El corazón del demonio

Elisabeth y Benjamín mantienen una ultima noche de amor. Pero ahora tienen una misión que cumplir que posiblemente les llevara a la muerte. Evitar que el Diablo conquiste el mundo.

La lanza de Longinus 4: El corazón del demonio

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Los Álamos, 1942

Allí estaba presente todo el equipo que había sido contratado por el pentágono en el proyecto de alto secreto con nombre en clave Manhattan. Incluso estaba Einstein como invitado.

Él y Enrico Fermi huyeron de Europa con el advenimiento del poderío Nazi en Alemania. Terriblemente preocupados por los acontecimientos se entrevistaron con el presidente Roosevelt. Ellos sabían que Heisenberg trabajaba para Alemania y que cabria la posibilidad que el régimen de Hitler intentasen aplicar militarmente los fundamentos de la energía nuclear que ya se conocían a nivel teórico. Si eso ocurriría sería una catástrofe para el mundo porque los científicos ya habían calculado el terrible potencial destructivo que había en la materia convertida en Energía.

El fundamente principal que había estaba en los materiales fisibles. Como el uranio en su isotopo de 235 o el plutonio en su isotopo 239. Estos cuando llegaban a una densidad adecuada, denominada masa crítica, y se les inyectaba neutrones se activaban de manera automática un proceso denominado reacción en cadena de forma que sus átomos se partían en elementos más ligeros soltando una gran energía en el proceso y más neutrones que a la vez impactaban en otros átomos que hacían que le proceso continuase hasta limites catastróficos.

Por desgracia para sus planes la obtención de uranio 235 era muy complicada para uso militar. Se precisaba de una concentración del 90% cuando en la naturaleza el isotopo solo se presentaba en un 0.7%. Fermi por su parte proponía otra vía, la del plutonio. Pero también tenía sus dificultades. Se sabía que era un subproducto de la fisión y que con un reactor nuclear unas barras de uranio enriquecidas a solo el 3% se podría obtener.

Fermi insistía fehacientemente en esta alternativa. Pero sus compañeros discutían acaloradamente con él. La cosa empeoro aún cuando esa misma mañana llegaron informes por parte de inteligencia que informaba de que los alemanes estaban haciendo una importante producción de agua pesada en un laboratorio situado en Noruega.

  • Maldita sea. ¡Agua pesada! ¡Deuterio!- sabemos que significa eso, se quejaba amargamente Szilard- yo no hui de las razias alemanas a los judíos para que lo consigan.
  • Está claro para que quieren tanta agua pesada. Como todos ustedes saben para que el proceso de fusión sea controlado es preciso que los neutrones resultantes sean frenados y pasen a ser térmicos. Los de alta velocidad no valen. – dijo el doctor Teller- tienen como planes un reactor. ¡Se nos están adelantando!
  • Pero señores. Según nuestros cálculos para que obtengan el agua pesada suficiente al ritmo actual tardaran 10 años en conseguirlo. – intento tranquilizar Winger
  • Eso tú no lo sabes. Solo tenemos informes de inteligencia con respecto a la fábrica de Noruega. Quizás tengan más y no lo sepamos- replico Bloch
  • No, no puede ser. Ya lo hemos intentado con agua pesada. Se precisa mucha cantidad. No me creo que los alemanes estén sacando Deuterio en las cantidades precisas.-

La discusión siguió cada vez a más volumen. El jefe militar, el general Groves, les presionaba para obtener resultados cuanto antes. Pero los físicos allí reunidos les expresaban una detrás de otras las dificultades que tenían que solventar. La puerta se abrió y el jefe científico entro en la sala acompañado por un joven que ninguno de ellos conocía. Un silencio se hizo inmediatamente en la sala. Robert Openheimer había traído a un extraño en una reunión de alto secreto. Una irresponsabilidad que dio lugar a multitud de murmullos.

