El contrato

Lo que le pidió su jefe le marcaría para toda la vida.

Por aquel entonces tenía 30 años, vivía en un apartamento muy pequeño, mi sueldo no daba para más. Estaba situado en el centro de Madrid, donde todavía quedaban apartamentos baratos de alquiler.

Trabajaba de administrativa en una empresa de transportes. La empresa era pequeña, trabajábamos 15 empleados, con lo que sólo estaban por encima de mí, el presidente (que además era el dueño) y 3 jefes (uno de cada departamento, comercial, administración y logística). Yo dependía directamente del jefe de logística.

La mala situación económica del sector en aquella época, provocó que los ingresos disminuyeran drásticamente y las deudas empezaban a ser insoportables, por lo que el presidente, Juan Fuentes, un tipo de unos 50 años, alto y corpulento, pero siempre elegante y con facciones agradables, nos reunió a todos para informarnos de la mala situación de la empresa. Tras la charla, terminó diciendo que la empresa tendría que reducir costes de cualquier forma. Todos nos quedamos muy asustados, peligraban nuestros empleos.

Tras una semana de nervios y de cotilleos sobre a quien o quienes despedirían, ese viernes, el presidente llamó a su despacho a 2 compañeras, Ana y Gloria, administrativas también, pero del departamento de Administración.

Tras 1 hora dentro del despacho del presidente, salieron entre lágrimas, sollozando, …las habían despedido.

Ese viernes, mi novio Jaime me había llamado para salir con unos compañeros suyos, pero mi estado de ánimo no era el apropiado para salir de copas. Así que me quedé en casa. Preparé algo de comer y puse la tv, había una película de "época", de las que me gustaban.

Tras cenar y estar viendo la película, que era un poco aburrida, sólo podía pensar en el trabajo, estaba asustada. Entre pensamiento y pensamiento, y casi sin darme cuenta me encontré acariciándome los muslos; sólo llevaba puesto una camiseta y las braguitas blancas que había llevado todo el día.

Un suspiro salió de mi boca, me encantaba acariciarme, ahora ya tenía las dos manos dentro de las braguitas y acariciaba tanto la parte interna de los muslos como mi clítoris. Ya estaba un poco mojada, estiraba las piernas como si fueran a romperse, introduje un dedo dentro de mi rajita y empecé a moverlo muy despacio. Me gustaba estar así, con un dedo dentro y disfrutando tranquilamente de mi cuerpo. Ya estaba muy excitada y un orgasmo hizo que me retorciera. Tras dejar que los líquidos fluyeran de mi clítoris, y tras unos segundos en los que me quedé paralizada, empecé otra vez, quería que mi mente se evadiera completamente, y no había mejor forma. Acaricié lentamente mis pechos, me quedé un rato pellizcándome los pezones, que ya estaban totalmente erguidos y crecidos, bajé las manos por mi vientre hasta llegar otra vez a mi clítoris, introduje otra vez un dedo, pero muy lentamente, mientras con la otra mano acariciaba mi culito, en unos segundos ya tenía dos dedos dentro de mi rajita y otra dentro de mi culo, los dedos se movían circularmente dentro de mi, uno por delante y otro por detrás, así hasta que el segundo orgasmo me invadió, fue tan grande que no me pude contener y salieron unos gemidos de mi boca, que bien se podían confundir con gritos. Ya, bastante cansada, me fui a la cama y me quedé profundamente dormida.

El fin de semana transcurrió normal, no salía de casa nada más que para comprar provisiones para ver la tv. Mi novio aprovecharía para terminar tareas en su casa. Yo estaba realmente deprimida y asustada por perder el trabajo.

El lunes, al llegar a la oficina había un murmullo entre todos los empleados, pero justo al entrar, se callaron. Un compañero se dirigió a mi, y me dijo que el presidente quería verme. Por supuesto que pensé lo peor, creía que yo iba a ser la siguiente en ser despedida y creo que mis compañeros también lo pensaban.

Dejé mi bolso y mis cosas en mi sitio, pasé al baño para ver si mi pelo y mi ropa estaban en orden, abroché un botón más de mi blusa, para que no hubiera malas interpretaciones con mi escote, me acomodé la falda que me cubría hasta la rodilla, bebí un trago de agua, respiré profundo y me dirigí al despacho.

Llamé a la puerta:

¿Se puede, Sr. Fuentes?

Si claro, Eva, adelante

Entré en el despacho, que no era muy grande, pero si bastante coqueto, se respiraba buen gusto. No había entrado muchas veces, pero cada vez que lo hacía, pensaba lo mismo, que agradable era.

Bueno, Eva, ya sabes la situación por la que pasa el sector y por tanto, también la empresa. Como sabrás, no he podido renovar los contratos de Ana y de Gloria, y además he tenido que quitar todos los incentivos de los directores, aparte he tenido que vender la nave garaje por no poder responder mucho tiempo sin liquidez

Empecé a ponerme un poco nerviosa, pensaba lo peor, yo sería la siguiente. Me estaba incomodando, notaba que estaba sudando.

El Sr. Fuentes continuaba explicándome la situación en la que se encontraba la empresa y el sector.

Hasta que terminó hablando de un posible contrato con una cadena de ropa, para gestionarle y proporcionarle su logística de transportes. Por lo que me tranquilicé un poco, conseguí secar mis manos con la parte exterior de mis muslos, por encima de la falda, sin que se me notara, pues el escritorio estaba entre los dos.

Este contrato de que te hablo puede ser nuestra salvación. Ya sé que significa cambiar un poco la filosofía de la empresa, pero aunque sea, nos tenemos que agarrar a un clavo ardiendo.

Tendré que volver a despedir gente dentro de seis meses, pero tu ,…….

Hizo una pausa, que a mi me estaba resultando una eternidad, se quedo mirándome fijamente durante unos instantes, creo que me estaba mirando a la cara, pero no se le podía escapar la forma de mis senos, que redondeaban la blusa.

