El convento de las putas-La Primera, Elena...

Comienza la historia de como Laura convierte a Elena en su sumisa y urde un plan para tener más sumisas a su servicio.

Laura y Elena eran amigas desde bebés, con el paso del tiempo se fueron distanciando a partir de que fueron aceptadas en universidades diferentes.  Lo que no sabían era que sus vidas se volverían a unir, y esta vez si todo funcionaba bien, para siempre.  Las dos eran guapas, bueno, chicas normales pero no eran feas.  Ambas morenas, ojos y pechos grandes, melenas largas, generosas de formas sin ser gordas y muy simpáticas.  Ninguna de las dos con 20 años había tenido novio, porque sus padres eran muy estrictos y religiosos. Cuando eran niñas las dos iban a misa todos los domingos, hicieron la comunión juntas, etc.… Las dos vivían enamoradas del amor, oyendo canciones románticas, soñando con que el príncipe azul llegara a ellas.

Laura era muy seria y les tenía mucho miedo a sus padres. No se atrevía a decir nada que estuviese fuera de lugar y que sus padres se pudiesen enterar, esa idea le aterrorizaba. Elena era más atrevida…pensaba mucho en chicos, y aunque no lo decía,  también en chicas. No estaba segura de lo que le gustaría experimentar primero.  Pero eso nunca se lo dijo a Laura porque la hubiese escandalizado.  Cuando les llegó la regla a las dos, que fue casualmente al mismo tiempo…Elena se desató y se tenía que masturbar todos los días, sobre todo cuando se acercaba la regla.  Laura por el contrario, ni pensaba en eso y se persignaba cada vez que Elena le tocaba esos temas.  Se ponía roja como un tomate y le mandaba a callar. Cada día que pasaba, cada mes, y cada polvo en solitario, Elena se sentía más segura de saber lo que quería.  Algo le dejaba caer a Laura, pero nunca muy claramente porque su amiga, pensaba Elena, jamás la entendería.  Para Elena, Laura era muy casta, muy pura…y ella era muy sucia, no estaba a la altura de su amiga.  Los años pasaron y aunque Elena disfrutaba mucho del sexo en solitario y le parecía insuficiente,  nunca se atrevió a follar con nadie. Tuvo algunas insinuaciones, pero le daba terror que sus padres se enterasen y se decía a si misma, mi mano no me va a delatar. Luego iba y se confesaba y asunto arreglado, pero cada vez iba menos al confesionario… Laura por el contrario no disfrutaba del sexo ni en solitario ni en compañía.  Lo que si hacía era ir mucho al confesionario del convento donde estaba.  Luego salía de allí y no hacía más que rezar y rezar. Antes de salir del convento, tuvo una reunión con la directora y madre superiora. –hija, ¿estás segura de lo que quieres hacer?  -Si madre, contestó Laura.  Mi vocación por el servicio a Dios es total y además tengo el dinero para hacer ese convento.  Mis padres estarían encantados de  saberlo.  –Bueno, pues no se hable más del asunto.  Cuando regreses de tu viaje con tu amiga, estará todo preparado para que ingresen al convento y serás tú la directora, como benefactora que eres.  Siempre tendrás mi apoyo y supervisión para que todo vaya como debe de ir en la casa del Señor.  Madre, no sabe lo feliz que me hace que me de tan buenas noticias.  Entraremos al convento mi amiga Elena y yo y serviremos a nuestra Madre, nuestra virgen, con devoción y verdadera pasión. El convento de las hermanas del sagrado corazón de maría será un hecho. Se despidió Laura de la madre superiora con una sonrisa de triunfo y al mismo tiempo preocupación, ya que no las tenía todas consigo, era un plan muy arriesgado. Pero si era cierto que conocía mejor a Elena, que ella misma…funcionaría a la perfección.

