El control de alcoholemia
Después de una noche de fiesta, un control de alcohol, un policía intransigente y un final inesperado.
No son muchas las noches al año en las que tengo la oportunidad de salir y mucho menos sola, pero la cena de empresa de fin de año siempre me había gustado, tenia la posibilidad de charlar y disfrutar con gente a los que veía todos los días, pero que apenas tenía tiempo de conocer fuera del ámbito laboral, siempre solían ser divertidas y por lo general, tenías la posibilidad de ver como personas habitualmente serias y responsables, se transformaban por unas horas, en alguien completamente diferente.
Durante la mayor parte del año, las personas somos como la sociedad quiere que seamos y vivimos en una pequeña cárcel transparente, guardando las apariencias y comportándonos como los demás esperan que debamos comportarnos. Alguien dijo una vez que,- los sueños nos consuelan de lo que quisimos ser, y la risa nos consuela de lo que somos, aunque a veces, quien lo hace es el alcohol...
Soy Isabel, tengo 35 años y trabajo desde hace casi 10 años como asistente social en un ayuntamiento del norte de España, estoy casada y tengo dos hijos de 5 y 7 años respectivamente. A mi marido Luis no le hace mucha gracia que me vaya de cena con los compañeros del Ayuntamiento, mas si cabe cuando hace un par de años le conté como el secretario, me había tirado la caña unas cuantas veces. En realidad a mi no me interesaba en absoluto, pero siempre es halagador que después de haber sido madre por dos veces, haya hombres que se interesen por una y no solo que se interesen sino que también te deseen…
Para la ocasión elegí un vestido negro ajustado que hacía tiempo me había comprado y que todavía no había estrenado, es un vestido que marca bien las formas y que por supuesto, va acompañado con unos taconazos, que al principio siempre me cuesta dominar.
Mientras me cambiaba, observaba mi imagen reflejada en el espejo de la habitación de matrimonio, hasta ese momento, no había visto conjuntados los tacones y el vestido, la verdad es que tengo que reconocer que el conjunto me pareció realmente sexi y durante unos minutos estuve dudando si ponérmelos o no, ya que no quería aparecer con una imagen muy diferente a la que habitualmente llevo al trabajo.
Ya no soy una niña y mi cuerpo no es el de una adolescente de 16 años, pero tengo un bonito cuerpo con curvas definidas y pechos bien puestos de la talla 95, que bajo el vestido ajustado resultaban realmente sensuales, mis caderas se ancharon ligeramente cuando tuve a mi segundo hijo, en un primer momento me fastidió un poco, pero con el tiempo, fui percatándome que no eran pocos los que se volvían a mirar y eso… ¿a quién no le gusta?
Mi melena rubia la había recogido con un moño alborotado, que quedaba a un lado y que dejaba caer unos cuantos mechones de pelo sobre la cara y cuello.
Aunque quizás lo que mas dudas me generó fue la ropa interior… tenía que llevar medias altas y en un primer momento me puse un ligero, los ligeros le encantan a Luis y tengo mas de uno, pero la tira de la liga se marcaba en el vestido, por lo que volví a desnudarme y opté por un conjunto de corpiño y tanguita negros trasparentes, que Luis me había regalado para el aniversario.
Volví a mirarme en el espejo de la habitación, volví a observar mi cuerpo en ropa interior reflejado en él, estaba contenta, me apetecía mucho salir aquella noche, me sentía excitada, al igual que una quinceañera que sale por vez primera y no sabe que ponerse.
Estaba sola en la habitación, se podía escuchar el murmullo de mi marido y mis hijos cenando en la cocina en la planta de abajo, me acababa de duchar y me sentía tremendamente sensual, estaba relajada y mientras me miraba en el espejo mis manos comenzaron a recorrer mi cuerpo, cerré los ojos, a la vez que mi mente comenzaba a volar…
Había un sueño que siempre conseguía excitarme, una fantasía oculta en lo más profundo de mi ser, era algo que jamás hubiera contado a nadie, ni tan siquiera a la mejor de mis amigas, era un sueño húmedo que siempre me hacía llegar al mejor de los orgasmos.
Mi húmeda fantasía siempre me trasladaba a una calle concurrida de un país exótico, imaginaba que estaba en un viaje con mi familia, me perdía en una calle, de alguna manera los perdía de vista y alguien me arrastraba a un lugar apartado, un portal mugriento o la parte trasera de una tienda callejera, allí varios hombres comenzaban a abusar de mí, sus sucias manos arrancaban mis ropas y me acariciaban, recorrían los rincones más íntimos de mi cuerpo, mientras yo intentaba resistirme, arrancaban mis braguitas y me peneraban salvajemente, primero uno y luego otro, sucesivamente uno tras otro me violaba, uno tras otro se corrían sobre mi cuerpo, derramando su semen sobre mi piel desnuda y tras abusar, de mi me dejaban allí semidesnuda y jadeando.
