El cortijo (3)

Aquí tenéis la suite de mis aventuras en el cortijo de mis tíos. Gracias por vuestros comentarios que me alientan y calientan, que me incitan y me excitan.

EL DESPERTAR DE SANDRA. CAPITULO 3

Antes de marcharse a su maldita asamblea que iba a retrasar mi deseado desvirgue, mi tía me indicó por dónde tenía que ir para llegar al río :

Ya verás, es una pasada de bonito. El río hace como un recodo y crea una caleta de hierba y arena ideal para tomar el sol.

Y¿ no hay problema si lo tomo en pelotas ? – le pregunté pícaramente.

Ninguno. Bueno, es posible que aparezca Sami...

¿Sami ? ¿Otro perro ? – pregunté alarmada.

No, tonta, no. Samuel, todo el mundo lo llama Sami, es, cómo explicártelo, es como si fuera el tonto del pueblo. No debes tenerle miedo porque a pesar de su aspecto, un poco como un jugador de rugby pero de la prehistoria, no sé si me explico, bueno, que es inofensivo. Bruto ya lo conoce y ni siquiera le ladra.

¿Y qué hago si aparece... Sami ?

Nada, tú no debes hacer nada ; ni decirle hola. El en general, se pasea por el río y cuando descubre alguna chica sola tomando el sol o bañándose, se esconde detrás de un matorral, como si no lo vieramos, se baja los pantalones y se pajea un buen rato.

¡Ostia ! ¿Y nadie le dice nada ?

No...¿qué le vas a decir ? Si no hace daño a nadie. Yo no voy casi nunca, pero Aurelia sí y ella me dice que algunas chicas del pueblo lo ahuyentan tirándole guijarros e insultándolo.

¡Pobre hombre ! y Aurelia ¿también lo echa ?

¡No, qué va ! Ya sabes cómo es mi hija. Ella lo deja hacer y a veces lo provoca incluso masturbándose ante sus narices hasta que el pobre no puede más... Y después se va, tan tranquilo.

¿Nunca lo hace con él ? Quiero decir si...

Mujer... Mi hija no me lo cuenta todo. Algunas veces, sé, que lo llama y le pregunta « ¿qué, Sami, una mamadita ? »

¡Joder, Tata ! ¡Sois insaciables !

¡Vaya quién fue a hablar !

Ya veis. Todo terminaba siempre en el buen humor y la cachonda complicidad. Así que se marcharon y me puse manos a la obra. Preparé una bolsa con lo indispensable : la toalla, el bronceador, el libro, una botella de agua y un par de tortitas que habían quedado del desayuno de la mañana... Qué... ¿me llevo también el tarro de mermelada por si acaso ? me dije... Pues bueno, porqué no, nunca se sabe...

Y así salí al campo, casi como Caperucita, con una faldita corta y una camiseta de tirantes y... sin bragas y a lo loco ! Mi tía me había dicho que Bruto me seguiría sin problema, que no hacía falta atarlo. Y así fue. Lo llamé y al instante apareció a mi lado contento como unas Pascuas y agitando la cola como si nunca antes en su vida perruna lo hubieran sacado a pasear.

Lo primero que una aprende en el campo es que cuando te dicen que algo está a 20 minutos una debe multiplicarlo enseguida por tres. ¡Tardé una hora en encontrar la « paradisiaca » calita ! Bruto y yo muertos de calor y de sed sacábamos la lengua como ahorcados en el patíbulo. Pero lo que tenía ante mis ojos valía mil torturas y sufrimientos : ¡ni en postal había yo visto antes un lugar tan hermoso ! Qué equivocada estaba al pensar que aquella región era un desierto de piedras y lagartos !

El lugar estaba desierto. Sólo se oía el trinar de los pájaros y el murmullo constante de las límpidas aguas del río. Me despojé de la ropa y me metí en el agua, que estaba francamente fría, poco a poco para no quedarme tiesa de un corte de digestión. Pero Bruto no razonaba igual que yo y se puso a juguetear en el agua y a salpicarme de gotitas que me enderezaban todos los pelillos y lo que no eran pelillos.

Tendí la toalla sobre la hierba y me tumbé al sol potente de la tarde extremeña para que calentara urgentemente mi cuerpo que tras el baño helado se me estaba poniendo azulado. Enseguida sentí el calorcillo solar meterse por todos los poros de mi piel haciéndome recuperar una aceptable temperatura corporal. Abrí mis piernas, doblé mis rodillas y dejé que la cálida brisa serpenteara entre mis muslos. Me sentía en la gloria.

Me hubiera dormido si no fuera porque el calor sobre mi piel estaba volviéndose insoportable. Me senté y me apliqué por todo el cuerpo que me era accesible la leche bronceadora. ¡Cómo me hubiera gustado que fuera Aurelia o Lola quienes me lo hicieran ! Pero, qué le vamos a hacer... Además, me dije, si son ellas las que me pasan la cremita seguro que de tomar el sol, nada y de leer aun menos.

Bruto se había tumbado detrás de mí,a la sombra y parecía que hacía la siesta. Saqué el libro y me puse a leer. Bajo el tórrido sol de verano no soporté ni dos minutos de lectura, así que me levanté y me puse a la sombra. Hay que ver cómo eres, me dije, mientras leía. Has ido a traerte el mejor libro que podías para estas vacaciones : Justine, del Marqués de Sade. Debía tener yo poderes premonitorios. La lectura no hacía más que echar leña al fuego uterino que me consumía. A las imágenes que se representaban en mi mente leyendo las aventuras sexuales que vivía la pobre Justine, se unían las que había vivido la no tan pobre Sandrita desde su llegada al cortijo y el resultado no era otro que el habitual en mí : mi infatigable líbido reclamando caricias.

Sin dejar de leer, me llevé un dedito a la entrada de mi todavía virgen cueva y metiéndomelo dentro comprobé ipso facto que la fábrica de jugolandia estaba trabajando a pleno rendimiento. Así estuve un buen rato, leyendo y acariciándome, sin tocar mucho mi botoncito porque ya me conocía y no quería precipitar la llegada del extasis.

