El cornudo y la adúltera 1/3
La historia de cómo una esposa, totalmente tradicional y fiel, a través de las intrigas de su marido descubre los placeres del amor adúltero fuera de su anodino matrimonio
Primera parte: La seducción
Cuando conocí a Toni en un chat no me imaginé cómo cambiaría mi vida. Soy un hombre de 42 años muy morboso casado con una mujer que no comparte esa morbosidad. En los chat aliviaba mi morbo, pero con Toni fue distinto. Él es un joven de 32 años muy dotado y viril, y con gran éxito entre las mujeres. Lo que era una fantasía acabó convirtiéndose en una obsesión. Él tiene mucha labia y encanto, sabe decir las cosas y convencer. La cosa es que acabó convenciéndome para acostarse con mi mujer.
Él la quería seducir, pues Toni es muy seguro de sí mismo y sabe que puede convencer a cualquiera. Yo ideé un plan: como últimamente yo estaba siempre trabajando no la atendía demasiado, así que decidí quedar con ella para tomar algo e ir al cine. La llamé muy nervioso y concerté la cita en un café de la calle Huertas las 7. Tenía a Toni en el Messenger y le confirmé la cita. El plan era darle plantón y que él atacara.
A las 7 llamé a mi mujer al móvil, y le dije que lamentaba no poder ir, que el trabajo se había complicado, pero que aprovechara ella a distraerse ya que se había arreglado. Ella pareció muy contrariada, pero dijo que vale, que tomaría algo y se iría al cine.
Estuve el resto de la tarde intranquilo y nervioso. A las 9 volví, ella no estaba en casa. Me acosté a las 12 y aún no había vuelto, pero no sabía bien qué significaba eso. Llegó a las 2 de la mañana, y me hice el dormido. Se había puesto una blusa blanca bastante transparente y unos leggins grises. Me miró, y al verme dormido fue directa a la ducha. A los 15 minutos se acostó a mi lado.
Al día siguiente ella me dijo que se encontró con una vieja compañera del colegio y que estuvieron hablando hasta las tantas. Yo no dije nada, pero claro, lo más probable es que fuera mentira. Nos fuimos a trabajar y conecté el Messenger ansioso. Allí estaba Toni conectado, esperándome.
Cuando le saludé me preguntó si mi mujer no me había dicho nada. Le conté lo que dijo y él se rió. Según me dijo tuvo éxito y se la folló. Como me vio un poco incrédulo, Toni conectó la cam, y me enseñó un tanga negro. Lo reconocí enseguida, si, era de mi mujer. Se lo había quedado de trofeo, de prueba, porque sabía que no me lo creería.
Me contó todo lo que pasó con todo lujo de detalles. Me dijo que ella estaba sentada en la barra tomando un pipermín con limón. La reconoció por las diversas fotos que le había mandado: 43 años, rubia, llenita, y sobre todo un gran culo y grandes tetas. Me dijo que al natural resultaba muy erótica.
Vio su cara de fastidio al colgar el teléfono, y fue entonces cuando se sentó a su lado. Su blusa transparente dejaba ver un sujetador negro de generosas proporciones, y sus muslos rotundos también le gustaron. Empezó a hablar con ella, y aunque no le hacía mucho caso no parecía inmune a sus halagos. Incluso aceptó otra bebida de aquél desconocido, cosa increíble.
Con la segunda bebida se animaron. Toni no hacía más que piropearla. Ella estaba nerviosa según él, no hacía más que girar su anillo de casada. El camarero se dio cuenta enseguida de que ellos no eran pareja, y no perdía ojo. Toni intentó primero poner una mano en su rodilla, pero mi mujer se la apartó despacio. Luego probó con la mano, y al fin lo consiguió. Empezó a girarlo él mismo, y entonces le preguntó por mí, pero ella no quiso decir nada. Toni dejó el tema y siguió preguntando por ella. La conversación se animaba, y a ella se la veía más desinhibida (según Toni), al final consiguió poner la mano en su rodilla y no se la quitó. Mi mujer parecía falta de sexo, y cuando él se lo dijo ella se sonrojó. Él empezó a acariciar su cara diciéndole lo bonita que era. Mi mujer cerró los ojos, ocasión que Toni aprovechó para acercar los labios a su boca. Ella respondió agarrándole de la nuca y se dieron un beso largo y apasionado. Durante el largo beso Toni fue bajando la mano por su muslo hasta llegar a su culo. Ya la había seducido.