La verdad es que me incomodé, no sabía ya que pensar.

. quiero que te quedes con nosotros, te reconozco mucha valía, se que podrías desempeñar tareas mucho más importantes, con mucha más responsabilidad. El departamento de administración va a desaparecer, esas tareas la realizará una empresa externa y necesitaré a una persona que lo controle, además la empresa se quedará con 9 personas, así que 5 personas más serán despedidas, como ya te he dicho, pero todo esto sólo será realidad si conseguimos firmar el dichoso contrato….

No me lo podía creer, estaba haciendo esfuerzos por que no se me notara la sonrisa de satisfacción, mi situación estaba cambiando en cuestión de segundos. Respiré profundo, me recosté un poco en la silla, descansando la espalda sobre el respaldo, tragué saliva y dejé que terminara.

Agradezco sinceramente sus elogios y su confianza, Sr. Fuentes, ya sabe que puede contar conmigo para lo que quiera.

Me lo imaginaba, Eva. .Así que tengo que pedirte un favor para ayudarme a que se firme el contrato. Necesito que te hagas pasar por mi esposa en la cena que voy a tener con el dueño de la empresa. En principio viene con su mujer, y yo ya había quedado en que iría con mi esposa, ya que le gusta que sean cenas distendidas, no sólo de negocios. Y esto te lo pido porque mi relación con mi esposa está pasando unos momentos muy difíciles y se negaría rotundamente si se lo pidiera, además no confío en que se comportara adecuadamente.

Me quedé un poco sorprendida, no me esperaba que me pidiera un favor de esta clase, y menos que me confesara sus intimidades, pero mi satisfacción y mi gratitud no me permitieron ni pensármelo.

Por supuesto que si, Sr. Fuentes. Le acompañaré a la cena gustosamente.

Me alegro de veras por la disposición que tienes, pero ya tienes que empezar a llamarme Juan, recuerda, eres mi esposa.

Se le escapo una sonrisa que en otro momento hubiera pensado que era ofensiva, pero pensé que el Sr. Fuentes siempre había sido un caballero con todos los empleados, y no le di mayor importancia.

.. Así que cuento contigo el viernes, a las 8 te pasaré a recoger, o si quieres quedamos en otro lugar, como te venga mejor. Eso si, tenemos que parecer marido y mujer, es muy importante, ya lo sabes, no debes hablar del negocio, y si, de nuestra vida particular. Ah, se me olvidaba, mi esposa se llama Laura.

La semana pasó muy deprisa, tuvimos mucho trabajo, y muchos nervios. Todo el personal estaba alterado con los posibles despidos, me preguntaban que había pasado en el despacho, que si sabía algo, pero yo, muy discretamente, les decía que estabamos preparando un contrato que podría salvar a la empresa (que es lo que me había dicho Juan que dijera).

Durante la semana tuve que pasar 3 veces al despacho de Juan (ya le llamaré así porque estaba todo el día pensando en su nombre para no meter la pata en la cena) para que me indicara detalles de su vida, para que todo fuera perfectamente normal.

Llegó el viernes y a las 12 de la mañana, Juan me llamó a su despacho.

Hola Laura, porque hoy eres Laura, ¿no?.

Si, claro, Juan.

(Dije sonriendo con una de mis sonrisas más sugerentes)

Tenemos mesa reservada en "Club 21" a las 9 y 1/2. Si quieres te recojo a las 8, aunque sea nos tomamos un vino antes, pero quiero ir con tiempo. ¿De acuerdo?. Y, Laura, por favor, ponte elegante y se natural, tenemos que conseguir ese contrato. Ahora, si quieres te puedes ir a casa ya, para que descanses o para lo quieras.

De acuerdo, Juan, a las 8 en punto estaré preparada, y no te preocupes, ya verás como lo conseguimos. Me puedes recoger en mi casa, c/ Francia, 2, 2º C,. Vivo sola, y mi novio no estará.

Salí sonriendo del despacho, recogí mis cosas y me fui. Al llegar a casa me preparé un baño, ya que tenía todo el día por delante. Llamé a mi novio y le conté que me iba a cenar con las chicas que habían despedido, pues nunca había tenido antes cenas de negocios y no quería que se pusiera celoso por una tontería.

Probé el agua del baño, y estaba realmente ardiendo, me quemé la mano. Puse un cd de Pat Methney , dejé la puerta de la habitación abierta, y la del baño también para poder escuchar la música. Me desabroché la blusa y después la falda. Esta se deslizó hasta el suelo, me agaché y la cogí, me quité la blusa y el sujetador, coloqué la ropa en encima del bidé y cogí un frasco de sales para el baño. Las eché, me quité las braguitas y los pantys y me metí en la bañera.

Estuve pensando en la cena, me imaginaba como podrían ser Hector y su mujer (así se llamaba el dueño de la empresa de moda), tenía un poco de ansiedad, no sabía como podría resultar. Tampoco sabía que ponerme, después de 10 minutos mi cuerpo se había relajado con la temperatura del agua, ya estaba con los ojos cerrados y más tranquila. Mis manos empezaron a acariciar los laterales de mis pechos, los pezones estaban ya completamente tiesos por el calor de la bañera, me paré en estos y los empecé a acariciar, mis manos recorrían todo su contorno, me estaba excitando de verdad. Pellizcaba mis pezones con mucha suavidad y calma, deslicé mis manos por mi vientre mojado hasta mis muslos, acariciaba el exterior, el interior de estos, acariciaba mi clítoris por encima, volvía a mis pezones, parecía que iban a estallar. Acariciando mi clítoris, dos dedos de mi mano se introdujeron en mi rajita, los movía circularmente, y muy despacio, tenía todo el tiempo del mundo, y quería disfrutar ese momento. No pude más y un orgasmo recorrió todo mi cuerpo, me retorcía de placer , no podía controlar los jadeos…..quedé exhausta, entre el orgasmo y la temperatura que había en el baño, me había bajado la tensión tanto que me costo incorporarme. Me enjaboné y me lavé bien, quité el baño y me di una ducha.