De nuevo mi fantasía había conseguido excitarme, comencé a mordisquearme el labio inferior mientras mi mano izquierda bajaba uno de los tirantes del corpiño, dejaba al descubierto uno de mis pechos, pellizcaba con las yemas de los dedos, el pezón que se había endurecido como una piedra, mientras la mano derecha se colaba en entre la piel y la fina tela negra del tanguita.
Gemí cuando sentí el embriagador tacto de mi dedo corazón sobre mi rajita, estaba muy húmeda y los dedos se impregnaron de mis viscosos fluidos, abrí los ojos y volví a observar mi cuerpo en el reflejo, mis caderas se movían adelante y atrás, mientras me acercaba a un maravilloso orgasmo.
En cualquier momento podía subir Luis o los niños, pero yo no podía dejarlo, mis dedos se movían cada vez con más rapidez mientras mi respiración se aceleraba tornándose en ahogados gemidos.
Durante unos segundo maravillosos gemí ahogada mente mientras, miraba una y otra vez a la puerta entreabierta de la habitación
De pie delante del espejo mi cuerpo comenzó a convulsionar, varios latigazos de placer sacudieron mi cuerpo, mis caderas se movieron de forma alocada a la vez que el resto del cuerpo con cada latigazo, gemí para mí, mordiéndome los labios, sin poder exteriorizar el sonido de mi pasión.
Al final quede sentada sobre la cama, tenía el corazón intentando salirse del pecho y la respiración entrecortada, durante un minuto permanecí sobre la cama de matrimonio, intentando recobrarme, tenía el tanga empapado así que lo cambié por otro y terminé de vestirme.
Cuando aparecí en la cocina la cara de Luis era un poema, mas cuando mi hijo pequeño Hugo, me dijo con toda la inocencia del mundo, lo guapa que estaba. Luis no me dijo nada pero hay miradas que lo dicen todo y se despidió diciendo “a ver a que hora vienes… tienes dos hijos”
Mi pueblo estaba a unos 20 kilómetros de donde yo trabajo y como la mayor parte de los compañeros son de allí, me tenía que desplazar con mi coche, eso me dio un poco de rabia, ya que no iba a poder beber absolutamente nada.
Habíamos quedado a las 21:00 horas, para tomar algo por ahí antes de cenar, como no podía beber, pedí mosto, cuando Eva (una de las oficiales del Ayuntamiento), me vio bebiendo mosto, me preguntó que si me pasaba algo que no bebía nada, le conté aquello de que tenía que conducir y que yo siempre he sido una chica muy respetuosa con las leyes.
- ¿No bebes nada chica?
- No puedo tengo que conducir y tal y como esta la policía no te puedes andar con tonterías
- Anda chica tomate algo, luego te llevo yo si quieres.
- Que si hombre luego te acerco yo que no voy a beber apenas.
- ¡Anda chica como me vas a acercar tu! ¿Y mi coche?
- Tu coche lo puede llevar mi novio, hemos quedado a las 2
Mi intención era llegar pronto a casa y más después de la última frasecita de Luis, así que las 2 no me pareció tan mala hora, accedí a cambiar el tipo de bebida que iba a beber y a partir de ese momento, cambie el mosto por la cerveza.
Durante casi dos horas estuvimos de cañas por el casco antiguo, para cuando llegamos al restaurante, ya iba algo más que mareada, porque la verdad es que no estoy acostumbrada a beber.
El restaurante era el de todos los años, el dueño ya nos conoce y nos reserva siempre el mejor sitio, la relación calidad precio es muy buena, siempre tiene algún detalle como regalarnos la copa final o los cafés.
Para acompañar la cena, teníamos crianza y vino blanco que estaba riquísimo, casi sin darme cuenta me tomé tres copas, a pesar de que me habían advertido de que entraba demasiado bien.
Como siempre la cena fue una maravilla y hubo un ambiente genial. Básicamente se criticaba a los que no habían ido, se contaban anécdotas y cotilleos que habían pasado durante el año y que alguno conocía, pero otros muchos no.
