El consolador

Conocí a una chica en un pub. Me pareció que estaba un poco loca. El caso es que su locura me hizo gozar y amar como nunca.

EL CONSOLADOR

Tenía 25 años y conocí a una chica en un pub. Era mayor que yo. Tenía 29 años. Me pareció algo callada. Más bien aparentemente tímida. Es decir que no daba la imagen de la típica chica folladora y agresiva. Parecía muy inteligente y un poco extraña o mejor dicho sofisticada.

Tenía el pelo castaño claro. Atractiva. Normalita. Tenía un cuerpo no muy exagerado pero tampoco era excesivamente delgada.

No voy a decir su nombre pero la verdad es que tampoco me acuerdo de él. La experiencia que viví con ella fue de una sola noche y fue de lo más peculiar.

La conocí enseguida. Casi nada más entrar. Sabía que esas "mosquillas muertas" son las que luego follan sin parar. Me he encontrado a mucha echada para delante que luego se mueren de miedo al ver un hombre.

A esta chica se le iban los ojillos al mirarme. Y era sincera.

No tardamos en besarnos. En abrir las bocas y meter las lenguas. Ella respiraba muy agitadamente. Pronto, muy pronto se puso a toquetear el bulto de mi pantalón de tela. Estaba como loca.

Así que tuve que invitarla a mi apartamento. Sin embargo intuía algo. Esas mujeres que son mayores y se van con un hombre a la primera son muy escabrosas.

Llegamos a mi hogar en menos de media hora. A ella parecía que le gustaba bastante mi piso.

No tardó nada en ir desnudándose así que yo también me fui desvistiendo. Ella llevaba una lencería preciosa. Me ojos se dispararon con salidez. Fue entonces cuando me llevé la sorpresa.

Ella me dijo:

No me la vas a meter y ni siquiera me vas a tocar.

¿Qué?

Como lo oyes.

Entonces, ¿Por qué has venido aquí?

Porque vamos a hacer sexo.

He de reconocer que en ese momento tuve algo de temor. Los hombres también tememos a las mujeres y está parecía que estaba loca.

Abrió su bolso negro y mi imaginación desbordante me hizo creer que iba a sacar una pistola o algo así. Y lo que sacó fue un consolador ¡La muy puta y loca iba con un consolador por la vida!.

Se puso de espaldas enseñándome su culo. Se bajo las bragas hasta la pantorrilla. El espectáculo que veía era verdaderamente excitante.

Bueno puedes tocarme...

Y me puse golosamente a manosear sus caderas, su cintura, sus piernas, su culo, sus tetas. Me fije que sus muslos goteaban. Estaba cachonda perdida.

Pero de follarme nada... y lo que vas a hacer ahora es meterme el consolador... y mientras con una mano te masturbas.

La chica respiraba con depravación y ponía una cara con la boca abierta que incluso me asustaba.

Le metí el consolador con la mano derecha muy lentamente y con suavidad lo metía y lo sacaba o lo dejaba dentro y giraba la muñeca. Soltaba bastante agua. Al mismo tiempo me masturbaba con mi mano izquierda pero no me encontraba cómodo. Aquella zorrita hacía conmigo lo que quería.

Ella hacía una especie de aullidito. Si no hubiese estado en una situación caliente me habría reído a carcajadas por lo extraño y peculiar que era.

Estaba dada la vuelta enseñándome el culo y con sus bragas hasta la mitad de las piernas.

Dame cachetes en el trasero- me dijo girando levemente la cabeza.

Así lo hice. Los dos nos pusimos como locos. Parecía como si estuviese viendo una foto de una tía enseñando el culo, pero que al final se convertía en una realidad virtual a la que podía meterle un consolador.

Los toques que le daba en el culo no eran muy fuertes. Ni ella quería ni yo tampoco.

Ella lo pasaba de miedo pero yo seguía incómodo. Cogí mi polla con la mano derecha y el consolador con la izquierda. Así sí que sentí algo más de placer.

Has de saber- me decía- que los chicos como tu me ponen muy, muy cachonda... eso es no pares.

Al cabo de más de veinte minutos me daba cuenta de que me estaba utilizando para conseguir su placer. Y yo no conseguí siquiera que mi polla se endureciese del todo.

Así que decidí dejar el asunto y me fui a vestir.

¡Qué pelotas pasa ahora! – me dijo.

Nada. Que me voy.

Chico tú eres un mierda.

Me jodían sus insultos. Y no dejaba de mirar mi polla colgando.

Quiero que me folles- me dijo.- No te marches sin antes follarme o de lo contrario...

¿De lo contrario qué?

Que te voy a dar por el culo.

La verdad es que sus palabra me habían vuelto a excitar así que me quité el slip de nuevo y salto mi polla erecta.

Primero vuelve a meterme el consolador.

Yo estaba deseando que me azotara con fuerza en las nalgas. Eso me volvía loco.

Le metí el consolador de nuevo y los ojos se le dispararon a los lados.

Ya puedes, ya puedes – me dijo.

Se la metí con suavidad pero al rato sentía una enorme rabia y comencé a bombear con fuerza y a darle auténticos manotazos en su trasero que se lo dejaban rojo y con las marcas de mis manos.

Tú no te cortes. Eso es cabrón. Vaya parece que por fin he encontrado a un hombre... yo que creía que todavía eras un puto crío y de repente me sales convertido en un hombre.

Noté sus orgasmo y así llegué al mío casi sin darme cuenta pero fue intensísimo. Solté mi leche que estaba ardiendo.

La sesión de sexo no terminó. Ella se acostó en la cama de invitados y yo en la mía y dormimos unas 10 horas.

Al día siguiente lo primero que hicimos después de desayunar fue meternos en el baño los dos juntos.

Allí nos besábamos y nos tocábamos por todo el cuerpo. Ésta vez parecía que había algo más de amor. La bese en las cejas, en el cuello, en la boca, en sus pechos, en sus pezones. Y volvimos a follar. Ella sobre mí. Y fue maravilloso.

¡Qué mujer! No hago más que pensar en ella. ¡Qué loca está! Y parece tan modosita y callada. Y el caso es que le tengo algo de miedo.

Me gustaría que me escribiéseis si alguna vez tuvisteis una experiencia como ésta.