Ya eran las 7 y todavía no sabía que ponerme, no lo había decidido, me animé y pensé en un vestido negro largo y ajustado, con una abertura muy sugerente en la pierna izquierda y con unos encajes en los pechos, y la mitad de la espalda desnuda, no era muy escotado, pero de eso se trataba, de no pasarme ni quedarme corta. Lo combinaría con unos zapatos fucsias de tacón y con un pequeño bolso de mano también fucsia. Me pondría un chal fucsia que me diera un poco de color, además el mes de mayo en Madrid es imprevisible.

Empecé a rizarme un poco el pelo……….pasaron los minutos y de repente sonó el timbre del portal, salí corriendo del baño en ropa interior, un tanga negro y un sujetador de encaje también negro, miré la hora y todavía eran las 8 menos cuarto.

Hola ¿quién es?

¿Eva? Soy Juan. Disculpa mi adelanto.

Hola Juan. No pasa nada, sube si quieres, me quedan 10 minutos todavía.

Abrí el portal con el portero automático, corrí al baño a ponerme el albornoz, rápidamente guardé la ropa que había dejado en el sofá para probarme, y cerré la puerta de mi habitación para que no se viera desde el salón, soy muy cuidadosa con mi intimidad. Sonó el timbre de la puerta.

Hola Juan, adelante.

Hola Eva, digo Laura.

Volvió a sonreir como lo había hecho en su despacho, se acercó y me dio un beso en la mejilla al que correspondí con otro. Se quedó mirándome los pechos y me di cuenta que se me había abierto un poco el albornoz, lo cerré disimuladamente y le sonreí.

Perdona el desorden, pero ya sabes lo que tardamos las mujeres, y no he tenido tiempo. ¿quieres tomar algo mientras termino?. ¿Una cerveza? ¿una copa?. Coge lo que quieras de la nevera, los vasos están justo encima del fregadero.

Vale, tomaré una cerveza, gracias. Siento mi adelanto, pero he tenido otra discusión con mi mujer y he preferido salir antes. Pero tu no te apures.

Después de 10 minutos que pareció que volaron, terminaba de pintarme, ahora si que estaba nerviosa, tenía a mi jefe esperando en mi salón, me iba a una cena de negocios haciéndome pasar por la esposa de mi jefe, mi trabajo dependía de un hilo, en fin, que estaba en una situación que nunca hubiera imaginado.

Cuando terminé, metí las pinturas en el bolso, cogí la cartera, me puse el chal en el brazo y salí de mi habitación. La cara de Juan cambió de color, se quedó petrificado al verme, la verdad es que ese vestido me quedaba muy bien, al ser largo destacaba mis piernas y mi 1, 68 m de altura, realzaba mis pequeños pero bien formados pechos. Recorrió todo mi cuerpo con la mirada, le noté sorprendido, e incluso alterado.

Dios mío Eva, digo Laura, estás espléndida, estás guapísima, de veras. No se que decir, no son halagos, es la pura verdad, estás maravillosa.

Gracias. No sigas que harás que me sonroje. Anda, deja la cerveza y nos vamos. ¿Dónde me vas a llevar antes? ¿quiéres que ultimemos algún detalle de Laura?

Pasé delante suyo, y noté que no me quitaba ojo, creo que le había puesto a cien., salió él y cerré la puerta.

Ya en la calle nos dirigimos a su coche, un flamante BMW negro, con los asientos de cuero negro. Al llegar se apresuró al lado del copiloto y me abrió la puerta muy galante, pero sin quitarme la vista de encima.

Al sentarse en su sitio, antes de arrancar, se me quedó mirando, mi falda se había abierto por la abertura del vestido y mi pierna se contemplaba desnuda hasta el muslo.

Laura, estás impresionante, creo que nos va a salir muy bien la cena, ya verás; tu relájate y deja que le convenza.. Y sobre todo, naturalidad, eres mi esposa.

No te preocupes Juan, ya verás como sale todo bien.

Muy despacio, mientras Juan arrancaba, tapé mi pierna con el vestido, pero sin que pareciera ofendida. Durante todo el trayecto me di cuenta que Juan no dejaba de mirarme de reojo las piernas, pero sólo podía imaginarse lo que había debajo de la falda, pues estuve atenta de que no se viera casi nada.

Tras tomar unos vinos en una bodega de mucho renombre nos dirigimos al restaurante, nos sentamos en la mesa y pedimos otro vino, mientras esperábamos a Héctor. Los vinos y la galantería de Juan me habían desinhibido un poco más, estaba un poco más tranquila. La verdad es que Juan se estaba comportando como todo un caballero, además estaba siendo muy simpático. Después de 15 minutos muy agradables, en los que Juan estuvo contándome cosas de su vida, y de reirnos y bromear sobre su mujer y el contrato, apareció una pareja acompañados del maitre. Él era muy apuesto, rondaba los 50, pelo cano, 1,80 de estatura y perfectamente vestido, con un traje gris claro de corte moderno, su corbata celeste destacaba en la camisa blanca; ella era guapísima, 1,70 y morena, el pelo lo llevaba muy corto y muy moderno y arreglado, llevaba un vestido muy ceñido por encima de las rodillas y encima, una chaqueta larga, hasta los tobillos, negra también, atada con un cordel negro por delante, sin botones, lo que dejaba ver perfectamente su maravilloso cuerpo; era realmente atractiva. Al acercarse a la mesa, rápidamente se levantó Juan y se separó de la mesa, yo también me levanté pero no me moví de mi sitio.

Hola Juan, disculpar el retraso. Os presento a Myriam. Y…tu debes ser Laura, encantado, realmente eres bellísima, Juan es muy afortunado por estar casado con una mujer tan atractiva.

