El consuelo de mi niña

Ésta es la historia de cómo un padre se ve usado para ser consuelo de su hija. ¿Se atreverá Miguel a engañar a su esposa dentro de su propia casa? E Isabella, ¿se animará a ensuciar aún más una relación de dos años?.

Sus vidas no habían sido nada fáciles, pero aún seguía en pie el esfuerzo por superarse. Miguel era un hombre de unos 44 años, acompañado por su esposa Julia, de unos 34. Eran pareja desde hace muchos, muchos años. Desde que estaban en plena adolescencia había comenzado su amorío; sus padres no tenían demasiado problema (exceptuando la diferencia de edad), pues no existía la diferencia de las clases sociales, ambos eran de clase media. El problema lo tuvieron cuando Julia quedó embarazada a sus 16 años, en ésa época, una deshonra. Miguel a sus 24 ya era un hombre hecho y derecho, por lo que se hizo cargo de Julia, de su embarazo, y de las que le tocarían vivir a partir de ahí. Sus padres, de ambas familias, les dieron la espalda y tuvieron que refugiarse como pudieron. Él tenía trabajo, por lo que les aseguró un techo y comida. Era todo lo que necesitaban en su "nidito de amor", exacto: se amaban profundamente.

Al tiempo nació Isabella, una preciosidad de unos ojos verdes enormes; unas pestañas negras y gruesas que combinaban con su mirada profunda. Era la felicidad de la familia. Eran felices ellos tres, pronto salieron adelante y vivieron muy felices siempre. En verdad era un orgullo verlos, a sus escasos años hicieron lo imposible por sacar adelante el embarazo y poder subsistir con sus pocos recursos.

El tiempo pasaba, la pequeña pero preciosa familia no dejaba de amarse ni un poco.

A Miguel le sentó de maravilla el envejecimiento; he de admitir que pasaba varios ratos en el gimnacio por lo que su cuerpo era envidiable. Su cabello canoso y corto "a la moda" se hacía realmente sexy refugiado delante de esos ojos azules. Estaba realmente bueno, las amigas de Isabella le echaban tanto los ojos que se caían de maduras.

A Julia no le sentó tan bien, pues de joven era un bomboncito y, ahora pues... un pedacito de chocolate. Era deliciosa a la vista, pero nada que ver comparada a su juventud, obviamente. Y además ya no follaban, la llama se había apagado bastante, aunque el amor estaba, la pasión ya casi no. Sus pechos ahora que eran de una talla normal tirando a grande ya no eran firmes, y su culito nunca había sido la gran cosa. Sí tenía unas piernas de infarto, interminables. Su cabello oscuro resaltaba con sus ojos verdes, como los de Isabella. Isabella... que mujer tan preciosa. A sus 18 años, recíentemente "florecida", era el bombón que había sido Julia. Pero éste bombón tenía unos pechos de puta madre, y un culo espectacular, esos con los que deseamos morirnos asfixiados. Su cabello negro como el carbón le llegaba por debajo de la cintura, y al igual que su madre tenía unos ojos verdes y enormes, preciosos. Había tenido buenas notas en el colegio. No era sobresaliente pero tampoco era mala, y estaba comenzando a pensar la universidad, pero aún no se decidía qué carrera seguir. Hacía dos años que tenía un noviesito por ahí, pues a Miguel no le caía nada bien. Él era un poco extraño, de esas personas que te parecen oscuras. Pero en fin, ella sabía lo que hacía. Era una persona muy madura y responsable a su edad, además de estar buenísima. En eso entendía al tipo, con razón era tan celoso. Todos debían comérsela con los ojos por la calle. Y claro, es que Isa vestía unos shortsitos tan pequeños que se le veían los glúteos y unas minifaldas de paro cardíaco. Los escotes parecían hablar, decían "piérdete en ellas".

A Miguel se le paraba la verga cuando la veía así. Se sentía un hombre repugnante por ese hecho, pero... ¿cómo lo controlaba? Su hija estaba de puta madre y jamás podría follársela. Jamás.

