El convento 2

El padre Ángel confiesa a Elsa. Los pecados de la muchacha son graves, y al penitencia, será acorde.

CONFESIÓN Y PENITENCIA

Sin dejar de sollozar, con el culo y los muslos escociendo, Elsa limpiaba su meada con su ropa, tal y como le había ordenado su padre. Al acabar, se quedó de pie, en la misma posición en la que había recibido los azotes, y notó las caricias en sus nalgas. Todos los presentes estaban sobandola, incluso una mano áspera, callosa, con las uñas largas, la madre abadesa supuso, la acarició su entrepierna hurgando ligeramente, y arañandola, en su rajita. Elsa gimió al sentirlo, encogió los deditos de los pies y cerró fuertemente los ojos.

-¿Bien…? - dijo su padre acariciando el culo - ¿Suficientemente caliente?

Elsa asintió sollozando.

-Si papá… si.

Los presentes sonrieron.

-Creo señores Acebo, que pueden irse ya. Su hija irá a su celda en seguida, estará allí encerrada orando toda la tarde, y esta noche, recibirá un nuevo correctivo por mi parte… otros cuarenta azotes. Luego se quedará encerrada sin cenar y ya mañana empezará su nueva vida.

-Nos parece correcto. - dijeron ambos padres levantándose sin mirar a su hija - Nos veremos en un año. por su cumpleaños… o no, ya veremos, según nos cuente usted por correo de su comportamiento.

Y tras darla un frío beso en la frente, se despidieron de Elsa y abandonaron el convento.

-Bien. - dijo la madre superiora sentándose de nuevo - Padre… ¿Qué te parece la nueva?

Elsa estaba aún desnuda, con las piernas juntas, tapándose sunpubis  on una mano y los pechos con el brazo sollozando, temblando aún, de frío y de dolor, encogiendo los deditos de los pies.

-Creo que encajará bien aquí… quizás tarde, tiene pinta de díscola.

-Si. - dijo la madre abadesa - pero estamos también para corregir y guiar, ayudando, como sea.

Elsa se imaginó que ese como sea, no sería bueno para ella.

-Ahora te quedarás aquí sola con el Padre Angel, él te confesará, y después de administrara la penitencia pertinente acorde a tus pecados, irás a tu celda, donde esperaras tu castigo de esta noche.

Elsa asintió. Iba a coger el hábito para ponérselo cuando la madre abadesa se le adelantó.

-No. Lo dejaré en tu celda. Permanecerás desnuda hasta el momento en que vayas a ella.

Elsa asintió sollozando.

-Os dejo a solas. Ángel… vuelvo en diez minutos.

El sacerdote asintió y la mujer salió del despacho y dejó a Elsa y el hombre solos. Ángel se sentó en una de las sillas que habían ocupado antes los padres de Elsa y sonrió,

-Bien… vamos a hacerlo fácil,rápido… como si fuéramos amigos… - se palmeó el muslo de una pierna - siéntate aquí.

Elsa le miró asustada, dudando, muerta de miedo, anduvo despacio y obedeció, sentándose en las rodillas del padre Ángel.

-¿Recuerdas cómo confesarte?

Elsa asintió, no era tan devota como sus padres, pero si cristiana, y en el fondo,temerosa de dios, y sabía que sus pecados eran graves, pero estaba enamorada.

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida. - sonrió el Padre Angel palmeando los muslos de Elsa, que cruzaba los brazos ante sus pechos y se puso tensa al sentir la mano del hombre en su piel desnuda.

-Padre… he pecado…

-Hija… ¿Qué mal has hecho?

-He ofendido a mis padres…

-¿Con ese chico, Pablo? ¿Acostandote con él?

Elsa asintió. De repente, la mano del sacerdote se deslizó hacia arriba y rozó su pubis, Elsa cerró fuerte las piernas pero el hombre se las hizo abrir con un cachete en el muslo. Sollozando, Elsa se dejó hacer, y aquella mano volvió a acariciar su rajita entre su vello pubico, solo que esta vez sin pañuelo.

-Si. - susurró la chica -  Con él.

-¿Desde cuándo te acostabas con él?

Elsa temblaba, la mano del sacerdote entraba ya en su coño impúdicamente y acariciaba su interior. Llorando, la chica, siguió confesando sus pecados.

-Desde los dieciséis… cada vez que podíamos…

-Dos años… eso es grave querida, es un grave pecado… Y dime… ¿Solo te penetraba en tu coño? Confiesa… Dios lo sabe todo, y mentir en confesión es tan grave, que la ira de nuestro señor puede ser terrible contigo.

Elsa notaba res dedos dentro de ella, aquel hombre la estaba masturbando, y ella no podía evitar excitarse. Sus pezones se endurecieron, y notaba como empezaba a mojarse, lo que también notó el sacerdote que sonrió complacido.

-Nnnno… también…

-¿Por el culo… la boca?

Elsa asintió.

-¿Te tragabas su simiente?

-Si… .- susurró Elsa.

El sacerdote sonrió, empezó a ir más deprisa dentro de la chiquilla que estaba controlando sus espasmos.

-¿Eyaculaba dentro de este coño tan pecaminoso?

Elsa negó con la cabeza.

