El Cornudo (I) - La fiesta de cumpleaños

Iniciación a los cuernos y voyeurismo

La verdad es que si me llegan a contar años atrás lo que disfruto viendo como se follan a la puta de mi mujer, no hubiera dado crédito; yo era un tío relativamente normal, con mis vicios y mis perversiones, pero nada fuera de lo común, así que puedo afirmar que estas inclinaciones, como todo en esta vida, llegan sin que uno se lo plantee; al menos, lo que si que tengo claro, es cuando empezó todo... una de las amigas de mi mujer nos había invitado a su cumpleaños, en un chalet en un pueblecito cercano a nuestra localidad de residencia, típica comida merienda repleta de gente a la que yo no conocía, así que no es que me hiciera mucha gracia el tener que asistir, pero es lo que tiene estar en pareja, que muchas veces te ves obligado a asistir a saraos de estas características luciendo la mejor de tus sonrisas para que te presenten a la misma gente año tras año, esos famosos "¿te acuerdas de....?"; la verdad es que, o eres mujer y estás muy buena, o lo más probable es que no me acuerde de ti, bueno, la gente tampoco se suele acordar de mi, supongo que debo de ser un tipo asquerosamente normal y olvidable; la que si deja huella es mi mujer, Lola, cierto que ya no está en sus mejores años, pero aún así sigue conservando un tipazo, con algún kilillo de más, pero justo donde más se agradecen, en su culo y en sus tetas, tenerla a cuatro patas con sus melones colgando y su coño bien expuesto, asomando entre esos hermosos cachetes, es una visión que haría eyacular a más de uno,.. lástima, y es el único pero que le puedo poner, porque en todo lo demás es una gran mujer, atenta, cariñosa, simpática, es que no le gusta nada, pero nada, follar; bueno, no es que lo deteste, simplemente, nunca le apetece... como veis, es un pero muy grande; obviamente, no siempre fue así, cuando éramos jóvenes era algo más fogosa, tampoco demasiado, pero con el paso de los años, entre la rutina y su poca predisposición, podíamos pasarnos meses sin follar, motivo por el cual yo siempre solía estar, en aquella época, bastante cachondo; juntad ahora eso con el alcohol de la fiesta y los livianos vestidos, propios del verano, de las amigas de Lola, y ya os podéis imaginar el caso que le estaba prestando a ella... tampoco es que Lola me echara mucho en falta, de vez en cuando la buscaba con la mirada y la veía conversando animádamente, la verdad es que el ambiente era bastante distendido, y todo el mundo parecía pasarlo francamente bien, incluso yo, que había estado tan reticente. Casi sin darnos cuenta, la noche se nos fue echando encima, y con ella, la música y los bailes... la verdad es que nunca he disfrutado del baile, tengo nulo sentido del ritmo, solo bailo cuando no queda más remedio, así que cuando Lola vino a sacarme, sabiendo que pretendientes no la iban a faltar, decliné su oferta...   la verdad es que si yo ya llevaba varias copas de más, ella estaba todavía más ebria, su forma de hablar torpe y esa chispa en la mirada la delataban, la verdad es que cuando se emborracha está encantadora, me hace volver a ver en ella a la chica que conocí hace tantos años y me enamoró hasta la médula; la verdad es que estaba radiante y yo no debía ser el único que lo pensaba, puesto que eran muchos los que querían bailar con ella... mientras, yo seguía lo mío, de charloteo con la que se dejaba, aunque a esas alturas mi conversación debía dejar bastante que desear, porque el alcohol ya empezaba a hacer sus efectos...  no quería aguarle la fiesta a mi mujer, pero iba siendo hora de volverse para casa; me puse a buscarla y vi que estaba bailando con un chavalillo, compañero suyo de trabajo, me lo había presentado esa misma tarde, Juanjo creo que se llamaba, no hacía mucho que había entrado en su empresa, haciendo unas prácticas para el departamento de informática, a mi me había parecido un poco panoli, pero de tonto no tenía nada, aprovechando el estado de mi mujer le estaba sobando el culo a conciencia... uno siempre piensa que en esas circunstancias sale el gallito que llevamos dentro y que lo normal hubiera sido cantarle las cuarenta al chaval, pero a mi, no sé si por las copas de más, ver como le masajeaba el culo a mi esposa me excitó brutalmente... así que decidí no interrumpir la escena; el muy cabrón, ignorante de mi presencia,

se fue envalentonando y empezó a meterle la mano por debajo del vestido... no podía ver bien que estaba habiendo, pero parecía que estaba tratando de llegar a su coñito, así que me decidía a entrar en escena:

