El Cornudo (II) - Mi amigo Carlos
Continuación mi anterior relato, "El Cornudo (I) - la fiesta de cumpleaños" en el cual presento a mi amigo Carlos, que es el candidato ideal para emputecer a mi esposa.
Capitulo II
¿Alguna vez os habéis sentido al mismo tiempo tan culpables como excitados? después de lo ocurrido con Juanjo, que se había follado a mi mujer, Lola, en nuestra propia alcoba, era exactamente como yo me sentía... por un lado, tenía unos remordimientos horribles, había dejado que se la follaran sin su consentimiento sin siquiera mover un dedo, aunque trataba de descargar mi conciencia achacando mi inacción a la embriaguez; por otro, la imagen del descomunal rabo de Juanjo sobre el coño de mi esposa volvía una y otra vez a mi cabeza, como si fuera una de esas malditas canciones del verano; y lo peor de todo es que me excitaba tanto recordándolo que acababa pelándomela como un adolescente; para intensificar las sensaciones, había guardado las bragas que llevaba mi mujer esa noche... dicen que nada aviva tanto la memoria como un olor, y puedo dar fe que el olor a hembra en celo que tenía esa prenda me devolvía instantáneamente a aquel momento. Y aunque disfrutaba enormemente de aquel recuerdo, no estaba dispuesto a que se volviera a repetir... sin embargo, la vida tenía otros planes para mi.
Incapaz de quitarme esa escena de la cabeza, le comenté la historia a mi mejor amigo, Carlos; nos conocemos de toda la vida y tenemos suficiente confianza para tratar todos estos temas, siempre nos hemos apoyado el uno en el otro para superar las malas rachas y hemos compartido todos los buenos momentos, es como un hermano para mi; omití, eso si, ciertas partes, relatándole una versión bastante más ligera, tampoco quería que me viera como un pusilánime, un tío débil de carácter que deja que violen a su mujer sin hacer nada-
- "entiendo... siendo sincero, no sé como hubiera reaccionado yo en tu situación; puedo llegar a comprender que movido por el morbo dejaras a su compañero hacerse una buena paja, tuvo que ser muy excitante ser un espectador involuntario"- dijo - "pero bueno, tampoco es algo tan grave, no le des tantas vueltas. Además, Lola está todavía muy follable, y si se me hubiera puesto a tiro, no sé yo si me hubiera conformado solamente con pelármela; ya sabes que desde que me divorcié follo más bien poco y tu mujer siempre me ha dado bastante morbo"- hizo una breve pausa -"si te digo la verdad, siempre pienso en ella cuando me la machaco, ya me volvía loco antes de que empezárais a salir, pero con los años ha ganado, se ha hecho, no sé, más rotunda en sus formas, ha echado un culo y unas tetas que ya le gustaría tener a más de una veinteañera."
Me sorprendió la franqueza con la que se expresaba Carlos; el saber que Lola últimamente era el objeto de sus lúbricas fantasías me había pillado completamente fuera de juego, sé que debería haberme sentido ofendido ante su confesión. pero realmente los sentimientos que me invadían eran una mezcla halago y excitación; la imagen de mi amigo apuntando con su polla al húmedo coño de mi esposa, dispuesto a penetrarla salvajemente se dibujó nítidamente en mi cabeza, lo que se tradujo en una erección casi instantánea. Movido por la calentura del momento, le pregunté en tono jocoso:
-" Entonces, ¿te follarías a mi esposa?"-
-"Sólo si tu me dieras tu permiso y si ella quisiera, claro"- respondió.
-"Lo llevas claro, no creo que Lola esté por la labor"- le dije.
- "¿eso quiere decir que por ti no hay problema?"- preguntó, arqueando las cejas, extrañado por mi respuesta.
-"Ey, yo no he dicho eso"-
Ambos rompimos a reír, fue una risa liberadora, que disipó cualquier atisbo de tensión, y aunque continuamos nuestra charla hasta bien entrada la noche, no volvimos a tocar el tema.