Cuando se separaron tras unos minutos de húmedos intercambios de saliva, Toni dijo a mi mujer que había un hotel muy cerca. Ella objetó que tenía que volver a casa a dormir, pero él le dijo que me contara una mentira; le dijo que me llamara pero ella no quiso, temería que la culpabilidad le delatara. Mientras hablaban todo esto sus rostros estaban muy cerca, intercambiaban besos y Toni la tocaba de arriba abajo.
Al final mi mujer accedió, y salieron de la mano del café ante la divertida mirada del camarero. Fueron al hotel y se registraron para una noche, aunque ella decía que se quería ir antes. Tampoco el recepcionista parecía ajeno a la situación.
Dentro de la habitación no se anduvieron con preámbulos: Toni abrazó a mi mujer y la quitó la blusa. Le encantaron sus grandes pechos, y empezó a besarlos mientras los apretaba. Mi mujer desabrochaba la camisa de él y acarició su pecho de gimnasio. Luego Toni se puso a besar su cuello mientras apretaba su culo y la levantaba. Ella entrelazó sus piernas a la cintura de él, que la llevó hacia la cama de matrimonio y la soltó allí. Se quitó la camisa y el pantalón. Su bóxer mostraba un hermoso paquete, que por lo visto mi mujer miraba fijamente con una sonrisa entreabierta, una sonrisa pícara.
Toni se echó sobre ella, la besó en la boca, fue bajando hasta el pecho, luego el ombligo y finalmente el pubis. Le bajó los leggins ajustados y empezó a besar su sexo sobre el tanga. Mi mujer se estremecía de caliente que estaba. Le quitó el tanga y se puso a lamer sus labios vaginales y su clítoris. Se lo chupaba a un ritmo frenético mientras mi mujer se retorcía en la cama.
Antes del orgasmo Toni paró y se levantó. Hizo que mi mujer se sentara en la cama, y se bajó el bóxer. Por las fotos que me ha enseñado se que Toni tiene un miembro bastante generoso, por lo que entiendo que mi mujer se quedara perpleja al encontrárselo a unos centímetros de su cara. Él lo agarró con la mano para acercárselo a la boca. Ella lo asió con ambas manos, con cierta timidez y nerviosismo, le lamió el glande, y luego se lo metió. Una vez que empezó ya no paró hasta ponerle a punto.
Mi mujer se quitó el sostén y el tanga, y se echó en la cama para recibirlo. Le pidió un preservativo, pero Toni respondió que no tenía, y que la quería follar a pelo. Mi mujer objetó que no tomaba la píldora, pero Toni se echó sobre ella y le dio un ultimátum: “si quieres que te folle viva, esto es lo que hay”, y según lo decía le metió ligeramente el glande en su vagina, esperó unos segundos a ver que decía ella, y al no haber respuesta, se la metió entera.
Un largo suspiro fue la respuesta de mi esposa. Los suspiros fueron aumentando de nivel de acuerdo a las embestidas de Toni, se convirtieron en gemidos, y luego fueron chillidos cuando había pasado más de media hora sin parar más que para ligeros descansos técnicos. Según Toni ella estaba a tope, y cree que tuvo dos orgasmos.
Cuando Toni estaba cerca del suyo se echó hacia adelante para besarla en la boca y, según él, para acallarla cuando le sintiera correrse bien dentro de ella. Y así lo hizo, me contó, se corrió dando fuertes embestidas y reventando la cama.
Era la 1 de la madrugada. Mi mujer se levantó tambaleándose y rezumando semen entre sus piernas. Toni se guardó el tanga como trofeo. Cuando ella salió del baño se vistió sin decir nada; al no encontrar el tanga se puso los leggins a pelo. Toni le pidió el móvil, y aunque al principio era reacia, al final se lo dio antes de irse del hotel.
Cuando acabó de contarme esto me quedé sin saber que decir. La prueba del tanga era bastante sólida, pero aún así me costaba creerlo. En ese momento me llamó mi mujer al móvil, para decirme que me acordara de poner la lavadora en cuanto llegara a casa. Cuando se lo dije a Toni me comentó que era lógico, quería borrar las pruebas. Entonces puso la cam de nuevo y me dijo “voy a llamarla ahora”. Vi como la llamaba, oí casi su conversación (él decía lo bien que lo había pasado y que quería repetir), la llamé entonces y me dio comunicando… Cuando Toni colgó me dijo que la próxima vez, que sería en el fin de semana, haría fotos para demostrarme bien lo cornudo que era.
Al llegar a casa busqué la ropa en la lavadora. Me llevé los leggins a la nariz, olían a macho, a sexo duro. Y ni rastro del tanga, claro.