El consolador de mi ex-mujer

Yo la tomaba del culo y la izaba hasta la orilla de la mesa. Luego le corría la braga y tomando sus piernas por detrás de las rodillas las elevaba hasta que su coño quedaba totalmente expuesto. En esa posición la ensartaba con mi verga hasta bien el fondo mientras ella hacía un suave movimiento de empuje y contraía la vagina exquisitamente.

Ya conocen que mi ex mujer es una persona muy caliente. Lo que hoy voy a compartir con ustedes es un relato verídico de cuando por primera vez se me ocurrió regalarle un vibrador para nuestra diversión.

Para ese tiempo aun vivíamos juntos y como ya explique hacíamos el amor casi a diario. Fue una buena época sexual para ambos. Los invito a que lean "Me cojí a mi ex esposa" en heterosexuales.

Mónica tenía (aún tiene) un cuerpo deseable. Sin ser una belleza extrema siempre mantuvo sus formas especialmente sus pechos que son abundantes y muy fibrosos con pezones oscuros y muy duros aún cuando no está excitada.

El culo bien formado a pesar del paso de los años y una concha jugosa siempre.

A esta combinación se suma el hecho de que no se necesitaba nada para calentarla. Muchas veces, cuando yo arribaba a la casa la sorprendía por detrás en la cocina y con abrazarla y darle algo mas que un piquito, ya se daba vuelta y me tocaba la verga por encima del pantalón y me pedía ir a la cama. A veces ni era necesario, se recostaba en la mesa de la cocina y me invitaba a un corto polvo del que salía completamente satisfecha. En esas ocasiones yo disfrutaba mucho pues siempre estaba mojada y como lista para la acción.

Yo la tomaba del culo y la izaba hasta la orilla de la mesa. Luego le corría la braga y tomando sus piernas por detrás de las rodillas las elevaba hasta que su coño quedaba totalmente expuesto. En esa posición la ensartaba con mi verga hasta bien el fondo mientras ella hacía un suave movimiento de empuje y contraía la vagina exquisitamente.

Pasábamos unos minutos en esa posición hasta que mediante empujones mas fuertes Mónica acababa y yo la llenaba de leche hasta el fondo, tocando su matriz con la punta de mi verga. Luego la bajaba y ella corría al baño a secarse o ponerse una toallita para evitar manchar sus interiores.

Todo esto no quitaba el polvo de la noche antes de dormir.

Mónica disfrutaba el sexo anal aunque no todos los días. En ocasiones era ella la que lo pedía sin reparos.

Mientras estábamos en un mete saca me decía:

-Déjame que me de vuelta si?

Se ponía en cuatro patas y con su dedo se mojaba el agujero de atrás mientras gemía y con la otra mano se agarraba el clítoris. Al tiempo me pedía.

-Ponemela por el orto por favor pero despacito dale-

Yo entraba en su culo de a poco. Generalmente luego de que pasaba la cabeza, me acomodaba mejor y mojaba el tronco con mi propia saliva o pasando la mano por sus jugos. Así lograba una penetración profunda gradual y total. Una vez que su culo se acostumbraba a mi verga entonces podía comenzar a sacarlo y meterlo con comodidad.

Así Mónica comenzaba primero gimiendo y lloriqueando hasta que al momento comenzaba a respirar más fuerte y a empujar ella misma.

-Métela mas, cojeme, cojeme que me voy a ir, decía.

Y en medio de groserías y muchos gemidos acababa formidablemente. En general ella tenía múltiples orgasmos. Era frecuente que me dijera

-Estoy tan caliente que me quedo pegada! Seguí que me voy de nuevo. Y lo hacía dos y tres veces antes que yo me vaciara dentro de sus entrañas con generosidad.

Ella aseguraba sentir mi chorro de leche caliente y abundante y siempre la hacía correr de nuevo con esa sensación.

Una vez que acabábamos nos íbamos ambos al baño. Ella porque decía que después de la enculada le daban ganas de cagar, y yo a limpiarme porque no es poco usual que con una penetración anal el pene quede con algún resto de heces. Ello no me preocupaba y después de un tiempo a Mónica tampoco la avergonzaba.

Luego regresábamos a la cama a dormir siempre abrazados.

A los dos nos excitaba ver pelis porno y generalmente lo hacíamos por un canal codificado en la tele del dormitorio. Puede ser que por eso estábamos alzados siempre. Pero lo cierto es que no habíamos comprado nunca un juguete y yo me quería dar el gusto. Por ello, un día pasé por un porno shop y entré.