Al momento de su re-encuentro, los padres de ambas habían muerto en sendos accidentes de tráfico. Laura fue quien primero llamó a Elena y le contó todo y que le gustaría que se fuesen las dos de viaje para despejarse, ponerse al día y descansar un poco que todo había sido muy vertiginoso.  Las dos familias eran familias de dinero, con lo cual las chicas no tendrían ningún problema económico y como su muerte fue tan repentina, no les había dado tiempo de ponerles un tutor ni nada, con lo cual ellas habían pasado a ser huérfanas millonarias.  Tanto una como la otra escogió al abogado de la familia para que siguiera llevando las empresas y ellas cuando terminaran de estudiar, se harían cargo. Habían decidido encontrarse en Madrid, y de ahí partir en un viaje de unos tres meses…querían conocer mundo con sus propios ojos, no a través de la mirada inquisidora de sus padres.  Laura llegó primero a Madrid, tenía que resolver unos asuntos importantes que le serían muy útiles para su nueva vida si todo salía bien y además fue a la peluquería a hacer algo que siempre había tenido ganas de hacer; depilarse entera.  Una vez depilada y arreglado sus asuntos, fue al aeropuerto a por Elena.  Cuando Elena la vio no daba crédito, Laura estaba vestida de monja.

-Laura, pero qué cambiada estás…No sabía que te habías hecho monja.

+No te lo dije porque quería que fuera una sorpresa amiga.  Pero soy una monja especial, ya te contaré.  ¿Qué tal el viaje?

-Todo bien, un poco cansada, dijo Elena sin salir de su asombro.

+Bien, pues vamos al hotel, y luego a cenar por ahí…Cuando llegue al hotel me cambio para que no te de un infarto. Veo que sigues aún sorprendida por el cambio.

-Pues la verdad es que si, jamás me lo imaginé…por otro lado, ¿cómo no imaginarlo? Siempre has sido muy seria, muy callada, muy devota.

-Igual que tú Elena, tan devota como tú, ¿o no?

+Si, soy muy devota de mi virgen, pero yo no tengo nada que ver contigo…Tu eres muy pura, yo…

-¿Tu qué? Anda no seas tonta…si eres un angelito. Bueno, un angelito puton…porque no creas que no me daba cuenta que me habías dejado atrás en cuanto a ciertos temas.

  • ¿Qué temas Lau? Yo no he hecho nunca nada de lo que tenga que avergonzarme y sigo virgen.

-¿Sigues virgen? Yo pensaba que no, pero seguro que te masturbabas todos los días…que te conozco…eres muy apasionada con todo. Al decir eso, Laura “sin querer” rozó el pecho de Elena y se percató de que sus pezones estaban duros.

Elena se ruborizó y le pidió que cambiaran de tema.  Lo que Elena no sabía era que el cura que le confesaba en su parroquia era un primo lejano de Laura y muy ambicioso.  Por dinero y por “facilitarle” las cosas con algunas chicas, le contaba todo lo que Elena decía en el confesionario.  Es más, Laura le dio una grabadora digital, y a los cinco minutos de Elena haberse confesado Laura sabía lo que había confesado Elena y la penitencia que le habían puesto.  Para Laura habían sido años muy difíciles, ya que sentía que dentro de su ser había algo que la obligaba a enterarse de esos detalles, pero por otro lado estaban sus convicciones y el control que ejercitaba para no doblegarse ante algo tan vulgar como el sexo.  Prefería esperar, sus padres no vivirían para siempre…y si se tardaban mucho habría que darles una “ayudita”  y de paso a los padres de Elena también…Luego, con rezar mucho y pedir mucho perdón a Dios sería suficiente.  Ella no confiaba en los curas, y en el confesionario sólo decía chorradas pero que le proporcionaban el placer de la penitencia.  Apaño de  placer disponible a ella mientras sus asuntos no estuviesen resueltos.

-Bueno Elena, si has sido o no una zorrita, es tu asunto.  Yo sé que yo no, pero bueno siempre supimos que tu eras más débil que yo.

Elena se sintió humillada, no reconocía a su amiga Laura.  Pareciera que el hábito le hiciera adoptar una nueva personalidad.

+Ese comentario creo que ha estado fuera de lugar Lau.

-Yo no lo creo así, pero si te ha molestado, te ofrezco una disculpa.  No quiero que mi mejor amiga que hace mucho que no veo y que nos embarcamos en un viaje juntas, se enfade conmigo por algo que no es de mi incumbencia.