Hola Hector. Encantado Myriam, es un placer.

Mientras nos saludaba, Héctor estaba prendado, no me quitaba ojo, tenía una sonrisa entre lasciva y coqueta. Mientras me cogía la mano acercó sus labios a mi mejilla y me dio un beso que rozó los míos, me ruboricé un poco, pero el sonrojo del vino disimuló mi vergüenza. Nos saludamos Myriam y yo y todos y nos sentamos. Juan se sentó en su sitio, a mi derecha y Héctor a mi izquierda, y en frente, Myriam. Juan también se había quedado prendado del atractivo de Myriam, creo que no le quitaba la vista de su escote, que era muy provocativo, realzaba sus grandes y redondos pechos, se veían perfectos. Pedimos una botella de vino blanco catalán para empezar, de aperitivo. Entre bromas y risas transcurría el tiempo, los vinos ya estaban haciendo efecto en Juan y en mi. Héctor no me quitaba ojo, era realmente galán, pero su comportamiento me aturdía un poco, quizás me excitaba sentirme tan atractiva, pero yo intentaba que no se me notara, hablaba también con Juan y Myriam. A Juan si que se le notaba que estaba excitado con Myriam. Creo que el vino no le dejaba pensar con claridad, se le notaba encantado.

Trajeron las langostas, elegidas por Héctor, le apasionaba el marisco. Terminé la langosta muy rápido, me había entrado mucho apetito. Entre el vino y los nervios me entraron ganas de orinar.

Disculpar, voy a al baño un momento.

Te acompaño, las mujeres debemos ir juntas al baño, ¿no querida?.

Dijo Myriam con una sonrisa entre coqueta y misteriosa.

Mientras, Héctor se levantó rápidamente y se colocó detrás de mí y me retiró la silla galantemente. Lo mismo hizo Juan con Myriam. Mientras me levantaba, la abertura de mi falda se abrió enseñando casi la totalidad del muslo, lo que provocó un leve suspiro en Héctor, se estaba excitando. Al levantarnos intuí que los dos se habían quedado mirando nuestros culos y nuestras caderas mientras nos contoneabamos hacía el baño.

En el baño le pregunté a Myriam que cuanto tiempo llevaba casada con Héctor, y con una carcajada un poco impertinente, me dijo que no estaban casados, que eran muy amigos desde hace apenas un año, que le acompañaba en algunos viajes, y que su esposa y él no se querían pero vivían en la misma casa, supongo que para no perder nada económicamente ninguno, y aparte, ella le acompañaba en eventos más sociales, para aparentar solamente. Todo esto me sorprendió, creía que vendría acompañado de su esposa, por un momento pensé que era una encerrona de Juan, Myriam era su amante, pero recapacité y no le di mayor importancia, ella parecía buena chica.

Cuando terminamos de orinar, estabamos las dos delante de los espejos del lavabo, yo retocándome con el pintalabios, y Myriam me pidió que le bajara la cremallera del vestido que estaba en su espalda, y sin ningún pudor, se abrió el vestido, aparecieron sus perfectos pechos y se colocó el sujetador de encaje negro. Tan pequeño era que apenas cubría sus pezones, era realmente atractiva, se colocó los pechos de una forma un poco grotesca, se echó un poco de perfume entre estos, en el canalillo, se volvío y le abroché de nuevo la cremallera.

Venga Laura, vamos a por ellos, se que están realmente prendados, no se si acordarán algo con respecto al famoso contrato, lo que si que se es que babean con nosotras. Estos hombres son todos iguales.

Dijo Myriam con una sonrisa lasciva.

*Ya estamos aquí. ¿no hemos tardado mucho, no?

Pues ya estabamos impacientes, ¿no Juan?. Creí que habríais tenido algún percance con el maquillaje.

No querido, dos hombres como vosotros no se dejan fácilmente*

Dijo Myriam sin quitar ojo a Juan, lo que hizo que este se sonrojara más aún de lo que lo estaba por el vino.

Héctor se levantó y cogiendo mi mano galantemente, me ayudó a sentarme en mi sitio.

Ahora mi muslo asomaba completamente por la falda, ya no la recogí, Héctor me miraba constantemente, sólo tenía miradas para mi escote y mis ojos, sólo hablaba conmigo. Algo que parecía no importarle a Myriam, que estaba ya coqueteando descaradamente con Juan. Este parecía entusiasmado. Myriam le tenía cogido leyéndole las líneas de la mano, Myriam era muy aficionada a los temas de ocultismo, o por lo menos eso parecía. Mientras tanto, nos servían el segundo plato, un delicioso solomillo envuelto en fino hojaldre, y la segunda botella de vino catalán, excelente también, pero tinto.

Tras unos momentos de risas, note que la mano de Héctor me acariciaba mi muslo desnudo, me sobresalté, pero disimulé para que Juan y Myriam no se dieran cuenta, algo que no ocurriría porque estaban coqueteando sin quitarse la vista de encima. La verdad es que me excitó, pero disimuladamente retiré un poco la pierna y Héctor deslizó suavemente su mano hasta la rodilla, quitándola después y regalándome una sonrisa de complicidad. Estaba aturdida, no quería estropear la velada ni la firma del contrato ¿cómo Héctor tenía tanto morro?, debía estar acostumbrado a hacer lo que se le antojara, debía ser un poco sinvergüenza. Me acordé de mi novio, ¿qué pensaría?, yo le quería, y no tenía ninguna intención de serle infiel. Pensé también en el dichoso contrato, ¿lo firmarían? ¿habrían estado hablando de negocios?. No se, pero la situación estaba siendo un poco incomoda. El vino no me dejaba pensar con claridad. Pensé en decírselo a Juan después.

