El Corsario Pata Chula y la grumete (01)
Una fantasía en la Comumidad de SOBA. Un relato de mucha ficción y subrealismo. Sólo indicado para lectores especiales y que les guste leer fantasías no demasiado eróticas. Un beso de Miel (Sandra Raquel).
"El Corsario Pata-Chula y la grumete"
Una pilluela
Corría el año 1704 y en la isla de Tortuga, la actividad se centraba en el comercio de especias.
La ciudad de Tortuga y capital de la isla, era la más masificada al ser el puerto principal desde el que partían y llegaban las mercancías de todo el mundo.
La sociedad estaba formada por tres estratos sociales, altamente diferenciados. La clave privilegiada, la armada imperial y el resto de seres, que vivían como podían.
Este último estrato social, muy numeroso y hacinado, intentaba sobrevivir a costa de sus artimañas para manejar los bienes ajenos.
En Tortuga, se reunían toda clase de gentes de mal vivir. Los Corsarios, Bucaneros y Piratas no eran molestados por el ejército y las autoridades, siempre que se comportaran y a cambio de un pequeño tributo de sus tesoros y asaltos en los mares del sur.
Aquel día soleado del mes de Octubre, se celebraba la fiesta nacional de Tortuga, en donde todas las Damas, flanqueadas por los nobles Señores, Duques, Marqueses y hasta Condes, se pavoneaban con sus mejores ropas y joyas, ante el mísero pueblo y las autoridades civiles y militares, altamente engalanadas.
Todo parecía transcurrir con la mayor calma, a excepción de pequeñas peleas entre los mocosos mas humildes y pequeñas escaramuzas entre algunos adultos, cuando de repente, se escuchó un alto por la guardia portuaria, tras los gritos que una noble Dama que anunciaba que la habían robado.
Enseguida se vio como los soldados, corrían en pos del ladrón, abriéndose un amplio pasillo entre las gentes humildes. El ladrón era un mocoso que corría como alma que lleva el diablo, pero que en pocos minutos quedó rodeado completamente.
Se creó un círculo en el que el jovenzuelo, dudaba a que lado correr, mientras el círculo se cerraba más y más.
Pronto, todo el mundo se fue acercando a la soldadesca, que encerraban al pobre incauto, que incapaz de saber que hacer, sacó la joya que llevaba escondida en su pantalón sucio y desastrado y mostrándola a los soldados, gritó :
- Es ésto lo que buscáis verdad?. Bien, lo devolveré y me entregaré.
La joya de alto valor con diamante enorme, era mostrada en alto por el pilluelo, que tenía una gritona voz.
- Si alguien se acerca, la pisotearé.......así que se la entregaré al oficial de mas grado, pero siempre que no den un paso más.
Al parecer, los soldados detuvieron su avance de achicamiento del círculo y esperaron a que el comandante estuviera ante ellos. Para qué se iban a arriesgar, si ya tenían capturado a truhán y además podía perderse la joya.
Algunos de los Corsarios que aquella mañana deambulaban por la isla, se acercaron para curiosear igual que los desastrados siervos, como daba fin aquella cacería tan desigual.
El comandante de la plaza, se acercó al anillo formado por sus hombres, que le dejaron entrar abriendo el círculo cada vez mas opresivo para el pobre desgraciado, que aún portaba el anillo en alto.
Sir Dark, sonrió al ver lo que se avecinaba para el pobre infeliz, pero se dió cuenta de un pequeño detalle del ser que dentro de poco estaría encerrado en las mazmorras. Miró a su derecha y con un gesto imperceptible, hizo que dos de sus hombres de confianza se acercasen al círculo de los soldados.
El pequeño truhán vigilaba a los soldados y a la vez los movimientos de estos individuos. Al mirar a su izquierda, vió a uno de los Piratas mas temidos y a la vez respetados en la isla, al menos en los bajos fondos.