Al vino blanco, se le unió el sorbete de mandarina y la copa, que en mi caso era un gin tonic, lo pedí muy poco cargado, pero que creo que no me hicieron ni caso, ya que me pareció muy fuerte, aunque esa sensación desapareció una vez que le di dos sorbos más.
Eran ya casi las 2 cuando terminábamos de cenar y ya me encontraba bastante tocadilla, pero la verdad es que me lo estaba pasando genial y cuando Eva me comento de tomar el último trago antes de volver, no me resistí mucho.
El día de las cenas de empresa antes de Navidad siempre ha sido un día de mucho ambiente, suele coincidir en que la gente que no sale habitualmente, sale ese día y lo aproveche a tope.
Hicimos un corro con varias compañeras de trabajo y nos pusimos a bailar, al momento apareció Sergio con varios cubatas, Sergio era el secretario que me había tirado los tejos en mas de una ocasión y que se había encargado del bote, por lo visto había sobrado dinero de la cena y de la ronda que habíamos hecho anteriormente y ahora sacaba otro cubata que tenia que añadir a la larga lista de alcohol que ya llevaba mi cuerpo encima.
El tiempo pasaba volando y varios moscones se acercaron a nosotras mientras bailábamos. Nunca me ha interesado otro hombre que no fuera mi marido y opino que la fidelidad y la confianza es la base para que el matrimonio dure, pero la verdad sea dicha, a nadie le desagrada que le regalen los oídos con cosas bonitas y esa noche mí vestido estaba causando impresión.
Un chico guapete y fibroso, que no tendría mas de 25 años, se puso a bailar conmigo en el momento que comenzó a sonar una Bachata, yo la verdad es que no se mucho de baile y me dejaba llevar, el chico se pegaba a mi cuerpo como si de una lapa se tratara, una y otra vez, introducía su pierna entre mis muslos, su cuerpo presionaba el mío con fuerza, mientras sus manos se posaban peligrosamente muy cerca del culo. Durante los escasos minutos que duró la canción los calores se apoderaron de mí, mientras mis compañeras sonreían a escasos dos metros con miradas pícaras. Sentir el cuerpo de aquel chico fibroso y duro pegado al mío, unido a aquellos movimientos tan sensuales, habían conseguido excitarme y cuando terminó la canción y volví con las compañeras, hice el gesto de que eso no iba conmigo, aunque la verdad es que por dentro tenia el tanguita completamente empapado, buff
La noche siguió, y yo continué pasándolo genial, pero fue a eso de las 4 cuando me acorde de Eva, hacía mucho tiempo que deberíamos haber vuelto a casa y por eso fui a buscarla, pregunte a varios de los compañeros pero nadie sabia decirme de ella, a la llegada al Pub, nos habíamos separado unos de otros ya que al final siempre estabas con la gente que más feeling tenías, pregunte a varios, pero nadie supo decirme donde estaba, hasta que llegue a Sonia, es otra de las oficiales y me dicho que se había ido a eso de las 3, que por lo visto había tenido una bronca gorda con el novio y se habían marchado los dos.
La noticia cayó como una bomba sobre mi, consiguió que se me bajara todo los que había bebido de golpe, de repente en un momento un montón de dudas comenzaron a revolotear por mi cabeza, ¿Como iba a volver ahora? ¿A quien le podía pedir que me llevara si todos habían bebido? ¿Le diría a Sergio que me acercara?
Seguí bailando mientras decidía que hacer, mientras descartaba la opción de que fuera Sergio quien me acercara a casa, la verdad es que no quería que se hiciera pajas mentales y luego el resto del año era muy largo.
A eso de las 5, se encendieron las luces del local, iban a cerrar y poco a poco fuimos saliendo todos a la calle, habían pasado casi dos horas desde la última vez que había bebido y aunque me notaba bastante influenciada, confiaba que no tuviera la mala suerte de que hubiera un control de alcohol a la salida.
Varios se quedaban porque querían ir a un garito que cerraba un poco más tarde, pero yo me despedí de ellos en la puerta del local y me encaminé hacia mi coche que estaba aparcado dos calles mas arriba.
En un principio, no me parecido tan complicado conducir con unas copas de más, intentaba poner toda la atención en la conducción y resulto un gran alivio comprobar, que en la salida no habían instalado ningún control.
La cosa era diferente cuando iba por la carretera, iba despacio, muy despacio, pero aun así no lograba mantener mi coche separado de la línea que separa los dos carriles. Como pude, recorrí los escasos 20 kilómetros que me separan de mi pueblo, hubiera parado en mas de una ocasión, la verdad es que no me veía bien para conducir, pero necesitaba llegar a casa, le había prometido a Luis que iba a volver después de la cena y ya eran casi las 5 y media de la madrugada...