-La… la… la sacaba antes y se corría encima mía… mis pechos, vientre.. pies…

-¿Que hacias luego con esa corrida? ¿La chupabas?

Elsa no podía más, estaba a punto de correrse.

-Siiii…. - dijo gimiendo.

-¿Le hacías pajas? - preguntó el sacerdote acariciando ahora el clítoris de la joven que gimió cerrando los ojos - ¿Te las hacía él?

Elsa asintió.

-Has sido una auténtica zorra… ¿Qué más pecados? Por supuesto has mentido, y mucho.

Elsa no podía hablar, aquel hombre la estaba metiendo mano y sobando de tal forma que se sentía como un pelele. Se limitó a asentir entre espasmos mientras se corría ahogando un gemido.

-¿Has robado?

Elsa gimió, ahogó un sofoco, aquel hombre sacaba la mano de su interior y se limpiaba su corrida en su vello pubico, volviendo a poner la mano sobre sus muslos.

-Dime… ¿Has robado?

-Si… robé a mis padres para huir, pero me descubrieron y me castigaron por ello.

-Pero Dios aún no te ha perdonado.

Dime, ¿cuantas veces crees que has cometido pecado con Pablo? Sea por el agujero que sea.

Elsa se encogió de hombros. Se veían casi a diario, y por lo menos un par de veces a la semana mantenían alguna relación. Bien por la boca, bien se dejaba dar por el culo o bien por delante, y si no, se masturbaban mutuamente.

-No…. no se… varias.

-¿Una por semana, dos, tres… siete? - preguntó sonriendo el hombre acariciando el pelo de Elsa, mirándola a la cara, una cara descongestionada por el llanto.

-Tres… - dijo sin pensarlo.

-Tres veces por semana durante dos años… eso son 312… son muchos días pequeña, y serán los días que tendrás que estar haciendo penitencia para el perdón de esos pecados.

-Sí padre.

-Tu penitencia será recibir 40 azotes diarios durante 312 días.

Elsa gimió. aquello sería terrible… tendría el culo destrozado.

-¿En el culo… siempre…?

-Tienes un cuerpo entero que azotar… no solo será tu culo. Ahora, ponte en pie, en posición, como antes, con tus padres, tienes una penitencia extra que asumir.

Elsa se levantó de las rodillas del padre Ángel temblando. De repente, tenía de nuevo ganas de orinar, pero aguantó. Obedeció y se colocó como le había dicho el sacerdote, quien una vez estuvo la muchacha en posición, se liberó de su sotana y de sus calzoncillos dejando ver su enorme y erecto pene. Sonriendo, se acercó por detrás a Elsa y, apoyando la punta de glande en la entrada del húmedo coño de Elsa, lo metió de un solo golpe sacando a Elsa un grito de dolor y sorpresa.

-Ahhhhh… Padreeee…

El sacerdote empezó un salvaje mete-saca en el coño de la chica, que gimiendo se golpeaba la pelvis con la mesa y frotaba sus pezones con la áspera y rugosa superficie de madera de la misma, provocando que se endurecieran y que su coño a la vez empezara a mojarse más.

-Ah, hija mía… Has sido mala, pero dios nuestro señor es benevolo - gemía el sacerdote con cada embestida - Yo te perdono - empujó más fuerte a la vez que azotaba la nalga derecha de Elsa con la mano - en el nombre del padre - otro empujón más fuerte sin dejar de azotar - Del hijo - el empujón volviço a ser fuerte y Elsa chillo de dolor, - y del espíritu santo.

Y tras dar tres empujones lo más fuertes posibles, y mientras en la habitación entraba una sonriente Sor Teresa, el padre Ángel eyaculó dentro de la chiquilla que temblaba entre espasmos y sollozaba con la cara descongestionada, la pelvis dolorida, y los pechos tan irritados que temía estuvieran desollados.

-¿Ya ha acabado padre?

Saliendo de dentro de la chiquilla, Ángel asintió mientras se vestía y contemplaba cómo su corrida bajaba por los muslos de la chiquilla que temblaba entre hiìdos y gemidos.

-¿Cómo ha ido la confesión?

-Ha sido terriblemente mala. Le he impuesto una penitencia de 40 azotes diarios durante 312 días.

-Que sea un año, una cifra más redonda.

El padre asintió y Elsa gimió.

-Los días que se los de usted, padre, si lo desea, puede cambiar los azotes correspondientes por estar un rato a solas con la muchacha en su celda, puede volver a expiar sus pecados como ahora… o como desee usar el cuerpo de la pecadora.

El sacerdote asintió. Ya vestido, fue hacia Elsa y acarició sus muslos húmedos de su corrida que se deslizaba despacio. La recogió en la mano y se la llevó a Elsa a la boca.

-Lame, y quedarás absuelta y libre de irte a tu celda.

Sumisa, Elsa obedeció.

-Puedes incorporarte del todo - dijo la  madre Teresa. - Es hora de ir a tu celda, y allí, recibir tu castigo prometido.

A elsa se le había olvidado que aún le quedaba un castigo en la celda, asintiendo, esperó a que abrieran la puerta del despacho, y entonces, salió tras la monja y el sacerdote, viendo que en el pasillo, estaban todas las monjas del convento esperando su salida.