  • ¿Pero qué te pasa? Preguntó Lau ya molesta, con eso que has dicho no te estás disculpando, simplemente estás diciendo que tienes razón pero que no te vas a meter.

-Vamos a ver Elena, no eras tu la que me contaba las ganas que tenías de tener novio, y de hacer el amor, y de iniciarte en el sexo antes de casarte y todas esas perrerías que me contabas?  Pues una señorita decente, no dice esas cosas, esa es conversación de perras.  Pero yo no soy nadie para juzgarte simplemente por el hecho de que yo siempre me he controlado y gracias a ello no he sucumbido ante los placeres del sexo, aunque sea conmigo misma. Ahora quieres hacer el favor de admitirlo y que sigamos con nuestro viaje… Porque lo sabes, sabes que eres una zorrita débil por el sexo.  Pero mi niña, yo te voy a ayudar a controlar eso, si me lo permites.

Elena estaba boquiabierta, ciertamente que Laura había cambiado.  Ya no era la niña temerosa de sus padres y tremendamente insegura.  Ahora se atrevía a decir que era cruel y despiadada y había algo en ella que no la terminaba de encajar con su imagen de monja.

+Vale lo admito, soy una perra que le gusta el sexo, que se masturba casi a diario y que sigue virgen a pesar de ser lo que es. Con estas ultimas palabras, Elena bajó la cabeza sintiéndose muy triste.

-¿Y por qué sigues virgen Elena?  ¿No me digas que además de gustarte el sexo, te desagrada la anatomía masculina? Porque si mal no recuerdo, siempre tuviste chicos detrás y con lo débil que eres, para mi era cuestión de tiempo el que te entregaras a uno de ellos.  ¿No serás lesbiana?

  • ¡Laura! Creo que te estás pasando.

-Venga mi niña no te pongas así.  Cada quien es como es. Unos controlan sus instintos y otros no.  Unos saben esperar y otros quieren la gratificación instantánea.  Es una cuestión de madurez, creo yo.  A mi el convento y el servicio a la virgen me ha hecho madurar mucho.

Elena seguía sin creer que lo que estaba oyendo venía de la boca de su amiga Laura.  Ahora le había dicho lesbiana,  inmadura y le había dicho que era incapaz de controlar sus instintos.  Pero pensó Elena que su amiga tenía razón, pensó que Laura siempre estaría por encima de ella.  Laura podía controlarlo todo. Ella en cambio no era más que un cero a la izquierda. Bajó la cabeza y se dejó llevar hasta el coche que les esperaba para llevarlas al hotel.

-Venga Elena, anímate.  Que no hay cosa más linda que aceptarse tal y como uno es. Lo más importante es poner tus debilidades a tu servicio y controlarlas tu a ellas no ellas a ti…Aunque a veces se necesita la ayuda de alguien más.  Yo siempre he confiado en mi confesor…y aquí me tienes…¡Monja!  ¿No es maravilloso, Estar en comunión con Dios todo el tiempo?

Diciendo eso arrimó a Elena hacia ella y le pasaba la mano delicadamente por la cabeza.  Llegaron al hotel, se registró Elena y  subieron a la habitación.  Laura se  había tomado la iniciativa y había pedido una cama de matrimonio extra grande para las dos.  A Elena le resultó un poco extraño porque  no era que el dinero escaseara…podían haber cogido una suite, con dos habitaciones.  Pero pensó que era igual, Laura estaba muy cambiada y extraña, pero que también había algo en ella que la excitaba. –Ya estamos, pensó Elena.  Si al final va a ser verdad lo que dice Lau, que soy una perra.  Nada más pienso en excitarme como las perras en celo. Tendré que hacer algo al respecto.

La sacó de su ensimismamiento que Laura soltó un grito cuando salió del baño completamente desnuda. Otra cosa que le estuvo rara a Elena. Laura siempre había sido muy pudorosa, y¿ justo ahora que se hace monja se destapa? Lo dicho, no le cuadraba esta nueva Laura con su hábito de monja.