Cuando comprendí que si seguía dándole al dedito iba a asustar a los pajarillos y a despertar a Bruto, me di otro baño refrescante que me pareció menos frio que el de antes y me tumbé al sol, de espaldas. Miraba a Bruto como se despertaba de su siesta y vi como cambiando de posición empezaba a darse lengüetazos en la panza y en su bolsa genital. Lo tenía a dos metros de mí. Ahora podía observarlo con mucho más detalle que esta mañana cuando había hecho lo mismo tras follarse a mi tía. Su pirulí rojizo y puntiagudo fue apareciendo poco a poco. La enorme lengua del chucho lo cubría por completo. Me pregunté si mi tía ya se lo había metido en la boca, si ya le había comido hasta el final el rabo de su querido perro. Me la imaginé intentándose tragar esa cantidad increible de esperma que había visto brotar de su coño. ¡Qué asco ! me dije, pero me sonaba falso. En realidad me preguntaba qué gusto tendría, cómo debe ser de tener esa verga extraña en la boca ; chuparla y chuparla hasta que regueros interminables de leche caliente me llenaran la garganta...

En mi corta experiencia en la materia, sólo había tenido una polla en la boca, la de Ismael ayer por la noche, pero sin llegar a conseguir que se le pusiera dura. Claro que si me hubiera dejado seguir un poco más no dudo que lo hubiera conseguido. Pero había visto muchas veces a mi madre mamándosela a mi padre y había memorizado con todo detalle las diferentes técnicas felativas que utilizaba y que parecían dar siempre el mejor de los resultados : con manos o sin manos, tragándosela hasta la campanilla o simplemente chupeteándole el capullo, metiéndole un dedito en el culo o pellizcándole las tetillas... Pero mamársela a un perro... Eso debe ser otra cosa...

Pensando en todas estas guarradas no me di cuenta que Bruto se había levantado hasta que sentí su húmedo hocico golpeando entre mis nalgas. Comprendí enseguida que el chucho quería guerra y que deseaba que me pusiera a cuatro patas en posición de combate :

¡Estate quieto, cabrón ! – me di la vuelta como pude quedando ahora mi coñito cerca, cerca de la trufa de su hocico. Se puso a olfatearme la raja y casi me corro del gusto que la situación me procuraba.

Separé las piernas, me abrí el coñito y se lo ofrecí como merienda. Pero nada. Bruto me olfateo unos instantes y como no debía reconocer ninguno de los aromas característicos de su ama, me dejó correr con desdén sin procurarme un solo lengüetazo.

Perro malo... ¡Ven aquí ! – con la almeja abierta y rezumante y el perro sin ni siquiera mirarme pero con la verga bien puesta, indicándome a las claras que era él quien mandaba.

Pensé que si me ponía a cuatro patas esa bestia iba a desangrarme y no era así que quería yo perder mi virginidad, por mucho morbo que me diera la idea. Entonces me acordé del tarro de mermelada. Lo cogí y me puse primero un poco en las tetas. Me tumbé y lo llamé dulcemente :

Bruto, ven... Mira que tengo para ti – le acerqué al hocico un dedito pringado de mermelada.

El perro lo olió y reconociendo el aroma dulzón lo chupó sin problemas. Fui desplazando mi dedo hasta mis pezones y Bruto, qué listo que era el perro, me procuró unos lametazos que me hicieron ver el Edén. Aprovechando la buena predisposición de Bruto a las golosinas, me unté todo el pubis, el interior de los muslos y todo el chocho con esa poción dulcemente mágica que mi tía amada había fabricado. Le había vaciado el pote pero daba igual, todo sea por la buena causa.

Excitado por el dulce aroma que se le ofrecía entre mis piernas, Bruto no tardó en regalarme mi primer –que no el último- cunnilingus canino de mi corta historia sexual. Mira que me han comido de veces el coño en la vida pero como ese día, francamente, ni de lejos. ¡Santo Cielo ! ¡Qué lengua ! La sentía por todas partes, ancha, larga, dura y suave a la vez. Una veces se metía profunda entre mis labios y la sentía moverse lubricamente en mi vagina ; otras se perdía entre mis nalgas lamiéndome el ojete... ¡qué locura, por Dios !

Me corrí un montón de veces. Fueron orgasmos muy breves pero intensísimos, como ráfagas de ametralladora. En parte debido a que Bruto hacía con su lengua lo que le daba la gana, no se estaba quieto, igual me lamía el clitoris y cuando yo estaba a punto de explotar se ponía a chuparme el chumino... Pero a mí me daba lo mismo porque cuando estoy caliente tengo la impresión de que cualquier parte de mi cuerpo es erógena. Las mujeres que lean estas líneas me comprenderán perfectamente. El sexo lo vivimos en nuestra mente y somos capaces de convertir en excitación sexual irrefrenable cualquier estímulo erótico, sea éste visual, auditivo, olfativo, táctil o gustativo... De hecho, las mujeres cuando ponemos los cinco sentidos en la tarea podemos alcanzar la cima del placer tantas veces como queramos. Todo lo que es cuento no es más que una pequeña muestra del caudal orgásmico inagotable con que la naturaleza nos ha dotado. Por eso, aunque Bruto me lamía con más torpeza que Aurelia o Lola, era tan excitante la situación que consiguió que acumulara al menos una decena de orgasmitos, un poco a la manera del fumador empedernido que se enciende un nuevo cigarrillo con la colilla del que acaba de consumir.

Entonces el perro hizo un gesto que cortó en seco mi concentración placentera. Dejó de lamerme y se avalanzó sobre mí. Sus patas delanteras sobre mi torso, resbalaron hacia los lados arañándome las costillas y sus patas traseras se posicionaron entre mis muslos. Esa bestia quería copular conmigo. Tanteaba con su iniesta verga la entrada que mejor se acomodara a sus intenciones mientras que con sus patas realizaba un ridículo movimiento de danza similar al que hacen los luchadores de sumo antes de iniciar el combate. Nunca después en mi larga vida sexual sentí tantas dudas, tantos temores ni tampoco tanta curiosidad ni tanto morbo. Si levantaba un poco el culo ese animal se clavaría en mí sin la menor dificultad. Pero ¿era acaso lo qué yo deseaba ? ¿ser desvirgada por un vulgar pastor alemán ? No, no podía ser... Hoy no.

