El contrato
A veces uno decide su destino.
La estación de tren, ELLA distraída con un cartel publicitario, me acerco, digo dos palabras al oído y el trato esta hecho , le abro la puerta del carro, descaradamente deja ver su ropa interior, figuro una sonrisa, enciendo un cigarrillo y me meto al carro.
El viaje es silencioso, casi fúnebre, una, dos, no se cuantas veces observe sus piernas, ELLA fría, distante, miraba al interminable asfalto, nuestro objetivo son 20 kilómetros o mas; es agradable vivir en el campo, lo desagradable en ciertas ocasiones, es la falta de compañía, y la hiriente necesidad de un cuerpo; que tonto casi me paso de la desviación, la carretera ha sido maltratada por un tráiler y su presa, un pequeño carro compacto que desgraciadamente perdió la batalla machacando a sus tripulantes. ELLA con su mirada sobre la carretera, habrá sido buena idea traerla después de todo??.
Abro la puerta de ELLA, nuevamente veo su ropa interior, la conduzco hacia mi hogar, una casa en las lejanías de alguna ciudad, entramos, por fin conozco su voz. Me pregunta la ubicación de la recamara.
Entra, se quita el abrigo, menciona que necesita ir al tocador, 3 minutos, sale
ELLA es alta, 1.80 aproximadamente, huele a jazmín, tez blanca, muy blanca, cabello negro lizo hasta la cintura, ojos verdes, labios gruesos con un rojo cautivador, nariz pequeña, largos dedos, trae puesto un conjunto de ejecutiva, piernas largas y delgadas.
se quita el conjunto, deja ver un coordinado de satín negro, su figura esbelta hace que mi erección ahora sea notoria, ELLA fría como una estatua de cera da un paso al frente me observa y besa suavemente, su aliento me transforma, deleita mis sentidos, sabe a durazno, su lengua recorre mi boca inspeccionando, indagando, ahora es la respiración la que traigo acelerada, mis manos se dan la libertad de recorrerla, primero su espalda suave, sus trasero duro firme, la cadera estrecha, ELLA sostiene mi rostro, lo acaricia una y otra vez, ese beso que fue el único.
ELLA se aleja unos pasos, se va despojando de su ropa hasta quedar completamente desnuda
YO sigo el juego y me quito la ropa.
ELLA se arrodilla, coge mi pene entre sus manos tomándolo firmemente pero sin hacerme daño me acaricia suavemente, arriba, abajo, su boca ahora es la que toma posesión de mi objeto, lame, recorre, explora, su lengua llega a cada parte de el, succiona, chupa, mordisquea, sus manos tocan ahora mis nalgas llevando un compas rítmico, como un reloj viejo de péndulo, tic adentro, tac afuera, gotas de saliva llegan hasta mis testículos, su respiración cálida sobre mi abdomen me trasporta, forma un punto y aparte de esta habitación, de cuando todo era feliz, de un rico caldo, de un estofado calientito. Me sobresalto cuando ELLA se pone de pie, su respiración es medio agitada, en cambio, la mía es tranquila.
ELLA se dirige a su bolso toma un objeto, lo pone debajo de la almohada, me invita acercarme nuevamente el olor a Jazmín, un rico olor como su entrepierna, ahora ELLA recostada en la cama, me incita a hundirme en sus piernas, que llegue al punto final, su suave intersección, mi lengua recorre su dulce entrada, separa sus labios que poco a poco se abren como si, como una delicada flor, como un manantial brota su licor que embriaga y te crea adicción , introducir la lengua para extraer mas, ELLA mueve su cadera a un ritmo pretencioso, sutil, exigente, cada vez mas demandante a que mis ataques a su clítoris sean mas constantes, mas insistentes, sus manos recorren sus senos, tan perfectamente blancos con un pecado en medio, una isla rosa que lleva un volcán en erupción, sus gemidos hacen eco en la habitación.
YO me pongo de pie
ELLA se pone de pie.
Somos dos boxeadores que sabemos la regla del juego, me acuesta en la cama. Como un dócil felino se acomoda para que pueda entrar en ELLA, suelta un leve gemido, YO una lagrima, me levanto, la abrazo, la sensación de estar dentro, de la piel que roza mi pene, de cómo lo presiona, su cadera se mueve a un mejor compas, mi boca besa apetitosamente sus senos, esas blancas palomas que llena mi saciedad, el sudor recorre mi espalda, sus gemidos hacen toda una pieza bien ejecutada de alguna obra de Mozart, sujeto firmemente sus nalgas, suaves, eternas, ELLA hunde sus uñas en mi espalda primero son caricias al compas de el choque de las caderas, ahora, me hace daño, sus uñas rasgan mi piel, dulce tormento, no creo que sea sudor el que recorre mi espalda, ELLA se da cuenta, toma un poco de ese liquido y lo pone en mi boca, efectivamente es sangre, un sabor acido, sutil, mi deseo se incrementa, la tomo de los hombros y ahora ella es quien esta debajo de mi pero, la volteo, agarro sus caderas y la penetro salvajemente, cual apareamiento canino, dos tres quince , ELLA, gime, grita, aúlla por mis ataques,
ELLA mete la mando debajo de la almohada saca una daga, sonríe, gira de posición, la clava en mi pecho, caigo, ella se monta nuevamente, se introduce mi pene, hace movimientos adelante, atrás, me agarra los testículos, nuevamente el olor a jazmín. El Jazmín del patio trasero.
El Jazmín que mi esposa regaba
Mi esposa con un niño
El niño jugando dentro del carro mientras mi esposa manejaba, distrayéndola y haciendo chocar debajo de un tráiler.
No quedaron vivos.
La daga sale de mi piel y se hunde en mi estomago.
Mi vida se acabo desde el instante de la noticia.
Varios intentos de suicidio.
Ninguno con suficiente valor.
Una recomendación
ELLA.
Un asesino profesional.
ELLA.
Servicio completo.
La ultima y mortal daga en el cuello, eyaculo, suficiente paz.
He terminado.