  • Robert. ¿Qué se supone que haces? – le reprocho el general.
  • Tranquilo jefe, es alguien de confianza. Le ha dado luz verde la oficina del presidente. Es uno de mis mejores alumnos. Así que no hay nada de qué preocuparse. ¿Cómo va todo?
  • ¿Qué cómo va?- grito Bloch - esto es un desastre. Los alemanes se están haciendo con deuterio. ¡Con deuterio!

Robert empalideció al oír la noticia. Pero el joven que la acompañaba tenía una cara serena, un rostro inexpresivo. Pero la mirada era otra cosa. Einstein se fijo en ella y en un momento tuvo una mala sensación que le atravesó de parte en parte. Esa mirada la había visto antes. Era como la mirada de un SS. Pero oculto sus pensamientos.

  • ¡Tenemos que actuar ya! – intervino Fermi – yo ya he diseñado los planos para un reactor que está listo para operar en la universidad de Columbia. En Chicago. Solo me falta en moderador de neutrones. Y nos falta agua pesada.
  • ¿Un moderador de neutrones? Yo tengo una idea – dijo el joven desconocido

Todos los presentes miraron desconcertados al recién llegado.

  • ¿Y si usamos grafito? Miren he traído los cálculos y el sigma es el adecuado para que este material se use como moderador

El joven repartió una serie de papeles a todos los presentes. Allí estaban las formulas del grafito como moderador. Todos miraron y releyeron una y otra vez.

  • Es cierto. Lo teníamos en nuestras narices. ¡El grafito! – dijo Fermi - ¿Cómo te llamas hijo?
  • Fausto
  • Gracias Fausto. La patria te debe una.
  • Estupendo, sino les importa señores debo marcharme.
  • Este claro que eres un gran físico. Te veo un gran futuro. ¡Hasta luego!

Fausto abandono la sala y salió del área restringida. Más tarde se dirigió a Albuquerque tenía que hablar con alguien muy importante. Y lo hizo en un inhóspito almacén de las afueras. Aquello parecía un cuchitril.

Un hombre de aspecto siniestro y encapuchado le esperaba. El joven se arrodillo ante él.

  • Mi señor Mefistófeles
  • ¿Has conseguido llevar a cabo el plan?
  • Si, al pie de la letra. Les he dado la clave para que puedan fabricar el arma atómica tal como tú me pediste.
  • Estupendo esclavo. Serás recompensado y serás un gran señor en el infierno.
  • Muchas gracias señor de la tierra.

Mefistófeles se rio a mandíbula batiente. Se quito la capa y se vio el cuerpo de aquel ser. Unas alas enormes se desplegaron con la forma de un murciélago. Su cuerpo era rojizo y su mirada parecía desprender fuego.

  • Muy bien Fausto. Nuestros planes acaban de empezar. Malditos idiotas. No saben lo que les espera. El destino esta sellado. Más tarde o temprano empezaran a fabricar armas nucleares cada vez más potentes. Y llegara un día en que esa será su perdición. ¡Toma nota Iahvé! Mi venganza está a punto de comenzar. Llevare a tu creación a la destrucción. Se mataran entre ellos. La cuenta atrás para el apocalipsis se ha iniciado.

Jerusalén, 1943

Era una cálida noche en la ciudad santa. La ciudad santa de las tres religiones monoteístas. Ya la ciudad empezaba a arder en los enfrentamientos entre los palestinos y los judíos llegados de Europa huyendo del tercer Reich. Los atentados se sucedían entre las facciones y el gobierno británico ya tenía ya bastante con la guerra contra el Eje como para tener problemas adicionales en aquella colonia conquistada en la primera guerra mundial al imperio otomano.

Pero otros acontecimientos sucedían al margen del caos reinante. En aquel piso franco de la inteligencia británica estaban enclaustrados aquella condesa procedente de una prestigiosa dinastía que lucho hacia siglos contra los turcos. Junto a ella su nuevo leal sirviente. Aquel chico perdido que encontró husmeando en su palacio huyendo de la persecución de las SS alemanas.