Como si Bruto hubiera leído mis pensamientos, apoyó su palpitante falo sobre la alfombra triangular de mi pubis e inicio su divertido vaivén frenético. Inmovilizada entre sus patas delanteras, observaba como podía la escena, con la boca de Bruto abierta a un palmo de mi cara, la lengua colgando y su baba cayéndome entre las tetas. Sentía sobre mi sexo la estimulante presión de la base esférica de su verga transmitiéndome descargas erógenas impresionantes. « Vamos a corrernos juntos » pensé. Y de repente, el apéndice cilíndrico –como un pezón- de su verga dejó escapar con fuerza finos chorrillos de semen casi transparente, como si estuviera meando sobre mi vientre. Aquello fue suficiente para transportarme una vez más al país del orgasmo. Y para acabarme de matar de gusto el animal se puso a obsequiarme con unas lengûetadas limpiadoras que hicieron que casi me desmayara de tanto placer.

Bruto se apartó de mí y se puso a lavarse la verga aun erguida y palpitante. Me quedé observándolo un buen rato. Me sentía muy extraña. Iba descubriendo que mi naturaleza sexual no sólo era muy ardiente sino que también era morbosa, lasciva, perversa y viciosa. Me había dejado comer el coño por un perro y había disfrutado como la más viciosa de las perras. Le había dejado mi cuerpo para que se masturbara con él y mi único deseo era que me follara por donde quisiera. Y ahora que se estaba lamiendo la verga sólo deseaba ...

Perro bueno... perro bueno... – me acerqué lentamente a él, gateando sigilosamente para que no se asustara. Paró de lamerse y me miró con curiosidad.

¿Qué me estaba pasando ? ¿Estaba perdiendo todo sentido de decencia humana ? Mi cerebro estaba como bloqueado, incapaz de razonar. De su interior más profundo y primario no cesaban de surgir mensajes obscenos como si otra Sandra, primitiva y animal, me hubiera poseído : « Vamos... Cómele la polla a este cabrón de perro... Haz que se corra de nuevo, que se mee en tu boca... »

Como si estuviera en trance, completamente sumisa a mis instintos más oscuros y viciosos, le agarré la verga –que empezaba a perder parte de su rigidez- por la base y me la metí entera en la boca como la noche anterior había hecho con la de Ismael, chupándola y lamiéndola con todas mis ganas. Tenía un gusto diferente a la de mi primo, un gusto entre ácido y dulzón, un sabor que no me era nada desagradable. Bruto se dejaba hacer, jadeando y babeando como el buen perro que era. Poco a poco su verga fue recobrando dureza, hinchándose y llenándome la boca hasta cortarme la respiración.

Entonces, sin cambiar la posición pero girando hacia atrás su cabeza de casi 180 grados, se puso a ladrar. Asustada, pero sin dejar de agarrarle el pollón no fuera que se me escapase, levanté la vista hacia el lugar donde dirigía sus ladridos y descubrí la presencia de un hombre detrás de unos arbustos. Sólo podía verle la cara y el torso desnudo. Me pareció impresionante. Llevaba unas greñas largas y sucias que le caían sobre los hombros. Una barba negra que le comía buena parte de las mejillas. Un pecho cubierto de vello hasta el cuello. Parecía el hombre de Neandertal. Y sin embargo su cara –lo poco que le quedaba a la vista con tanto pelo- era agradable, diría incluso bonachona. Los ladridos amistosos del perro y los comentarios que Lola me hizo antes de venir me convencieron sin dudar que se trataba de Sami. No veía sus manos con lo que deduje que se estaba pajeando aunque no supiera si acababa de empezar o ya llevaba un ratillo dándole a la zambomba gracias al show que una putilla de quince años le estaba ofreciendo. Y sin pagar entrada.

El, por su parte nos miraba fijamente con esa mirada que tienes las personas alienadas, una mirada que conectaba directamente lo que sus ojos veían al movimiento consolador de sus manos sin pasar por la casilla cerebral. Sin embargo, el hecho de que yo lo mirara fijamente provocó en su tontorrona cabecita una reacción de pánico y temí que se fuera corriendo :

¡No, por favor ! ¡No te vayas, Sami ! – paró en seco su movimiento de huida y habló :

Sami, Sami... –golpeándose el pecho con su mano peluda y señalando al perro – Bruto... Perro bueno... – vaya, vaya... la fama de Bruto no tenía fronteras.

¡Ven, Sami ! ¡Acércate ! Enséñame lo que le estabas haciendo a tu hermanito...

Sami no hermanito. Sami solo... – efectivamente se trataba del tonto del pueblo.

¡Ven ! Puedes seguir mirando pero quiero que te pongas aquí, delante de mí.

Sami bueno... – y fue saliendo de detrás del arbusto hasta llegar a nuestra altura. Se había subido los pantalones pero sin subirse la bragueta y su polla, tiesa y gorda como un chorizo de cantimpalo, sacaba su brillante cabeza como si nos saludara desde el balcón municipal.

¡Quítate los pantalones, Sami ! – me divertía dándome aires de perversa dominadora.

Ese hombre era un auténtico simio. Al quitarse los pantalones y los calzoncillos vi que tenía todo el cuerpo recubierto de una espesa capa de vello oscuro. Observé sus genitales e inmediatamente los comparé con los pocos que había visto hasta entonces. Quien diga que todas las pollas se parecen miente como un bellaco. Todas tienen sus cosillas particulares y diferentes : el grosor, la longitud, el diámetro del capullo, el pellejo más o menos fino o espeso... Años más tarde, en una de las tantas fiestas que Carlos, el que iba a ser mi marido, y yo organizábamos y que terminaban casi siempre en auténticas orgías, mi marido me desafió a reconocer su polla con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda entre las ocho de nuestros amigos invitados. A pesar de haberla reconocido enseguida insistí en que me dejaran seguir la exhibición de mamada colectiva mientras unos y otros iban filmando las ocho corridas. Me di ese día el mayor atracón de semen de mi vida. Y dejé pasmados a unos y otras al reconocer no sólo la polla de Carlos sino otras cinco que me resultaban muy familiares.

Pero volvamos a la de Sami. Entre un mar negrísimo de pelos rizados sobresalía un mamporro no excesivamente largo –me pareció mucho más corta que la de mis parientes- pero de un grosor impresionante y un prepucio de color oscuro y brillante del tamaño de uno de mis puños. Sus pelotas no desentonaban pero era difícil distinguirlas entre aquella masa forestal que las cubría.