Ya había cumplido casi mi misión cuando a la llegada a mi pueblo, vi. a lo lejos las luces azules de la policía, en ese instante sentí como mi corazón daba un salto y golpeaba contra mi pecho con tanta fuerza que lo sentí rebotar. Mientras me acercaba, rezaba para que aquellas luces no pertenecieran a la policía y fueran de bomberos o ambulancia y no de un control de alcohol.
Mis esperanzas poco a poco se fueron esfumando, cuando al acercarme pude ver a varios policías con sus petos reflectores y sus linternas amarillas, haciendo señales para que fuéramos parando.
Delante de mí circulaba otro coche y al hacerle las señales de que parara, el policía se acercó a su ventanilla para hacerle alguna indicación, en ese momento y sin saber bien porque, continué como si conmigo no fuera la cosa seguí por otra carretera que te saca de la ciudad. Circulaba despacio, mi intención era que si me paraban hacer como si no me hubiera dado de cuenta, durante unos 200 metros nadie se percató de mi ausencia estaban todos enfrascados en sus asuntos y parecían no percatarse, pero a los pocos segundos por lo visto, un policía me vio alejarme, comencé a escuchar la fuerza sonora del pito en la lejanía, al mirar por el retrovisor observe la figura de un agente moviendo la linterna haciendo gestos de que parara.
En ese momento pise el acelerador con fuerza, mi intención era alejarme lo antes posible de aquel control, aprovechar los metros que les llevaba de ventaja para poder camuflarme en algún camino y así lo hice... a poco mas de dos kilómetros había un camino y lo cogí. Si resultaba complicado conducir por la carretera recto, aún era mas complicado hacerlo por un camino, por lo que a escasos 300 metros detuve mi vehículo y apague las luces.
Hay veces en la vida que tomas decisiones en un instante, que ni siquiera tu sabes porque las has tomado, decisiones que se toman en una décima de segundo y que pueden cambiar tu vida, ese era mi caso, había tomado la decisión de salir de allí, en un instante y ya estaba empezando a arrepentirme...
No se que me pasaría por la cabeza ese día, seguramente el alcohol, la posibilidad de que me pudieran retirar el permiso de conducir, seguramente también lo difícil que me resultaría explicarle a mi marido que hacía de madrugada completamente borracha.
Desde el camino podía ver la carretera por el retrovisor, sentí un gran alivio cuando vi. como las luces azules e intermitentes del coche de la policía, pasaba a toda velocidad sin percatarse de mi presencia al fondo del camino.
Pero como decía mi abuela, “poco dura la alegría en casa del pobre” a los pocos metros de haber rebasado el camino, el coche de policía se detuvo y comenzó a echar marcha atrás, hasta llegar a la altura de la entrada, por la cual yo había pasado unos instantes antes.
¿Me habría visto? Por desgracia para mi, parecía que sí, a los pocos segundos tenía las luces largas de la policía enfocando mi coche parado... Acto seguido un agente salió del coche, con la linterna en la mano que no dejaba de enfocar a mi ventanilla
Quise morirme cuando con una pistola en la mano me ordenó que pusiera las manos sobre el volante y que no hiciera ningún movimiento brusco, hice lo que me ordenó, a la vez que comenzaban a resbalar las primeras lágrimas por mis mejillas...
Al acercarse al coche y ver que se trataba de una mujer, enfundó rápidamente su arma y me pidió que saliera del vehículo.
¿Porque se ha dado a la fuga señorita?
La verdad es que no sabía que decir, seguramente la respuesta correcta era que era una autentica estúpida, pero lo que hice fue intentar disimular.
- No sabía que me decían a mí, pensaba que le decía al coche que iba delante de mí.
-¡No me diga que no ha escuchado el silbato y no ha visto las luces!
- Si bueno... he visto las luces y eso me ha asustado...
La verdad es que era una explicación imposible, los dos sabíamos que era mentira, en esos momentos me estaban entrando ganas de llorar de nuevo.
- Bueno señorita, da lo mismo, ahora vamos a realizar una prueba de alcohol con un etilómetro orientativo, en el caso de que el resultado fuera positivo, deberá usted acompañarme al lugar donde esta el control de alcohol, para realizar la prueba en un aparato autorizado.
Rezaba para que los efectos del alcohol, hubieran bajado durante las más de dos horas que habían pasado desde que había dejado de beber.
-¿Ha realizado la prueba alguna vez señorita?
- No nunca, soy señora no señorita...