Benjamín adoraba a su señora. Él ya conocía perfectamente la historia de ella. Hija de la temible condesa Erczebeth Bathory. La gran asesina en serie de Hungría. Que hizo un pacto con el demonio para obtener la inmortalidad. Pero el precio a pagar por esa inmortalidad fue vivir de la sangre ajena. Su madre la convirtió en contra de su voluntad y ahora ella estaba atrapada en una no vida en la que veía morir de viejos a sus seres queridos. Un asco por tener que matar para sobrevivir. Pero esto último consiguió solventarlo. Encontró otra manera de sobrevivir, y por eso siempre necesitaba de amantes.

Pero el hecho de tener un amante que a la vez era su sustento no impedía que el cariño y el amor surgieran. Ya se había enamorado de su nuevo amante. El joven Benjamín también ya tenía ese sentimiento. Y en cierta forma vivían como en una luna de miel.

Ella acaba de llegar poco antes del amanecer. Él esperaba ansioso y preocupado. Pero como ella era habitual entraba de manera sigilosa, sin hacer ruido. Él pobre joven no paraba de llevarse sustos tremendos. Pero hoy al verla entrar en la habitación fue impulsivamente a recibirla con besos y abrazos.

  • ¡Vaya! Que cariñoso estás hoy
  • Te he echado menos y me preocupo por ti. Siento miedo de perderte.
  • No te preocupes. Soy una chica de recursos. Quería comentarte lo que he visto

Pero Benjamín hoy no quería prestarle atención a los demás temas. Siguió con sus caricias besándole el cuello. Sabía muy bien que su amada se excitaba mucho con lamidas en ese punto.

  • ¡Benjamín! ¡Ah! Déjame que te cuente
  • No luego. Hagamos el amor mi ama.

Lentamente le iba quitando el vestido y Eli se dejaba hacer.

  • Eres un niño malo- le dijo con tono claramente humorístico mientras le daba un azote
  • Soy un niño malo, si – dijo con un gran tono de excitación – pero al igual que tú te alimentas de mí, yo tengo hambre de ti.
  • ¿Qué tienes hambre de mí? Qué gracioso eres.
  • No en serio, tengo hambre. Aliméntame.
  • ¿Y como se supone que te tengo que alimentar?
  • Yo te doy leche, dame tú miel.
  • Ay pillín, así que quieres comerme el coño.
  • ¡Siiii! Quiero sentir tu olor.

Elisabeth termino de desnudarse. Ayudado en esa tarea por el hebreo.

  • ¡Venga! Vamos a ver que eres capaz de hacer, mi sirviente.
  • Quiero que maúlles de placer

Benjamín llevo sus manos a los senos de ella y luego con una se dirigió al sexo de su señora. La vagina de Eli estaba empapada lo cual fue una gratificación para él. Pasó a buscar con su boca los redondos pezones de su amada, de color rosado y ya erectos de la excitación. Poniéndose duros. La condesa acariciaba con dulzura la nuca del joven agradeciendo las caricias con palabras de cariño.

  • Siéntate en esta silla, mi ama.

La condesa abrió las piernas y dejo que su amado le practicará el sexo oral. Había pasado más de un año desde su primer encuentro y el joven aprendía a pasos agigantados. Desde los primeros torpes intentos a lo que se había convertido. En un amante excepcional.

La condesa jadeaba suavemente ante las caricias de la lengua, primero bajando por el vientre y luego continuando hasta llegar a su clítoris. Luego pasaba a penetrar con su lengua la vagina intentando metérsela profundamente, casi imitando una penetración con la sinhueso. Estaba gozando hasta en lo más intimo de su ser. Un dedo penetro en el coñito y lo encontró ardiente y húmedo, una nueva reacción surgió de la voz de Elisabeth. Mientras la lengua se enrollaba en el clítoris provocando escalofríos de placer. Su parte más sensible estaba siendo absorbida.