Cuando llegué a casa, Lola ya estaba acostada; casi lo prefería así, teniendo en cuenta que cada vez estaba menos receptiva a mantener relaciones; sin embargo, al estar profundamente dormida, podía aprovechar para meterla mano mientras me hacía una buena gayola, aunque tenía que ser cuidadoso para evitar que se despertara; dirigí mi mano a sus nalgas y empecé a sobarlas suavemente, tratando de encontrar el espacio para llegar cómodamente a su coñito; como estaba acostada de lado, tuve que desplazar un poco una pierna, buscando una posición que fuera más favorable a mi exploración. Empecé a pasar uno dedo índice por encima de sus bragas, buscando un simple roce con su rajita, para observar su respuesta; él corazón me palpitaba con fuerza, lo último que quería en ese momento es que se sobresaltara y cambiase de postura... o peor aún, que se despertase y quedarme con la paja a medias; por suerte, no reaccionó, así que fui envalentonándome, realizando la caricia con más firmeza, primero solo con un dedo, luego con dos; puede que Lola no fuese la mujer más fogosa del mundo, y que nuestras relaciones dejasen mucho que desear, pero desde luego no estaba siendo inmune al trabajo que mis dedos le estaban proporcionando a su coñito, la tela de su prenda íntima se había empezado a humedecer y su respiración se había vuelto más profunda. Hice a un lado su braga, buscando un contacto más directo; la posición no era lo más idónea, pero con un poco de esfuerzo puede introducir la falange de mi dedo, imaginando que era la polla de Carlos la que trataba de abrirse camino... pese a mis esfuerzos por prolongar la paja lo máximo posible, la imagen de mi amigo follándose a mi mujer hizo que fuese incapaz de controlar mi orgasmo, corriéndome de manera bestial.
Mientras trataba de conciliar el sueño, me quedé dándole vueltas a la proposición de Carlos, ¿de verdad sería capaz de follarse a Lola o solo había sido una coña?... por otro lado, ¿cómo tenía previsto convencerla? ¿sería capaz Lola de acostarse voluntariamente con otro? sumido en ese mar de dudas, me quede dormido.
A la mañana siguiente, aprovechando un receso laboral, me decidí a llamar a Carlos; apenas podía marcar los números, el corazón bombeaba con tanta fuerza que pensé que se iba a salir del pecho, con cada dígito que introducía me abandonaba la poca convicción de la que había hecho acopio, hasta tal punto que cuando oí su voz, colgué. Fue una estupidez, porque en menos de un minuto, él me estaba devolviendo la llamada ¿qué debía hacer? ¿dejar que sonase sin coger el teléfono? seguro que podría encontrar una excusa para justificarlo más tarde; por otro lado, no podía quitarme de mi cabeza la imagen de Lola gozando con otro, y puestos a elegir, no se me ocurría nadie mejor que Carlos; puede que fueran solo unos segundos lo que tardé en responder, pero a mi se me hicieron eternos, no quería divagar y que al final la poca valentía que había logrado reunir se disipase en medio de una conversación informal, así que fui directo al grano:
"¿Cómo piensas hacerlo?"- le pregunté
"¿el qué?" -respondió Carlos.
"Follarte a Lola" -
Capítulo III - Días de playa
Aprovechando el buen tiempo de los últimos días del verano, Carlos nos invitó a pasar un fin de semana en su casa de la playa; ese año no habíamos salido de vacaciones, debido a que la salud del padre de Lola era bastante delicada, pero gracias a la intervención de su hermana, que prometió hacerse cargo de él durante ese tiempo, logré convencerla;
A raíz de nuestra conversación, Carlos y yo habíamos fantaseado mucho con diversas situaciones en las que se follaba a Lola, incluso había empezado a suministrarle lencería usada de mi mujer, para que amenizara sus pajas y él siempre me las devolvía cubiertas de abundantes manchas de semen; habíamos establecido entre nosotros una dinámica muy morbosa, y esperaba que durante esta visita diera sus frutos, aunque no sabía muy bien lo que tenía preparado.
Para aprovechar bien el poco tiempo del que disponíamos, salimos de madrugada con la esperanza de llegar a primera hora y así disfrutar del resto del día; cuando llegamos a su parcela, Carlos nos estaba esperando en la puerta, nos recibió cordialmente y nos ayudó a instalarnos la habitación de invitados; nos comentó que llevaba varios años reformando la vivienda y que el baño de nuestra habitación aún no estaba operativo, pero que podíamos usar sin problemas cualquiera de los otros; y aprovechó, como buen anfitrión, para prepararnos el desayuno mientras nos cambiábamos para pasar el día en la playa.
- "¿has visto mi bañador?"- me preguntó Lola
Si que lo había visto, la única orden que me había dado Carlos es que sacara el bañador de la maleta.
-"No, ¿está segura de que lo has guardado? ¿no te lo habrás dejado encima de la mesa?"-
-"Segurísima, lo metí debajo del neceser y aquí no está"- me contestó, de muy malas maneras.
-"pues si ahí no está, es que no lo has metido, no hay otra explicación"-
-"¿a que vienen todas esas voces, tortolitos?"- Nos interrumpió Carlos
-"Lola, que se ha olvidado el bañador"- le respondí.
