El conocimiento es placer
Una alumna necesita aprobar su materia más difícil, y lo conseguirá sin importar cómo.
A veces es necesario hacer lo posible con tal de conseguir nuestros objetivos. A veces, hay que dejar de lado los tabúes, e incluso la ética y moral. Ese fue el caso de una de tantas alumnas luchando para llegar a fin de año y aprobar, pero… ella sabía que sus calificaciones no iban del todo bien. Toda esa diversión que había aprovechado durante el año le trajo consecuencias y ahora sería momento de pagarlas.
Jessica, una chica que apenas estaba conociendo la adultez, favorecida con atributos que otras envidiaban enormemente. Ni siquiera necesitaba esforzarse por cuidar demasiado su figura, ya era una cuestión natural. Podría decirse que hasta tendría genes griegos, con un rostro delicado, ojos verdes, cabello rojizo color fuego, pecas que parecían brillantina para adornar unos pequeños hoyuelos que se le dibujaban en una cálida y tímida sonrisa de niña caprichosa.
De tez blanca, cuello delgado, con pechos que llenaban cualquier blusa y camisa sin importar si llevara brasieres. Una cintura que solo remarcaba aún más sus notables caderas e intensificaban la redonda y firme silueta de sus glúteos; deseada por muchos y dueña de su propia libertad y elección.
Pero nada de eso le serviría para sus estudios o eso era lo que ella creía.
Su némesis, profesor de contabilidad. El único que era inamovible, un hombre de unos 40 años tan fiel a sus principios como si de un credo se tratase. No importa cuántos encantos y sonrisas de niña, nada lo haría cambiar de parecer, “si estudias bien, pasas, sino… nos volveremos a ver”. Eso fue lo que le contestó la última vez a Jessica, pero ella no se daría por vencida, tenía que pasar a como diera lugar.
Un fin de semana largo se acercaba, era viernes y toda la gente solo quería terminar la clase para irse a sus casas. Todo hombre puede ser un animal, solo hay que provocar sus instintos carnales. Ese fue el objetivo que Jessica se propuso, aunque no sabía bien como.... Sin embargo, pudo conseguir gracias a internet unas pastillas que intensificaban el deseo sexual, como una especie de medicina China que decían, eran más fuertes que cualquier viagra.
Antes de que la clase empezara, ella se escabulló entre las cosas de su profesor y colocó no una sino tres pastillas, excediéndose por dos la dosis estándar. Los minutos fueron pasando y observaba con curiosidad como el profesor comenzaba a notar los efectos de esta droga mágica, como hasta llegó a quitarse el saco que nunca antes lo hacía.
El abrasante calor comenzaba a consumirlo por dentro y ella solo acechaba a su presa, lista para atacar en cuanto llegue el momento indicado… Una vez que la clase llegó a su fin, todos se fueron unos minutos antes, cansados y entusiasmados de volver por salir.
Jessica había ido con una pollera de bengalina color negro, una blusa pegada a su voluptuoso pecho, con medias blancas y finas que sobrepasaban sus rodillas. Además de sus labios color rojo sangre y un make up que solo intensificaban cualquier morbosidad que podía imaginarse. Los ojos del profesor la habían notado varias veces, aunque trató de disimularlo, sus impulsos y hormonas comenzaban a controlar su inteligencia.
Solo podía imaginarse todo lo que le haría a esta delicada pelirroja, del color que podría tener sus pezones y de lo mucho que la haría gritar si tan solo se lo permitiese. Pero, aunque eran fantasías, él creía que eso sería simplemente imposible y que solo debía llegar a casa darse un buen baño frío.
Cuando volvió a la realidad, Jessica estaba frente a su escritorio, observando fijamente con curiosidad.
—¿Se siente bien? —preguntó.
El incómodo y acalorado profesor no pudo evitar bajar la vista unos centímetros de su cara y notar dos pequeñas y rosadas siluetas que se dibujaban entre la blusa de Jessica. Eran aquellos pezones que tanto había imaginado, y ahora los tenía justo enfrente de él.
Prácticamente relamiéndose, respondió que todo estaba bien y si ella necesitaba algo.
—Necesito aprobar —dijo.
Un último atisbo de profesionalismo evitó la insaciable necesidad que tenía de abalanzarse contra ella y devorarla como si no hubiera un mañana. Así que contestó que solo podían aprobar su materia aquellas personas que estudiaban.
Pero por dentro sabía que Jessica no lo haría y por un momento reflexiona, que la vida es una sola y que no siempre se presentan oportunidades como esta. Aún no entendía por qué sus hormonas parecían mini volcanes y las pulsaciones de su pecho eran tan fuertes como para correr un maratón de 10 km.
Él aún estaba sentado, lo único que separaba la carne de su alumna era un escritorio de madera. Sin embargo, ella dio una vuelta y se colocó justo en frente suyo. Sus voluptuosos pechos estaban a la altura de su cara, solo debía reducir la distancia.
—¿Quiere comer? —preguntó en tono caprichosa.
Volviendo a sus instintos más ocultos, el profesor se levantó de repente y la agarró con fuerza desde atrás de su cabello. Con tal brusquedad que Jessica emitió un susurrante grito de sorpresa. Esa voz aniñada que siempre tuvo, elevó aquella ferviente necesidad por devorar el cuerpo de la sumisa alumna.
Sentándola sobre el escritorio, como un animal enloquecido comenzó a devorar su boca y a deslizar sus grandes manos por debajo de su blusa, para finalmente presionar con fuerza el par de firmes y delicados pechos de su presa; mientras cada hilarante suspiro que ella emitía lo animaban a continuar devorando su esbelto cuello.