El joven continúo y practico otro de los juegos que tanto placer le daba a ella. Con un dedo mojo con abundante saliva y procedió a penetrar el ano. No tardo casi un minuto en que la boca del joven fuese bañada de los jugos. Él allí arrodilladlo con la boca en el sexo. Dándole placer a su adorada ama. Ahora deleitándose con el sabor de los jugos de los más intimo de ella. Los espasmos retorcían el cuerpo de la noble haciéndola gemir, casi gritar. El orgasmo la dejo rendida y dejo que el ritmo de su cuerpo se relajase. Ella bendecía el sexo y lo maravilloso que resultaba. Y el gran amante que tenía. Durmió plácidamente durante unos minutos, mientras se recargaba de energía.

Se despertó y fue en busca de su amado a besarle apasionadamente. Ella probo de esta forma los jugos de su propio sexo.

  • ¿Qué tal lo he hecho mi ama?
  • Lo has hecho de maravilla. Eres un campeón
  • Muchas gracias mi amada.
  • Benjamín. Sé que me amas, y veo en tu mirada adoración.
  • Si te amo con locura. Tu maldición no significa nada para mí. Yo estaré contigo para ayudarte. Juntos conseguiremos lo imposible, porque sé que tu eres capaz de todo.
  • ¡Oh no! No me sobrevalores. Tú me vez como alguien muy fuerte, pero siento un terrible miedo ante lo que nos vamos a enfrentar.
  • ¿Tú, miedo? No entiendo
  • Si mi amado. Si los nazis consiguen llevar acabo sus planes será algo terrible ante lo que ni yo me siento capaz.
  • Confía en ti. Yo lo hago. Si necesitas fuerzas estoy listo para dártelas.
  • ¡Ay mi amado! A veces me siento culpable por esto.
  • ¿Por qué?
  • Siento utilizarte para sobrevivir.
  • ¡Eh oye! Yo no me siento utilizado. No te imaginas lo que disfruto sirviéndote.
  • Bueno, si es así. ¿Qué tal si me sirves?
  • Venga aquí estoy listo para alimentarte.
  • Venga vamos a la cama. Allí estaremos más cómodos.

Eli cogió de la mano al joven y lo llevo en dirección al dormitorio. Estaba hambrienta y rápidamente desabrocho el pantalón para buscar lo que necesitaba.

Allí estaba respondona y lista para entregarse. La polla de Benjamín. Un buen elemento, de un buen tamaño y lo mejor , gruesa. Lo que era una delicia cuando follaban. Cuando el pantalón se bajo el miembro salió disparado impactando en la cara de la condesa.

  • Hay que ver los jóvenes la energía que tenéis.
  • Ya ves, lista para ti.
  • Túmbate en la cama cariño.

Benjamín se hecho en la alcoba deseando en su interior recibir las caricias de su amada. Eli se tumbo a su lado tumbando su cabeza sobre el vientre del judío. Cuando la lengua hizo contacto un jadeo salió de la boca de él. Ella se entretuvo un largo rato solo lamiendo el glande, buscando el prepucio que provocaba unos gemidos intensos a su compañero de fatigas. Más tarde recorriendo el tallo en toda su extensión. Sin dejar ningún centímetro sin recorrer. En dirección a los testículos donde se relamía primero con uno y luego con otro. Esta operación le resultaba psicológicamente muy gratificante a él. Vuelta hacia atrás repasándolo todo.

