El conjuro de dominio

Desde pequeña había sido educada para aprender los secretos de la magia, no tenía otra opción dado que mis padres eran archimagos y yo era su única hija, nunca me había gustado la magia y mucho menos cuando mi propio padre me castigaba físicamente...

Lord Jegg volvió a pegarme con su fina vara sobre mi mano:

  • ¡Así no se pronuncia ese maldito conjuro de dominio!

Desde pequeña había sido educada para aprender los secretos de la magia, no tenía otra opción dado que mis padres eran archimagos y yo era su única hija, nunca me había gustado la magia y mucho menos cuando mi propio padre me castigaba físicamente cada vez que pronunciaba algún conjuro de forma incorrecta y cuando mi propia madre había muerto a causa de un conjuro mal realizado en una de las pocas batallas en la que participábamos. Debido a la necesidad de dinero mi familia había puesto en la misma torre una tienda que vendía toda clase de ingredientes que podían usarse tanto para la cocina como para los conjuros.

Una tienda que muchas veces tenía que atender yo cuando mi padre se marchaba en busca de algo. Esto provocó que pese a mi delgadez, mi piel bronceada y mis sedosos cabellos, pasara desapercibida para los chicos durante mi adolescencia y principio de la juventud.

Jegg se volvió hacia el antiguo reloj que colgaba del otro lado de la sala.

  • Sendil, tengo que hacer unos recados en la ciudad, llegaré al anochecer y para entonces quiero que ese conjuro te salga como si fuera tu propio nombre.

Sin esperar a que le contestara tomó su capa y salió por la puerta de la tienda dejándome a solas con el viejo libro de conjuros y la tienda polvorienta.

Me concentré en las finas runas grabadas en la hoja mientras repetía en mi mente una y otra vez su traducción al idioma común, necesario para que funcionara.

Una voz sonó en la tienda, había estado tan concentrada en la lectura que no me había percatado que alguien había entrado en ella, dejé el libro abierto y me dirigí hacia el mostrador, allí esperaba un mediano.

Su pequeña melena rubia parecía ir a juego con los ojos grisáceos en una figura que no llegaba al metro y medio.

  • ¿Qué desea?

  • Me llamo Nigel, vengo a recoger el pedido.

  • ¿El pedido?

  • Sí, lo hice ayer y me dijeron que hoy iba a llegar.

  • No sé si ha llegado, el dueño se ha marchado, quizá si volvieras al anochecer podrías recogerlo.

  • Me temo que eso no sería posible, necesito el pedido para esta tarde, ¿acaso no sabe que el banquete de la reina va a ser antes del anochecer?

  • Mmmm, bueno, si está el pedido debe estar en la trastienda, acompáñame y recógelo tú mismo.

El mediano me siguió hasta el lugar donde aún reposaba el libro de conjuros, los pedidos se amontonaban a un lado de la habitación por orden de llegada y por cajas de varios tamaños, Nigel se puso a buscar entre las cajas una a una buscando lo que había pedido mientras yo aprovechaba para retomar mis estudios.

Repetí una y otra vez el conjuro hasta estar segura de cada una de sus entonaciones y letras, mi padre iba a llegar esta noche y yo creía que tenía el conjuro, sin embargo, ¿y si me había vuelto a equivocar?, tenía que probarlo de alguna forma, entonces me percaté de la otra presencia, podría usarlo con Nigel, si lo conseguía podría borrarle la memoria y si no lo peor que podría pasar es que me tomara por una loca.

Me volví en mi silla, el mediano seguía buscando la etiqueta con los ingredientes sin prestarme atención alguna.

Levanté mi dedo índice y pronuncié el conjuro, el mediano dio un respingón y se colocó totalmente firme:

  • ¿Nigel?

El mediano se volvió con sus ojos totalmente fijos en mí.

  • ¿Sí, mi señora?

Lo había conseguido, el conjuro funcionaba perfectamente, mi padre estaría feliz al saber que las largas semanas de trabajo habían dado su fruto.

Iba a pronunciar el contrahechizo cuando me percaté de algo al mirar a mi nuevo esclavo.

Un pequeño bulto se destacaba en su pantalón, estaba empalmado, el conjuro había funcionado de forma distinta a la deseada.

Sonreí maliciosamente, tenía a un esclavo durante el resto del día hasta el anochecer, un esclavo cachondo para mí sola.

Me levanté de mi asiento y tras susurrarle unas palabras me dirigí a la puerta, coloqué el letrero de cerrado, y eché la llave dos veces, nadie nos iba a importunar hasta que terminara.

Cuando retorné a la trastienda Nigel ya estaba preparado. Tenía puesta únicamente una tela en forma de pañal anudada con un simple nudo, su ropa descansaba sobre las cajas de ingredientes y se chupaba ansiosamente el dedo.

Sonreí de nuevo mientras tomaba asiento en la silla y me despojaba de toda la parte de arriba de mi ropa.

Miré al mediano y con unas cuantas palmadas en mi rodilla, se acercó:

  • Veo que tienes mucha hambre, no te preocupes mi nene, tu mami ya ha llegado.

Nigel se sentó sobre mi rodilla derecha y yo le ofrecí el pecho izquierdo, mientras chupaba ansiosamente mis pezones erectos le acariciaba su corta melena.