-"No lo he olvidado, se te tiene que haber caído a ti cuando has metido tu ropa"
-"Haya paz, parejita, ahora mismo me pongo a buscar entre la ropa que dejó aquí Verónica, que seguro que hay algún bañador."-
Verónica es la ex-mujer de Carlos, una preciosa pelirroja de ojos verdes con un tipo finísimo, mucho más delgada que Lola, con unos pechos bastante pequeñitos y un culo de infarto, así que no terminaba de ver como una prenda suya iba a caberle a mi esposa. Carlos se fue a buscar un bañador, tardó un rato en aparecer y cuando lo hizo, llegó con uno minúsculo, un tanga y un top de color blanco, que era poco más que un par de triángulos unidos por un hilo.
-"esto es lo único que he encontrado"- dijo Carlos.
Lola miró el bañador sin mucha convicción, pero terminó cogiéndolo y se metió en la habitación a cambiarse.
Como tardaba mucho tiempo en salir, le pregunté:
-"¿no te queda bien?"-
-"no sé, es muy pequeño"- respondió Lola.
-"¿por qué no sales aquí para que podamos darte nuestra opinión?"- comentó Carlos.
-"Me da bastante vergüenza"-
-"Anda, no seas tonta, si estás entre amigos"- replicó Carlos.
Lola salió y nos dejó boquiabiertos, la tela del top apenas tapaba sus pezones y el tanga dejaba ver por los laterales la abundante pelambrera de su pubis.
-"¿vosotros como lo veis?"- nos preguntó Lola.
Carlos se me anticipó:
-"Estás espectacular, Lola, te queda fenomenal"-
-"¿tú crees?"- dijo mientras daba una vuelta y nos mostraba su generoso trasero, que queda totalmente expuesto, debido a que el fino hilo del tanga desaparecía entre sus nalgas -"yo creo que me queda bastante pequeño, no deja nada a la imaginación"-
-"no te preocupes, podemos acercarnos a una cala poco concurrida, pero está un poco lejos, así que hay que darse vida; id a desayunar antes de que se enfríe el café, que yo voy a ir preparando los bártulos"-
-"¿y tú que piensas? ¿no te da la impresión de que voy enseñándolo todo? ¿o es que no tienes nada que decir?"- me preguntó Lola cuando nos quedamos a solas.
-"te creo que te queda estupendamente; además, si te da mucha vergüenza, siempre puedes taparte un poco con un pareo"-
-"eso pienso hacer"-
Pasadas las 11 llegamos a la cala, apenas había gente, como Carlos había predicho, pero la poca que había estaba desnuda; Lola y yo nos quedamos un poco sorprendidos.
-"¿no os lo había comentado? aquí la gente puede practicar nudismo, pero no es obligatorio"- nos comentó Carlos -"si no os molesta, podemos quedarnos o, si lo preferís, podemos buscar otro sitio, aunque con la hora que es y teniendo que cuenta que vamos a tener que coger el coche de nuevo, vamos a perder toda la mañana... y eso sin tener en cuenta que todo va a estar hasta arriba; vosotros decidís"-
Tal y como había presentado la disyuntiva, la elección parecía clara, así que buscamos un sitio un poco más apartado, guarecidos por unas rocas, que nos daban bastante intimidad, y montamos nuestro pequeño campamento.
Carlos, no corto ni perezoso, a la voz de "allá donde fueres, haz lo que vieres", se quitó la bermuda, dejando al descubierto un enorme rabo, le debía de llegar a medio muslo, unos veinte centímetros estando flácido, yo sabía que estaba muy dotado, nos habíamos visto desnudos muchas veces en el gimnasio, pero Lola se quedó ojiplática, sólo por ver esa cara habían merecido tantas horas de viaje; cuando reparó que yo la estaba observando, desvió la mirada nerviosamente; eso si, animada por la actitud liberal de Carlos, se quitó el pareo y se tumbó en la toalla. Me quede absorto mirándola, pensando en cual sería el siguiente movimiento de Carlos, que me sacó de mi trance tirándome las llaves del coche.
-"ve a por mi móvil, que me lo he dejado en la guantera"- me ordenó con voz autoritaria
-"Ok"- respondí con un autómata.
Mientras me alejaba, volví la cabeza en un par de ocasiones, charlaban con actitud distendida, o al menos eso me pareció a mi; Carlos no se había cortado un pelo, sentándose frente a ella, dándole una perfecta visión de su miembro en primer plano; pronto perdí de vista nuestro recóndito escondite, no recordaba que hubiéramos aparcado tan lejos, tal vez fuera por los nervios o la excitación, pero el camino se me estaba haciendo eterno; cuando estaba a punto de llegar al coche, sonó mi teléfono móvil, era un mensaje de Carlos, que decía "no te des mucha prisa, cornudito"... menudo cabroncete, se había inventado la excusa del teléfono móvil para quitarme de encima, me invadieron sentimientos encontrados, por un lado, quería dejarle tiempo para que obrara con total libertad, por otro, no quería perder detalle; me fumé un cigarrillo, tratando de ordenar mis pensamientos, sopesando que debía hacer; decidí acercarme sigilosamente, sin interrumpirlos, aprovechando las rocas para poder observar sin ser visto.
