El consuelo de una hija (Noche 2)

Despues de una noche de pasión viene los reporches y una reconciliación.

NOCHE 2

Siempre he detestado los reproches, sobre todo si provienen de mi hija.

-Pensé que respetabas la memoria de mi madre. -Tu madre murió hace ya un año, y yo me siento tan solo. -Mi compañía no te es suficiente. -Te quiero mucho mi pequeñita, pero no es ese tipo de compañía la que me hacia falta. -Te entiendo, y no te culpo, pero es que, me es difícil comprender que tengas relaciones con una mujer distinta de mamá. -¿Me espiabas anoche? -Escuche ruidos y me acerque a la puerta, discúlpame por haberte visto haciéndolo con esa chica. -Tranquila, es raro pero en realidad no debemos darle importancia al asunto. -Cuando te vi no pude dejar de mirar. -Ya te dije, dejemos el asunto así. -Tengo que preparar un desayuno más.

Las mujeres son unos seres tan similares a los hombres, les gustan que los consientan, que los mimen, para eso los hombres dan ternura y cambio tienen sexo, las mujeres dan sexo y a cambio los hombres les damos ternura.

Llevar el desayuno a la cama es uno de los detalles mas conocidos, es una de las mejores muestras de cariño después de una noche de pasión, solo los miserables dejan que su pareja despierte totalmente sola, la soledad después de una noche intensa nos hace sentir sucios. Cuando me ve con el desayuno la chica sonríe, su cuerpo aun se halla totalmente desnudo, los vellos que cubren su cuerpo brillan por la luz del sol, ni siquiera el pintor  más talentoso podría plasmar tanta belleza como la que inunda mi vista en este momento.

El secreto de un verdadero amante es excitar sin tocar, el secreto es amar a quien nos da el placer, tener sexo sin amar es como beber agua sin poseer la sed, al final comprendemos que fue en vano y sentimos un leve vació en el alma, yo amo a aquella que me brinda su cuerpo para saciar mi deseo, por eso soy feliz al amanecer, no por el orgullo de tener una marca mas en mi cama, sino por el placer que se repetirá talvez no hoy pero si después.

Ella toma la bandeja, me mira, y con sus ojos me dice que aun tiene hambre, pero que su alimento esta en mi piel, me desea lo se. Se recuesta sobre la cama al tiempo que riega su cuerpo con la leche que le había llevado.

-Bebe,

Diciendo esto toma todo el desayuno y lo riega sobre su pecho, su abdomen y su sexo, tengo hambre, comienzo devorar el desayuno. pongo mi cuerpo por sobre su cabeza y luego empiezo a lamer sus pechos erectos como las pirámides que apuntan eternas hacia el cielo, bajo un poco mas, ella besa mi abdomen y yo beso el de ella que se halla bañado en blanca leche y trozos de fruta, pero es otra la fruta persigo, es otra la fruta que saciara el hambre que en este momento poseo, en un leve acto reflejo miro otra vez la puerta abierta y allí observando pero esta vez sin esconderse esta mi bella hija, hago de cuenta que no la he visto y continuo mi recorrido por el cuerpo de este ángel que ha sido despojado de sus alas al probar de los placeres que le han sido prohibidos, alcanzo su sexo suave mientras que el mío alcanzo la boca de ella, de reojo miro a mi hija parada en la puerta, ya no le importa si yo la veo, la miro a los ojos mientras que introduzco mi pene en la boca de este hermoso ser, retiro mi vista de los ojos abiertos de mi hija y la pongo en el clítoris húmedo de leche y frutas, mi lengua ingresa lentamente en el umbral del éxtasis, mi amante se retuerce, esta excitada yo lo se, leo sus movimientos desaforados, ella me brinda sus deliciosos y cálidos jugos para que los beba, y yo le doy los míos en lo mas profundo de sus garganta delicada, siento que su cuerpo comienza a estremecerse, se que es el placer, el orgasmo la máxima adicción de los humanos, esa droga inyectada en nuestras venas por las pasiones propias de nuestra naturaleza, un gemido trata de salir de su dulce boca pero mi verga erecta ahoga esos tiernos gemidos de placer, el calor asciende por entre mis piernas, mientras que mi lengua recorre esos suaves labios vaginales, introduciéndose en los rincones donde nacen los hombres, mi cuerpo ya no soporta tanto placer, de mi verga erecta sale el ansiado jugo que mi amada amante esperaba, mi placer hecho liquido. mi  bella compañera en estos lujuriosos juegos retira mi pene de su boca mientras que unas pequeñas gotas de semen humectan sus rojos labios, yo sigo entregado en este húmedo beso que le produce a mi amante un placer que no puede soportar, se mueve, como una criatura que trata de huir de su captor, se retuerce entre mis brazos como tratando de liberarse de las cadenas que la atan a este mundo de mortales, el placer estremece su delicado cuerpo,  ella comienza a besar mi escroto, chupa mis testículos, los lame y asciende por todo el tallo del pene hasta llegar a mi ano, allí trata de que su lengua ingrese en mi culo cerrado, su besos son tan deliciosos que me obliga a eyacular sobre sus pechos redondos.

Hastiados de placer, besamos nuestros cuerpos una y otra vez, contemplamos nuestros rostros felices y dormimos entregados en los delicados dedos del inmortal Morfeo.

La luna surge de entre la fauces que devoran el día, yo me despierto y veo a mi amante aun dormida, salgo de la habitación y me dirijo al baño, el agua recorre mi piel borrando las huellas que la lujuria ha dejado sobre mi. Salgo del baño y decido bajar a la cocina, el hambre aqueja a los cuerpos cansados, bajando las escaleras veo la bella imagen de mi hija masturbándose sobre el sofá, es tan parecida a mi bella esposa que hoy posa en los nefastos dominios de hades, su imagen me obliga a recordar esos placeres pasados en que disfrutaba del cuerpo de mi amada esposa en una lujuria que Dios perdonaba, nunca me había imaginado a mi hija como la viva imagen de la Afrodita sensual que tienta a los hombres induciéndolos al placer de la lujuria, Pero allí estaba, suavemente acaricia su clítoris mientras que usa la otra mano para separar sus delicados labios, cierra sus ojos para observar mejor a su amante imaginario, aquel que en su mente la penetra y le da la felicidad que necesita, el roce tierno de sus dedos enrojece su clítoris excitado y la humedad de su vagina gotea por sus suaves y bellas nalgas, que bella es mi hija.

Me mira, pero mi cuerpo se halla tan rígido como mi pene embelesado por una bella imagen, mi hija me mira y continúa su bella presentación abriendo un poco más sus largas piernas.

-¿Te gusta lo que ves? -No deberías hacer esto aquí. -¿Te excita? -Si, pero no es correcto. -Y sin embargo no te mueves. -Tú tampoco te movías esta mañana, mientras me veías hacer el amor con esa chica. -me gustaba lo que veía. -Cállate, no me gusta como me hablas.

De pronto su cuerpo se estremece por una corriente invisible que lo recorre, sus leves gemidos se hacen mas seguidos, por sus hermosos ojos salen unas solitarias lagrimas de felicidad, es el ansiado orgasmo que la lleva al paraíso del placer, su tarea ha terminado, mi bella hija se levanta del sofá, acomoda su falda descompuesta por la lujuria y se dirige hacia mi.

-¿Deseas comer algo papi?