  • Buen chico, vas a ser el orgullo de tu mamá cuando te hagas mayor, así me gusta, sin dientes.

Le cogí sus manos y las coloqué en cada pecho.

  • Acaricia las tetitas de mamá.

Las suaves caricias de su mano empezaron a ponerme más cachonda y a él también, como pude comprobar al bajar la vista hasta el pañal de tela que se había colocado con gran maestría.

Aparté su boca de mis pechos mientras le indicaba que siguiera acariciándome mis senos y rápidamente le besé en los labios, mi lengua recorrió toda su cavidad mientras él movía la suya en un acto reflejo, tras eso me levanté tomándole en brazos y lo coloqué sobre la alfombra del suelo.

  • Vamos a ver si hay que cambiar a mi nene.

Rápidamente desanudé el pañal dejando a la vista sus genitales.

Una ligera mata de pelo rubio cubría los testículos de Nigel y, en medio de aquel bosquecillo, una torre de doce centímetros de carne.

  • Vaya, mi nene es ya un hombre grande, mira que pichita tan crecidita tiene ya.

Le acaricié su verga y esta finalmente alzó finalmente todo su vuelo.

Sonreí mientras la seguía acariciando, Nigel empezó a chuparse el dedo en respuesta al placer que estaba empezando a sentir.

Tomé el dedo pulgar de Nigel y me lo introduje en mi boca:

  • Así es como debes chupártelo.

Finalmente tomé fuertemente su falo en mi mano izquierda y empecé a pajearle, el mediano empezó de nuevo sus chupadas de dedos empezando a hacer un ruido de chapoteo cada vez que se metía y sacaba el dedo pulgar cada vez a más velocidad.

Me metí su pene en la boca y empecé a lamer la cabeza de su aparato con mi lengua con el sonido de chapoteo de fondo.

Finalmente un chorro caliente salió disparado de la punta de su torre, rápidamente tomé una de las probetas de laboratorio que poseía mi padre y dejé que su semen la llenara poco a poco, cerré el tapón del tubo y lo coloqué en el suelo junto a mi bebé mediano.

  • Fíjate, te has manchado todo, tendremos que limpiarte más detenidamente.

Recogí el pañal y con él le fui restregando sus genitales hasta que más o menos quedó limpio.

  • ¿Quieres beber un poco de leche, mi amor?

Nigel cabeceó afirmativamente, recogí la probeta y destapando empecé a verter su contenido en los labios del mediano, al principio rechazó el líquido pero finalmente empezó a tragar poco a poco, me acerqué a su cabeza y colocándola sobre mis rodillas empecé a restregarle el pañal por su boca, el mediano sacó su lengua y empezó a lamer su propio semen con gran ansia, el conjuro era mucho más placentero de lo que había sospechado.

Tiré el pañal a un lado de la habitación y bajando mi cabeza volví a besarle en los labios, mi lengua recogió parte del sabor salado de sus secreciones.

Le indiqué que se colocara en pie y arrodillada empecé de nuevo a chupar su polla, esta vez flácida y mucho más pequeña.

Finalmente me levanté dispuesta a realizar el contrahechizo, pero la voz de mi pequeño me interrumpió:

  • Mamá, quiero tu leche.

No comprendí a que se refería hasta que bajé la vista hacia donde la estaba dirigiendo él, mis pantalones estaban mojados a causa de mis jugos vaginales, sonreí mientras me despojaba de un solo movimiento de mis anchos pantalones.

Nigel se lanzó como una fiera hacia mi raja y empezó a lamer mis jugos con gran voracidad, empecé a gemir como una loca hasta que finalmente me provocó un espasmo y derramé sobre su cara todo mi líquido, Nigel se relamió hasta recoger todo lo que le había caído alrededor de la boca.

  • Me gusta más que el mío.

  • Por supuesto, hijo mío.

Le acaricié su cabello y luego recogí todos los jugos que habían caído por su cara fuera del alcance de su lengua con mi dedo índice, su mano aferró con presteza la mía y se llevó mi dedo a su boca, chupando los restos de mi orgasmo.

Le sonreí y tras ordenarle que volviera a vestirse y que olvidara todo lo que había pasado volví a mi sitio y a dejar las cosas como estaban antes y con una simple palabra el mediano volvió a buscar al igual que antes entre las cajas, tras unos segundos de búsqueda se volvió hacia mí:

  • Pues creo que no está, ufff, me temo que tendré q buscar los ingredientes en algún sitio.

Me volví y pude comprobar como Nigel parecía saborear algo con cara contraída.

  • Lo siento, Nigel.

  • Bah, no te preocupes, no es tu culpa, espero, eso sí, que mañana esté preparado el otro pedido que hice.

  • Mañana estará todo preparado.

De eso me iba a encargar específicamente.

El mediano me tendió la mano y se marchó con pasos inseguros intentando hacer memoria de lo acontecido en tanto tiempo, se perdió por una de las esquinas de la angosta calle y yo volví a mi libro.

Al anochecer, mi padre retornó con un paquete entre las manos que colocó sobre una repisa, tras eso me miró.

  • ¿Has estudiado el conjuro?

  • Por supuesto, no he hecho casi nada más en toda la tarde.

Pronuncié las palabras del conjuro y tras un leve asentimiento de cabeza mi padre se marchó a acostar.