Me asombró ver mucha gente hombres y mujeres comprando diversas cosas. Se me acercó el vendedor y le pedí un vibrador para mi mujer. Me mostró una enorme cantidad de modelos y opté por uno muy realístico.

Pero mi fantasía me llevaba mas allá de lo conciente. En cuanto al tamaño escogí uno que superaba ampliamente a mi verga en su mejor momento. No tanto por el largo sino más por el grosor.

Quería ver a Mónica cogida por una verga descomunal. Y lo compré.

Esa noche cuando llegué me arreglé para ir directamente al dormitorio y lo escondí bajo la almohada.

Luego de cenar estaba impaciente y caliente y la invité a dormir enseguida. Nos desvestimos y nos acostamos como de costumbre. Enseguida comenzamos los arrumacos de siempre y cuando ella me manoteó la verga se sonrió por lo dura que estaba.

-Como estás mi amor! me dijo, y bajo para darme una mamadita como ella llamaba. Mientras le cogía la boca le pedí que se pusiera para un 69 a lo que enseguida se acomodó.

Mónica se tragaba mi verga que estaba explotando y durísima y gemía y movía su culo alrededor de mi boca. Mi nariz captaba ese olor a hembra tan particular y excitante mientras que mi boca, mi lengua y mi mentón se mojaban de sus deliciosos jugos.

Entonces comencé a meter mis dedos en su vagina. Uno, dos, tres y Mónica acabó generosamente en mi mano retorciéndose de placer.

Dame más! Me dijo. Otra vez quiero más! Y seguía chupando.

Saqué el consolador de debajo de la almohada y lo encendí.

La luz del televisor lo hacía más grueso aún. Entonces acerque la cabeza a sus labios vaginales y comencé a deslizarlo.

Mónica paró la succión y se dio vuelta porque el aparato estaba frío.

Y eso?, me preguntó. Que poronga enorme no va a entrar!

Cállate le dije y disfruta.

Al principio realmente parecía que se me había ido la mano. Apoyé esa verga en su agujero y comencé a introducirla lentamente.

Mónica gemía y pedía que lo sacara que le dolía. Pero de a poco se tragó la cabeza. Allí la vibración empezó a hacer lo suyo. Ella se meneaba lentamente mientras con su mano agarraba mi verga y comenzaba a masturbarme entre su mano y su boca.

Yo me animaba cada vez más y con la ayuda de sus jugos entraba dos centímetros por vez hasta que noté que estaba al fondo.

Moni se retorcía de placer. Gemía, gritaba, pedía más y se meneaba mientras cada vez más rápido me pajeaba.

Justo en ese momento se quedó como paralizada por un instante hasta que con un grito explotó en un enorme orgasmo (el tercero) que la dejó hecha trizas. Yo a mi vez acabé manchando su cara sus manos y las sábanas en un orgasmo que no terminaba nunca y con una cantidad de leche muy superior a la normal.

Agitada Mónica se puso de lado con la verga esa adentro todavía. La sacó lentamente, se la pasó por las tetas que quedaron con una mezcla de mis jugos y los suyos y luego se la puso en la boca mientras que con la mano se acariciaba su dilatada concha.

Luego de ello, la bajó hasta el clítoris y la dejó vibrar unos instantes allí mientras que me daba un beso en la boca.

La introdujo de nuevo en su concha. Esta vez con toda facilidad y empezó frenéticamente a entrarla y sacarla mientras me decía que no podía parar, que esa verga la ponía mas caliente que de costumbre.

Cogeme vos también, dijo y levantó las piernas con el vibrador adentro.

Yo, apenas recuperado tenía el miembro aún un poco blando pero me acerque a su culo que estaba empapado de jugo y pude entrar allí sin dificultad.

Enseguida noté que entre la presión del ano y la sensación del vibrador, mi pija se ponía dura de nuevo así que empujé lo mas al fondo que podía.

Sentía la vibración e mi miembro a través de las paredes de ella. Imaginen si a mi me daba placer lo que sería para Moni.

Ella desencajada lloraba, reía y pedía hasta que al rato nuevamente acabé, esta vez en su culo mientras ella se iba calmando lentamente con su cuatro orgasmo.

Salí y me quedé tendido y rendido a su lado. Ella apagó el aparato y me dijo.

-Me arde todo pero este aparato es increíble. Mañana quiero más!

La verdad es que al otro día no hicimos nada