Benjamín suspiraba con lo que se avecinaba. La condesa con una mano cogió el miembro lo apunto a su boca. Metió ligeramente el miembro y daba largos recorridos en todo el glande, Mientras la mano masturbaba la base. Con la otra mano se dirigió a los testículos para magrearlos deseando en su cabeza extraer ese fluido que estaba a él. El semen, el líquido portador de su vida. Los gemidos era música celestial a los oídos de ella. Poco a poco fue aumentada la intensidad de la mamada bajando cada vez un poco más en su felación. Todo aquello era un acto simbiótico. Él le daba vida, ella le daba placer. Pero ahora era más, era un acto de amor. El placer de él también era el placer suyo y el incremento de la excitación de él provocaba excitación en ella. Llego un momento en que su estado de cachondez era culminante y la mano que masajeaba los huevos tuvo que usarla para masturbarse a ella misma.

Los gemidos pasaron a ser casi gritos. El joven estaba a punto de correrse y ella recibir su preciado liquido. Aumento la intensidad de la mamada hasta que su cabeza retumbaba en toda la extensión del miembro, eso fue suficiente para que el joven pudiera estallar de placer. Ahora era él que se retorcía mientras ella recibía en su boca el resultado del placer, los gritos de placer provoco que ella también se corriera con un suave orgasmo. El pene del joven emitía el caliente fluido que ahora adoraba.

La felación era algo tremendo para ellos, no solo era vida para ella. Ya era más, era un acto de amor, de realización como mujer. Mientras se deleitaba viendo en la cara las reacciones que había provocado en su amado.

Ahora ambos se tumbaron a recuperarse de sus mutuos orgasmos. Se abrazaron y durmieron plácidamente con los brazos entrelazados.

Poco más tarde se despertaron de nuevo. De nuevo caricias y besos.

  • Muchas gracias por darme vida, mi amor.
  • Ha sido un honor.
  • Bien, escúchame. He ido a vigilar ese sitio y me temo que son demasiados. He llegado a contar varias decenas. Y no hay error posible. El aspecto físico que tienen no son de judíos. Bastantes tiene el típico porte germánico. Como ellos se llaman a si mismos, arios. Rubios, ojos azules. No sé como los de tu pueblo no se dan cuenta de lo que pasa.
  • ¿Pero que pretenden aquí?
  • Según todos los datos históricos la lanza de Longinus debe estar enterrada aquí. Pero algo me dice que han conseguido localizarla. La actividad del edificio es frenética.
  • Si es así tendremos que actuar.
  • Sí, creo que ya no podemos esperar. Pero me aterra que lo consigan. Si invocan a algún demonio será el fin.
  • ¡Ay! Mi amada, no entiendo que ha ocurrido. Cuando yo era joven en Debrecen tenía multitud de amigos gentiles. Aún me acuerdo cuando jugaba al fútbol con ellos. Luego me odiaban y me despreciaban. Me llamaban perro judío. Me echaban la culpa de la decadencia del país ¿Qué ha ocurrido?
  • Si Lucifer el ángel favorito de Dios no pudo evitar caer en las garras del mal que será de nosotros simples mortales. Es inquietante que personas normales de naturaleza buena se transformen en verdaderos demonios. Capaces de infligir las más horripilantes torturas y muertes a sus congéneres. La semilla del mal se desarrolla a nivel psicológico cada vez que asumimos sin sopesarlo una autoridad abusiva. Cuando caemos en el beneplácito de la pasividad ante la injusticia o la violencia. O cuando agredimos a otro para ser aceptados en un grupo. En cualquier caza de brujas caemos en esos extremos al deshumanizar al otro. Al de otra raza, al de otra religión, al de otro sexo, al diferente. Los prejuicios hacia los demás están llenos de términos abusivos y denigrantes. Las dramáticas imágenes del enemigo que promueva la propaganda estratégicamente utilizada deja una huella de miedo y odio. Propaganda que deja imbuida en la mente de la masa depredadora mientras el otro se percibe como el enemigo que merece ser maltratado, torturado o muerto. Son infinitos los tormentos que el ser humano ha infligido a otros seres humanos. Nada de lo que sentirnos orgullosos. Y sin embargo lo seguimos repitiendo en forma de horrores injustificadamente justificados. Quizá bueno sea saber que la vejación se esconde detrás de cada cotilleo o comentario malsano hacia los demás.
  • Creo que tienes razón. Pero si ya hemos llegado a estas cotas de horror. ¿Qué es lo que nos espera?
  • Me temo que pecas de optimista. Algo me dice que la cosa puede aún empeorar.
  • ¿Peor aún? Si es así Dios nos maldecirá.
  • No lo sé querido. Eso no lo sé.
  • Pero al menos debemos hacer lo que esté en nuestra mano para evitar lo peor.
  • Si esa es nuestra obligación como seres vivientes. No nos rendiremos al fatalismo. Prepárate que vamos a ir a por ellos.
  • Si mi amada.