Entretanto, mi pobre Bruto se había enfriado un pelín así que me puse a la labor interrumpida porque cuando Sandra tiene una idea en la cabeza no se la quita ni Dios ni el Rey.

Anda, Sami... Tú mira lo que le hago a Bruto y después si quieres te lo hago a ti también... – y como un autómata al oir mis palabras se puso a darle a la morcilla sin quitarnos los ojos de encima...

Sami bueno... Bruto bueno...

Sí... Sí... Y Sandra buena... – añadí risueña y bajando la cabeza me tragué un buen perrito caliente.

Practicaba mi primera felación canina en un lugar paradisiaco, con el cuerpo pringoso de leche y babas de Bruto, con el coño rezumante de caldito y con un tío que parecía King-Kong pajeándose ante mis narices esperando que terminara con el can para mamársela hasta extraerle la última gota.

Lo que os decía antes sobre el poder de la mente para provocar orgasmos. Me puse a imaginar que mis tíos y mis primos observaban la escena escondidos tras los matorrales, la boca abierta de admiración, masturbándose los unos a los otros sin perder ni pizca del espectáculo, y se produjo un encadenamiento de corridas imposible de preveer.

Estaba dando unos besitos a la rojiza punta de la verga de Bruto y con la lengua le picoteaba su apéndice cuando empezó a soltar unos chorritos de semen muy líquido que me salpicaron las mejillas. Abrí la boca sacando un poco la lengua para que ésta recogiera tanta leche como pudiera mientras que con la mano le apretaba fuerte la base de su verga. Ese perro tenía algo de humano en sus jadeos pero también algo de sobrenatural pues me estaba llenando la boca de su gustoso néctar cuando a penas media hora antes se había vaciado sobre mi vientre. Le lamí a conciencia recuperando las últimas gotitas que seguían emando de su polla y con la mano libre busqué deprisa mi clítoris para aumentar la fuerza del orgasmo naciente.

Me saqué la verga de Bruto de la boca y alcé el cuello tirando la cabeza para atrás para poder gritar al viento todo el placer que me inundaba. Y fue entonces cuando al verme así poseida por el demonio del placer y de la lujuria, Sami explotó con toda su fuerza animal, eyaculando densos cordones de lefa blanquísima sobre mi quinceañera carita de ángel. Jamás en mi vida volvería a disfrutar de una corrida tan espectacular. Jamás. El primer chorro se me clavó en mitad de la frente como un dardo –si me hubiera dado en el ojo me lo saca-, los dos siguientes en la nariz y la mejilla –se notaba que intentaba dirigir su manguera hacia mi boca-. Yo intentaba compaginar su corrida con la mía... Abrí la boca cuanto pude y así Sami pudo vaciarse en ella entre alaridos simiescos. Tenía la boca llena de su espesa leche. Me gustó su sabor agridulce. Al tragármela comprobé que dejaba una ligera sensación de acidez en la garganta que desaparecía con un simple carraspeo.

Sentada sobre mis piernas me acaricié la cara con los restos de semen de Sami llevándome unos pocos a la lengua para prolongar el placer de saborear el fruto de mis primeras mamadas. Mucha de esta lefa ya había resbalado por mi cuello entre mis tetas y aproveché de esa cremita suplementaria para masejearme con ella.

Sandra buena... – el cabrón de Sami me acercaba su cipote morcillón para que le dedicara las mismas atenciones que a Bruto.

Sandra buena, sí pero Sami sucio... –le dije pensando que ese tío debía hacer lustros que no se lavaba...

Sami sucio... Pero hermanito limpio – le miré de reojo y sonriendo le dije :

Me parece a mí que tú no eres tan tonto como aparentas...

Y así le agarré el culo con ambas manos y atrayéndolo hacia mi boca me tragué su morcilla, lamiendo y relamiendo hasta dejarla, esta vez lo certifico, completamente limpia.

Había ido al río para pasar una tarde tranquila de relax y reposo y ya véis... Si llegué a leer dos páginas ya fue mucho !

Bruto se había quedado como si no hubiera pasado nada. Bueno, al menos eso me parecía a mí viéndolo otra vez estirado con la cabeza apoyada sobre sus patas delanteras y los ojos enturbiados. Y yo, en cambio, iba a volver al cortijo con dos arañazos en las costillas, el coño irritado por sus lametones, el cuerpo pringoso y el estómago lleno de su lefa animal.

Y el otro igual. Se había marchado como había llegado, ni hola ni adiós, me había llenado la cara y la garganta de esperma y con el cuento del « Sami bueno, Sami bueno » le había limpiado el cipote como nunca antes se lo habían limpiado.

¡Vaya pueblo ! Aquí eran todos unos depravados. Estaba segura que por la noche, en el baile, iba a descubrir todavía más secretos y vicios de toda esa gente. Claro que tú, me dije, no te quedas corta... ¿Qué pensaría mamá si me viera ? Tata Lola diría : « Esa puta... Seguro que se sentiría muy orgullosa de ti ! »

Me metí en el río y me lavé tan bien como pude. Después me estiré a tomar un poco el sol, me comí las dos tortas y leí unas cuantas páginas más del Marqués de Sade pensando para mis adentros que él también hubiera estado orgulloso de mí.

Debí quedarme dormida pues al abrir los ojos noté enseguida que los rayos del sol empezaban a declinar y que toda la caleta estaba sombreada. Llamé a Bruto pero como no aparecía me imaginé que cansado de esperar habría vuelto solo a casa. Me vestí, recogí los bártulos y regresé al cortijo canturreando contenta como Caperucita antes de encontrar al lobo. Salvo que yo, en este cuento, iba camino de tirarme al lobo, a la madre, a la abuela, al cazador y a todo Dios que se me pusiera a tiro.

Al llegar al cortijo no sabía ni qué hora era. Aurelia estaba sentada en la terraza sentada en un sillón de mimbre con los pies descalzos apoyados sobre una silla. Estaba fumando y bebiéndose una cerveza. Iba vestida con una bonita blusa de color azul cielo y unos pantalones bombachos azul marino. Su media melena color castaña recogida por una diadema y el discreto maquillaje –un poco de brillo en los labios, una raya azul en los ojos y algo de color en las mejillas – realzaban de maravilla sus graciosos rasgos porcinos :

Buau ! Primita, que guapa estás ! – al verme se levantó y girando sobre si misma me dijo :

¿Has visto ? ¿Quién diría que soy una vulgar campesina, eh ? – y mirándome con atención añadió : - En cambio, tú, parece que vienes de la guerra ¿dónde te habías metido ? Ya son casi las ocho... Los otros están acabando de prepararse para ir al pueblo...