-¡Qué rico ducha me acabo de dar!  Dúchate Ele que me muero de hambre  y acto seguido se oyó un rugido.  De repente Elena se quedó idiotizada mirando a Laura.  Bajo el hábito no se notaba, pero ya desnuda, claramente se podía ver que había dejado atrás aquella joven generosa de formas.  Ahora no era que estaba flaca, pero si que estaba mucho más delgada y curiosamente con más pecho.  Se fijó también que tenía el sexo completamente depilado y que sus pechos eran enormes para su cuerpo y firmes. Laura estaba atlética, sin una onza de grasa donde no la necesitaba, morena y estupenda.  Además tenía un culito respingón muy apetecible.  Elena por el contrario se había quedado rellenita, pero muy guapa también.  Algún que otro michelín pero nada exagerado.  Viendo a Laura, se sentía aún peor. Laura, además había sido capaz de controlar su adicción al chocolate.  Ambas tenían debilidad por el chocolate, pero era obvio que por el cuerpazo que Elena tenía ella si había podido controlar dicha adicción. Para Elena el tema chocolate se había convertido  en gula…otro pecado. Elena se sentía minúscula como si la presencia de Laura llenara toda la habitación.  Y así era, Laura emanaba seguridad y dominio propio.

-Venga Ele muévete…o si no llegaremos tarde al restaurante.  Apenas nos queda una hora para arreglarnos.  He reservado para las 21:00 para que cenemos temprano y nos vengamos a la cama pronto, nos esperan días fuertes.

+Si Laura ya voy, dijo Elena cabizbaja.

Laura sonreía porque veía que su plan estaba yendo de maravilla.  El autoestima de Elena estaba casi que a nivel petróleo.  Unos toques más y la tendría lista y por fin podría liberarse de todo lo que había llevado dentro por todos esos años.  Elena salió del baño y ya Laura estaba lista.  Se había puesto un traje negro corto y pegadito y unos zapatos de tacón alto, muy alto la verdad.  Elena salió tapadita con su toalla y mirando al suelo…

-Venga, vístete Ele que ya yo estoy lista.

+En un momento termino Lau, no desesperes.

-Bueno pero no me has dicho nada de cómo me veo, date la vuelta y mírame.

Elena se dio la vuelta y se le cambió la cara.  Laura estaba preciosa y sexy, nunca la había visto así.

+Estás muy bonita arreglada Laura, dijo Elena sintiendo que se empapaba su entrepierna.

-¿Te gusto?

+Si, me gustas, estás muy guapa.

-Pues tu vamos a ver qué te pones, que con esos michelines….Te has descuidado mucho amiga…no estás como antes.  Pero no te preocupes porque yo te voy a ayudar. A perder esos kilitos.

Elena no podía sentirse más humillada. Ya no tenía ganas ni de salir a cenar.  Ella que siempre había sido el centro de atención por su personalidad alegre y parlanchina.  Estaba reducida a nada, se sentía tonta, fea, gorda y lo peor de todo….cachonda. Se vistió lo más rápido y mejor que supo y salieron de la habitación no sin antes escuchar algunas puntualizaciones más de su amiga Laura.  Cenaron en un restaurante italiano en la calle Mayor y cuando se tomaban el capuccino descafeinado que pidieron las dos y el tiramisú para compartir, Laura dijo que lo mejor era irse a dormir porque estaba muy cansada.  Elena asintió sin decir palabra y así llegaron al hotel.  Ya en la habitación, Laura se metió al baño primero sin preguntarle a Elena y cuando salió de allí, volvió a salir completamente desnuda.  Ante la mirada sorprendida de Elena, o mejor dicho, su mirada lasciva, Laura le dijo; lo siento en el convento yo duermo sin ropa para no estrujar el habito y me he acostumbrado.

+No pasa nada Lau, estoy acostumbrada a ver chicas, soy una chica…

-Si, bueno…pero la diferencia entre nosotras es clara…

+Me voy a dormir Lau, que descanses.

-OH no, venga vamos a hacer las oraciones juntas. Me hace una ilusión que compartas conmigo un momento que yo tengo siempre en la soledad de mi habitación del convento.  Quítate la ropa igual que yo y comenzamos.

Rezaron las oraciones, Elena conteniéndose para no mirar a Laura y sintiéndose cada vez más cachonda con la situación.  Terminaron las oraciones y vino lo peor.