  • "Lola, estás aquí... llevo un buen rato buscándote"

La verdad es que Juanjo no se cortaba ni un pelo, aunque no podría asegurarlo con certeza, me dio la impresión de que seguía con la mano bajo el vestido de mi esposa.

  • "Se nos está haciendo un poco tarde y ya va siendo hora de bajar a casa"

Mi esposa iba bastante pedo, así que no puso ninguna objeción.

-"¿pero como os vais a bajar ahora? ¿si la fiesta acaba de comenzar?"

-"Miralá, si está que se cae" - respondí yo.

-"Pues tú no pareces ir mucho mejor" - replicó Juanjo - "en ese estado no puedes conducir"

Tenía toda la razón del mundo, aunque no me apetecía nada dejar ahí el coche aparcado, llamar a un taxi y tener que subir el día siguiente a por él.

-"¿por qué no hacemos una cosa? me he sacado el carnet hace poco y no he bebido nada, puedo bajaros yo con vuestro coche y cuando os deje en casa, me vuelvo a subir en taxi" - comentó Juanjo.

En ese momento me pareció una idea magnífica, le di las llaves y le indiqué donde había aparcado, mientras yo me iba despidiendo de la gente con mi mujer, que estaba mucho más borracha de lo que yo creía; de camino al coche aproveché para meter mano a su rajita, y me sorprendió encontrarme con las bragas empapadas... no sé que clase de trabajo le había hecho Juanjo, pero desde luego hacía muchos años que no encontraba así el coño de mi esposa; cuando llegamos al coche introduje a Lola en los asientos traseros y cuando, tras sentarme en el asiento del copiloto, cuando me disponía a  ir indicando a Juanjo el camino, este comentó que no hacía falta, que le diera la dirección y él la metía en  el móvil, y así, si a mi me apetecía descansar, podía recostarme sin problemas... como a esas alturas todo me daba vueltas, se lo agradecí enormemente, solo me apetecía cerrar los ojos y despertar en casa... y así hubiera sido si al entrar en la ciudad no me hubiera sobresaltado al pasar el coche sobre unos badenes, fue casi como un espasmo, aunque Juanjo ni se percató, pues estaba centrado mirando, reflejadas en el retrovisor, las bragas de mi mujer, unas preciosas bragas blancas que gracias a su humedad dejaban intuir su precioso coñito peludo; la verdad es que era un espectáculo ver a mi esposa abierta de piernas en el asiento trasero mientras que Juanjo se sobaba el rabo por encima del pantalón y yo no estaba dispuesto a perdérmelo, así que fingí seguir durmiendo; no tardamos mucho en llegar a casa, aunque Juanjo, en vez de despertarnos, aprovechó para sacarse el rabo y empezó a hacerse una paja muy despacio, recreándose en cada movimiento, no es que yo hubiera visto muchas pollas en mi vida, y mucho menos en erección, pero la de ese chavalín me parecía enorme, menuda tranca se gastaba; después de estar un buen rato pelándosela, no sé como no se había corrido aún, yo desde luego si me hubiera tocado el rabo en ese momento me habría corrido como un quinceañero, aceleró sus movimientos y, justo su miembro se tensaba, paró repentinamente; repitió esto dos o tres veces, el muy cabrón estaba alargando la corrida todo lo que podía... se guardó la polla en el pantalón y me zarandeo para ver si me despertaba; yo, que estaba deseando saber hasta donde estaba dispuesto a llegar, solo emití un leve gruñido; viendo que tenía vía libre, se bajó del coche y abrió una de las puertas traseras, agarró a Lola por las piernas y se colocó entre ellas... le subió el vestido, se volvió a sacar el rabo y empezó a frotarlo contra la tela de la braga, primero suavemente, después, como si quisiera atravesar la tela con la polla y clavársela en el coño... le apartó hacia un lado la braga y pude ver su coño empapado, ella estaría dormida, pero el trabajo que le estaba haciendo Juanjo había surtido sus efectos; Juanjo volvió a apuntar con su polla el coño de Lola, debía estar a punto de correrse, porque el semen se escapa ya de la punta de su glande, escurriéndose hasta la almeja de Lola y confundiéndose con sus fluidos...entonces, hice como que me despertaba y pregunté -"¿hemos llegado ya?"-; Juanjo se envainó el rabo a la velocidad del rayo y respondió:

