El cornudo consentido de mi marido

Mi marido y yo disfrutamos de la presencia de mi vecino, una cena y el vino hacen el resto

EL CORNUDO CONSENTIDO DE MI MARIDO

Me llamo Silvia y tengo 48 años, casada con Alberto que tiene 52 años y con un hijo de 23 años, lo que voy a contar me sucedió hace pocos meses.

Soy una mujer morena pelo largo, 1.68 de estatura y físicamente me mantengo bien pues todos los días hago una hora de gym que me hace sentirme bien.

Estoy casada con un hombre que es bisexual como yo, hemos tenido encuentros con otras parejas haciendo intercambios bien del mismo sexo o diferentes, es un hombre al  que le encanta coman con la mirada a su mujer y consentido en el sentido de que como muchas veces me ha dicho le gusta ver como otros hombres me poseen y que eso le  excita muchísimo, incluso  a mí muchas veces me ha excitado mucho el ver como un hombre le penetra  por detrás o ver como se come una buena verga.

Hace poco tiempo , se mudaron a una vivienda cercana a la mía un matrimonio, él se llama Raúl de 38 años  y ella María que tendría unos 33, al poco tiempo empezamos a simpatizar y a quedar con frecuencia a tomar algo y cenar unas veces en casa de unos y otras en casa de los otros.

Raúl era un hombre de complexión fuerte y  moreno  y ella rubia muy atractiva con unos ojos azules que hipnotizan y muy simpática.

Una noche quedamos a cenar en un restaurante, durante la cena hubo risas charlas y nos sentimos súper a gusto, no podía evitar fijarme en Raúl su mirada me cautivaba y de vez en cuando nos cruzábamos las miradas, mi esposo se daba cuenta del cruce de miradas y en un momento determinado me dijo.

-“Te está comiendo con la mirada y estoy seguro que le gustaría comerse algo más” - me dijo Alberto.

-“¿Pero qué dices? - le dije.

-“Que sí, como hombre que soy lo noto, no desvía la mirada de ti aunque intente disimularlo”.- Me respondió Alberto.

Reconozco, me hacía subir la temperatura pensar  que ese hombre pudiera desearme, ese día llevaba un vestido negro ajustado que llegaba por encima de las rodillas y escotado, el pelo lo llevaba recogido y como dijo mi marido antes de salir para el restaurante.

-“¡Estás para comerte Silvia!.

La noche transcurrió tomándonos después de la cena unas copas en un pub cercano y despidiéndonos hasta otro día.

Durante la noche me costó conciliar el sueño pensaba en Raúl no podía evitarlo, Alberto se quedó dormido rápidamente y mi cabeza empezó a imaginarse a ese hombre  tomándome a la fuerza, quitando mi vestido exponiendo mi cuerpo semidesnudo y después ultrajándolo sin que yo pudiera hacer algo para evitarlo.

Me sentía excitada y me levanté a la cocina a beber un poco de agua no podía quitarme de la cabeza a Raúl, me metí en el baño y mientras me lavaba las manos empecé a imaginar que Raúl entraba al baño, se acercaba detrás de mí y me comenzaba a acariciar mis senos, alzaba bruscamente mi camisón, bajaba mis bragas hasta las rodillas y frotaba su pene erecto y caliente entre mis nalgas, como hacerme una cubana pero con mis nalgas.

Sacudí la cabeza, pero estaba tan cachonda que no pude evitar tocarme, cerré la puerta del baño con seguro y me dispuse a complacerme, metí mis manos debajo de mi camisón y froté mi vagina sobre mis bragas.

Me mojé rápidamente, ahora no sólo pensaba en Raúl, frotando su miembro, también imaginaba a la guapa de su esposa, con los pechos descubiertos, sus firmes senos tocaban los míos mientras ella me besaba como si no hubiera un mañana.

Mientras imaginaba eso mis bragas se mojaban cada vez más, sentía el fresco contacto de mis jugos que humedecía la tela, mi vagina cada vez se ponía más sensible también. No podía más, hice a un lado mis bragas sin quitármelas y comencé a meter mis dedos índice y medio, lo hacía lentamente imaginando que era Raúl quien metía su pene en mi vagina. Metí mis dedos lo más profundo que pude, los movía dentro de mí, mientras que con el pulgar estimulaba mi clítoris con movimientos lentos, mientras lo hacía imaginaba que era su esposa que me lamía tiernamente.