¡Uf, si supieras ! – buscaba a Bruto mirando a derecha y a izquierda - ¿Y Bruto ?

Tranquila... Hace ya más de una hora que ha regresado. Mi padre iba a venir a buscarte... Bueno, pero siéntate un momento –dio una última calada y apagó el cigarrillo en el cenicero- , te voy a buscar una cervecita y me lo cuentas todo...

¿No debería ir a prepararme para la fiesta... ?

Sí, claro... Pero por ahora el baño está ocupado... Y... si te metes en él mucho me extrañaría que salieras con vida ! – se inclinó para besarme en la boca y sentí su lengua buscar ávidamente la mía ; su aliento sabía a una curiosa mezcla de menta, tabaco rubio y cerveza....

Al regresar se sentó ante mí, me dio la cerveza y acariciándome delicádamente el interior de mis muslos me preguntó :

¿Qué tal, el río ?

Muy, pero que muy bonito... Me he llevado un libro para leer tranquila y...

¿Y ? – sus manos se acercaban peligrosamente a mi rajita...

Que no he podido leer casi nada... ¡Entre unos y otros ! Mira, mira que me ha hecho Bruto – me puse de pie y levantándome la camiseta un poquito más de lo necesario le mostré la marca de las uñas del perro a cada lado de mis costillas.

¡Joder, primita ! ¿Qué le has hecho para que te atacara así ?

Pobrecito...¡Qué va ! – hacía horas que había tomado la resolución de decirles siempre la verdad- Es culpa mía. Primero le hice comerme el coñito un buen rato como lo había visto hacer a tu madre en la cocina... Y claro, se calentó, se calentó- me miraba a mi prima con carita de niña pillina sin dejar de sujetarme con las dos manos la camiseta - ... y, ¡quería follarme el perro malo !

¡Uf, Uf, Para, para ! No me cuentes más que me estás poniendo como una caldera...

Y también he visto a Sami – me movía a un lado y a otro, mis tetillas al viento con sus botoncitos hinchaditos - ¡Qué polla que se gasta el mamón ! – Aurelia me miraba con cara preocupada, aunque sintiera también que la estaba calentando muchísimo :

No te preocupes, Aurelia... Sigo tan virgen como al llegar aquí...

Mmm... ¿Entonces... ?

¡Je, je, je ! Me los he merendado a los dos ! Tengo dos litros de leche de perro y de gorila en el estómago, primita... ¡Una delicia !

En ese momento, mi prima perdió todo control, me terminó de sacar la camiseta y empezó a sobarme y a darme lengua. Sus dedos me pellizcaban los pezones, buscaban la humedad de mi sexo, se adentraban en mi culito...

Tsss !¡ Estate quieta ! Primero tienes que curarme los arañazos, que me pican mucho...

Sí, sí... – y me lamía las heridas como una perra lo hubiera hecho –

¡Uy ! ¡Ay ! ¡Cómo me pica ! – ahora ya no me lamía las heridas ; su lengua me recorría de arriba abajo, de izquierda a derecha ... se paraba en un pezoncito, lo mordisqueaba, se iba al otro, lo chupaba ; subía hasta mi cuello, por mi barbilla hasta encontrar mi boca, me mordía los labios, me recorría los dientes, jugueteaba con mi lengua ; me besaba la nariz, los ojos, la frente ; descubría mi orejita, le succionaba el lóbulo, se la metía entera en la boca y me taladraba el oído con palabras soeces :

Eres la más puta, la más caliente puta que jamas haya conocido...

¿Más puta que tú ? ¿Más zorra que tu madre ? – le dije apartándola y dándome la vuelta apoyé las manos en la silla levantándome la falda – Soy una putita y quiero que me comas aquí – con mis dedos le mostré mi coñito – y aquí – y el agujerito del culo...

Aurelia no tenía ganas de coño. Me separó los cachetes y se puso a chuparme y a lamerme el ojete con toda su lengua. Su lengua endurecida se abría pasó en mi esfínter, dilatado por los hábiles deditos de mi prima. ¡Qué increible sensación ! Sentía mi culo abrirse lentamente y la lengua de Aurelia penetrándolo sin piedad.

  • ¡Hummmm ! ¡Qué gustazo ! ¡Sigue, sigue... ! ¡Mássss, dame maaaaaasssss !

¡Niñas ! ¿Pero qué estáis haciendo ? – Lola de pie en el umbral de la puerta nos contemplaba boquiabierta.

Ven, mamá... Mira esto... Mira que culo – dijo mi prima distendiendo mi ojete con sus dos índices – Llama a papá... Primita ¿Quieres que te den por el culo, verdad ?

¡Oh, sí, sí, síiii ! ¡Rompedme el culo ! ¡Descuartizadme !

Pero ¿qué me pasaba ? ¿de dónde sacaba yo ese vocabulario ? ¿en qué me estaba convirtiendo ?

Como si leyera mis pensamientos, mi tía ordenó a su hija que dejara mi culo tranquilo y mirándome fijamente me dijo :

Mañana. Sandra, mañana. Te haremos todo lo que nos pidas. Te enseñaremos todo lo que sabemos. Serás nuestra y seremos tuyos. Mañana. – y dicho esto me besó tiernamente en los labios y me pidió que me diera prisa en prepararme para la gran fiesta del pueblo.

Perdóname, tata... Perdonadme. No sé qué me está pasando...

Anda, sube rápido a cambiarte que lo que te pasa tiene fácil arreglo. Pero todo a su tiempo, Sandrita... Todo a su tiempo.

Recogí mi camiseta del suelo y algo confusa y turbada me dirigí sin decir nada hacia la puerta. Al entrar en la casa, vi que Jacinto e Ismael estaban sentados en el sofá del salón, conversando tranquilamente, aparentemente ajenos a la escena que acaba de ocurrir. Cuando pasé a su lado para subir las escaleras que llevaban al piso de arriba, con la camiseta en la mano, me miraron con una extraña sonrisa y Jacinto me dijo :

No hagas caso de lo que te dice tu tía... Está celosa.