Y hablando de jamás: jamás se imaginó lo que pasaría a partir de cierto día en el almuerzo...

—Mamá —comentó Isa mientras depositaba la servilleta sobre la mesa, cuidadosamente— ahora saldré a ver unas universidades, ya sabés: sus planes de estudio y eso. Pero luego, por la noche me quedaré en lo de Diego, ¿vale?.

—Ese novio tuyo.. —acotó Miguel mientras refunfuñaba ante la idea de que aquel gilipollas se cogiera su nena. Julia le ignoró, aceptando lo que su hija le decía. Cuando acabaron de almorzar, Julia se quedó limpiando, Isa se fue a cambiar y Miguel a darse una ducha en el piso de arriba.

Se lavó bien, pensando en cuánto tiempo había pasado desde que se había follado a su esposa. Suspiró.

Al salir de la ducha, observó que tenía la polla dura, parada.. exigiendo descargarse. ¿Y por qué no? pensó Miguel. ¿Por qué no hacerse una paja? Era lo único que podía hacer, era lamentable. Se sacudió un par de veces la verga, poniendo una total cara de placer, en el momento que se abrió la puerta totalmente. Su niña permanecía allí parada, observando como su padre se hacía una paja. Él, abrió los ojos sobresaltado, y se cubrió como pudo. Isa, sólo pudo sonreír debilmente, ruborizada de la vergüenza.

— P..papi y..yo lo siento. —tartamudeó.

— ¡Oh! No, no mierda. Hija, disculpa. Yo.. lo siento. Necesitaba... Mierda. Vete, por favor. Discúlpame.

Isabella asintió suavemente con la cabeza y salió por la puerta, pero no se atrevió irse. Nunca, nunca en su vida había visto una polla tan grande, tan venosa, gruesa... se le mojó el coño de solo recordarla. Joder, ¡y estaba todo depilado! Tenía unos huevos de puta madre, una polla muy grande, y gruesa... Mmmmm, pensó para sus adrentros. No se fue, se quedó junto a la puerta tratando de escuchar. Su padre se estaba haciendo una paja, ¡al caradura no se le había bajado! Agudizó más los oídos:

—Mmmmm, Isabella.... —gimió con voz ronca— Toma leche, putaaaaa. Tomá leche en esas tetas, zorra. ¿Te gusta la lechita de papi?.

Ella, más que horrorizarse, se mojó de sobremanera. Sin darse cuenta, estaba sentada junto a la puerta, con las piernas abiertas. Con una mano frotaba su clítoris, y con la otra metía dos dedos en su coño rápidamente, machacándoselo. Mordía sus labios para no gemir, escuchando cada palabra que su padre expulsaba entre gemidos, corriendose como una bestia sobre el lavamanos. Su corrida fue intensa, el orgasmo atravezó toda su espalda, arqueándola contra la pared. Cerró las piernas, manteniendo sus dedos clavados en el fondo de su coño, apretándolos. Sus jugos caían por sus muslos como un grifo abierto, llegando a su tan tentador culito. Quitó las manos de su coño y se lamió los dedos lentamente, saboreando su flujo. Se levantó, se acomodó la falda y se dispuso a marcharse hacia la Universidad. Claro que en realidad todo lo que hizo fue pensar en que su padre, su adorado padre, se había echo una paja a su nombre, y eso la había echo explotar en un orgasmo fenomenal. Y también pensaba en como iba a follarse ésta noche a su novio, iba a aprovechar y recordar esa polla tan grande su padre, que no tenía ni comparación con la de David. Se volvió a mojar estrepitósamente ante la idea.


Bueno, espero que les haya gustado la primera parte; es mi primer relato, por tanto les agradecería si me dan sus consejos y opiniones, los tendría muy en cuenta. También, si quieren que siga el relato. Disculpen si no tiene demasiada carga sexual, o demasiada "accion", pero pues, es la primera parte, jaja. Espero con ansías que lo lean. Besos.