Transcurrieron 5 minutos sólo, aunque me pareció una eternidad. Estaba un poco nerviosa y tras unos breves comentarios, Héctor volvió a colocar su mano, en mi pierna desnuda, esta vez en la rodilla. Me electrice, tanto que me estremecí. No me reconocía, nunca hubiera permitido que un desconocido me sobara. Pero la situación, el vino, el miedo a perder el trabajo, me impidieron reaccionar. Héctor, al comprobar que esta vez no le retiraba la mano, la empezó a subir lenta y suavemente hasta el muslo, hacía círculos con la mano, ya había llegado también a la parte interna de mi muslo, acariciaba el borde de mis braguitas, pero sin pasar a más. Suspiré, miré a Juan, que me devolvió la mirada con una sonrisa, sin percatarse de lo que Hector estaba haciendo. Creo que Myriam le estaba acariciando, pues tenía su mano debajo de la mesa. La situación no podía ser más embarazosa, mi cabeza me invitaba a rechazar las caricias, pero me contuve. Delicadamente, cogí la mano de Hector y la separe de mi pierna, y sonriendo llamé al camarero, con lo que Hector se acomodó en su silla y se colocó su corbata, tenía una sonrisa viciosa que resultaba hasta impertinente.

Por favor, nos puede traer la carta de postres? Tendría un vino dulce para acompañar?

Pregunté al camarero un poco alterada, pero así cortaba la situación. En ese momento otro camarero se acercó a la mesa y nos dijo que el BMW de Juan molestaba, que si lo podíamos retirar (Juan no dejaba las llaves de su cocha a nadie). Juan se levantó y se dirigió a la salida. Myriam se levantó también, y se dirigió al cuarto de baño otra vez, según ella a retocarse. No me gustó quedarme a solas con Hector, incluso me asuste. Creo que se me noto que estaba muy incomoda, ahora si que estaba tocada por el vino.

Mirándome fijamente me cogió una mano con las suyas y me dijo:

Laura, voy a ser sincero, .me gustas mucho, estoy maravillado con tu belleza, tu ternura y tu naturalidad, tienes un cuerpo de bandera .y creo que esta noche nos podemos divertir mucho.

¿Y mi marido? ¿Y Myriam?. ¿No cuentan para nada? ¿Te crees que todas las mujeres están a tus pies?

Mira Laura, A tu marido le gusta Myriam, ¿o no te has dado cuenta?, además creo que a Juan no le importa que nos divirtamos. He estado hablando con él y casi tenemos firmado el contrato, pero a cambio de que esta noche nos divirtamos….. los cuatro. ¿Entiendes preciosa? .Y creo que mis juegos te están gustando, lo he notado.

Me quedé petrificada, menudo descaro tenía Hector y no podía creer que Juan estaba negociando conmigo. Tan sorprendida me quedé que ni me di cuenta que me había soltado la mano y había vuelto a posar las suyas en mis piernas, había retirado la falda por la abertura de la pierna y se contemplaban mi muslos desnudos, se veía el triángulo de las braguitas. Avanzó con las manos hasta el final de los muslos, con los dedos pulgares encima de mi clítoris y el resto de la mano encima de los muslos, acariciando el borde de mis braguitas. Acercó de pronto su cara y me dio un beso en el cuello, me electrizó, me entró un cosquilleo incontrolable. Estaba tan alucinada que no respondí, aunque tampoco lo rechacé. La verdad es que me estaba excitando, creo que ya había manchado mis braguitas, pero no podía consentir que me tratara con tanto descaro. Separó una mano y la acercó a mi mejilla, acariciándola, recorriendo también mis labios, y con la otra se deleito por encima de mi clítoris, presionándolo, tanto que ya se metía la braguita por mi raja, ahora si que estaba mojada. Se me escapó un leve gemido, y en ese momento apareció Myriam. Hector, sin disimular, se separó y me dejó libre. Respiré profundo, pues estaba muy excitada aunque ofendida.

Uy, Uy. Veo que os estáis haciendo muy amigos. Laura no te dejes embaucar por Hector, es un cuentista. Se piensa que todas las mujeres le adoran………..bueno, yo si le adoro, ¿verdad cariño?.

Antes de sentarse, Myriam se acercó a Hector e inclinándose ante él, dejando al descubierto sus imponentes pechos, le dio un sensual y profundo beso, después se sentó guiñándome un ojo, con complicidad. Y apareció Juan. Yo estaba ofendida, enfadada, pensaba contárselo a Juan nada más salir, pero también estaba excitada, no creí que una situación así me excitaría tanto, pensé en mi novio durante unos instantes.

Juan, ¿por qué no nos llevas a bailar a algún pub agradable?. Mañana es sábado, no hay que madrugar, además a Myriam le encanta bailar. ¿no, querida?. Laura ,a ti también te apetece, ¿no?

Pues claro, conozco un par muy agradables. ¿verdad que si, Laura?

Estupendo, ¡a divertirnos!

Yo asentí resignada con la cabeza, mi actitud no era igual que la de Myriam y ni mucho menos que la de Juan y Hector, que parecían encantados con la idea, pero yo no permitiría que Hector se sobrepasara más. Ahora si que estaba aturdida, el vino y las caricias de Hector me habían subido la temperatura hasta niveles insospechados. Creo que estaba un poco bebida, pero confiaba en mi, en no descontrolarme, nunca lo hacía.

Terminamos los postres y los cafés. Juan apuró el vino en la copa de Myriam y en la mía, sonriéndome como si yo me lo estuviera pasando como él, menuda cara tenía.

Al salir del restaurante, me agarré del brazo de Juan, debía parecer su mujer, además, no quería que Hector me cogiera. Juan se quedó sorprendido y me agarró de la cintura, por lo que aproveché para dejar pasar a la otra pareja y poder hablar disimuladamente con Juan.

Oye, Juan, Hector no para de tirarme los tejos. Le da igual que tu y Myriam estéis delante. ¿Habéis hablado algo del contrato?. No se si resistiré mucho esta situación. Además, me ha dicho que habéis hablado de mi. Estoy un poco enfadada. ¿qué es lo que pretendes?