Cuando llegué, la escena que encontré me provocó una erección inmediata, Carlos estaba sobre mi mujer, dándole crema en la espalda, su polla cimbreaba, rozando sus nalgas; poco a poco fue cogiendo firmeza, hundiéndose entre sus glúteos, hasta alcanzar su coñito; aprovechaba el vaivén del masaje para frotar su miembro con la rajita de Lola, deslizándolo arriba y abajo, tratando de buscar la entrada, casi como si la estuviera follando; Lola trató de revolverse, pero Carlos la sujetó firmemente por las muñecas y se dejó caer encima de ella.
-"Para, por favor"- le suplicó Lola.
Carlos hizo caso omiso de su petición y continuó frotandose contra Lola. La fricción debía de estar surtiendo su efecto, porque al rato ella dejó de ofrecer resistencia y empezó a arquear su trasero, forzando un contacto más firme; el glande de Carlos se clavaba en la tela, que era el único obstáculo que impedía la penetración... soltó a Lola y se retiró hacia atrás, y fue ella la que se irguió buscando el roce con la polla de Carlos, que había adquirido unas dimensiones descomunales, parecía tan gruesa como un vaso de tubo... metí mi mano derecha en la bermuda y empecé a acaricarme el rabo, disfrutando del espectáculo.
Carlos hizo a un lado el tanga, dispuesto a ensartar a mi esposa, se giró para comprobar que no había nadie por allí y en ese momento nuestras miradas se cruzaron; me hizo un gesto con el dedo, para indicarme que permaneciera en silencio, y empezó a jugar con el su glande en la entrada del coño de mi esposa, que brillaba fruto de su lubricación, estaba chorreando como nunca. Hacia un poco de presión, dejando que los labios rodearan la punta de su miembro, y, cuando ella se apretaba contra él dispuesta a tragarse su polla, el se apartaba y la dejaba con las ganas.
-"follame ya, cabrón"- le pedía Lola.
-"¿quieres que te clave mi polla?"-
-"si"- suplicaba Lola.
-"¿si qué?"- preguntó Carlos.
-"si, quiero que me claves tu polla"-
Carlos acercó de nuevo su rabo al coño de mi esposa.
-"pídemelo como la puta que eres"-
-"soy tu puta, Carlos, follame ya, por favor"-
Me sorprendió escuchar esas palabras de la boca de Lola, teniendo en cuenta lo recatada que había sido siempre en la cama.
-"no te he oído"'- dijo Carlos.
-"SOY UNA PUTA"- gritó Lola -"SOY UNA PUTA QUE ESTÁ MUY NECESITADA DE UNA BUENA POLLA"-
Carlos se acercó a ella y le dijo:
-"ahora no, tu marido puede llegar en cualquier momento"- le dió una palmada en el culo y se alejó para darse un baño, dejándola con las ganas ¡Menudo cabrón estaba hecho! Dejé que Lola se arreglase un poco antes de aparecer, aunque sus mejillas seguían sonrosadas fruto de la excitación.
-"¡pues si que has tardado!"- me recriminó.
-"es que no encontraba el móvil"- respondí, encongiéndome de hombros.
Se levantó y se fue hacia el mar, alegando que hacia mucho calor que que necesitaba darse un chapuzón. Me fijé que su tanga estaba empapado y se transparentaba, dejando ver en todo su esplendor su rajita.
Se cruzó con Carlos, que regresaba a nuestro tenderete, y le dirigió unas breves palabras, que no pude oir a causa de la distancia.
Carlos se sentó a mi lado y me pidió un cigarrillo; se lo dí y yo me encendí otro.
-"menuda golfa es tu mujer"- comentó -"pensé que me iba a costar algo más tenerla abierta de patas, pero está muy necesitada de una buena polla, se nota que tu no la follas bien"-
Me ofendió un poco, porque siempre había sido Lola la que había mostrado poco interés en el sexo.
-"a una mujer así hay que saber emputecerla"- prosiguió -"y para eso hace falta un hombre, y no una maricona como tú"-
Querría haberle respondido, diciéndole que se estaba pasando, pero me quede en silencio y no dije nada, no quería enfadar a Carlos y arruinar la posibilidad de ver a mi esposa gozando en manos de otro hombre.
-"¿y se puede saber que te ha dicho?"- le pregunté.
-"nada, solo que he perdido la oportunidad de follármela, que ha sido todo fruto del calentón, pero que no va a volver a ocurrir"- dijo riéndose.
[Continuará]