El cornudo y la adúltera 2/3
La historia de cómo una esposa, totalmente tradicional y fiel, a través de las intrigas de su marido descubre los placeres del amor adúltero fuera de su anodino matrimonio (continuación)
Segunda parte: Segunda infidelidad
Durante la noche del viernes hubo movimiento de mensajes de móvil de mi mujer. Yo quería saber si aquello se iba a repetir. Aproveché para inspeccionar su bolso mientras estaba en el baño, y no puedo decir que me llevé una sorpresa. Había comprado píldoras, y ya faltaba una (ya tenía respuesta). Cogí su móvil, y había varios mensajes de Toni, la mayoría obscenos. En uno le pedía repetir de nuevo, y ella respondía que sí. Toni le preguntaba en otro cuando podrían hablar tranquilos, y ella dijo que le llamaría cuando bajara la basura.
Efectivamente, cuando bajó la basura se llevó el móvil. Como no podía saber lo que habían hablado le dije a ella que se acostara, que yo iba enseguida. Me conecté esperando encontrar a Toni, y por suerte allí estaba esperándome. Me preguntó si había leído los mensajes, a lo que respondí afirmativamente. Luego me comentó que me preparara para una mentira, pues había quedado con ella el sábado a las 7 en una discoteca de las afueras. Según él no era un lugar muy selecto. Además, le había dicho que se vistiera muy sexy.
Al día siguiente yo fui a comprar, y a la vuelta me dijo que sus compañeras de trabajo habían organizado una cena con fiesta, que si no me importaba que fuera. Yo le respondí que claro, por supuesto.
A cosa de las seis me dijo que se iba. Me sorprendió que se pusiera sus zapatos rojos, unos de tacón de aguja de 15 centímetros, hacía mucho que no se los ponía. Por otro lado, llevaba una falda negra larga que no era nada sexy, y un blusón blanco. Era un poco confuso, pero bueno, debería esperar.
Y esperé. La espera fue larga. Esta vez volvió a las 7 de la mañana. Me hice el dormido de nuevo. No estaba seguro, pero parecía que tenía una importante resaca. Se metió al baño, oí la ducha, y al cabo de una hora se metió en la cama. No tardó ni tres minutos en caer dormida.
El que no durmió fui yo. Al fin me levanté a las 9, desayuné, y me conecté para ver si podía hablar con Toni. Me alegró ver que era madrugador. Me recibió cálidamente, quizá con un poco de ironía. Cuando le pregunté por la noche me dijo que genial. Y sin decir más me mandó dos fotos. Estaban hechas con el móvil, pero servían a su función. En una se veía a mi mujer en medio de una abarrotada pista de baile. Como imaginaba, no llevaba puesta la ropa con la que entró y salió de casa. Llevaba una minifalda morada de lycra que no se ponía desde la época de novios, ya que es muy corta y ajustada, y ahora aún más, claro. Y por arriba un top de tirantes por el cuello de color azul con un amplio escote y una amplísima espalda, y que no permitía llevar sujetador. Llevaba un vaso en la mano, y no parecía el primero.
La segunda foto era más impactante. Era en una habitación de hotel, estaba hecha a través de un espejo; mi mujer, a cuatro patas, tenía la boca muy abierta y los ojos cerrados. Detrás de ella Toni la estaba penetrando como a una perra.
Tras el primer impacto por las fotos, Toni me contó todo. Mi mujer llegó a la discoteca de esa guisa (probablemente llevaría la ropa puesta debajo y guardó el resto en el bolso). Los chicos se la comían con los ojos, y además era la única persona de su edad allí. Toni fue enseguida a rescatarla, la llevó hasta la barra a pedir una bebida y luego fueron a una mesa apartada. Allí me contó que tras un poco de conversación empezaron a magrearse. Largos besos, manos en los muslos y en las tetas. Todo el mundo pasaba adrede por allí para verle las bragas.
Mi mujer había tomado por lo visto un pipermín con limón al principio y luego dos Bacardí con Coca-Cola, con lo cual debía estar bastante chispa. Toni dijo que quería bailar, y ella aceptó. Tomó su vaso en la mano y se bajó un poco la minifalda (la tenía casi por la cintura, pero según Toni sólo se la bajó “un poco”). En la pista se movía poco, pero muchos bailaban con ella y aprovechaban para restregarse. Por lo visto, ver sus tetas saltar arriba y abajo era todo un poema. Cuando la cosa fue subiendo de temperatura (dos la habían besado en la boca mientras la tocaban el culo) Toni la recogió y la ayudó a llegar hasta el coche.
La llevó a un motel no muy lejos de allí. Comieron algo en el bar (eran casi las 11) y subieron a la habitación. Mi mujer estaba rota, según Toni, pero no dejaban de besarse. Él le quitó la camiseta y le bajó la mini. La echó sobre la cama y empezó a besar sus tetas y luego su entrepierna sobre el tanga. Ella empezó enseguida a jadear, y como Toni le tenía muchas ganas no se lo pensó mucho; le quitó el tanga y se desnudó, se arrodilló entre sus piernas, levantó sus muslos y la penetró.
A pesar del agotamiento mi mujer disfrutaba como una loca según Toni. Aunque él había bebido mucho también tenía una buena erección y la mantenía. La dio la vuelta y la puso a cuatro patas; agarrándola de las caderas se la metió desde ahí. Entonces se le ocurrió coger el móvil y hacer una foto al espejo para luego mandármela.
La folló así bien fuerte durante mucho rato mientras la ponía de puta para arriba. Esto parecía exacerbar más a mi mujer, que gemía con desesperación según Toni.
Al fin se corrió dentro de ella con grandes aspavientos mientras le daba cachetes en el culo. La soltó y ella cayó dormida sobre la cama. La dejó dormir una hora, y a las 6 la despertó pues tenía que irse. Ella se vistió como un zombi, y Toni la llevó hasta casa.
Cuando acabó su relato yo estaba muy excitado. Toni decía que quería quedar de nuevo, y para pasar toda la noche, que estuviera atento al correo que me avisaría. Yo no podía esperar.