- Perdone... Mire yo le explico, tiene que introducir la boquilla por esta ranura y una vez que este usted lista, deberá de soplar de forma continuada, hasta que se apague la luz.
Mi primer soplido fue nulo, ya que hice como si soplaba, pero el aparato para mi desgracia, detecta si alguien está soplando o no.
El agente que hasta entonces parecía muy amable, cambio el gesto y se puso serio en el mismo momento que falló la primera prueba.
- Mire señora, la prueba la vamos a hacer de todos modos, si no colabora podría usted estar incurriendo en un delito de desobediencia, yo le aconsejo que la haga bien.
La segunda vez cogí aire y soplé... acto seguido el policía cogió el etilómetro y comenzó a observarlo, esperando que arrojara un resultado… A los 3 segundos el aparato hizo un ruido y apareció el resultado.
- Mire señora el aparato marca 0,65 y la tasa permitida es 0,25, es una tasa muy alta y estaría dentro de las tasas que podrían constituir delito.
- No entiendo, ¿Podría explicarse mejor?
- Si bueno… que a partir de 0,60 en España es una tasa de delito y tendríamos que confeccionarle un atestado, por un presunto delito contra la seguridad vial.
-¡Un delito! Entonces... ¿van a detenerme?
- Bueno no exactamente una detención, se le imputaría el delito y en breve tendría un juicio.
En ese momento todo mi mundo se desmoronó... ¿como iba yo a explicar a todo el mundo que me habían detenido en un control de alcohol?
Comencé a llorar como nunca en mi vida lo había hecho, no podía parar y el agente un poco incomodo por la situación, se acerco a consolarme.
- No se preocupe, esta prueba es orientativa, la prueba real es la que haremos en el etilómetro de precisión, que esta en el control, además luego tendrá derecho una segunda prueba de contraste, lo mas probable es que la sanción se quede en una denuncia administrativa.
Pero para entonces hace tiempo que no escuchaba lo que me decía, en mi mente solo aparecía mi imagen esposada declarando ante un juez. Tan mal me vio, que se volvió a acercar y me rodeo con uno de sus brazos, diciéndome que todo iba a ir bien, que no me preocupara.
Ese gesto me hizo sentir mejor, hay veces que ciertas personas, tiene la facilidad para darte esa paz que a veces necesitas, solo con unas palabras, con un gesto, con una mirada, consiguen lo que muchos otros no lograrían en vidas.
El se encontraba a escasos centímetros de mi, manteniendo una distancia prudencial que le permitiera consolarme y a la vez estar en su sitio de policía, yo me encontraba mal, muy mal, necesitaba abrazar a alguien, necesitaba el consuelo de alguien y no pude evitar abrazarme a el… En ese momento no supo reaccionar, note como dudaba entre apartarse y quedarse, al final fue él quien me rodeo con sus brazos.
Durante más de un minuto permanecimos abrazados a la luz de los faros, en aquel camino, me llegaba el olor de su aroma, mientras mis manos sentían al otro lado del polo su cuerpo musculado, permanecíamos inmóviles mientras solo el ruido de la respiración rompía el silencio de la noche.
Sin tan siquiera haberlo imaginado, comencé a sentir, comencé a sentirme profundamente atraída, por aquel hombre que estaba apunto de detenerme, comencé a desear a aquel chico, que estaba apunto de hacerme pasar el peor día de mi vida. Con las lagrimas todavía en mi rostro, alce la cara y me encontré con su mirada, en ese instante cerré de nuevo los ojos y sentí como unos cálidos labios se posaban muy despacio sobre los míos.
Todo, absolutamente todo mi cuerpo, se estremeció con ese primer roce de sus labios, mi corazón comenzó a latir con fuerza y las piernas comenzaron a flaquearme. Era la primera vez que sentía el roce de otros labios que no fueran los de mi pareja y resultó ser una sensación embriagadora. En ese momento recordé esa estrofa de una canción de Sabina en la que dice que “hasta los huesos solo calan los besos que no has dado, los labios del pecado”.
Poco a poco, sin tan siquiera despegar nuestros labios, la dulzura de ese primer beso comienza a tornarse en lujuria y pasión, nuestras lenguas comienzan un baile de locura, deseosas de aplacar la pasión que nos comienza a inundar por dentro.
En ese momento siento como sus dos manos se posan por vez primera sobre mi culo, tan solo una fina capa de tela separan sus manos de mi piel, lo sujeta atrayéndome hacia él, intentando reducir el inexistente espacio que nos separa, no puedo evitar lanzar un gemido ahogado, al sentir toda la fuerza de su pasión aferrándose con fuerza a mis caderas.
