El corredor de el laberinto (1)

Una parodia de el corredor del laberinto 1º parte

El corredor del laberinto.

Empezó su nueva vida de pié, en una caja que no se podía ver más que sus propias manos.

«Me llamo Thomas», pensó.

Eso… eso era lo único que podía recordar de su vida. No entendía cómo era posible.

Su mente funcionaba a la perfección mientras trataba de averiguar dónde se había metido.

El conocimiento inundó sus pensamientos; le vinieron a la cabeza hechos e imágenes, recuerdos y detalles del mundo y de cómo funcionaba.

Su espalda chocó contra una pared y la encontró fría, fue cuando se dió cuenta de su desnudez.

Desnudo, estava completamente desnudo, se miró hacia sus genitales y sabía perfectamente cómo funcionaban, sabía también los aparatos reproductores del sexo femenino.

La caja continuaba subiendo y tambaleándose hasta que paró en seco, su corazón dió un vuelco.

Se abrió una línea de luz y tardó unos segundos en acostumbrándose a la luz mientras oía voces:

-Mirad a ese pingajo.

  • ¡¡Que pequeño pene!!

-Pues es más grande que el tuyo.

  • A que te meto…

-¡Callaos!

Thomas, se dió cuenta de que aquél deba ser el líder.

Miró a su alrededor y se dio cuenta de que todos eran chicos (sin duda todos desnudos) ; algunos, jóvenes y otros, mayores.

El líder se acercó a el y le dijo:

-Bienvenido al Claro,me llamo Alby, ahora calla y escucha, vivimos aquí, mañana te haremos la Visita, ahora tienes que ir a dormir, ten, - le entregó un reloj sin botones solo la pantalla que marcaba la hora 19:50 – faltan diez minutos para dos cosas:

» Primera: Los muros se cierran para que los lacedores no entren, ya te lo explicaré mañana.

» Y la segunda y la más importante todos nosotros tenemos que ir al centro del claro a masturbándonos, es una regla importante. ¿Lo has entendido?

Thomas asintió despacio, y quiso hacer una pregunta:

  • ¿Por qué nos tenemos que masturbar?

Alby se volvió a él y por primera vez le vió sonreír.

  • Es nuestra norma, además cuando lo hagas unos días te gustará, vamos.

Thomas fue hasta el centro del Claro y se sentó, se abrió un poco de piernas y notó que el solo echo de estar desnudo le excitaba y le gustaba por eso notó una erección.

Se tocó un poco, y después se agarró el pene y se comenzó masturbar.

Vió que muchos ya se habían corrido, y no tardó en correrse.

Se levantó y alguien le había tocado el hombro, se volvió y vio a un muchacho que le dijo:

-Me llamo Newt, verducho, y me parece que no te ha caído muy bien nuestro líder, el cara fuco de Alby.

Thomas extendió el brazo y estrechó la mano del chico.

Parecía mucho más simpático que Alby. Newt también era más alto que Alby, pero tal vez un año o así más joven. Su pelo rubio y largo le caía por los hombros y las venas se le marcaban en sus brazos musculosos.

-Exacto, no parece muy contento conmigo.

  • Lo sé, eres el primer judía verde o verducho (significa que eres nuevo) desde que mataron a Nick.

  • ¿Qué le pasó?

  • Ya te lo explicaré mañana, ahora descansa, compartes habitación con Chuck, es un buen chaval.

¿Alguien ha dicho mi nombre? -Dijo una voz.

Thomas se volvió hacia la derecha para ver al chico bajito y regordete que estaba a su lado, mirándolo fijamente. Era joven, puede que el más joven que había visto hasta ahora de todos los del grupo; tendría unos doce o trece años.

El pelo castaño le caía por las orejas hasta el cuello y le rozaba los hombros; de no ser por aquellos brillantes ojos azules, solo tendría una cara sonrojada, fofa y lastimera, por supuesto estaba desnudo, miró hacia sus partes (Thomas no era homosexual) y vió un pene normal, ni muy grande ni un micro pene, era igual que muchos clarianos.

  • Me llamo Chuck. Yo era el judía verde hasta que tú apareciste.

—¿Por qué todos me llaman «judía verde»? —inquirió mientras estrechaba rápido la mano de Chuck; luego se la soltó. —Porque eres el novato más reciente

—Chuck…, ¿qué edad crees que tengo? El niño le examinó de arriba abajo. —Diría que unos dieciséis. Y, en caso de que te lo estés preguntando, un metro ochenta…, pelo castaño. Ah, y tan feo como un hígado frito en un palo —soltó una carcajada.

Thomas estaba tan sorprendido que apenas oyó la última parte. ¿Dieciséis años? ¿Tenía dieciséis? Se sentía mucho más viejo.

Se tumbó, y aunque no quisiera se durmió.

Fin de la primera parte.