No te enfades, mujer, creo que son imaginaciones tuyas, nadie ta va a pedir que hagas algo que no quieres, lo que si que te pido es que seas amable. Hemos hablado del contrato, y lo vamos a firmar, probablemente el lunes. Por favor, no me dejes colgado ahora, es nuestra salvación. Venga, desinhíbete y disfruta. Además, comprende que es muy difícil no apreciar tus encantos, estás muy atractiva.

Me besó en la mejilla y me tranquilicé. En la calle ya esperaban Hector y Myriam, agarrados; Myriam del cuello de Hector y este rodeándola con su brazo por la cintura y acariciándole su respingón culo.

A ver, pareja, ¿dónde nos vais a llevar a bailar?

Vamos a un sitio que está muy cerca, se puede ir andando. Así no cogemos el coche y nos damos un paseo y respiramos, que el vino me ha sofocado.

Dijo Juan, sin soltar mi cintura y dedicándome una sonrisa que me pareció sincera.

Estuvimos 10 minutos paseando, cada uno con su pareja, agarrados. Myriam iba literalmente colgada del cuello de Hector, y este no dejaba de acariciar el culo y las nalgas de su bella pareja. Estuvimos bromeando, y el ambiente se relajó mucho. Nos sentó muy bien el paseo, la comida bajó un poco, y el vino, al ser tan bueno se asentó en nuestras cabezas dejando sólo una leve sensación de alegría.

A Juan le conocían en la puerta, al entrar pidió una mesa, alejada de la barra, en un rincón. Había muchas mesas escondidas, en penumbra, y al fondo, las luces de la pista destacaban en la oscuridad. El camarero que nos guió, recogió nuestros atuendos y se los llevó al ropero. Al llegar a la mesa Myriam salió disparada hacia la pista, sonaba "acid jazz", muy sugerente para bailar, la música era sensacional, muy especial. Los tres nos sentamos en los sofás que rodeaban la mesa. Hector pidió una botella helada de champán, era un pub muy pijo. Nos acomodamos y esperamos la botella. Juan no quitaba ojo a Myriam que bailaba sola, bajo la atenta mirada de todos los que estaban en la pista, ellos con ojos lujuriosos y ellas con ojos envidiosos. Su ceñido vestido delineaba perfectamente sus curvas y sus pechos, parecían que luchaban por escapar por el escote.

Hector se había sentado a mi izquierda, en un sofá doble, y Juan estaba a mi derecha, con unas ganas locas de salir a bailar con Myriam. Trajeron el champán helado y las copas, acompañados de unos pastelitos.

Juan, no te cortes, ve a bailar con Myriam, como no vayamos alguno se la van a comer y a mi no se me da bien los bailes movidos. Le encantará que vayas, le apasiona bailar..

Dijo Hector con una sonrisa cómplice.

Juan, no se lo pensó ni un momento, me miró como para recibir aprobación, yo le sonreí, se bebió su copa de un trago y salió disparado.

Yo estaba más tranquila, pero hubiera preferido no quedarme otra vez a solas con Hector. Cogió 2 copas, me ofreció una y brindamos. Yo bebí un pequeño sorbo y Hector la apuró casi entera. Me comentó, que estaba decidido a firmar el contrato, que confiaba en Juan para hacer negocios, y que no me preocupara, que todo iba a salir bien.

Mientras, en la pista, Myriam y Juan no paraban de bailar, él la cogía de la cintura y ella se le arrimaba con sus brazos en su cuello. Cada vez que daban una vuelta, Juan le acariciaba el culo. Ahora estaba ella de espaldas a él y él la rodeaba por detrás. Cualquiera hubiera pensado que eran pareja.

Laura, no les mires tanto, que sólo bailan.

Dijo Hector mirándome a los ojos y con una sonrisa que volvía a intimidarme.

Voy al baño, quiero retocarme.

Te acompaño, así compro tabaco en el guardarropa, que está al lado.

Nos levantamos y mi falda se abrió completamente, sin dejar de mirarme, Hector me cogió de la mano y nos dirigimos al guardarropa. Yo entré en el baño, y Hector se quedó esperándome.

Me retoqué toda la cara, pues el vino y las horas transcurridas me habían dejado hecha un adefesio. No sabía como actuar con Hector, por un lado seguía un poco enfadada por su desfachatez, por otro lado, recordaba la excitación que había tenido en el restaurante. Hice de tripas corazón, y me dirigí a la salida, ya con mucha mejor cara.

Al salir, estaba Hector esperándome. Me cogió otra vez de la mano y le seguí, pero no nos dirigimos hacia la mesa, fuimos a un pequeño rincón cerca del guardarropa, donde la oscuridad disimulaba las caras de la gente, y sin mediar palabra me sujetó de las manos y me apoyó contra la pared. Colocó su pierna entre las mías, aprisionaba mi cuerpo contra la pared, metió sus manos por la abertura de mi vestido y empezó a acariciar mis muslos, mi clítoris, mi culo, esta vez con mucha más violencia, estaba muy excitado. Me resistí un poco, pero atrapó mis muñecas con sus fuertes manos y se apretó más contra mi cuerpo. Con mis muñecas agarradas, colocó sus manos y las mías en mi culo, las soltó y empezó a acariciar mi culo con fuerza. Me estaba excitando muchísimo, no me reconocía, no parecía yo. Yo ya estaba jadeando, suspirando, el calor me recorría todo el cuerpo y desistí, dejé de hacer fuerza, lo que le excitó mucho más. Al verse sin resistencia, colocó una mano en mi culo y otra en mi clítoris, aún por encima de las braguitas me intentaba meter 2 dedos por la rajita, yo no podía controlarme, iba a tener un orgasmo. Así que me abracé a su cuello para taparnos un poco más, para que la gente no se diera cuenta. En ese momento me dio un profundo beso al que yo respondí, no me controlaba. La mano que tenía en mi culo la llevó, acariciando mi cintura y mi vientre, hasta mis pechos, bajó el escote y me acariciaba por encima del sujetador. Introdujo su mano dentro de mis braguitas y metió 2 dedos en mi clítoris, los movía circularmente, apretaba hacia dentro y lo sacaba, me estaba haciendo daño, pero no pude más y el orgasmo me poseyó. Quedé exahusta, abrazada a su cuello, le separé y recompuse mi sujetador, mis braguitas y mi vestido; no me creía lo que había pasado. Me dió otro beso, este más corto, yo sólo respondí poniendo los labios, estaba completamente aturdida. Me cogió la mano y me rodeó la cintura. Nos dirigimos a la mesa , yo iba casi sonámbula, me dejaba llevar . La mesa estaba vacía, no habían llegado Juan y Myriam todavía. Nos sentamos y Hector sirvió unas copas de champán, brindó conmigo, pero yo sólo coloqué la copa delante, sin mirarle a los ojos, estaba avergonzada.