Nunca en mi vida había estado tan cachonda como estaba en esos momentos, nunca me había gustado utilizar palabras vulgares, pero era esa la definición exacta de mi estado, cachonda y como una auténtica perra en celo,
La fina tela de mi tanga, hacía rato que se había impregnado de los fluidos que emanaban sin parar de mi interior, mis caderas se movían desesperadas, intentando sentir la maravillosa presión del bulto de su polla erecta dentro del pantalón.
Deseaba tener su miembro entre mis manos, acariciarlo, sentir su textura y dureza, deseaba besarlo y tenerlo entre mis labios. Intente torpemente quitarle el cinturón, deseaba bajarle los pantalones y tener ante mí su duro miembro, pero me resultaba imposible soltar aquel cinturón con tantas cosas colgando.
Mientras tanto el agente no se quedaba parado, mientras mis manos intentaban liberar tu sexo de dentro del pantalón, el levantaba mi vestido y lo dejaba a la altura de las caderas, sentí sus manos acariciar mi culo, presionando, recorriéndolo, colándose entre el tanguita y la piel.
Ni siquiera se molestó en bajar el tanga, lo arrancó de un pequeño tirón, lo noté resbalar por mis muslos hasta que quedó enganchado en la hebilla del tacón, no pude evitar volver a gemir, al sentir como se desgarraba la fina tela de mi tanga, sintiendo mi coñito al aire por vez primera.
Sus manos no tardaron en alcanzar mis rincones más íntimos, mientras una recorría mi monte de venus y llegaba hasta mi hinchado clítoris, la otra rodeaba por detrás mi culo y comenzaba a acariciar mi rajita, esparciendo mis abundantes flujos hasta la entrada de mi culito.
Mi respiración estaba desbocada al sentir sus hábiles dedos jugando con mi clítoris, su otra mano no quedaba quieta y se entretenía jugando con mi culito, acariciaba su entrada y provocaba una maravillosa sensación al rozar sus terminaciones nerviosas, la verdad sea dicha es que nunca hasta entonces, hubiera imaginado que existieran.
Estaba tan caliente que pensaba que me derretiría en cualquier momento, movía mis caderas adelante y atrás como una loca, intentando aplacar el gusto que sentía, el placer que me embriagaba y que de ninguna manera podía ya reprimir. Mis manos se posaron sobre él capó del coche de policía, entregándome por completo a mi inesperado amante, dejándome llevar, dejando mi voluntad a su antojo.
Cerré los ojos y me deje hacer, mis manos se posaron sobre mis pechos que todavía estaban guardados en el interior del vestido, comencé a acariciarme las tetas hinchadas y tersas, introduje mi mano por dentro del sujetador y me pellizqué los pezones, los sentía en punta y muy duros, nunca hasta entonces había sentido esa necesidad, alguna vez lo había visto en imágenes, en alguna ocasión había observado como mujeres sentían la necesidad de acariciarse a si mismas, como gozaban como autenticas perras en celo, pero en ese momento no era yo quien allí se encontraba, sino una autentica desconocida.
Me solté el sujetador y a través del escote del vestido dejé una de mis tetas al descubierto, no podía más, mi cuerpo estaba a punto de abandonarme de un momento a otro, mi cochito no dejaba de emanar fluidos cuando los primeros espasmos involuntarios, comenzaron a recorrerme, gemí como nunca lo había hecho, mis piernas me temblaron y tuve que abrazarme a él para evitar caer, me aferre como una loca mientras mis caderas se movían de forma involuntaria, una tras otra fueron sucediéndose las pequeñas descargas de placer, que me llevaron de viaje al paraíso y que terminaron dejándome jadeando sobre el capo del coche.
Aquel chico me miro satisfecho, tenía ante el a una esposa fiel y una madre abnegada convertida en una auténtica perra en celo, entregada por completo a sus deseos. Aun no me había recuperado, mi respiración todavía seguía acelerada cuando, con una sola mano soltó la hebilla de su pantalón, cayó con fuerza por el peso de todo lo que llevaba en el cinturón, hizo que me incorporara y obediente a sus ordenes me incline quedando de cuclillas en el suelo, su polla en todo su esplendor se marcaba dentro del calzoncillo, lo mire a él, luego mis ojos se posaban en aquella maravilla y con las dos manos bajé sus slips.
Su precioso aparato salto de su cautiverio cuando el calzoncillo dejo de presionarlo, la imagen era maravillosa, era una polla de considerables dimensiones, con toda la sangre amotinada en su interior y las venas marcándose, el capullo rojizo y brillante asomaba majestuoso.