Ahora estaba completamente excitada, me frotaba contra el lavabo, movía mis piernas lo cual me hacía subir y bajar, movía los dedos más rápido. Me fui a sentar al retrete bajé un poco mi camisón exponiendo mis senos, mis pezones estaban duros y erectos, con mi mano libre comencé a masajear mi pezón izquierdo, mientras que con la otra mano frotaba mis labios menores, los abría y cerraba, mis jugos ya habían empapado mis bragas.

Estaba por venirme, podía sentir ese hermoso cosquilleo y esa sensación como de orinar mientras frotaba mi vagina de arriba abajo y frotaba mi clítoris también con la otra mano. Poco después al fin el orgasmo esperado llegó, abrí las piernas y las elevé un poco en el aire, apretaba los dedos de mis pies en el suelo, mis gemidos hicieron eco en el baño vacío.

Lavé mis manos y me quité las bragas empapadas me fui directo a la cama con una sensación  de que mis jugos aun humedecían mi vagina.

Unos días después  María, la mujer de Raúl, tuvo que viajar por cuestiones de trabajo durante un par de días, el día que se fue su mujer  le dijimos a Raúl si quería venir por la noche a cenar, el cual aceptó aunque llegaría sobre las 10 porque hasta las 9 no salía de trabajar.

Durante la hora de la comida hablando con Alberto me dijo:

-“Me encantaría verte follar con Raúl” – me soltó de sopetón

La verdad tampoco esperaba la propuesta de mi marido fuera tan directa aunque ya me había insinuado sus deseos de verme poseída por otro hombre.

Al principio me quedé un poco pensativa ante la circunstancia de  que Raúl no quisiera entrar en ese juego pero a la vez me excitaba muchísimo pensarlo y más después de las imaginaciones que se pasaban por mi cabeza.

Intenté ponerme lo más guapa posible para la ocasión, el pelo lo llevaba suelto, me puse una camisa de color blanco con los botones de arriba desabrochados que hacían intuir mis pechos y una falda de tubo de color negro que hacía juego con mi camisa y que marcaba mi figura.

Durante la cena estuvimos animados charlando de cosas cotidianas y del trabajo de cada uno de nosotros a la vez regado con algunas botellas de vino que nos hizo animarnos y desinhibirnos, la conversación desembocó al final en cómo eran nuestras relaciones sexuales y en lo que más nos gustaba hacer.

El vino hizo el resto, sentía calor y excitación en mi cuerpo, notaba la humedad de mi vagina que empapaba mis bragas, observaba a mi marido excitado y Raúl no dejaba de mirarme y aprecié el bulto  que resaltaba en su pantalón lo cual me dio una idea de que la conversación le había excitado.

Estuvimos cenando durante una hora y después tomando una copa en el patio, esperando que Raúl se decidiera tan grandote que impresiona pero a la vez tan tímido que era.

Me acerco a él y le acaricio la nuca, le susurro lo hermoso que le veo, esto hace que en sus pantalones las formas cambien, se agranden, al fin se decide, suspiro cuando, por fin, sus manos dejan la copa y se posan sobre mis hombros, acerca su boca a la mía y comienza un tórrido beso entre los dos. Me desviste en un santiamén.

Mis manos rodean su nuca, sus manos no se quedan quietas, bajan por mi costado, repasan levemente mis senos y descansan en mi cadera, no mucho tiempo, busca seguir el camino comenzado y llegar a su destino. Mi culo, mis nalgas son apresadas por sus dos manazas, siento como me las aprieta, me las amasa, me las separa, me las abre, pareciera que le va la vida en ello. Un grueso dedo se cuela ahí, en ese punto tan íntimo y entra sin pedir permiso.

No puedo verle porque cierro los ojos mientras degusto sus besos, pero sí sentir que ahora sus manos pellizcan suavemente mis pezones, hasta que sorpresivamente me los aprieta y los estira, de pronto me da un par de cachetes a mis pechos que cimbran de un lado al otro ante esa agresión, comienzo a mojarme. Dejo escapar un suave gemido y oigo un jadeo detrás nuestro, es mi esposo que ha comenzado una paja, una masturbación que a él le encanta y disfruta!.

El ruido es clásico, su mano moviéndose sobre su pollita es inconfundible….

-“Te gusta lo que ves cornudo?”- Es Raúl que le pregunta a mi marido.

- “¡Si, me encanta!”- le responde Alberto

- “Ahora verás como parto al medio a tu mujercita, quiero que veas como folla un verdadero macho, no un calzonazos como tú que solo eres un picha floja. La puta de tu mujer siempre quedará agradecida y feliz cuando me la folle”.

Raúl se había desatado, dejándome sorprendida de ese aspecto tan tímido que se intuía

-“Es verdad Raúl, nadie como tú para dejar feliz a mi mujer, a ella le gustará como la follas, tu verga le llega hasta el útero, la mía apenas al vestíbulo”.