Laura, eres estupenda.. Has disfrutado como nunca ¿verdad? Lo ves como te gusta, Pero yo no he terminado todavía, se trata de que disfrutemos los dos, cariño. Tenemos mucha noche por delante. Y no te preocupes, Juan no se enterará si tu no quieres. Además, creo que Juan y Myriam deben estar disfrutando también, no se les ve en la pista.

Él sonreía lascivamente y con una superioridad que ofendía, yo no decía nada, no le miraba, estaba absorta pensando. Se me aparecía la imagen de mi novio, la de Juan, estaba confusa. En ese momento aparecieron Juan y Myriam, de la mano.

¿Ya os habéis hartado de bailar?. No habéis parado. Myriam, Habrás disfrutado.

Si claro, querido, Juan es encantador, además de muy buen bailarín.

¿Y que tal vosotros? Habréis arreglado el mundo, no habéis parado de hablar.

Yo no respondía, seguía aturdida, no escuchaba la conversación, sólo oía voces lejanas, tenía unos remordimientos enormes. No me salían las palabras, pero saque fuerzas, no sé de donde, y me recompuse.

Juan, vámonos. Me quiero ir, ¿lo entiendes? , no resisto más. Tenemos que irnos.

Pero Laura….. la noche no ha hecho más que empezar, yo me lo estoy pasando genial. Además no podemos hacer un feo a nuestros invitados.

¡Vámonos a casa! Por favor, necesito irme a casa.

Entonces exploté, mis lágrimas salieron de mis ojos, me levanté y salí corriendo. Chocándome con la gente, conseguí llegar a la puerta. Me di cuenta que no llevaba el chal. Detrás venía corriendo Juan y me agarró por el brazo antes de que saliera.

¿Qué te pasa Eva? No te puedes ir así. ¿qué dirá Hector? El lunes teníamos que firmar el contrato.

Déjame, no lo resisto más, esto es una locura, …. por favor…………. llévame a casa.

Vale, vale, tranquila, te llevaré a casa, pero dame un par de minutos, recojo tu chal y me disculpo con Hector y Myriam. ¿vale?.

Pasaron 5 minutos, y cuando salió Juan, yo ya no estaba, había cogido un taxi . Y llegué a casa. Subiendo por las escaleras del portal sonó mi teléfono móvil, era Juan y en ese momento lo apagué.

Entré en casa, fui directa al cuarto de baño, me desnudé, me contemplé en el espejo, tenía todo el rímel y el maquillaje corrido, las lagrimas no dejaban verme con claridad. Me metí en la ducha, y empecé a lavarme con dureza, con rabia. Estuve 20 minutos, casi sin moverme, dejando que el agua golpeara en mi cabeza y cubriera mi cuerpo. Salí, me sequé, me puse el pijama y me metí en la cama quedándome dormida en segundos.

Me desperté con el ruido de la calle, aunque era sábado la calle donde vivía tenía mucho follón, había muchos comercios. Miré el reloj, eran las 12 h, había estado durmiendo profundamente 9 horas. Tenía un dolor de cabeza insoportable, pero tras 5 minutos de intentar abrir los ojos, me incorporé. Me dirigí al cuarto de baño, me miré al espejo, estaba conmocionada, como si hubiera estado en una película. No creía lo que me había sucedido. Me quité el pijama y me metí en la ducha otra vez, pero esta vez estuve sólo 5 minutos, fue más para despejarrme que para otra cosa. Salí y me puse el albornoz. Puse un cd tranquilo y fui a la cocina. Preparé café y unas tostadas, la verdad es que tenía hambre, y eso que había cenado mucho.

Estuve casi 20 minutos desayunando, comí 3 tostadas, algo que no hacía nunca. Terminé la cafetera, tomé un analgésico y me senté en el sofá. Ahora es cuando empezaba a darme cuenta de la locura que había vivido durante la semana. Los nervios por el posible despido, los nervios por conocer a Hector, y sobre todo, como me había comportado por la noche, no había sabido decir que no, me repetía que la culpa la tuvo Hector, no dejó de acosarme, pero yo tenía que haberlo parado, yo no era así. Nunca me había importado la promiscuidad de otras personas, pero yo no era así. Estuve más de media hora en el sofá, no escuchaba la música, la oía de fondo, estaba realmente deprimida, no quería aceptar que en un momento dado disfruté.

De repente, el timbre de la puerta me sorprendió, lo normal es que antes hubieran llamado al portero automático del portal. Dudando me acerqué a la puerta y miré por la mirilla, no me lo podía creer, era Hector.

Buenos días. Abre por favor, necesito hablar contigo. Juan me lo ha contado todo.

¿Te crees que puedes aparecer en mi casa así como así?

Por favor, déjame entrar.

Sin mucha confianza abrí. Nada más abrir, acercó sus labios para darme un beso, pero yo me retiré, di un paso hacia atrás.