-Bueno, ahora la confesión.

  • ¿Qué? ¿Yo no me voy a confesar contigo? ¿Tú no eres sacerdote?

-Pues casi, cuando regresemos de viaje voy a tener habilitado un convento en el cual yo seré la directora y confesora.  Así que puedo comenzar por ti, si no me mires así, y no mientas.

+Que no me voy a confesar contigo Lau

-Venga, que me doy la vuelta y no te miro, venga, ponte de rodillas frente a mi y yo me cubro los ojos que mi antifaz de noche.  Y cuando lo vayas a decir di Señora he pecado, en lugar de Padre he pecado, ¿vale?

+Vale

-Ave maría purísima, sin pecado concebida

+Señora, he pecado

-¿Cuál es tu pecado?

A Elena se le estaba haciendo bien difícil concentrarse mientras veía desde abajo el cuerpo hermoso de Laura.

+El pecado de la lascivia y la  lujuria

-¿y qué más?

+Nada más Señora

-¿Me has deseado a mi hoy?

Elena tardó mucho en dar esta respuesta

+Si Señora, la he deseado

-¿Me sigues deseando ahora?

+Si Señora

-Eres una zorra, ¿lo sabes? Eres una zorra lesbiana.  Siempre lo supe y hoy lo he confirmado.  Ay Elena, ¿Qué voy a hacer contigo?

+Darme una penitencia Señora

-Me parece que tus penitencias hasta ahora han sido insuficientes. Yo iré por algo más.

Se fue acercando más y más a la cara de Elena. El olor del coño de Laura tenía a Elena más cachonda todavía.  Abrió bien las piernas y le dijo

-Ves un poco de líquido blanco en mis genitales?

+Si Señora lo veo

-¿Sabes lo que significa? Significa que me has hecho pecar a mí, me has puesto cachonda con tu confesión y por eso necesito castigarte. Porque me sigues deseando no perrita? Me sigues deseando.

+Si Señora la deseo con todas mis fuerzas, como jamás había deseado a nadie.

El sudor corría por la frente de Elena y sus jugos por su coño también. Estaba fuera de si, necesitaba sexo como fuera.

+Yo creo que te va la marcha, así que ve tráeme aquel látigo que está en la silla.

Era la primera vez que Elena reparaba en el látigo.  Lo trajo y lo puso en las manos Laura.

-De esto nadie, sólo nuestro Señor y nosotras se va a enterar.  De manera que puedo hacer dos cosas contigo.  O azotarte para sacar el demonio que llevas dentro o hacerlo que salga por las buenas. ¿Qué prefieres?  Sabía que Elena elegiría sacarlo por las buenas así que fue preparando el látigo.

+Prefiero que lo saque por las buenas.

-Lo sabía, eres una zorra pusilánime.  Ponte a cuatro patas sobre la cama ahora.

Elena se puso a cuatro patas y Laura se puso de pié detrás de ella y comenzó a tocar su clítoris con un dedo.  Elena no podía entender cómo había pasado de querer salir de viaje con su amiga de niñez, a estar a cuatro patas delante de ella confesando pecados y sintiéndose como se sentía.  Tenía el sexo hinchado y caliente.  Su cuerpo se retorcía cada vez que el dedo llegaba cerca de la zona fuerte.  Elena gemía como una perra y no podía aguantar más.  Laura entonces fue introduciendo un dedo a la vez en la vagina de Elena hasta que metió todos los dedos, no muy profundo porque quería reservar el espectáculo de desvirgarla para otro momento. Con mucha pericia Laura fue moviendo la mano en el coño de Elena y cuando la sintió que estaba a punto, tomó el látigo y comenzó a azotarla con fuerza.  Se suponía que el dolor parara el inminente orgasmo, pero fue todo lo contrario.  Ambas se corrieron a la vez.  Laura no se había equivocado, Elena era una verdadera perra y sabía que estaría dispuesta a hacer todo lo que ella quisiese.  Laura también estaba sorprendida del placer que había sentido y  de que había tenido un orgasmo sólo por el hecho de estar dominando y azotando a Elena.  Todo un descubrimiento para las dos…Pronto tendría su plan terminado y funcionando…

Continuará…