CONTINUARA...