Se dió cuenta de que el llamado Saderectus, estaba cerca de su posición y casi entre los soldados, que apenas podían contener a la multitud, en su apriete por ver más y más.
Ya el comandante estaba dentro del círculo, sonriendo al excitado ladronzuelo y tendiendo su mano para que éste, depositara la mergancía hurtada.
El jovenzuelo bajo su mano para entregarlo y entregarse, pero su mano izquierda pasó entre sus ropas y elevando las dos manos juntas, miró al comandante, dijo :
- Comandante, sé que he obrado mal. Sólo lo necesitaba para poder comer. Pero se lo entregaré a vos.
Todo parecía ya concluido y los soldados aflojaron la tensión, concentrándose mas en su comandante, que se sentía pletórico y eufórico.
Todo parecía controlado, cuando de repente aquel truhán bajando las manos hasta casi tocar las del comandante, las elevó de golpe y lanzó la joya a lo alto...que ascendió y ascendió, como si fuese a llegar al cielo.
Todos exclamaron y miraron hacia lo alto, para intentar ver como aquella joya seguía elevándose. Sus miradas se cegaron con la luz del enorme sol caribeño de medio día, mientras aquel pequeño torbellino de ser, se lanzó entre las piernas de los soldados, pasando por entre las mismas, al tiempo que el objeto tomaba el cenit de su ascensión y descendía de nuevo.
La sorpresa fue mayúscula, cuando a poco mas de un metro de su inversión de vuelo, de aquella joya, algo se abrió y se desplegó una especie de pañuelo de tela, que hacia que la caída fuese mas suave y lenta.
Mientras todos contemplaban aquello el pilluelo había logrado pasar la barrera de los guardias y aún a cuatro patas llegaba hasta la altura de alguien que le abrió la capa.
Sir Dark, le dejó que se agarrara a su espalda y sujeto la capa por delante, para tapar las piernas del mozalbete, al tiempo que varios de sus hombres, miraban en otra dirección y hacían gestos como de alguien que reptase por el suelo.
Cuando el comandante pudo coger el objeto que descendía en ligeros bandazos, sintió la rabia mas profunda que hubiese vivido alguna vez, pues no había joya alguna y si un recuerdo sucio, envuelto en un lienzo de seda, brillante.
Miró a donde segundos antes estuviera el maldito canalla, pero solo vio los movimientos que mas allá hacían los hombres de Sir Dark, entre las carcajadas de los asistentes.
Sir Dark y Saderectus, apenas podían contener la risa, pero se abstuvieron de avivar el fuego que el semblante del comandante tenía en aquellos momentos, abriéndose paso entre sus soldados primero y el gentío después, para correr a la caza de aquel miserable que le había dejado en ridículo.
Cuando el tumulto se hubo aflojado, los hombres de Saderectus y de Sir Dark, se alejaron lentamente hasta la cantina del puerto.
Una vez a salvo de miradas curiosas, hicieron bajar al truhán para darse cuenta de que no era uno, sino una.
La exclamación fue ruidosa, pero las carcajadas rompieron entre todos aquellos seres sin escrúpulos.
- Cual es tu nombre, jovencita traviesa?.
- Miel, Señor.
- JAJAJAJAJAJAJA......curioso nombre para una pilluela tan resbaladiza.
Todos rieron en enormes y largas carcajadas, aunque a algunos se les veía que estaban un poco mas alterados por sus líbidos incontrolables, al ver ligeramente los pequeños pechos de Miel, tras su blusa abierta.
- Ahora estás en deuda, conmigo....con nosotros. - dijo Sir Dark.
- Lo sé Señor, permitidme ir con vos. Entregaré algunas monedas a vuestros amigos y compartiré el anillo con vos.
Miel, alzó la mano y lanzó lo que parecían ser monedas al aire y cuando todos largaron sus brazos para agarrarlas, se sintieron muy molestos al observar la misma broma que le había gastado al comandante, entre las grandes risotadas de Saderectus y Sir Dark.
* (continuará) *