Raúl en ese momento me penetra y yo grito de calentura, jamás pude entender porqué mi esposo se calienta tanto al verme en manos de otro hombre... y de su boca. Su lengua sabe recorrer mi cuerpo, descubrir con ella mis senos, morder mis pezones, comenzar un camino descendente y al final pasa entre mis labios y buscar en cada rincón, resbala por mi piel, hace todas las pausas necesarias, pero su principal trabajo lo hace entre mis piernas... Mi marido gime más que yo, su paja es un frenesí arrollador,  pero podría aprender mucho de Raúl porque su lengua es más rápida y más hábil. Sus tiempos son distintos, Raúl sabe como calentar a una mujer, llevarla a ese nivel de paroxismo, sabe obligarme a gemir y suspirar mientras me humedezco en su boca. Y mi marido derrama su leche en el vaso que luego deberá beberla.

No puedo soportar permanecer quieta y agarro su cabeza y mientras me bombea con suma violencia, mi cuerpo se deshace en miles de orgasmos y yo le prodigo mis caricias, caricias de una mujer caliente y complacida por su macho. Recorro con mis dedos por su espalda... él se hunde muy profundamente dentro mío, lo siento en lo más profundo, en ese lugar donde nadie jamás ha llegado. Y lo veo a mi esposo feliz que me mira sonriendo y comenzando una nueva paja, mientras su amigo se ocupa de mí.

Raúl pasó la noche en nuestra casa mi marido le cedió la cama matrimonial, y él se acostó en la de invitados que está pegada a la nuestra. Obviamente que no cerré la puerta por si él deseaba mirar, y no solo miró sino que también como es su pasión disfrutó viendo a su mujer como era penetrada en todas las posturas yo le veía masturbarse y disfrutaba muchísimo de la situación, la excitación me invadía cada vez más.

Estaba muy mojada, oía suspirar a Raúl de la excitación, suspiraba yo porque me excitaba, siguió besándome, chupando todo con su rica lengua.

-“Lo haces muy rico y me encanta, pero  ahora yo te quiero mamar a ti”- le dije.

Me levanto y le beso, le volteo y le hago sentarse, me inclino sobre él y comienzo a besarle, mis manos llegan a su polla erecta apuntando a mi cuerpo, palpita, está caliente, se le escapan gemidos de su boca.

-“Me gusta mucho y me encanta como me excitas y no hay piel ni besos como los tuyos,  no hay energía como la tuya”.- se lo digo en voz alta para que mi esposo escuche y se sienta más humillado, que es lo que a él le atrae de toda esta situación.

Poco a poco, lleno de besos su tórax, voy bajando más, tengo el tesoro en mi mano, erecto y deseoso de ser saboreado, lo miro, y me encanta!, sin dejar de mirarle a los ojos, me lo llevo a la boca, poco a poco, hasta que se vuelve un movimiento rítmico y la siento muy grande en mi boca, tanto que llega hasta el fondo de mi garganta, el calor de mi boca le encanta, chupo, succiono, se lo mamo todo porque me encanta!... que lindo es ser mujer en estos momentos!.

-“Fóllame te lo suplico”. - le digo con una mirada llena de deseo y excitación.

Y como estoy mojadita entra fácil, me pone en cuatro y me la mete, muy rico, entra y sale y me da una nalgada en ese culo porque es todo suyo... le digo que quiero ir encima, le acuesto y me siento sobre él, sintiéndolo completo dentro mío. Le tomo de las manos y me siento llena de él. Me inclino hacia atrás, porque me gusta sentirlo todo y me sigo moviendo, entonces me pone de lado de espaldas a él.

Y me sigue dando rico y me da mordisquitos en la espalda, me doy la vuelta le miro y me besa, pero ya el beso es diferente, un beso con un toque morbo, con mordisquitos de labios... me acerco a su oído y le doy una chupada en la oreja.

-“¿Quieres penetrarme el culo?”- le digo.

Raúl no me contestó, solo me tomó de las caderas desde atrás mío y me clavó su polla hasta los huevos, haciéndome gritar, luego tomó mis cabellos como riendas y machacó mi coño sin contemplaciones hasta que me corrí y grité como loca.

Noté el cuerpo de Raúl temblar detrás de mí hasta que un liquido caliente invadió mi espalda y noté su cuerpo ardiente encima de mí.

Esa noche fue el comienzo de muchas más a las que al final terminó uniéndose su mujer, que aunque al principio era reticente, al final cedió al frenesí pero eso quedará para otro capítulo.