-"si, ya estamos en casa, iba a despertar a Lola"-

-"¿te importa ayudarme a subirla?"- le pregunté, aunque con lo cachondo que debía estar después de que le hubiera cortado el rollo, ya sabía la respuesta; entre los dos nos hicimos con ella y la metimos en el ascensor, Juanjo volvió a aprovechar la ocasión para meterle mano en el coño, el no se daba cuenta pero yo podía verlo perfectamente a través del espejo, la estaba metiendo dos dedos sin ninguna dificultad, Lola debía estar bastante excitada porque inconsciente como estaba, se le escapaban ligeros gemidos por su boca; llegamos a casa, le pedí que me acompañara hasta el cuarto, dejamos a Lola en la cama y el me dijo que no hacía falta que le acompañara hasta la salida... esperé a que se escuché como se cerraba la puerta, le bajé las bragas, me dirigí hasta su almeja, la abrí bien y le metí un buen lenguetazo... sabía como tiene que saber una hembra en celo, no recordaba haberla tenido a mi disposición tan caliente y viscosa nunca... estaba deseando clavarle la polla, pero antes de siquiera bajarme los pantalones, oí un ruido que procedía del salón... me hice el dormido de nuevo; al rato vi entrar a Juanjo a nuestra alcoba, venía sin pantalones y con el rabo tieso; tiró de mi mujer hasta dejar su culo a los pies de la cama; se puso de rodillas, pero el pobre no llegaba, así que cogió el almohadón de mi esposa para ponerlo bajo sus rodillas, y, ahora si, empezó otra vez a restregar su glande contra el coño babeante de mi mujer, que parecía querer arroparlo con sus labios y tragárselo entero... me parecía increíble que semejante tranca entrase en el agujerito de Lola, es bastante estrecha, motivo por el cual nunca le ha gustado jugar con un consolador que le compré, pero Juanjo centímetro a centímetro, avanzando y retrocediendo, estaba consiguiendo lubricar su rabo con los flujos de Lola y metérselo poquito a poquito... en esta ocasión, entre lo caliente que venía y lo peligroso de la situación, una vez tuvo metida más de la mitad del rabo, empezó con unos movimientos fuertes...Lola no parecía ser inmune a las arremetidas, porque empezó a gemir, primero levemente, luego más intensamente, hasta que empezó a retorcerse, casi como si le estuviera dando un ataque epiléptico, era obvio que la muy guarra se estaba corriendo, Juanjo aprovechó los movimientos de ella para terminar de clavársela hasta los cojones, apretando bien contra su cadera, para que no se saliera nada de esperma; una vez hubo terminado, salió de la habitación y al rato escuché la puerta cerrarse; me incorporé para ver en primer plano como había quedado el coño de Lola, estaba abierto como nunca, con todo el semen escurriendo de él y cayendo sobre el almohadón... con el rabo duro como una piedra, me coloqué en el sitio donde había estado Juanjo, puse mi polla a la entrada de su coño, y dejé que la leche de Juanjo y la corrida de Lola se escurrieran por mi polla, hasta que ella sola escupió la carga que llevaba almacenando todos estos meses.

Con la cabeza aún confundida, salí a la terraza, me fumé un cigarrillo y traté de ordenar mis pensamientos.