¿Celosa ? ¿De qué ? ¿De quién ? – ellos seguían sentados, los dos perfectamente entrajados con idénticas camisas blancas y pantalones de pinzas negros ; bien afeitados y con el pelo lacio y negro peinado hacia atrás... Mmm, cómo me gustaban, tan viriles, tan...

Tiene celos de ti – me hizo un gesto con la mano para que me acercara a ellos -, de tu juventud, de tu belleza -–me decía acariciándome los senos con las yemas de los dedos -, de tu frescura, de tus ganas de comerte el mundo entero – ahora era Ismael quien deslizaba una mano bajo mi falda palpando con su dedo la perenne humedad de mi rajita – Nosotros estamos muy orgullosos de ti. Y ellas también, créeme...

Nooo, por favor, parad, parad... – supliqué casi sollozando aunque mi cuerpo pidiera todo lo contrario.

Tienes razón – prosiguió mi tío y ambos dejaron de toquetearme – Ahora debes ir a lavarte y acicalarte... Queremos que seas la más bonita del baile... Queremos que todo el mundo nos envidie...

Los dejé sin decir nada más. Subí las escaleras y me fui directa al cuarto de baño. Mientras me duchaba pensaba en aquel cómic de Milos Manara en el que una joven burguesita más bien frígida se convierte de la noche a la mañana en una ninfómana insaciable capaz de tirarse al primero que pasara ante ella... Yo me sentía como la heroína del cómic, salvo que en mi caso no había ningún maléfico doctor que manipulara un aparato que enviara ondas a mi cerebro... No, en mi caso, todo el vicio, toda la lujuria y la gula sexual, todo estaba en mí, yo era el detonador y el detonante. Comprendí en un momento las palabras de mi tía : « Tú eres muy peligrosa » y cerrando el grifo de agua caliente dirigí el chorro de agua helada contra mi sexo ardiente abriéndolo como una boca de incendios para ver si conseguía apagar el fuego que me consumía. Aparentemente, no era esa la buena solución pues si bien en principio el frío intenso me hizo gritar de dolor pronto dejó paso a un gusto exquisito, a un placer renovado, a un torrente de satisfacción, a...

¡Nooooo ! –grité con todas mis fuerzas- ¡Otro orgasmo, nooooooo ! ¡Nooooooohhhh !

Pues sí, ya estaba hecho. ¿Y qué ? ¿Qué ? La verdad es que ahora me sentía mucho mejor. La confusión, la turbación, las dudas... Habían desaparecido. En cambio, lo que tenía eran unas ganas locas de mear. Entre la cerveza y el litro de agua que me había bebido tenía la vejiga a punto de reventar. ¿Qué ? ¿Llamo a mi tía para que venga a verlo ? No, demasiado tarde. Qué sensación más agradable la de sentir brotar con fuerza la orina de tu sexo resbalando caliente sobre los muslos. Cuánta razón que tiene Lola al decirme que todo en mí es sexo. Sexo y vicio.

Una vez duchada me fui rápido a vestirme a la habitación de Aurelia. Saqué la maleta que aún no había tenido tiempo de deshacer del armario y la eché sobre la cama. Ya sé, me dije, voy a ponerme el vestido ibicenco que me regaló mi madre... Y las braguitas blancas de encaje... Faltaría más... A ver si me pongo a bailar un rock y le enseñó el chumino a todo el pueblo... Y mi tía que diga lo que quiera... Vaya, ahora me doy cuenta de que ni siquiera me he fijado cómo iba vestida... ¡Con la bronca que me ha pegado ! Pero estoy segura que cuando me vea ...

Me puse las diminutas braguitas y sonreí al ver que mi pelambrera desbordaba por todos los lados. Eso también debía ser cosa de familia : a mi madre nunca se lo había visto depilado, eso sí un poco más arregladito que el de Aurelia y, sobre todo el de Lola... Además estas dos no se depilaban ni los sobacos... Y eso yo... Levanté un brazo y me reí al ver que los mios tras tres días de no pasarles la cuchilla : empezaban a criar un poco de césped algo más oscuro que el de mi triangulito. Curiosamente, contagiada por las costumbres higiénicas de esta familia, me gustó ver crecer esos pelillos y me dije que mientras estuviera en el cortijo no iba a depilarme nada... Nada.

Encontré por fin el vestido y me lo puse. Me miré al espejo y me encontré muy atractiva. No podía evitar de pensar en los comentarios de mi familia en cuanto me vieran . Quería ponerme unas sandalias abiertas. Me gustaban mucho mis pies y me encantaba pintarme las uñas de los deditos de color rojo carmín. También llevaba tres días sin pintarmelas, ni la de las manos tampoco. Pero ahora no tenía tiempo para las manos. Busqué el esmalte en mi neceser, me senté en la cama y, no sé porqué razón, mis ojos se fijaron en el cajón de la mesita de noche. Estaba entreabierto. El primer reflejo fue de cerrarlo pero algo en mi mente me llevó a abrirlo. En su interior no había nada que llamara especialmente la atención salvo un sobre marrón de un cierto grosor. Lo saqué y lo abrí : eran fotografías. Las extraje del sobre y les di la vuelta. Había al menos unas cincuenta...

La primera era una foto tomada en el establo. Una buena toma, de calidad profesional. Se podía ver en el centro, rodeado de paja, un burro, un típico y vulgar burro, de pelaje grisáceo que miraba a la cámara con cara de burro, cómo debía ser. Se me encendió la bombillita enseguida. ¡Ese era el novio de Aurelia ! Sino, ¿de qué iba a tener su foto en la mesita de noche ? Pero...

Fui pasando las fotos una por una. Las diez primeras eran todas del animal en cuestión, desde todos los ángulos habidos y por haber. Pero a partir de la undécima... Entraba mi prima en acción. ¡Y de qué manera ! Completamente a pelo se la veía cepillándole el lomo, acariciándole la cabeza, apoyándosela contra las tetas, estirándole la cola y frotándose con el plumero de ésta su peluda entrepierna...

Ya no me extrañaba nada. No obstante había algo de especial en esas fotos. A pesar de ser fotos de interior, había mucha luz y vista la calidad del encuadre y las poses un tanto teatrales de Aurelia... Aquello no eran fotos de amateur. No señor, eran fotos autenticamente profesionales...