Ambos se vistieron y ahora tenía la mirada de la determinación. Se iban a enfrentar a un enemigo horrendo pero eso no los iba a echar atrás.

  • Escúchame Benjamín. Nuestra única esperanza está en el sigilo. Así que usa la pistola como último recurso.
  • ¿Entonces como lo haremos?
  • Mira esto.

Elisabeth abrió un armario y benjamín quedo embobado. Estaba lleno de dagas ,cuchillos, había hasta una espada.

  • ¿Y esto?
  • Esto es una katana. Hace unos siglos visite el Japón y allí me instruí en el arte del ninjitsu por parte de otro vampiro. Pero esto es para mí. Toma los cuchillos y esta daga. No dudes en acabar con esos cabrones. Recuerda la muerte de tus padres. Hoy tienes la oportunidad de vengarte.
  • No lo dudes, me llevare por delante a todos los que pueda.
  • No Benjamín. Repito, con sigilo. Esos miserables no tienen honor y no atacaremos con honor. Nos enfrentaremos a ellos al modo ninja. Atácales de improviso y por la espalda. Ellos son demasiados y no podemos fallar.
  • Cierto mi ama. Entonces acabare con ellos como los cerdos que son.
  • ¡Vamos a cazar nazis!

Benjamín y Eli salieron de su escondrijo en mitad de una noche de luna nueva. Era ya madrugada profunda y la oscuridad los protegía. Se dirigieron al lugar que les indico James. Llegaron a la esquina de la calle y miraron. Había dos tipos en la entrada.

  • ¡Vaya! Parece que no va a ser fácil. ¿Hay otra entrada? – preguntó Benjamín
  • He estado buscándola y la única forma de entrar es esa puerta. Han bloqueado todas las ventanas y si las forzamos haremos mucho ruido.
  • ¿Entonces?
  • Entonces, me encargo yo. – dijo con un guiño.

Benjamín sonrió pero quedo alucinado ante lo que iba a ocurrir. Eli salto hacia la pared de una forma impresionante apoyándose en la cornisa del primer balcón del edificio, luego salto al siguiente y así hasta llegar a la tercera planta. Se coloco justo encima de los tipos y salto en picado. Y justo cuando iba a tocar el suelo saco su espada samurái y los seccionó en dos a los vigilantes. N un grito, ni un aviso. Solo un charco de sangre y dos cuerpos despedazados.

Benjamín corrió hacia la puerta y tuvo una ligera nausea ante la carnicería pero se recupero al recordar porque estaba allí. La puerta estaba abierta y entraron con extremado cuidado. Había otros dos en el pasillo. Los amantes fueron tras ellos y los atacaron por la espalda. Benjamín uso la daga y como le había enseñado la condesa cogió al nazi por el pecho y le rebano el cuello desde atrás. Su amante daba cuenta del otro de otra forma. Saco sus colmillos y le destrozo la yugular recogiendo la sangre del desgraciado. El rostro de Eli había cambiado y ligero estremecimiento de miedo le surgió a Benjamín al recordar que su ama era una vampiresa y una autentica máquina de matar.