Ayer, cuando te fuiste, Juan nos contó todo. Sé quien eres, Eva…… pero no te preocupes, el lunes vamos a firmar el contrato. ¿Qué te pasa querida? ¿estás enfadada?. Es lo que querías, firmar como fuera, ¿no?.

Yo no le respondía, sólo le miraba y esta vez a los ojos, sin pudor ni temor.

No te tortures y acepta que lo de anoche te gustó. Además, tampoco fue nada, mujer.

¿Cómo que nada?

Para mi no fue nada. Acuérdate, la que más disfrutó fuiste tu. Además no te he contado que sólo me falta un último detalle para la firma del contrato………… y ese detalle eres tu.

Yo estaba paralizada, inmóvil, no podía reaccionar. Casi sin darme cuenta, Hector estaba desabrochando el cinturón de mi albornoz. Este se abrió y mis pequeños pechos asomaron, una suave corriente recorrió mi clítoris, a la vista también. Se quedó quieto, mirando todo mi cuerpo, fijamente. Su respiración se estaba agitando por momentos. La mía también, otra vez no podía reaccionar. El silencio se hizo interminable, yo continuaba inmóvil, un cosquilleo recorría mi cuerpo. Noté como se erizaban mis pezones, ya le estaban apuntando, como queriendo acercarse a él.

Colocó su mano izquierda en mi mejilla y me acarició, deslizó muy lentamente la mano por mi rostro hasta mis labios, como hipnotizada los entreabrí, dejando sólo una rendija para que humedeciera su dedo con mi saliva. Deslizó la mano por mi barbilla y la fue bajando lentamente, abrió la mano y me abarco el cuello, no apretaba, yo ya suspiraba, estaba mojada. Bajó la mano por entre los pechos, me agarró uno, cabía casi entero en su mano, lo acariciaba y con el dedo hacía círculos en mi pezón, lo pellizcaba suavemente. Ninguno decíamos nada, estabamos callados, sólo se empezaban a escuchar nuestras respiraciones ya alteradas.

Apoyó las dos manos en mis hombros y con delicadeza echó hacia atrás el albornoz, este se deslizó hasta el suelo con la ayuda de mis brazos, me encontraba completamente desnuda y lo más grave, excitada delante de él. Los ojos se le saltaban de las órbitas, casi estaba babeando. De repente, como por un impulso, me cogió por las axilas y casi en volandas me llevó contra la pared. Ahora con mucha más fuerza me besaba, me lamía la cara, los pechos, succionaba mis pezones, cambiando de lado, su lengua bajó por mi vientre, hasta mi rajita, se deleitaba lamiéndomelo por fuera, yo no podía más, iba a estallar, yo gemía, casi gritaba, y de repente introdujo su lengua y se deleito unos segundos, yo exploté, tuve un orgasmo larguísimo.

Me volvió a coger por las axilas y esta vez me levantó del suelo, yo no podía más que dejarme llevar, me flaqueaban las piernas. Me abracé a su cuello y con las piernas rodeé su cintura. Me llevó hasta la habitación y me tiró literalmente en la cama todavía deshecha. Se quitó la camisa y los calcetines, se acercó a la cama y sin pensármelo me acerqué a él, tenía mi cara pegada a su bragueta hinchada, su pene luchaba por salir. El permanecía de pie y tenía sus manos apoyadas en mi cabeza, con fuerza le quité el cinturón y le bajé sus pantalones y sus calzoncillos, entonces su pene se estiró con fuerza, se liberó. Lo cogí con una mano y lo acaricié, lo bombeé muy suavemente y lo empecé a besar, besaba sus testículos y poco a poco lo fui lamiendo hasta metérmelo en la boca; seguía chupando, lo succionaba, como un helado, y apretándome con fuerza los hombros de su boca salió un gemido y se corrió.

Se quitó totalmente los pantalones y yo me tumbe boca arriba en la cama, entonces él se abalanzó sobre mi. Me lamía todo el cuerpo, desde los pies hasta la cara, introdujo un dedo en mi rajita y con la otra sobaba mis pechos, movía su dedo dentro de mí, primero despacio y luego deprisa, con fuerza. No resistí más y mi segundo orgasmo me invadió, esta vez había sido tan fuerte que una de mis piernas se contrajo.

Cuando me corrí, se quedó inmóvil, contemplándome, yo estaba exhausta. Muy lentamente se acercó a mi, tanto que su pene empujaba mi clítoris, como buscando la rajita. Yo estaba tan mojada que sin darnos cuenta ya estaba dentro de mí, empezó a moverse, hacia delante, hacia atrás, en círculos, cada vez más fuerte, pero siempre despacio, con rudeza pero despacio, me abracé a él e incorporé mi cintura, él seguía empujando, se movía en todas direcciones dentro de mi. Nos dimos la vuelta y yo quedé encima, apoyé mis rodillas en la cama y me incorporé, ahora la que se movía rítmicamente era yo, él había agarrado mis pechos con sus manos, yo me movía cada vez más deprisa, más fuerte, hasta que nos corrimos los dos. Yo exhausta dejé mi cuerpo apoyado en el suyo, descansando.

Eres una mujer maravillosa, ya sabía yo como eras. He disfrutado como nunca.

Yo también he disfrutado, Hector.

Bueno me tengo que ir, Myriam debe estar esperando en hotel, no quiero que se enfade.

Recogió su ropa, se metió en el cuarto de baño, y en unos minutos salió aseado y arreglado otra vez. Yo me quedé en la cama, tumbada, desnuda. Se acercó y con una mano en mi mejilla me dio un beso en los labios al que correspondí sensualmente.

Bueno Eva, hasta pronto, y el lunes nos vemos en tu oficina, ya sabes, tengo que firmar el contrato con Juan.

No dije nada y él salió de la habitación, al momento escuché la puerta cerrarse. Me quedé pensativa, pero no tan deprimida como antes, mi vida había cambiado; en una noche yo había cambiado.

.Duna Suave