No pude evitar la dulce sensación de posar mis manos sobre él, sentí su calor, su suave textura, su potencia y todas las curvas que generaba el deseo. No puedo explicar que me estaba pasando, hasta entonces, cada vez que tenía que mamar la polla de Luis era mas una obligación que un placer, pero en ese instante, no había nada en la tierra que deseara mas que introducir aquella polla en mi boca y saborearla como el preso condenado a muerte saborea su última comida.
A pesar de todo, no quise ponerlo fácil, sujeté suavemente el pene con las dos manos y comencé a lamer muy despacio el glande con la punta de la lengua, recorriendo los extremos y terminando en la punta. Podía escuchar la respiración acelerada de aquel chico que yo calculo no tendría más de 30.
Sus manos se posaron sobre mi cabeza que presionaba hacia él, intentando hacer que su polla entrara en mi boca, pero yo me resistía, seguía lamiendo aquella maravilla como si de una piruleta se tratara.
Una de mis frías manos se poso sobre sus testículos y comencé a acariciarlos, jugando con sus huevos, a la vez que de vez en cuando ejercía un poco de presión sobre ellos.
Aquel chico no podía más y la verdad es que yo tampoco, introduje aquella polla en mi boca y comencé a lamerla, mis labios la abrazaban haciendo una ligera presión sobre ella, sus manos apoyadas sobre mi cabeza, cada vez presionaban con más fuerza, me movía haciendo que entrara y saliera, haciéndola desaparecer una y otra vez, mientras mi lengua no dejaba de saborear la maravillosa sensación amarga de su polla dentro de mi boca. Me deleitaba recorriendo el extremo del glande con la punta de la lengua, jugando con ella, saboreándola, disfrutando de aquel instante como nunca lo había hecho.
No se el tiempo que estuvimos, pero por su respiración sabía que estaba a punto, sabía que de un momento a otro se iba a correr dentro de mi boca, en cualquier instante iba a probar el cálido sabor amargo de su semen dentro y la verdad sea dicha, lo estaba deseando… estaba deseando probar el sabor de aquel liquido viscoso que hasta ese día nunca había probado.
Al contrario de lo que yo pensaba, me hizo levantarme, cuando me tuvo frente a él, terminó de bajarme el vestido y dejó mis pechos al descubierto, mis grandes tetas en forma de gota y con grandes aureolas, no tardaron en ser rodeadas por sus manos, se posaron sobre ellos y los estrujó suavemente, a la vez que hundía su boca, comenzó a lamerlos con ansiedad, mordisqueando los duros pezones con sus labios
Volví a apoyarme en el capo el coche de policía, volví a cerrar los ojos a la vez que arqueaba mi espalda hacia atrás, mi respiración era un puro jadeo, mi mente hacía tiempo que había dejado sobre el asiento de mi coche cualquier atisbo de razón, cualquier indicio de sentido común, mientras, mi cuerpo hacía tiempo que había dejado de pertenecerme, quedando a expensas de aquel policía.
No podía aguantar más, necesitaba sentirlo dentro de mí, necesitaba que llenara mis entrañas con aquella polla dura, caliente y marcada por la sangre que se amotinaba en su interior.
Se lo pedí con un susurro al principio, mis ojos llenos de lujuria se posaron en los suyos mientras no podía evitar mordisquearme los labios, mis manos se aferraban a sus caderas invitándole a entrar dentro de mí.
Sonrió pícaramente, me miro mientras introducía uno de sus dedos en mi boca, comencé a lamerlo con la lengua, mientras mi mirada lasciva se volvía a posar sobre él.
No me reconocía a mí misma cuando por segunda vez y casi como una súplica, mis labios volvieron a rogarle que me follara, no podía pasar ni un instante más sin sentirlo dentro, haciéndome suya, sintiendo la maravillosa presión de su polla abriéndose paso entre las paredes de mí vagina.
Me hizo darme la vuelta mientras me apoyaba sobre el capó del coche de policía, mis pechos desnudos sintieron el calor del motor que todavía permanecía caliente, mi culo desnudo quedaba frente al él, mientras sus dedos volvían a rozar la húmeda entrada de mi vagina. Sabía que de un momento a otro entraría en mí, lo esperaba como el drogadicto que espera su chute, cuando sujetó mis muñecas y sentí el frío tacto del hierro sobre ellas…
¡¡Me había esposado las manos a la espalda!! El corazón me dio un vuelco cuando sentí la extraña sensación del acero sujetando mis manos atrás, impidiendo cualquier movimiento.