  • Vamos- le susurro para que continuara

El judío se repuso y siguió a la condesa. Oyeron ciertos ruidos y ambos siguieron la estela del sonido.

Entonces llegaron a un salón enorme. Estaba atestado de gente. Todos ellos estaban vestidos con el uniforme de las SS y realizando el saludo imperial romano. En el otro lado había multitud de banderas de cruces gamadas. Un altar y en el suelo apareció dibujado un pentagrama lleno de runas en el circulo que lo rodeaba. En ese lado del altar había un tipo vestido con unos ropajes muy llamativos, como los de un sacerdote pagano.

Eli y Benjamín habían alcanzado a esa habitación a lo que pareció un balcón que miraba al salón. Se tumbaron en el suelo para evitar ser vistos. El sacerdote se dirigió a todos los presentes.

  • No entiendo lo que dicen – susurro benjamín
  • Están hablando en Alemán. Dice lo siguiente. "Agradece a todos por el deber cumplido a la patria. La nación aria ahora triunfará porque han conseguido el amuleto divino de la victoria. Ahora traerán al mundo a un aliado invencible. Con él Alemania se impondrá por fin al mundo. Y la tierra conocerá el reinado del tercer Reich por mil años.

Uno de los SS apareció de uno de los laterales del salón. Portaba una lanza y en su extremo había una pieza antigua, desgastada, de bronce. Una tremenda preocupación hizo temblar a los dos. Parecía que iban a llegar tarde. El sacerdote cogió la lanza y la alzo. Los casi 100 hombres que estaban allí empezaron todos a correar.

  • ¡Der dämon lieb für immer! ¡Der dämon lieb für immer!
  • ¿Qué es lo que gritan?
  • El demonio vive por siempre.

Entonces el sacerdote volvió a hablar. Esta vez leyendo un libro que había en un atril.

  • No sé lo que dice Benjamín. Eso no es alemán.
  • No me lo puedo creer
  • ¿Qué pasa?
  • Es la lengua de fuego. Es hebreo antiguo. Es la lengua en la que está escrita la Tora.
  • ¿Entiendes lo que dicen?
  • Si, fui instruido por el rabino de mi barrio. Leíamos pasajes todos los Sabbat. Malditos. ¿Cómo se atreven?
  • Di lo que ocurre Benjamín.
  • Esta leyendo un pasaje sobre el inicio del mundo. Está hablando de la traición de uno de los ángeles de Iahveh. Es el libro de Tobit. Hablan del demonio Asmodeo, el rey de los demonios. "El veneno de dios". El demonio de la lujuria.
  • Entonces de eso trata. Quieren invocar a Asmodeus.

El SS que portaba la lanza ahora trajo a un bebe. Colocándolo en el altar. Una sensación de horror es lo que tuvieron ambos.

  • Eli, tenemos que actuar ya. ¡Van a realizar un holocausto humano! Tenemos que impedirlo.

El sacerdote seguía con sus plegarias. Pero en ese momento alguien más entro. Se coloco tras la última fila. Llevaba una capucha que parecía ocultar su cabeza. Entonces se giro y les miro a ellos. El miedo surgió. Parecían haber sido descubiertos. Entonces observaron que se trataba de una mujer. Un bello rostro le parecía a Benjamín y se podía ver en el cuello que tenía una melena pelirroja, ligeramente rubia. Pero aquella desconocida no daba la voz de alarma. Simplemente les miraba con detenimiento. Eli le devolvió la mirada, pero aquella mujer no parecía mirar con maldad, ni con ira dentro de sus ojos negros. Todo aquello que abundaba en los ojos de los nazis. En cambio unos ojos negros que parecían de una profunda inmensidad. Aún a lo lejos Benjamín y Eli se quedaron hipnotizados por aquella mirada. Parecía una mirada de una sabiduría milenaria ¿Quién era aquella mujer?

El sacerdote cogió una daga y se dirigió al altar

(Continuará …)