Vaya, vaya, con el novio secreto de mi prima... Pero pasemos a la siguiente : Aurelia en cuclillas acariciándole el vientre ; la foto estaba tomada a ras de suelo y no se veían los genitales del burro... La voz de Aurelia me sobresaltó. Estaba tan concentrada mirando las fotos que no había oído abrirse la puerta :

Es Tronco. ¿Te gusta ? – no parecía enojada por mi indiscrección, más bien contenta de que las hubiera encontrado.

Sí, me gusta. Es un bonito animal. Y son unas fotos muy logradas.

Son del año pasado – se sentó a mi lado y me las cogió de las manos para depositarlas de nuevo en el sobre.

Todavía no las he visto todas... – protesté.

Bueno, ya las verás... Pero me hubiera gustado que antes de verlas lo conocieras en persona – mi sistema de reconocimiento erógeno se puso a centellear.

Como quieras... Y perdona, ¡eh ! Es que ma ha picado la curiosidad...

Y pellizcándome la nariz me dijo :

¡Ay, Sandrita ! Esta curiosidad te va a perder.

Ya... Pero dime... ¿cómo es que son tan buenas, las fotos ? – y es que no me gusta dejar sin respuesta las preguntas que me acechan.

Mi hermano tiene unos amigos portugueses que hacen películas y revistas porno de zoofilia. – me contestó como si aquello fuera lo más normal del mundo.

¿Y no tienes miedo de que todo Dios que te conoce pueda acceder a ... ?

No. Me pagaron muy bien y me prometieron que eran únicamente para el mercado nórdico. Se ve que a los rubitos les va la marcha – añadió acariciando mi larga melena rubia.

Anda, déjamelas ver, porfa, porfa, porfa... – insistí con mi tono de niña mimada.

¡Vale ya ! ¡Qué no ! Además están todos esperándote con impaciencia. Tenemos reservada una mesa y hay que ir pronto, que si no nos la quitan...

De acueerrrdooo. Me cepillo el pelo y bajo. Dime una cosa antes...

¿Quééé... ?

¿Cómo la tiene el Tronco ? Debe ser enoooorrrmmme, ¿no ? –le pregunté mientras me ponía las sandalias guardando el esmalte para otra ocasión.

Pero qué puta que eres, primita... Sí, la tiene así de gorda – y se sujetaba con la mano el antebrazo con el puño cerrado. –terminé de ponerme las sandalias y ahora de pie ante el espejo me cepillaba el pelo.

¿Y qué le haces ? ¿Te lo follas ? ¿O sólo lo masturbas ?

Para de preguntar, ¡pesada ! Ya lo verás... Esta noche, si volvemos pronto, que lo dudo... Y si no, mañana.

¡Lista ! ¿Qué tal estoy ? – ella seguía sentada y yo me planté delante de ella casi rozándola.

Estás... Eres... Un bomboncito... Y no me lo preguntes más que me estás volviendo loca – se levantó e iba para darme un beso pero se refrenó - ¡Ttt ! No empecemos, no empecemos...

Bajamos al salón, cojimos un par de chaquetitas por si por la noche refrescaba y salimos fuera donde los tres nos esperaban de pie y con un cierto nerviosismo controlado :

¡Caramba, niñas ! Pensábamos que no ibáis a bajar nunca – me tranquilizó ver a Lola de nuevo de buen humor.

Es que Aurelia me ha estado enseñando unas fotos de su novio... – no pude terminar la frase porqué mi prima me estampó un sonoro cachete en el culo. - ¡Auuu !

Será golfa esta chiquilla. Te voy a tener que dar un escarmiento...

Síiiii... Soy una niña muy mala y me merezco unos azotes – les dije mirándolos a los cuatro con las manos juntas sobre la falda y balaceándome ligeramente de un lado al otro.

¡Peligrosísima ! Ya os lo decía yo – concluyó mi tía y los cinco nos dirigimos al coche sonriendo satisfechos y felices.

Ismael sacó el todo terreno del garage. No era el mismo con el que el día antes mi prima había ido a buscarme a la estación. Yo no tengo ni idea de autos, tan sólo me fijé en que no era el mismo ; este era de color gris metalizado, mucho más grande y no descapotable :

Pero ¿ cuántos coches téneis ? – pregunté pensando que mis queridos parientes se ganaban muy bien la vida.

Tres –contestó laconicamente mi primo. – Este es un Nissan...

¿Ni... qué ? – pregunté como una idiota ignorante.

Es japonés – añadió Jacinto – Dentro es muy cómodo, ya verás... –mi tío me sorprendía siempre con su tono irónico y burlón ; pensé « ¿qué me estará preparando este viejo sátiro ? » - ¿Aurelia ? Conduce tú, ¿vale ?

¿No sería mejor que fueramos las tres detrás, papá ?

Humm, no, no... A Sandrita la vamos a sentar entre los dos. Tú ves delante con tu madre y así podéis charlar todo el camino. Total, es un cuarto de hora.

Un cuarto de hora, pensé ; no van a tener tiempo de violarme. Claro que si se lo ponía fácil...

Tata... Antes no te he dicho que estás muy guapa con este vestido – era un vestido color granate de corte clásico, años cincuenta o sesenta, con una falda acampanada que le tapaba las rodillas y por arriba lucía un escote rectangular con sisa en la base del pecho del que emergían sus gloriosos melones ; ideal para meterle mano con suma facilidad, pensé.

Gracias, Sandra. Este vestido tiene más años que Matusalén pero es de muy buena calidad y me lo hicieron a medida – dijo sujetándose las tetazas con ambas manos.

Aurelia se pusó al volante, su madre se sentó al lado, yo me coloqué en el centro del asiento de atrás con mi primo a mi derecha y mi tío al otro lado. Los asientos de cuero negro eran suaves y comodísimos. Había espacio suficiente para no ir apretujados. Todo perfecto. Mi prima arrancó a lo formula 1 y su madre la riñó :

¡Conduce tranquila, niña ! Que lo más importante es llegar... – mi tía que seguía cambiando a su aire los proverbios.