Jessica separó la boca de su profesor y lo observó por un segundo, con una mirada tierna pero lasciva le dio una señal para que baje su cabeza y pruebe lo duro que podían ponerse sus pezones. Con los brazos y manos separadas en el medio del escritorio, con las piernas abiertas se entregó a su hombre para que se pudiera servir cuanto quisiera de su cuerpo.
El profesor observó con locura cuando después de presionar fuertemente los pezones de su alumna pudo denotar delicadas gotas color blanco que salían de la punta. Como dos frutillas que habían sido bañadas con una gota de crema; sin pensarlo ni un segundo comenzó a alimentarse tal cual bebé hambriento.
Sin quedarse con la curiosidad una de las manos de Jessica comenzó a jugar con el notorio bulto que estaba casi por explotar entre las piernas de su hombre.
Pese a que los pechos y pezones de la alumna eran algo para disfrutar muchísimo más, el tiempo no era aliado y recordemos, estaban en una universidad. Solo una puerta con llave los separaba, sin embargo, el establecimiento cerraría pronto. Así que trató de recomponerse de su locura y le dijo a Jessica que tenían poco tiempo, mientras ella aún jugaba con su mano dentro de su pantalón.
Ella asintió con la cabeza relamiéndose las gotas que le había sacado de sus pezones.
Se levantó de un salto y ordenó con un gesto a su profesor que tomara asiento. Dejando caer un abrigo en el suelo y colocándose con las rodillas separadas justo a la altura de aquel bulto con el que había jugado.
Con una caprichosa expresión mordiéndose los labios, desabrocho su pantalón y bajó el boxer, para darle paso a un viril y firme miembro adornado de venas con la delicada piel apenas recubriendo una parte de un rosado y brilloso glande.
Sin pensarlo ni una vez con una de sus manos deslizó la piel y su tibia lengua comenzó a rozar la punta, justo por debajo donde se hallaba una de las zonas más sensibles. El profesor estaba extasiado observando su delicada cara con pecas y su rojiza lengua dibujando la silueta de su miembro.
La sensación de cosquilleo de la candente lengua y saliva de su alumna lo enloquecían... simplemente era un espectáculo de su propia obra. Y lo mejor apenas iba a comenzar, cuando ella, de un momento a otro, abrazó por completo la rosada punta con su boca. Dibujando su miembro con sus mejillas retraídas comenzó a succionar mientras bajaba y subía la cabeza en dirección a la pelvis del afortunado hombre.
Un notable gemido de sorpresa, ahora por parte del profesor, se escapó al momento de sentir como su glande tocaba el paladar de su alumna y como la fuerte sensación de la intensa mamada que le estaba dando aquella mujer que él creía muy sumisa e inexperta. El sonido jugoso provocado por la succionante boca de esta joven chica resonaba en el lugar.
Sin embargo, este hombre de 40 años estaba acostumbrado a manejar la situación, así que no permitiría que una simple mamada lo manipulase. O al menos eso es lo que él creía... hasta que de repente, Jessica deslizó el glande de su profesor con fuerza hasta que su nariz tocó su pelvis. Y una vez allí, comenzó a moverlo dentro de su garganta.
Otro fuerte gemido se escapó de la boca de su experimentado profesor, que asombrado observó hacia abajo sin poder creer que sus 17 cm de miembro habían desaparecido por completo en el pequeño cuello de su alumna. Y por si fuera poco, continuaba moviéndolo sin demostrar ni un solo reflejo ni arcadas.
Con el tieso e hinchado miembro completamente metido en la garganta, sacándolo por un segundo para tomar aire, volvía a tragárselo de nuevo. Y para intensificar la situación, comenzó a lamer los testículos de su hombre aún con su miembro dentro del cuello.
El profesor que creyó dominar la situación, se encontraba a la merced de las impresionantes habilidades de su alumna, casi pellizcando el cabello tratando de soportar la voracidad de Jessica. Si continuaba así, no tardaría en llegar al clímax.
En un intento desesperado trató de sacarle el juguete de carne de la boca, pero ella respondió con otra garganta profunda de tal manera que incluso devoró hasta los testículos de este hombre. Separando las manos y gimiendo de tal forma que incluso opacó el jugoso sonido de la intensa succión que estaba recibiendo.
Parecía que ella podía sentir o hasta medir el tiempo que le demoraría que su víctima terminase… así que sacó el miembro de su garganta dejando un notorio hilo de saliva pegajosa y comenzó a masturbar de forma circular y con fuerza. Añadiendo pequeñas pausas de succiones, besos y constantes manoseos justo debajo de sus testículos.
—Leche… —susurró jadeando.
El profesor intentó decir algo, pero la sensación lo invadió por completo, su cuerpo y piernas se entumecieron y finalmente un fuerte chorro blanco y caliente se escapó de su miembro en dirección a la boca abierta de su alumna. Jessica recibió hasta la última gota sin derramar absolutamente nada y aún con toda la carga sin tragar, dijo:
— ¿Aprobé? —preguntó con dificultad.
Su profesor simplemente asintió con cierta desesperación por ver como se tragaba toda su blanca y espesa descarga.
Con una mueca tragó todo, sacando la lengua posteriormente para mostrar que no había dejado ni para el camino, mientras su profesor sonrió con expresión de satisfacción extrema.
Sin embargo, este inteligente hombre volvió a sus cabales enseguida y le dijo que tendría que hacer mucho más para que ella aprobase. Pese a que no habían acordado nada, era evidente que el intercambio de placer estaba justificado por la aprobación de la materia.
Su alumna sonrió levantándose del suelo, bajándose la blusa, limpiándose la cara y tomándose algunas gotitas que habían quedado alrededor de sus labios. Al terminar, levantó la mano e hizo una señal, para que yo saliera del armario filmando con el celular.