Mi mente seguía confusa cuando lo sentí entrar por vez primera, entro en mi como el cuchillo en la mantequilla, sentí la presión de su pene abriéndose paso mientras presionaba ligeramente contra las paredes de mi vagina, no pude evitar gemir, gemí como nunca lo había hecho, gemí como una autentica puta, cuando comenzó a mover sus caderas mientras me follaba.
Sus manos se posaron sobre mis caderas desnudas para ayudarse, las sentía sujetándome con fuerza mientras permanecía completamente a su merced, sus movimientos acompasados y lentos, comenzaron a tornarse en rápidos y violentos, conforme pasaban los segundos, sentía como su polla resbalaba dentro, con cada embestida podía escucharse el chasquido de sus caderas, chocando contra mí culo.
Abrí cuanto pude las piernas mientras terminaba de recostarme sobre el cálido tacto del metal caliente del capó, una de las embestidas provocó que se me saliera el tacón y la planta de mi pié sintió el tacto del suelo.
Sus músculos se tensaban una y otra vez mientras entraba en mi, sus continuas embestidas, me llenaban u vaciaban sin parar y con cada una, me acercaba al punto de no retorno.
No había pasado mucho cuando aquel chico comenzó a gemir, escuche sus jadeos a la vez que sentía como sus fuertes manos se aferraban con tanta fuerza a mis caderas que sentí dolor. Un cálido líquido entró entonces en mi interior derramándose por todos los sitios y saliendo poco después en forma de hilo recorriendo mis muslos. Sentir como su semen calido y viscoso llenaba mis entrañas, fue lo único que necesite para volver a correrme por segunda vez aquella noche. Mi cuerpo empezó a sacudirse con espasmos intermitentes que salían de mi sexo y me recorrían cada rincón de mi anatomía al instante. Le grité entre gemidos que no parara, me sujeto el pelo con una mano y tiro de mi coleta como si de un caballo se tratara, tiro con fuerza de mí, mientras auténticos gemidos de zorra, salían de lo más profundo de mí ser.
Durante unos segundos quedamos exhaustos sobre aquel coche, el quedó recostado sobre mi con su polla todavía clavada, hasta que el ruido de la emisora rompió el silencio…
- Indicativo 718, ¿recibes a control? cambio
- Indicativo 718 recibes a control cambio?
El policía pareció reaccionar y rápidamente se subió los pantalones mientras yo quedaba recostada desnuda y atada sobre el capó, se acerco a la emisora y contestó …
- Si aquí 718 cambio
-Joder ya nos habías asustado… ¿Dónde andas? Cambio.
Entonces el me miró, durante apenas dos segundos me observó y sonrió…
- Nada que pensaba que se había ido por un camino, pero al final la he perdido, cambio.
- A vale recibido, cambio y corto.
Acto seguido se acerco a mí y con una llave pequeña soltó las esposas y se agachó hasta mi oído diciendo …
- Este será nuestro pequeño secreto…
En ese momento sentí vergüenza por mi desnudez, me incorpore a la vez que él entraba en su coche y comencé a adecentarme el vestido, arrancó y antes de marcharse bajó la ventanilla y cuando estaba a mi altura dijo.
- Bueno ya sabe usted…¡si bebe no conduzca! Podría pararle la policía…
Arrancó y las luces azules comenzaron a alejarse de allí.
Entré en mi coche y terminé de vestirme, seguía todavía con el corazón acelerado, cuando me asaltó la idea de mi marido en la cama y la hora que era, terminé de colocarme el sujetador mientras la tanga ni me molesté en recogerlo, arranque el coche y llegue como pude hasta mi casa.
Estaba en la puerta de mi casa con el coño lleno de semen de otro y sin bragas, mi cuerpo estaba impregnado en dulce aroma del pecado y mi cabeza daba mil vueltas intentando buscar una excusa.
Me decidí a entrar, estaba todo oscuro y nadie me oyó, fui directa al baño, tenía que hacer desaparecer lo antes posible las huellas de aquella noche de locura. Me di una ducha y metí la ropa a la lavadora, entre en la habitación, Luis estaba durmiendo como un lirón, incapaz de sospechar lo que su fiel esposa había hecho esa noche.
Ya en la cama no podía dormir, el efecto del alcohol y el recuerdo de aquel momento consiguieron tenerme el resto de la noche en vela, recordando una y otra vez, lo que sin duda alguna había sido el instante mas erótico de mi vida.