Aurelia aflojó la marcha, le dio al botón de la radio y los altavoces empezaron a soltar las dulzonas canciones de los 40 principales. Me apoyé comodamente en el respaldo y me dejé embriagar por el intenso perfume masculino que me llegaba a las narices. Qué a gusto y relajada me sentía ahora, rodeada por ese par de hombres que pronto, muy pronto iban a hacer de mí una mujer con todas las letras...

Mi tía se giró y me sonrió. Luego los miró a ellos y les dijo :

¡Sacárosla ! Quiero que la niña empiece a entrenarse – ya me extrañaba a mí que me dejaran tranquila unos minutos.

Ejecutando sus órdenes, se bajaron la bragueta y dejaron al descubierto sus herramientas de trabajo.

¡Tócaselas ! ¡Sóbales los huevos ! ¡Siéntelos en tus manos ! ¡Agárraselos ! Así, con las dos manos... – no quería apretar mucho - ¡Con fuerza ! ¡Mira cómo les gusta ! ¡Mira cómo se les pone dura ! – efectivamente, miré a derecha y a izquierda y descubrí encantada como sus vergas crecían y crecían gracias a mis caricias. - ¡Cójeselas ! ¡Descapúllalos ! – el prepucio color café tostado de mi tío palpitaba en mi mano derecha ; a mi primo le bajé delicádamente la piel - ¡Dales fuerte, Sandra ! ¡Fuerte ! ¡Ordéñame a estos cabrones !- mis manos cerradas fuertemente sobre sus pollas, subían y bajaban con cierta lentitud - ¡Más rápido, más rápido, más rápido ! A ver si consigues que se te corran antes de llegar al pueblo...

Los miré sucesivamente. Estaban los dos como si se concentraran al máximo para evitar una eyaculación prematura. Sentía las venas de sus pollas bombear sangre sin parar, palpitar calientes en mis manitas. Aurelia desplazó el retrovisor para poder ir echando ojeadas a mi doble trabajo manual. Mis ojos encontraron los suyos y sentí el calor de su mirada perforarme el cerebro. No podía tocarme, no podía aliviar la quemazón insoportable de mi sexo ; mi prima tenía las dos manos ocupadas en su labor de chófer ; mi tía miraba absorta la escena, sin decir nada, sin hacer ningún gesto ; mis dos acompañantes, con las bocas medio abiertas y los ojos cerrados ni siquiera rozaban la tela de mi vestido... ¡Qué suplicio ! Quería gozar, quería morirme de placer, quería chillar de gusto... Pero no podía. Cerré los ojos e intenté concentrarme en mi cuerpo : sólo conseguía sentir el dolor de mis manos agarrando y bombeando incesantes dos hierros candentes. Prové de imaginarme mi vulva abierta como un higo maduro, roja de sangre y pasión, brillante y mojada, ávida de ser penetrada por esos mástiles afilados. Sabía que sólo que pusieran una mano sobre mi rodilla me correría en el acto. Con tan sólo una palabra cachonda susurrada en mi oído, conseguería despegar en un vuelo extasiado. Pero no ocurría nada. Incluso la radio había dejado de sonar. Unicamente el sonido lancinante de la respiración cada vez más agitada de Jacinto e Ismael rompían una atmósfera cargada de silencios. Y mis manos como dos pistones infatigables de un motor de explosión : tran-tran tran-tran tran-tran...

La voz de Lola interrumpió mis elucubraciones :

¡Eres mejor que tu madre ! ¡Mil veces mejor ! ¡Ya los tienes a punto ! ¡Te van a explotar en las manos ! ¡Se te van a correr entre tus dedos ! ¡Dale Sandrita ! ¡Dale !

Pero sus palabras, su tono apremiante y admirativo fueron convertidos al instante en estímulo efervescente. Sin parar de masturbarlos con redoblado vigor, empecé espontaneamente a contraer con fuerza el interior de mi vagina y a desear con toda mi alma ser poseída por esos extraordinarios falos que desde hacía varios minutos pajeaba sin respiro.

Aurelia paró con brusquedad el coche al borde del camino y esa brusca desacelaración hizo que me agarrara a las dos pollas como sendos frenos de mano lo que para ambos fue la gota que colmaba el vaso... Y se produjó el desbordamiento por partida triple : padre e hijo me agarraron mis manos con las suyas como si quisieran que les arrancara de cuajo sus miembros y sus capullos estallaron como geisers proyectando con increible violencia contra el respaldo de los asientos delanteros una cantidad inusitada de savia caliente. Abrí los ojos a mi propio placer y vi ante mí las miradas halagadoras de mi tía y mi prima ; madre e hija en postrera admiración ante la diosa de la masturbación.

Y llegó mi turno. Sin dejar de mirarlas fijamente, sin dejar de agarrar sus pollas, abrí la boca y de mi garganta surgió un grito desgarrador que nacía directamente de mis entrañas :

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH ! ¡DIOOOOOOOOOOOOSSSSSSSSSS !

Del interior de mi coño, por primera vez en mi corta vida pero larga de experiencias orgásmicas, empezaron a manar pequeños chorrillos de líquido como si se me estuviera escapando el pis. Literalmente, ¡ me estaba corriendo ! ¡estaba eyaculando !

Me quedé completamente exhausta. No sé qué esperaba. No sé qué esperaban de mí. Ni me enteré de que Lola y Aurelia se habían bajado del coche y habían abierto las puertas de atrás. Sólo sé que en un momento dado vi la boca de mi tía engullir la polla todavía turgente de su hijo procurándele una soberbia mamada post-corrida y lo mismo hacía Aurelia con la de su padre que agradecido le acariciaba el pelo a la vez que le presionaba la cabeza para que se tragara enterita su paternal verga.

Terminada la limpieza familiar, Lola y Aurelia volvieron a sentarse delante. Mi prima arrancó de nuevo a la Fittipaldi y mi tía dijo en voz alta :

¡Mejor que su madre ! ¡Sí, señor ! ¡Mil veces mejor !

Me saqué las bragas empapadas de mi particular corrida y con ellas limpie como pude la lefa babeante de los respaldos. Y se las di a mi tía :

¡Toma, Tata, un regalito !

Las luces del pueblo aparecieron ante nosotros. La familia Menéndez, o sea, nosotros cinco, llegaba a las fiestas del pueblo. ¡Estos pueblerinos no tenían ni idea de lo que les aguardaba !

CONTINUARA...